Período especial (1990-1999)

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Período especial en Cuba
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Fecha:Entre 1989-1990 y 1999-2000
Descripción:
Período prolongado de crisis económica causado principalmente por la disolución del campo socialista
Resultado:
Introducción de la agricultura orgánica, la disminución del uso de automóviles y la renovación de la industria, la salud y la dieta en todo el país.
Consecuencias:
Reforzó la idea de que el pueblo, unido, jamás será vencido.
País(es) involucrado(s)
República de Cuba Bandera de Cuba Cuba
Líderes:
Fidel Castro


El Período Especial en Tiempo de Paz en Cuba fue un período prolongado de crisis económica que comenzó en 1991 principalmente debido a la disolución de la Unión Soviética y, por extensión, del campo socialista y el CAME (Consejo de Ayuda Mutua Ecónomica).[1]

La depresión económica del Período Especial fue más grave a principios y mediados de la década de 1990, antes de disminuir levemente hacia el final de la década, una vez que la Venezuela de Hugo Chávez emergió como el principal socio comercial y aliado diplomático de Cuba, y especialmente después del año 2000, una vez que las relaciones Cuba-Rusia mejoraron bajo la presidencia de Vladimir Putin.[2]

El Período Especial se definió principalmente por reducciones extremas de alimentos racionados a precios subsidiados por el Estado, la grave escasez de recursos energéticos de hidrocarburos en forma de gasolina, diesel y otros derivados del petróleo, que ocurrieron tras la implosión de los acuerdos económicos entre la Unión Soviética (rica en petróleo) y Cuba, y la contracción de una economía demasiado dependiente de las importaciones soviéticas.[3]

El período transformó radicalmente la sociedad y la economía cubanas, ya que requirió la introducción de la agricultura orgánica, la disminución del uso de automóviles y la renovación de la industria, la salud y la dieta en todo el país. Las personas se vieron obligadas a vivir sin muchos bienes y servicios disponibles desde principios del siglo XX.

Contexto

Aún en medio de las dificultades afrontadas debido a que Estados Unidos había desatado una guerra no declarada en su contra, Cuba había obtenido importantes logros económicos y sociales en los primeros treinta años de la Revolución.

En efecto, la economía había crecido a un ritmo promedio anual del 4,4 % entre 1959 y 1989, apoyada en un discreto incremento del 1,05 % de la productividad del trabajo y de un volumen de inversiones estimado en 71 690 millones de pesos, de ellas alrededor del 80 % en la esfera productiva.[4]

Por su parte, la industria tuvo un crecimiento anual en torno al 4,5 %, el sector agropecuario al 2,5 % y las construcciones al 7,4 %. Las exportaciones de bienes a precios corrientes, aumentaron a un ritmo del 7,6 %, mientras que las importaciones lo hacían al 8,9 % anualmente.[4]

Este discreto avance en el terreno de la economía redundó también en una mejoría sustancial en la calidad de vida de los cubanos.

La tasa de desempleo había bajado desde el 16 % (en 1958) al 6 % (en 1989). El salario real había crecido alrededor de un 1 % anual como promedio y el porcentaje de los ingresos captados por el 30 % de la población con rentas más bajas había subido desde el 4,8 % (en 1953) al 18,6 % (en 1986), en tanto que el coeficiente Gini mostraba un valor estimado de 0,25 en 1989, denotando una elevada igualdad en la distribución de ingresos.[4]

En 1989 el país había alcanzado una esperanza de vida de 75,2 años, superior en 13,4 años a la existente en el momento del triunfo de la Revolución (1 de enero de 1959). Se disponía de un médico cada 303 habitantes y la tasa de mortalidad infantil en menores de un año se había reducido desde el 78,8 por mil nacidos vivos (en 1953) a 10,7 por mil.[4]

En el ámbito educacional, la tasa de analfabetismo registrada en 1989 era del 3,8 % frente al 23,6 % en 1953, y el nivel de escolaridad media de la población pasó de 2 grados de enseñanza primaria (en 1958) a 8 grados (en 1989).[4]

La cobertura de la seguridad social abarcaba al 100 % de la población y la construcción de viviendas había permitido reducir aquellas en mal estado desde un 47 % en zonas urbanas y 74 % en zonas rurales (en 1953), a un 15,4 y 18,4 % respectivamente (en 1989).[4]

Sin embargo, los avances que en el desarrollo económico y social se habían logrado hasta 1985, sufrieron una desaceleración profunda, lo que coincidió con una fuerte inflexión en la coyuntura económica internacional que marcaría el inicio de un proceso recesivo entre 1986 y 1990.

En efecto, al iniciarse el quinquenio 1986-1990 el país enfrentaba la necesidad de introducir cambios en la política económica interna y en el sistema de dirección de la economía, sometidos a un Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, al tiempo que era indispensable adoptar nuevas decisiones para lograr reducir el desequilibrio financiero externo creciente, a partir de la paralización en 1986 del proceso de renegociación de la deuda cubana en MLC, a lo que se añadió una pérdida en la relación de intercambio con la Unión Soviética estimada en un 20 % entre 1980 y 1990.[4]

En medio de esas desfavorables condiciones y a pesar de los esfuerzos realizados, la evolución del PIB (producto interno bruto) de 1986 a 1990 mostró un decrecimiento medio anual de 0,27 %, con una caída mayor en 1987, cuando decreció un 2,4 %. Igualmente la productividad del trabajo sufrió un descenso de 7,9 %, mientras que el salario medio permanecía sin variaciones.

Un análisis más general permitiría caracterizar los factores que incidieron en la desaceleración económica previa al Período Especial como producto de la convergencia de factores internos y externos.

Desde el punto de vista interno no se había logrado superar el desequilibrio macroeconómico que ―de manera sostenida― había estado presente en la economía y que encontraba su manifestación más aguda en el déficit de la balanza de pagos. Esto obedecía a la insuficiente magnitud del excedente económico creado a partir de bajos niveles de productividad y eficiencia económica, en un contexto de deformaciones estructurales no superadas que impedía revertir el saldo negativo resultante entre la producción y el consumo del país.

Por otra parte, la retribución salarial por encima del incremento de la productividad del trabajo junto a un gasto social creciente, impulsaba el consumo personal y social sin la correspondiente contrapartida en la oferta de bienes y servicios, creando presiones inflacionarias producto del exceso de liquidez en manos de la población y del incremento en el déficit fiscal.

Sumado a lo anterior, la implementación de una política económica que favoreciera la creación de condiciones para superar esta situación no fructificó a partir de las deficiencias detectadas en el modelo de cálculo económico aplicado y cuya corrección apenas comenzaba a esbozarse a finales del quinquenio. En este sentido, una descentralización de las decisiones económicas más equilibradas económica y políticamente no parecía alcanzable en tan poco tiempo.[4]

Desde el punto de vista externo, la crisis financiera que afectó al país obligándole a una renegociación incompleta de su deuda en moneda libremente convertible, cerró la posibilidad de créditos indispensables, a lo que se añadió la persistencia del bloqueo económico de Estados Unidos, que ya en 1989 había impactado negativamente el país en unos 30 000 millones de dólares. En adición a lo anterior, la desaparición acelerada de las ventajas de la división internacional socialista del trabajo agudizó fuertemente las tensiones financieras externas hasta llevar el país a adoptar medidas de emergencia ante una crisis inminente.[4]

Previo al inicio del Período especial el país había obtenido significativos avances, pero también permanecían aún sin solución un conjunto de serios problemas estructurales que frenaban el desarrollo. A partir de estas realidades, la capacidad de la Revolución para enfrentar una crisis económica de inconmensurable magnitud se pondría a prueba ya en 1990.[4]

Historia del Período Especial (1990-1999)

A partir de 1994 se inició una recuperación llegando el PIB en 2007 a niveles similares a los de 1990. Se definió en principio por severas restricciones en hidrocarburos en forma de gasolina, diésel y otros combustibles derivados que hasta la fecha Cuba obtenía de sus relaciones económicas con la Unión Soviética. Este período transformó la sociedad cubana y su economía, lo que llevó a que Cuba hiciera urgente reformas en la agricultura, produjo una disminución en el uso de automóviles, y obligó a reacondicionamientos en la industria, la salud y el racionamiento.[5]

A esta política de sobrevivencia se le nombró “período especial en tiempos de paz”, el cual no es más que un concepto político-económico que expresa la disposición para combatir la crisis económica con el esfuerzo y energía propios del país, para afrontar las difíciles circunstancias y hallar alternativas eficaces de solución, sin traicionar el socialismo por el que tanto se había luchado.

De lo que se trataba era de salvar las conquistas del socialismo, como frecuentemente alertara el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro.

El período especial en tiempo de paz fue resultado de situaciones acumuladas y agravadas entre los años 1970 y 1980 en Cuba.

Resaltan fundamentalmente:

  • la imposibilidad de completar los programas inversionistas,
  • el desvío o la subutilización de los recursos del Estado destinados a obras económicas,
  • la imposibilidad de concluir el período de rectificación de errores y tendencias negativas,
  • los pobres resultados en determinados indicadores económicos vinculados a la agricultura, la industria, la producción nacional, el comercio interior y de exportación.

Tal situación incidiría en que se manifestara una crisis, que ha sido calificada por diversos autores cubanos y extranjeros como crisis económica de los noventa. Al respecto, los economistas cubanos convergen en definir como una de las causas directas de la crisis, al derrumbe del socialismo euro Soviético o también definido como modelo de socialismo real.

A todas las problemáticas antes mencionadas, también hay que añadirle el recrudecimiento del bloqueo de los Estados Unidos sobre Cuba con la aprobación de la Ley Torricelli (1992) y años más tarde la Ley Helms-Burton (1996).

Presupuesto fundamental

Para definir la presencia de un período especial en tiempo de paz para la economía y sociedad cubana, debe considerarse el hecho de que Cuba se encuentra en el período de transición al socialismo para el cual, la propia teoría marxista-leninista reconoce la posibilidad de que existan momentos de recesión e incluso de crisis económica.[6]

Desde la teoría y la praxis revolucionara, desconocer que Cuba es principalmente una experiencia de transición extraordinaria al socialismo desde la periferia subdesarrollada, (Figueroa, V. 2001), es pura utopía.

Además, en Cuba se presentaría una situación singular de crisis económica interna, nacional, más bien definida como crisis económica de subproducción, resultado de un colapso económico por las causas externas y fundamentalmente internas, antes expuestas.

Principales manifestaciones

Una exposición de las principales manifestaciones del Período Especial nos lleva a identificar una caída brusca del PIB y el desajuste de las principales proporciones macroeconómicas, intersectoriales e interramales.[7]

Dada la caída del soporte que hasta el momento había sostenido el mecanismo económico, el mismo sufrió una desarticulación casi total. Comenzaría a evidenciarse una crisis que se manifestó como: crisis del aparato productivo, crisis agroalimentaria, crisis financiera y crisis energética.

Crisis económica

La crisis económica, reportaría diferentes consecuencias a la economía cubana, entre las que se pueden citar: la pérdida de los mercados y de los vínculos económicos que se habían forjado dentro del CAME; los abastecimientos de alimentos, tecnologías e insumos y se eliminaron o disminuyeron de manera violenta y lo mismo sucedió con el financiamiento externo.

La carencia de divisas libremente convertibles se empeoró, lo cual ligado a las dificultades financieros derivados de la deuda externa acumulada, cerraban o al menos limitaban la posibilidad de acceder más o menos rápidamente a los mercados occidentales que hasta entonces habían representado apenas un 15 % del giro comercial total del país.

La capacidad importadora del país se redujo de unos 8200 millones de pesos en 1989 a 2700 en 1992 y 2300 en 1993, es decir que en 1993 se importó un equivalente al 25,6 % de 1989 y si se excluyen los combustibles, el nivel de importación hubiera representado apenas un 20 %.

Producto de esta ruptura de los vínculos comerciales tradicionales y los efectos de la Torricelli, el costo anual adicional de las transportaciones se estimaba en alrededor de 150 millones de dólares anuales y el incremento de los precios de los bienes importados en alrededor de un 30 % hacia mediados de los noventa.

El giro comercial externo del país cayó en algo más del 70 % en 1993, representando apenas el 30 % del nivel alcanzado en 1989. Este fenómeno, dadas las relaciones estructurales entre el sector externo y la economía interna, provocó que la masa fundamental del aparato productivo instalado quedara semiparalizado por falta de insumos, piezas de repuesto y la brusca reducción de los suministros energéticos, en 1993 se utilizó como promedio un 15 % de las capacidades explotables, pero en los meses de julio y agosto de ese mismo año solo trabajó el 10-12 %.

Importantes proyectos industriales se congelaron por falta del financiamiento programado y de los suministros previstos, el ejemplo más destacado de esto lo constituye la paralización de la construcción de la Central Electronuclear de Juraguá (Cienfuegos).

Incidencias en las familias

Pero los efectos no se limitaron al ámbito económico, pues la calidad de vida de las familias se menoscabó hasta niveles ínfimos de supervivencia. Dentro del clima social reinante, se produjo un aumento de la desigualdad social, lo cual contribuyó a la pérdida de valores aumentando el individualismo y la competencia entre las personas y promoviendo en determinados sectores de la población males sociales.

Punto de vista político e ideológico

La enajenación y la economía mercantil son dos categorías correlacionadas, expresan fenómenos esencialmente. No pueden desconocerse las implicaciones que tuvo el inicio del período especial para el análisis, interpretación y aplicación de la teoría marxista-leninista en la etapa de transición al socialismo en que Cuba se encuentra inmersa.

Con la caída del Muro de Berlín, los intelectuales de derecha predecían un final apocalíptico de la historia y una crisis de credibilidad teórica y práctica del marxismo-leninismo.

Para quienes siguieron comprometidos con el proyecto cubano, comenzó un proceso de lectura, reinterpretación y validación práctica, ya desde entonces, sin el modelo universal que había representado el socialismo euro soviético

Enfrentamiento al período especial

Para enfrentar los momentos más agudos del período especial, el país tomó importantes medidas, clasificadas por los especialistas como: medidas en el ámbito macroeconómico, medidas de carácter social y medidas estructurales, que si bien no pudieron dar por concluido al período, al menos contribuyeron a aminorar su crudeza.

En muchos casos, estas medidas se constituyeron en decretos como parte de la reforma económica y fiscal de los años noventa en Cuba y entre ellas pueden citarse:

  • La apertura al capital extranjero y la despenalización de la tenencia de divisas
  • Decreto-Ley sobre el ejercicio del trabajo por cuenta propia.
  • Decreto-Ley sobre la creación de los mercados de productos agropecuarios.
  • Decreto-Ley sobre la creación de los mercados de productos industriales y artesanales.
  • Ley sobre la inversión extranjera
  • Decreto-Ley sobre zonas francas.
  • Modificación de la Ley Arancelaria.
  • Creación de Unidades Básicas de Producción Agropecuarias.
  • Creación de nuevas formas empresariales.
  • Reorganización de los órganos de la administración central del Estado.
  • Cambios en el proceso de planificación empresarial y territorial.
  • Decreto- Ley para la reorganización del sistema bancario.
  • Decreto- Ley para la apertura de Casas de Cambio.
  • Ley Tributaria
  • Introducción de un nuevo signo monetario: el peso convertible.[8]

Resultados más significativos en el enfrentamiento al período especial

  • El desarrollo de la inversión de capital extranjero.
  • Se detiene la tendencia decreciente de la economía, lográndose en 1994 un crecimiento del PIB del 0,7 % y un 2,5 % en 1995
  • Aumentó cinco veces el número de empresas que realizan operaciones de comercio exterior y se expandieron las representaciones comerciales extranjeras
  • El desarrollo de un proceso de transformaciones en el sector agropecuario que significó la conversión de las granjas estatales (que ocupaban el 75,2 % de las tierras cultivables), en cooperativas, ocupando el 52,3 % de la tierra
  • El desarrollo del trabajo por cuenta propia y la expansión del autoempleo como modalidades de empleo.[9]

Fuentes