Naturaleza muerta (Cuadro)

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Naturaleza muerta (Cuadro)
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Naturalez muerta.jpg
Cuadro del pintor Mexicano Rufino del Carmen Arellanes Tamayo esta pintura representa a tres niños jugando en círculo.
Datos Generales
Autor(es):Rufino del Carmen Arellanes Tamayo
Año:1954
País:México
Estilo pictórico:Muralismo Mexicano
Técnica:Vinelita sobre manolite
Dimensiones:8.54 m X 1.945 m cm
Localización:Museo Soumaya, México, D. F., México

Naturaleza muerta es un mural realizado por Rufino Tamayo en 1954. Permanece resguardado como obra en exhibición permanente del Museo Soumaya.

Historia

La obra Naturaleza muerta corresponde al período más activo de Tamayo. En él, se conjunta el manejo del color distintivo de su obra. La rica tradición de la pintura de bodegones que existe en México no sólo se vio continuada, sino que evolucionó a su forma más moderna, para terminar con los característicos cuadros de sandías que Rufino Tamayo pintó durante toda su trayectoria. Naturalezas muertas, bodegones y cuadros de comedor sirvieron a diversas generaciones de artistas para estudiar la composición, relación de volúmenes, texturas, colores, luces y sombras.

En México, durante el siglo XX, Tamayo, al igual que Paul Cezanne en el París de fin de siglo, llevó a este género pictórico a una de sus más complejas y bellas expresiones. Dejaron de lado la experimentación y buscaron la reunión de diversos objetos y más aún sus formas: manzanas, para Cezanne; sandías, para Tamayo. Para ambos, las formas fueron más importantes que el estudio sistemático de estas.

Tamayo pintó para Sanborns dos murales que decorarían el edificio adquirido por la empresa en 1954, localizado en Paseo de la Reforma esquina con la calle José María Lafragua, en el centro de la Ciudad de México.

La Naturaleza muerta se destinó para decorar el elegante salón restaurante de esta cadena de tiendas departamentales. Allí los comensales podían deleitarse contemplando el espectacular contraste de los colores que componen el mural.2 Por 32 años, Las sandías permanecieron en este sitio hasta que en 1986, por invitación del Instituto Nacional de Bellas Artes, pasó a formar parte de la exposición que como homenaje nacional por setenta años de creación artística se rindió a Tamayo.3 Los murales fueron desprendidos por personal del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Al limpiar Naturaleza muerta, llamó la atención la capa de grasa que éste tenía. Las meseras del restaurante explicaron que al limpiar las mesas, también llegaban a pasar el trapo por el mural si algo lo había salpicado. De manera imprevista, la capa de grasa que se formó, protegió los colores originales. Al limpiarlo, brilló de tal manera que a Tamayo le llamó la atención. "Sí, son mis colores", dijo Tamayo.

La pintura y sus personajes

Pintada en un semicírculo construido por siete láminas de masonite unidas al muro por medio de un bastidor de madera, la obra fue realizada con pigmentos, considerados el material más moderno y adecuado para lograr los resultados técnicos y estéticos por Tamayo.

En esta obra se muestra una naturaleza muerta sobre una mesa poliangular colmada de rotundas frutas, redondas y rojas, dos botellas sobre una charola y doce rebanadas de sandías. Estos objetos se encuentran cercados al frente con dos respaldos de sillas de alambrón, que hacen pensar en la pareja que está invitada a disfrutar del vino y la fruta que, opulenta y sonriente, espera para la fiesta.

Las frutas y objetos, dispuestos en desorden, están diseminados sobre una mesa que, por su situación, recuerda la postura de las mesas que se pintaron durante la época cubista; fugada en los ángulos posteriores, da cierta sensación de inestabilidad a las frutas que reposan sobre ella. Sin embargo, éstas encuentran un punto de equilibrio con la iluminación que emana de un foco de luz fuera del cuadro, situado en el ángulo superior izquierdo. La posición de la mesa, el foco de luz fuera y la situación original del cuadro en semicírculo, así como la altura a la que estaba destinado a ser visto por los comensales sentados, fueron pensados por Tamayo, originalmente, como parte de la composición del mural. La economía del colorido, sobria y elegante, no pasa de tener más de cuatro colores: rojo, azul, verde y negro. Lo que sí hay es una amplia gama de estos colores llevados a su máxima potencialidad, pero es el rojo de las manzanas y sandías el que predomina en el cuadro.

El discreto azul agrisado y blanquecino de la charola y las botellas potencializa la fuerza del rojo y el blanco y ayuda a valorar las gamas del rojo y rosa de las rebanadas de sandía y el lumínico rojo de las manzanas, que van de rojo encendido brillante hasta un oscurecido y negruzco.

A todo esto cabe destacar que la época histórica en la que Tamayo desarrolla gran parte de su trabajo coincidió con una gran serie de cambio socioculturales en México, los cuales quedaron plasmados a través de las obras muralistas. A diferencia de los grandes maestros del muralismo, Tamayo intentó rescatar sus raíces y a su país sin defender movimientos ideológicos ni posiciones políticas, es decir, en su obra se impone una visión universal. Tamayo trabajó con ellos en algunos proyectos, como el movimiento muralista que se extendió en el período que comprende las dos guerras mundiales. Esto a pesar de las características propias de su pintura que le distinguen perfectamente del resto del grupo. El museo que lleva su nombre, Museo Tamayo Arte Contemporáneo, está dedicado exclusivamente al arte contemporáneo y no expone su obra regularmente. Fue Doctor Honoris Causa por la Universidad de Manila en 1974, por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1978, por la de Berkeley en 1982, por la Universidad del Sur de California en 1985, y por la Veracruzana en 1991. Fue nombrado miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina.

Tamayo fue alejándose progresivamente del realismo. Pintó los ámbitos internos, la atmósfera, los paisajes urbanos o pueblerinos, la naturaleza de su realidad local. En su producción es posible identificar dos etapas distintas. La primera, que va de la década de 1920 a mediados de la de 1950, tiene una neofiguración cercana al realismo, pero siempre defendiendo o manteniendo la conexión entre sus temas y los problemas sociales.

Puede considerarse que el trabajo de Rufino Tamayo se caracteriza por una voluntad de integración plástica de la herencia precolombina autóctona, la experimentación y las nuevas tendencias pictóricas que revolucionaban los ambientes artísticos europeos a comienzos de siglo. Esta sincretización y ese interés por lo que acontecía en Europa desde el punto de vista artístico marcan diferencia en su trabajo y estilo respecto del núcleo fundamental de los “muralistas”, los cuales prefieren mantener una absoluta independencia estética respecto a las tendencias europeas y tener su fuente de inspiración en la herencia pictórica precolombina, marcadamente indigenista. También se separó del movimiento muralista por su falta de motivación ideológica y revolucionaria, y por tener un marcado acento formal y abstracto del tema indio.

Síntesis biográfica

Rufino del Carmen Arellanes Tamayo nació en Oaxaca de Juárez, el 25 de agosto de 1899 - Ciudad de México, 24 de junio de 1991) fue un pintor mexicano. Figura capital en el panorama de la pintura mexicana del siglo XX, Rufino Tamayo fue uno de los primeros artistas latinoamericanos que, junto con los representantes del conocido "grupo de los tres" (Rivera, Siqueiros y Orozco), alcanzó un relieve y una difusión auténticamente internacionales. Como ellos, participó en el importante movimiento muralista que floreció en el período comprendido entre las dos guerras mundiales.

Sus obras, sin embargo, por su voluntad creadora y sus características, tienen una dimensión distinta y se distinguen claramente de las del mencionado grupo y sus epígonos.

Coincidiendo en sus aspiraciones con el quehacer del brasileño Cándido Portinari, el trabajo de Rufino Tamayo se caracteriza por su voluntad de integrar plásticamente, en sus obras, la herencia precolombina autóctona, la experimentación y las innovadoras tendencias plásticas que revolucionaban los ambientes artísticos europeos a comienzos de siglo.

Esta actividad sincrética, esa atención a los movimientos y teorías artísticas del otro lado del Atlántico lo distinguen, precisamente, del núcleo fundamental de los "muralistas", cuya preocupación central era mantener una absoluta independencia estética respecto a los parámetros europeos y beber solo en las fuentes de una pretendida herencia pictórica precolombina, resueltamente indigenista.

También desde el punto de vista teórico tiene Tamayo una personalidad distinta, pues no suscribió el radical compromiso político que sustentaba las producciones de los muralistas citados y prestó mayor atención a las calidades pictóricas.

Es decir, aunque por la monumentalidad de su trabajo y las dimensiones y función de sus obras podría incorporarse al movimiento mural mexicano, diverge, no obstante, por su independencia de los planteamientos ideológicos y revolucionarios, y por una voluntad estética que desarrolla el tema indio con un estilo más formal y abstracto.

Su obra como muralista, ciclópea y hecha en el más puro «mexicanismo», culmina en el mural El Día y la Noche. Realizado en 1964 para el Museo Nacional de Antropología e Historia de México, simboliza la lucha entre el día (serpiente emplumada) y la noche (tigre). Ese mismo año recibió el Premio Nacional de Artes.

Sus últimos trabajos monumentales datan de 1967 y 1968, cuando por encargo gubernamental realizó los frescos para los pabellones de México en la Exposición de Montreal y en la Feria Internacional de San Antonio (Texas). A partir de entonces, retirado casi, se dedicó de lleno a transmitir el saber acumulado en su larga e intensa vida artística.

Su interés por el arte precolombino cristalizó al inaugurarse en 1974, en la ciudad de Oaxaca, el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo, con 1300 piezas arqueológicas coleccionadas, catalogadas y donadas por el artista.

El artista murió en 1991 a la edad de 91 años.

Fuentes

  • Ayala Canseco Eva María, Seis siglos de arte: cien grandes maestros. Fundación Carso, México, 2005, pp. 470-471, ISBN 968-77-94-30-5
  • «La Jornada». Consultado el 7 de junio de 2014.
  • «Museo Soumaya». Consultado el 7 de junio de 2014.
  • Villanueva, Mónica (2006). «5». "La mesa está puesta... sonrisas que se comen (maletín didáctico sensible para personas ciegas y normovisuales de un obra de Tamayo para Museo Soumaya. México, D. F.: Universidad * Nacional Autónoma de México: Escuela Nacional de Artes Plásticas. pp. 85-110.
  • https://onlinelicor.es/naturaleza-muerta-1935-de-rufino-tamayo/