Escolapios

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Escolapios
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Concepto:Orden religiosa

Escolapios Tres siglos de trabajo ininterrumpido han producido unas constantes vitales y unos nombres ilustres. Los ayuntamientos aragoneses pusieron en manos escolapias las escuelas municipales y vieron a los religiosos acompañar a los niños por las calles y morir en defensa de las libertades amenazadas.

Historia

Escolapio y aragonés son sinónimos. Para Joaquín Costa y Martínez, las Escuelas Pías prueban su tesis aragonesista, al igual que el descubrimiento de América, la obra de Miguel Servet y Los Sitios de Zaragoza. El fundador, hombre de nuestra tierra y de nuestra raza, oteó el futuro desde la necesidad cultural del hombre. Pocos aragoneses más universales y pocos, también, más olvidados. Dos únicas estatuas tiene en Aragón: en la fachada del Pilar y frente a su casa, en Peralta. En el campo del agradecimiento, Aragón tiene una deuda inmensa con San José de Calasanz Gastón.

Cuando los escolapios llegaron a España, empezaron por Barbastro, en 1677. Pronto abrieron escuelas en las tres provincias del reino: Benabarre (1681 y 1729), Peralta De Calasanz (1695), Daroca (1728), Alcañiz (1729), Zaragoza (1732), Albarracín (1732), Jaca (1735) y Tamarite de Litera (1741). No se detuvo el impulso fundacional. Y en 1742 se creaba una viceprovincia con los colegios catalanes, y la provincia de Aragón -«la más antigua de las provincias españolas y madre eximia de las otras», en frase del polígrafo Eduardo Corsini- con los colegios citados más los de Madrid, Getafe, Valencia, Almodóvar y el iniciado de Villacarriedo. Pertenece gran parte del mérito de estas fundaciones a los padres Crisóstomo Plana y Agustín Paúl, de Peralta y Estopiñán respectivamente, que rigieron la Escuela Pía española de 1723 a 1739. Nuevo empuje, y se fundan Sos del Rey Católico (1760), Albelda y Fraga (1827), Caspe (1858) y Molina (1867). En poco más de un siglo llegaron al superior de Aragón, desde muy diversos puntos de España, 35 solicitudes de nuevos colegios, que no pudieron aceptarse. Sí se abrieron nuevas casas en el reino de Valencia, en Navarra, Guipúzcoa, Argentina y Chile. Como consecuencia de esta expansión, y para una mejor organización, de Aragón brotaron cuatro nuevas provincias canónicas: Castilla (1753), Valencia (1826), Vasconia (1933) y Argentina (1964). Los escolapios aragoneses trabajan fundamentalmente en Huesca, Zaragoza, Teruel, La Rioja, Soria, New York y Puerto Rico. El aliento llega desde Peralta, donde funciona el noviciado, en la misma casa donde nació y creció el padre.

Tres siglos de trabajo ininterrumpido han producido unas constantes vitales y unos nombres ilustres. Los ayuntamientos aragoneses pusieron en manos escolapias las escuelas municipales y vieron a los religiosos acompañar a los niños por las calles y morir en defensa de las libertades amenazadas. Pascual Madoz e Ibáñez los defendió en las Cortes de 1837. Francisco de Goya y Lucientes los sublimó con sus pinceles.

Viviendo diariamente su cuarto voto, los escolapios han desarrollado con maestría el arte difícil de la enseñanza. En 1772, al ser elegido general de toda la orden el teólogo y catequista P. Cayetano Ramo Parrilla, quedaron en él «enaltecidas las Escuelas Pías de España». Separadas éstas de Roma (1804-1904) por la Bula Inter graviores, las gobernaron seis escolapios aragoneses: Gabriel Hernández, Joaquín Esteve, Lorenzo Ramo Lahoz, José Balaguer, Francisco Baroja y Eduardo Llanas y Jubero. En la jerarquía episcopal destacan Basilio Sancho, Melchor Serrano y Lorenzo Ramo. Durante los ss. XVIII y XIX profundizaron en las humanidades y aportaron sus experiencias científicas a las Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, especialmente a las de Zaragoza y Valencia. En su obra Rerum latinarum scriptores alaba L. Picanyol a los latinistas escolapios aragoneses, cita 66 nombres y presenta más de 135 escritos. El mismo Félix de Latassa y Ortín trae las biografías y obras de 43 escolapios. Antes de 1784 habían ya publicado en Zaragoza dos tomos de Autores selectos de latinidad. En el s. XX tuvieron fama sus textos EPA de primera y segunda enseñanza y sus revistas Juventud Calasancia (1922-32) y Horizontes Calasancios (1916-64). Seleccionando nombres, hay que citar a los cuatro grandes historiadores José Jericó, Joaquín Traggia Uribarri, Pío Cañizar y Manuel Hernández, traductor de Blancas; al científico Blas Aínsa, que instaló y dirigió una red de doce observatorios en los colegios de Aragón, desde el suyo de Zaragoza; al humanista Joaquín Ibáñez de Jesús María, que enseñó a Goya a titular sus cuadros; al sabio Benito Felíu de San Pedro; a los poetas Calasanz Rabaza, José Beltrán y Liborio Portolés. Y al maestro, escritor y mártir, Basilio Boggiero.

La actual generación conoce su fuente y sus raíces y no reniega de ella. Intenta sólo leer con lucidez los signos de nuestro tiempo, pensando en Aragón y asimilando el mensaje calasancio.

— 300 años del Colegio Escolapio de Peralta De Calasanz (H.). Tuvieron los escolapios gran empeño en fundar pronto un colegio en la patria de su fundador. El 11-XI-1594 se firmaron las capitulaciones con el Ayuntamiento. El municipio se compromete a edificar iglesia, colegio con cuatro aulas, una pequeña biblioteca, menaje para los religiosos, un huerto cerrado y 100 libras jaquesas al año. Los escolapios ofrecen atender al colegio con los maestros necesarios «para la educación en la virtud, primeras letras, gramática, retórica y enseñar la doctrina cristiana públicamente al pueblo los días festivos». Parecieron escasas las rentas, pero en Roma dieron permiso «habida razón de ser el pueblo natal del mismo Venerable Fundador». Confirmaron las capitulaciones el obispo de Urgel (1596) y el marqués de Aytona, señor de la villa, Guillén Ramón de Moncada, que accedió, tras larga espera, en 1723 «atendiendo a la buena memoria del Venerable Calasanz y su santo Instituto».

Los escolapios no perdieron tiempo en abrir las escuelas. Se llenaron de alumnos las clases de primera enseñanza y en las dos escuelas de gramática la matrícula ascendió a 90 muchachos de Peralta y los pueblos vecinos. No entraba en las capitulaciones condición, ni pensión alguna para establecer una cátedra de filosofía, pero la tuvieron pronto, mezclados alumnos seglares con los juniores escolapios. A finales del siglo XIX dejaron de funcionar las cátedras de humanidades y filosofía. El flujo de alumnos primarios continuó ininterrumpido gozando incluso de un reducido internado, hasta el año 1990. Alumnos ilustres han honrado estas aulas peraltenses: baste citar a don Miguel Ric y Ejea, fiscal del real Consejo de Castilla y hombre de confianza de Carlos III.

Aunque desde el principio de la fundación hubo novicios en la casa, sólo en 1741 se instaló en Peralta el noviciado fijo y exclusivo para los futuros escolapios de la entera Provincia de Aragón. Entre 1730 y 1983 se han formado en este noviciado aproximadamente 1.610 futuros hermanos y maestros, algunos de ellos pioneros luego en la expansión de la Orden por América, África, Japón, la India actualmente.

Mientras edificaba el Ayuntamiento el edificio del colegio, compraron los escolapios la casa de los Calasanz. En ella levantaron una capilla y en 1799 colocaron la primera estatua en el lugar exacto donde había nacido el santo. La capilla se fue agrandando y embelleciendo en 1872, en 1902, y en 1948, tras la guerra y en preparación al tercer centenario de la muerte de San José de Calasanz. En esa capilla, verdadero santuario, se une el pueblo de Peralta para honrar a su paisano y patrona. Una artística estatua de bronce, obra de escultor Carlos Palao Ortubia, preside la placeta inmediata al colegio y capilla.

Para celebrar los 300 años de vida del colegio con dos años de retraso por causas bien justificadas, se reunieron en Peralta el P. General de la Orden, venido de Roma uno de sus Asistentes generales y los siete Provinciales de España. Ese día quedó inaugurada una valiosa exposición permanente. El alcalde de la villa ofreció una majestuosa cerámica con el escudo de Peralta y la inscripción: Peralta de la Sal a las Escuelas Pías de Aragón por su labor educativa durante 300 años. en este lugar. 24 de Mayo de 1997. El 4 de junio quisieron testimoniar con su presencia los obispos de todas nuestras diócesis aragonesas su agradecimiento a los escolapios por estos tres siglos de enseñanza y servicio al pueblo.

Actualidad

Actualmente el edificio del antiguo colegio ha sido transformado en un centro moderno de encuentros culturales, religiosos, juveniles... con instalaciones funcionales, biblioteca, ámbitos deportivos y un rico patrimonio histórico y artístico.

— 250 años de la Provincia Escolapia de Aragón. José de Calasanz, fundador de la primera escuela pública popular, gratuita de Europa y de la Orden las Escuelas Pías, fue aragonés «de nación» -Peralta de la Sal (H.) 1557- y aragonés se sintió toda la vida. Basta repasar sus Privilegios de la Ciudad de Zaragoza, Roma, 1593/1994, para comprobarlo. Quiso fundar en 1648 un colegio en Zaragoza, a petición del Consejo de Aragón. Le sorprendió la muerte sin verlo abierto. Pero sus religiosos, recogiendo el deseo del padre, lo abrieron en Barbastro en 1677. Era el primer colegio escolapio de España, que todavía sigue enseñando la piedad y letras a los muchachos de la ciudad y del Somontano.

Los nuevos y revolucionarios métodos de enseñanza, introducidos por los escolapios, estimularon a los municipios aragoneses que pedían escuelas para sus hijos, porque «con aplauso y admiración universal se ve lo bien instruidos que salen los niños» (Zaragoza, 1735); «por el mucho provecho y utilidad de la enseñanza practicada con su laudable método y provechoso modo de enseñar» (Tamarite, 1743); «por el gran provecho y beneficio público que reportan a la ciudad» (Jaca, 1747), «para que los hijos de personas pobres lograsen la misma educación que los demás» (Daroca, 1782).

Los escolapios aragoneses se encarnaron en el pueblo y se inclinaron hacia los pobres. Implantaron sistemas didácticos avanzados, especialmente para el aprendizaje de las humanidades. Desterraron el latín eclesiástico y lo sustituyeron por los clásicos: Cicerón, Ovidio, Virgilio, César, Tito Livio... Mediante convenios con los Ayuntamientos, fundaron colegios gratuitos de primeras letras, humanidades y filosofía en las ciudades citadas y en Benabarre, Peralta de la Sal, Albelda de Litera, Alcañiz, Tramacastilla, Albarracín, Sos, Fraga, Caspe, Molina de Aragón... Y lejos de la Autonomía, en Almodóvar, Getafe, Madrid, Villacarriedo, Valencia, Gandía, Estella, Tafalla, Vera de Vidasoa, Tolosa, Pamplona, y desde finales del siglo XIX en varias ciudades de Argentina y Chile...

En la Provincia han destacado hombres de gran categoría científica, literaria y religiosa: Crisóstomo Plana, Pío Cañizar, Benito Feliú, José Beltrán, Valentín Aísa, Pedro Díez... Y entre sus alumnos, Goya, Martín Zapater Clavería, Faustino Casamayor y Ceballos, los hermanos Bayeu y Subías, José Palafox, Santiago Ramón y Cajal, Joaquín Gil Berges, Ramón de la Cruz, Vicente de la Fuente y Condón, Pascual Madoz, Pedro María Ric y Monserrat, los beatos José Mañanet y Josemaría Escrivá, Nicolás Sancho Moreno, Francisco Loscos Bernal, José Pardo Sastrón y Salvador Pardo Sastrón, José Antonio Dosset Monzón, Francisco Mariano Nifo, Miguel Asín Palacios, Jerónimo Borao y Clemente, Antonio de Gregorio Rocasolano, Ramón José Sender Garcés, Ildefonso-Manuel Gil López, Ángel Antonio Mingote Barrachina.

La celebración solemne de los 250 años de la Provincia se prolongó durante el curso 1993-1994 y en su programa resaltaron dos actos: el académico en el paraninfo de la Universidad de Zaragoza, con una conferencia histórica el P. Dionisio Cueva y que presidieron don Elías Yanes Álvarez, y el P. General José M.ª Balcells; y el artístico: magna exposición dirigida por el comisario, Domingo Buesa Conde, que, inaugurada en Zaragoza, recorrió luego las ciudades de Barbastro, Alcañiz y Logroño. Como fruto de estas celebraciones se imprimieron dos volúmenes, bajo el título 250 años de la Provincia Escolapia de Aragón, Zaragoza, 1994, y que recogen la historia, la pedagogía y el patrimonio artístico de la Provincia aragonesa. Además, han sido incluidos en el Martirologio Romano los mártires escolapios aragoneses: Dionisio Pamplona, Manuel Segura y Florentín Felipe. Con sus hermanos de comunidad fueron humillados y sacrificados in odium fidei por la sola razón de vestir la sotana de San José de Calasanz. Y en su casa, precisamente.

Fuentes