Economía de Letras

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Economía de Letras
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Concepto:Economizar letras en las palabras, a partir de la fonética

La economía de letras es una cuestión fonética. Las variaciones para economizar palabras desafían lo imaginable, tanto que algunos puristas de la lengua están escandalizados ante la avalancha tecnológica y el consiguiente deterioro de los tradicionales símbolos de escrituras.

Siempre ha sido igual desde que se empezó a fijar el lenguaje en piedra, arcilla, madera, piel curtida o rollos de papiro. Sin duda alguna, el sistema simbólico escrito se ha ido minimizando con el tiempo.

Lenguaje escrito

La escritura fue un invento que tuvo la misión secundaria de reproducir el lenguaje articulado, de manera que el propio emisor. Al principio implicaba ideas enteras, lo cual requería altas cuotas de esfuerzo para descifrar lo más cercanamente posible; la atención del escribiente. Dicho de otra manera, no siempre el mensaje cumplía su misión, pues suponemos que a veces se distorsionaba por complejo.

El primer escrito que se conoce se atribuye a los sumerios, y es anterior al año 3000 a. n. e. Como esta escrito con caracteres ideográficos su lectura se presta a la ambigüedad, pero esta presente el principio de transferencia fonética y se puede rastrear su historia hasta averiguar cómo se convirtió en escritura ideosilábica.

Se sabe que a partir de la escritura cuneiforme heredada de Mesopotamia y de los jeroglíficos egipcios, los fenicios idearon un alfabeto mucho más preciso y breve, que tomaron luego los griegos, quienes separaron vocales y constantes para su mejor comprensión.

La letra española «ñ», por ejemplo, surgió con el objeto de evitar repetir dos n consecutivas (nn). Para sintetizar, se agregó a la primera el conocido acento que la caracteriza, mientras que la segunda desaparecía.

Pero no siempre ha podido primar el criterio de la síntesis, pena de estimular la incomunicación. Tal fue el caso de la (i), cuyo punto superior emplearon los mejores copistas de la Edad Media, cuando en su escritura cursiva un par de (ies) seguidas se prestaban a confundirse con la letra (u) (ii por u).

Real Academia Española (RAE)

Sede de la Real Academia Española, en Madrid (España).

La Real Academia Española (RAE) es la institución encargada de fijar, regular y legitimar la lengua, pero en definitiva todos sabemos que el lenguaje lo hace el pueblo.

Para que la Academia acepte cambio, suelen ya los términos y estilos haberse impuesto desde mucho, y no siempre reciben la aprobación. En cambio, su coordinador Salvador Gutiérrez Ordónez (n. 1948) admitió recientemente unas pequeñas modificaciones aprobadas, que implican la economía de signos, para ser coherentes con los usos de los hablantes y las reglas gramaticales.

Pero no solo la que fija la lengua da el visto de bueno, sino que también predica con el ejemplo: desde 1960 la RAE no pone tilde ni a (solo) ni a los demostrativos. En ese sentido todos los académicos panhispánicos de la lengua, reunidos en la ciudad de Guadalajara (México), acordaron dejar a discusión del que escribe acentuar o no las palabras «solo», «esta», «este», «estas» o «estos»).

Lo mismo para la acentuación o no de la letra «o» entre números, pues afirma que las viejas ortografías se preparaban pensando en que todo el mundo escribía a mano. Hasta ahora, la conjunción «o» se escribía con tilde cuando aparecía entre cifras (por ejemplo: «4 ó 5 millones»), como excepción de las reglas de acentuación del español. Sin embargo, los teclados de computadora han eliminado el peligro de confundir la letra o con la cifra cero, que tiene un tamaño mayor.

Acortando caracteres

El método de escribir en clave gana preferencia, sobre todo entre la juventud, y no precisamente porque quieran ocultar o enmascarar las ideas, sino para ganar tiempo y dinero. De ahí que se establezca un novedoso código electrónico, el cual llama la atención de los especialistas en gramática.

Ponderan los más insospechados sucedáneos, como «tb» para expresar ‘también’; «k» o «q» para decir ‘que’; «x» puede significar ‘abrazos’ o ‘besos’ (por la forma comúnmente adquiere la boca cuando besamos), mientras «te amo» se abrevia ‘ily’ (del inglés «I love you»).

Estos mensajes tienen poco cuidado por el uso de las mayúsculas, acentos u otros recursos que puedan dificultar la inmediatez, en detrimento del buen escribir y el resto de las reglas ortográficas.

Pero la modalidad ha calado tanto, que asalta la Internet, el email y hasta permea la elaboración de los correos tradicionales que hacen suya la economía palabrera.

Fonética

Símbolo gráfico.

Más que la forma importa el sonido, pues toda letra se compone de un símbolo gráfico (el que vemos) y de un grupo fónico (que escuchamos). Esta correspondencia funciona igual, aunque mucho más abreviada, en los códigos digitalizados que se imponen.

La letra x, ya lo dijimos, puede expresar ‘abrazos’ por lo de las barras cruzadas que sugieren un apretadísimo (léase afectuoso) saludo; pero es más habitual el uso en la palabra ‘por’ teniendo en cuenta su significado en la multiplicación (ejemplo 2x2). El mismo principio llevó al signo + a sobreponerse sobre el vocablo homólogo ‘más’.

Para manifestar los fonemas «de», «te» o «se», basta colocar gráficamente las consonantes «d», «t» o «c», que suenan del mismo modo, ocupan menos espacio y dejan el problema resulto. En otros casos las iniciales dicen mucho y volvemos sobre lo mojado, no es nada nuevo, sino la adaptación a contextos y tecnologías diferentes.

Muchos documentos del pasado fueron parcos en ciertas palabras habituales: «e. s. m.» poníase para designar ‘en sus manos’; «S. M.» significaba ‘su majestad’, «Ud.», por ‘usted’, etc.

No debe escandalizar, entonces que el lenguaje como ente vivo y dinámico asuma abreviaturas tan originales como «tqm» (‘te quiero mucho’), «pq» (‘porque’ o ‘por qué’) o «tpco» (‘tampoco’). Sin lugar a duda, la fonética impera.

No es lo mismo ni se escribe igual

Expertos en comunicación, filólogos y antropólogos, entre otros, andan preocupados por el destino del idioma. Sucede que la mayoría pone el grito en el cielo ante el indiscriminado uso de la tecnología, en detrimento de la gramática.

Argumentan que la nueva generación, como regla general, irrespeta el empleo de los más elementales signos de puntuación, amén del perjuicio que viene resintiendo la ortografía y la redacción. Evidentemente el ahorro de letras y palabras permite agilidad, pero pierde en intencionalidad. El lenguaje resulta a las claras, frío, plano e insípido.

Como andan las cosas, será difícil descubrir en el futuro no lejano cuánta «bomba» se le está poniendo a la información. No se lee igual «tngo dseos d vt t estrñ mch 1o» que ‘tengo deseos de verte, te extraño mucho, un beso’.

Función y forma

Lo importante, está en discernir qué estamos escribiendo, para quien y en qué momento. Cerrarles las puertas a las posibilidades tecnológicas, constituiría una aberración. Celulares, email, internet, forman parte de nuestra vida, son herramientas que agilizan la comunicación y resultan insustituibles para el mundo moderno.

No obstante, la forma tradicional de escritura tiende a perdurar sin antagonismos con su homóloga electrónica, porque solo a través de la expresión correcta se puede narrar con elegancia y fiabilidad lo bello del entorno, nuestras sensaciones más íntimas…el color del sonido… ¡valga la metáfora!

La segunda de no ajustarse, correrá el riesgo de continuar como una variedad «espía», mercenaria del tiempo, pero con la indiscutible virtud de llegar simultáneamente a varios receptores de manera tan veloz que ninguna carta, libro o revista de papel jamás alcanzó.

Visto desde este ángulo, ambas formas tienen su función, y el cultivo del idioma no está reñido con el desarrollo tecnológico. Para escribir en clave, es necesario primero aprender a hacerlo bien. Solo así podrás comunicar conscientemente del modo, por y para quien lo desees, sin que te devore el facilismo.

Fuentes