Gran producción maquinizada

Gran producción maquinizada
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Concepto:Constituye la base técnico material del modo capitalista de producción


Gran producción maquinizada. La división del trabajo en la manufactura fue una premisa de la profunda revolución realizada en la base material y técnica de la producción: la sustitución del trabajo manual por la máquina y el paso de la manufactura a la fábrica.

Desarrollo de las máquinas

Tras la revolución en la técnica aconteció la revolución en las relaciones de producción. Primero adquirió pleno desarrollo la relación entre el capitalista y el obrero asalariado. Segundo, las relaciones capitalistas se extendieron, convirtiéndose en las relaciones de producción dominante en toda la sociedad. Al llegar a la fase de la gran producción maquinizada culmina la formación del modo capitalista de producción como sistema determinado de relaciones económicas con su correspondiente base material técnica.

Máquina y sus elementos

El paso a la gran producción maquinizada comenzó con cambios radicales en los instrumentos de trabajo, con el invento y difusión de las máquinas.

En su forma desarrollada, la máquina es un complejo instrumento de trabajo que consta de tres partes fundamentales: la máquina motor, el mecanismo de transmisión y la propia máquina de trabajo o mecanismo ejecutor.

El motor pone en movimiento toda la máquina. El motor utiliza las fuerzas de la naturaleza y transforma su energía en otra clase de energía, en aquella que se puede aplicar como fuerza motriz útil.

La propia máquina de trabajo o mecanismo ejecutor consiste en la combinación de unas cuantas herramientas que eran empleadas antes por los artesanos y por los obreros manufactureros y en lo sucesivo cambiaron de forma. Pero estos no son ya instrumentos de trabajo manuales, sino instrumentos mecánicos, instrumentos de un mecanismo.

El mecanismo de transmisión es el eslabón intermedio entre el motor y la máquina de trabajo, este mecanismo transmite la fuerza motriz a la máquina de trabajo. Cumple tal función, por ejemplo los diversos tipos de bielas, que transforman el movimiento rectilíneo de avance y retroceso del émbolo en movimiento circular, los bulones, piñones, engranajes, transportadores de cintas, correas de transmisión, etc.

La máquina de trabajo que es puesta en movimiento por el mecanismo de transmisión, acciona directamente en el objeto de trabajo, lo elabora y lo convierte en una cosa útil para el consumo.

La máquina y la herramienta del artesano

Economistas burgueses anteriores a Marx intentaron establecer los límites existentes entre los instrumentos de trabajo manual y la máquina de acuerdo con el siguiente criterio: a los instrumentos de trabajo manuales los pone en movimiento la fuerza de trabajo del hombre, y a las máquinas las fuerzas de la naturaleza.

En realidad la diferencia esencial entre ellos no consiste en que la máquina es puesta en movimiento por las fuerzas de la naturaleza. Ya en la antigüedad, la gente aplicaba la fuerza de los animales. Hace ya mucho tiempo que empleaba máquinas primitivas como los molinos de agua y viento, etc. Sin embargo la aparición de lates máquinas jamás produjo cambios básicos en el proceso de trabajo y jamás originó una revolución en el modo de producción.

Tampoco la primera máquina de vapor, inventada en el siglo XVII y aplicada como motor, originó cambios radicales en la base material y técnica de la producción, en el proceso de trabajo. Fue ese el período de florecimiento de la manufactura con su división del trabajo y sus herramientas parciales de la artesanía. Fue mucho después cuando se produjo la revolución en la técnica, en el proceso de trabajo, y después en las relaciones de producción: fue en el último tercio del siglo XVIII en Inglaterra. Determinó tal revolución el empleo de las máquinas de trabajo.

La utilización en la producción de las fuerzas motrices naturales e incluso de máquinas motores no llegó a socavar los oficios y no implicó una revolución cardinal en el modo de producción. Por otro lado ciertas máquinas, que constituyeron el comienzo de la verdadera revolución industrial, eran accionadas por la fuerza de los animales y no por máquinas motores.

La peculiaridad esencial de la máquina reside en su parte de trabajo, en el mecanismo ejecutor. Y esto no es casual. El motor y el mecanismo de transmisión existen solamente para poner en movimiento la máquina de trabajo, pero no accionan directamente en el objeto de trabajo, no cambian su forma, no lo transforman en producto. Pero es precisamente esta función la determinante en el proceso de trabajo, cuya tarea consiste en producir valores de uso. De la efectividad de la máquina de trabajo depende directamente la cantidad de productos y el nivel de la productividad del trabajo.

Al pasar de los instrumentos de trabajo manuales a las máquinas crece el poder del hombre sobre la naturaleza. Las máquinas fue la base material de in crecimiento sin precedentes de la productividad del trabajo. Por ello, el invento y la propagación de las máquinas constituyó una revolución en las condiciones técnicas de la producción.

Por último, la máquina no sólo produjo una revolución técnica, sino también una revolución social, haciendo triunfar el modo capitalista de producción.

El desarrollo de las máquinas de trabajo y el aumento del número de los instrumentos de trabajo empleados por ellas simultáneamente exigía el aumento de la potencia del motor. Pero el aprovechamiento directo de las fuerzas de la naturaleza tropezaban con sus limitadas posibilidades: los animales tienen poca fuerza, el aire no es constante y la fuerza del agua resulta reducida. La solución fue la máquina de vapor de doble acción de J. Watt. Por consiguiente, sólo con la aparición de las máquinas de trabajo desempeñó un gran papel el motor. Al consumir carbón y agua, la máquina de Watt desarrolló una gran potencia y, lo que es más significativo, no dependía de las condiciones locales.

Las primeras máquinas fueron creadas por artesanos hábiles y por algunos obreros manufactureros que eran especialistas en mecánica. Por eso eran muy limitadas las posibilidades de construir máquinas. Por otra parte, aumentaba la necesidad de perfeccionar y de acrecentar su número. Resultado de todo punto imposible fabricar muchos de los tipos de máquinas en las condiciones del taller artesano, ya que eran muy complicadas y de grandes dimensiones. La gran producción en desarrollo entró en contradicción con la estrecha base de la construcción de maquinarias manufactureras. Se halló la salida a través de la construcción de las máquinas por medio de las máquinas. Surgieron las fábricas de construcción de maquinarias. Y sólo entonces la industria capitalista creó por fin, su correspondiente base material y técnica.

La máquina automática

El desarrollo posterior de la técnica maquinizada está relacionado con la automatización de la producción, que es una nueva fase de la revolución en los instrumentos de trabajo.

La máquina cambia el carácter del trabajo, ya que el hombre no acciona directamente con sus manos en el objeto de trabajo. Su función principal s reduce a contribuir al trabajo de la máquina, a dirigir su funcionamiento. La máquina automática libera a las manos y el cerebro del hombre del mando de los instrumentos mecánicos de trabajo y los sustituye por las máquinas y dispositivos de mando. La automatización de la producción inicia una nueva era en el desarrollo de la técnica maquinizada. Lo nuevo en la máquina automática en comparación con la máquina corriente consiste en la aparición de máquinas de mando o dispositivos automáticos de dirección. La máquina automática consta de cuatro partes: motor, mecanismo de transmisión, máquina de trabajo y dispositivo de mando.

En las actuales condiciones ha adquirido desarrollo preferente la automatización parcial de la producción. Esa es la primera fase de la automatización. En esa fase sin la participación del hombre sólo se realizan ciertas operaciones de dirección, como el mando de ciertas máquinas herramientas, motores, etc. El hombre sigue encargado de las funciones de dirección de todo el proceso de producción en su conjunto. La segunda fase de la automatización es la automatización integral, que consiste en que la dirección del proceso de producción en la escala del taller, la fábrica o incluso de unas cuantas fábricas se realiza por las máquinas de mando de funcionamiento automático.

Con la automatización parcial se mantiene todavía una gran dependencia de la producción y del incremento de la productividad del trabajo respecto a las propiedades naturales de la fuerza de trabajo. Eso se evidencia en primer lugar en que el hombre no puede recibir y elaborar cualquier cantidad de información que llegue de los dispositivos automáticos. En segundo lugar, la seguridad del trabajo de uno u otro sistema técnico depende todavía en gran medida de la seguridad del trabajo del obrero operador, que recibe la información y mantiene un activo control.

Al desarrollarse la electrónica y la cibernética pueden ser eliminadas prácticamente estas limitaciones. Con ello la humanidad dispondrá de enormes posibilidades para desarrollar la producción y elevar la productividad del trabajo. Sin embargo, el capitalismo como sistema basado en la explotación no puede hacer esto. Sólo el socialismo puede aprovechar de verdad la automatización en beneficio del hombre.

La fábrica capitalista

Con la aparición de la máquina surge la fábrica. La fábrica proviene del taller manufacturero, en el que empiezan a utilizarse las máquinas. La fábrica es la cooperación de las máquinas que funcionan simultáneamente y constantemente. Si se utiliza un grupo de máquinas homogéneas y cada una realiza un trabajo determinado desde el principio hasta el fin, se trata de la cooperación de máquinas simples. Si hay en la fábrica máquinas diferentes que se complementan entre sí, y el objeto del trabajo pasa sucesivamente de una máquina a otra, se tiene un sistema de máquinas basado en la división del trabajo. Eso es ya la cooperación de máquinas complejas.

La fábrica es la forma superior de la cooperación capitalista. En ella, lo mismo que en la manufactura y la cooperación capitalista simple, se aplica el trabajo colectivo y conjunto de obreros asalariados. Pero la división del trabajo en la fábrica, se diferencia notablemente de la división del trabajo en la manufactura.

En la manufactura, cada obrero parcial es un órgano independiente del mecanismo único. En la fábrica es diferente. En ella, la cooperación de las máquinas constituye el esqueleto de la producción. los órganos de ese mecanismo son las diversas máquinas parciales entre la que se establece una original división del trabajo. La cooperación de las máquinas existe independientemente de los obreros. Los obreros están incorporados a este mecanismo como sus apéndices vivos. No es el obrero quien obliga a trabajar para él a los instrumentos de trabajo, como ocurría en la manufactura, sino, por el contrario, el obrero sirve a la máquina, se subordina a su funcionamiento.

Por consiguiente, el contenido del trabajo del obrero asalariado en la fábrica capitalista cambia por principio en comparación con el de la manufactura. En las relaciones entre el trabajo y el capital surgen nuevos aspectos.

La fábrica capitalista profundiza la oposición entre el trabajo manual y el trabajo intelectual. Al obrero le corresponde un agotador trabajo manual carente de todo contenido. Las funciones de trabajo intelectual son separadas del trabajo manual y desempeñadas por un pequeño grupo de personal asalariado que se ocupa exclusivamente de observar el funcionamiento de las máquinas y contralar todo el proceso de producción. se trata de los ingenieros y peritos, que cumplen funciones de dirección y vigilancias técnicas.

La subordinación de los obreros a la máquina crea una disciplina cuartelera del trabajo y origina la división de los obreros en “Soldados rasos” y “clases”.

Los primeros se ocupan preferentemente de los trabajos manuales y los segundos desempeñan el papel de capataces. Pero en la fábrica no hace falta el látigo, ya que lo sustituye el cuaderno de multas que lleva el encargado y el jefe de brigada.

Al liberarse de la dirección inmediata del proceso de producción, el capitalista concentra en sus manos el poder supremo sobre el trabajo. El servicio a la máquina se convierte en una carga vitalicia del obrero asalariado. No sólo el trabajo, sino toda la vida del obrero y de su familia se supeditan a la producción capitalista, a la fábrica y, por consiguiente, al capitalista.

La máquina simplifica el proceso de producción y, en consecuencia, decrece la importancia de la maestría de los obreros, que cede ante la ciencia, antes las colosales fuerzas de la naturaleza , puesta al servicio de la producción. Pero la ciencia y la aplicación de la misma se enfrentan al obrero como fuerzas del capital. Esto significa que el desarrollo de las fuerzas productivas no sólo se realiza en beneficio del obrero, sino que está enfilado contra él.

Las máquinas hacen superfluo el empleo de la gran fuerza muscular de los hombres, por lo que crean amplias posibilidades para la explotación del trabajo de mujeres y niños. El capital no toma en consideración las particularidades del organismo femenino e infantil, colocándolos en las mismas condiciones de trabajo, y a menudo en peores condiciones que las que tienen los hombres..

La masiva incorporación de los familiares del obrero conduce a la reducción del valor de la fuerza de trabajo, ya que el valor de la fuerza de trabajo se distribuye entre todos los miembros de la familia. Es evidente que el valor de la fuerza de trabajo de toda la familia puede ser mayor que el valor de la fuerza de trabajo del cabeza de familia. Pero incluso en este caso sale ganando el capitalista, ya que pasa a disponer de más fuerza de trabajo y, por consiguiente tiene la posibilidad de apropiarse de plusvalía en mayores proporciones.

Límites del empleo de las máquinas

Desde el punto de vista social, el empleo de las máquinas es conveniente si eleva la productividad del trabajo, reduce el valor por unidad de mercancías, alivia el trabajo y mejora sus condiciones. Pero al capitalista le son indiferentes la condiciones del trabajo del obrero. En lo relativo a la elevación de la productividad del trabajo y la reducción del valor de la unidad de mercancías, no es eso lo que determina las contingencias de aplicación de la nueva máquina bajo el capitalismo. El empleo de las máquinas en las condiciones del capitalismo choca con límites muy restringidos. El valor de la mercancía es creado por el trabajo del obrero. Pero el capitalista no paga el trabajo, sino la fuerza de trabajo. Por ello soluciona un sencillo problema: qué es más barata: la fuerza de trabajo o la máquina en que tiene que invertir más capital. Si la máquina es más cara que la fuerza de trabajo, el capitalista no la compra, sino que contrata más obreros.

Supongamos que la máquina cuesta 50,000 dólares y el valor de la fuerza de trabajo que la sustituye a 40,000 dólares. Esa máquina no le conviene al capitalista, y por ello no encuentra aplicación en la sociedad capitalista. Pero desde el punto de vista social, esa máquina podría tener aplicación. La cuestión consiste en que el trabajo materializado en la máquina comprada por el capitalista es siempre menor que el trabajo vivo sustituido por ella, ya que en el proceso de producción los obreros asalariados crean no sólo el equivalente de valor de la fuerza de trabajo, sino, además, plusvalía.

Revolución industrial

El invento y el empleo de las máquinas de trabajo iniciaron la revolución industrial. Culminó esa revolución con la creación de la industria de construcción de maquinarias, basada en el empleo de las máquinas.

Fue Inglaterra el primer país donde se desarrolló la gran producción maquinizada capitalista y se instauró el capitalismo. Esto obedece a varias razones. En primer lugar en ese país se había abolido hacía mucho la servidumbre y suprimido el desmembramiento feudal que imposibilitaba la formación de un mercado único; en segundo lugar el despojo violento de la tierra a los campesinos ofreció fuerza de trabajo libre a la industria en desarrollo; en tercer lugar los inmensos recursos monetarios acumulados gracias a un comercio muy desarrollado, permitieron abrir grandes empresas y comprar maquinarias costosas.

La revolución industrial comenzó por la industria textil algodonera, nueva para Inglaterra. El crecimiento del mercado exigía un aumento progresivo de la producción de tejidos de algodón. El primer paso fue dado en la sustitución del trabajo manual por las máquinas en la tejedura. En 1733 fue inventada la lanzadera volante, que duplicó la producción del trabajo del tejedor. La hilatura basada en el trabajo manual quedaba atrás de la tejedura. La salida a esta situación fue gracias al invento de la máquina de hilar.

El perfeccionamiento de la técnica de la hilatura (1765-1767) hizo que en la segunda mitad el siglo XVIII la hilatura dejara atrás a la tejedura. Esta nueva contradicción fue resuelta tras la creación en 1785 del telar mecánico que condujo a la sustitución del trabajo manual por el de las máquinas en la tejedura.

La amplia mecanización de los procesos principales, ejerció gran influencia en el perfeccionamiento y los métodos de las operaciones de acabado. Jugó un gran papel el empleo de la química la cual mejoró la calidad de la producción. y puesto que la industria textil algodonera era la rama pionera del progreso técnico, ella determinó la revolución en otras ramas de la economía.

La amplia difusión de las máquinas requería necesariamente su producción maquinizada. En la construcción de máquinas jugó un papel importante la máquina de vapor, que permitía producir una potente fuerza motriz, la cual se hallaba enteramente bajo el control del hombre. Sin está era imposible forjar, cortar y taladrar las enormes masas de hierro para construir maquinarias. La producción de maquinaria a base de máquinas presupone la elaboración de diversas piezas de formas geométricas precisar: superficies, círculos, cilindros, conos, esferas, etc. Esta situación fue resuelta en la primera mitad del siglo XIX con la invención del carrillo porta herramientas del torno. Solo desde entonces fue posible la gran producción maquinizada en la construcción de maquinarias y, por consiguiente, la fabricación masiva y barata de maquinarias.

En la primera mitas del siglo XIX surgieron los primeros martillos mecánicos, prensas y máquinas para mecanizar metales: torno, fresadora y taladradora. El aumento constante de la producción de mercancías requería de la velocidad de las máquinas de trabajo. Esto fue posible al sustituir las piezas de madera por metálicas, gracias a lo cual las máquinas se hicieron más duraderas y sólidas. En empleo de los metales en la construcción de maquinaria condujo al desarrollo de la siderurgia que a su vez con la difusión de la máquina de vapor impulsaron el auge de la industria del combustible, ante todo de la hulla.

El desarrollo de la gran industria maquinizada provocó una revolución en los medios de transporte y comunicaciones. Aparecieron las vías férreas, los barcos fluviales y marítimos y el telégrafo. Estos medios podían satisfacer las necesidades de la naciente gran industria.

Nacida en Inglaterra la gran industria maquinizada, comenzó a difundirse en otros países. A principios de la segunda mitad del siglo XIX, culminó la revolución en Francia, Alemania y en otros países de Europa occidental, así como en los Estados Unidos de Norteamérica. En Rusia la revolución industrial comenzó más tarde. Su causa fue la perduración del régimen de la servidumbre.

La revolución industrial no se limita a la revolución en las condiciones técnicas de la producción, sino que está estrechamente relacionada con la revolución en las relaciones de producción. la revolución industrial supuso la victoria del capitalismo sobre el feudalismo y consolidó definitivamente el modo capitalista de producción. Como resultado de la revolución industrial se formaron las clases fundamentales de la sociedad capitalista: el proletariado y la burguesía.

Fuentes

  • C. Marx. “El Capital”. T. I. secc cuarta. Cap XIII. Pág. 327,
  • Curso de Economía Política. Universidad de Lomonosov. Tomo I. Primera parte. Pág 258.
  • Material didáctico de ciencias sociales. Economía Política. Ed. Progreso. Moscú. Pág 102.

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