Un drama terrible (texto de José Martí, 1887)

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Un drama terrible
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Textos Martianos Breves
Editorial:Editora Política
ColecciónCentros de Estudios Martianos
EdiciónEla López Ugarte y Lucía Valle Hidalgo
Diseño de cubiertaOrlando Díaz Díaz
Primera edición1987
PaísCuba Bandera de Cuba Cuba
Notas
Selección, presentación y notas del Centro de Estudios Martianos


Un drama terrible. Textos de Martí sobre hechos históricos en la sociedad estadounidense. Reproducen la honrada y germinadora evolución de su pensamiento con respecto al tema. Cuaderno preparado como homenaje a las victimas que la represión capitalista de los Estados Unidos cobró al movimiento obrero de ese país en 1887.

Presentación

Martí pensó una revolución de liberación nacional para dos islas –Cuba-Puerto Rico- todavía entonces sometida al colonialismo español; y dirigida a garantizar el desenvolvimiento, en libertad y progreso, de una vasta región –que él mismo llamó nuestra América- aherrojada hasta escasos años antes de que el status colonial y amenazada y agredida ya por las pretensiones estadounidenses, a las cuales el Maestro oponía su proyecto de emancipación de las antillas. Pero, como se ha dicho, su perspectiva alcanzó una extraordinaria modernidad debido al hecho de que pensó su programa revolucionario, por largo tiempo y en la etapa de su mayor radicalización, desde los Estados Unidos, que no solo constituían un peligro para nuestra América toda, sino que también experimentaban internamente un violento proceso de contradicciones sociales, acorde con la gestación, en su territorio, del paso del régimen de capitalismo de "libre" concurrencia al estadio imperialista del sistema.

Entre los acontecimientos de la sociedad estadounidense que de manera más ostensible contribuyeron a la radicalización del pensamiento martiano, se distinguen los que, ocurridos en Chicago entre 1886 y 1887 como expresión de las convulsiones sociales del país norteño en su conjunto- "Los sucesos tremendos han sido en Chicago; pero el alzamiento es en toda la nación", escribió Martí en su primera crónica sobre esos hechos-, son especialmente recordados por la humanidad cada Primero de Mayo, desde el Congreso de la Segunda Internacional celebrado en París en 1889, decidió establecer esa fecha –en homenaje a los mártires de Chicago- como Día Internacional de la Solidaridad de los Trabajadores.

El presente volumen reproduce –íntegramente, aunque en algunos irrumpen otros asuntos- los textos que Martí consagró a esos hechos. Son páginas que muestran la honrada y germinadora evolución de su pensamiento con respecto al tema, la cual halló expresión culminante en su crónica del 13 de noviembre de 1887, que suele designarse, acertadamente, con el primer subtítulo del sumario: "Un drama terrible", que da nombre natural a este cuaderno, preparado como homenaje a las víctimas que la represión capitalista de los Estados Unidos cobró al movimiento obrero de ese país en 1887. El asesinato legal de cuatro de los acusados, y el rebelde suicidio de otro la víspera del ahorcamiento de sus compañeros, tuvieron lugar más de un año después de los hechos que sirvieron de pretexto para el arresto y la posterior condena inmoral de los dirigentes obreros.

En la primera crónica, fechada en Nueva York el 15 de mayo de 1886, a escasos días de los disturbios de Haymarket, ocurridos el 4 de ese mes, el asunto es abordado como a distancia; y en la segunda, también fechada en Nueva York, pero el 2 de septiembre siguiente, Martí objeta los procedimientos anarquistas y la práctica de algunos de sus líderes, quienes muchas veces decían representar las ideas de Carlos Marx, aunque por vías que desde Europa también Federico Engels les recriminaba con sólidos argumentos. Por la misión histórica que teníaante sí, el revolucionario cubano estaba especialmente preparado para comprender, sobre todo, las tareas de la independencia y liberación nacionales. Tenía incluso reales motivos para desaprobar muchos de los actos del anarquismo estadounidense, movimiento que, dicho sea de paso, no ha dado allí, ni en parte alguna, los grandes frutos que la clase obrera merece alcanzar. Hasta contaba con la posibilidad de que el régimen eleccionario de ese país propiciara una reforma apreciable en la sociedad, y veía en la inmigración europea una de las fuentes de conflicto. Pero nada de ello significa que aceptara la realidad social que, basada en la injusticia, promovía el descontento de los trabajadores y conducía a la violencia anarquista. En la misma primera crónica sostiene que las razones que las razones determinantes de los sucesos que por aquellos días alcanzaban clímax beligerante en los Estados Unidos, eran las mismas en toda la nación:

La concentración rápida y visible de la riqueza pública, de tierras, de vías de comunicación, de empresas, en una casta acaudalada que legisla y gobierna, ha provocado la concentración rápida de los trabajadores, quienes solo apretándose en liga formidable, que a un tiempo deje apagar los fuegos de los hornos y crecer yerba en las ruedas de las máquinas, puede oponer con éxitos sus derechos a la altivez y descuido con que los miran los que derivan toda su riqueza de los productos del trabajo que maltratan.

También en ese texto habló elogiosamente de los que “tienen un odio santo a los que acumulan masas enormes de riqueza pública, y las leyes defectuosas que amparan el estancamiento en unas cuantas manos de la propiedad que debe circular entre todos, y principalmente entre los que producen, de una manera más equitativa”; y expresó admiración hacia “aquellos a quienes devora el alma iluminándola, el sagrado bochorno de ver que hay hombres humillados y hombres que humillan”. Ya en 1884 había denunciado en los Estados Unidos “el monopolio está sentado, como un gigante implacable, a la puerta de todos los pobres”; y en el texto que ha venido citándose, definió así la sociedad del monstruo norteño: “De una parte están los monopolios que acaparan: de otra parte tienen que estar todos los que sufren de ellos.”

Se ha dicho, con razón, que los criterios del periodista que redactaba en Nueva York, acerca de los hechos ocurridos en Chicago, crónicas basadas informativamente en los diarios que llegaban a sus manos, podían también influir los puntos de vista divulgados por una prensa cuyos tortuosos rejuegos con los poderosos él mismo denunció y reprobó. Con ello –y a partir de los textos de Martí ya incluidos en sus Obras completas- solía explicarse la necesidad de rectificación que, a propósito de sus opiniones, vertida sobre los sucesos de Chicago en 1886, evidencia, la manera inocultable, “Un drama terrible”, que lleva la fecha del 13 de noviembre de 1887 y fue escrita a raíz de la muerte de los anarquistas asesinados. Pero el hombre que echó su suerte con los pobres de la tierra, no necesitó el transcurso de más de un año para encauzar con acierto, y a pesar de la tendenciosa propaganda que prevalecía en los Estados Unidos contra el movimiento obrero, su valoración acerca de tan significativos acontecimientos. Una investigación protagonizada y dirigida por el eminente poeta y crítico literario nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez, fallecido en 1895, revelo que el 17 de octubre de 1886, cuando aún no había aparecido – en el periódico La Nación, de Buenos Aires- la segunda crónica de Martí sobre el tema –la cual se publicó en ese periódico el 21 siguiente-, ya el autor ponía fecha de a una tercera sobre dichos sucesos, que se editó en el Partido Liberal, de México, el día 7 del mes siguiente, y está regida por la solidaridad de los anarquistas. No ha de ser casual que el texto, donde el autor evidencia prisa por rectificar, implícita pero decididamente, sus criterios al respecto, comience con palabras que, además de sugerentes en sí mismas, son –como señala el propio Martí- las que ¡parecía decir ayer a los que observaban de cerca” una reunión obrera en Nueva York: “Santo es el mismo crimen, cuando nace de una semilla de justicia, el horror de los métodos no basta en los delitos de carácter público a sofocar la simpatía que inspira la humanidad de la intención. “El verdadero culpable d un delito no es que lo comete, sino el que provoca a cometerlo.”

Para entonces, en la misma Nueva York ya había desplegado su labor divulgativa a favor de los obreros procesados, un personaje que en gran medida acaparó la atención de Martí en la crónica hallada por Mejía Sánchez. Se trata de Lucy Parsons, la esposa de Albert Parsons, quien había tenido un gesto que Martí alabaría en “Un drama terrible”: la policía no lo capturó, sino que él mismo se presentó “espontáneamente en el tribunal a compartir la suerte de sus compañeros”. De una reunión pública durante la cual Lucy Parsons habló en Nueva York, Martí anotó en el texto del 17 de octubre de 1886:

Ayer mismo se asistió en Nueva York a una escena de interés penetrante y extraordinario. En ninguna iglesia de la ciudad hubo ayer domingo un sacerdote más ferviente; ni una congregación más atribulada, que en Clarendon Hall, el salón de los desterrados y los pobres. Pugnaba en vano la concurrencia de afuera por entrar en la sala atestada, donde hablaba a los anarquistas de Nueva York, alemanes en su mayor parte, la Lucy Parsons, la esposa de uno de los anarquistas condenados en Chicago a la horca.

Es probable que Martí asistiera a la cita del Clarendon Hall, “el salón de los desterrados y los pobres” que había escogido en 1885 para una reunión de cubanos. En todo caso, es evidente que las opiniones de Lucy Parsons hallaron una fértil resonancia en su pensamiento, y que su artículo de entonces revela una mayor meditación acerca del tema, en lo que debieron serle útiles distintas fuentes de información, como la ofrecida por la fervorosa oradora, de cuyo don de elocuencia trazó una caracterización que podía aplicársele a él mismo: “más que del arte natural con que gradúa y acumula sus efectos, le viene su poder de elocuencia de donde viene siempre, de la intensidad de la convicción”.

En los primeros escritos había condenado la desigualdad social que imperaba en los Estados Unidos, y, al mismo tiempo, había objetado los métodos que utilizaban los anarquistas, así como diversos errores de sus dirigentes; pero en el texto que no figura en sus obras completas reflejó, del siguiente modo, el amañado juicio que se le seguía a los obreros apresados: “¡Ah, no: no es la rama donde debe de matarse el crimen, sino en la raíz. No es en los anarquistas donde debe de matarse el anarquismo, sino en la injusta desigualdad social que lo produce.” Sobre esa raíz volvió con particular claridad, en la crónica titular de la presente selección. Dijo que incluso allí “en el Oeste recién nacido”, donde no ponía “tanta traba a los elementos nuevos la influencia imperante de una sociedad antigua como la del Este” –que tuvo por núcleo las Trece Colonias-, “la misma rapidez asombrosa del crecimiento, acumulando los palacios de una parte y las factorías, y de otra la miserable muchedumbre, revela a las claras la iniquidad del sistema que castiga el más laborioso con el hambre, al más generoso con la persecución, al padre útil con la miseria de sus hijos”.

Si en sus primeros juicios sobre el heterogéneo y no escasa veces confuso movimiento obrero estadounidense, expresó confianza en la posible utilidad del régimen eleccionario de ese país como vía para procurar transformaciones sociales, el proceso contra los anarquistas, dominado por los intereses del capitalismo, que se beneficiaba del “hambre de los útiles”, mostró al luchador cubano la ineficacia d un sufragio gobernado por un sistema inicuo. No habían transcurrido cinco meses desde el asesinato judicial de los anarquistas, y ya afirmaba:

Se ve que no basta las instituciones pomposas, los sistemas refinados, las estadísticas deslumbrantes, las leyes benévolas, las escuelas vastas, la parafernalia exterior, para contrastar el empuje de una nación que pasa con desdén junto a ellas, arrebatada por un concepto premioso y egoísta de la vida. Se ve que ese defecto público que en México comienza a llamarse el “dinerismo”, el afán desmedido por las riquezas materiales, el desprecio de quien no las posee, el culto indigno a los que la logran, sea a costa de la honra, sea con el crimen, ¡brutaliza y corrompe a las repúblicas!

Si en los primeros momentos –entorpecida su visión por los propios errores de más de un dirigente anarquista llegado de Europa- consideró que la inmigración europea había trasladado a los Estados Unidos preocupaciones y métodos de lucha que tal vez no fueran necesario en el país norteamericano, en “Un drama terrible”, después de haber visto más a lo hondo del problema, dio jerarquía de párrafo a esta conclusión: “¡América es, pues, lo mismo que Europa!”; y cuando en 1894 fue a dar inicio, en el periódico Patria, a una sección creada para divulgar “La verdad sobre los Estados Unidos sentenció:

no augura, sino certifica, el que observa cómo en los Estados Unidos, en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan; en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia, y renacen, amenazantes, el odio y la miseria. Y no cumple con su deber quien lo calla, sino quien lo dice.

La realidad estadounidense no sólo propicio determinantemente el surgimiento de un temprano y precursor antiimperialismo en el pensamiento político de Martí, sino que también radicalizó su democratismo y su moderna universidad en el terreno social. El aprovechamiento de las lecciones que emanaba de aquella convulsa nación, no es ajeno al hecho de que en su programático ensayo “Nuestra América”, que se publicó en enero de 1891 y se inicia con estas palabras: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea”, el maestro señalara la tarea esencial e incumplida que los pueblos latinoamericanos debían acometer resueltamente para que su independencia política fuera realmente un cambio de espíritu y no de forma: “Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.”

Contenido

  • Correspondencia particular para El Partido Liberal
  • El proceso de los siete anarquistas de Chicago
  • Correspondencia particular en El Partido Liberal
  • Cartas de Martí

Autor

José Martí: Héroe Nacional de Cuba, fue un hombre de elevados principios, vocación latinoamericana e internacionalista; intachable conducta personal, tanto pública como privada y con cualidades humanas que en ocasiones parecen insuperables. Un cubano de proyección universal que rebasó las fronteras de la época en que vivió para convertirse en el más grande pensador político hispanoamericano del Siglo XIX.

Autor de una obra imprescindible como fuente de conocimientos y de consulta para todas las generaciones de cubanos y el contenido, estilo y belleza singular de los poemas, epistolario, artículos periodísticos, de todos los escritos y discursos que realizó lo sitúan como un intelectual de vasta cultura.

Fuente

Pérez J. M. Un drama terrible. Editora Política, Ciudad de La Habana: 1987.