Nodriza Hipólita

Nodriza Hipólita
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Nodriza de Simón Bolívar.
Nacimiento1763
San Mateo, Bandera de la República Bolivariana de Venezuela Venezuela
Fallecimiento25 de junio de 1835
Caracas
OcupaciónNodriza de Simón Bolívar.


Hipólita. También conocida como Negra Hipólita, nació en 1763 en San Mateo. Como la mayoría de los esclavos, llevaba el apellido de la familia a la que servía. En 1782 se casó conuno de la familia en la hacienda de Santo Domingo de Macaira. Tuvo un hijo en 1783. Juan Vicente Bolívar le solicitó que se trasladara a Caracas para ayudar en la crianza de los niños. Entre la negra y Simón existió gran afinidad. A lo largo de su vida Bolívar profesó un inmenso cariño y agradecimiento por su nodriza.

Hipólita vivía, en una humilde casa de El Calvario; nadie velaba por ella. Al único que tenía y a quién podía acudir era a su “amo”. Murió en Caracas el 25 de junio de 1835. Sus restos reposan en la cripta que inauguraron los Bolívar en la Catedralde Caracas

Biografía

La Negra Hipólita

1690

La Negra Hipólita nació en San Mateo, Edo. Aragua, el 13 de agosto de 1763 y murió en la ciudad de Caracas el 26 de junio de 1835. Fue la nodriza que amamantó y arrulló con sus cantos infantiles al niño Simón Bolívar y Palacios (1783- 1830). La negra Hipólita, durante varios años, permaneció esclavizada en la hacienda-trapiche de caña de azúcar “El Ingenio” de San Mateo, en los Valles de Aragua “…pero la vida rutinaria de trabajo en su lar nativo se suspende cuando, en los días finales del mes de julio de 1783, se le trae a Caracas para que sirva de nodriza a un niño recién nacido en la casa de sus amos, vendrá a desempeñar la obra que significará su grandeza y hará perdurable su nombre […] Hipólita no solamente hizo de madre alimentándolo, sino que como fiel y abnegada servidora de la familia se encargó completamente del niño dirigiendo y cuidando sus primeros pasos, enseñándole las primeras palabras, sustituyendo al padre y compensando los mimos que la madre enferma no podía prodigarle […] Entre los pocos personajes del recuerdo de años infantiles que aparecen mencionados en los escritos de Bolívar destaca la figura de la negra Hipólita, a la que considera y reconoce como madre y padre.

Ahora bien, no podemos omitir en este estudio, la descripción que realizó el sacerdote Carlos Borges (1867- 1932) en torno a la Negra Hipólita : “…Hermoso tipo de su raza, inteligente, vigorosa, limpia, honesta, de carácter dulce y jovial, Hipólita es la flor de las esclavas. Tiene veintiocho años y está avaluada en trescientos pesos […] Hipólita desempeña sus funciones de aya. Vedla qué mona y qué galana, con más adornos que la palma del arzobispo el Domingo de Ramos, ‘con su blanca risa de negra’, cien cocuyos en cada ojo, en la mano una onza de oro, regalo del padrino, y el Sol del Perú, limpio de toda mancha, amaneciendo entre sus negros brazos!” . Observamos en el texto citado, la voz de un poeta romántico, quien concibe a los esclavizados como seres humanos llenos de virtudes y una gran alegría en el desempeño de sus oficios, según el Padre Borges, no hay oprimidos ni diferencias de clases sociales, solamente impera la galantería y la “blanca risa” de las negras y negros sometidos al régimen de la esclavitud. Observamos, que nuestro Libertador Simón Bolívar, jamás olvidó a la negra Hipólita, tal como lo demostró en varias oportunidades, siendo algunas de ellas, cuando estaba en la ciudad del Cuzco (Perú) y le escribió a su hermana María Antonia, el día 10 de julio del año 1825 y le recomienda “…que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado su vida y no he conocido más padre que ella…” Posteriormente, vemos que cuando Bolívar realiza su último viaje a Venezuela en el año de 1827, no desatiende a su antigua nodriza y aya, pues, le escribe de nuevo a su hermana María Antonia, el día 2 de junio del año aludido, señalándole que “…Del dinero que queda en tu poder procedente de la letra, tendrán la bondad de dar a Hipólita cuarenta pesos. Yo te la recomiendo…”

Advertimos, que en los múltiples escritos de Simón Bolívar plasmados en cartas, discursos, proclamas, decretos y otros, no hemos encontrado ninguna referencia emitida por nuestro Libertador sobre la negra Matea, quien según muchos historiadores, biógrafos y aficionados a los estudios de los anales patrios, también fue aya del máximo hijo de la ciudad de Caracas. Además, algunos autores consideran que la negra Matea, aunque fue una esclavizada de la familia de Bolívar, sin embargo no estuvo vinculada con la crianza del niño Simón y fue identificada como la susodicha aya por el General Antonio Guzmán Blanco (1829- 1899), durante los actos oficiales con motivo a la celebración del Centenario del Nacimiento de Simón Bolívar en el año de 1883 .

Su papel de Nodriza

Nodriza

El cuarto hijo del matrimonio formado por el coronel don Juan Vicente Bolívar y Ponte, y doña María de la Concepción Palacios y Blanco, nace en Caracas el 24 de julio de 1783. La madre es muy joven todavía (se había casado el primero de diciembre de 177, ya para cumplir la edad de quince años por haber nacido el [[9 de diciembre de 1758); sin embargo no puede amamantarlo pues se tiene que alejar del niño a la presentación de los síntomas de la grave enfermedad del pecho que años después la llevará a la tumba. Por unos pocos días el niño fue alimentado por la vecina y amiga de su madre, doña Inés Mancebo de Miyares (esposa de don Fernando Miyares González, quien después fue gobernador nombrado por el Rey para la Provincia deMaracaibo a principios del siglo XIX y, más tarde, Gobernador o Capitán General de Venezuela).
Pocos días después de nacido, se traerá desde San Mateo a una joven esclava negra que en esos días también había sido madre. Se trata de Hipólita, joven de unos veinte años rebosantes de buena salud, de agraciada estampa, alta, bien formada y ágil, con opulentos seños que desde entonces y hasta bien crecido alimentarán al niño Simón. Erade por sí una significativa distinción para una esclava el que lecorrespondiera amamantar a los hijos de sus amos. En el caso de Hipólita la situación es por demás singular porque le corresponderá suplir las faltas del padre y de la madre. El 18 de enero de 1786, a los sesenta años de edad, muere el padre y queda huérfana esa familia de niños (María Antonia,9 años; Juana, 7; Juan Vicente, 5; y Simón, 3 años), con una madre de precaria salud que sólo le sobrevivirá seis años, pues morirá en 1792 cuando contaba la edad de treinta y cuatro años. De modo que antes de cumplir los nueve años, Simón había perdido a sus progenitores y tendrá que conformarse con el afecto maternal y la constante magnificencia de su esclava nodriza. Hipólita no solamente hizo de madre alimentándolo, sino que como fiel y abnegada servidora de la familia se encargó completamente del niño dirigiendo y cuidando sus primeros pasos, enseñándole las primeras palabras, sustituyendo al padre y compensando los mimos que la madre enferma no podía prodigarle. Efectivamente, ella se consagró al pequeño Simón exclusivamente y sobrepasa en su desempeño la responsabilidad que como nodriza le correspondía. Comprobación de ello es el reconocimiento que le hace Bolívar ya adulto cuando la llama madrey en carta dirigida a su hermana María Antonia refiriéndose a Hipólita expresa: “su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que ella”. Después de la muerte de doña María de la Concepción, ese mismo año contraerán matrimonio las dos hermanas: María Antonia con don Pablo Clemente y Palacios, el22 de octubre de 1792; y dos meses más tarde, Juana con don Dionisio Palacios y Blanco. El niño Simón queda bajo la potestad y tutorías de su abuelo don Feliciano Palacios y de su tío Carlos Palacios, y encargados de su educación en diferentes momentos figuran, principalmente, el Padre capuchino Francisco de Andujar, Licenciado Miguel José Sanz y don Simón Rodríguez. Pero la abnegada negra Hipólita siempre estará cumpliendo su papel, y evitará que sea mayor el trauma psicológico que pudo ocurrirle al niño al perder a sus padres en tan tierna edad. Se había ido a vivir con María Antonia y por eso el chico se fugaba de la casa de sus tutores y buscaba refugio en el hogar de su hermana mayor, donde encontraba las caricias y el regazo de su nodriza. Disfrutaba las innumerables narraciones fantásticas y la protección y apoyo a sus infantiles travesuras.

Influencia en la formación del carácter de Bolívar

Nodriza de Bolívar

Lo amaba como a un hijo propio y al mismo tiempo lo respetaba como a un amo. La falta de los cuidados naturales que doña Concepción, la madre debilucha ya y prematuramente agotada no podía prodigarle, fue compensada con creces por los mimos excesivos y amorosos de la esclava. No hubo capricho ni solicitud que la fiel y abnegada negra Hipólita no estuviera pronta a satisfacer, ni antojo al cual escaseara la disposición de darle gusto. Esta circunstancia es por demás importante y significativa para la formación del alma del futuro Libertador. Resulta fácil suponer que desde entonces se creyó con derecho a mandar y a ser obedecido. Es muy probable que, desde aquellos momentos, entendió la satisfacción de todos sus deseos como un hecho normal y natural no sujeto a controversias. El torrente impetuoso de las energías de una raza fuerte, como era característica de la familia Bolívar, encontró en las facilidades y mimos de su infancia canales expeditos, en los cuales sus fuerzas vitales aprendieron a vivir vertiéndose hacia fuera, saboreando desde temprano los encantos del mundo exterior. Su personalidad se va desarrollando robustecida por un profundo sentimiento de optimismo, que le será decisivo en las singulares luchas de su vida excepcional.
Son muchas las crónicas y noticias que se refieren a sus años infantiles donde abundan en anécdotas sobre los caprichos y singularidades que se observaban en el menor de los Bolívar, en ellas se le presenta como el niño voluntarioso y difícil de soportar, en la espera de que quienes le rodeaban estuvieran dispuestos a someterse a sus deseos so pena de despertar las intemperancias del fuerte carácter que todos reconocerán desde sus años juveniles hasta los postreros de su existencia terrena. El inmenso amor que Hipólita sentía por Simón Bolívar es correspondido firmemente por éste. Son múltiples las muestras de ello en palabra y acción. Valga recordar, por ejemplo, las tiernas palabras donde el Libertador menciona a “su” madre Hipólita, precisando a su hermana María Antonia que “no he conocido otro padre que ella”. A ese amor lo acompaña la permanente y fiel disposición de la servidora. Ella sabía ocupar muy bien su lugar y estaba en todo tiempo y con dedicación total a atender sus necesidades y caprichos para evitar que fuese a crecer con resentimientos o traumas ante la falta de calor y apoyo paterno del que carecerá desde una muy corta edad.
Se criará Simón Bolívar en un ambiente de amor, respeto y aceptación de gentes negras y blancas, ricos y pobres, amos y esclavos. Ese ambiente y la gran contribución de Hipólita, será también crisol donde se moldeará el espíritu, el modo de ser y actuar del futuro paladín de la libertad del continente. Es por ese ambiente y formación que con toda pujanza “defiende a los chiquito, a los negrito, a los blanquito, contra el grandulón”, como escribe en un poema Andrés Eloy Blanco. Es preciso reconocer que Hipólita no solamente hizo de madre alimentándole, sino que se encargó completamente del niño dirigiendo sus primeros pasos, sustituyendo al padre que faltó en1786. Efectivamente ella se consagró al pequeño Simón exclusivamente. No lo abandonó un momento. Vigorosa y joven, con toda la intensa afectividad de su raza, fue bien acogida entre la numerosa esclavitud de la familia Bolívar-Palacios para el oficio de nodriza de Simón, oficio que ella cumplió con esa capacidad de entrega leal y rotunda de que es capaz la raza negra. Pues en ninguna otra raza se da aquella disolución del propio yo en aras de otro afecto, la entrega plena de una vida a otra existencia como si la propia no tuviera un fin distinto.

Con Bolívar en la lucha

No estará presente cuando, tras la fulgurante Campaña Admirable, regresa el general Simón Bolívar a la capital de Venezuela el 7 de agosto de 1813 y es aclamado y reconocido con el título de“Libertador”, porque la negra Hipólita vive trabajando en la Hacienda San Mateo. Pero al saber que su amo ha salido a combatir, viene solícita a acompañar al ejército bolivariano en los enfrentamientos de finales de septiembre de 1813 en Puerto Cabello, en la Batalla de Araure del 5 de diciembre, en laque el Libertador Bolívar obtiene uno de sus mayores triunfos frente al ejército conjunto de los feroces jefes realistas coronel José Yañez y general José Ceballos. Será mayor la participación de Hipólita en los hechos guerreros que en febrero y marzo tienen como escenario a San Mateo con costosos triunfos que el ejército comandado por Bolívar se acredita sobre las fuerzas que responden al mando de los sanguinarios generales realistas José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales. Se multiplicaba la valentía y arrojo de la nodriza del Libertador: Pendiente y dispuesta a atender a su amo en lo que se refiere a su alimentación, al lavado y planchado de sus ropas; pero también al mismo tiempo prestando ayuda, socorriendo y dando ánimo alos heridos. ¡Cómo de útil para todos esos menesteres le resultaba su experiencia de buena jineteando caballos, adquirida en los años de su juventud¡.
La vida de la guerra no era lo que más le atraía. Estaba allí más por admiración a Bolívar, por el orgullo que sentía ante la valentía y don de mando mostrado, a la edad de treinta años, por quien de niño se alimentó de su pecho y cuyo carácter contribuyó a formar. Corto pero intenso fue el tiempo en que Hipólita está presente con Bolívar participando en lucha por la independencia. Era como una especie de inseparable asistente, quien desafiaba peligros y seguía a su hijo de crianza con heroica decisión, con integral apego, en vigilancia contra posibles atentados. Hipólita se multiplicaba, se tornaba beligerante, abría sus blancos ojazos en seguimiento asiduo del infatigable capitán. Iba y venía de un sitio a otro para consolar viudas que acababan de perder a sus maridos, animar a los desalentados y a los vacilantes, reanimar a los acobardados, infundir a todos la fe y la esperanza en la hora fatal del vencimiento.
En los años posteriores no volverá a estar con Bolívar en el campo de batalla. Ella se queda en San Mateo y cuando esta haciendadeja de estar bajo la administración directa de los Bolívar, se radicará en Caracas, en la jurisdicción de la Parroquia San Pablo y tendrá su casa en un barrio situado donde está hoy día la urbanización El Silencio.

Sus últimos años

Hipólita es ferviente bolivariana. Son más de sesenta años de vida dedicada en sentimiento y acción a cultivar el cariño por la familia Bolívar que es la suya, no sólo por llevar con orgullo ese noble apellido, sino por su convencimiento de la pureza presente en las acciones de “su hijo” Simón y lo descalificado por pérfidos que son quienes siembran y sostienen el sentimiento antibolivariano en nuestro país.
Los achaques propios de una sexagenaria son acrecentados por el inmenso dolor que lacera su alma ante la ingratitud de los caraqueños y los gobernantes para con el hombre que con mayor desprendimiento y entereza se ha sacrificado por el bien de la patria. Son como golpes que van mellando el filo de un espíritu fuerte. Ella no está sola. Vive acompañada de sus descendientes y con la constante visita y cuidados de María Antonia Bolívar, de su hija Valentina Clemente de Camacho, de las hijas de ésta y otras amistades integrantes de la familia Bolívar que tienen palpables gestos y muestras de sincero cariño a la que fue siempre fiel y abnegada servidora integrada a la familia. Con verdadero interés escuchan de sus labios narraciones de sucesos vividos en tiempo ya remotos o de las travesuras del niño Simón. La noticia de la muerte del Libertador, ocurrida en Santa Marta, Colombia, el 17 de diciembre de1830 es destacada en algunos panfletos que circulan en Caracas con expresiones que por denigrantes retratan a cuerpo entero la bajeza de sus autores. La mezquindad de unos pocos pero que ejercen influencias en el poder público venezolano, aumenta la amargura del cáliz que en esa hora beben los amigos y familiares del Abel americano. Pero es mayor ese acíbar para la abnegada negra Hipólita, cuya leche alimentó el inicio de su vida y con su amor y entrega contribuyó a modelar el grandioso espíritu y la avasalladora voluntad de los cuarenta y siete años de vida terrena de Simón Bolívar, del moderno Macabeo que vaticinara, cuando recién nacido lo tomó en sus manos, el buen sacerdote don José Félix de Xerez y Aristeguieta, miembro influyente de la familia, poco antes del momento de su bautizo.
La abatía también el triste recuerdo de cuando le correspondió atender en su enfermedad y momentos postreros a la frágil figura de María Teresa Rodríguez del Toro, la juvenil esposa que trajo Bolívar desde España para formar hogar en su hacienda de San Mateo. La fiel vieja Hipólita no olvidaba que la muerte frustró su deseo de acunar en su regazo a la descendencia del chico que alimentó de su pecho, en papel de nodriza. Poco a poco se fue mermando su energía vital. Lo que no disminuyó nunca fue su sincero amor por Bolívar y su responsabilidad en sentimientos y prácticas de la religión católica. En su propio hogar y en la Iglesia de San Pablo dedicaba tiempo prolongado para la oración y su tranquilidad espiritual.
Exhala su último suspiro el día veintiséis de junio de mil ochocientos treinta y cinco, con avanzada edad y próxima a cumplir setenta y dos años. El jueves 25 de junio de 1835, durante el día y toda la noche fueron de copiosas lluvias. Las nubes se desgranaban y el agua que caía en la ciudad se reflejaba y parecía a las lágrimas de los familiares que velaban los momentos postreros de la negra Hipólita Bolívar, la nodriza del Libertador. El viernes 26 que era día de luna nueva, y también el sábado 27, fueron días soleados y hermosos, muy apropiados para acompañar, sin prisa, el triste cortejo hasta su última morada. Fue después de las ocho de la noche del sábado cuando volvió a diluviar. En el folio 47 vuelto, del tercer libro de entierros generales para asentar las partidas de los adultos y párvulos que fallecieron en la Parroquia de San Pablo de la ciudad de Caracas, desde23 de diciembre de 1833 hasta el 26 de septiembre de 1839, se inserta una con el tenor siguiente: “En la ciudad de Caracas a veintisiete de junio de mil ochocientos treinta y cinco, yo el infraescrito Teniente de Cura de la Parroquiade San Pablo di sepultura eclesiástica con entierro rezado al cadáver de Hipólita Bolívar, adulta, viuda de Mateo Bolívar, recibió los Santos Sacramentos de penitencia, el sagrado viático y extrema unción y para que conste lo firmo, Jacinto Madeleine”.

Fuentes