José María Luis Mora

José María Luis Mora
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NombreJosé María Servín de la Mora Díaz Madrid
Nacimiento12 de octubre de 1794
Puebla, México
Fallecimiento14 de julio de 1850
París, Francia
Causa de la muerteTisis
CiudadaníaMexicana
Alma materUniversidad de México
OcupaciónSacerdote, político, historiador
TítuloMinistro plenipotenciario de México en Inglaterra
Obras destacadasMéxico y sus revoluciones y Obras sueltas

José María Luis Mora. El mejor representante del pensamiento histórico y político del México de la época de la independencia.

Biografía

Niñez

José María Servín de la Mora Díaz Madrid, nació en Chamacuero, que hoy es la ciudad Comonfort, en 1794; en la parroquia de su ciudad natal fue bautizado el 12 del mismo mes, a los pocos días de su nacimiento, a muy temprana edad se trasladó con su familia a Celaya y después a Querétaro. Durante su niñez recibió notas buenas en la escuela, era un niño precoz e intelectual. Mantuvo esta inteligencia durante toda su vida. En 1807 se estableció en la Ciudad de México.

Trayectoria estudiantil

Se graduó de bachiller en Filosofía en 1812 y en Teología en 1818; para 1820 obtuvo el doctorado en dicha ciencia. En este mismo año fue nombrado catedrático de Filosofía en San Ildefonso.

Papel en la política

En 1821, se encargó de la redacción del Semanario Político y Literario y, al mismo tiempo, fue elegido miembro de la Diputación Provincial del Estado de México; en 1823 fue también electo diputado del Congreso Constituyente, donde participó de manera muy activa en la elaboración de la primera Constitución, así como en la creación del Instituto Científico y Literario. En 1827 obtuvo el título de abogad. También publicó en el periódico El Observador de la República Mexicana y, siendo consejero del presidente Valentín Gómez Farías durante los años de 1833 - 1834, intervino en la redacción de una serie de leyes y decretos que buscaban reformar al país; acciones con las cuales generó lo que la historiografía mexicana reconoció después como la Prerreforma. A la caída de Gómez Farías, y en circunstancias todavía un tanto confusas, se exilió en Francia donde habría de radicar el resto de su vida. En 1846 fue nombrado ministro plenipotenciario de México en Inglaterra donde estuvo poco tiempo. Trasladado a París, de más benigno clima, por agravamiento de la tisis que padecía y que contrajo en sus años de miseria, falleció en esa ciudad el 14 de julio de 1850

Publicaciones

Publicó dos libros: México y sus revoluciones, en 1836, y sus Obras sueltas, en dos volúmenes, en 1838. Desde 1828 había estado haciendo acopio de material para el primero de ellos, que empezó a escribir en 1830 y que, conforme al plan trazado, debería comprender una primera parte estadística, relativa al estado general de la República y particular de cada uno de los estados y territorios; y una segunda parte, histórica, que abarcaría desde la conquista española hasta la administración de Santa Anna. Pero el autor no llegó a realizar sus propósitos, pues de esa obra sólo aparecieron tres tomos: el primero, en que se trata de la situación, extensión, estructura física y productos naturales de México; minería, industria y comercio, administración pública bajo el régimen español, organización política y social, relaciones exteriores y rentas, etc. El segundo tomo no llegó a publicarse, y el tercero se refiere a la conquista y a las diversas tentativas para establecer la Independencia; el cuarto estudia desde la iniciación de la Independencia hasta la muerte de José María Morelos. Las Obras Sueltas son un documento inestimable para conocer la interesante personalidad política del doctor Mora: "Son —dice él mismo— la historia de mis pensamientos, de mis deseos, de mis principios de conducta".

Fragmentos de su obra

"... la tierra, riqueza fundamental del país, debe pasar a manos del Estado, que a su vez la venderá a pequeños propietarios que sean la base de una amplia y sólida clase productora." "El mayor bien político se da cuando un pueblo educado y un gobierno sabio reconocen las necesidades de desarrollo de su sociedad y las ponen en marcha conjuntamente, armoniosamente." El cura Hidalgo era hombre de una edad avanzada, pero de constitución robusta, había hecho sus estudios en Valladolid de Michoacán con grandes créditos de famoso escolástico. El deseo que lo devoraba de hacer ruido en el mundo le hizo sacudir, más por espíritu de novedad que por un verdadero convencimiento, algunas de las preocupaciones dominantes en su país y propias de su estado, así es que leía y tenía algunas obras literarias y políticas prohibidas severamente por la Inquisición y desconocidas para el común de los mexicanos. Esta libertad lo hizo entrar en relaciones íntimas con el obispo Queipo y el intendente Riaño, que eran de las mismas ideas, y por sólo esta razón buscaban naturalmente el trato de personas que las tuvieren, aunque o fuesen por otra parte de un mérito superior, el de Hidalgo era muy mediano, como lo demostró después la experiencia por toda la serie de sus operaciones. En efecto este hombre ni era de talentos profundos para combinar un plan de operaciones, adaptando los medios al fin que se proponía, ni tenía un juicio sólido y recto para pesar los hombres y las cosas, ni un corazón generoso para perdonar los errores y preocupaciones de los que debían auxiliarlo en su empresa o estaban destinados a contrariarla; ligero hasta lo sumo, se abandonó enteramente a lo que diesen de sí las circunstancias, sin extender su vista ni sus designios más allá de lo que tenía de hacer el día siguiente; jamás se tomó el trabajo, y acaso ni aun lo reputó necesario, de calcular el resultado de sus operaciones, ni estableció regla ninguna fija que las sistemase. "Allende era de un carácter enteramente opuesto a Hidalgo; no tenía la reputación de éste ni en sus relaciones, su educación había sedo descuidada, y se ignora cuáles fuesen sus talentos y disposiciones mentales; pero su resolución era capaz de las mayores empresas; su perseverancia era inalterable en llevar a efecto lo resuelto, sin que nada pudiese distraerlo de lo que había emprendido; incansable en el trabajo, jamás lo arredraron los obstáculos ni resistencias, y lograba vencerlo todo su actividad y firmeza; siempre en movimiento y ocupado de sus designios que jamás perdía de vista, no daba paso ninguno que no se dirigiese a lograrlos; valiente hasta el grado de temerario se exponía a todos los riesgos, no sólo los de de la campaña, los menos difíciles de arrostrar, sino los de declarar su opinión y modo de pensar tal vez hasta con indiscreción. No se le acusa de vengativo, cruel o sanguinario, ni puede serlo un hombre que, puesto al frente de una empresa tan grande, se ocupa de ella come debe, pues no tienen cabida en él las pequeñeces de estos vicios vergonzosos."

Fuentes