Causas del subdesarrollo

Causas del subdesarrollo
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Concepto:Las diferencias de desarrollo entre países se deben a múltiples causas.



Causas del subdesarrollo, las diferencias de desarrollo entre países se deben a múltiples causas, no únicamente a las de tipo económico. Esas causas tienen a la vez tanto un origen interno como externo. Las causas que pueden provocar y mantener los niveles de subdesarrollo son muchas y no existe acuerdo sobre cual es la más importante. Al valorar las desigualdades existentes entre los países, hay que tener en cuenta muchos factores y no solamente los indicadores económicos. Hay condicionantes históricos, aquellos que se refieren a la evolución política, los que dependen de las características físicas y los recursos naturales, etc. Ninguno de ellos actúa por separado como una causa única, sino que se conjugan e interactúan entre sí.

La raza

En un principio se pensaba que el desarrollo humano se basaba en cuestiones raciales. Decían los defensores de esta hipótesis, que las diferencias entre poblaciones estaban marcadas por diferencias de raza, considerando unas superiores a otras, o mejor dicho, por considerar que la "raza blanca" era superior a todas las demás. Esta conjetura se apoyaba en la Historia, o cierta parte de la Historia, reforzada por la también hipótesis del darwinismo social. Según los defensores de dicha postura, la superioridad económica, bélica e industrial de parte de los países europeos y algunas de sus antiguas colonias, como Estados Unidos, Canadá o Argentina, descansaba en el origen blanco de su grupo mayoritario. A esto se unía que las naciones europeas habían colonizado y estaban colonizando casi la totalidad de África, parte de Asia y lo habían hecho en el pasado con Oceanía y América.

Es cierto que la evolución humana, como cualquier otra evolución, tiende a adaptar a ciertos individuos para ciertas situaciones. Quizá el ejemplo más visible se la ventaja que posee la raza negra sobre todas las demás en ciertas disciplinas físicas. Sin embargo, todos los intentos para demostrar una menor inteligencia, eficiencia o laboriosidad de una raza sobre otra han fracasado. La constatación del error apareció ya con la Guerra ruso-japonesa en el siglo XIX, donde un ejército no blanco derrotaba a otro caucásico. Posteriormente los procesos descolonizadores han demostrado la falsedad de esta teoría. Asimismo, la cultura occidental puede haberse impuesto en América y la mayor parte de Oceanía, Australia y Nueva Zelanda sobre todo; pero no ha sido así en Asia y en África donde sus dirigentes no son descendientes de europeos y en muchos casos no siguen los patrones europeos, como la India.

Sin embargo, no debe concebirse la idea de que esta teoría está desechada por completo. Antes al contrario, bajo una u otra apariencia sigue vigente en muchos países desarrollados y subdesarrollados. No es inusual encontrarse comentarios de personas no especializadas según los cuales si determinado país hispanoamericano es subdesarrollado se debe a contar con dirigentes de sangre indígena, española o portuguesa; razón por la cual nunca podrá llegar a ser, o volver a ser, una nación próspera.. Pero, como se ha dicho, estas afirmaciones pertenecen a la cultura popular, sin trasfondo económico, social o biológico.

La religión

Autores como Max Weber han postulado a la religión, más concretamente las iglesias protestantes, como impulsora de un progreso muy superior a las demás. Posteriormente otros escritores como o César Vidal han difundido más esta hipótesis. Según este punto de vista, las iglesias protestantes se muestran favorables al enriquecimiento individual por dos vías. Una es la calvinista que postula el estatus en esta vida como indicativo de lo que la persona será en la siguiente. La otra es la luterana, según la cual esta doctrina humilla a los hombres frente a Dios y los empuja a la productividad en un esfuerzo por ganar su favor. Por una u otra razón se terminan obteniendo naciones más desarrolladas, afirman los defensores de dicha hipótesis. Siguiendo esta línea de pensamiento, las naciones colonizadas por Francia o Bélgica serían naciones subdesarrolladas y las colonizadas por Inglaterra o los Países Bajos serían desarrolladas, ya sea por haber adoptado la fe católica o por haber sido colonizadas por países con dicha fe portadores de un escaso desarrollo. Asimismo, autores protestantes como César Vidal mantienen que la falta de alfabetización para poder leer la Biblia o el respeto a la propiedad privada, marcaron diferencias entre los anglosajones y los españoles. Por último, estudiosos como Roberto Campos han indicado que las naciones las iberoamericanas son subdesarrolladas por ser católicas en su mayoría o por haber sido colonizadas por países católicos y, por ende, desorganizados y no muy prósperos, consecuencia propia de dicha una moral contrapuesta siempre a la luterana .

En un prisma más amplio se señala el caso del Líbano y sus comunidades cristiana y musulmana. Las dos muy parejas en términos de riqueza, formación y raigambre cuando se produjo la descolonización francesa y sin embargo, unas décadas después, la población cristiana había progresado mucho más que la musulmana. Nuevamente, igual que en las apelaciones a la raza, esta teoría cuenta con muchas objeciones que la acusan de chovinista, autores como Weber son anglosajones y/o protestantes, y de ”hacer ciencia de una simple coincidencia”. Autores como Rodolfo Terragno afirman que los defensores del capitalismo tienen problemas para explicar por qué el mismo modelo triunfa en Suiza y fracasa en Haití y esa es una de las razones por las que acuden a estas teorías: Él ensaya una explicación enlazada con una teoría tan célebre como probablemente falsa. En "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" sostuvo que el éxito de capitalismo anglosajón deriva de la moral calvinista.

Siguiendo al autor argentino, de todas las naciones colonizadas por Inglaterra, un centenar aproximadamente, solo cuatro pueden considerarse desarrolladas, a saber: Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda Asimismo Jorge Domínguez, entre otros, discuten si Argentina es o no subdesarrollada; de ser así casi se igualaría el índice de “éxitos”, uno por cada veinte países colonizados (índice casuístico sin valor demostrativo alguno). Otro tanto puede afirmarse del caso francés con la región de Quebec. También pesa en contra de esta teoría el hecho de que regiones colonizadas por luteranos, como Namibia por los alemanes, Surinam por los holandeses, la Guayana por los británicos o Sudáfrica por estas dos últimas potencias, no se pueden considerar ni mucho menos países desarrollados. Terragno aporta una lista de ocho ex colonias de británicas que están entre las más pobres del mundo Asimismo, si la religión fuese determinante, Francia, Bélgica y Austria deberían ser naciones más pobres y atrasadas por su catolicismo. La teoría de la religión tampoco explicaría por sí misma los casos de Corea del Sur, Japón, Singapur o Taiwan.

No obstante, la influencia de la religión en el desarrollo no puede ser descartada por completo como en el caso de la raza. El ejemplo puesto es la merma de productividad que supone para una economía que su gente pare de trabajar varias veces al día para rezar, como se hace en los países musulmanes. Aunque han de considerarse casos como Dubai, un emirato en la cual la gran mayoría de habitantes son musulmanes, hoy por hoy es una de las poblaciones más ricas y prósperas del globo, siendo un muy cotizado lugar de destino e importante punto de encuentro empresarial internacional. Pero este caso y otros similares se tratarán más adelante, dentro del apartado La investigación y la inversión en tecnología.

El colonialismo

Ligado a las consecuencias del clima, la diferencia, especialmente tecnológica, entre unas regiones y otras se fue acentuando con el tiempo. A esto contribuyó el aislamiento que provocaron los océanos, los grandes desiertos y las enfermedades. Todos estos elementos impedían un contacto real entre distintas civilizaciones. Cuando aquellos obstáculos pudieron ser superados, las civilizaciones tecnológicamente más avanzadas consiguieron imponerse con cierta facilidad a las demás y utilizarlas para su propio beneficio.

Esta situación llevó en muchos casos al desprecio de los pueblos colonizados, la creación de fronteras totalmente artificiales, separaciones arbitrarias, la potenciación de unas tribus o etnias sobre otras y el escaso o nulo esfuerzo por educar y formarlos en materias económicas y técnicas. Estos motivos acarrearon una dependencia de las metrópolis, especialmente en lo que se refiere a maquinaria, tecnología y personal que las dominara. Esta dependencia acarreo numerosas pérdidas culturales y de identidad, llegando incluso de la propia lengua, sustituida por una europea. Así, uno de cada cinco negros del planeta habla una lengua europea y la mayoría de los países francoparlantes son africanos.

Otro factor de gran importancia lo constituyeron los cambios de actividad traídos por los colonizadores. En muchos países la base de la sustentación estribaba en la caza, la pesca y la recolección. Con la llegada de los colonizadores la fuente de alimentos pasó a ser la agricultura, quedándose para los colonizadores las mayores y mejores extensiones de tierra, caso de los portugueses en Angola. Con la descolonización el problema persistió al pasar esas tierras de los antiguos colonos a los nuevos jerarcas o quedar en manos de criollos. Como en los casos anteriores, en este aparatado tampoco existe consenso. Existen voces afirmando que la colonización en sí no fue la causa del subdesarrollo. La llegada de los occidentales también trajo la fundación de universidades y otros centros formativos, la instalación de infraestructuras como carreteras, ferrocarriles, minas, autopistas, hospitales, la creación de fábricas, etc. Como ejemplo se suelen poner a Sudáfrica y Argelia. No debe caerse en el error de pensar los defensores de estas postura son autores occidentales defendiendo su historia. Así el escritor sirio Osama Kur Ali afirmaba a comienzos del siglo XX.

Aprendimos el tendido de las líneas férreas, a abrir túneles y construir puentes, carreteras, puentes, diques y faros, a excavar pozos artesanos, a alzar casas de muchos pisos, a producir electricidad y tender sus cables, a alumbrar con ella ciudades y aldeas, la circulación de vehículos públicos por las urbes y sus suburbios, a instalar el nuevo correo, la telegrafía y el telégrafo sin hilos, submarino y por radio, la organización de las ciudades y los ayuntamientos, a abrir calles y plazas, a pavimentar los caminos y superar las cuestas, a llevar las aguas limpias por canalizaciones y fuentes, a desecar las zonas pantanosas, a aligerar las epidemias de enfermedades oculares que dejaban ciegas a muchas gentes, tomamos prestadas las bases del ejército, el sistema de buques de vapor, el establecimiento de negociados, el método de recaudación y la administración de pagadurías públicas y de aduanas. Estas voces aumentaban en fuerza y en número a finales del siglo XX, cuando los movimientos de izquierda y revolucionarios pierden parte de su legitimidad con la caída del comunismo. Debe hacerse ver que este revisionismo histórico es calificado por algunos autores, caso de Carlo Caranci, como puro revanchismo sin fondo de datos que lo sustente y que en su análisis no tiene en cuenta hechos del tipo:

  • El exterminio de más del 90% de los indígenas norteamericanos y aborígenes australianos.
  • La eliminación de casi el 40% de la población de Gabón por los franceses.
  • La muerte del 33% de los libios por los italianos.
  • La eliminación por hambre, trabajo o ejecución del 20% de los congoleños por los belgas.
  • La aculturación llevada a cabo por españoles y portugueses en América.
  • Los millones de muertos en la India.
  • El régimen del apartheid sudafricano.

La actuación de las naciones más ricas

Como se ha dicho al principio, en muchos casos parece que el subdesarrollo no se supera y se achaca buena parte de la culpa a las naciones desarrolladas. Culpa que se ha extendido a principios del siglo XXI a las naciones emergentes como Brasil, India y especialmente China. Lo pernicioso de las naciones más ricas se aprecia en varios campos. Se ha puesto como ejemplo la baja de los precios de las materias primas exportadas por naciones tropicales frente a la subida de los productos elaborados por países industrializados. Bien es verdad que los precios de las materias primas fluctúan a la baja y también al alza (Fondo Monetario Internacional). Otro caso muy repetido lo constituyen los intereses de la deuda externa contraída por muchas naciones durante la década de los setenta. Dichos intereses en ocasiones hacen imposible refinanciar la deuda. Incluso el hecho de que décadas después muchos países más ricos sigan prestando dinero, aún a sabiendas de que lo disfrutaran personas diferentes a los que después deben pagar el préstamo y que dichos préstamos y sus intereses agobiarán al país en un esfuerzo enorme para devolverlos. Los solicitados por el argentino Carlos Menem después contribuirían a engordar la crisis conocida como el corralito.

Un aspecto más sobre las trabas puestas de las naciones más ricas a las más pobres lo da Rodolfo Terragno en su libro El Nuevo Modelo. La financiación de cultivos en países como España, Noruega o Francia lleva a producir excedentes de alimentos, regalados después como ayuda humanitaria o vendida en el mercado internacional a muy bajo precio. Ambas actuaciones llevan a la quiebra de otras explotaciones o a la incapacidad de competir en mercados los cuales, de otro modo, serían fácilmente dominados por esas agriculturas poco competitivas que producen cosechas de más calidad o más cantidad o ambas al tiempo.

Los frenos para que otros pueblos no se desarrollen los pueden poner también las empresas y de los propios habitantes de las naciones desarrolladas que son sus clientes. Un ejemplo puede verse en el cultivo del algodón. Países como Uzbequistán se han dotado de legislaciones muy laxas y toleran en la contratación de niños para cosechar dicha planta y venderlas a empresas multinacionales. Estas multinacionales europeas, estadounidenses o chinas pagan el kilo de esta fibra a más de dos euros, cuando al trabajador se le abonan unos tres céntimos. Así, muchos niños deben abandonar los estudios para recoger cosechas, perdiendo la capacidad de formarse, además de debilitar su salud al estar en contacto con distintos tipos de biocidas. En esta misma línea se indica que el precio de la prenda de algodón no tiene porque ser garantía de un mejor comportamiento ético en la compra de la materia prima, de esta manera las marcas más caras, caso de Diésel o Lacoste, son las que menos o ninguna garantía ofrecen. Por contra, las más baratas, como H&M, eran las que más compromisos éticos reunían. Bien es verdad que las prácticas de subcontratar empleados sin garantías laborales resulta mucho más común en las multinacionales procedentes de naciones BRIC, especialmente las chinas que han vivido protestas de sus trabajadores acusándolos de vivir con ellas peor que durante los tiempos coloniales, como ha denunciado Gerardo González Calvo y otros africanistas.

Pese a todos los campos explicados anteriormente, quizá el más hiriente resulta el empleo de la fuerza directa o indirecta para imponer en un determinado país tal o cual régimen. Unido al punto anterior, se le acusa especialmente a Francia de haber descolonizado África dividiendo su anterior territorio en varios países pequeños, en lugar de dos o incluso uno mucho más grande, más poderoso y por tanto más independiente de su ex metrópoli. Posteriormente, cuando alguno de los nuevos países ha deseado separarse de la tutela gala suelen aparecer guerrillas que ponen en jaque a dicho gobierno y le obligan a volver bajo la tutela francesa, así sucedió en Costa de Marfil o el Chad, en palabras de Gerardo González Calvo. En otras ocasiones es el propio dirigente quien termina derrocado y sustituido por personas más próximas a las tesis del país que desea controlarlo. Este derrocamiento puede ser indirecto, como sufrió Joseph Kasa-Vubu del Congo con el golpe de Mobutu Sese Seko, o directamente, como hicieron los soviéticos con Jafizulá Amín tras la invasión de Afganistán. En no pocas ocasiones se ha calificado a los movimientos insurgentes como peones en un juego más amplio, "burkas" a las órdenes de otra nación o incluso títeres bajo el dictado de una determinada potencia. Sin embargo, a principios del siglo XXI han tomado fuerza las posturas de otros autores como Piero Gleijeses, para quienes muchos de los movimientos insurgentes utilizaron las rivalidades entre potencias para sus propios fines. Así, Henry Kissinger autorizó el entrenamiento y envío armar al FNLA y la UNITA en Angola tras la derrota y por la derrota en Vietnam. Por su parte, la URSS también envió masívamente asesores y armamento al MPLA de Angola presionada en parte por el apoyo que China daba al FNLA, movimiento en principio pro-occidental. En determinadas ocasiones, cuando el apoyo interno no se consigue o este falla, se recurre al reclutamiento de mercenarios para tratar de concluir el derrocamiento. Pero quitando estos casos de intervención explícita, no existe consenso respecto a si la participación de otras naciones tiene un efecto creador en la insurgencia o simplemente multiplicador de una realidad existente.

La deuda externa

Es necesario remontarse a finales de la Segunda Guerra Mundial para encontrar los primeros orígenes de la deuda externa.] Toda Europa esta destrozada y famélica tras la Contienda y Estados Unidos consideraba que podía perder varios aliados si no se suministraban fondos para cubrir la reconstrucción y las necesidades más básicas. El general George Marshall confeccionó un plan para prestar 13 000 millones de dólares de la época a un interés del 1 % para la compra de alimentos, maquinaria y otras necesidades. Desde julio de 1947 aquel programa sería conocido como Plan Marshall y constituyó un éxito notable por su empuje decisivo a la reconstrucción europea.

Al éxito del Plan se le sumó una prosperidad económica inusualmente larga, desde los años 1950 hasta principios de los 1970. Estos años de bonanza parecían indicar que se había encontrado la fórmula del capitalismo en continuo crecimiento. En este contexto el recién creado Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la banca privada comenzaron a conceder grandes préstamos con muy pocas garantías de devolución, las cuales no se consideraban necesarias por la coyuntura económica, el precedente europeo y las mejoras económicas constatadas en Corea del Sur, Singapur y la isla de Formosa, las cuales comenzaban a desarrollarse rápidamente. De esta forma los prestamistas y prestatarios olvidaban o minimizaban los problemas que supondría la devolución de grandes cantidades de capital, según Marc Raffinot. Asimismo también se pasó por alto que lo prestado por Estados Unidos a Europa Occidental fue una ayuda para la reconstrucción, no para el desarrollo. Pese a todo, sí se pidió un aval, el del propio pueblo solicitante, conocido como Riesgo País. Un aval como ese resultó muy atractivo durante varias décadas y los fondos se entregaban a empresas privadas, muchas creadas para tal fin, para financiar las inversiones en maquinaria, compra de suministros, contratación de personal y otras necesidades que tenían o decían necesitar; pero la deuda la asumiría el país en caso de impago. En muchas naciones, como las iberoamericanos, este proceso creo toda un fenómeno conocida como la plata dulce.

Por desgracia para los pueblos avalistas, la corrupción solía y suele ser muy alta, se carecía y carece de instituciones fuertes que disuadieran de malas prácticas y muchos países no contaban con estabilidad política y social. Como consecuencia, buena parte de los préstamos fueron sacados de los países y llevado a cuentas en extranjeras. Se calcula que de Brasil salió algo menos del 20% de sus préstamos; pero naciones como Venezuela o Argentina desviaron más del 90%. De esta forma la década de los ochenta del siglo XX se dedicó casi por entero a pagar una deuda y sus correspondientes intereses con los que se había construido muy poco. A esa época se la conoce como la Década perdida, pues en ella poco se avanzó en el desarrollo y al mismo tiempo creo una considerable crisis de deuda que volvió más exigentes a la banca pública y privada. Estas mayores exigencias crearon un problema de refinanciación, pues al solicitar más préstamos o créditos para saldar los que vencerían pronto los prestatarios exigían más intereses.

En numerosas ocasiones, políticos, intelectuales y ONGs reclaman la condonación de esta deuda por considerarla imposible de pagar, retardar del progreso o, incluso, impedir el desarrollo de las naciones endeudadas. Sin embargo, y remarcando el carácter sumamente controvertido del subdesarrollo, la posibilidad de condonar dicha deuda es rechazada por las naciones o entidades prestatarias, debe recordarse que la mayor parte del dinero prestado fue concedido por entidades privada. Asimismo, autores comprometidos con el desarrollo, caso de Donato, indican otra solución más rápida y sencilla para saldar dichas deudas: que la pagaran los líderes de esos países de su propio bolsillo, cada uno la del suyo; porque, continua el autor, podrían hacerlo en un solo día y aún les sobraría dinero.

La corrupción y la tiranía de sus gobernantes

Éste es un capítulo escasamente tratado por las ONG para el desarrollo, pero supone un lastre muy grande para el desarrollo de muchos países. La corrupción resta mucho dinero a los emprendedores de esas naciones, dinero que podía emplearse en mejorar sus negocios, obtener más beneficios y aportar más puestos de trabajo. No sólo es la corrupción mostrada por sus dirigentes, también la clase política en general, la Justicia y sobre todo las fuerzas de seguridad son actores de primer orden en esa lacra. En muchos países policías y ex-policías forman bandas para extorsionar a empresarios y otros ciudadanos a cambio de "seguridad"[ o realizan ellos mismos secuestros y asesinatos.

Esta corrupción extrae dinero de cuestiones vitales para el desarrollo, como las infraestructuras o la educación, para terminar en bienes totalmente improductivos, como artículos de lujo o automóviles deportivos, o ser depositada en cuentas bancarias extranjeros. De esta forma las aportaciones de naciones ricas a través de ayuda para el desarrollo, créditos o préstamos con condiciones ventajosas les son devueltas rápidamente y con intereses en forma de ingresos para sus empresas de lujo o en sus entidades bancarias. Como dijo el diplomático del Reino Unido sir Edward Clay, las naciones subdesarrolladas "comen como un glotón para vomitarlo sobre los pies de los donantes extranjeros".

Con todo, los efectos perniciosos de policías, jueces, representantes electos y gobernantes no son los únicos. Este tipo de prácticas también están presentes en los trámites administrativos. Dichos trámites pueden aumentar en número para satisfacer las demandas económicas de los funcionarios que los administran y, aun que no fuese necesario sobornar al funcionario, también demoran el tiempo para obtener los permisos exigidos. Según el Grupo Banco Mundial, en algunos de los peores países conseguir un permiso de construcción o abrir un negocio puede llevar más de cien días. A su vez estas prácticas hacen que muchos emprendedores decidan comenzar su actividad sin todos los permisos necesarios, lo que crea inseguridad jurídica y los hace más vulnerables a los chantajes administrativos si logran cierto éxito. Paradójicamente, algunas de las más grandes fortunas del mundo están en manos de ciudadanos provenientes de países subdesarrollados que las han conseguido por su ingenio y laboriosidad, pero también por la gran permisividad de sus sistemas fiscales y/o judiciales con ellos. Más graves consecuencias aún pueden tener las acciones tiránicas de los gobernantes. Por su desconocimiento, falta de formación, repulsa a cualquier tipo de crítica y cleptomanía evidente, muchos gobernantes han conducido su país a la ruina más absoluta. Sería el caso de Zimbabue, una nación con abundantes infraestructuras, con un buen sistema sanitario, eficientes ranchos productores de carne, buenas plantaciones cerealísticas y relativamente rica según cánones africanos, que ha pasado en menos de 20 años a un estado fallidocon una inflación de miles de puntos anuales, epidemias y un éxodo masivo. De esta manera, en palabras de Moorcraft y McLaughlin los zimbabueses "cambiaron una élite eficiente y racista [contra los negros] por otra racista [contra los blancos] pero ineficiente".

Es necesario aclarar que la corrupción y la tiranía no parecen tener relación con el nivel de formación de los gobernantes. Ciertamente muchos países fueron y son dirigidos por personas poco instruidas o semianalfabetas, caso de Idi Amin o Jean-Bédel Bokassa; sin embargo han existido dictadores con amplia cultura, como Kastings Kamuzu Banda en Malaui. Otro efecto provocado por la corrupción de los gobernantes es la escasa solidaridad que promueve en el pueblo. Esto lleva a una mayor vulnerabilidad frente a unos poderes no muy respetuosos con los Derechos Humanos. Además, dificulta las posibilidades de asociación entre los habitantes del país y sin ellas es más difícil el control de los distintos poderes por la sociedad civil, lo que se ha considerado como algo inherente a las raíces del desarrollo. Este poder casi absoluto ejercido de forma despótica, unido a la falta de una sociedad civil formada por ciudadanos que se fíen unos de otros, desemboca tarde o temprano en una inseguridad jurídica para las empresas extranjeras que podían invertir en el país, lo que se denomina también riesgo político. Muchas grandes empresas renuncian ha emprender grandes proyectos por el temor a ver sus esfuerzos confiscados con pocas o ninguna compensación. Así sucedió en Guatemala con la United Fruit Company, en el Chile de Salvador Allende con la ITT o en la Argentina de Cristina Fernández de Kirchner con Repsol.

Asimismo, suele ser habitual que cale en esas sociedades la idea de que la corrupción generalizada e impune es algo inevitable, por lo que surge la idea de no resultar lógico ni práctico luchar contra ella. Esta sensación de incapacidad genera más desidia y esta permite más corrupción, entrando en un círculo vicios. Así se pueden llegar a escuchar en discursos públicos frases como “robad de forma inteligente, poco a poco” en el antiguo Zaire o “el extravío de algunos dineros” destinados a ayuda humanitaria en Argentina. Siguiendo esta misma línea, existe la postura de que en muchos países, especialmente de África donde no existen las libertades de expresión ni de publicación ni tampoco un poder judicial independiente, la corrupción no es que sea el mejor camino para vivir, es que es el único camino, como sucedió en el Zaire de Mobutu Semeseko. Pero este abuso de poder no suele quedarse en el robo de impuestos o las exigencias de trámites. Generalmente viene acompañado de violaciones de derechos humanos como matanzas, desapariciones, torturas generalizadas e incluso secuestro de familiares enteras, como denunciaba Amnistía Internacional (1990) en multitud países. Estas violaciones y abusos también son perpetrados por entidades no gubernamentales, caso de mafias o grupos criminales, ante un poder ejecutivo o judicial inactivo.

Otro campo de responsabilidad gubernamental se encuadra no en las acciones sino en las inacciones de los gobernantes que permite a organizaciones como los carteles de la droga prosperen cometiendo hasta 22 tipos diferentes de delitos (tráfico de armas, extorsión, tráfico de seres humanos...) de los que la venta de estupefacientes y el consiguiente blanqueo de dinero sólo son dos de ellos. Expertos en seguridad y derechos humanos como Edgardo Buscaglia mantiene que muchos gobiernos, subdesarrollados o no, rehúsan luchar contundentemente contra el crimen organizado y permiten que estos 23 tipos de delitos continúen más o menos impunes hasta que las acciones de dichos grupos afectan directamente a la élite política y social, como sucedió en Colombia como la masacre de la mitad de la Corte Suprema o la voladura del Club del Nogal en Bogotá. Este desapego de los dirigentes por los delitos cometidos contra su propio pueblo hasta que les afecte a ellos aumenta más la desconfianza social.

Los propios pueblos subdesarrollados Otra de las razones por las que el fenómeno del subdesarrollo parece ser perpetuo reside también en los propios pueblos que los sufren. Aunque son muchos y muy variados, sí se aprecia ciertas actitudes más o menos comunes, como puede ser la aceptación de las normas imperantes, que no por ello legales, como asesinatos, desapariciones, corrupción... A veces asombra el aguante o tolerancia de dichos pueblos con esas actitudes hasta niveles extremos insospechados, sin protestas para, repentimanmente, recurrir a la violencia, en lugar de una protesta continua y moderada. Otra podría ser la delegación del problema en las naciones desarrolladas, lo que se ha resumido en la frase "somos pobres, la culpa es de ellos". Por su parte autores como el argentino Luis Fernando Massa también han sostenido, en el libro Yo no quiero ser un subdesarrollado, que las actitudes y concepciones o preconcepciones de los pueblos subdesarrollados constituyen un freno para superar la situación, hasta el punto de convertirse casi en una enfermedad social.

Pese a darse más en unos países que en otros, también suele apreciarse la falta de una conciencia nacional fuerte con casos como el tribalismo en África. Alí A Mazrui apunta también la escasa planificación y con ella los deseos de trabajar para pasar el momento presente en lugar de para asegurar un futuro... Todos ellos, en sus distintos grados, son factores que llevan al poco aprovechamiento de los recursos humanos y naturales, generalmente muy abundantes. Como ejemplo de la primera actitud, la sumisión a la norma de hecho y no de derecho, puede mencionarse la “desaparición” de opositores. Pese a ser una práctica que se extendió durante los regímenes dictatoriales en países como Argentina, Chile, Perú, Colombia o Uruguay (Amnistía Internacional, 1979), no acarrea una reacción proporcional entre los amigos, vecinos, compañeros de clase o del trabajo de la personas desaparecida, salvo algunas excepciones como las Madres de Plaza de Mayo en Buenos Aires. El resultado es la implantación de un sentimiento generalizado sobre la tolerancia con esas prácticas. Esa aceptación tácita por parte de los ciudadanos de los abusos cometidos por sus gobiernos permite que las injusticias sociales se perpetúen, si es necesario por la fuerza, y con ellas la incapacidad de progresar, entre otros motivos por la merma en la capacidad emprendedora ante un sistema legal y jurídico arbitrario y que retrae tiempo y recursos en forma de corrupción en el mejor de los casos, cuando no en inseguridad jurídica. Así a principios del siglo XXI se comprobaba que, pese al gran crecimiento del producto interior bruto de los países Hispanoamericanos, la situación de los ciudadanos no mejoraba, con algunas excepciones.

Otra faceta, dentro de la ideosincrasia de los pueblos subdesarrollados, es la desconfianza existente en sociedades compuestas por etnias diferentes, como sería la descendiente de europeos por una parte y la indígena por otra. Esta desconfianza se aprecia en lo exiguo de la sociedad civil que, por tanto, solo ejerce una pequeñas y poco influyente presión sobre los poderes del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial), pese a existir excepciones como las citadas Madres de la plaza de mayo. A esta desconfianza entre etnias suele añadirse la desconfianza de nos ciudadanos con otros ya citada en el punto anterior. Por el contrario, en naciones donde la población indígena ha quedado muy reducida o incluso viven en reservas o territorios aborígenes sí se ha logrado el desarrollo. Es el caso de las cuatro excepciones citadas en la Religión; tanto Estados Unidos como Canadá, Australia y Nueva Zelanda están gobernadas y pobladas en una gran mayoría por cristianos, con distintas iglesias, y descendientes de europeos; otro tanto se puede mencionar de Israel, donde la mayoría de la población es de origen europeo, pese a existir un considerable población negra, y practican mayoritariamente la misma religión.

Generalmente estos factores suelen tratarse en el último lugar, como en este caso, y por tanto como los menos importantes. Pero a principios del siglo XXI ya las posturas que defendían la inclusión de esta causa han crecido hasta acompañar a cualquier informe sobre el fenómeno del subdesarrollo que tratara de ser exhaustivo, hasta el punto de constituir las razones más importantes de porqué el subdesarrollo existe y porque no se supera, en opinión de autores como Moyo. Un ejemplo para ilustrar este punto puede ser el empleo realizado por determinadas naciones con sus recursos naturales. Noruega ha obtenido beneficios de sus explotaciones petrolíferas y ha creado un fondo para financiar pensiones futuras. Sin embargo, Senegal, con unas capacidades parecidas aunque no iguales, cuenta con una deuda externa considerable y ha vivido una guerra en la región de la Casamance por la distribución del mismo recursos, entre otras causas.

El clima

A diferencia de las anteriores, pocas discrepancias existen respecto a esta causa, cuestión diferente sería los distintos grados de su influencia. El africano Alí A Mazrui ha postulado la importancia del clima, unido a la riqueza de recursos que suele acarrear, como primera causa del subdesarrollo. Según el autor keniano, la abundancia de alimentos en las zonas tropicales y ecuatoriales del planeta Tierra, lo innecesario del abrigo o el refugio frente al frío y la facilidad de construir nuevas chozas en poco tiempo, constituyen un freno para desarrollar el ingenio en un ambiente donde no es necesario realmente. Este autor afirmaba que de niño iba siempre descalzo y nunca necesitó investigar ni fabricar algo parecido al calzado, como sí resulta imprescindible en climas templados.

Según el autor africano, la opulencia de recursos alimenticios que ofrecen lugares como el África tropical genera otra debilidad a las sociedades que viven en ellos: la falta de planificación. Al contrario que en otras latitudes, donde aparecen épocas de hambres catastróficas, en zonas tropicales no es necesaria la organización social para el reparto de tareas, razón por la cual, continúa Mazrui, la mayor parte de las poblaciones africanas no se organizaron en estados y naciones hasta la llegada del colonialismo. Pese a la constatación arqueológica de que algunas sociedades tropicales, como los mayas, parecen haber alcanzado cierto grado de desarrollo, sobre todo en el ámbito arquitectónico. Aún con esas excepciones, es opinión casi unánime que un clima estable y generoso en recursos es un freno al avance material de una cultura.

Asimismo, la poca necesidad de vestido y calzado privan a esos pueblos de una de las primeras industrias. La industrialización es un proceso largo, debido a su gran complejidad, y la mayoría de las zonas ahora industrializadas comenzaron por industrias poco desarrolladas, con telares mecánicos, para ir mejorándolos progresivamente, muchas veces empleando aranceles. En lugares donde la ropa y el calzado son poco necesarios este primer paso no se da. Pese a todo, se reconoce que los extremos también son perjudiciales, caso de las zonas árticas.

La colonización histórica

La colonización de territorios por parte de las potencias más poderosas es un fenómeno que se ha venido repitiendo a lo largo de la historia. Sin embargo, este proceso alcanzó su máximo desarrollo a partir del descubrimiento de América en el siglo xv, y culminó en el siglo xix coincidiendo con la revolución industrial. Se consolidó así el dominio político y económico de los imperios europeos sobre el resto de los continentes: América, Asia, África y Oceanía. Las metrópolis importaban de sus colonias las materias primas que necesitaban para alimentar sus industrias, a la vez que exportaban los productos fabricados. Se creó así un sistema económico desigual. Cuando las colonias alcanzaron su independencia, muchas de ellas siguieron manteniendo la dependencia económica, financiera, industrial y tecnológica de sus antiguas metrópolis y de otros países ricos.

La dependencia tecnológica

La falta de tecnología propia y de capacidad para asimilar la de los países desarrollados coloca a los más pobres en una posición muy desfavorable en el mercado mundial, ya que no pueden producir de forma competitiva. Además, los avances tecnológicos han dejado obsoleta una parte importante de su producción, lo que ha supuesto una reducción de sus exportaciones y, por tanto, de sus ingresos. Por ejemplo, el caucho natural ha sido sustituido por productos sintéticos, y el cobre, utilizado para las comunicaciones, está siendo reemplazado por la fibra óptica. A todo eso se une que las personas altamente cualificadas apenas pueden desarrollar su labor en sus países de origen y son absorbidas por grandes corporaciones para trabajar en el mundo desarrollado («fuga de cerebros»).

El elevado crecimiento demográfico

La natalidad se mantiene elevada en la mayoría de los países más pobres, mientras la mortalidad se ha reducido, provocando un fuerte crecimiento demográfico. Pero los alimentos disponibles no han crecido en la misma proporción. Por ello, los países pobres no pueden satisfacer las necesidades de toda la población, comprometiendo su futuro desarrollo.

Una salud y una educación deficientes

Muchos países parten de un nivel sanitario bajo. Las enfermedades y las hambrunas conllevan importantes gastos sanitarios para un país a corto plazo, y tienen un fuerte impacto a largo plazo. Los adultos enfermos y que padecen malnutrición abandonan sus trabajos y las familias dejan de tener ingresos. Muchos niños se ven obligados a trabajar en sustitución de sus padres enfermos y a abandonar la escuela. La salud de estos niños se resentirá y su falta de formación les impedirá optar a un trabajo mejor en el futuro. En consecuencia, los habitantes de los países pobres acusan un bajo nivel de formación.

Los desiguales intercambios comerciales

Los países menos desarrollados sufren el bloqueo de sus exportaciones agrícolas por parte de los países ricos, que protegen su producción mediante, por ejemplo, subvenciones a sus agricultores, lo que les permite rebajar los precios en el mercado mundial. Igualmente, los países pobres encuentran barreras a sus exportaciones de textiles, alimentos procesados, bebidas y otros productos que, de no ser así, podrían ser competitivos.

El comercio global ha impulsado, y continúa haciéndolo, el crecimiento económico de ciertos países, como Singapur, China o India, pero deja al margen a los más pobres.

La guerra

Los conflictos armados, a menudo sostenidos por los propios gobiernos, suponen en muchas ocasiones la devastación de los países. Además de las pérdidas de vidas humanas y económicas, las naciones que sufren estos conflictos se quedan sin una mano de obra joven necesaria para su recuperación y desarrollo.

La corrupción política y la inestabilidad

La falta de estabilidad política y de un marco legal claro, así como la corrupción de los gobiernos, condicionan a los inversores, que a menudo no se ven motivados para invertir en ciertos países debido a los sobornos y las expropiaciones.

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