Nájera

Nájera
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EntidadCiudad
 • PaísBandera de España España
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Nájera es una ciudad de origen prehistórico. Tierra de paso, situada en lugar estratégico, vivió diferentes culturas y colonizaciones: íberos, celtas, pelendones, autrigones, vascones, berones, romanos, suevos, árabes .

Historia

Desde principios del siglo X se menciona Nájera en las narraciones sobre las continuas luchas entre moros y cristianos. A la población le dieron los árabes el nombre de Náxara ("lugar entre peñas" o "lugar al mediodía") ya su río Naila le llamaron Naxarilla. Fue reconquistada definitivamente por Ordoño II de león el año 923, en colaboración con Sancho Garcés I de Navarra (905-925). Este la incorporó a su reino, junto con el Ducado de Cantabria, donándola a su hijo García Sánchez I (925-970), con la denominación de "Reino de Nájera". Posteriormente, a lo largo de los siglos X y XI, se convirtió en la capital efectiva del extenso reino de Nájera-Pamplona. En ella reinaron sucesivamente Sancho Garcés II Abarca (970-994), García Sánchez II el Temblón (994-1004) y Sancho Garcés III el Mayor (10041035). Con este monarca, denominado "Rex Hispaniarum", alcanzó Nájera la cima de su fama y esplendor, como capital de un gran imperio que abarcaba todas las tierras reconquistadas hasta el momento, y se extendía desde las costas de Galicia hasta el Condado de Barcelona y más allá de los Pirineos hasta Toulouse. En aquella época Nájera fue escenario de trascendentales acontecimientos en la historia de España. Aquí Sancho III celebró Cortes y otorgó el famoso Fuero de Nájera, origen de la legislación navarra y base del derecho nacional. Durante su reinado se acuñó en Nájera la primera moneda de la Reconquista. Favoreció las peregrinaciones a Santiago de Compostela, estableciendo alberguería y hospitales, y convirtiendo a la ciudad en punto clave de la ruta jacobea. A la muerte de Sancho el Mayor, el vasto imperio se repartió entre sus hijos García, Fernando, Ramiro y Gonzalo, convirtiéndose Nájera en cuna de los reinos de Navarra, Castilla y Aragón. En Nájera se quedó su primogénito, el rey Don García (1035-1054), apodado "el de Nájera", porque nació, vivió y fue enterrado en esta ciudad. Fue un gran rey, típico representante de los monarcas medievales. Conquistó Calahorra a los moros, y entre sus grandes obras figura la fundación del monasterio de Santa María la Real de Nájera, de originario estilo románico-visigótico, y el primitivo monasterio de San Millán de Yuso. También instituyó la Orden Militar de los Caballeros de la Terraza o de la Jarra, primera que se fundó en España. Murió en la batalla de Atapuerca (Burgos) en lucha contra su hermano Fernando, rey de Castilla, el1 de septiembre de 1054. Le sucedió su hijo Sancho Garcés IV el Noble o el de Peñalén. Murió en Peñalén -actual Funes (Navarra)-, despeñado por su hermano bastardo Ramón. A su muerte, la parte navarra del reino quedó anexionada a la corona de Aragón; y Nájera, Calahorra y otras plazas fronterizas fueron incorporadas al reino de Castilla por Alfonso VI, que alegaba derechos hereditarios. A partir de entonces, habiendo declinado su esplendor, Nájera pasó a convertirse en residencia preferida de monarcas y nobles castellanos, y en testigo de sus disputas, intrigas y batallas. En 1136 Alfonso VII el Emperador estableció en ella su corte, convocando en Nájera las Cortes del Reino dos años después. Finalmente, dona el Reino de Nájera a su hijo Sancho III el Deseado. Alfonso VIII, el de las Navas, hijo del anterior y de Doña Blanca de Navarra, también nacido en Nájera, anexiona definitivamente La Rioja a Castilla. La ciudad aún fue testigo de hechos notables, como la proclamación de Fernando III el Santo como Rey de Castilla el1 de mayo de 1217, o la célebre Batalla de Nájera en 1367 entre las tropas de Pedro I el Cruel y su hermano bastardo Enrique de Trastámara. Juan lila honró con el título de Ciudad en 1438, y Enrique IV le concedió los apelativos de "Muy Noble y Muy Leal" en 1454. En 1465 donó la ciudad a D. Pedro Manrique de Lara, a quien los Reyes Católicos confirmaron en esta donación en 1482, otorgándole, además, el título de Duque de Nájera ("Duque Forte"). El emperador Carlos I visitó Nájera tres veces y Felipe II una vez, de paso para las Cortes de Tarazona. Durante la guerra de la Independencia contra las tropas de Napoleón fue ocupada por los franceses, que confiscaron bienes e impusieron fuertes contribuciones a los najerinos, saqueando cuanto de valor material y artístico hallaron en la ciudad.

Nájera, ciudad musulmana

Con el tiempo, el castillo moro de Nájera se convirtió en una ciudad árabe; pero a partir de su conquista, en el año 923, vino a ser la Cabeza de La Rioja y sucesora de Pamplona, correspondiéndole la misión de albergar a los monarcas del Reino de Nájera, a los magnates de la curia y del séquito regio y a las huestes de mílites y peones con su natural acompañamiento. La población se concentraba tras de sus murallas y torres, pues los poblados rurales eran simples aldeas, alquerías o granjas, de vida azarosa, por las frecuentes algaras moras.

Debemos partir de las características de Nájera como castillo o fortaleza musulmana. Los lugares principales de toda ciudad árabe son la mezquita y el mercado. Este solía estar constituido por una serie de zocos o pequeñas plazas, situadas alrededor de la mezquita o a un costado de ella. Las calles iban desde el núcleo mezquita-mercado a las puertas de la ciudad, abiertas en el recinto amurallado.

El lugar dominante y en la situación más favorable para la defensa, era frecuente que se construyera la ciudadela, almudena o alcazaba donde residía el gobernador y solía tener mezquita propia. Había explanadas o solares amplios, la almuzara, lugares donde celebraban las revistas o paradas militares, los ejercicios de luchas, las competiciones ecuestres, el espectáculo más frecuente de correr la pólvora y la lucha entre campeones. En Nájera, tal vez, los términos llamado la Explanada, el Excampao y el Terrero, como después la Ballestería, recuerdan los escenarios en que se celebraban.

Los barrios residenciales cumplían con la misión de recluir a la mujer en su casa y mantener el secreto de la vida familiar, fuera de miradas curiosas e inoportunas. Eran un verdadero laberinto de calles estrechas y sinuosas, ajenas a cualquier ordenación urbana y rebeldes a todo esquema de trazado o alineación. Las casas, de una sola planta, enjalbegadas y escondidas, diferían poco de las de los moros notables que podían tener un piso alto y en los pocos vanos abiertos había algún voladizo o saliente, fuera de la línea del piso bajo o ventanas y balcones de madera, cerrados por espesas celosías y artísticos huecos en arco, divididos en el centro por una columnilla o parteluz, cerrados por dentro con compuerta o tablero a modo de contraventana. Un pequeño patio las separaba de la calle y un muro o adarbe protegía la vivienda del exterior.

Las calles eran vías de entrada y salida para el tránsito por la ciudad e iban de puerta en puerta de la muralla. Las de los barrios comunicaban con las principales, eran callejuelas, calles sin salida o fondos de saco, algunas cubiertas. Venían a ser igual que caminos privados, propiedad de los vecinos y de modo y manera que garantizaran su seguridad, porque eran muchos los peligros durante la noche, abundantes los ladrones y asesinos y frecuentes los motines y altercados entre vecinos, barrios y tribus rivales.

En las pequeñas plazas, zocos y mercados, había tiendas y tenderetes como puestos provisionales de venta que contaban con la vigilancia del almotacén y sus ayudantes, vigilantes encargados de sancionar los fraudes en el peso y en el precio de las mercancías.

Fuera de la medina o castillo, alcázar o fortaleza, los barrios nacidos de la natural expansión podían hallarse amurallados; pero los cementerios, extramuros, carentes de vallas se contruían al borde de los caminos que conducían del campo a las puertas de la ciudad. Excepcionalmente existían mozarabias, barrios ocupados totalmente por cristianos y no eran raras las mancebias. En el campo, allí donde la tierra podía ser regada, las huertas constituían un regalo y los árabes las cuidaban con esmero, construyendo algunas bellas casas de campo o almunias.

Nájera, en su calidad de ciudad musulmana, con el aspecto de castillo o fortaleza, tendría la fisonomía general que hemos señalado. A pesar de los doscientos años que se halló bajo el dominio musulmán, no se han hallado huellas ni restos de construcciones y viviendas, sí de cerámica vidriada, más árabe que cristiana. Tudela ha sido mejor estudiada y nos puede servir de ejemplo para hacemos una idea más completa de Nájera como ciudad musulmana.

La población árabe no dejaría de ser importante y diversa por las funciones que desempeñaba la ciudad. Lacarra consigna la referencia Ibn Idari y los repertorios de AIDabbi e Ibn-Faradi, según los cuales en esta ciudad murió en el 903-904, aún bajo el dominio árabe, el tradicionalista Amir ibn Muwassal al Asbahi, originario de Tudela.

La estructura actual de la ciudad hemos de considerarla como trazada por la población mudéjar o árabe, transformada por los cristianos, reconstruida al convertirse en base militar, centro estratégico, sede real y capital de un reino cristiano. Es natural que se modificara su fisonomía por el imperio de las nuevas necesidades y servicios. Nos ha quedado el nombre con numerosas grafías, como ya hemos indicado, siendo las principales: Naxara, Naiara, Najara; ciudad entre peñas y posiblemente en el lugar o solar de la mezquita alzarían los cristianos su catedral y en los barrios residenciales las iglesias parroquiales, ya desaparecidas, conservando sin embargo la malla de la red viaria, las plazas y las cortinas de las murallas. El cambio de emplazamiento, de las colinas al pie de las mismas hubo de influir poderosamente en la desaparición de todo vestigio y sería necesaria una prolongada y metódica campaña de prospección y excavaciones arqueológicas, a fin de disponer de mejor información. Actualmente solo podemos hacer comparaciones y conjeturas, valiéndonos de una gran imaginación. Los factores físicos de la comarca, el espacio en que se asentaba, las características climatológicas y las condiciones topográficas son bien poca cosa para una reconstrucción ideal.

Hallándose situada la población en las vertientes y cimas de sus cinco cerros, a cuyos pies corría abundante el agua del Najerilla, y no siendo posible que existieran pozos ni fuentes dentro del recinto amurallado y siendo muy aleatoria la recogida de la lluvia en cisternas y pozas, habrían de acudir a buscarla a alguno de los tres ríos próximos: Cordovín, Tuerto o NajeriIla; pero el primero se hallaba relativamente lejos y como el Tuerto era de caudal exiguo, aun teniendo limpios y cuidados sus cauces, en cuyos trabajos eran los árabes muy hábiles, sólo en casos de extrema necesidad podían servir para remediar la escasez del líquido elemento. La aguada o servicio de agua resultaba más práctico y seguro hacerla en el Najerilla, a cuyo efecto habían de construir o un túnel de comunicación desde el alcázar al río al que todavía es frecuente aludan los niños en sus conversaciones, o un muro, espolón o adarbe que, arrancando de la muralla, llegara a la torre más próxima al río, la llamada torre albarrana. ¿Podrían ser los pocos restos de muralla hoy existentes, embebidos en algunos edificios de la antigua Plaza de las Posadas y de la calle Villegas, o los que enfilan la calle de la Judería, restos de la torre albarrana y de la coracha o muro que protegía a los aguadores de posibles ataques en días de asedio?

¿La Cárcava, cava o foso y el canal que la une al río Najerilla servirían de embalse para las aguas de lluvia en tiempos de los moros?

No es posible descubrir ni hallar vestigios que nos den idea de las torres, postigos, buardas, cadahalsos y bastidas de las murallas y defensas moras.

Para completar el cuadro natural en que se desenvolvía la vida de la Alta Edad Media en la comarca najerina, todavía ocupada por la grey agarena, ofrecemos un esquemático panorama de lo que podrían ser el medio rural, las aldeas, alquerías y mansiones que rodeaban a la ciudad de Nájera y venían a ser, por tanto, su complemento paisajístico.

«La aldea, describe el medievalista Dr. Suárez, ocupa el centro de los sembrados. Más allá están los bosques, el río, el pantano y el matorral, aprovechables también, porque proporcionan la caza, la pesca y el alimento del ganado, en especial de los cerdos». En nuestro concreto caso, los bosques cubrían las colinas y cerros; el río es el bravo e indómito Najerilla, con sus frondosas alamedas y más allá se hallarían las tierras de labor con sus aldeas y en los montecillos, el bosque de encinas con abundantes piaras.

«La labor más importante, prosigue el ilustre historiador, y con ello las mejores tierras, se dedican al cultivo del cereal, trigo, cebada o centeno, que en la mesa de los pobres constituye la base absoluta de la dieta. Después de la cosecha los campos se abren a los rebaños». Abundante el ganado ovino de buenas carnes y sedosas lanas; numerosas las reses de vacuno para tiro, leche y carne, con lo que se abastecerá el macelo del Castillo.

«El prado y el viñedo ocupan una extensión reducida», que aumentará con la repoblación, pues «es honor para los monasterios o los nobles dar buen vino a sus huéspedes». Será enaltecido, años después, por el astro de Berceo y constitúyese en precursor del mundialmente famoso Rioja. Es muy posible que las mejoras en la alimentación influyeran en la demografía y que la paz y la protección de las armas aumentaran la densidad de población; pero aun quedarían amplias zonas despobladas, pese a la tendencia general al aumento de la densidad.

«El rendimiento de las cosechas es muy escaso aún: la mayor parte del grano recogido ha de servir de simiente en seguida. Los pequeños cultivadores empiezan a arrancarse de la inveterada pobreza».

La familia, restringida, había acabado por imponerse como célula esencial. Un manso, o hof o hide, según las regiones, era la tierra necesaria para el sostenimiento de cada familia y al mismo tiempo la que tenía capacidad de trabajar; su extensión normal era de 120 acres, siendo el acre la arada de un par de bueyes en una sola jornada. La obrada es la unidad de trabajo y medida en las viñas. En las grandes explotaciones el mayor problema era el poder disponer de mano de obra. Los musulmanes la obtenían de los cautivos cristianos. En el siglo IX la esclavitud estaba en trance de desaparecer y no se podía contar con asalariados. Los señoríos, encomiendas o indominicatum se valen del asiento de campesinos libres o ingenuos y adscritos (serviles, unidos a la tierra con dos obligaciones: pagar un censo, canon o renta y prestar ciertos servicios o jornadas de trabajo en el predio del señor anubdas, ansanges y cargas).

Como el auto-abastecimiento no era posible en absoluto, hubo necesidad de implantar abundantes mercados semanales. Pero en el siglo IX, escribe el profesor Suárez, es evidente que los grandes señores, en especial los monasterios que contaban con directores más instruidos, hicieron grandes esfuerzos para bastarse a sí mismos. Nájera y Oña se extienden hasta el Cantábrico porque necesitan la sal para sus rebaños. A los monasterios mencionados habríamos de añadir los de Santa Coloma y San Millán, como más próximos a Nájera. Los documentos confirman el interés de la Abadía de Santa María la Real por obtener sal de las Salinas de Añana o de Herrera.

Junto a los extensos dominios señoriales, se hallaban las tierras alodiales, explotadas por propietarios libres con la ayuda de sus hijos y de algunos siervos.

Por su parte, don Claudio Sánchez Albornoz, ilustra la vida económica con magistrales pinceladas: «Perduró, dice, en la Edad Media un régimen de economía doméstica cerrada, de tipo señorial, en la producción, distribución y consumo. Una villa en el siglo X venía a ser un fundo de no gran extensión, algo semejante a una dehesa de labor, que era explotado por un muy reducido grupo de labriegos, en su mayoría no asentados en ella».

En nuestra región ni siquiera se puede conocer la importancia de las riquezas territoriales de los señores laicos o religiosos, por falta de estudios especiales, salvo lo que diremos de la reciente obra de García de Cortázar y Ruiz de Aguirre sobre el dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla. En cuanto a los monasterios más poderosos como San Millán de la Cogolla, San Martín de Albelda, San Prudencia de Monte Laturce y a partir de los2, de Santa María la Real de Nájera, desconocemos la existencia de inventarias, tasas y valoraciones cuantitativas, si bien consta que eran muy ricos porque se vieron favorecidos por numerosas donaciones, franquezas o privilegios reales, como prueban las Colecciones diplomáticas.

En nuestro medio regional como en las tierras colindantes, pronto surgió una embrionaria economía de mercado y una incipiente industria artesanal que tuvo mayor representación en la ciudad de Nájera por su Importancia como sede de la Corte y Cabeza del reino. Sabemos que existían en ella herrerías, almazaras, trujales, tejerías, molinos y hórreos, así como cuberos, tiraceros, tejedores y otros artesanos, de la misma manera que existían en las aldeas próximas de Tricio, Cárdenas, Azofra, Santa Coloma, Somalo, etc., industrias artesanales abastecedoras de la sede real como macelos, ollerías, torneros, herreros, tiraceros y demás. Del mismo modo se iniciaron concentraciones de vendedores en los mercados principales de Albelda, Calahorra, Arnedo y Nájera e incluso tiendas para la venta permanente, como atestigua el Barrio de las Tiendas de Nájera.

La agricultura y la ganadería fueron las principales fuentes de riqueza. Los bosques eran de hayas, robles y encinas; abundaban las extensiones de monte bajo y matorrales de tomillo, romero, espliego, retamas, jaras, tamarices y arnajos. En el secano se cultivaban cereales, viñas y olivos; entre los cereales ya hemos visto que predominaban, el trigo, la cebada y el centeno. Había además campos de lino, otros de leguminosas y en los claros y calvas del bosque crecían las hierbas, destinadas a pasto del ganado, como los prados de las cimas montañosas, por encima de los límites del bosque.

En las riberas del río se impuso la horticultura y emplearon abundantemente el riego, en el que eran expertos los mozárabes y mudéjares, seguidores de los procedimientos árabes.

La ganadería alcanzó un desarrollo notable en las colonizaciones de los monjes, creándose aldeas de pastores en los altos valles y rebaños en los sotos y dehesas, donde se abastecían los monasterios de buenos ejemplares de cría, leche y trabajo, abundando en ellos los caballos, yeguas, mulas y asnos, así como ovejas, cabras y puercos. Constituía para los abades una seria preocupación el disponer de pastos en las tierras yermas, valdíos, sotos, montes, dehesas, etc. Según dice D. José Angel García de Cortazar el principal renglón económico lo constituyó para el monasterio de San Millán la ganadería y de ahí la necesidad de disponer de tierras de pastos y la aplicación del sistema de la trashumancia, de la que dan testimonio abundantes documentos. Por ellos sabemos de las posesiones que tenían los monasterios en Pazuengos, San Félix de Oca y San Miguel de Pedroso, en las que pastaban los rebaños del monasterio. De otras escrituras con acuerdos sobre el disfrute de hierbas y dehesas comunales, se deduce la necesidad de apriscos y de zonas de pasto.

En cuanto a los precios, señala Sánchez Albornoz, que los más elevados correspondían al ganado mular y caballar, que el vacuno oscilaba entre cuatro y doce sueldos, siendo el más corriente el valor de diez sueldos o modios por cabeza. En el valle del Najerilla abundaba más el ganado ovino, y en la Sierra de la Demanda, el caballar que alcanzaba precios oscilantes entre los 30 y 300 sueldos, variable, como es natural, para potros y yeguas. Los bueyes para tiro eran corrientes y su precio se hallaba por encima de los seis sueldos.

En el cartulario de San Millán consta que el monasterio de San Martín de Pontacre poseía, en el año 852, diez yugos de bueyes, 60 vacas, 20 caballos, 70 yeguas, 10 mulas y 2 asnos.

De las industrias extractivas sólo parece tener alguna importancia la explotación de las salinas y canteras. El hierro provenía principalmente de la Sierra de la Demanda y de Alava y aunque la mayor parte de los instrumentos y aperos se hicieran de madera, también había herramientas, carros, azadas, ruedas y otros útiles, además de armas, objetos de adorno y artículos para el culto que eran labores de la metalurgia y permitieron el desarrollo de las artes menores y suntuarias con la proligidad y perfección que hoy admiramos en los museos.

Mayor difusión tuvo la elaboración del vino en lagares con tórculos y prensas, conservándose los caldos en cuevas, cobas o apotecas, en cubas de roble, de capacidad variable y diversas medidas, como arrobas, azumbres, cántaras, cuartillas, etc. En Nájera y en las orillas del Najerilla existían varios molinos, el río Molinar, muelo o acequias cuyas aguas, derivadas del río principal, servían para mover las muelas. Los monasterios contaban con olleros, ferreros, siervos o libres, que atendían las necesidades del convento.

Mención aparte hemos de hacer a la industria textil, para cuyo consumo Nájera era un extraordinario mercado, por las necesidades de su abundante población en telas de seda, lino y lana, así como de paños, tapices, alfombras y colgaduras que eran indispensables en las viviendas, tanto en las de los nobles como en las plebeyas. El servicio del culto precisaba de frontales, manteles, velos, casullas, albas, hábitos y ropas talares en cantidades importantes. Los palacios reales y los de los nobles debían hallarse abastecidos de tapetes y manteles, servicios completos de comedor, abundante lencería, sábanas (líneas o línulas: de lino), colchas, cubrecamas, almohadas almohadones, plumatios, galnapes, superlectiles y mutas de lecto palleas y cuanto la moda exigiera de las elegantes e insatisfechas damas y doncellas. Gran parte de estas industrias tenían un sello oriental, las desempeñaron moros y judíos y las introdujeron los inmigrantes mozárabes.

El ajuar de la casa y el vestido promovieron necesariamente actividades artesanas y el florecimiento de talleres y obradores.

Lugar importante en los monasterios era el escriptorium, donde los monjes, copistas e ilustradores, miniaturistas y dibujantes, desarrollaron una actividad productora de códices, libros y pergaminos realmente sorprendentes.

Antecedentes y origen del Reino de Nájera

Existe un período de doscientos años, entre 711 y 918 aproximadamente, durante el cual los documentos fiables son muy escasos y las crónicas árabes y cristianas los refieren muchos años después. Esta circunstancia obliga al historiador a proceder con prudencia. Utilizando la fórmula de la escuela historiográfica catalana que fundara Vicens Vives, hemos de movemos en el área por ellos denominada Aproximación a la Historia.

Son los tiempos iniciales del siglo V111, cuando Tarik, Muza y Abdelaziz, en una campaña logística, invadieron España. En el año 714 eran dueños de Zaragoza y Huesca, indicio de la posible ocupación del territorio riojano. Dueños de la Península, pretendieron la expansión más allá de los Pirineos; pero Abd al-Rahmán el Gafequi fue derrotado y muerto por Carlos Martel en Poitiers, el año 732 y Ocba fracasó ante Carcasona, en el 740, lo que cortó las ansias expansionistas marroquíes.

En este período de dos siglos el proceso político responde a dos actividades esenciales, conocidas, con los nombres de Reconquista y Repoblación.

La actitud de los habitantes hispano-godos del valle del Ebro, con respecto a los conquistadores, se ajustó a tres formas distintas; la islamización y sumisión, para eludir el castigo de los conquistadores y sus impuestos, conservando el mando y el poder en sus tierras, aunque obedecieran al emir, como hicieron los Banu Qasi de Borja, el pacto con los árabes, pagando mayores impuestos por conservar sus creencias y jefes, aunque sufrieran vejaciones y malos tratos y resistir desde los refugios que les ofrecía el relieve y luchar por su independencia, actitud adoptada por la familia lñiga, desde sus dominios de Sangüesa y Aibar.

En este duelo de rivalidades y creencias encontradas se movió la obra de la Reconquista y la repoblación de los territorios que se iban recuperando en el valle del Ebro, a los que los árabes llamaron Velek- Asikia, tierra de regadío o tierra de acequias.

Diversas son las fuerzas que intentarán poner su dominio en estas ubérrimas tierras: de un lado los walíes, gobernadores y jefes militares de los emires cordobeses, para mante.ner el poder y la autoridad en la zona; la acción de los reyezuelos, renegados o no de Tudela, Zaragoza y Huesca; la acción expansiva de las tropas ultrapirinaicas de la dinastía carolingia con Carlomagno y Ludovico Pío, en sus intentos de apoderarse de Zaragoza y del valle del Ebro que fracasaron en episodios tan renombrados como el de la derrota de RoncesvalIes; y el empuje de la naciente monarquía asturiana que ya dio señales de su poder, con la expedición de Alfonso I por el valle del Ebro, el exterminio de la población mora y la liberación de los cristianos, a fin de reforzar sus fronteras, repoblando los territorios yermos y vacíos. Estas empresas se remontan a los tiempos de Fruela I, quien reprimió la sublevación de sus vasallos en Alava y la Bureba, llevándose consigo una doncella noble como prisionera, a la que después tomó como esposa y llamó Munia o Nuña, madre de Alfonso II, quien garantizó la seguridad de sus conquistas en La Rioja, encomendando castillos y tierras a capitanes suyos, en calidad de tenentes o gobernadores.

En Castilla era conde Rodrigo y favoreció con privilegios al obispo Juan de Valpuesta (año 812), cuyo monasterio desempeñó un papel importante en la repoblación de la zona occidental de La Rioja y de Alava. También Alfonso II mandó edificar iglesias y monasterios que actuaron eficazmente en la colonización de la zona reconquistada y prosiguieron la obra de la reconquista en el siglo IX Ramiro I y Ordoño I. En el primer año de su reinado (850) se sublevaron los vascones de Calahorra, el rey los venció y dejó sujetos a él.

Alfonso III el Magno se acreditó de varón guerrero y dotado de muchas prendas, reconociendo los cronistas sus campañas contra los moros, las alianzas con los francos y los pamploneses y la repoblación de importantes ciudades, así como la obra constructora de castillos, iglesias y monasterios. Entre sus magnates se cuenta a Odoarío, conde de Castilla y Berceo y a Diego Porcelos, fundador de Burgos por orden del rey. Las crónicas árabes refieren la ocupación de Oca, Nájera y La Rioja y su intento de ayuda en el cerco de Pamplona, quien resistió el ataque musulmán y no murió en él como erróneamente dicen aquellas.

García de Cortazar y Ruiz de Aguirre plantea una hipótesis sobre la procedencia de los primeros repobladores cristianos que se instalaron con el abad Vitulo en el valle de Mena y fundaron las iglesias de Taranco, Burceña y de San Emeterio y San Celedonio, quienes bien pudieran ser labradores de la zona de Calahorra y que con los cristianos de Briones, Alesanco y Cenicero, traidos por Alfonso I se establecieron en un principio en tierras alavesas, vizcaínas y de la Montaña, matrimoniaron allí y más tarde produjeron una corriente migratoria, de norte a sur, hacia el valle de Mena, San Miguel de Pedroso e incluso San Millán de la Cogolla.

Es muy significativo que existiera, como atestigua un documento_ del cartulario de San Millán, una abadía de monjas cerca de Belorado, la de San Miguel de Pedroso, hecho que da base para suponer que el valle del Tirón y la parte del Ebro de este sector, habían sido repoblados y se consideraban suficientemente seguros como para ser residencia de religiosas. La acción repobladora se intensificó con Alfonso II, a fines del siglo V111, al liberar las tierras hasta el Ebro y colonizar el mencionado valle de Mena y los de Soba, Losa, Tobalina y Petralata, origen de La Bardulia, y al instalarse los cristianos más al este, sobre Miranda y las Conchas de Haro, las defendieron fortificándolas con los castillos de Bilibio, Término, Lantarón y Buradón y las colonizaron, surgiendo así monasterios y aldeas en lo que vino a ser Miranda, Valpuesta y Armentia que contaron con infatigables abades, como Vitulo y Avito y los obispos Juan de Valliposita (Valpuesta) y Fredulfo.

Los monasterios no sólo fueron casas de oración, sino que a su condición de centros espirituales y de cultura, unieron su actividad colonizadora con el asentamiento de la población, la roturación de los campos y su transformación en tierras de labor, huertas, viñedos, dehesas y prados.

Ya en los comienzos del siglo IX, se implantó la presura en el valle del Ebro, desde Brañosera hasta Puentelarrá y pronto se extendió hasta las tierras de las Conchas de Haro y los valles del Bayas, de Cuartango y aledaños, interviniendo en la obra repobladora también los condes e infanzones, autorizados por los monarcas, entre ellos los magnates Nuño Núñez, Fernidandus, Gutina, Gundesindo, etc.

Los monjes y los colonos, siervos y libres, fueron en su mayoría montañeses de Asturias y Santander, alaveses y riojanos.

La colonización de los valles del Tirón y del Oja tuvo una índole especial por el asentamiento de monjes y colonos, algunos de habla euskara, alaveses y vizcainos que al ocupar el yermo estratégico y establecerse en las altas tierras de bosques y prados, dedicados al pastoreo se vieron en la perentoria necesidad de dar nombres a los lugares ocupados, montes y ríos y de ahí la toponimia euskara que aún existe y que se conservó como consecuencia del aislamiento en que vivían. No pocos de los monjes serían bilingues y utilizarían el euskara para entenderse con sus colonos euskos, así como emplearían el latín culto y vulgar, en los actos de la liturgia, en sus escritos y en sus conversaciones con otros monjes y con los colonos agrícolas. La topografía, el aislamiento en valles altos, espesos bosques y fuera de caminos frecuentados o de rutas militares, juntamente con su economía autárquica y la dificultad de relacionarse con quienes no entendieran su lenguaje, explican la pervivencia de éste. Los pobladores de la zona cultivada y agrícola siguieron la evolución general, en cuanto a la lengua y la cultura.

Con Alfonso II y Ordoño I prosiguió la repoblación, se extendió a otros lugares y así se mencionan otros abades: Paulo y su sobrino Munio y Rodanio, los condes Fernando y Rodrigo; se fortificó Frías, se asentaron en la Bureba, pasaron el Ebro y se construyeron los monasterios de Tejada, en Valdivielso y de Obarenes, cerca de Término o Santa Gadea y alzáronse castillos que van desde Amaya e Hitero del Castillo hasta Oca.

Con Alfonso III, desde el año 873 la colonización progresa, destruyó la fortaleza de Ibrillos en la frontera riojana, autorizó las repoblaciones de Diego Porcelos, ya mencionada y el asentamiento de cristianos en el Arlanzón, el Tirón y el Oroncillo. Proliferaron las colonias alavesas con el conde Vela Jiménez, quien se instaló en Cellorigo y favoreció la expansión desde el Gorbea a los valles del Bayas y el Zadorra y a los términos de Miranda, Orón y Montes Obarenes. A fines del siglo IX, se afincaron los cristianos en Cerezo de Río Tirón y en Grañón.

Las poblaciones importantes de La Rioja Alta, incluida la zona alavesa y el actual Condado de Treviño, estaban en poder de los cordobeses y las tenían fuertemente guarnecidas, en condiciones de poder resistir los ataques de las tropas cristianas, sirviéndoles de bases militares y puntos de partida para sus razias y algaras, como sucedía con los castillos riojanos de Nájera, Viguera, Albelda y Arnedo, entre otros.

Ya los sucesores de Nuño Núñez de Brañosera habían restablecido la fortaleza de Castrogeriz (Castro Sigerici), desde el año 880.

Los cordobeses reaccionaron ante la actividad repobladora de los castellanos y Almondir, en el verano del año 882, lanzó sus tropas contra Muza de Zaragoza, aliados de Alfonso III, atravesó La Rioja y penetró en la Bardulia por su frontera oriental. Resistieron el ataque Vela Jiménez desde Cellorigo, Diego Porcelos se acogió al castillo de Pancorbo, pero Nuño Núñez tuvo que abandonar Castrogeriz y otro tanto debieron hacer los defensores de Burgos. Repitió Almondir la expedición de castigo al año siguiente; pero resistieron con éxito las guarniciones de Cellorigo, Pancorbo y Castrogeriz por lo que firmó un tratado con Alfonso III, respetando la tregua y reconociendo el dominio cristiano sobre la ruta militar que él venía utilizando, a través de Castilla, para combatir a los leoneses.

Si bien el tratado detuvo la expansión cristiana, permitió asegurar las fortalezas y consolidar los repoblados. Se fundaron los monasterios de Cardeña y Saldaña, renacieron ciudades como Simancas, Zamora y Toro, en el baluarte oriental destacó la fortaleza de Grañón y en la línea del Arlanzón se construyeron torres, castillos y castros que aseguraron las tierras del interior, en las que aún quedaron valles desierto, aldeas arruinadas y campos yermos. La muerte de Alfonso III no detuvo la conquista y repoblación del Arlanza al Duero que sería obra de los reyes García, Ordoño II y Fruela II.

Las relaciones entre el reino de León y el de Pamplona favorecieron la obra de la reconquista y la repoblación, fomentadas aquellas por la política matrimonial de Alfonso III, pues su hijo Ordoño II casó con Sancha, hija de Sancho Garcés de Pamplona; Alfonso IV lo hizo con Oneca y Ramiro II se desposó con Urraca, hijas ambas también de Sancho Garcés. Del primero de los matrimonios citados nació Ordoño IV el Malo y del segundo, Sancho el Craso. La disputa entre ellos por el reino de León 111 orientaron la política de los reyes de Nájera y de los condes de CastilIa, como veremos en el lugar oportuno.

Los antecedentes de Reino de Nájera se remontan al primer tercio del siglo V111, cuando importantes familias cristianas hispanogodas del norte y del valle del Arga mantenían relaciones políticas y familiares con los Banu Qasi, renegados que mandaban en Borja, Tarazon y Tudela, en rebeldía o bajo la obediencia de los emires de Córdoba, según sus conveniencias.

Cuando los pamploneses dieron muerte a Mutarrif, hijo de Muza ben Fortún, eligieron como jefe a uno de los suyos, llamado Velasco. Otro caudillo pamplonés, lñigo Arista, se enfrentó a Velasco y buscó la alianza con los Banu Qasi, casándose con la viuda de Muza ben Fortún y concertando el de su propia hija Assona con el hermano de Mutarrif. Con esta alianza se aseguró en Pamplona el inicio de un reino, al que los cronistas llaman de los reyes de las montañas, de los pamplonicas o de los pamploneses, el cual prevaleció sobre las presiones carolingias, la influencia astur-Ieonesa y las veleidades de los Banu Qasi, viniendo a ser, según expondremos más adelante, el antecedente del Reino de Nájera.

Los moros dieron muerte en el valle de Aibar a García lñiguez y a éste le sucedió Fortunio, padre de Oneca o lñiga. Habían sido llevados en rehénes a Córdoba, donde Oneca casó con Abdalla y fue la madre de Muhammad, padre a su vez de Abd al-Rahman III. Liberado Fortún el Tuerto, retornó a Pamplona y ocupó el trono; pero tuvo dificultades con Muhammad Banu Qasi, quien se alió con los cordobeses, dio paso libre a los moros por La Rioja, apresó a su tío Ismael y a dos de sus primos, hijos de Fortún Ibn Muza, en la batalla de Calahorra y los encerró en el castillo de Viguera. Mandaba Muhammad en Tudela, Arnedo y Tarazona, fortificó los castillos de Nájera y Tudela; pero fue muerto a traición en el arrabal de Zaragoza y le sucedió su hijo Lubb.

Los Banu Qasi ampliaron sus campañas al Pallars y Luesia y los pamploneses conquistaron San Esteban de Deyo (Monjardín) y ambas márgenes riojanas del Ebro, fortificaron Cárcar y Calahorra, mientras García el rey de León atacaba Arnedo (914). Aquéllos se apoderaron una vez más de Calahorra. Yunus, hermano de Lubb, se hizo fuerte en Valtierra y Caparroso; pero su otro hermano Yunus, le arrasó Arnedo, Alfaro y Falces.

Sancho Garcés I (905-925) buscó la ayuda de Ordoño II de León (914-924), para avanzar Ebro arriba y ocupar La Rioja. Juntos atacaron sin éxito el castillo de Nájera; pero triunfaron en Calahorra, Arnedo y Viguera. Siguió combatiendo y tomando algunas fortalezas como Bilibio (antecedente de Haro), la zona de Nájera, Alfaro, Calahorra, Tudelas y además Tera, Agreda, Tarazona y diversas tierras hasta el Duero.

Sancho Garcés I, al extender sus dominios por las tierras de La Rioja, con el fin de defender mejor lo conquistado y aliviar sus tareas de gobierno, lo repartió con su hijo el infante don García, colocándolo en Nájera, donde le puso corte, quedándose él con la suya de Pamplona. Así se expresa Carlos Clavería y, en términos análogos el riojano Casimiro Govantes en su Diccionario.

A partir de esa decisión, ya se puede hablar del Reino de Nájera, siendo numerosos los testimonios documentales que lo apoyan.

Sancho Garcés, antes del año 924 en el que Abd al-Rahman 111 destruyó Pamplona hasta sus cimientos, residió en Calahorra y en Nájera. Pero esta ciudad le ofrecía mayor seguridad, ya que la Ciudad de los Mártires era presa codiciada de los musulmanes, ocupada y perdida en 914, ganada por los musulmanes en el 920 y se mantuvo musulmana hasta el 1045, año en que la reconquisto definitivamente García Sánchez, el de Nájera.

Las crónicas cristianas y las historias árabes han posibilitado la reconstrucción de este período de la Historia, que estaba lleno de conjeturas y suposiciones. Por ellas sabemos que durante los veinte años de su reinado no cesó de combatir contra los musulmanes, extendió sus dominios hasta el Gállego por el este y la raya con León en el oeste, mantuvo amistad con los tenentes de las fortalezas del bastión defensivo leonés y con la familia real leonesa, con la que concertó alianzas, selladas por medio de enlaces matrimoniales. Por estas razones y por hallarse enfermo, asoció Sancho Garcés a su primogénito, aunque de corta edad, en las tareas de gobierno y le dio las tierras conquistadas en La Rioja Alta con el título de Rey de Nájera, aunque esta ciudad y su fuerte castillo seguían en poder de los musulmanes.

La alianza entre Sancho y Ordoño permitió la recuperación de Nájera y Viguera, en el año 923, y la repoblación de sus tierras, afianzando la vida cristiana en la región. Ordoño restauró el monasterio de Santa Columba y lo entregó al abad Sumnio y a los monjes que moraban con él. Sancho Abarca a su vez fundó el monasterio de San Martín de Albelda, conmemorando el triunfo alcanzado en Viguera.

La ocupación de Viguera y la calidad de alguno de los prisioneros hechos, exasperó al califa Abd al-Rahman 111, quien lanzó una fuerte ofensiva contra el rey pamplonés, que ya no podía contar con la ayuda de Ordoño, su yerno, porque acababa de fallecer. Su acción fue rápida y decisiva, ocupó las plazas perdidas, que los cristianos se apresuraban a abandonar y llegó a Pamplona, que igualmente se hallaba desguarnecida. Un cronista árabe nos hace la siguiente referencia: Entró allí el príncipe en persona y después de haber recorrido la población dio orden de destruir todas las viviendas y una célebre iglesia que allí había servido a los infieles para sus prácticas religiosas, no quedó piedra sobre piedra (año 924). Siguió el emir su marcha victoriosa y entró en Calahorra, también desguarnecida, abasteció Valtierra y llegó a Tudela, donde permaneció algún tiempo y regresó a Córdoba. Como la expedición fue más una campaña de castigo que de conquista, pronto restableció Sancho Garcés sus antiguas fronteras y recuperó todos los castillos desde Nájera hasta Tudela.

Destruida Pamplona y habiendo pasado a ser Nájera el centro de la política y de las actividades militares con el rey García Sánchez y su tutor Jimeno, Pamplona vino a ocupar un lugar secundario, aunque el prestigio de Sancho Garcés se extendía desde León hasta Ribagorza, pasando por los condados de Vizcaya, Alava, Castilla y Ribagorza.

Los que recibieron con mayor entusiasmo a las huestes cristianas Iiberadoras fueron los muladies o hispano godos, convertidos al Islam, que no olvidaron nunca su primitiva condición, seguían hablando su lengua vernácula, enriquecida con arabismos que vendrían a enriquecer los dialectos romances. Los hijos de padre musulmán y madre cristiana tenían que seguir la ley, lengua y religión del padre; pero las madres siguieron añorando su antigua condición y fe que inculcaban a sus hijos.

El gran mérito de Sancho Garcés fue el haber extendido sus dominios desde Sobrarbe hasta más allá de Nájera, tener bajo su autoridad a Aragón, poseer la región de Deyo (Monjardín-Estella) y La Rioja con los castillos de Arnedo, Calahorra, Viguera y Nájera, así como las dos márgenes del Ebro y su valle desde montaña a montaña. Aun cuando perdiera Arnedo y Calahorra, dejó a sus sucesores marcado el camino de la reconquista, contó con parte de Gascuña y en la ulterior colocó a su hijo García el Curvo; pero el mérito político de este monarca consistió en la creación de un reino, el de Nájera, y el hecho mismo de ser él señor y gobernador, promotor de la fe y defensor del pueblo mereciendo el calificativo de Emperador Optimo.

El Reino de Nájera, que fundara para su hijo García Sánchez, nacía como un estado prestigioso y sólido, aliado y emparentado con condes y reyes.

Fiestas Patronales

  • El Fuero de Nájera recoge que Nájera tiene la prerrogativa de celebrar “Mercado” todos los jueves. Éste se instala en el Paseo de San Julián y ofrece a los visitantes todo tipo de artículos (alimentación, textil, herramientas, plantones para el campo, etc...), y atraen a personas de los alrededores.
  • SAN JOSÉ ARTESANO (19 MARZO)

Patrón del gremio maderero.

  • SAN PRUDENCIO (28 ABRIL)

Patrono de la ciudad, se organiza una procesión, festejos populares y una novillada.

  • ACLAMACIÓN DE FERNANDO III EL SANTO (1 MAYO)

Se conmemora la aclamación, en 1218, de Fernando III como Rey de Castilla por parte de los najerinos. Alrededor de una estatua de este monarca, se pronuncia un discurso rememorando aquel acontecimiento.

  • SAN JUAN Y SAN PEDRO (24 al 29 JUNIO)

Las fiestas más populares de Nájera. El acto más llamativo y multitudinario son las “Vueltas” en las que miles de personas salen a la calle, cantan y bailan al son de la banda municipal recordando el acompañamiento que se hacía a las tropas isabelinas cuando volvían de alguna victoria sobre los carlistas.

  • REPRESENTACIONES REINO DE NÁJERA (2ª QUINCENA DE JULIO)

El acto más llamativo es “El Reino de Nájera”, espectáculo que se representa en la plaza de Santa María, con textos, entre otros, de Lope de Vega. Interpretado por cerca de 300 actores locales. Se basa en la Crónica Najerense, escrita en torno a 1.110 por un monje de Santa María la Real a petición del Monasterio de San Zoilo, en Carrión de los Condes. Narra la historia de la ciudad y la comarca, desde sus primeros pobladores hasta la extinción del Reino de Nájera.

  • SAN JUAN MÁRTIR Y SANTA MARÍA LA REAL (16 al 19 SEPTIEMBRE)

Son las fiestas mayores de la ciudad. Actos religiosos, concursos deportivos y gastronómicos, conciertos, verbenas con toro de fuego, etc... conviven con el concurso de paellas en el que participan miles de najerinos.

Patrimonio Histórico

SANTA MARÍA LA REAL

Cuenta una leyenda, atribuida a los monjes cluniacenses del siglo XVI, que, yendo de caza don García el de Nájera montado en su caballo, soltó su halcón en persecución de una perdiz. Perdidas las dos aves entre la espesura, el Rey se internó entre los árboles, a pie, topándose con una cueva de la que salía un gran resplandor. Al entrar halló un altar iluminado por una lámpara y, sobre él, la Virgen con el Niño, una peana con una campana. A un lado y al otro de la imagen estaban, pacíficamente, su halcón y la perdiz.

La historia, por su parte, nos informa que esta fundación real de don García se debe “al consejo y persuasión de su querida mujer doña Estefanía, por lo que se determinó hacer de la casa del Señor una obra tal que de ella resultase perpetua memoria de sus nombres”.

Santa María comienza a construirse tras la conquista de Calahorra en 1045 y será consagrada en 1052, aunque las obras todavía no habían concluido. El rey García la funda como sede episcopal y para que sirviera de panteón real para los miembros de su dinastía.

Hasta 1079 es atendida por el clero secular y a partir de entonces Alfonso VI de Castilla la incorpora a la Orden Benedictina de Cluny. En 1513 pasa a depender de la Congregación de San Benito de Valladolid y en la actualidad la custodia la Orden Franciscana, que se hizo cargo del monasterio en 1895, tras largos años de abandono y deterioro provocado por la Desamortización de 1835. Desde 1889 el monasterio es Monumento Nacional.

De las primeras trazas de Santa María apenas queda nada en la actualidad: la cueva de la Virgen y algunas piezas escultóricas de gran calidad como las sepulturas de doña Blanca de Navarra, don Diego López de Haro, doña Mencía, el caballero Garcilaso de la Vega y la talla de Santa María.

En 1432 comienza a construirse la iglesia actual, que no se completará hasta 1516. En esta fecha se inician las obras del claustro, que se adquiere su configuración actual de la mano del proyecto realizado por Matías de Castañeda. Las obras, sin embargo, no se rematan hasta 1620. Posteriormente se realizan algunas remodelaciones interiores y ampliaciones que no modifican sustancialmente el conjunto.

El monasterio proyecta al exterior una imagen austera, casi de fortaleza militar, acentuada por los contrafuertes semicirculares de la cabecera de la iglesia, que parece querer ocultar la espectacularidad y la calidad artística de su interior: la cueva excavada en la montaña, hallada por el rey García; la envergadura y nitidez de las tres naves de la iglesia; el Panteón Real plagado de reyes y príncipes pamploneses, castellanos y leoneses, presididos por las imágenes del fundador y de su esposa doña Estefanía; la delicadeza de la sillería del coro, labrada hacia 1495; la riqueza decorativa del claustro con sus finas tracerías, bordeado por sepulcros: el mausoleo de Diego López de Haro; la capilla de Mencía López de Haro...

Arquitectura Religiosa

REAL CAPILLA Y PARROQUIA DE LA SANTA CRUZ

Desde principios del siglo XII la parroquia se ubicó en una capilla de la iglesia del monasterio de Santa María la Real. Debido a los constantes conflictos entre los monjes y los clérigos, estos últimos obtienen en 1552 una bula de Julio II que autoriza la construcción de una nueva parroquia fuera del monasterio. Las obres comienzan inmediatamente, pero en 1587 se decide mejorar la fábrica. Se construye entonces una iglesia con planta de salón, de tres naves con tres tramos de igual altura, crucero y ábside. Se consagra en 1611, aunque las obras no se rematan hasta 1634. Dos años más tarde, con la iglesia llena de parroquianos, se hunde toda la pared derecha de la nave. Las reparaciones no terminan hasta 1644. Posteriormente se producen otras obras complementarias: entre 1651 y 1660 se construye la sacristía, en 1675 la capilla de San Prudencio, y en 1682 la torre y la cúpula del crucero. Está declarada Monumento Nacional. El altar mayor está presidido por un cristo romanista tallado hacia 1590. A su izquierda se encuentra un San Miguel del S. XVIII y a la derecha San Jaime. Recuerdan ambos las dos parroquias najerinas ya desaparecidas. El conjunto se completa con una virgen sedente, talla hispano flamenco de finales del s. XIV. En el resto de altares y capillas se encuentran piezas de notable interés, como el crucifijo gótico de finales del s. XIII, dos cobres flamencos del s. XVII, y el formidable conjunto de relicarios con los restos de San Prudencio de Armentia, obispo de Tarazona y patrón de Nájera, los mártires Juan, Ciro y Antígono, o un Lignum Crucis entre otros.

CONVENTO DE SANTA ELENA

Habitado por una comunidad de clausura de Clarisas, el Convento y la iglesia de Santa Elena fue mandado construir por doña Aldonza Manrique de Lara a mediados del siglo XVI, aunque los restos más antiguos que se conservan son de principios del siglo XVII. La iglesia es una nave de cuatro tramos, en forma de cruz latina, construida sobre diez pilastras toscanas. En el presbiterio tiene el altar mayor con un retablo barroco de tres calles y ático redondo con salomónicas pareadas con uvas y figuras en relieve de varios santos e imagen a tamaño natural de la titular, Santa Elena. El coro bajo está cerrado como clausura por una gran reja de hierro y en su interior está la sillería y diversos lienzos de los siglos XVII y XVIII. En el convento de clausura se conservan diversas obras de arte como un relicario de plata repujada con motivos indígenas que regaló el Conde de Superunda, don José Manso Velasco y Torres, a la Abadesa, su hermana, siendo el primero Virrey del Perú y ambos naturales de Torrecilla de Cameros.

CAPILLA DE LA MADRE DE DIOS

Adosada al convento de Santa Elena, la capilla fue mandada construir por don Rodrigo Jiménez de Cabredo como lugar de enterramiento para él y para los miembros de su familia. El edificio, de sillería, consta de una sola nave de dos tramos con capillas a toda la altura. En la cabecera, a ambos lados del altar mayor se encuentran dos nichos pertenecientes al fundador y a dos hermanos y, en la parte central, un retablo barroco de 1690.

Arquitectura Civil

CASTILLO DE LA MOTA

Ocupa toda la cumbre del cerro de su nombre, dominando la vega baja del Najerilla. Es una fortificación de origen musulmán que fue conquistada en el 923 por Ordoño II y Sancho Garcés. El castillo cumplió un importante papel político y militar hasta el s. XVI. Aparece citado en el Fuero de Nájera y tendrá un gran protagonismo durante el enfrentamiento de Enrique II de Trastámara y Pedro I el Cruel. Durante el levantamiento comunero sirvió de refugio al gobernador de la plaza, que resistió el asalto de los rebeldes hasta la llegada de las tropas reales que liberaron la ciudad. En él se alojaron Carlos V y Felipe II en varias de sus visitas a Nájera, en las que fueron ricamente agasajados por la nobleza local, según la fuentes de la época. A mediados del s. XVII el castillo se encuentra abandonado y en ruinas. En la actualidad todavía se aprecia con claridad el foso que defendía todo el flanco este y el muro situado sobre él, jalonado con torres y con una gran plataforma central cuadrangular con un aljibe abovedado.

ALCÁZAR

El Alcázar se sitúa a media ladera, entre el castillo y el casco urbano de Nájera. Además de defensa sirvió también como residencia real y palacio ducal. Fue construido en fecha muy temprana, a la par que el castillo, existiendo referencias de él en el Fuero de Nájera, 1020. En 1520 fue tomado por los comuneros, que emplearon su artillería para arrasar la ciudad. A finales del s. XVI se abandona y correrá la misma suerte que el castillo. Las excavaciones arqueológicas que se iniciaron en el 2002 muestran la existencia de potentes muros de sillería bajo medievales que se desarrollan en paralelo, de forma sucesiva, siguiendo la pendiente de la ladera. También han sacado a la luz una calle de acceso empedrada que tras superar la puerta de entrada se transforma en una monumental escalinata que desemboca en un gran patio de armas, posiblemente porticado. Aparecen también los restos del palacio que los duques de Nájera erigieron a mediados del siglo XVI, decorado ricamente con tracerías de estilo gótico y renacentista, y con una variada gama de azulejos mozárabes traídos de Teruel, Toledo y Sevilla que se conservan en el Museo Najerillense.

MALPICA

En Malpica se ubicó, al menos desde el siglo XII, el castillo de los judíos de Nájera. La comunidad hebrea residía en su propio barrio, situado al norte de Santa María y en las laderas de Malpica. Rodeado de murallas, contaba con su propio fuero y con su propio castillo. Gozaba de autonomía y se encargaba del mantenimiento y defensa de la fortificación. Como todas las juderías, la de Nájera sufre diversas alternativas y alcanza su mayor esplendor en la primera mitad del s. XIV. En 1360 fue saqueada por las tropas de Enrique de Trastámara. A comienzos del s. XVI el castillo de Malpica todavía se encontraba en aceptables condiciones y fue tomado por los comuneros en 1520.

PUENTE DE SAN JUAN DE ORTEGA

En el siglo X ya existía en Nájera un puente, puesto que aparece citado en el Fuero. En el s. XII fue remodelado por San Juan de Ortega y durante los siglos siguientes será constantemente reconstruido y reforzado en numerosas ocasiones, siempre con escaso éxito frente a las cíclicas riadas del Najerilla. Finalmente en 1866 se construye el puente actual, en el mismo lugar que el anterior, y en el 2003 se amplía su plataforma para facilitar el tráfico.

MURALLA

Las defensas de Nájera conforman un complejo sistema de estructuras que agrupa el Castillo, el Alcázar y Malpica, extendiéndose hasta abarca la propia ciudad, que contaba también con su muralla. Su trazado todavía puede adivinarse siguiendo el callejero; en muchos de sus tramos sirvió, además, para contener las avenidas del imprevisible Najerilla. De la antigua muralla se conserva la puerta de la Plaza de la Estrella y el paño que desde ella alcanza el cortado rocoso de Malpica.

CUEVAS

En los cantiles de los cerros que protegen la ciudad se abren numerosas cuevas, desde Peñaescalera, al norte hasta Pasomalo, al sur. Forman parte de un conjunto más amplio que flanquea el río Najerilla a lo largo de varios kilómetros hasta el cruce con la localidad de Ledesma de la Cogolla. Se trata de cuevas artificiales, cuidadosamente excavadas en la roca, que se distribuyen en grupos, a veces de varios pisos, formados por habitaciones rectangulares unidas por pasillos de comunicación segmentados mediante puertas y estrechamientos. Su origen es incierto; este tipo de cuevas comienzan a utilizarse en la Antigüedad Tardía y está documentada su vigencia durante los siglos X y XI. A diferencia de otras cuevas artificiales riojanas, aquí no se encuentran indicios de eremitismo. Las emplearon las gentes de la zona como lugar inaccesible de defensa y protección en los momentos de peligro, frente a ejércitos y saqueadores. Desde el exterior, siguiendo el río, se puede comprobar su inexpugnabilidad y los indicios que señalan los medios empleados por sus constructores para acceder a ellas: mechinales en la roca para encajar pasos volados de madera y ranuras en las bocas para encastrar postes de sustentación de poleas y tornos.

MUSEO NAJERILLENSE

El edificio que ocupa el Museo formó parte del monasterio de Santa María la Real y estaba unido a él por un paso volado sobre la calle que los separa. Se construye en el siglo XVIII como palacio del Abad del monasterio. En la planta, baja se instala en 1785 la botica nueva, buena, bella botería de loza y vidrio y al parecer buen surtido de drogas, según descripción de Jovellanos (1795). La Desamortización de 1835 obliga a trasladar la botica a un local de la calle San Marcial, donde continuará funcionando hasta que en 1921 la compra Joaquín Cusí Fortunet y la traslada a Cataluña. En la actualidad se encuentra en Masnoú (Barcelona) y constituye el núcleo fundamental del Museo Cusí de Farmacia. En el edificio original quedan, sin embargo, parte de las pinturas murales que decoraron la botica, así como la puerta enrejada a través de la que se atendía a los vecinos de Nájera. Una vez trasladada la farmacia, el edificio albergó la cárcel del Partido Judicial de Nájera y el Juzgado Comarcal hasta la segunda mitad del s. XX. De este nuevo uso dan fe los abundantes grabados realizados por los presos en las puertas de entrada y en la pared del patio, algunos de notable valor estético. El Museo se abre al público de forma permanente en 2001 y está regido por una Fundación de la que forman parte el Ayuntamiento de Nájera, la Asociación de Amigos de la historia Najerillense y el Instituto de Estudios Riojanos. Los fondos museísticos están integrados esencialmente por la colecciones de Arqueología, Etnografía y Arte. En la planta baja se recoge la Arqueología de la comarca, ordenada cronológicamente desde la Prehistoria a la Edad Media. Destaca la presencia de una selección de piezas paleolíticas procedentes de las terrazas del río Cárdenas, que constituyen el testimonio más antiguo de la presencia de homínidos en La Rioja. Especial interés presentan también las piezas cerámicas celtibéricas con decoración excisa procedentes de Bobadilla y, sobre todo, la colección de moldes de cerámica romana, Terra Sigillata Hispánica, procedentes de Tritium, el mayor centro productor de Hispania. En la sala medieval se muestran algunas piezas que reflejan el pasado islámico y hebreo de Nájera y el variado conjunto de azulejos mudéjares procedentes del Alcázar. La planta primera se destina a la Etnografía comarcal en sus diferentes aspectos y a la colección de arte antiguo. Todavía en proceso de montaje, se abrirá al público en breve tiempo.

Nájera Capital del Mueble.

La empresa de la madera en Nájera tiene sus comienzos en el año 1934. En los años 50 y 60 tiene su mayor auge, se llego a contar con nueve aserraderos, los cuales no daban abasto pues se trabajaba tanto que se agotaba la materia prima y se tenia que comprar en aserraderos de Badarán, Matute, Baños de Río Tobía, Anguiano, etc.. Los chopos, el haya y el nogal eran la madera más utilizada. Actualmente el sector del mueble en Nájera es uno de los principales motores económicos de la ciudad y es reconocida como "La Capital del Mueble".

En Semana Santa, tiene lugar "La Feria del Mueble de Nájera" es la feria más importane de La Rioja y una de las más consolidadas del Norte de España, en ella se ofrecen las últimas tendencias en mobiliario y decoración con precios ventajosos para los visitantes.

Fuentes