Novela sentimental

Novela sentimental
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Concepto:La novela sentimental es un subgénero literario histórico que se desarrolla entre el Prerrenacimiento del siglo XV y el Renacimiento de la primera mitad del siglo XVI. Se incluye dentro del archigénero épico o narrativo y se compone en prosa con versos intercalados, a veces en forma epistolar; posee temática amorosa, frecuentemente dentro de las leyes del llamado amor cortés.

La novela sentimental. Subgénero literario histórico que se desarrolla entre el Prerrenacimiento del siglo XV y el Renacimiento de la primera mitad del siglo XVI. Se incluye dentro del archigénero épico o narrativo y se compone en prosa con versos intercalados, a veces en forma epistolar; posee temática amorosa, frecuentemente dentro de las leyes del llamado amor cortés.

Introducción

Frente a Marcelino Menéndez Pelayo, que define al género por su temática amorosa, su heterogeneidad estructural ha sido señalada por Carmelo Samonà como muestra de que no constituye un género separado de cualquier otra ficción amorosa. Pero el género no se presenta heterogéneo ni falto de uniformidad, sino que posee unos rasgos característicos y elementos comunes: son narraciones cortas frente a las ficciones caballerescas, mucho más extensas y en cierto modo opuestas en cuanto a sus arquetipos, que plantean situaciones de un curioso sadomasoquismo: el guerrero inflexible, fuerte y cruel es sin embargo un rendido, pusilánime y blando amante completamente entregado al amor de una dama.

Se analizan aspectos emocionales de la relación amorosa; no se fijan en acciones externas; utilizan los códigos literarios del amor cortés: divinización de la amada siendo el amante siempre inferior; la novela se desarrolla en un marco social elevado de nobles y de reyes; el final es siempre trágico y desdichado; se da prioridad al sentimiento sobre la razón; la heroicidad sentimental del amante viene dada por su suicidio o su destierro; las novelas poseen un contenido feminista plenamente renacentista; los hechos se suelen situar en lugares alejados (Escocia, Hungría) y en sitios tenebrosos como cárceles o castillos; existe una mínima narración, pero falta la descripción: no aparece la realidad cotidiana ni la descripción costumbrista y el mundo es noble e idealizado; como consecuencia de todo lo anterior, predomina un absoluto subjetivismo; el cronotopo no sufre modificaciones y es estático y los personajes aparecen siempre iguales: la atemporalidad narrativa más obvia preside estos relatos.

Surgimiento

El género surge a mediados del siglo XV; algunos de los elementos externos proceden de los libros de caballerías, como la caracterización de los protagonistas y algunos episodios concretos como el de Beltenebros del Amadís de Gaula. Otro elemento configurante es la retórica de la lírica cancioneril con su visión del amor cortés. Debajo de las finuras del estilizado amor cortés se esconden violentas pulsiones sexuales, que cuando se ven frustradas provocan conflictos tales que conducen a los héroes a vivir como fieras en terrenos desérticos. Prácticamente terminada la Reconquista en el siglo XV, acaece la crisis de los ideales guerreros medievales y es preciso sustituirlos por otros de naturaleza cortesana. El guerrero pasa a un segundo plano reemplazado por el cortesano.

Evolución

La evolución diacrónica del género entre Padrón y Juan de Flores es la siguiente. En el Siervo el mundo caballeresco es aún muy importante, existe consumación carnal, lo que es propio de los libros de caballerías. El caballero es el centro de la pasión amorosa de dos damas, aunque esta concepción inicial se ve modificada más tarde. Las ideas caballerescas se van paulatinamente transformando en Diego de San Pedro, que las considera anacrónicas, dando a sus novelas un tinte más moderno que culmina con Juan de Flores que transforma el duelo violento en duelo verbal, sublimando lo cortés.

La visión de la mujer se transforma progresivamente hacia su humanización, pasando a ser sujetos y no sólo objetos de amor; existe una evolución y progresiva tendencia hacia la autobiografía; la alegoría registra un proceso inverso al anterior, pasando de una perfección a su derrumbamiento; la forma epistolar también va declinando y las fórmulas literarias evolucionan desde el tratadismo y aspectos didácticos de los que la novela es la excusa, aminorándose ese deseo instructor conforme avanza el género y se va insertando en la acción. En las primeras obras la acción es una sola, mientras que Juan de Flores unifica dos acciones en sus novelas, siendo el debate una de ellas. El realismo consiste no en describir la vida diaria, sino en hacer verosímil la narración de las pasiones. El estilo es el usual en el siglo XV, con su morfosintaxis latinizante y el empleo de abundantes figuras retóricas. Las dos novelas de Flores, las mejores de la novela sentimental, suponen la superación de gran parte de los lastres retóricos y de las vacilaciones narrativas de sus predecesores, desaparece el didactismo, las alegorías y las disgregaciones.

Se consolida la unidad y se multiplican las acciones, reafirmándose la autobiografía y la trabazón novelesca. La novela sentimental española está formada por un conjunto de narraciones cortas, que proponen modelos de actuación desde presupuestos de amor cortesano con aspiraciones a presentar valores ejemplares universales. El ambiente es siempre aristocrático, el lugar geográfico extraño y exótico, las viviendas misteriosas o luctuosas. Las alusiones clásicas o latinizantes se emplean para dar un tono cultural elevado. El móvil es la pasión amorosa, a cuya satisfacción se dirige la acción dentro de los convencionalismos del amor cortés.

Algunas de las novelas sentimentales fueron auténticos «best-seller» como la Cárcel de amor o las dos obras de Juan de Flores, e influyeron en otras obras francesas, italianas e inglesas. En la li teratura española tiene una interesante influencia, pues de ellas deriva la poesía pastoril, su influjo se nota en algunas novelitas intercaladas en el Don Quijote.

Trayectoria del género y representantes

Empezaron el género Juan Rodríguez del Padrón o de la Cámara (Siervo libre de amor, c. 1440) y la Sátira de felice e infelice vida (hacia 1453) del Condestable don Pedro de Portugal (1429–1466), dirigida a su hermana, la Reina Isabel, traducida del original portugués. --granguru 02:29 25 nov 2011 (UTC) En esta ficción sentimental el autor lamenta su desgracia amorosa. Tres virtudes teologales y cuatro cardinales equiparan a la princesa con damas virtuosas del pasado. Piedad reconforta al lloroso amante. También puede considerarse inicial Triste deleitación (h. 1465), del enigmático catalán F. A. D. C. (¿[Fra] Artal de Claramunt?), que refleja la política aragonesa de su época: un enamorado escribe a su señora por medio de una madrina y un amigo (Eº, Sª, Mª y Aº, en el texto). Cuando Eº marcha a la guerra, Sª admite su amor y los consejos de Mª. El escándalo los separa: Eº recorre Barcelona y un infierno de enamorados, entre jueces y alegorías que reconocen su lealtad. De súbito, en su casa descubre que Sª ha entrado en un convento.

El género llega a su madurez con las obras de Diego de San Pedro y Juan de Flores. Del primero son Tratado de amores de Arnalte y Lucenda (1491) y Cárcel de amor (1492), considerada esta última la obra maestra del género. En la primera Belisa, hermana del tebano Arnalte, logra que Lucenda acepte sus cartas, pero ésta se casa con el falso Elierso, a quien Arnalte matará en duelo. Cuando él proponga matrimonio a Lucenda, la familia de ella la enclaustrará en un convento. Veintiuna coplas reales exaltan a la reina Isabel y casi cincuenta narran las Siete angustias de Nuestra Señora. En la segunda, la famosísima en su época Cárcel de amor, el macedonio Leriano, desde una cárcel alegórica, logra del Autor que la princesa Laureola corresponda a su carta. Denunciada por el celoso Persio, a quien vencerá el Autor, es condenada a muerte y rescatada por Leriano, que, rechazado, se deja morir, elogiando a las mujeres, tras beber las cartas de su amada disueltas en agua.

El Breve tratado de Grimalte y Gradisa y la Historia de Grisel y Mirabella, ambas de Juan de Flores y publicadas en torno al año 1519, supusieron la culminación de la novela sentimental. En la Historia de Grisel y Mirabella (h. 1475–1485), cierta ley escocesa condenaba a muerte al amante más culpable de la relación con el otro. Defendida la princesa Mirabella por Brazaida, y Grisel por el poeta Torrellas, resulta culpable aquélla. Grisel ofrece su vida, pero ella muere de dolor. Brazaida la venga, seduciendo a Torrellas para matarlo cruelmente. Grimalte y Gradissa (a. 1486), basada en un episodio de Boccaccio, muestra el fracaso de aquél al reconciliar a Fiometa —que muere de dolor— con Pánfilo. Así, concluida su relación con Gradissa, marcha como penitente a Asia, acompañando a un Pánfilo torturado por la visión de Fiometa condenada.

A partir de 1495 la novela sentimental entra en declive, escribiéndose la Repetición de amores (1486–1497), de Luis de Lucena, recuerdo de una lección universitaria: despreciado por su amada, Lucena ofrece un discurso o repetición cuajado de exempla del mundo clásico o medieval sobre las calamidades del amor, la imperfección de la mujer y la virtud y mérito del hombre, centrado en el ejercicio militar.

También pertenece a esta etapa la continuación de la Cárcel de amor de Nicolás Núñez, del año 1496, en forma de sueño en que los amantes se justifican; las dos obras se imprimen juntas. La Penitencia de amor (1499) es del aragonés [Pedro Manuel Ximénez de Urrea]]. La Cuestión de amor (1513) es anónima y en realidad es una novela de tipo histórico, pues se centra en el valenciano Flamiano, que ama a Belisena y escribe a Vasquirán para confesarle que no es correspondido. La guerra con el rey de Francia hace que Flaminio sirva a Carlos I y muera en Ravena. El Veneris tribunal de 1537. Puede considerarse como la última obra del género el Proceso de cartas de amores (1548), una novela epistolar de Juan de Segura

Características del género

El género goza de gran éxito, sobre todo entre el público femenino y cortesano. Aunque adopta temas y motivos caballerescos, la acción externa cede terre­no al análisis del sentimiento amoroso y su evolución, convertido en autén­tico eje del relato al que se subordinan los lances y aventuras. La trama está presidida por un tono lírico e introspectivo. Como señala Beysterveldt, la novela sentimental se aleja en un punto de la poesía cortesana: la dama cruel e ingrata es aquí, por lo común, piadosa y compasiva.

En estas narraciones no hay episodios fabulosos; en el protagonista lo esencial no es el esfuerzo heroico, sino el convertirse en un perfecto mode­lo de amadores y afrontar todos los riesgos que se crucen en su camino. Ha de ser a la vez "liberal, cortés, atrevido y sensato" (Cvitanovic). Su lealtad debe estar por encima de cualquier contingencia. Nada puede romper su esclavitud amorosa. El tono es siempre quejumbroso con una constante evocación de la muerte, final en el que culminan muchas de estas desgraciadas aventuras. La enajenación amorosa conduce a menudo al suicidio.

La acción se desarrolla en lugares remotos y extravagantes. Como seña­la Varela es literatura de evasión y, a la vez, de polémica, ya que participa en el debate en torno a la mujer y defiende el sentimiento "como facultad y como forma -noble, fidedigna- del conocimiento del hombre".

Son características propias del género, en opinión de Pedraza, la tendencia autobiográfica, la técnica del debate, la alegoría y la forma epistolar como vehículo de expre­sión de los estados efectivos. Por lo general, son obras breves, de ritmo len­to y escasa acción externa. Algunas de ellas se convierten en auténticos tra­tados. Los diálogos se ven sustituidos por largos monólogos, la estructura resulta poco consistente. El estilo es muy artificioso y la prosa latinizante. Caso distinto fue la Cár­cel de amor, "obra con la que se culmina el género a fines de siglo. Su estilo responde a las normas del buen gusto, que inspiraron las corrientes renacentistas durante el reinado de los Reyes Católicos" (Ariza). Se prodigan toda clase de recursos retóricos, que guardan una evidente semejanza con la lírica cortesana.

La novela sentimental se inicia hacia 1439, fecha en que se com­pone el Siervo Libre de amor de Juan Rodríguez del Padrón. Su plenitud lle­ga hasta finales de siglo, principalmente con las obras de Diego de San Pedro (Tractadode amores de Arnalte y Lucenda, 1491; Cárcel de amor, 1492; Sermón de amores) y Juan de Flores (Grisel y Mirabella, Grimalte y Gradissa, ambas de h. 1495). Su vida se prolongará, aunque decadente, a lo largo del siglo XVI.

Final trágico y otros rasgos del amor

Mucho se ha discutido sobre el final trágico común a todas estas obras. En opinión de Ariza, es esta una situación incomprensible para el lector moderno, debido a "la inexistencia de posibles causas que toquen al decoro o que llamen al escándalo. En definitiva no hay ninguna razón que impida corresponder al amor, o que impida un posterior matrimonio. Es cierto que estas obras se encuentran ancladas en el mundo cortesano, donde el código del honor también ejerce una función represora, y que la tensión en este tipo de literatura parte de la imposibilidad de alcanzar la correspondencia amorosa. Pero las convenciones de este amor cortés de la tardía Edad Media alcanzan una fuerza destructora inusitada.

Parecen crónicas de una muerte anunciada en las que los protagonistas se sometieran voluntariamente a las torturas más horrendas: Mirabella se arroja a las fieras, Grisel es condenada a la hoguera, Fiometa se suicida, Leriano, sentado en una silla de fuego, se deja morir de hambre ante la desespera­ción de su madre, no sin antes beber en una copa las car­tas de la bella Laureola." ¿Por qué este inevitable fin trágico? "Para unos, la novela sentimental nace como crítica a una sociedad opresora, para otros supone la reprobación de la literatura cortesana que opone la ley natural la pujanza de las apetencias convencionales. Sin poner en duda estas opiniones, tal vez la explicación sea más sencilla, sobre todo si tenemos en cuenta que fueron los libros de moda en su tiempo, libros de obligada lectura cortesana. Sería lógico pensar que fueron la respuesta al gusto que el público de todos los tiempos ha sentido por el género folletinesco. La novela sentimental sería el equivalente de lo que la novela de caballería fue en el siglo XIV, a lo que las del oeste y las novelas rosas fueron en su mo­mento, y a lo que en la actualidad son los llamados cule­brones."

En opinión de Keith Whinnom, el amor perfecto en esta época es el que vence todos los infortunios; la "piedra de toque" del verdadero amador (como el mismo Manrique refleja en su decir "Diciendo qué cosa es amor") es "sufrir el desamor"; sólo quien, pese a la adversidad, sigue amando, está realmente enamorado. Dejarse vencer por el desdén, el olvido o el rechazo pondría de manifiesto que el amor no había sido auténtico. Ante esto, el único final posible, la única posibilidad de demostrar que el amor era verdadero, es la muerte.

Por otra parte, el mismo hecho de que el amor entre los protagonistas no llegue casi nunca a culminarse no es sino otra muestra más de aceptación de las "normas" amorosas de la época: el amor puro, el que no llega a la realización del acto sexual completo, es, en opinión de Adreas Capellanus, más perfecto que el amor mixto, ya que el puro, al no llegar nunca a su fin, crece en intensidad. El amor puro no puede confundirse con el amor platónico, ya que permite "llegar hasta los besos, los abrazos y el contacto decoroso con la amante desnuda, pero renunciando al consuelo último".

Tampoco el matrimonio es contemplado en muchos casos como posibilidad, ya que el amor matrimonial es menos perfecto según los tratadistas. El mismo Cappellanus afirma que el verdadero amor no es compatible con el matrimonio, porque la esposa no puede rehusar las demandas del marido, así que no puede ofrecerle libremente el galardón de su amor. Además llega a afirmar también que "no puede amar quien no tiene celos". Whinnom comenta estas ideas en su introducción a Cárcel de amor, pero afirma que no son las únicas posibilidades para concebir el amor en la época ya que el tratado de Capellanus no es, con mucho, el único (sí el más conocido), y las ideas amorosas de la época medieval llegaron a ser diversas y variopintas. (Como muestra, un botón: Valesco de Taranta explica cómo poder librarse de la locura de amor, que siempre procede del apetito insatisfecho. Para satisfacerlo, si no es posible la unión con la mujer amada o con cualquier otra, se proponen alternativas, que pueden llegar a un punto límite: "Flagelletur culus eius cum verberibus, et si non sistit, ponatur in fundu turris cum pane et aqua"

Orígenes e influencias

Como es frecuente entre las obras medievales, la novela sentimental toma su inspiración básica de fusionar distin­tos géneros; así se mezclan rasgos de la novela de caballería, de la lírica cortés y de la narrativa italiana, especial­mente de la Fiammetta de Boccaccio, aunque la influencia de esta última se sentirá especialmente desde las obras de Juan de Flores. Todas ellas se desarrollan en un ambiente cortesano y la acción externa se reduce en favor del análisis de las emociones. Para ello, en opinión de Ariza, los autores se servirán de varios elementos de la literatura medieval:

a) el género epistolar, que da cauce a las confidencias amorosas y del que se vale el autor para introducir un pers­onaje secundario, generalmente un intermediario que favorece los amores de los protagonistas y que a veces es el mismo autor. Al mismo tiempo este género es imprescindible para marcar el distanciamiento necesario que las convenciones sociales imponen entre los amantes.

b) La alegoría del amor; este sentimiento será representado en ocasiones por un castillo (así en Cárcel de amor) o por un desierto (Arnalte y Lucenda); con este elemento retórico consiguen simboli­zar la frustración amorosa.

c) En último término, el debate femenino les asegura la defensa del decoro de la mujer e inscribirse, dentro de la amplia discusión medieval, entre sus defensores. En este sentido, es sintomática la Historia de Grisel y Mirabella, en la que aparece como protagonista el poeta Pere de Torrellas, conocido por unas coplas misóginas, que muere al final de la obra a manos de un grupo de mujeres.

La novela sentimental en el siglo XVI

La novela sentimental, que tan gran aceptación había tenido en el siglo XV, sigue leyén­dose en el XVI, sobre todo los productos más afortunados del género, como la Cárcel de amor. Incluso llega a escribirse alguna otra. Dinko Cvitanovic, al hablar de los epígonos de la novela sentimental, señala que existen dos perspectivas de continuidad: la de los representantes menores, en cuyas obras se advertirá la decadencia y muerte del género, por una parte, y, por otra, la culmina­ción de las posibilidades narrativas en la literatura cervan­tina y, en especial, en el Quijote. Citemos las obras más destacables: Repetición de amores, de Luis Ramírez de Lucena; Cuestión de amor, anónima, con mezcla de prosa y verso y Processo de cartas de amores que entre dos amantes passaron (1548), atribuida a Juan de Segura.

Fuente

  • Marcelino Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela (Madrid, 1905–1915), cuatro vols.
  • Carmelo Samonà, Studi sul romanzo sentimentale e cortese nella letteratura spagnola del Quattrocento. Roma: Carucci, 1960.
  • Armando Durán, Estructura y técnicas de la novela sentimental y caballeresca, Madrid: Gredos, 1973.
  • Regula Rohland de Langbehn, La unidad genérica de la novela sentimental española de los siglos XV y XVI. London, Department of Hispanic Studies—Queen Mary and Westfield College, 1999.
  • Antonio Cortijo Ocaña, La evolución genérica de la ficción sentimental. London, Tamesis, 2001.