Trova en Santa Clara

Trova en Santa Clara
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Concepto:En la ciudad de Santa Clara existió un fuerte movimiento de trovadores tradicionales.

En la ciudad de Santa Clara, en el centro de Cuba, existió un fuerte movimiento de trova tradicional cubana.

La trova en Santa Clara. Género musical cuyo desarrollo en Santa Clara comenzó a finales de la década de los 4O del siglo XX, y enriquece culturalmente a esa ciudad.

Raíces de la trova en Santa Clara

Radamés Giro comentó en su libro Leo Brouwer y la guitarra en Cuba, cómo en 1722 existían en la villa de Santa Clara, pequeños grupos de guitarras y bandolas para gran regocijo de la población.

Agrega además que con el transcurso del tiempo, en esa ciudad no se generó un fuerte y auténti­co movimiento trovadoresco, sin embargo esta se convirtió en una importante plaza para trovar.

La cercana Sancti Spíritus, con su peculiar ambiente, tuvo que haber sido receptora de la influencia de la trova santaclareña; y no pocos de sus aficcionados y otros del resto de la Isla pasaron por allí e hiceron sus descargas.

Hacia finales de los años 40 del siglo XX, un grupo de trovadores se reunía en una casa de la calle San Pablo. De ese sitio partían luego, en largas farras, encabezadas en muchas ocasiones por el inolvidable Panchito del Real, conocido como "El Pamperito".

Terminada la década, la trovadora Ela O'Farry se desta­caba con excelentes composi­ciones, y una manera particular de tocar la guitarra, con complicaciones armónicas y acentos clásicos. También, en ese período, Benito Vargas puso una guitarra, en manos de la joven santaclareña Teresita Fernández.

A mediados de los años 50, maduró en esa ciudad un fenómeno musical, aún virgen en su estudio y valoración: la canción filing. Este género, urgido en la capital cubana, tenía rasgos muy propios y contó con desta­cadas figuras como: Rigoberto Casañas, Ricardo Mederos, Nelson Hernández y Esteban Riego.

Todos ellos estuvieron bajo la dirección del prolífero Gustavo Rodríguez. Este movimiento se extendió hasta finales de los años 60, cuando comenzó a languidecer.

Surgimiento de la Nueva Trova

En esta época surgió, propagó y fortaleció rápidamente el movimiento de la Nueva Trova. Coincidieron además, en Santa Clara, varios cantautores procedentes de todo el territo­rio provincial, que comprendía las regiones de Cienfuegos y Sancti Spíritus. Algunos de esos artistas fueron: Mario Crespo, Lázaro García, Juan Campos, Ángel Cristóbal, los hermanos Novo, el dúo Escambray. Luego se unieron Jorge Gómez, María Cristina Alemán, Marta Lisy y otros. La obra de estos cultores, fue promovida por el programa "Con la misma guitarra", de la emisora villaclareña CMHW.

La posterior división político-administrativa disper­só a este grupo. Cayó entonces la nueva trova local, en un marasmo del que vino a salir a mediados de los años 80. En esos años surgieron nuevas figuras, bajo el incentivo de una es­pecie de resignificación del movimiento, que comenzó con una canción, en torno a la existencia íntima del hom­bre, más distante de los asuntos épicos de otros tiempos.

De esta época provienen músicos como Amaury Gutiérrez, Julio Fowler y Carlos Gutiérrez, quienes lograron revitalizar a la nueva canción en el centro de la Isla. Es así como se generó todo un movimiento cultural, al que se unieron otros músicos, artistas plásticos y poetas, en populosas peñas en el Museo Provincial de Villa Clara, El Mejunje, y luego el Museo de Artes Decorativas.

A inicios de los años 90, la nueva trova en Santa Clara cayó bruscamente en un estado de precariedad. El salto de Amaury Gutiérrez hasta la nómina del grupo Afrocuba, y la transición de Carlos Trova y Julio Fowler, en intereses más comerciales, rumbo al occidente del país, dejaron un imprevisto vacío. En las últimas peñas se escu­chaba al adolescente Rolando Berrio, admira­dor de Amaury, que pronto pasó a ser su alumno y here­dero de esa forma fresca de tomar la escena y abordar temas inusitados, además de inevitables giros vocales comunes. Berrío asumió la responsabilidad de con­tinuar este estilo composicional en la ciudad de Santa Clara; hasta que en 1992 se encontró con Levis Aleaga y Raúl Cabrera, condiscípulos en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela. Estas personas decidieron unirse en un trío con el nom­bre de Enserie.

Principales exponentes de la Nueva Trova

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Desde su aparición, el trío cautivó, en primer lugar, por el asombro de la novedad y luego por la madurez con que presentaba su trabajo; pues se abrió con cantidad de composiciones terminadas. Esas escrituras fueron el fruto de la creatividad de sus inte­grantes.

La producción de Enserie asumió y recreó los más populares géneros y estilos de la música cu­bana. Este grupo jerarquizó en sus composiciones los elementos cam­pesinos, soneros, afro, la trova tradicional y el filing. Sus creaciones se caracterizaban por la profu­sión metafórica y riqueza temática. Cada composición fue asumida como propia e interpretada mediante originalísimos arreglos vocales, lo que contribuyó notable­mente a la comunicación con el público.

Una vez desintegrado el trío, Roly Berrio se convir­tió en uno de los más prolíferos y auténticos compositores de Cuba. Esto sitúa su obra en dos vertientes de igual categoría: una especie de trova bufa de altos quila­tes que tiene entre sus pautas referenciales más notables a Ñico Saquito, Miguel Matamoros y Pedro Luis Ferrer; y otra faceta del filing, tal vez menos advertida, pero sumamente sólida. Esto contribuyó a hacer de este poeta, un continuador legítimo de la composición reflexiva de corte existencial amoroso. Sus presentaciones adquirieron cada vez una dramaturgia musical más osada, de gran poder expresivo, donde con­fluyeron todas sus potencialidades.

En el momento en que apareció Enserie, en el pro­pio Instituto Pedagógico, Alain Garrido sobresalió con composiciones fusionadoras del rock, con el bolero y canción en las que se combinaban temas de cuidada poesía en un profundo espectro temático. Con el tiempo ese artista ha enfatizado su interés por mantener su música en la rítmica cubana, llevarla al formato tradicional con preferencia por lo acústico; sin desdeñar, en el sentido melódico, los giros propios del mejor pop y el rock.

Por su parte, en la Universidad Central de Las Villas, Diego Gutiérrez empezó a destacarse con una crea­ción trovadoresca que, partiendo de giros comunes en la época, abordaba de modo diferente los acor­des de la guitarra, con una voz noble de singular atrac­tivo. Fue así como logró una gran popularidad mediante textos llenos de referencialidades y asuntos ecuménicos, mues­tra de una gran preparación intelectual. Este rasgo ha se­guido signando su obra. En su evolución se han ido haciendo más complejos los arreglos de sus composiciones, por lo que es habitual verlo acompañado de formatos más amplios.

En cambio otro trovador, Leonardo García llegó a intereses trovadorescos bajo la influencia de Alain y Diego, en el ambiente que ellos, y el trío Enserie mantenían de forma permanente por la ciudad y en la misma universidad, donde era estudiante. También en corto tiempo, Leonardo logró completar una obra sólida, marcada en sus inicios por la guajira y el son. Luego se abrió hacia otras posibilidades musicales con textos de hermosísima factura y preocupaciones sociales, marcados por otros referentes temáticos. Su voz se caracteriza por ser clara y de timbre apasionado, puntualmente acompañada por una eficiente ejecución guitarrística.

Casi al unísono con Leonardo y en los mismos predios se dió a conocer a Raúl Marchena. Aunque con menos dedicación autoral, Marchena se muestra en cada aparición con mu­cha fuerza interpretativa, estilo atrevido y voz impositiva, utilizada para decir textos en tos, que se ocupan de asuntos existenciales pero más puntuales en el entorno social. Sus temas destacan el rayado y el rasgado, lograndóse atmósferas ubicadas entre acentos rockeros y el folklor latinoamericano.

Yuníor Navarrete, un cienfueguero que recibió formación musical en Santa Clara, ha encontrado un puesto entre los demás trovadores, haciendo composiciones que recrean crónicas de metaforización anárquica y abordan la tradición. Sus mejores momentos los alcanza cuando más se acerca a cierta atmósfera de trancisión, en el lenguaje y en la música, aunque detrás se note siempre un acento lírico.

Después de consolidado este grupo de artistas, apareció Michel Portela con otras in­fluencias; pero no muy distante en su quehacer del resto de sus compañeros. Su voz posee suave dramatismo, canta con efectiva empatía. En sus últimas propuestas se le ve más libre, tanto temática como musi­calmente. Esto ha contribuido a refrescar el público, pues por su edad representa intereses de otra generación.

Yordán Romero llegó casi a la par de Portela, también procedente del medio universitario. Romero, salido de la timidez inicial, muestra avances palpables, a lo que ha contri­buido, sin dudas, su cercanía con Alain, Diego y Leonardo. Sus hallazgos vocales, lo van llevando con seguridad hacia otras búsquedas musicales con composiciones que tienen cierta gracia pegajosa.

Yaíma Orozco es la única muchacha en la trova san­taclareña, que con osadía y frescura ha llamado la atención de los acostumbrados trovófilos. Es dueña de una voz de amplio registro, do­minio técnico y atractivo color. Sus canciones, de buen acabado, se mueven desde los géneros tradicionales cu­banos, como el son, el bolero, el danzón y la guajira, hasta los más cercanos al pop internacional. Aferrada a la guitarra se exige y logra, con un discurso particular, un puesto entre los demás, con todos los derechos que le da su intelecto.

No obstante la diversidad de propuestas, tiene esta trova un rasgo aglutinado/que la distingue: su incursión por cauces contiguos al movimiento poético villaclareño, uno de los más vitales del país. Consciente o no, es evi­dente la intervención en el gusto de los compositores de la métrica poética y la manera profusa que tiene la lírica por acá. Además, musicalmente, los temas reflejan cierta paz. A pesar de las búsquedas, hallazgos armónicos y alcances decisivos en la rítmica, no hay desmesura ni extremos gratuitos (tan en boga); y se ha ido perfilando así un fenómeno mar­cado esencialmente por la espiritualidad bohemia de esta urbe.

El grupo, pues, que se dobla sobre sus guitarras por los rincones de Santa Clara y que tiene su nido más pródigo en la trova constituye una aportación decisiva a la continuidad trovadoresca cubana.

Referencias bibliográficas

Fuentes

  • Castañeda, Alexis (2009): La sencillez sangrante. Santa Clara: Editorial Capiro, 2009.