Escultura de Siva y Parvati

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Escultura de Siva y Parvati
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Estatua de piedra, procedente de Orissa, India, 1100-1300 n. e.

Escultura de Siva y Parvati. Es una estatua de piedra, procedente Orissa, India, 1100-1300 n. e. Procede de uno de los numerosos templos de Siva en Orissa. Es una losa de piedra de unos dos metros de alto por uno de ancho y aunque es posible que al principio estuviera pintada con vivos colores, hoy exhibe un uniforme tono negro brillante.

Orígenes

Resulta evidente la fascinación que han sentido, durante siglos, los británicos por las culturas de la India y se han esforzado con mayor o menor éxito por entenderlas. Para el europeo del siglo XVIII, el misterio más intrigante de la India era el hinduismo, una religión que parecía propugnar de manera confusa tanto un ascetismo negador del mundo como un desenfrenado placer físico.

En torno al año 1800, un hombre llamado Charles Stuart decidió explicar a los británicos que el hinduismo merecía ser objeto de un serio estudio y una gran admiración. En el contexto de su campaña en tal sentido, recogió y exhibió fragmentos de antiguas esculturas de templos indios, uno de aquellos fragmentos es de esta escultura.

Procede de Orissa (hoy Odisha), un estado densamente poblado y productor de arroz situado en el nordeste de la India, en el golfo de Bengala. En torno al año 1300 era un próspero y sofisticado reino hindú, donde se habían construido miles de magníficos templos. Este fue el gran período de la arquitectura religiosa de Orissa y los edificios que más admiración suscitaban eran los que tenían la ornamentación más extravagante. La mayoría de dichos templos estaban consagrados al dios Siva. Para los habitantes de Orissa, Siva es una de las tres deidades centrales de hinduismo, el dios de las paradojas, el dios que siempre crea y destruye, era el señor de su tierra. En Siva se reconciliaban todos los opuestos.

Escultura de Siva y Parvati

Es una losa de piedra de unos dos metros de alto por uno de ancho, aunque es posible que al principio estuviera pintada con vivos colores, hoy exhibe un uniforme tono negro brillante. Apenas sería posible grabar más elementos en ella. Docenas de figuras diminutas se apelotonan hasta los bordes, en la parte central, a una escala mucho mayor, aparece el propio Siva, se reconoce porque lleva su característico tridente y porque tiene un pie apoyado en el dorso del toro sagrado en el que monta a menudo.

El escultor ha tallado el cuerpo de Siva con un relieve muy marcado, de modo que el observador que se acerque a él tenga la creciente impresión de contemplar a un dios que se halla físicamente presente. La escultura está diseñada para acercar el espectador al dios, para permitirle en cierto modo conversar con Siva. Pero en la escultura Siva no está solo, acomodada en su regazo y rodeada amorosamente por uno de sus cuatro brazos, se halla su esposa, Parvati.

Se encuentran vestidos de manera similar, con taparrabos adornados, llevan los torsos desnudos y están ataviados con pesados collares y elaborados tocados. Esposo y esposa se vuelven el uno hacia el otro y se miran amorosamente a los ojos, tan absortos en su mutua contemplación que se olvidan de su séquito arremolinado a su alrededor. Su devoción mutua se refleja también en los animales que yacen a sus pies: el toro de Siva, que repite la mirada de adoración de su amo, y el león de Parvati, que sonríe tímidamente como respuesta. Existe una carga erótica tan fuerte en esta talla que bien cabría imaginarse que Siva y Parvati están a punto de fundirse en un abrazo más pleno y más cercano. Pero no ocurre así, o al menos no todavía, porque la pareja espera invitados o adoradores.

La escultura probablemente habría estado emplazada en la puerta de un templo, dando la bienvenida a las familias que allí se acercaban, y las ofrendas de estas debían de realizarse no sólo a Siva, sino también a Parvati, esto es, a ambos como pareja divina.

Esta imagen sonriente y sensual no sólo muestra una pareja modélica a la que cualquier esposo y esposa podrían emular, la escultura de Siva y Parvati es también una meditación sobre la propia naturaleza de Dios, ya que ellos son como una misma persona manifestándose en dos formas distintas.

Resulta difícil situarse ante esta escultura y no captar de inmediato una de las ideas centrales de esta gran tradición religiosa: que quizá sea más adecuado concebir a Dios no como un solo espíritu aislado, sino como una alegre y amorosa pareja donde ese amor físico no es la evidencia de una humanidad caída, sino una parte esencial de lo divino.

Fuentes