Nomofobia

Nomofobia
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Nomofobia. Es el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil. El término, que es una abreviatura de la expresión inglesa "no-mobile-phone phobia", y fue acuñado durante un estudio realizado por la oficina de correos británica encargado al instituto demoscópico YouGov para estimar la ansiedad que sufren los usuarios de teléfonos móviles.

Descripción

El estudio se llevó a cabo en Reino Unido en 2011 y contó con una muestra de 2163 personas, revelando que casi el 53% de los usuarios de teléfonos móviles en el Reino Unido tienden a sentir ansiedad cuando "pierden su teléfono móvil, se les agota la batería o el crédito, o no tienen cobertura de la red." De acuerdo con el estudio, alrededor del 60% de los hombres y el 20% de las mujeres sufre de la fobia, y un 9% adicional se siente estresado cuando sus móviles están apagados. La investigación también ha demostrado que los niveles de estrés de una persona con nomofobia son equiparables con los nervios que se tienen el día antes de la boda o de la visita al dentista. Respecto de las razones para que la ansiedad se manifestase, el 55% afirmó que era por el hecho de estar "aislado" de las posibles llamadas o mensajes de familiares y amigos, mientras que un escaso 10% afirmó que la causa era su trabajo, ya que le exigía estar conectado permanentemente.

A pesar de contar con las vías ordinarias de comunicación, empezando por la de personarse ante su interlocutor, el nomofóbico enloquece ante la imposibilidad de contactar con cualquier persona en cualquier momento allí donde se encuentre. No se aplica únicamente a los usuarios de smartphones, si bien es cierto que los antiguos teléfonos móviles no generan en nosotros tanta adicción al no ofrecer posibilidad de navegación, ya que se ha trasladado el grueso de la actividad comunicativa de nuestros cercanos a la mensajería instantánea. Según las estadísticas, los usuarios de smartphones consultan sus teléfonos una media de 34 veces al día. Los síntomas de este trastorno son sensación de ansiedad, taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza y dolor de estómago. Según los expertos, el nomofóbico suele ser una persona insegura y de baja autoestima. Las mujeres son quienes más la padecen, dado que su estructura cerebral les procura una mayor necesidad comunicativa y necesidad afectiva que a los varones. En cuanto a la edad, la nomofobia suele darse en mayor medida en adolescentes.

Niños y adolescentes: el grupo de mayor riesgo

Debido a que las generaciones más jóvenes ya han crecido en una sociedad tecnológica, son nativos digitales y el grupo más susceptible de sufrir este tipo de patologías. Frases como “déjale, están todos igual”, no ayudan. Deben ser los propios adultos los que den un ejemplo de conducta y cuidar que no se excedan ciertos límites.

Consejos para que no derive en un problema real

  • No disponer del móvil cuando realizan los deberes o estudian.
  • Comidas familiares sin móvil ni otras pantallas para facilitar la comunicación.
  • Garantizar que las aplicaciones sean adecuadas a la edad del niño (juegos, código PEGI, aplicaciones…).
  • Transmitir el concepto de privacidad y hacer reflexionar sobre el uso de la cámara.
  • Fijar una hora máxima de uso.
  • Nunca usarlo una hora antes de ir a dormir. Ni móvil ni tablets u ordenador para favorecer la buena conciliación del sueño.
  • Cargarlo fuera de la habitación.
  • Utilizar un despertador, no el móvil.
  • Desconectar el Wi-Fi de noche para evitar la exposición a campos electromagnéticos.
  • Condicionar el coste del móvil y su mantenimiento al buen cumplimiento de las tareas académicas y domésticas.
  • Animarles y acompañarles a hacer actividades al aire libre sin presencia del móvil.
  • En general, no proporcionar un móvil a un niño menor de 12 años. El paso a ESO sería un momento oportuno.
  • Durante los primeros años es mejor que sólo tenga conexión a Internet si hay WI-FI.
  • Es preferible un móvil de cuota fija para facilitar el autocontrol.

Tratamiento

Para acabar con este problema lo primero es “matar el hábito”. Se propone como terapia escribir un texto en el que el paciente exponga y reflexione “en qué tareas le está interfiriendo en su vida diaria”. Después debemos “conectar con la intención de cambio” y tratar de restringir y controlar su uso a lo largo de una jornada sin que sea él el que nos controle.

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