Instintos

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Los instintos y sus clasificaciones
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Concepto:Es un impulso o actividad innata. Es la reacción inmediata a determinados estímulos.

Los instintos y sus clasificaciones está formado, por un conjunto de pautas que contribuyen a una función común. El mismo es transmitido por herencia, y no se basa en ninguna experiencia vivida.

Función biológica de los instintos

Sin los instintos, la vida humana sería imposible o por lo menos en extremo precaria. Sin ellos todas las situaciones de la vida que exigen respuestas inmediatas, como el hambre, la sed, la defensa contra los animales dañinos, la protección de la prole, etc., nos encontrarían inermes y a merced de las circunstancias exteriores. No nos adaptaríamos jamás completamente al medio físico y social; y toda actividad consciente, por sencilla que fuera, tendría que ser laboriosamente dirigida y realizada con ayuda de la inteligencia. Sin los instintos, también sería vano e irrealizable todo empeño educador. Si el maestro tuviera que formar premeditadamente los mecanismos motores, siempre muy complejos, que exige cualquier trabajo, por fácil y sencillo que sea, la obra de la educación sería imposible.

Clasificación de los instintos

La clasificación de los instintos infantiles ofrece muchísimas dificultades, por el carácter plástico, indiferenciado y multiforme que en el niño tienen las actividades congénitas. Se dividen las tendencias instintivas del hombre en personales, sexuales y sociales o del rebaño. Los instintos o, mejor dicho, las tendencias instintivas individuales tienen por fin el bien del individuo. La forma universal de estas actividades espontáneas es la busca de los estímulos beneficiosos y la huida de los desfavorables. Los principales instintos individuales o del yo son la busca del alimento, la fuga u ocultación ante el peligro y el instinto del combate. Los instintos sexuales tienden a la conservación de la especie. Tales son el amor sexual y el instinto paternal. Los sociales o del rebaño se manifiestan exclusivamente en sociedad con nuestros semejantes. Ejemplos de ellos son el instinto gregario, las tendencias generales de la imitación la sugestión y la simpatía, el juego, la auto humillación, etc.

Instinto del combate

El instinto del combate, llamado también de la cólera, por la emoción que lo distingue, se manifiesta en los niños por reacciones muy diversas, gritar, patear, morder, dar cabezadas, arañar, fruncir el ceño, etc. A los seis meses de nacidos, casi todos los niños se tornan iracundos se les contraría de algún modo, y al final del primer año suelen satisfacer su cólera con actos que a veces les son perjudiciales. Las causas que provocan la cólera varían con la edad. Así, por ejemplo, los niños pequeños se enfurecen por motivos nimios, mientras los mayores pelean por la posesión de un objeto o una distinción, por mera hostilidad o por jugar. El medio más expedito y natural con que el hombre ha defendido siempre sus intereses y derechos es el de la lucha. Por esta razón es indiscreto y aun perjudicial decir al niño que jamás debe pelear. La lucha, como dice el profesor Kirkpatrick es una ruda forma de acción social adaptada a los primeros grados del desarrollo humano privar a un niño de ese medio natural de defensa es hacer de él una monstruosidad como niño y una nulidad como hombre. El instinto de combate puede ser encauzado y dirigido por medios pedagógicos. Estos son la rivalidad discretamente utilizada, en los juegos de baseball y fútbol; la sublimación, que consiste en poner el instinto al servicio de una causa noble y justa; el castigo, cuando es moralmente necesario, etc.

El instinto de fuga y ocultación

El instintivo de fuga y ocultación, cuya emoción característica es el miedo, se manifiesta en el niño, no sólo por los movimientos que le dan nombre, sino a veces también por la inmovilidad o por la busca de un protector o defensor. En los primeros meses de la vida, los estímulos que lo provocan son un ruido fuerte o repentino o el peligro de caer. Más tarde, desde los tres o cuatro años en adelante, dichos estímulos son numerosísimos, pero muy variables, según los sujetos: los ruidos insólitos durante la noche, las serpientes, las arañas, los gatos, los policías, las personas deformes, los cuentos de parecidos y fantasmas, etc. Estos estímulos del miedo van disminuyendo hasta el final de la adolescencia. El miedo constituye una emoción muy depresiva, y uno de los más graves problemas de la educación consiste en evitar las ocasiones que puedan provocarlo. Esto no quiere decir que el instinto del miedo deba eliminarse. Nada más opuesto a una educación prudente y racional. El miedo constituye un vigoroso instrumento de defensa. Lo que debe reprimirse es el miedo irracional absurdo o innecesario. Los miedos racionales, a las fieras o a las bombas de dinamita, deben subsistir.

Instinto gregario

En los niños el instinto gregario se manifiesta desde la primera niñez bajo la forma de amistades y de asociaciones infantiles. En la segunda niñez y sobre todo en la adolescencia es cuando adquiere mayor intensidad. Tanto las amistades como las asociaciones infantiles ejercen, si son buenas, una influencia extraordinariamente provechosa; pero también pueden ser nocivas y aun funestas, las amistades demasiado exclusivas, las asociaciones callejeras (pandillas gangs de los ingleses). Para evitar todo extravío del instinto gregario, la escuela debe estar organizada como un centro social, que encauce y dirija las actividades colectivas de los niños. Cada aula debe ser en lo posible un club de pelota, un club de recreo, una asociación benéfica, etc. Este empeño requiere mucho tacto y discreción por parte del maestro, porque los niños tienen sus necesidades e intereses propios, y por regla general no aman ni comprenden los intereses del adulto, que solemos imponerles.

El amor de la aprobación y el miedo de la desaprobación

El amor de la aprobación y el miedo de la desaprobación son dos tendencias poderosísimas en la niñez, y se manifiestan desde los primeros años de la vida en el empeño de ocupar la atención y provocar la admiración de los demás, de lucir la ropa nueva, las cualidades personales, las fuerzas físicas, etc. Estos instintos, actúan con tal fuerza en el ánimo del niño que, sus relaciones de carácter social, se sienten ligado estrechamente a las opiniones y actitudes de los, otros niños las relaciones individuales son modificadas, a veces profundamente, por las reacciones del grupo social. Así, por ejemplo, muchos jóvenes fuman, juran, guapean, etc., no porque les guste hacerlo, sino por que estos hábitos gozan de prestigio entre los camaradas. El maestro no puede combatir abiertamente las tendencias mencionadas, pero sí puede actuar sobre el grupo socia formando en él un espíritu de clase favorable a fines e ideales de la educación.

Instintos de inmigración y de coleccionar

El instinto de emigración tiene su origen en el deseo de buscar condiciones de vida más favorables que las que ofrece el medio ambiente. La fuga de la escuela o de la casa y las excursiones por el campo solo sus manifestaciones más comunes. Estas escapadas son frecuentes, sobre todo en los niños que no están satisfechos de la escuela o del hogar. También contribuyen a provocarla el deseo de jugar al aire libre, la poca simpatía hacia el maestro, mala organización de la escuela, etc. La mejor manera de reprimir el instinto de emigración consiste en satisfacer en la casa y en la escuela las tendencias y actividades propias de los niños. Si, no obstante estas precauciones, se manifiesta dicho impulso, es necesario reprimirlo enérgicamente, pues de otro modo puede persistir toda la vida. El instinto de coleccionar se manifiesta desde la primera niñez. Los niños pequeños reúnen sin discernimiento cuanto excita su interés; a los siete u ocho años, aproximadamente, la tendencia se especializa. Raro es el niño que no posee alguna colección de sellos de correos o de estampas, de fotografías, de mariposas, etc. La tendencia a coleccionar es casi inseparable del instinto de curiosidad. La escuela debe estimularla, procurando que los niños formen colecciones de objetos naturales, de productos de la industria, etc., y enseñándoles a ordenar y clasificar dichos objetos.

Fuente

  • Aguayo, A.M. Pedagogía. Imprenta:"La Moderna Poesía". La Habana, 1924.

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