Diferencia entre revisiones de «Pedro Pablo Rubens»

(Etiqueta: nuestro-nuestra)
(Etiqueta: nuestro-nuestra)
Línea 1: Línea 1:
{{Ficha Persona
+
{{Mejorar|motivo=No existen epígrafes, separación entre párrafos e Hipervículos}}{{Ficha Persona
 
|nombre      = Rubens
 
|nombre      = Rubens
 
  |nombre completo = Pedro Pablo Rubens
 
  |nombre completo = Pedro Pablo Rubens

Revisión del 11:01 3 may 2011

Plantilla:Mejorar

Rubens
Información sobre la plantilla
Autoretrato.jpg
Rubens el pintor de Amberes
NombrePedro Pablo Rubens
Nacimiento28 de junio de 1577
Siegen, pequeña ciudad de Westfalia, Alemania
Fallecimiento30 de mayo de 1640
Amberes, norte de Bélgica

Pedro Pablo Rubens. Pintor flamenco. El mayor representante de la pintura barroca. El arte de Rubens está profundamente enraizado en la vida de su pueblo.

La exuberancia sensual y la explosiva vitalidad de la obra de quien fuera tal vez el mayor representante de la pintura barroca que producen en quienes la admiran un gozo incomparable. Rara vez en la historia del arte se ha expresado con tanta fuerza y elocuencia como en los cuadros del pintor flamenco todo cuanto realza el valor y la belleza de la vida.Gracias al genio de Rubens, las grandes tradiciones plásticas del Norte y del Sur de Europa —las de la pintura holandesa y flamenca, por una parte, y las de la italiana, por otra— se combinaron en obras maestras sin parangón.El arte de Rubens está profundamente enraizado en la vida del pueblo flamenco, al que conoció y amó desde su infancia, y gracias a él las virtudes de ese pueblo son hoy apreciadas por los amantes del arte en el mundo entero. Sin cortar jamás esas raíces, Rubens pasó largos años estudiando el arte italiano, primero en la corte de los Gonzagas en Mantua, y más tarde en Roma ; allí aprendió las nuevas técnicas plásticas y se familiarizó con las nuevas concepciones de los Carracci y de Caravaggio. Fue así como pudo conciliar en su obra el Ars Nova de la Europa septentrional con la Buona Pratica de Florencia, expresando con igual vigor las tendencias más tradicionales y las más modernas de la pintura de su tiempo. En Mantua, Génova y Roma no sólo conoció Rubens las nuevas formas, tendencias y perspectivas del arte sino que pudo completar sus vastos conocimientos en diferentes ramas del saber y familiarizarse, en las seis lenguas que dominaba, con toda la cultura occidental de su época. No es, pues, de extrañar que la casa que el artista poseía en su querida ciudad de Amberes se convirtiera en una de las más grandes escuelas de pintura de todos los tiempos. Hombre de genio y hombre de cultura, Rubens fue también un hombre de paz. Gran parte de su vida activa la dedicó a servir la causa de la comprensión internacional. Su inteligencia, su simpatía, su excepcional conocimiento de las cuestiones políticas y su dominio de las principales lenguas europeas hicieron de él un diplomático de primer orden.Servidor de diferentes Cortes, actuó siempre como mensajero de la paz, al mismo tiempo que luchaba por proteger los intereses de su país en medio de las tensiones entre las grandes potencias de la época. Tanto en Madrid como en París o en Londres, se opuso constantemente a la guerra, propugnando en su lugar una política de negociaciones y de comprensión mutua.Las “consecuencias de la guerra” están expresadas con un desgarrador realismo en la magnífica obra maestra que se conserva en el Palacio Pitti de Florencia, y los “beneficios de la paz” han quedado inmortalizados, con igual elocuencia, en su gran cuadro de la National Gallery de Londres.Genio del arte, erudito, luchador por la paz : estas cualidades hacen de Pedro Pablo Rubens una de las personalidades más apreciadas por todos los hombres amantes de la paz y de la comprensión internacionales.

Rubens el magnífico

RUBENS EL MAGNIFICO Exactamente el 28 de junio de1577 nacía Pedro Pablo Rubens, que iba a ser para sus contemporáneos “el pintor de Amberes”. Pero, justamente, resulta que Rubens no nació en Amberes, sino en Siegen, pequeña ciudad de Westfalia (Alemania). Puede estimarse que el detalle carece de importancia. Sin embargo, a través de él se ponen de manifiesto algunos aspectos de la Europa religiosa y política de entonces. El padre de Rubens, Jan Rubens, burgués rico y culto, regidor de Amberes, partenecía a la religión reformada. Como tal, se opuso decididamente al duque de Alba, gobernador español de Flandes, que perseguía implacablemente a los protestantes. En 1568, huyendo de esta persecución, Jan Rubons se instaló en Colonia. Tras un tenebroso asunto que le acarreó cinco años de cárcel, le obligaron a establecerse en régimen de libertad vigilada en Siegen. Fue así como los conflictos religiosos de la época determinaron la cuna del pintor. Lo curioso es que Jan Rubens acabó por abjurar del protestantismo, muriendo como buen católico. Su viuda, María Pypelinckx, obtuvo en 1589 permiso para volver a Amberes con sus hijos. Tenía entonces Pedro Pablo doce años. Al año siguiente, en 1590, entraba como aprendiz en el taller de Tobias Verhaecht, paisajista de renombre. Pasa dos años con este primer maestro y otros tantos con Adam van Noort, para acabar en el taller de Otto Venius, antes de ser recibido en 1598 como miembro de rango superior en la guilda de San Lucas. Nadie podría decir lo que Rubens aprendió de sus maestros, todos ellos pintores honorables pero carentes de genio. Tobias Verhaecht es un paisajista vulgar que pinta también Torres de Babel y escenas del Apocalipsis ; por desgracia para él, le toca pintar varias generaciones después de Brueghel el Viejo. Por su parte, Adam van Noort, que tuvo su momento de gloria durante el siglo pasado cuando se le atribuyeron obras que no eran suyas, es un mediocre seguidor de la escuela romana. En cuando a Otto Venius, el más interesante de los tres, no pasa de ser un anodino imitador de los maestros italianos. Hombre culto y gran conocedor del arte transalpino, debió de acicatear la curiosidad de su alumno e incitarle a que emprendiera cuanto antes su viaje a Italia. Por lo que toca a los trabajos que en esa época pudo realizar Rubens, apenas nos son conocidos. Deben citarse Adán y Eva en el Paraíso terrestre (Casa de Rubens, Amberes), cuadro convencionalmente clasicista a la manera de Otto -Venius, y el retrato de un hombre “de veintiséis años” (sorprendente detalle) pintado en cobre y perteneciente a una colección particular de Nueva York. Es una imagen llena de vida que parece anunciar la evolución futura del género.En 1600 Rubens parte para Italia, según tradición ya clásica entre los pintores flamencos. El viaje lo consideran indispensable para completar su educación artística, aunque a veces les sea fatal (muchos de ellos pierden “tras los montes”, como dicen, sus más auténticas cualidades). Sólo Brueghel el Viejo saldrá vencedor de la prueba y sabrá resistir a los cantos de las sirenas transalpinas. Rubens hará lo contrario. Su hazaña consistirá en amalgamar los impulsos contradictorios del Norte y del Sur fundiéndolos en un estilo propio.Apenas llegado a Italia, Pedro Pablo, seguramente provisto de excelentes recomendaciones, es contratado por el duque de Mantua, Vicente 1 de Gonzaga, personaje fastuoso como todos los príncipes italianos de la época, gran coleccionista y hombre de universal curiosidad. No parece que Rubens encontrara en Mantua el lugar ideal para su trabajo. Así, gracias a sus maniobras, consigue que le envíen a Roma so pretexto de completar sus estudios. La Ciudad Eterna es por entonces la capital de las artes. Desaparecidos los grandes maestros del Renacimiento, la pintura lanza allí sus últimos grandes destellos con Caravaggio, Guido Rení, los Carracci y unos cuantos más. Con sus pasiones y sus disputas, la vida artística romana conserva aun todo su esplendor.En 1603 el duque de Mantua encarga a Rubens que acompañe un cargamento de regalos que debe entregar al rey de España, Felipe III, y a unos cuantos personajes influyentes. Hay quienes ven en este viaje una misión diplomática. No es ésta la opinión de Rubens, quien se queja, con despecho, de no haber podido siquiera saludar al monarca. Aun así, le cabe la compensación de pintar el retrato ecuestre del primer ministro, el todopoderoso duque de Lerma.

De nuevo en Italia, se esfuerza denodadamente por quedarse en Roma, mientras el duque de Mantua reclama su vuelta. En 1608, tras recibir noticias de la mala salud de su madre, sale de Roma “a toda prisa”, como él dice, y sin esperar la autorización de su señor, a la sazón de viaje. El artista anuncia para pronto su retorno, pero la realidad es que nunca más volverá. Debe señalarse — detalle poco conocido — que ya el año anterior el archiduque Alberto de Habsburgo, gobernador de los Países Bajos españoles, había pedido a Vicente 1 que concediera a Rubens permiso para ir a Amberes a resolver algunos asuntos y que el duque contestó negativamente. Sin duda es éste un primer intento — fallido — de liberarse de Mantua. Se han conservado algunas de las obras que Rubens ejecutó durante sus ocho años de estancia en Italia. Der gran tríptico La Santa Trinidad adorada por Vicente de Gonzaga y su familia quedan El bautismo de Cristo, La Transfiguración y dos fragmentos del lienzo central, mutilado en el siglo XVIII (uno en la Academia de Mantua, el otro en la de Viena). Se conservan también el tríptico pintado en pizarra para la iglesia Santa María de Vallicella, La Virgen adorada por los santos, Lucha de San Jorge con el dragón (Museo del Prado) (Véase nuestra portada) y varios retratos: el de La marquesa Brigida Spinola Doria (National Gallery, Washington) y los de otras nobles damas, así como de algunos hombres, como el curioso Mulay Ahmed del museo de Boston.


Fuentes

  • El Correo de la UNESCO junio de 1977