Moralidad

La Moralidad
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Concepto:Comportamiento en la sociedad de los individuos.

Moralidad es la calidad de los actos humanos en cuya virtud los designamos como buenos o malos, como acertados o erróneos. Se trata de un término común relativo a la bondad o la maldad de un acto humano, sin especificar a cuál de los dos se refiera. El opuesto de lo moral es propiamente lo no moral, términos que indican que el acto no tiene significado moral en absoluto, que simplemente no se refiere a la moral. La palabra amoral se utiliza también en este sentido, pero se aplica con mayor frecuencia a personas faltas de un sentido de responsabilidad moral.

La conciencia

La conciencia es una realidad de experiencia: todos los hombres juzgan, al actuar, si lo que hacen esta bien o mal. Este conocimiento intelectual de nuestros propios actos es la conciencia. Es innegable que la inteligencia humana tiene un conocimiento de lo que con toda propiedad puede llamarse los primeros principios del actuar: hay que hacer el bien y evitar el mal, no podemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros, la inteligencia (o, propiamente, la conciencia), juzga sobre los actos concretos; el acto de la conciencia es, por tanto, el juicio en que esos principios primeros o los deducidos de ellos se aplican a las acciones concretas.


Naturaleza de la conciencia

Desde el punto de vista psicológico, la conciencia es el conocimiento íntimo que el hombre tiene de sí mismo y de sus actos. En moral, en cambio, la conciencia es la misma inteligencia que hace un juicio práctico sobre la bondad o maldad de un acto. a) juicio: porque por la conciencia juzgamos acerca de la moralidad de nuestros actos; b) práctico: porque aplica en la práctica es decir, en cada caso particular y concreto lo que la ley dice; c) sobre la moralidad de un acto: es lo que la distingue de la conciencia psicológica; lo que le es propio es juzgar si una acción es buena, mala o indiferente. Este juicio de la conciencia es la norma próxima e inmediata - subjetiva - de nuestras acciones, porque ninguna norma objetiva -la ley- puede ser regla de un acto si no es a través de la aplicación que cada sujeto haga de ella al actuar. El acto de la conciencia -juicio práctico- sobre la moralidad de una acción puede intervenir de una doble forma: a) antes de la acción nos hace ver su naturaleza moral y, en consecuencia, la permite, la ordena o la prohíbe. Actúa: aunque de modo espontáneo e inmediato- a modo de un silogismo, por ejemplo:

  • lo que vas a responder es mentira (aplicación del principio al acto concreto),
  • luego, no puedes responder así (juicio de la conciencia propiamente dicha);

b) después de la acción el juicio de la conciencia aprueba el acto bueno llenándonos de tranquilidad, o lo reprueba, si fue malo, con el remordimiento. Por eso señala San Agustín (cfr. De Gen. 12, 34: PL 34, 482) "que la alegría de la buena conciencia es como un anticipado paraíso". Conviene aclarar que cuando la conciencia actúa después de la acción no influye en su moralidad, y si se diera el caso de que sólo después de realizado un acto el hombre se diera cuenta de su inmoralidad. Sería una acción materialmente mala, pero no imputable.


Reglas fundamentales de la conciencia

Antes de analizar los diversos tipos de conciencia que pueden darse en el hombre, señalaremos brevemente las reglas generales por las que hay que regirse:

A) NO ES LICITO ACTUAR EN CONTRA DE LA PROPIA CONCIENCIA Como hemos dicho, la conciencia es la norma próxima de la moralidad de nuestros actos. Actuar en contra de lo que dicta la conciencia es, en realidad, actuar en contra de uno mismo, de las convicciones más profundas, y de los primeros principios del actuar moral. Y ¿qué pasa, podemos preguntarnos, con la conciencia errónea? Es decir, la conciencia que equivocadamente cree que un acto bueno es malo o que un acto malo es bueno. Siendo consecuentes con la regla que acabamos de dar, diremos que hay obligación de seguirla, siempre que se trate de una ignorancia que el sujeto no puede superar, porque ni siquiera se da cuenta de que está en la ignorancia.

Podemos aclarar esta idea con algunos ejemplos:

  • Como consecuencia de una educación deficiente, alguien puede pensar que tomar bebidas alcohólicas aun moderadamente es ilícito. Si en una fiesta le ofrecen una copa y piensa que beberla es malo, al hacerlo actúa en contra de lo que le dictaba la conciencia (el acto ser materialmente bueno, formalmente malo).
  • También puede suceder lo contrario: por mala formación inculpable, pienso que tengo obligación de mentir para ayudar a una persona; en ese caso estoy obligado a mentir, aunque ese acto sea en sí mismo malo (materialmente malo; formalmente bueno, si la ignorancia era invencible).

Lo ordinario es que la conciencia errónea está basada en un error superable y, por tanto, la conciencia misma obliga a salir de él, poniendo la diligencia razonable que ponen las personas en los asuntos importantes.

B) ACTUAR CON UNA CONCIENCIA DUDOSA Es necesario salir antes de la duda. De otro modo, el sujeto se expone a cometer voluntariamente un acto indebido.

C) OBLIGACION DE FORMAR LA CONCIENCIA Sí la conciencia se equivoca al juzgar los actos por descuidos voluntarios y culpables, el agente es responsable de ese error (cfr. Lc. 11, 34-35). Es oportuno insistir en que la conciencia no crea la norma moral, sólo la aplica. Por ejemplo: caería en el error -llamado subjetivismo moral- el que dijera: para mí no es malo blasfemar; como sería igualmente ridícula la postura de quien pensara que por opiniones personales se puede cambiar la naturaleza de un metal, o que los ácidos se comporten como sales. Tan sólo se trata de aplicar, al caso concreto, normas objetivas.

Las fuentes de la moralidad:

La moralidad de los actos humanos depende: • del objeto elegido; • del fin que se busca o la intención; • de las circunstancias de la acción. El objeto, la intención y las circunstancias forman las ‘fuentes’ o elementos constitutivos de la moralidad de los actos humanos.

Los actos buenos y los actos malos

1755. El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno (como orar y ayunar ‘para ser visto por los hombres’). El objeto de la elección puede por sí solo viciar el conjunto de todo el acto. Hay comportamientos concretos -como la fornicación - que siempre es un error elegirlos, porque su elección comporta un desorden de la voluntad, es decir, un mal moral. 1756. Es, por tanto, erróneo juzgar de la moralidad de los actos humanos considerando sólo la intención que los inspira o las circunstancias [ambiente, presión social, coacción o necesidad de obrar, etc.] que son su marco. Hay actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio. No está permitido hacer el mal para obtener un bien.

Fuentes

http://www.abcpedia.com
Centro de Referencia Escuela Primaria Luís Augusto Turcios Lima Colaboración Odalys Romero Osorio.