Síndrome del intestino irritable

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Síndrome del intestino irritable
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El síndrome del intestino irritable (SII) es un complejo sintomático diagnosticado a menudo que incluye dolor abdo- minal, distensión, alteración del hábito intestinal, flatulencia excesiva y sensación de evacuación intestinal incompleta.
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Agente transmisor:Diversos estímulos, estrés, comidas.
Región de origen:Intestinos
Región más común:Intestinos
Vacuna:Farmacoterapia

Síndrome del intestino irritable. Se trata de un trastorno frecuente y molesto responsable hasta del 50 % de las consultas a gastroenterólogos. Entre los términos sinónimos se incluyen colon irritable, colon espástico y colitis mucosa, aunque en la actualidad suele considerarse que está relacionado con un trastorno motor en todo el intestino como consecuencia de diversos estímulos, incluyendo estrés y comidas. El SII es un proceso benigno que no tiene ningún elemento inflamatorio ni anomalías anatómicas. La edad media es de 35 años, pero también se presenta en niños y ancianos. Los pacientes pueden presentar signos asociados de ansiedad, depresión y somatizaciones.No se ha comprobado que el SII sea una enfermedad psiquiátrica, aunque puede comportar el riesgo de cierta morbididad psiquiátrica secundaria.

Presentación clínica

Una anamnesis minuciosa tiene una importancia fundamental en el diagnóstico diferencial entre este trastorno “funcional” y otras enfermedades orgánicas y en la prevención del uso excesivo de pruebas diagnósticas de elevado coste.

Clásicamente los pacientes se presentan con un historial de dolor cólico mal localizado en la mitad inferior del abdomen, sin ninguna localización específica. El dolor suele aliviarse con la defecación o se asocia a un cambio en la frecuencia o consistencia de las heces. Los pacientes también presentan antecedentes de alteración de la defecación que pueden incluir estreñimiento, heces sueltas, evacuación de moco, esfuerzos al defecar, urgencia o una sensación de evacuación incompleta.

A menudo se evacuan varias deposiciones diarreicas de escaso volumen a primeras horas de la mañana, sin recidivas durante el día. La diarrea puede alternar con estreñimiento o evacuaciones normales. Un historial de diarrea nocturna, incontinencia fecal o la presencia de sangre debe sugerir la posibilidad de otras enfermedades. No debe menospreciarse la posibilidad de abuso de laxantes.

Debido a que el SII es un trastorno generalizado del tracto gastrointestinal, los pacientes pueden manifestar otros síntomas distintos, incluyendo pirosis, náuseas,dispareunia, nicturia, lumbalgia o dolor en el muslo. El conocimiento de los síntomas y la seguridad de que éstos se asocian al SII y no a ninguna enfermedad grave puede ayudar a los pacientes a afrontar la enfermedad.

También es importante averiguar los factores de estrés en la vida del paciente que agravan los síntomas, incluyendo alimentos específicos, distrés emocional o problemas físicos.

Diagnóstico

La clave del tratamiento con éxito es un diagnóstico cuidadoso. La exploración física suele ser normal, aunque en algunas ocasiones se produce una sensibilidad dolorosa a la palpación a lo largo del trayecto del colon en el cuadrante inferior o en el flanco izquierdo. El dolor abdominal asociado a espasmo a menudo se desplaza o desaparece con la presión constante, mientras que el dolor característico de la inflamación aumenta con la palpación.

El paciente que no responde con facilidad al tratamiento sintomático o el que presenta riesgo de enfermedad gastrointestinal (GI) debido a la edad o a antecedentes familiares debe someterse al menos a algunas evaluaciones iniciales de laboratorio: hemograma completo, análisis de huevos, parásitos y sangre en heces, proctosigmoidoscopia y enema opaco.

En presencia de síntomas no colónicos debe considerarse la posibilidad de efectuar un tránsito esofagogastroduodenal con seguimiento en intestino delgado y estudios ecográficos adecuados. También es preciso tener en cuenta la posible presencia de disfunción tiroidea, deficiencia de lactasa y el raro síndrome carcinoide. La colonoscopia añade escasa información al diagnóstico del SII, excepto cuando las radiografías requieren alguna aclaración.

Tratamiento

El tratamiento suele ser muy individualizado y dirigido hacia la reducción de los síntomas y de la ansiedad secundaria. Un abordaje tranquilizador y positivo contribuye al desarrollo de una intensa afinidad entre paciente y médico. Una simple explicación de que no existe ninguna anomalía importante, de que el intestino está “algo bajo de tono”, y que los síntomas pueden controlarse ocasiona a menudo una importante remisión de los mismos.

Las restricciones dietéticas no suelen ser necesarias, excepto advertir a los pacientes que eviten los alimentos que se sabe provocan síntomas (p. ej., leche en el paciente con deficiencia de lactosa). Los pilares fundamentales del tratamiento son agentes que aumentan la masa fecal (p. ej., productos con semilla de psyllium y salvado natural) y antiespasmódicos (p. ej., sulfato de hiociamina y diciclomina).

La loperamida puede reducir con eficacia la urgencia fecal y el número de evacuaciones en los pacientes con diarrea persistente. En algunas ocasiones los antidepresivos tricíclicos son útiles contra la forma diarreica del SII, debido a su efecto anticolinérgico, pero los fármacos psicotropos suelen utilizarse sólo cuando existe un trastorno afectivo coexistente definido.

En general, la farmacoterapia se reserva para el paciente que no mejora con el tratamiento tranquilizador y conservador. La supervisión, recomendaciones, tranquilización y apoyo continuados a través de visitas periódicas en la consulta contribuyen a suscitar en el paciente confianza en la asistencia que se le proporciona. El médico también debe permanecer alerta ante el hecho de que los pacientes con SII son tan vulnerables a la enfermedad orgánica como cualquier otra persona.

Fuentes

  • Geurrant RL, Bobak DA. Bacterial and protozoa gastroenteritis. N Engl J Med 1991; 325: 327-40.
  • Gorbach S. Bacterial diarrhea and its treatment. Lancet 1987; 2: 1378-82.
  • Olsen WA. A pathophysiologic approach to the diagnosis of malabsorption. Am J Med 1979; 67: 1007.