Libros sibilinos

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Libros sibilinos
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Los libros sibilinos eran unos libros mitológicos y proféticos de la antigua Roma.

Libros sibilinos .El término sibilino es Relativo a la sibila. Que es oscuro o parece encerrar un secreto importante, es susceptible de tener varias interpretaciones. Se aplica al lenguaje que crea un clima de misterio, con pretensiones de profundidad: siempre habla de manera sibilina, incluso para decir cosas sin importancia.

Se emplea, generalmente, en un registro formal para referirse al carácter extraño o ambiguo de una cosa: una respuesta sibilina.

Historia

Los libros sibilinos eran unos libros proféticos, usados en la Antigua Roma para proveer el futuro.

La historia de los libros Sibilinos es bastante curiosa y tiene el carácter de leyenda, aunque los romanos la consideraban cierta. Según se cuenta, en cierta ocasión, una anciana, que se negó a identificarse cuando se lo solicitaron, se presentó ante Lucio Tarquino, apodado el Soberbio y último rey de Roma. La anciana ofreció a Tarquino nueve libros aparentemente proféticos a un precio fijo y extremadamente alto. Como era de esperarse, Tarquinio, desconfiando de aquella desconocida, se rió del exagerado precio y rehusó la compra, así que la mujer se marchó y quemó tres de los libros.

Al día siguiente, la anciana volvió a ver al rey y le ofreció los seis libros que quedaban, pero al mismo precio exigido anteriormente por los nueve el día anterior. De nuevo Tarquinio rechazó la compra y de nuevo la anciana se marchó y destruyó otros tres. El rey quedó intranquilo y escamado.

La anciana demostró su terquedad y volvió al día siguiente, por tercera vez, con solo los tres libros restantes; por ellos volvió a pedir la altísima suma pedida por los nueve originales. Finalmente, Tarquinio termino cediendo y pagó el precio exigido, temiendo que acabaran todos destruidos. La mujer desapareció y nunca se volvió a saber de ella.

Fue solo al leerse el contenido de los tres rollos que la anciana pudo ser identificada por quien era: La Sibila de Cumas, aquella considerada como la más importante de todas las Sibilas Romanas. Debido a esto, los tres libros fueron guardados celosamente, permitiendo su lectura solo en situaciones extremas. Según cuentan, estaban escritos en caligrafía griega muy florida y lo que decían era a veces difícil de entender y a veces indescifrable.

Sacristia de la Sibila Cumana.

Los tres libros se depositaron en el templo de Júpiter del Capitolio al cargo de un colegio de sacerdotes, que no podía leerlos o tocarlos. Estaban permanente vigilados, ya que su contenido era secreto y sólo se los podía examinar en casos de extrema gravedad y desorientación: cuando todo iba mal y no se sabía qué hacer. Tan secreto se los consideraba que si algún ciudadano los copiaba en todo o en parte, se lo arrojaba al mar metido en un saco.

Todo marchaba bien (salvo para el que leía el libro sin permiso, ) pero un día todo se vino abajo. En el año 83 a. C., un rayo cayó sobre el templo de Júpiter y los rollos se quemaron en el incendio subsiguiente. El acontecimiento fue aún más chocante porque el rayo es el atributo del propio Júpiter; es decir, aparentemente, el dios incendió su propio templo. Esto fue motivo de vivas discusiones.

Luego de deliberar durante un buen tiempo, finalmente se decidió reconstruir los libros con los oráculos de las sibilas de otras partes del mundo (Asia Menor, Sicilia, etc.), ya que, aunque los oráculos entregados a Tarquinio hubieran sido declarados secretos, las sibilas de otros sitios profetizaban libremente y sus vaticinios iban de boca en boca.

Los nuevos libros fueron conservados en el templo de Apolo Palatino, pues Apolo era el dios de la adivinación. Sin embargo, parece que no fueron tan respetados como los antiguos: muy pocos años después, en tiempos de Augusto (27 a. C.-14 d. C.), hubo que expurgarlos de adulteraciones. Siguieron siendo consultados y conservados como los anteriores, aunque se debía acceder a ellos con más facilidad. Es posible, aunque improbable, que Virgilio, el autor de la Eneida, los leyera parcialmente.

Esta segunda tanda de libros se conservó hasta el siglo V, en el que fueron destruidos, casualmente también por un incendio. El poeta pagano Rutilio Namanciano (muerto después de 420) acusó a Flavio Estilicón, cristiano arriano, de haberlos quemado por odio a Roma, relacionando este hecho con la caída del Imperio romano, que consideraba inminente. La época de Estilicón y Namanciano fue bastante turbulenta y, de hecho, en 410 Alarico saqueó Roma brutalmente.

Fuera como fuera, Namanciano acertó en su predicción, ya que el Imperio de Occidente caía definitivamente en 476, unos 70 años después de la destrucción de los libros.

Fuente

  • Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906-1914).