Napoleón Peña

Pablo Napoleón Peña
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Nacimiento23 de enero de 1844
Salta, Bandera de Argentina Argentina
Fallecimiento20 de setiembre de 1911
Salta, Bandera de Argentina Argentina
Nacionalidadargentino
Ocupaciónpolítico

Pablo Napoleón Peña generosidad de corazón y arrojo fueron las características más salientes de este varón salteño, cuya figura esperamos no logre el tiempo desdibujar.

Síntesis Bibliográfica

Nació el 23 de enero de 1844. Hijo de Manuel Antonio Peña y Cervantes y de Fortunata Eulalia de la Corte y Carvajal. Tuvo por abuelos paternos a José Antonio de la Corte y Peña y a Petrona de Cervantes y Villabaso. Sus abuelos maternos fueron Fidel Ignacio de la Corte y Peña y Eustaquia Isola Petrona de Carvajal y Fernández de Córdoba.

Trayectoria Política

La Vida de Napoleón Peña estuvo signada por un ardoroso patriotismo y una profunda fe democrática, que dieron a su personalidad relieves de gran respeto y autoridad, con singular prestigio popular.

Su actuación cívica, en una época azarosa, de enconadas luchas y el desempeño de comandante de cuartel en los gobiernos del coronel Juan Solá y de los doctores Moisés Oliva y Miguel S. Ortiz, destacan nítidamente al ciudadano y al funcionario responsable y progresista.

Pero hay un episodio en su actuación militar que le dio justiciera fama, con perfil de heroísmo y le acompañó hasta más allá de la muerte. Fue su participación en la defensa de la ciudad natal contra la invasión de Felipe Varela, en octubre de 1867, es decir, cuando sólo contaba veintitrés años de edad.

Cuando el general Octaviano Navarro solicitó desde la provincia de Catamarca, auxilios al gobernador de Salta, Don Sixto Ovejero, éste le envió los soldados que tenía disponibles al mando del coronel Martín Cornejo, quien recibió idéntica orden del general Antonio Taboada, jefe de todas las fuerzas legales que operaban en estas provincias del noroeste y en su división salteña iba como ayudante el joven Napoleón Peña, y con el grado de mayor, su hermano Bernardo.

Hallándose todavía en jurisdicción de Catamarca por la increíble demora en el avance de las fuerzas del general Navarro –cuando ya Varela hubo pasado la Cordillera, perseguido por el Coronel Arredondo-, el segundo del jefe montonero, Sebastián Elizondo había invadido los valles calchaquíes salteños, por Molinos y derrotado al comandante Pedro José Frías, lo que anticipaba una posible sorpresa sobre la ciudad capital. Los hermanos Bernardo y Napoleón Peña fueron elegidos comandantes de la trinchera Salta.

El 8 de octubre se tuvo conocimiento de la proximidad de Varela, con una fuerza calculada en más de mil soldados. De inmediato el gobernador Ovejero y su ministro el Dr. Isidro López ordenaron que se defendiera la parte principal de la ciudad, bajo el comando del general boliviano Nicanor Flores, residente en Salta y casado con una dama salteña, siendo jefe de estado Mayor don Juan Martín Leguizamón.

Napoleón Peña desempeñó ese día el puesto de ayudante mayor del jefe de la plaza, general Flores.

Mientras se dirigía a una trinchera del norte, hacia donde convergían los asaltantes, con el objeto de cooperar a la defensa de ella y acompañado de dos asistentes, al pasar frente a la puerta de una casa antigua y monumental que daba a la plaza 9 de julio centro de la defensa oyó un pequeño ruido alarmante detrás de la gran puerta de calle, que se encontraba cerrada por emigración de sus dueños, se aproximo a ella y miro por el ojo de la llave un buen rato y vio a un grupo de harapientos bandidos que seguían a su jefe Felipe Varela y en el acto comprendió la causa al levantar la vista se encontró con los andamios de la Catedral en construcción y con el rifle en la mano izquierda trepó por ellos, hecho que en silencio fue imitado por sus seguidores y desde allí comenzaron a disparar.

Este sólo episodio bastó para inmortalizar a Napoleón Peña, joven de 23 años, porque salvó a las familias de los salteños’. El gobierno de la Provincia de don Avelino Figueroa y siendo ministro de gobierno el doctor Robustiano Patrón Costas, dictó un expresivo decreto de honores. Por menos que eso, muchos tienen estatuas conmemorativas en las plazas públicas y sus nombres han pasado a la historia envueltos en el nimbo de la gloria, y aclamados perpetuamente por el himno y la gratitud de sus conciudadanos.

El homenaje que constantemente se le tributaba por las autoridades y el pueblo condecía con tales juicios. Las numerosas visitas que recibía en los aniversarios de aquel 10 de octubre, las procesiones cívicas al cementerio hasta el monumento a los caídos en que era llevado a la cabeza como una patriota reliquia.

Don Napoleón Peña estuvo casado con doña Francisca Zigarán y no dejó descendencia.

Muerte

Don Napoleón Peña muere el 20 de setiembre de 1911. En la nota necrológica publicada como editorial del diario ‘El Cívico’, se dice entre otros laudarios juicios: ‘Todos los salteños sabemos cuánto le debemos a Peña como simple ciudadano y como guerrero...’. ‘La masa social se conmueve y rodea el cadáver y tumba del héroe legendario con muestras de vivo pesar’.

Don Moisés J. Oliva, citó: ¡Napoleón Peña! Todos los hemos conocido. ¿A quién no ha estrechado la mano con esa sinceridad y franqueza que le eran propias? Fuerte, ágil, paseaba su eterna juventud por nuestras calles, amable con todos, tenía una frase cariñosa para cada uno, sus ojos grises, pequeños, un tanto irónicos, reflejaban la movilidad infantil de su alma, sin dobleces, sin claudicaciones.

El entonces canónigo y próximamente obispo de Salta, Mons. Gregorio Romero, dice entre otros conceptos: ‘Napoleón Peña, el soldado el invencible, fue como el último soldado de Sagunto que al grito de vencer o morir, dominó la fortaleza y salvó su vida para contar a las generaciones posteriores en patriótico entusiasmo, los heroísmos de esa pléyade de valientes, defensores del hogar salteño y de la virilidad de esa raza que no ha muerto ni morirá jamás, porque vive en la inmortalidad al calor de grandes altiveces y de abnegaciones sin ejemplo’.

Fuente

http://www.portaldesalta.gov.ar/napopena.html