El viejito del sillón

El viejito del sillón
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Autor(a)(es)(as)Antonio Orlando Rodríguez
Editorial:El Naranjo
IlustracionesClaudia Navarro
Notas
El viejito del sillón no solo es un hermoso viaje para la imaginación; también es un cuento de esos que hacen revolotear tu corazón y, por supuesto, el de tus niños.

El viejito del sillón título de uno de los libros infantiles más recientes escrito por el autor cubano Antonio Orlando Rodríguez

Resumen

No es difícil enamorarte de un nombre como “El viejito del sillón”, de Ediciones El Naranjo. Y es que quién no conoce o tiene en la mente la imagen de un ancianito sentado en su sillón. Como estoy segura de que no leerá este post, confieso que la primera persona que se me viene a la memoria en esa postura es mi papá, que aunque no lo veo viejito –y él tampoco ni se ve ni se siente de la tercera edad– este año cumple sus primeras 90 primaveras. Así es como comienza este relato de Antonio Orlando Rodríguez, quien en este texto hace honor a los sillones en los que se meció en su infancia, en su natal Cuba. Fue en ellos donde, al ritmo de su vaivén, viajó a selvas, desiertos, al océano y hasta al espacio sideral, según cuenta él mismo en la biografía que incluye el libro en sus últimas páginas. Con un texto sencillo y al mismo tiempo muy colorido –con palabras tan sabrosas como “arrellana”, “desgranó”, “retozan” y “cabriolas”–, el autor pinta una escena que es muy común en los países de América Latina: un viejito que por las tardes acostumbra a sacar su silla favorita al portal de la casa para sentarse, mecerse y desde ahí contemplar la vida.

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Solo que el viejito de este cuento es muy peculiar. ¡Este vuela en su sillón! ¿Cómo? Pues muy fácil: solo cierra los ojos, piensa en algo bonito que haya vivido durante el día y con eso es suficiente para surcar los cielos y dar volteretas como si fuera avispa.

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El relato es doblemente hermoso gracias a las ilustraciones de Claudia Navarro, en cuyos dibujos predominan el rojo y el azul turquesa, una combinación eléctrica y embelesadora. Luego viene lo bueno, cuando los niños del barrio descubren al personaje volador y corren a avisarle a los adultos de lo que fueron testigos. Esta parte me encanta y me enternece, porque así son mis hijos, que me llaman a gritos cada vez que descubren algo nuevo en su universo, que puede ser desde el cadaver de un insecto hasta las telarañas que hay en el jardín y pasando por las lagartijas que salen de sus escondrijos para buscar agua.

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Solo que en el cuento, los adultos –como muchas veces pasa en la vida real– no tienen la capacidad que tienen los niños para ver las cosas bellas y extraordinarias. Están bastante ocupados en sus tareas diarias como para siquiera molestarse en contemplar el azul del cielo (¿les suena familiar?). Pero eso no le importa a los pequeños admiradores del viejito, porque cuando se cansan de insistir en que lo han visto volar, terminan por sacar sus silloncitos a la misma hora que el anciano y se mecen, recuerdan cosas bonitas y comienzan a volar todos en fila detrás del singular protagonista.

Obras de este autor

  • Los helados invisibles
  • Ripios y adivinanzas del mar’, tesoro hecho letras para tus hijos
  • El día que los crayones renunciaron
  • Chiquita (novela; Alfaguara, Madrid, 2008;
  • Abuelita Milagro (cuentos; Gente Nueva, La Habana, 1977).

Fuentes