Litto Nebbia

Litto Nebbia
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El tecladista y compositor argentino Litto Nebbia (n. 1948) en Cuba.jpg
Datos generales
Nombre real:Nebbia, Félix Francisco[1]
Fecha de nacimiento:21 de julio de 1948
ciudad de Rosario,
provincia de Santa Fe,
República Argentina Bandera de Argentina
Padres:Félix Nebbia
Martha Corbacho
Ocupación:cantautor, cantante, guionista y cineasta.
Información artística
Género(s):rock,
pop rock
Instrumento(s):voz, piano, teclados, guitarra, bajo, percusión, batería.
Período de actividad:desde 1980
Discográfica(s):EMI
Warner Music/DBN/Sony Music

Litto Nebbia (Rosario, 21 de julio de 1948) es un cantante y compositor argentino de rock, considerado como uno de los fundadores del rock argentino.[2]

Síntesis biográfica

Pionero del rock en su país, Litto Nebbia destacó muy joven en una etapa primigenia junto al conjunto de rock Los Gatos Salvajes, presentando sus primeras composiciones junto a versiones al español de canciones en inglés: fogueo perfecto para la trayectoria que desarrollaría después. Su conjunto siguiente —casi una continuación del anterior, con el nombre abreviado a Los Gatos— fue el detonante para un movimiento que ha llegado hasta hoy con fisonomía y voz propias, el rock nacional argentino.

En la esquina de las avenidas Rivadavia y Pueyrredón, en el legendario bar La Perla, reconocido como la cuna del rock argentino. En uno de sus baños los músicos Litto Nebbia y Ramsés Vil (Tanguito) compusieron la canción «La Balsa» en 1967, cuando los amantes del rock se reunían allí. Fue ese el primer tema que, por su trascendencia popular, impulsó el género en esta nación. «La Balsa» es recordada, entre fotos y discos de Tanguito, con la presencia de nuevos grupos, pero, en las mismas paredes, se encuentran imágenes de Jorge Luis Borges, quien también frecuentara el lugar.[3]

«La balsa», escrita en 1967 junto al luego mítico Tanguito, fue el exitoso tema impulsor, aunque en Cuba se les conoció por aquella joyita pop titulada «Viento, dile a la lluvia» (1968). La evolución de la banda, pasando del beat de sus inicios a los sonidos más enérgicos de su trabajo final («Rock de la mujer perdida», 1971), permitió constatar que Litto podía desenvolverse en contextos cambiantes, algo que le sería muy útil en sus próximos pasos. [2]

Litto Nebbia (a la izquierda, con chaqueta oscura) con su grupo Los Gatos.

A partir de 1969 inicia su discografía personal con un álbum homónimo, al cual le seguiría un centenar de obras y colaboraciones varias, mientras sus canciones también hallan espacio en los repertorios de Ana Belén, Juan Carlos Baglietto, Mercedes Sosa, Claudio Gabis y Ciro Fogliatta (su antiguo compañero en Los Gatos). [2]

En lo esencial de sus discos cabría mencionar Muerte en la catedral (1973), El vendedor de promesas (1977), Bazar de los milagros (1978), Toda canción será plegaria (1979), Solopiano (1981), Demasiadas maneras de no saber nada (1986), Argentina de América (1992), Siempre bailan dos (2000) y Danza del corazón (2005), hasta el reciente Una canción del mundo (2011), así como sus particulares tributos a Los Beatles (tres volúmenes repasando su cancionero), al blues (con el grupo La Luz) al binomio creativo Gardel-LePera (1998), al rock argentino, y al bandoneón (con sus propias composiciones adaptadas para que sea ese instrumento quien destaque, en el disco Abandoneado, de 2010).

Ha compartido escenarios y estudios de grabación con Cacho Tejera, Rubén Rada, Enrique Cadícamo, Rodolfo Alchourrón, Lito Vitale y Facundo Cabral, o como invitado especial en fonogramas diversos.[2]

Recién acaba de salir a la venta Sinfonías para catedrales vivas, compilado triple donde artistas del calibre de Gustavo Santaolalla, Pedro Aznar, Fabiana Cantilo, Rino Rafanelli, Gonzalo Aloras, Mariana Baraj, Skay Beilinson, León Gieco, Botafogo y más, como símbolo de respeto, homenajean una buena cantidad de sus creaciones.[2]

Melodista consumado, su música se mueve entre la sencillez y la sofisticación, destilando zumos del mejor pop combinados con los aires tradicionales de su país. A veces acústico, y otras con la polenta eléctrica a tope, algunos de sus trabajos encajan netamente en los cánones del rock guitarrero, mientras otros apuntan al jazz, o acentúan ritmos de bossa o reggae. Sin ser un virtuoso se ha hecho cargo de todas las responsabilidades instrumentales en algunas de sus obras, más como decisión de priorizar el sentimiento intrínseco de los temas, que como ejercicio de ego. Tampoco en un cantante de alto vuelo, pero su voz transmite sinceridad y pasión. La experimentación, pensada en tanto curiosidad y reto, lo conduce por senderos que otros temen pisar, y si los resultados no encajan en las expectativas de todos, esto no le quita méritos a una intención basada en la honestidad.[2]

Como compositor, sobresale por su diversidad de estilos junto a la profundidad conceptual con la cual re-elabora lo genuinamente popular. Se declara un hacedor de canciones, con temas que han trascendido como «Solo se trata de vivir», «El rey lloró», «Nueva zamba para mi tierra», «El otro cambio, los que se fueron», «Si no son más de las tres», «Las voces del 60», y otros donde comparte autoría con la poetisa Mirtha Defilpo («La ventana sin cancel», «Hasta el final te mueres», «En la tierra el sol»), el periodista Pipo Lernoud («Ayer no más») o el director cinematográfico Eduardo Mignogna («Quien quiera oír que oiga»). Prolífico y emprendedor, con más de mil composiciones, entre instrumentales y canciones, Nebbia es de quienes dieron vida al término «rock de autor en castellano»: una poesía de marcado acento regional que marcó a muchos. Tal vez sus letras carezcan del hálito sutil de las de Luis Alberto Spinetta, la rabia social inyectada en las de Moris, o la medular visión citadina de [[[Javier Martínez]]. Pero su frescura de lenguaje, sin dejar de tocar temáticas candentes, es una referencia que no se puede soslayar. Son textos que hablan del amor, la camaradería, la soledad, pero también del entorno de su país, sus vivencias como parte integral de una realidad que tiene sus aristas duras y crueles. Como dice en una de sus canciones: «Nosotros no somos felices, pero conocemos la felicidad».[2]

Por otro lado, escribe música para niños, cine (Evita, Malvinas, Luna caliente) y teatro, obras sinfónicas, y musicalizaciones de textos de poetas como Federico García Lorca (Romancero gitano, 1992) y Juan Mari Montes (Soñando barcos, 2009). También publicó el poemario Muerte en la catedral, impartió clases de composición, y produce discos de otros. Tras fundar su sello Melopea se dedicó a rescatar obras que las grandes empresas discográficas no publican. Hasta el presente conforma un extenso catálogo donde el folclore, el flamenco y el tango conviven con el rock, el jazz y la música instrumental, mediante los nombres de Cuchi Leguizamón, Ketama, Ricardo Soulé, Carles Benavent, el Mono Fontana, Bernardo Baraj, Raúl Carnotta, Martirio, Silvina Garré o El Polaco Goyeneche. Publicó Cuba con voz de mujer, que agrupa grabaciones de Esther Borja, Xiomara Alfaro, Merceditas Valdés, Rita Montaner y María Cervantes, entre otras, y recopilatorios con material de los grupos Síntesis y AfroCuba.[2]

Tipo curioso, estudió solo hasta mediar la enseñanza secundaria, fue desertor del ejército, vivió exiliado en México durante los agónicos tiempos de dictadura. Todo eso sin parar de componer, de imaginar y soñar, llevando a veces la contraria, discrepando, caminando contracorriente en un medio enrarecido por el comercialismo más descarado.[2]

A estas alturas Litto Nebbia, el hijo de, más de cuarenta años después de haber escrito «La balsa», con su invitación a «naufragar» (según el argot de la época) sigue en pie, laborando en disímiles proyectos a la vez, e inspirando a quienes lo han tomado como influencia o ícono. Está orgulloso de su legado, pero no se ancla al pasado como forma de vida. Tampoco vende según las expectativas de los mercaderes, pero tiene bien definida su postura ante al arte y su comercio. En sus propias palabras: «Yo no tengo éxito: tengo prestigio».[2]

Fuentes