Henry Dunant

Henry Dunant
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Fundador de la Cruz Roja Internacional, Premio Nobel de la Paz
NombreJean-Henri Dunant
Nacimiento8 de mayo de 1828
Ginebra, Bandera de Suiza Suiza
Fallecimiento30 de octubre de 1810
Heiden, Bandera de Suiza Suiza
Conocido porComerciante
PadresAntoinette Dunant-Colladon, Jean-Jacques Dunant
Obras destacadas“Un recuerdo de Solferino”
PremiosPremio Nobel de la Paz (1901)

Jean-Henri Dunant. Filántropo suizo fundador de la Cruz Roja (Ginebra, 1828 - Heiden, Apenzell, 1910).

Síntesis biográfica

Nació el día 8 de mayo de 1828 en Ginebra, Suiza. Fue el primero de cinco hijos de una familia rica y considerada. En 1853 comenzó a trabajar en un banco. Estaba convencido de que tenía el deber religioso de usar su capacidad para triunfar en los negocios y así poder usar ese talento y riqueza en favor de los necesitados. Participó activamente en la fundación de la Alianza Mundial de Asociaciones Cristianas de Jóvenes (Y.M.C.A. por sus siglas en inglés) que se había creado en Londres.

En 1859, mientras intentaba reunirse con Napoleón III para exponerle los problemas de sus negocios en Argelia, contempló el campo de batalla de Solferino después del enfrentamiento de los ejércitos austriaco y franco-piamontés que combatían en la guerra de unificación italiana; impresionado por aquel espectáculo de horror y por la ineficacia de los servicios sanitarios de la época, escribió Un recuerdo de Solferino, libro que publicaría en 1862.

Fundación de la Cruz Roja

Dunant aportó una contribución valiosa para que la Y.M.C.A. se convirtiera en el poderoso movimiento mundial que es hoy. Además, fue el principal autor de la carta de la Y.M.C.A. Dunant se horrorizó al ver lo inadecuado de los servicios sanitarios militares y la agonía que sufrían los heridos durante la batalla de Solferino (Italia) que enfrentaba a Franceses y Austríacos.

Desde entonces se lanzó a una campaña de sensibilización de los gobiernos y la opinión pública acerca de los sufrimientos de los heridos de guerra, luchando por mitigar las consecuencias humanas de los enfrentamientos bélicos, ya que no era posible acabar con ellos.

Después de numerosas gestiones logró en 1864, en Ginebra, Suiza, sentar las bases de la Cruz Roja, un servicio sanitario neutral para actuar en los campos de batalla, junto con los representantes de 17 países. Esta entidad de auxilio para los heridos de guerra, sin distinción de nacionalidades, adoptó los colores de la bandera suiza pero invertidos: una cruz roja sobre un fondo blanco. Sus esfuerzos ayudaron a crear la Conferencia de Ginebra (1863) y después la Convención de Ginebra sobre heridos de Guerra(1864).

Dificultades económicas

La dedicación a esta causa humanitaria le llevó a descuidar sus negocios, quedando totalmente arruinado en 1867; tras unos años de gloria pasajera, hubo de dimitir como presidente de la Cruz Roja y abandonar temporalmente Suiza perseguido por sus deudores. Halló refugio en la Francia del Segundo Imperio, cuyo titular -Napoleón III- le prestó apoyo incluso después de ser derrocado y exiliarse en Inglaterra.

La recién fundada organización de la Cruz Roja y sus esfuerzos humanitarios dieron fama y reconocimiento a Henry Dunant, pero éste descuidó sus negocios y en 1867 estaba en bancarrota. No le otorgaron los derechos de agua para sus tierras y su compañía en el Norte de África fue mal administrada, ya que había estado concentrado en sus objetivos humanitarios, no en los negocios.

Cuando quebró, muchos amigos perdieron también sus inversiones y Dunant fue rechazado por la sociedad de Ginebra. Se vio obligado a renunciar como secretario del Comité Internacional de la Cruz Roja y dejó la ciudad, para jamás regresar.

Al año siguiente murió su madre y fue expulsado de la YMCA. Se mudó a París, donde vivió en la pobreza, olvidado por el mundo. De 1867 a 1875, sufrió grandes penalidades.

Vivía al nivel de un mendigo. Había veces en que cenaba una corteza de pan y dormía a la intemperie. Pintaba su raído abrigo con tinta y blanqueaba el cuello de su camisa con tiza.
En los siguientes veinte años, Dunant desapareció. Tras breves estancias en varios lugares de Europa, se estableció en el hospicio de Heiden, un pequeño pueblo suizo. Enfermo, pasó el resto de sus días solo, en el cuarto 12.

El premio Nobel

El maestro rural Wilhelm Sonderegger lo encontró en 1890 e informó al mundo que Dunant estaba vivo, pero el mundo le prestó poco atención. En más de un siglo de historia del Premio Nobel de la Paz, ha habido muchas campañas para promover a algún laureado ante el Comité Noruego Nobel. Durante la primera entrega, en 1901, hubo la primera campaña a favor de Henry Dunant.

Su nominación fue apoyada por un número impresionante de individuos y organizaciones. Entre otros, 10 profesores de Ámsterdam y Bruselas, 92 parlamentarios suecos y 62 en Württemberg, así como el consejo de la Oficina Internacional por la Paz.

En Noruega lo apoyaron la Asociación Femenina de Salud Pública y dos miembros del gabinete, a nombre de la Asociación Noruega del Derecho al Voto de las Mujeres. Sin embargo, los esfuerzos del médico militar noruego Hans Daae fueron decisivos. Se había familiarizado con el trabajo del fundador de la Cruz Roja a través de un artículo del editor suizo Georg Baumberger, publicado en 1895, así como un libro del maestro alemán Rudolf Müller.

Gracias a estas publicaciones, Dunant salió de la oscuridad y recibió algunos honores y premios. Hans Daae defendió con éxito su candidatura y el Comité Nobel fue convencido.
Henry Dunant recibió el Premio Nobel de la Paz 1901, junto con Frédéric Passy, fundador y presidente de la primera sociedad francesa para la paz.
El anuncio provocó reacciones encontradas. Dunant había sido premiado por aminorar el sufrimiento de los soldados heridos, no por organizar congresos de paz o reducir las fuerzas militares, como lo estipulaba el testamento de Alfred Nobel. Los críticos decían que humanizar la guerra la hacía parecer menos destructiva en la conciencia de la gente, que mejorar sus leyes era como regular la temperatura al hervir a alguien en aceite y que se había premiado a quien sólo había perfeccionado la guerra.

El primer Nobel de la Paz fue particularmente importante, porque el Comité Nobel marcó el curso a seguir, eligiendo una interpretación amplia del requisito de que el laureado debía "fomentar la fraternidad entre la naciones".

Muerte

El premio ayudó a Dunant a recuperar su dignidad, pero continuó con su sencilla vida en el hospicio. Hans Daae cuidó que el dinero del premio eludiera a sus acreedores; permaneció intacto en un banco noruego hasta su muerte. Jean Henri Dunant murió el 30 de octubre de 1910, a los 82 años. No hubo ninguna ceremonia funeraria, dolientes ni cortejo. De acuerdo a sus deseos, fue llevado a su tumba "como un perro".

En su testamento, dejó algunos legados a quienes lo habían cuidado en el asilo y dotó una cama gratuita, siempre disponible para los enfermos más pobres del pueblo. Dio la mitad del dinero a la Cruz Roja Noruega y la Asociación Femenina de Salud Pública de ese país; la otra mitad a actividades filantrópicas en Suiza.

Su cumpleaños, el 8 de mayo, es celebrado como el Día de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. El asilo donde vivió en Heiden ahora alberga al Museo Henry Dunant. En Ginebra y otros lugares hay numerosas calles, plazas y escuelas con su nombre. La medalla Henry Dunant, otorgada cada dos años por el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, es su más alta distinción.

Nacido del gesto espontáneo de un hombre que deseaba ayudar a los soldados heridos, el Comité Internacional de la Cruz Roja ha ganado el Premio Nobel de la Paz en 1917, 1944 y 1963.

En 1887 regresó a Suiza para ser tratado de múltiples enfermedades, viviendo recluido en un sanatorio hasta su muerte. Olvidado prácticamente por todos, en la última década del siglo varios amigos reivindicaron su figura, que vio reconocida públicamente su labor con la concesión del primer Premio Nobel de la Paz en 1901.

Fuentes