Elias Howe

Elias Howe
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Inventor de la máquina de coser
Nacimiento9 de julio de 1819
Spencer, Massachusetts, Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
Fallecimiento3 de octubre de 1867
Nueva York, Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
Causa de la muerteEnfermedad de Bright
NacionalidadEstadounidense
Otros nombresElías Howe
OcupaciónMaquinista, mecánico, inventor

Elias Howe. Inventor estadounidense. Obrero en una fábrica de instrumentos de precisión, su afición a la mecánica lo llevó a inventar una máquina de coser que alcanzó gran éxito.

Biografía

Infancia y juventud

Nació el 9 de julio de 1819 en Spencer, Massachusetts, Estados Unidos. Los primeros años de su vida los pasó en la granja de su padre. En 1835 entró en el taller de un fabricante de maquinaria de algodón en Lowell, Massachusetts, donde aprendió el oficio de maquinista.

Muerte

Falleció el 3 de octubre de 1867 en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos

Contribuciones

Cuando tenía veintiún años, se le ocurrió la idea de construir una máquina que pasara el hilo de un lado a otro a través de la tela y que lo afianzara una vez pasado. Como no tenía dinero para los experimentos, sus ensayos fueron necesariamente muy limitados, hechos en la buhardilla en que vivía.

Un día, no obstante, Howe fue a vivir con un antiguo condiscípulo llamado Fisher. El joven inventor hablaba con entusiasmo de su nueva idea y creía que si tuviese dinero seguramente lograría su intento. Fisher le ofreció un préstamo de 500 dólares, para ayudarle a llevar a cabo sus planes, haciendo un convenio según el cual debía recibir la mitad de los beneficios si la invención resultaba de éxito. El uno aportaba la idea y el otro el dinero, y de este modo en abril de 1845 terminaron la primera máquina de coser realmente práctica.

Sumamente complacido por su éxito, y seguro en absoluto de su posición, empezó a proclamar su invento, desafiando a cinco de los más expertos cosedores a mano de una gran fábrica de ropa de Boston. Se comprometía, atrevido, a coser cinco tiras de tela con su nueva máquina antes de que ninguno de los cosedores hubiese terminado una. Su desafío fue acogido con despectivas carcajadas. Los cosedores sonreían, confiados, al comenzar la apuesta. No obstante, sus sonrisas se desvanecieron bien pronto. Se inclinaban frenéticos sobre su labor, esforzándose en avanzar con rapidez; pero la máquina los aventajaba constantemente, y terminó antes de que los cosedores se dieran cuenta de lo que había sucedido. De la muchedumbre de trabajadores que estaban allí reunidos presenciando la apuesta, comenzó a levantarse un murmullo de indignación, el cual poco a poco se convirtió en un ronco y siniestro clamoreo.
“¡A romper la máquina! ¡A romper la maldita máquina! ¡Quitará el pan a muchos honrados trabajadores!”

Con gran dificultad logró escapar de esta multitud airada, llevando su máquina bajo el brazo.

Durante los cinco años siguientes hubo de sufrir pobreza y de luchar mucho. Él y su socio patentaron la máquina, y por algún tiempo recorrió el país exhibiéndola en las ferias por un derecho de entrada insignificante. La gente acudía en gran número a ver el “ingenioso juguete”, pero nadie creía que pudiera realmente hacer un trabajo útil. No consiguiendo que fuera reconocida su utilidad en Estados Unidos, en 1846 pasó con su máquina a Gran Bretaña. Allí un fabricante de corsés, zapatos y paraguas de Londres, compró el derecho de patentarla y contrató los servicios del inventor, a razón de tres libras esterlinas por semana. Howe no logró hacer lo que el fabricante deseaba, y, después de gastar una gran cantidad de dinero en experimentos, el corsetero abandonó la empresa, disgustado. Quedó así desamparado de nuevo y volvió a América más pobre que nunca, dejando en Gran Bretaña la máquina empeñada, a fin de obtener dinero con que pagar su pasaje. Y, sin embargo, “había en ella millones”.

Una vez vuelto a Estados Unidos, halló a no pocas personas ingeniosas ocupadas en producir o en ensayar máquinas de coser, algunas de las cuales infringían los derechos de la patente sacada por él. Tras lamentable y desesperante demora, consiguió éste reunir el dinero necesario para redimir su máquina empeñada en Gran Bretaña, y empezó entonces a denunciar a todos los que usurpaban su patente. Gastó largos años en reñidos y costosos pleitos, pero al cabo ganó, y le fue reconocido el derecho a percibir los honorarios de inventor, o un porcentaje en las ganancias de las varias sociedades fabricantes de máquinas de coser. Después de su pobreza y de su valerosa lucha contra toda clase de dificultades, el dinero comenzó a afluir, y vivió en lo sucesivo afortunado y rico.

Durante la Guerra Civil, utilizó su fortuna para financiar y equipar un regimiento de infantería del ejército de la Unión, y sirvió en el regimiento.

Reconocimientos

En 1865, fundó la Sociedad de la máquina de Howe de Bridgeport, Connecticut, y la máquina que produjo que ganó la medalla de oro en la Exposición de París de 1867.

Fuentes

"Carlos Enrique Cadalso Zerquera 17:05 27 mar 2013 (CDT)"