América Latina en el siglo XX (libro)

América Latina en el siglo XX
Información sobre la plantilla
AmericaLat.jpeg
Breve análisis hasta 1970
Autor(a)(es)(as)William Legrá Hernández
Editorial:Oriente
ImprentaUrselia Díaz Báez
EdiciónArmando Rodríguez Gómez
Diseño de cubiertaMarta Mosquera
Primera edición1979
PaísCuba Bandera de Cuba Cuba

América Latina en el siglo XX. Texto que describe la historia de las luchas antiimperialistas en América Latina, comienzo del dominio del imperialismo yanqui, el odio que despierta sus violentas intervenciones en Nicaragua, Panamá, Cuba, Santo Domingo, Haití y México, entre otros. Un análisis breve hasta 1970.

Contenido

Introducción al siglo

Situación de América Latina antes del triunfo de la Revolución Cubana

A. Situación agraria

B. Guatemala

C. Bolivia

  • Situación de América Latina al triunfo de la Revolución Cubana
  • La Revolución Cubana
  • La Alianza para el Progreso (ALPRO)

Posición de Latinoamérica ante la Alianza para el Progreso

A. Préstamos

B. Reforma agraria

C. Ayuda Técnica

D. Democracia Representativa

E. República Dominicana

Conclusiones

El imperialismo yanqui comienza su dominio en América Latina en los momentos en que ésta parece despertar de un largo letargo, cuya parte más crítica es el siglo XIX; sin embargo, este comienzo, aún cuando parezca, no fue todo lo feliz que hubieran querido los norteamericanos, y no fue todo lo feliz porque desde el principio del siglo XIX en que Inglaterra impone su hegemonía, hasta el principio del siglo XX que la tratan de sustituir los Estados Unidos, ha habido muchos cambios en el mundo, la correlación d fuerzas ha cambiado mucho, la correlación de fuerzas entre las distintas clases de Latinoamérica también ha cambiado.

No es lo mismo la primera etapa en que Inglaterra no cuenta con rivales de consideración, y que además por su posición interesada ganó las simpatías de los patriotas latinoamericanos, en la etapa en que hay fuertes contradicciones imperialistas, a la etapa en que además este rico criollo latinoamericano ya cuenta con fuerte oposición por parte de la burguesía que en algunas regiones está saturada de nacionalismo y quiere avanzar y, por extensión, quiere hacer avanzar al país; que cuenta además con una pequeña burguesía combativa que, en determinado momento se erige en la abanderada del antiimperialismo. Por eso los Estados Unidos de Norteamérica no pueden penetrar sin violencia y al hacerlo, de inicio, predisponen a los latinoamericanos, con excepción de los ricos terratenientes que aún tienen las riendas del poder en las manos en más de un país.

De todos modos, si recelo despierta la entrada de EE.UU. en América Latina, odio despiertan sus violencias intervenciones en Nicaragua, Panamá, Cuba, Santo Domingo, Haití y México, entre otros. Los enfrentamientos no se harán esperar.

Un momento de duros enfrentamientos y de crisis lo fue la década de 1920 a 1930. América Latina, que había vivido una especie de “Vacas Gordas” durante la Primera Guerra Mundial tiene que enfrentarse a una violenta crisis que viene de los países desarrollados, pero a la vez, de otras partes del mundo, como ejemplo, de Rusia le llegan influencias que son armas ideológicas que usará en esta crisis. De allí las convulsiones de la sociedad latinoamericana. En esta década cuando surgen los primeros partidos marxistas leninistas, y en esta década se hace sentir también con todas sus fuerzas la pequeña burguesía, principalmente jóvenes estudiantes universitarios en pro de reformas en la enseñanza superior. Un ejemplo de combate de la pequeña burguesía lo fue el APRA, fundado por Victor Raúl Haya de la Torre, que aún cuando pasado el tiempo se convirtiera en partido reaccionario, en los primeros momentos (1924) tuvo un programa revolucionario, su jefe, por oportunismo que se destacó diez años después, se declaró marxista. No lo fue naturalmente, pero llama la atención que proclamándose tal, fuera tan atractivo para la izquierda latinoamericanas. Y como otro ejemplo a citar en esta década tenemos a Augusto César Sandino, que desde las montañas de Las Segovias amenazaba la prepotencia yanqui en América Latina.

Es decir, que el dominio yanqui no encontró una panacea, sino que desde temprano tropezó con fuerte resistencia, tanta, que en 1928 en la Conferencia de La Habana, los propios gobiernos latinoamericanos tuvieron que plantearle abiertamente a los yanquis una revisión de su política intervencionista, cosa que no lograron, pero que sentaron las bases para, en la Conferencia de Montevideo de (1933), rechazarla abiertamente.

Desde luego, la marcha del fascismo en Europa y sus pretensiones con América Latina, y la posibilidad de una nueva guerra alertan a los Estados Unidos a un cambio de método en su política interna y externa. Es entonces cuando proclaman su Política del Buen Vecino en la cual, si bien no afirman categóricamente su garantía de no intervenir, dejan abierta una posibilidad, además de que abandonan momentáneamente su apadrinamiento a la reacción latinoamericana y se inclinan hacia los reformistas latinoamericanos, lo que les trae muy buenos resultados. La Política del Buen Vecino entra en crisis al término de la Segunda Guerra Mundial, pero los Estados Unidos se hacen del liderazgo militar en América Latina a través del Tratados de Asistencia Recíproca (TIAR) firmado en Río de Janeiro en 1947, y afianzan su liderazgo político con la creación, dentro del llamado Sistema Panamericano, de la Organización de Estados Americanos (OEA).

No obstante, la crisis que deja la guerra le trae nuevos problemas como son el movimiento justicialista en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, la llamada Revolución Boliviana y de Guatemala. Todos son movimientos que se pueden enmarcar como movimientos de desarrollo nacional, que rechazan el capitalismo, no en los hechos, sino como sistema caduco. Lo pudiéramos citar como ejemplos de desarrollo nacional que no pretenden ir más allá de los postulados proclamados por Roosevelt en su política del “Buen Vecino”; pero que de una manera u otra tenían que golpear ciertos intereses extranjeros, principalmente norteamericanos, que no permitirían tales golpes. Los Estados Unidos de Norteamérica, valiéndose de sus incontables recursos dan al traste con estos movimientos.

Para los latinoamericanos, a mediados de la década de 1950, hay incertidumbre. Mientras la situación se agrava el camino parecía cerrarse. No puede haber intento sin contar con los Estados Unidos y, por ende, América Latina estaba condenada a morir de inanición, por cuanto, el desarrollo que necesita, los Estados Unidos no se lo va a permitir. Además, no puede rebelarse, pues los anteriores intentos han sido reprimidos, no han logrado avanzar nada. El fatalismo es el resultado de estos fracasos.

Estas son las conclusiones imperantes al triunfo de la Revolución Cubana que viene a resultar una especie de aldabonazo, una negación de la imposibilidad. Naturalmente que de inmediato los Estados Unidos comenzaron, primero a tratar de pulsar a sus dirigentes, convencidos de que este movimiento se salía del marco tradicional; lo sabotean tratando de utilizar sus recursos de subversión y de presión en todos los terrenos y, como que tampoco obtienen el res8ultado logrado con otros intentos anteriores, se deciden al ataque militar que fracasa; es decir, no pueden acabar con el ejemplo entonces aparece una nueva política del “Buen Vecino”, o sea, la “Alianza para el Progreso”.

La “Alianza para el Progreso” obtiene éxitos momentáneos, por lo menos en el orden subjetivo, pero objetivamente va de fracaso en fracaso, deja de ser la varita mágica. Este proceso se acoge de tres maneras: los revolucionarios, que no creían en ella, confirman su criterio; la reacción, que la rechaza porque ve en la misma una “revolución” impuesta por los Estados Unidos –que creen ver afectados sus intereses y se alegran de que así sea-, y de los elementos que de buena fe creyeron que la misma era la solución a los problemas latinoamericanos, el contén al surgimiento de “nuevos Castros”, sufren un desencanto.

¿Qué hacer? Algunos se inclinan firmemente por criticar las causas del descontento popular. Otros, más reaccionarios, se inclinan por resolver el problema a base del terror. En el primer caso podemos situar a Panamá y Perú. En el segundo a los gorilas brasileños y a Uruguay.

  • Perú
  • Brasil

Fuentes

  • Legrá, W. América Latina. Siglo XX. Editorial Oriente, Santiago de Cuba: 1979.