Mi tío (película de 1958)

Mi tío (Película)
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Comedia |
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El Sr. Hulot, que vive en una casa modesta de un barrio humilde, va a visitar a un sobrino suyo, que vive con sus padres en un hogar ultramoderno (Villa Arpel). El padre del niño ocupa un alto cargo en una fábrica de plástico. La casa es fría, al contrario que la casa de Monsieur Hulot, que se siente incómodo. Su sobrino no es feliz, porque se le prohíbe que traiga a casa a los amigos, porque podrían romper algo. El Sr. Hulot intentará que mejore esa situación.
NombreMi tío
DirectorJacques Tati
RepartoJacques Tati, Jean-Pierre Zola, Adrienne Servantie, Lucien Frégis, Betty Schneider, Jean-François Martial
ProductoraGaumont, Specta Films, Gray-Film, Alter Films

Mi tío . Comedia francesa del año 1958 (título original en francés: Mon oncle ) dirigida por Jacques Tati. Ganó el Óscar a mejor película extranjera en la 31.ª entrega de los premios.

Sinopsis

En Mi tío, Tati nos entretiene con una historia decididamente urbana, en la cual hay al menos cuatro narraciones anidadas: la de una pareja ya madura, atrapada en las rutinas de una relación regida por el diseño, tanto de los actos que hacen, como del ambiente ultramoderno en el cual viven, como si se tratara de divertidas marionetas movidas por sus propias fijaciones mentales; la de una fábrica de plástico, cuyo ambiente es igualmente plástico y artificial; la del ambiente de un barrio adornado con pandillas de pillos infantiles y de perros callejeros y la de la vida de Monsieur Hulot, que transcurre entre su modesta casa de barrio humilde y las visitas y contactos con su sobrino, que vive con sus padres, la pareja ya mencionada de hogar ultramoderno, en la Villa Arpel.

Las acciones ocurren sin demasiado diálogo, basadas en movimientos alrededor de los ambientes mencionados. Tati se detiene obsesivamente en los distintos detalles, especialmente los de tipo arquitectónico, generando lo que podríamos denominar el ridículo y la exageración espacial. Los personajes centran sus movimientos de marioneta, gobernados por las formas de sus espacios vitales, de sus zonas de circulación.

Unos niños, escondidos tras los matorrales de una pequeña colina, asustan a los peatones que cruzan por el camino adyacente, con un silbido inesperado, con la intención de hacerlos golpearse contra un poste que no habían visto y que se atraviesa súbitamente; acá, el ridículo surge cuando advertimos que la gente apenas si observa las cosas que los rodean, tan absortos van en sus propios pensamientos.

En otra variación del mismo tema, los pequeños pillos disfrutan de los distraídos conductores que se paran enfilados, haciéndoles creer, súbitamente, que han recibido un golpe del carro que espera en su parte trasera, con lo cual proceden a discutir airadamente entre sí, sin observar lo que realmente sucede. Pero el protagonismo mayor lo tiene la casa del cuñado y de la hermana de M. Hulot. Es una vivienda ultramoderna, dotada de todo tipo de dispositivos automáticos, con un diseño de jardines y de espacios absolutamente geométrico y artificial.

En ella hay tres ambientes que Tati usa con maestría para generar un humor lento e inteligente, no basado en risas o en dichos, sino en acciones ridículas por lo artificiosas, por rutinarias y por pedantes. La puerta automática que se abre y que se cierra a las órdenes de la hermana de Hulot, siempre pendiente de encender, ajustar y apagar, al mismo tiempo, una fuente en la cual un pez arroja un chorro de agua; la cocina automática, que produce y engulle alimentos en forma robótica, con espíritu de inteligencia artificial autónoma, más allá del alcance de los humanos; la nueva puerta del garaje, dotada de sensores que advierten al paso del conductor para abrirse y cerrarse, como símbolo de que todo será automático en los tiempos que se avecinan.

Tati repite una y otra vez las escenas en las que los personajes se ven esclavizados por los dispositivos de la vida moderna, sin que ello realmente agregue mayor valor agregado a sus momentos cotidianos, no importa que celebren reuniones, movimientos e intercambios para ponerlos en marcha, exhibirlos y mejorarlos. Con todo esto Tati predice bastante bien la tendencia de la sociedad moderna a enredarse y a confiar en aparatos, y eso sin que haya advertido el impacto del mundo digital en todo lo relacionado con la virtualidad y la información.

En medio de este ambiente de modernismo extremo, es evidente que no se logra la felicidad, al menos para el hijo de la moderna pareja, quien realmente disfruta de la vida con sus compañeros de pandilla infantil (quienes definitivamente no son bienvenidos a su casa) o con las visitas de su tío, quien es admitido en la Villa merced a la resignación tolerante de su exitoso cuñado, quien se preocupa de su hijo, pero solamente en cuanto a lo material. Es decir, según el mensaje de Tati, este ambiente ultramoderno engaña a las personas y las aísla, matando las posibilidades de la amistad cercana y duradera. En cambio, el sencillo interés mutuo humaniza y genera espacios divertidos e inteligentes.

Datos curiosos

1958, uno de los momentos cumbre de la historia del cine El año del estreno de Mi tío (1958), el cine estaba en uno de sus momentos cumbre. Fue también el año de Vértigo, Sed de Mal, La gata sobre el tejado de zinc, Horizontes de grandeza, Rufufú o Ascensor para el cadalso. Pero la película de Jacques Tati no se parece a ninguna de ellas.

En Europa, estaba evolucionando el lenguaje fílmico. Muchos directores buscaban una brújula más social que otorgase realismo a los personajes. Utilizaban un lenguaje más accesible para acercar su mensaje a la sociedad. Fue también el año de Vértigo, Sed de Mal, La gata sobre el tejado de zinc, Horizontes de grandeza, Rufufú o Ascensor para el cadalso.

Mi tío nos enseñó el París que todo el mundo sueña. Sin embargo, ese París está próximo a desaparecer, invadido por una modernidad tan necesaria como espeluznante. La película es un ejemplo maravilloso de lo que se puede perder por aparentar lo que no se es. Emociona, divierte, y nos hace sentir lástima por sus personajes.

Críticas

• Los franceses hacen la tortilla sin patatas y las comedias sin humor. El resultado es el mismo: ni la tortilla francesa ni las comedias galas tienen la más mínima gracia. La excepción a la regla es, por supuesto, Jacques Tati. Un prodigio de elegancia, originalidad y sutileza, combinadas con un inmaculado sentido del humor y la ironía. Ésta es, sin duda, su mejor película: una parodia blanca de la vida moderna y ultratecnificada, a la que contrapone el encanto y la calidez de la vida tradicional. Si Chaplin diseccionó impecablemente las servidumbres que la técnica implicaba para el obrero en "Tiempos modernos", Tati, su digno sucesor, nos muestra las que supone para el burgués, sacando así a la luz el absurdo y la pomposidad de nuestra sociedad. Todo ello, a través de las meteduras de pata del entrañable Monsieur Hulot y las trastadas de su travieso sobrino. Para el recuerdo, la fiesta en el jardín: "El guateque", a su lado, es de una chabacanería insoportable. Daniel Andreas: FilmAffinity

• "La obra de Tati permanece como un monumento luminoso al que pocos han sabido acercarse. (...) En esta obra inolvidable arremete contra la sociedad de consumo y contra el mecanicismo que ahoga al individuo. Así hace presente el absurdo de la realidad cotidiana en un prodigio de fantasía que encierra a sus personajes en secuencias deslumbrantes" Miguel Ángel Palomo: Diario El País

Premios

  • 1958: Premios Oscar: Mejor película extranjera
  • 1958: Festival de Cannes: Premio Especial del Jurado
  • 1958: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película extranjera
  • 1958: National Board of Review: Mejores diez películas extranjeras

Fuentes