Autoestima Infantil

Autoestima Infantil
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Clasificación:Instancia reguladora de la personalidad

Autoestima Infantil. La autoestima, como instancia reguladora de la personalidad, unifica y guía la conducta humana. Esta es una idea clave en la concepción que autores de corte humanista, como Maslow y Rogers, tienen sobre el concepto de sí mismo.

Autoestima

Se encuentra una gran variedad de términos que se emplean indiscriminadamente para aludir la autoestima como autoconfianza, autorrespeto, autoevaluación, autoaceptación, autovalía, autoimagen, autopercepción, etc. La dificultad para definir la autoestima se encuentra en la variedad de procesos y elementos que conforman su existencia, los cuales actúan de manera dinámica, tanto en el interior del niño como de éste con su medio. La autoestima es una formación esencial en el desarrollo de la personalidad, y como tal su estudio es complejo y desafiante.

Diversas definiciones

James, Cooley y Mead, desde la perspectiva del interaccionismo simbólico, afirmaron que la autoestima “surge sólo de la interacción con otros y refleja las características, expectativas y evaluaciones que otros dan a la persona: es el self espejo” (Rogers (1067, P. 12)
Define la autoestima como “Un conjunto organizado y cambiante de percepciones que refiere el sujeto”, y señala que el sujeto se reconoce como descriptivo de sí y que el percibe como datos la identidad. (Oñate, 1989, p. 17). En otras palabras, el proceso de autoconocimiento conduce al niño a percibirse de la manera que cree que los demás le ven, por tanto, el autoconcepto es esencialmente una estructura social, que se desarrolla en la experiencia social.

Desde el punto de vista psicológico, (Sullivan) profundizando en el estudio del proceso interpersonal que da origen al autoconcepto, desarrolló una teoría sobre la función del feedback (la retroalimentación) de los otros en la construcción del yo. Un aspecto importante de su teoría es que, según Sullivan, no todas las personas tienen la misma capacidad de incidir en la conducta del niño, pues existe cierta selectividad en la disposición para recibir mayor cantidad y calidad de información de unas personas que de otras; a los que ejercen mayor influencia los llamó “los otros significativos”, e incluso, precisó que dentro de este grupo existen otros más significativos.

La psicología proveniente de la concepción histórica-cultural, guiada por los aportes de Vigotski sostiene como ley de desarrollo psicológico que toda conducta tiene dos niveles de aprendizaje, primero en el plano de lo interpsicológico (externo), después en el plano intrapsicológico (interno). Enmarcando así la relevancia que tienen las interrelaciones del niño con su medio, pues éste es un ser eminentemente social (Wertsch, 1988).

Dentro de la concepción histórico-cultural a la representación o el concepto que elabora el niño sobre su propia persona se le denomina autovaloración (Domínguez, 1999). El concepto de sí mismo o autoestima es la expresión de la autovaloración que realiza el sujeto, sin embargo, la autovaloración es un concepto más amplio que no se reduce a la autoestima (Roloff, 1982). La autovaloración, como valoración del individuo, de sus cualidades físicas, psicológicas y morales, así como sus intereses y capacidades “no es una simple deducción intelectual de la autoobservación, sino una compleja elaboración, en que se expresan en forma activa los principales intereses y motivos de la personalidad” (González R., 1982, p.5).
Existen varios conceptos de autoestima, pero sin embargo todos coinciden en una idea central, conocerse a sí mismo. Es la función de velar por uno mismo, es autodefenderse, valorarse, autoetimarse y autoobservarse. La autoestima es aprender a quererse, respetarnos y cuidarnos. Depende esencialmente de la educación en la familia, la escuela y el entorno. Constituye una actitud hacia sí mismo.

Se considera que la autoestima se forma como expresión del la autoconciencia del sujeto, a partir de la interacción de éste con el medio humano y material que le rodea. El impacto de sus interacciones, en la formación de la autoestima, está en dependencia de lo significativas o no que sean las personas con quienes se llevan a cabo. Por otro lado, aunque su proceso de formación conlleva al interior del niño la intervención del componente cognitivo, éste implica la consecuente participación del componente afectivo.

James afirma que las imágenes mentales que los otros tienen sobre la persona se reflejan en ella, siendo incorporados en la formación de su autoestima; por lo tanto, la persona tiene tantos selfs sociales como cuantos son los individuos que lo reconocen y generan en su mente una imagen de él.
Es importante agregar que este autor en sus investigaciones realizadas a finales del siglo XIX, hizo una diferencia entre autoconcepto y autoestima, sin embargo con el tiempo este tema no fue retomado hasta la década de los 80.
Mead, continuador de James, consideró la autoestima como multidimensional, ya que habría tantas dimensiones como roles que desempeña el sujeto a lo largo de su vida, y jerárquico, pues unas autopercepciones tendrían mayor importancia que otras y, a partir de ello se les daría un orden jerárquico (Oñate, op.cit.).

Generalidades de la autoestima

¿Quién soy?, ¿cómo soy?, ¿qué me gusta de mí?, ¿para qué soy hábil?, ¿qué le gusta a la gente de mí?, ¿a otros les agrada mi compañía?, ¿qué es lo que más disfruto hacer?, ¿me creo capaz de aprender?, ¿qué me gustaría llegar a ser?

Preguntas como éstas están en la base del autoconocimiento de toda persona, un autoconocimiento que se inicia con la vida y cuyo proceso abarca todo el ciclo vital.
Preguntas como éstas también surgen en el niño al interactuar con su entorno y sus respuestas le ayudan a conocerse y comprenderse, así como al mundo en que vive.¨

Así como a una persona le lleva tiempo y esfuerzo responder de manera clara y precisa a tales preguntas, la Psicología también ha requerido un tiempo suficiente y necesario para poder ofrecer aproximaciones cada vez más certeras sobre cómo elabora, cómo está constituida, cuáles son sus mecanismos de funcionamiento, y para qué sirve la imagen que el niño se forma de sí mismo, es decir, su autoestima.

Fuentes de la autoestima

Para iniciar este punto es necesario plantear un concepto introducido por Vigotski a la psicología histórico-cultural, el cual parte de que para comprender la influencia del medio en la formación de las particularidades del niño según su edad, se deben considerar tanto los cambios ocurridos en el medio como los cambios ocurridos en el propio niño. A esta combinación entre los procesos internos y las condiciones externas, que es típica de cada etapa de desarrollo le llamó “situación social de desarrollo” (Bozhovich, 1976, p. 99).

El rol de la familia y de la escuela es básico en la conformación de la situación social del desarrollo del niño, pues ésta no sólo se determina por las exigencias históricamente formadas por el medio social, sino además, por las exigencias planteadas al niño en contextos concretos con condiciones de vida, objetivas subjetivas y específicas.
Por tanto, es de vital importancia en el estudio de procesos internos de la persona, y en este caso del niño, considerar las condiciones de su educación dentro de la familia y la escuela como contextos donde se gestan las experiencias más importantes a través de las cuales se desarrolla, mantiene y/o modifica su autoestima.

Desarrollo de la autoestima

La autoestima no es heredada, la autoestima se aprende. Como se mencionó anteriormente, es el resultado de la acumulación de autopercepciones obtenidas a partir de experiencias vividas por el niño en interacción con el medio, es un punto de encuentro entre el individuo y la sociedad, vivencias, ideas, opiniones, sentimientos y actitudes que tenemos hacia nosotros mismos. Es la imagen que el sujeto se forma de su propia persona en la que se refleja, en síntesis, todo lo que ha hecho y ha sido, con todo lo que es y hace y además con lo que quiere hacer y ser. La formación del concepto y valoración de sí mismo empieza temprano en la niñez, de una manera vaga, imprecisa, indefinida, como reflejo de la opinión y valoración social de las personas cercanas significativas (padres, parientes, maestros, amigos, etc.).

Hacia la adolescencia se desarrolla un nivel superior de conocimiento y valoración de sí mismo cuando el joven, motivado por la necesidad de saber quién es y quién quiere ser, elabora una opinión y estimación propia, independiente de su propia persona, basada en la autoreflexión sobre sus vivencias, experiencias y actividades. Otra fuente importante que influye en el concepto y valoración de sí mismo es la observación y valoración que hacemos de los demás y la comparación de ellos con uno mismo.
Ahora bien, ¿qué se entiende realmente por autoestima? Lo primero que hacemos en el mundo es estimar, valorar, apreciar las cosas que encontramos como buenas o malas, bellas o feas, amables u odiosas, etc. Y lo primero que estimamos en el mundo es nuestra propia persona, que es lo que llamamos autoestima y así nos estimamos a nosotros mismos como inteligentes o torpes, emotivos o controlados, persistentes o inconstantes, etc.

La autoestima es, en líneas generales, la valoración que hacemos de nosotros mismos. No significa lo que uno es, sino lo que uno cree que es. La autoestima se corresponde con distintas facetas, todas ellas relacionadas:

  • Las relaciones sociales: ¿Cómo nos ven los demás?
    * El aprendizaje y destrezas: ¿Cómo valoramos lo que hacemos, el esfuerzo y su resultado?
    * La familia y el entorno: ¿Cómo nos ven padres, hermanos, maestros, compañeros...?
    * Y con la imagen corporal que cada persona tiene interiorizada: si físicamente nos sentimos aceptados.

Una persona con una alta autoestima es capaz de quererse y aceptarse, con todas sus capacidades y limitaciones, y estará, por lo tanto, predispuesta a mejorar y perseverar para superar retos a lo largo de la vida.

Es en la niñez cuando se va desarrollando el concepto que uno tiene sobre sí mismo, a través de las diversas experiencias vividas, lo que ven y oyen en su entorno y las oportunidades que reciben. Sin embargo, hay que decir que la autoestima no es estática, se va forjando en la infancia, pero es susceptible de mejorar para posibilitar una mayor confianza en uno mismo.

De acuerdo con Díaz-Aguado (1995), el optimismo o, lo que es lo mismo, la atención selectiva hacia los aspectos positivos de la realidad, tiene una gran importancia desde una edad temprana. Está estrechamente relacionado con el bienestar y la autoestima. Hay que decir que, en general, los escolares con discapacidades suelen tener más problemas para construir un autoconcepto adecuado. El niño con necesidades educativas especiales puede infravalorarse al enfrentarse diariamente con algunas dificultades. Este riesgo aumenta si las personas más significativas para el niño como los padres, maestros o compañeros niegan la existencia de la necesidad especial y le exigen igual que si no la tuviera. Su autoestima mejorará cuando se le ayude a aceptar su discapacidad y a realizar los esfuerzos necesarios para compensar aquello que más le cuesta.

La baja autoestima que se aprecia en muchos de estos escolares no tiene por qué estar causada por su discapacidad, sino por las tareas que se le piden al niño. Si le pedimos que haga cosas demasiado difíciles o simplemente hacemos siempre las cosas por él, estaremos produciendo un déficit en su motivación. Es lo que se conoce como indefensión aprendida, y se puede apreciar en aquellos escolares que anticipan el fracaso y hace que cada vez inicien menos intentos para dominar situaciones difíciles. No está relacionado con su discapacidad, sino con su ambiente de estimulación y aprendizaje. Es importante evaluar la capacidad de afrontamiento de cada niño y ayudarle a plantear metas realistas que pueda conseguir de forma independiente.
Vías para el desarrollo de la autoestima

La autoestima se forma como resultado del proceso de satisfacción o frustración de las necesidades humanas (carenciales y del desarrollo), a través de la vida. Así, la autoestima mejora cuando se satisfacen y se empeora cuando se frustran. Las dos clases de necesidades humanas determinan las dos vías para el desarrollo y mejoramiento de la autoestima.
Una es la vía más frecuente, la que depende principalmente de la satisfacción de las necesidades de aprobación y reconocimiento social (aceptación, popularidad, éxito social). Depende de la valoración ajena y del criterio de los demás. Y una de las causas principales de la disminución o pérdida de la autoestima es la frustración o malogramiento de esas necesidades carenciales.
La segunda vía del desarrollo de la autoestima es menos frecuente. Pero es más verdadera, más importante y auténtica. Es la que se origina en la aprobación y reconocimiento de nuestra propia conciencia, la que se debe a nuestra propia valoración y se gana por nuestros esfuerzos, realizaciones y logros.

Indudablemente, ambas contribuyen a mejorar la autoestima pero, la que depende de la valoración y aprobación de los demás está fuera de nuestra responsabilidad y control, mientras la que depende de nuestra propia valoración y aprobación de nuestra conciencia, está dentro de nuestro control porque es el resultado de la satisfacción de nuestras necesidades superiores de desarrollo, de autorrealización y creatividad y de haber cumplido pasos escalados de la autoestima.

La importancia que tiene la autoestima es que el concepto, la imagen que uno tenga de sí mismo es la base, el centro o factor principal del desarrollo humano y de la autorrealización. El desarrollo y superación humanos empiezan por el mejoramiento de la autoestima, ella es el fundamento de la autorrealización y del desarrollo pleno de uno mismo.

La solución de muchos problemas de la vida consiste en que cada persona viera y arreglara lo primero que hay que ver y arreglar: que es uno mismo. Conocerse, valorarse, para saber quién es y poder “arreglarse” y mejorarse. La autoestima es la clave del éxito personal porque el yo verdadero, auténtico de cada uno está muchas veces oculto y sumergido en la ignorancia o en la inconciencia y hay que descubrirlo, encontrarlo y valorar sus potencialidades para usar los recursos con que contamos. La verdadera autoestima no depende tanto de la estimación que nos tengan los demás, de nuestra popularidad o éxito social, es la que se debe a nuestra propia valoración y se gana por nuestros esfuerzos, realizaciones y logros. Por ello el fortalecimiento de la autoestima requiere que sepamos evaluar nuestra conducta honestamente y que los criterios, con los cuales nos juzgamos, sean verdaderamente nuestros y no meramente copia de los demás.

La autoestima es el sentimiento, la experiencia y la convicción de que somos aptos para la vida y de que somos capaces de responder adecuadamente a los retos de esta. Es la base de todo crecimiento y desarrollo personal: el coraje de ser uno mismo y de confiar en los propios recursos.
Manifestación de la autoestima en las personas

En el mundo hay dos clases de personas: Una, aquellas que tienen un concepto negativo, una baja estimación y una imagen deficiente de sí mismas, carecen de confianza en sus recursos y capacidades y se sienten ineptas, incompetentes para emprender nuevas tareas, desarrollar sus potencialidades y lograr las metas que quieren.

La otra clase de personas es la que tienen un concepto positivo, que poseen una alta estimación y una imagen buena de sí mismas; que tienen confianza y fe en sus recursos y capacidades y se sienten aptas, competentes para emprender nuevas tareas, desarrollar sus potencialidades y alcanzar las metas que se proponen. Los primeros, por tener una imagen negativa, deficiente, y una baja estima de sus personas, tienden a fracasar y a obtener sólo pobres logros y pequeñas metas.

Los segundos, al contrario y para bien, por tener una imagen positiva de ellos mismos y una alta estimación de sus personas tienden a triunfar y alcanzar altas metas y logros en la vida.

Además del contexto inmediato, las autopercepciones también dependen de las características evolutivas del niño en cada etapa de su desarrollo; es decir, el autoconcepto se forma en dependencia de la situación social de desarrollo que corresponde con determinada etapa de vida del niño. Las diferentes dimensiones del autoconcepto y la relevancia de cada una de ellas están muy relacionadas con la edad del niño.

Al crecer el niño no sólo conoce más de sí mismo sino que empieza a evaluar esa información, reconociendo sus fortalezas y debilidades, sus atributos positivos y negativos. En el niño se va formando un autoconcepto más estable y con mayor capacidad para dirigir su conducta.

A medida que el niño interioriza los valores y patrones de conducta y las exigencias de la sociedad, coordina mejor las exigencias sociales y personales, actuando con mayor autonomía; sobre este aspecto Bozhovich (citada por Savoñko, 1977, p.106) dice que “con la edad el estímulo principal de su desarrollo psíquico no es solamente el deseo de recibir aprobación por parte de los demás ... sino también la necesidad de cumplir sus exigencias propias hacia sí mismo y de estar a la altura de todas aquellas tareas que los escolares se plantean ante sí”.

Por otro lado, la asimilación de normas morales por el niño además de funcionar como un regulador interno de su conducta, también se convierten en patrones y guías mediante las cuales valora su propia conducta y la de los otros (Roloff, 1984).

Consideraciones de la autoestima en la Educación

La autoestima se convierte en objeto de estudio e investigación debido a su papel en la educación de las nuevas generaciones y en la formación de una cultura general e integral de la población y en la instrumentación de principios pedagógicos, como son el desarrollo de estrategias de aprendizajes, la unidad de lo cognitivo y lo afectivo en la formación de un estudiante participante activo en la transformación de la sociedad.
Su importancia no se reduce a la escuela sino que es esencial en la educación familiar y la educación comunitaria. Por otra parte no se limita a una etapa de la vida, sino que constituye un detonador e impulsor de la actividad del individuo durante toda su vida: niño adolescente, joven y adulto.

La autoestima influye directamente en la identidad del maestro y el alumno, como expresión de las influencias históricas sociológicas y culturales que le dan forma a la identidad de ambos. Si se asume teóricamente que existe una relación directamente proporcional entre los niveles de autoestima, los niveles de aprendizaje, entonces aumentar la autoestima de los escolares significa mejorar sus niveles de aprendizaje, de igual forma las posibilidades de estos en la vida privada y profesional.

El interés por el estudio de la autoestima en escolares y adolescentes es compartido por investigadores de diversos países; se tiene conocimiento de algunas de las investigaciones realizadas al respecto en México (Castillo y Tena, 1981; Henze, 1985; Fragoso, 1993), en España (Oñate, 1989; Núñez y González, 1994), en Cuba (partiendo del concepto de la autovaloración: Rico, 1982; Roloff, 1982; González R., 1982 y más recientemente Colunga, 2000; Espinosa, 2000) y Estados Unidos (Heyman, 1990; La Greca y Stone, 1990; Grolnick y Ryan, 1990).
La autoestima de los escolares con problemas de aprendizaje presenta peculiaridades, las cuales son determinadas por los contextos de interacción de éstos. En la edad escolar, la escuela y su familia son los principales ámbitos en que se forma su personalidad, a través de las interrelaciones y las actividades en que éstas se dan.
Antecedentes históricos de la autoestima.

Autovaloración

Es necesario señalar que el concepto de autovaloración, tal y como lo concibe la psicología histórico-cultural, no es sinónimo del autoconcepto, sin embargo, existen puntos de coincidencia entre ambos conceptos, considerando como cualidades de la autoestima lo que Roloff (op.cit.) dice sobre la relación estrecha entre la autovaloración y la motivación del sujeto, una motivación moral que tiene como base las normas y los valores que forman parte de la ideología en que vive.

De tal manera que la autovaloración no sólo le permite al sujeto regular su conducta, sino también regular su motivación. Por otro lado, la autorregulación de la conducta, no es sólo un mecanismo de adaptación al medio sino una vía fundamental para la formación y autoperfeccionamiento de la personalidad.

Profundizando sobre el funcionamiento de la autovaloración, Savoñko (1977) menciona que ésta puede ser adecuada o inadecuada. La autovaloración adecuada contribuye al incremento de la seguridad de sí mismo, a formar espíritu de autocrítica, educa la tenacidad y el carácter exigente. Mientras que la autovaloración inadecuada (subvaloración o sobrevaloración) infunde inseguridad o exceso de presunción, elimina el espíritu de autocrítica. González Rey (1982) considera que la inseguridad en el sujeto que se subvalora, le conduce a una anticipación al fracaso, que se manifiesta en bajos niveles de aspiración, indiferencia ante los resultados de su actividad y un bajo tono emocional durante la realización de la misma. La inseguridad en el niño que se subvalora aparece como una reacción inadecuada ante el fracaso, responsabilizando de éste a causas externas, crea un nivel de aspiración que no tolera contrariedades (nivel de aspiración artificialmente elevando) y se dirige por motivos de prestigio personal.
La autovaloración es un elemento necesario en el desarrollo de la autoconciencia, y ésta permite la toma de decisiones del propio yo, de los propios valores físicos, la capacidad mental, las motivaciones y los objetivos de la conducta con respecto a sí mismo, ante los demás y ante el medio; por tanto, la autovaloración inadecuada obstaculiza el carácter activo de la personalidad.

Para terminar este apartado es necesario precisar, que aunque hay quien habla de la autoestima como un sinónimo del autoconcepto, siendo empleado el primer término más comúnmente en la psicología educativa y el segundo en la psicología social (González-Arratia, 2000), en la actualidad la mayoría de los investigadores coinciden en que son entidades diferentes.
Autores como Burns y, el ya citado, Shalventon hablan de un componente actitudinal y evaluativo del autoconcepto, que identifican como la autoestima, considerando al autoconcepto como una entidad de carácter básicamente descriptiva, pero que comprende elementos de carácter valorativo que constituyen la autoestima; tanto el carácter descriptivo como el valorativo del autoconcepto se encuentran tan íntimamente relacionados, que es imprescindible recurrir a su interacción para comprender el comportamiento del individuo.
Una elevada autoestima se fundamenta con valoración positiva de su autoconcepto y en el nivel de concordancia entre el autoconcepto real y el autoconcepto ideal. Al favorecer una autoestima positiva se estará repercutiendo sobre el autoconcepto y viceversa.

El mismo Branden (1993), quien por su labor en el campo es considerado “el padre de la autoestima” asume que ésta es el componente evaluador del autoconcepto, aunque obviamente profundiza y hace hincapié en el valor de la autoestima en la salud psicológica del sujeto y en su efectividad personal. Para otros, como Musito y Rodríguez (1988), la autoestima es la conclusión final del proceso de autoevaluación, ya que el sujeto tiene de sí un concepto si puede valorarse, y así autoestimarse o autoaborrecerse.

Tareas importantes a realizar en el niño

En la medida en que el niño se convierte en miembro activo de la sociedad, debe cumplir varias tareas importantes encaminadas al desenvolvimiento de su autoconcepto (Papalia y Wendkos, op.cit.), algunas de ellas son:

  • Ampliar la comprensión de sí mismo, en el desempeño de diversos roles, para entender las percepciones, necesidades y expectativas de otras personas.
  • Aprender más acerca de cómo funciona la sociedad, sobre relaciones complejas, roles y reglas.
  • Desarrollar patrones de conducta que sean gratificantes personalmente y aceptadas por la sociedad.
  • Manejar su propia conducta, tomando con responsabilidad sus propias acciones.

A continuación se expondrán algunos aspectos sobresalientes en la formación del autoconcepto, desde la edad escolar, que son importantes a tener en cuenta para la investigación realizada.

Autoestima y dificultades de aprendizaje

Para empezar este apartado es necesario señalar que cuando un gran número de escolares tienen acceso a una escolaridad obligatoria se empieza a manifestar la existencia de un grupo que continuamente fracasa ante las tareas escolares y que no logra alcanzar las exigencias mínimas del sistema educativo (Portellano, 1989).

En 1962, al intervenir Samuel Kirk en una conferencia de Educación Especial en los EE.UU., incluyó el término de “learning disabilities” (dificultades de aprendizaje). Al definirlo quedaban excluidos aquellos escolares que tenían retardo mental, lo cual hizo referencia a un aspecto que comenzó a ser identificado por los investigadores de la época: la inexplicable inhabilidad del niño para aprender. El mismo término (learning disabilities) ha tenido diferentes traducciones al español: “incapacidades para el aprendizaje”, “trastornos del aprendizaje”, “problemas de aprendizaje”, etc.

Algunas de las razones por las que resulta difícil definir los problemas de aprendizaje son las siguientes:
Primera, han existido diversas definiciones a lo largo del tiempo, desde que Samuel Kirk introdujo el término, las cuales tienen como origen distintas perspectivas teóricas que existen en torno a este concepto.

Una segunda razón tiene que ver precisamente con la diversidad de profesionales que están involucrados en la materia, los cuales han realizado numerosas investigaciones que tienen relación estrecha con su formación particular.

Tercera razón, inicialmente, los problemas de aprendizaje estuvieron relacionadas con investigaciones cuyo foco de atención era el retardo mental, poblaciones hospitalizadas o adultos con daño cerebral. Debido a la reciente consolidación del campo, a partir de los años 60 y 70 muchas de las investigaciones que se empezaron a realizar con escolares estuvieron centradas sobre la psicología educacional y los obstáculos para el aprendizaje en un sentido general.

Cuarta razón, la población con problemas de aprendizaje es más heterogénea que homogénea, lo que dificulta su caracterización.
Desde la década de los 80 se dio un incremento del número de escolares considerados con dificultades de aprendizaje, el término es de uso común y se ha visto la necesidad de aumentar la creación de servicios para atender a estos escolares. Se ha observado que la carencia de una definición operacional del término trae como consecuencia una sobre-identificación de escolares con dificultades de aprendizaje. A partir de que se toma el término de dificultades de aprendizaje, como un nombre genérico bajo el cual quedan incluidas una variedad de manifestaciones que sólo habían sido manejadas en forma aislada, se proponen una serie de definiciones que no han sido totalmente aceptadas. Regularmente las definiciones propuestas incluyen términos ambiguos y son difíciles de usar operacionalmente, lo que ha impedido en el ámbito de los problemas de aprendizaje una verdadera consolidación.

El National Joint Committee on Learning Disabilities (NJCLD) en 1987 propuso la siguiente definición (citada en Shea y Beaur, op. cit., p. 302, subrayado de la autora): “el aprendizaje es un término genérico que se refiere a un conjunto heterogéneo de desórdenes, manifestado en dificultades significativas en la adquisición y uso de las capacidades comprensión oral, lectura, escritura, razonamiento y para la matemática. Estos desórdenes son intrínsecos al individuo, presumiblemente debidos a una disfunción del sistema nervioso central y pueden ocurrir a lo largo de toda la vida. Con los problemas de aprendizaje pueden coexistir problemas en las conductas autorregulatorias, la percepción social y la interacción social, pero no constituyen una dificultad de aprendizaje en sí mismos. Aunque las dificultades en el aprendizaje pueden ocurrir concomitantes con otras condiciones incapacitantes (por ejemplo deficiencias sensoriales, retraso mental, desequilibrios emocionales, alteraciones emocionales transitorias, inmadurez afectiva, deprivación psíquicas), o con influencias extrínsecas o externas tales como (Inadecuada oirganización del proceso docente_eductivo, ausentismo escolar o abandono social o pedagógico).

Caracterización de escolares con dificultades

Morenza (1996), haciendo un análisis sobre el problema que implica plantear una definición sobre las dificultades de aprendizaje, consideró más pertinente hacer una caracterización de los escolares que presentan dichas dificultades:

  • Incapacidad para seguir el ritmo de los estudios que plantea la escuela regular.
  • Insuficiente desarrollo de los procesos cognitivos
  • Inmadurez en la esfera afectiva.
  • Disfunción del sistema nervioso central
  • Condiciones desfavorables de vida y educación.
  • Capacidad potencial de aprendizaje que los acerque a los escolares que aprenden sin dificultades y los separa de los retrasados mentales.

Tal idea se reafirma en el planteamiento de Grolnick y Ryan (1990), quienes consideran tres razones por las que los escolares que son clasificados con problemas de aprendizaje pueden presentar una autoestima relacionado a la escuela o global negativo:

  • Por las continuas experiencias de fracaso y la retroalimentación negativa sobre su competencia escolar, las cuales son internalizadas y representadas en la más negativa visión del yo.
  • El etiquetamiento del que son objeto, afecta al autoconcepto directamente; así como indirectamente le afecta el mecanismo de “profecías que se cumplen en sí mismas”, presentando los resultados de fracaso que se espera de ellos.
  • El estigma social con que se marca al niño que recibe educación especial, señalando su diferencia con los otros escolares.

Madge et. al. (1990) encontraron que el estigma que produce la etiqueta de dificultades de aprendizaje, y no el inherente déficit de habilidades sociales que se les atribuye, es el que determina el status social del niño entre sus compañeros. Por su parte, La Greca y Stone (1990) afirman que el status social de estos escolares en su grupo está definido por interacciones más negativas, son más ignorados por sus maestros y compañeros y son percibidos con menos habilidades sociales. Algunos escolares pueden ingresar a la escuela con una autoestima ya deteriorada; ante las “diferencias” que empiezan a mostrar, sus padres pueden enfrentarse a sentimientos de incompetencia y de desilusión, y dependiendo de ellos y de la calidad de su relación, los escolares recoger percibir diferentes señales y mensajes que contribuyan a la formación de su autoconcepto. .

Aunque el acuerdo no es generalizado entre los especialistas, parece que los escolares con problemas de aprendizaje tienen una autoestima menor y más negativo (por lo menos en la dimensión académica) que los escolares sin tales dificultades.

Fuentes

  • Ángela Maura Viviana. Psicología para educadores. - - La Habana: Ed. Pueblo y Educación, 1995. - 290 p.
  • Álvarez de Zayas, Carlos. Didáctica. La escuela en la vida. –Ciudad de la Habana: Ed. Pueblo y Educación.
  • Autoestima y adolescencia - - p. 14 – 23 - - En hacia una sexualidad responsable y feliz. Para la familia. / Silvia Castillo... (et.al). - - Ciudad de La Habana: Ed. Pueblo y Educación, 1997.
  • Bell Rodríguez, Rafael. Educación Especial: Razones, visión actual y desafíos. - La Habana: Ed. Pueblo y Educación, 1995. - 56 p.
  • Campistrous, Luis. Indicadores e investigación educativa. / Luis Campistrous, Celia Rizo - - 23 p - - Ciudad de la Habana, Agosto, 1998.
  • Colunga, Silvia. El desarrollo de la autoestima a través del proceso pedagógico. - - 15 p - - Ponencia para Examen Mínimo en Pedagogía. - - Camagüey, Universidad de Camagüey, 2000.