Guillermo González Arocha

Guillermo González Arocha
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Nacimiento25 de julio de 1868
villa de Regla,
provincia de La Habana,
capitanía general de Cuba,
Reino de España Bandera de España
Fallecimiento1 de abril de 1939 (70 años)
ciudad de La Habana,
República de Cuba Bandera de Cuba
Nacionalidadcubana
Ciudadaníacubana
Ocupaciónsacerdote católico
PadresAntonio González Gálvez, y
Josefa Arocha Castillo

Guillermo González Arocha. Sacerdote, patriota y figura de la historia combativa de Artemisa en las luchas contra el colonialismo español durante la revolución del 95. Conocido como El cura mambí, se vincula con diferentes seudónimos a las fuerzas insurrectas que combatían en la provincia prestándole importantes servicios. Es considerado por su obra y labor benéfica como “protector” de los artemiseños. Fue declarado Hijo Adoptivo de Artemisa y honrado luego de su muerte por su jerarquía y servicios a la patria con honores militares.

Síntesis biográfica

El día 25 de junio de 1869 nace en la villa de Regla, Guillermo González Arocha; muy pequeño se traslada a la villa de Guanajay y cursa sus primeros estudios en la escuela San José de Calazans, bajo la tutela del pedagogo Francisco Valdés Ramos.

Estudios de sacerdote

El 29 de septiembre de 1877 ingresa en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana, dedicándose a la religión. En 1885 cursa el primer año de la llamada Facultad de Teología, por cuyo motivo solicita del Obispo Ramón Fernández de Piérola López de Luzuriaga, ser ascendido en razón de sus estudios y vocación al clericato y que se le conceda la primera clerical tonsura y las cuatro órdenes menores, que le son conferidas por el referido Obispo, el 3 de abril de 1885, a los ocho años de haber ingresado en el Seminario.

Cuando se publica el libro de Fermín Valdés Domínguez: “El 27 de noviembre”, él se procura un ejemplar que lleva al Seminario. Otro seminarista, cubano también, lo denuncia ante los profesores españoles y Arocha es sometido a Consejo de Disciplina. En sus descargos pidió como condición de justicia, para que se le juzgara, que el libro fuera leído por los que habían de ser sus jueces. Fue absuelto y logró que los profesores españoles lo leyeran.

El 21 de febrero de 1891 se ordena sacerdote y fue destinado a desempeñar la plaza de Capellán de los dos hospitales civiles existentes en Matanzas. Después pasó a ser Teniente Cura de San Antonio de los Baños y por oposición, cura de Ceiba del Agua y Vereda Nueva. También por oposición cura de Artemisa. Después fue nombrado Párroco del Santo Ángel, plaza que ocupó muy poco tiempo, pues regresó a Artemisa donde ejerció de Párroco durante 33 años.

Toma posesión de esta como párroco el 1ro de octubre de 1893. A su llegada reparó la iglesia, el pequeño parque que la rodeaba y el cementerio, con sus ahorros de 2 años de trabajo, así comenzó a influir en los artemiseños. Fue de los primeros en 1892 en incorporarse al Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí.

Labor patriótica

Ya en plena Revolución del 95 era un activo participante en las tareas conspirativas a favor de la independencia de su patria. Eduardo Llerena lo secunda en estas y en el traslado de la correspondencia. Con su iniciativa, es creada La Asociación de Beneficencia y Caridad, desde 1894. Sus asociadas son activas, meritorias y benefactoras.

Las Activas contribuyen con una cuota de veinte centavos, visitan a los pobres para consolarlos e informarse de sus necesidades y distribuyen el socorro mensual en la forma que sigue: el 75% a los pobres enfermos, viudas y madres desamparadas, y el 25% restante se deja para atender los nuevos casos y las urgencias que se presentan durante el mes. Posee dicha Asociación tres casas ubicadas en un solar regalado por el propio Monseñor Arocha.

Iglesia y parque Artemisa 1894

El 23 de junio de 1895 el Obispo de La Habana, Manuel Santander, publica una orden de entregar las iglesias a los españoles como fortaleza (era poner la iglesia en manos del colonialismo). Arocha se opuso y fue a ver al General Juan Arolas Esplugues, discutió fuertemente y no fue escuchado, viéndose obligado a trasladar el Altar y sus imágenes para su casa, que se encontraba en la calle San Juan (hoy calle 27, en el lugar que ocupa la Academia de Ajedrez).

Casa parroquial y anterior a la ferretería el almacén donde se vio obligado a efectuar misas el padre Arocha

El párroco se vio obligado a realizar sus oficios religiosos en el portal de la ferretería, y la iglesia se convirtió en cuartel, almacén, capilla ardiente, incluso caballeriza, hasta el final de la guerra. Magdalena Peñarredonda la legendaria Delegada del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en Pinar del Río (Vuelta Abajo), es su amiga y ambos trabajan en contacto directo con Perfecto Lacoste, quien fungía como Presidente de la Junta Revolucionaria de La Habana.

Junto a Magdalena, son encargados de transportar la correspondencia que ha de ir y venir desde Pinar del Río a La Habana. Además, Arocha envía medicinas, víveres y ropa a las fuerzas cubanas en operaciones. Hecha prisionera Magdalena Peñarredonda, queda de Subdelegado del PRC en la parte oriental de Pinar del Río, nombrado por el Lugarteniente General Antonio Maceo con el seudónimo de “Virgilius” para los servicios secretos mambises.

Corrió peligro de ser delatado, y se vio precisado a cambiar su nombre de guerra por el de “Fabio Rey”. Luego de ser descubierto tras una delación, el Obispo Manuel Santander Fruto, propone ser pospuesta la petición de fusilamiento de Weyler, por la de “embarcarse enseguida para España”. Trasmitida esta por su superior, se negó rotundamente a su cumplimiento.

El Obispo de La Habana intercede pues sentía afecto por el párroco artemiseño al cual le decía Gonzalito. Evadiendo el mandato y para tenerlo bajo control, ordena a Arocha ir a trabajar al obispado. Al llegar Arocha al Obispado y al momento de subir las escaleras bajaba el Obispo y le saluda diciéndole:

-¿Qué tal Virgilio?... Arocha con toda serenidad e inteligencia, responde:

-¿tan desmejorado estoy que su señoría no me reconoce?... Santander, sin dar un paso le contesta:

-Sé muy bien que usted es Gonzalito y además “Virgilio”, pase por mi despacho y le explicaré.

Es mantenido alejado por seis meses de la localidad, tiempo en que, desde La Habana, como ayudante del jefe supremo de la iglesia en Cuba, conjuntamente con su compañero y amigo íntimo, Agustín Fernández, siguió realizando sus contactos con Perfecto Lacoste, jefe de la conspiración revolucionaria en La Habana y colaborador habanero del General Antonio Maceo.

Luego de seis meses de residencia y trabajo en el Obispado, regresa a la parroquia de Artemisa y al retornar encuentra su iglesia convertida en un barracón, con los caballos atados a lo que fuera el altar, y utilizada como cárcel. Conoce con pena que entre los prisioneros se encuentra Manuel Valdés, joven de 16 años, que había venido sirviendo a Cuba y era uno de sus principales colaboradores.

En el mes de septiembre de 1896, mientras Maceo se encuentra en Pinar del Río, y Artemisa se hizo centro de operaciones de la Trocha de Mariel a Majana y Cuartel General de la Metrópoli española en Occidente, Arocha intensifica la labor revolucionaria junto a Magdalena Peñarredonda, con intercambio de correspondencia con los jefes insurrectos de la zona occidental de la guerra.

Realizan envíos de ropas, comida y medicinas para los cubanos que combatían en la región, (nunca de armas), llega a constituir un ejemplo de lo que puede ser la labor social de un sacerdote en la guerra por la Libertad de su Patria. Colabora a su vez, con infortunados que por las circunstancias de la guerra tienen necesidad de socorro.

El 6 de octubre de 1896 al ser fusilado Manuel Valdés, luego del impacto inicial por la tragedia, recoge su cadáver, dándole sepultura en el cementerio de la Villa a riesgo de represalias de las autoridades españolas. Este fue el primer joven mártir artemiseño, de apenas 16 años, al cual había utilizado en su correspondencia, y que tras ser interrogado por los colonialistas españoles, no reveló nunca su nombre.

Innumerables fueron las muestras de arrojo e inteligencia del padre Arocha en su labor conspirativa, y varias de las siguientes anécdotas que lo confirman.

En el año 1896, ya en la terminal de trenes de La Habana, (ante la necesidad de enviar un paquete al General Antonio Maceo que se encontraba en Pinar del Río, proveniente del agente revolucionario de La Habana), y consciente de la persecución a que era sometido, en este caso, por un sujeto vestido de paisano, distingue al Comandante Guardado, del Ejército español destacado en Artemisa, quien era muy católico y tenía amistad con él.

Luego de saludarlo le pidió que le llevara este expediente de matrimonio para Artemisa y entregárselo a Eduardo Llerena, el cual sería testigo de la boda. El Comandante se prestó gustoso, respondiéndole que lo entregaría a la persona indicada. En efecto, llegó perfectamente a su destino. Horas después Arocha recibía un telegrama de Eduardo Llerena que decía:

“Recibí expediente, remitido a su destino”. Pocas veces para el Titán un mensaje marchó en manos tan seguras.”

A finales del propio año, recibe un mensaje del General Pedro Díaz explicándole que los insurrectos morían de fiebre palúdica y de viruela. Arocha va a La Habana y consigue 5 000 tabletas de Quinina y 20 tubos de vacunas contra la viruela y la coloca en dos maletas para enviarlas a los mambises.

Cuando llegó a la terminal del ferrocarril, llamó al celador de la policía Alejandro de Moral (cubano) para que lo ayudara a bajar las maletas:

-Padre están pesadas, le dijo el joven militar.

-Sí, le contestó Arocha, y contienen Quinina y vacunas para curar a tus hermanos cubanos que están enfermos en la manigua, luchando por la libertad de tu patria; así que tienes dos caminos, o me denuncias o me ayudas a hacerlas llegar hasta la manigua.

Desde ese día Alejandro de Moral fue un colaborador más.

En los días de su llegada al territorio, el General español Arolas, pensando en castigarlo, pidió al Obispo que, además de que el Padre Arocha fuese capellán del Hospital Militar; también lo fuera de la Plaza Militar, pero a diferencia de los capellanes españoles, sin recibir sueldo. Arocha aceptó con mucho gusto, porque esto le daba la oportunidad de poder dedicarse con mayor libertad a la asistencia de los campesinos reconcentrados. Es en este lugar donde Arocha escribiría sus páginas más hermosas de la historia de Artemisa.

Accionar benéfico

Asolada Artemisa por la tragedia de la Reconcentración, con su dinero construye barracones para albergar a los pobres, víctimas del genocidio Weyleriano, que ascendieron a más de ocho mil, procura darles alimentos y medicinas, los ayuda espiritualmente. Asiste directamente a más de seis mil atacados de viruela, tifus y paludismo en tres lazaretos que construyó al efecto y cubre con ropas sus desnudeces, los protegió como un padre a sus hijos. Miles de personas yacían en esta dramática época en las calles y portales. La situación era de calamidad pública, momento en que su labor humanitaria ante la dramática realidad, le conquistó para siempre la gratitud de los artemiseños y el sobrenombre de benefactor del pueblo.

Al final del período de la Reconcentración y a su solicitud recibe de la Sra. enfermera Clara Barton, representante de la Cruz Roja Norteamericana, en contacto con la miembro de la Cruz Roja de ese país, valiosos socorros que contribuyen a prestar auxilio a estas víctimas del colonialismo, logrando salvar a muchos cubanos víctimas de la sanguinaria política.

Los fallecidos llegaron a tres mil; causa por la cual amplía el cementerio para sepultar aquellos reducidos cuerpos y algunos los entierra con sus propias manos. Al mismo tiempo construyó casas para los desamparados en las calles Reconcentrados y Baire. Crea un asilo para más de 400 niñas huérfanas en la esquina de Mártires y Martí, entre otras acciones humanitarias que desarrolló, manteniéndolos con una pequeña fábrica de cigarros y tabacos.

El 8 de octubre de 1898 estableció en el antiguo batey La Matilde un hospital para miembros del Ejército Libertador. Un día llegó a Artemisa una carreta con varias niñas de diez y doce años y dos sargentos españoles las subastaban en plena vía pública, Arocha escuchó sobre esto y corrió al lugar del hecho, y no solo impidió que el vergonzoso acto continuara, sino que rescató a algunas que ya estaban en manos de personas de dudosa moralidad, estas niñas fueron colocadas en distintas familias que podían cuidarlas correctamente.

Luego de firmado el Protocolo de Paz, el 12 de agosto de 1898 y evacuadas de Artemisa las tropas españolas, la noche antes de su marcha, fue incendiado un teatro que existía en el atrio de la iglesia, construido por el Gobierno Militar de la Plaza, donde se celebraban funciones y bailes. También servía para celebrar victorias. En el lugar que ocupaba el teatro anteriormente citado, sembró Monseñor González Arocha el día 10 de octubre del propio año, fecha de la ratificación de la paz por el Tratado de París, las dos simbólicas ceibas, conocidas como Las Ceibas de la Paz.

Por la Orden Militar número 226, relativa a la organización de la enseñanza, se creó la Junta de Educación el 11 de diciembre de 1899, siendo designado primeramente como uno de sus Vocales el Presbítero Guillermo González Arocha, y luego llega a ser uno de sus presidentes, luchando para conseguir que todos los maestros fueran vecinos del pueblo.

En el año 1901 fue ascendido a Párroco de la iglesia “El Ángel de La Habana”, desempeñándose allí por poco tiempo, pues regresaría pronto a su amada Artemisa. Es fundador junto a otras importantes personalidades en el propio 1901 de la que es conocida como la “decana de todas las existentes en la localidad”, La sociedad Luz y Caballero, que desarrolló una intensa labor social y cultural que redundó en el enriquecimiento espiritual de la población en la Villa, y de la cual tuvo el honor de haber sido uno de sus primeros presidentes. Contribuyó a la introducción por primera vez del cine en esta Villa en dicha sociedad en el año 1902.

Reconocido como una de las figuras más importante de la cultura artemiseña, en su rama: la religión, en las primeras elecciones celebradas en Cuba en diciembre de 1901, para constituir el gobierno de la república, es electo representante a la Cámara por Pinar del Río. Sin haber realizado campaña política, obtiene 10 839 votos, según certificado de elección suscrito por el secretario de la Junta Electoral de dicha provincia, Sr. Ricardo Pérez Pérez y con el visto bueno del presidente de la misma, Oscar Cuní.

Defendió desde su escaño los principios de su fe religiosa, al tiempo que se dio a conocer como legislador, autor de proyectos beneficiosos para el pueblo pinareño, y en especial para Artemisa, dentro de ellos: fue el autor de la primera Ley Escolar en la que abogaba por la creación del Consejo Supremo Escolar, por la Escuela Normal de Maestros y los denominados Kindergarten, así como la Escuela de Sordo Mudos y niños anormales. Fundó a su vez la revista católica “El amigo de la verdad”, que sostuvo por espacio de tres años, y promovió el proyecto de construcción de la carretera de Artemisa a Cayajabos, así como el parque de la localidad.

Terminado el período para el que fuera electo, regresa nuevamente a su parroquia para continuar su labor sacerdotal, cultural y patriótica. No satisfecho, arrienda la Finca “Calderín”, en la carretera de Cayajabos, donde apoya a su hermano Enrique en la agricultura, dándoles a su vez vida a muchas familias pobres de la zona.

En 1905 es nombrado Vocal de la Junta Central de Beneficencia, siendo delegado de la misma por Pinar del Río, manteniéndose por cinco años, desde donde defendió las instituciones de caridad y particularmente el asilo de Aldecoa, el cual jugaría un papel destacado en el auxilio y la caridad en la localidad. En esa época funda el colegio de primera y segunda enseñanza San Marcos, plantel que desempeñó un papel fundamental en la vida cultural de la Villa en la época.

En 1910, levanta el templo destruido por el ciclón de ese año que arruinó la mitad de la iglesia, y en 1911 es el principal promotor de la fundación del Asilo de Ancianos Santa Margarita en terrenos donados por los Marqueses de Arrellano y confiado a las hermanitas de Los Ancianos Desamparados.

El 26 de mayo de 1918 ocurrió el accidente ferroviario que conmovió a la Villa donde varias personas perdieron la vida y otras resultaron heridas y en aquella tarde lluviosa Monseñor Arocha estuvo allí al lado de aquellos infelices inyectando a unos cual si fuera un médico y consolando a otros como médico del alma.

Reconocimientos

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Monseñor Arocha

A mediados de 1919 es resaltada su participación en una espléndida fiesta cultural celebrada la noche del 27 de julio en los salones de la Colonia Española, donde hace uso de la palabra, junto a otros importantes oradores.

En 1919, es nombrado Camarero secreto de su santidad, dignidad que le confería el apelativo de Monseñor.

El 7 de junio de 1920, se celebró el Centenario de la Fundación de la Parroquia de Artemisa con gran suntuosidad, se fijó una tarja de mármol mandada por él, en el frontispicio de la iglesia que perpetúa la memoria del 7 de julio de 1820. Hubo grandes festejos y bailes públicos, fue Vicepresidente del Comité Ejecutivo que se entendió con los festejos del Centenario.

Fundó el Instituto “San Marcos” de 1ra y 2da enseñanza para niños pobres y también la Asociación de Beneficencia de Artemisa. El 11 de enero de 1920, fue declarado hijo adoptivo de Artemisa.

El arzobispo de La Habana Monseñor Manuel Ruiz lo nombra Administrador de la Catedral de La Habana y Canónigo de esta. Más tarde, el 12 de enero de 1933, lo designa Vicerrector del seminario de San Carlos y San Ambrosio.

Muerte

Vuelve al seminario, a morir donde había iniciado su vida sacerdotal 56 años atrás, ahora ya es un hombre viejo con más de 70 años, al que la vitalidad le disminuye por días. Tenía 70 años y 8 meses de edad con plenas facultades mentales, cuando el 1ro de abril de 1939 muere Monseñor Guillermo Gonzales Arocha.

Se le rindieron honores de Capitán del Ejército Libertador. Una compañía de Artillería mandada por el capitán Miguel Gracia y la banda de música acompañaron al armón que condujo sus restos a la necrópolis de Colòn donde después de las tres descargas del ritual militar hizo uso de la palabra el Dr. Lucilo de la Peña que tan bien conocía al padre de todos los artemiseños, y finalizo diciendo:

“…Reto, al que quiera escribir la historia de Artemisa, sin hacer uso del nombre esclarecido de Monseñor Guillermo Gonzales Arocha.”
Busto de Monseñor Guillermo González Arocha en el parque Libertad de Artemisa develado el 24 de febrero de 1943.

Meses antes el 10 de octubre de 1938, la República de Cuba, a la que tanto había amado, le había conferido el grado Oficial de la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes.

Por su parte el eminente historiador cubano Emilio Roig de Leuchsenring escribió sobre Arocha lo siguiente:

“…indicado varias veces por sus relevantes merecimientos para el desempeño de una mitra, jamás pudo ser Obispo, ni aún en tiempos republicanos, por haber sido mambí.”

En su honor, en el parque Libertad del municipio de Artemisa se erigió el Monumento a Monseñor Guillermo González Arocha. Es el segundo de los seis monumentos erigidos en el Parque en 1943. Dedicado a Monseñor Arocha, el busto es fundido en bronce, erigido al sacerdote y patriota, develado el 24 de febrero por iniciativa del exalcalde Luis Delgado.


Fuentes

  • Archivo del Arzobispado de la Habana. Expediente del Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Legajo 69. La Habana.1869
  • Fondos Raros y Valiosos. Biblioteca Provincial Ciro Redondo, Artemisa.
  • Guerra, Ramiro. Historia de la Nación Cubana. La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 1952.
  • Mesa Rodríguez, Manuel I. Monseñor Guillermo González Arocha, Patriota y Ciudadano. Trabajo de presentación a la Academia de la Historia de Cuba. La Habana, 1945
  • Méndez Rodríguez, M. Isidro. La Historia de Artemisa. La Habana. Editorial Artes Gráficas, 1973
  • Pérez Gómez, J. Biografía de Monseñor Guillermo González Arocha. Artemisa, Febrero 24 de 1943.