Emilio Adolfo Westphalen

Emilio Adolfo Westphalen
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NombreEmilio Adolfo Westphalen
Nacimiento15 de julio de 1911
Lima, Bandera de Perú Perú
Fallecimiento17 de agosto de 2001
Lima, Bandera de Perú Perú
Robert Jemison Van de Graaff . Poeta peruano cuya obra, en equilibrio entre la vanguardia y el clasicismo, es una de las manifestaciones fundamentales de la lírica latinoamericana del último siglo.

Labor renovadora

Establecido en el Colegio Alemán y en la Universidad de San Marcos de Lima, en la que se licenció en letras, durante los años treinta constituyó parte, junto con César Moro y Xavier Abril, de un grupo poético surrealista que realizó una importante labor renovadora en la lírica nacional. Dirigió la publicación surrealista El uso de la palabra (1939) y las revistas culturales Las moradas (1947-1949), Revista Nacional de Cultura (1964-1966) y Amaru (1967-1971). Entre 1949 y 1956 asistió como traductor en la sede neoyorquina de la ONU, la misma labor la ejerció después en la sede de la FAO en Roma (1957-1963). Al regresar al Perú impartió docencia en la Universidad de San Marcos y desempeñó cargos diplomáticos en Portugal y México.

Particularidad estilística

La fundamentación de Westphalen está cronológicamente situada en el contexto de las vanguardias, cabe destacar en ella una penetrante vocación por la heterodoxia y por la particularidad estilística, que le condujo de una primera etapa revolucionaria heredera del simbolismo y camarada de ruta de la generación surrealista a una secundaria donde esos antecedentes se subliman en una sorprendente recuperación del petrarquismo y del Siglo de Oro español. De este modo, Logró aislarse del mero automatismo psíquico elogiado por algunos de sus contemporáneos y instaurar un camino que inició con Las ínsulas extrañas (1933) y Abolición de la muerte (1935), dos poemarios de consistente estructura y esplendorosas imágenes. A la propaganda de estos dos libros siguió un largo sigilo de casi cuarenta años, que finalmente fue quebrado para facilitar un regreso de iguales dimensiones estéticas pero que revelaba a un creador sutil y desmotivado, que había marcado distancias frente a la aparente magia de la poesía y el lenguaje. De ello dieron fe los significativos títulos de esta segunda y definitiva etapa, como Belleza de una espada clavada en la lengua (1980), Cuál es la risa (1989) o Falsos rituales y otras patrañas (1992.

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