Gobierno de Pedro de Valdés en Cuba

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Gobierno de Pedro de Valdés en Cuba
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Gobernador de Cuba
Gobierno
Gobernador:Pedro de Valdés
País:Bandera de Cuba Cuba
Período:20 de junio de 1602 - 16 de junio de 1608
Cronología
-
Predecesor:
Juan Maldonado Barnuevo
(Gobierno)
◄ • ► Sucesor:
Gaspar Ruiz de Pereda
(Gobierno)

Gobierno de Pedro de Valdés en Cuba. Es un periodo histórico comprendido en la etapa colonial de la Historia de Cuba cuando la actual República cubana era denominada Capitanía General de Cuba y estaba sujeta a las leyes y costumbres del Imperio Español. El gobierno de Pedro de Valdés está comprendido entre el 20 de junio de 1602, fecha en que se emite una orden real indicando el cambio de gobernador para Cuba, y finalizó el 16 de junio de 1608 cuando fue sustituido por Don Gaspar Ruiz de Pereda, caballero de la Orden de Santiago, y por Don Juan de Villaverde y Oceta, este último en calidad de gobernador de Santiago de Cuba.

Pedro de Valdés fue quien más contribuyó a la terminación de la obra defensivas de las murallas de La Habana. Durante su mandato se concluyó una sólida plataforma donde se colocó una batería de 12 piezas de artillería que aún existe, llamada "Los 12 apóstoles".

Gobierno

En 20 de junio de 1602, el gobernador Juan Maldonado Barnuevo fue reemplazado al frente del Gobierno de Cuba por el Alférez Mayor de la Orden de Santiago, don Pedro de Valdés, sobrino del célebre almirante Menéndez de Avilés.

Digno heredero de las glorias de su tío, Valdés, con Un galeón y una galizabra, salió de San Lucas para su Gobierno el 17 de abril, y en su viaje apresó un buque enemigo; pasó atrevidamente por entre la escuadra holandesa, echó á pique tres buques de la misma en el Puerto de Santo Domingo, y después de ahuyentar a los contrabandistas que pululaban en las costas de Cuba, fondeó en la Habana el 19 de julio de 1602.

Como muchos de sus antecesores una de las tareas principales acometidas por Valdés desde el inicio de su gobierno fue la mejora y el incremento del poder de fuego de las fortificaciones, para ello especializó a los fundidores en el arte de hacer buenas piezas de artillería, y fue tan arduo el trabajo llevado a cabo para cumplir este objetivo que en el corto periodo de dos años se colocaron en los puertos de la Habana más de 80 cañones de buen rendimiento y distintos calibres, estas piezas de artillería fueron fundidas en su mayor parte en la misma capital cubana.

Pedro de Valdés también restableció el principio de Autoridad, algo decaído. FU forma enérgica y recta de dirigir le trajo el odio de los aficionados a desórdenes, viéndose solamente apoyado por Fray Juan Cabezas de Altamirano, que había sucedido a Salcedo en la Sede de Santiago. No sé preocupó Valdés de estos obstáculos y continuó su acertada gestión en defensa de los intereses y de la política de España.

La riqueza y desarrollo de aquellas colonias, cada día más en aumento, excitaban doblemente la codicia de piratas y corsarios. Comprendiendo Valdés la necesidad de perseguirlos, armó algunos buques que, al mando de su hijo Don Fernando Valdés, apresaron diversas naves, aunque saliendo herido Valdés en uno de los encuentros que sostuvo. También reprimió con energía el contrabando, que había alcanzado por entonces gran desarrollo, especialmente en Bayamo, a donde envió como delegado suyo al licenciado Melchor Suárez; para que instruyese indagaciones.

En 1603 invadió el pirata Gilberto Girón el puerto de Santiago de Cuba, sorprendiendo cerca de Bayamo al obispo y a los canónigos Francisco Puebla y Diego Sánchez. Los vecinos de aquella localidad ofrecieron al francés diversos objetos por su rescate, y al verificarse éste, los atacaron a machetazos degollando a 26, entre ellos al jefe Girón y libertando al obispo que encontró a su llegada a Santiago destruida la población y arruinada la catedral.

La energía y rectitud de Valdés redoblaron las asechanzas de sus enemigos hasta conseguir de la debilidad de la Audiencia de La Española su procesamiento y el de su delegado Suárez, que al fin lograron triunfar de sus calumniadores, siendo reintegrados en su autoridad después de haber justificado plenamente su inocencia, lo que motivó la renovación de la Audiencia por orden de la Corte y la condena a diversas penas de muchos de los calumniadores. Mucho resplandeció con aquellos sucesos la noble generosidad de Valdés que, uniéndose al obispo, imploró del Rey el perdón de los condenados.

Por Real Cédula de 8 de octubre de 1607, se ordenó la división de la Isla en los dos Gobiernos con jurisdicción separada, cuyas capitales fueron La Habana y Santiago de Cuba. Al gobernador de la primera se le conservaba el título de Capitán General de la Isla reduciendo su jurisdicción general al territorio comprendido entre el Cabo de San Antonio y 80 leguas al Este de la capital, señalándole al gobernador de Santiago de Cuba la categoría de Capitán de Guerra, el sueldo de 1.080 pesos y la jurisdicción del resto de la Isla incluso Puerto Príncipe.

Esta división fue origen de muchas dificultades y conflictos que a duras penas pudo ir dominando Valdés. A este gobernador se debe la regularizaron de la Hacienda y demás servicios administrativos, así como al obispó Cabezas la más severa rectitud y moralidad en todos los asuntos eclesiásticos.

El 16 de junio de 1608 llegaron a La Habana los sustitutos de Pedro de Valdés, siendo los mismo por Don Gaspar Ruiz de Pereda, caballero de la Orden de Santiago, y por Don Juan de Villaverde y Oceta, este último en calidad de gobernador de Santiago de Cuba.

Fuentes

  • Don José de Alcázar (1898): Historia de España en América: Isla de Cuba. Madrid: Tipografía Herres a cargo de José Quesada. pp. 53-55.