Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-02-24

Cuba ya no les impide fichar en EEUU, pero beisboleros 'huyen', 'escapan' o 'se fugan': aclarando otra farsa

TERCERA INFORMACIÓN 22 de febrero de 2016 ESPAÑA

José Manzaneda*

DESDE 2013 EL gobierno cubano permite que deportistas de élite jueguen como profesionales en ligas extranjeras. Son ya cerca de 40 quienes hoy compiten en clubs de otros países, en nueve disciplinas. Estos deportistas reciben la parte principal de los ingresos –en algunos casos hasta el 90 %-, y el resto es ingresado por el Instituto de Deportes de Cuba, con el fin de sostener el deporte base en la Isla.

El gobierno cubano lleva años tratando de extender esta fórmula también a los jugadores de béisbol que quieren fichar por clubs de las Grandes Ligas de EEUU. Pero las leyes del bloqueo norteamericano a la Isla impiden que el Estado cubano reciba un solo dólar en impuestos. Además, obligan a los jugadores a residir fuera de la Isla y a romper con las instituciones deportivas cubanas.

Consecuencia: solo en el pasado año un centenar de peloteros rompieron sus vínculos con Cuba para acceder al béisbol profesional de EEUU.

Es lo que acaban de hacer –con gran festejo en los medios internacionales- dos figuras del béisbol cubano actual: los hermanos Yulieski y Lourdes Gourriel. Tras participar en la Serie del Caribe, en República Dominicana, decidieron no regresar a Cuba y dirigirse a EEUU.

Sin las leyes del bloqueo, estos jugadores habrían podido firmar un contrato millonario en las Grandes Ligas –algunos medios barajan la cifra de 100 millones de dólares-, del que solo el 10 % habría ido a parar al Estado cubano. Habrían podido mantener su residencia en la Isla, y colaborar con el deporte de su país. Como cualquier deportista profesional en el mundo.

Pero las leyes de EEUU se lo impiden, a pesar del actual acercamiento diplomático entre ambos gobiernos. En diciembre pasado, visitaba Cuba una importante delegación de las Grandes Ligas de Béisbol, que ha solicitado al presidente Barack Obama una licencia especial que permita sortear el bloqueo y contratar jugadores cubanos, en un acuerdo consensuado con el gobierno de La Habana.

Pero a día de hoy... la licencia no ha sido firmada. El tiempo para los deportistas pasa rápido. Y los dos citados beisboleros cubanos decidieron, sencillamente, no esperar más.

La explicación es así de obvia, así de sencilla. Pero los grandes medios prefieren seguir utilizando políticamente estos hechos. Para ello, emplean una completa batería de términos de guerra: los jugadores “escaparon”, “se fugaron”, “se escabulleron”, “huyeron” o “desertaron”. Expresiones que sirven para camuflar la responsabilidad del gobierno de EEUU, y culpabilizar –una vez más- al gobierno cubano.

El abandono de los deportistas era festejado sin disimulo por varios diarios, que publicaban una fotografía de Fidel Castro, años atrás, cuando felicitaba a uno de ellos. El mensaje de guerra –inequívoco- de esta foto lo llevaba a palabras el canal deportivo ESPN: La “deserción de los Gourriel da el tiro de gracia al béisbol en Cuba”.

Al margen del impacto de estos hechos en la crisis actual del béisbol cubano, hay algo ya indudable: que si algo recibió el tiro de gracia hace tiempo es el periodismo veraz y decente en los grandes medios internacionales.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Coordinador de Cubainformación.

Las elecciones y el pueblo norteamericano

PROGRESO SEMANAL 22 de febrero de 2016 EEUU

Jesús Arboleya*

NO SE DEBE subestimar la importancia de las elecciones en Estados Unidos. A pesar de limitaciones, imperfecciones y adulteraciones, han sido tan funcionales al sistema, que bajo ninguna circunstancia han dejado de efectuarse.

La mejor prueba de su eficacia es que en la única ocasión que este método de participación política no sirvió para atenuar las contradicciones presentes en la sociedad, se produjo la guerra civil más cruenta de la historia del país.

Toda una industria, mirada en términos relativos entre las más lucrativas del mundo, se moviliza en cada convocatoria eleccionaria para promover aspirantes e incluso los observadores externos no dejamos de sentirnos abrumados por la cantidad de encuestas, análisis y comentarios de todo tipo que rodean estos eventos.

Los candidatos constituyen el foco de atención principal y desde la vestimenta hasta la manera de mirar, pasando por el escrutinio de sus vidas privadas, se convierten en titulares de los órganos informativos de todo el mundo. No obstante, el análisis a fondo de la actitud de los votantes y sus causas, quizá por ser un tópico menos sensacionalista, pasa a un segundo plano y constituye un tema casi exclusivo de los analistas más especializados.

Se supone que el pueblo es el principal actor en las elecciones norteamericanas y de hecho lo es, ya que en última instancia de su voto depende la elección de las personas que asumirán la dirección del país y supuestamente el programa que regirá la actuación del gobierno en los próximos años.

Acceder al voto no siempre fue un derecho de todos. Negros, indígenas, asiáticos, mujeres y otros grupos sociales fueron excluidos durante más de un siglo –la mitad de la vida de la nación– y aún en la actualidad no puede hablarse de un sistema universal igualitario, por lo que las minorías continúan siendo discriminadas mediante procedimientos legales y extralegales.

Para votar con propiedad se requiere de una cultura política y según ZbigniewBrzezinski, considerado uno de los “intelectuales orgánicos” por excelencia del sistema, el pueblo norteamericano es tan ignorante políticamente que no es capaz de escapar a la demagogia de los candidatos de turno, por lo que lo decisivo en las contiendas electorales son los intereses de los grandes grupos de poder, que en definitiva escogen las alternativas puestas en disputa.

En los actuales comicios tal realidad debiera ser más evidente que nunca, toda vez que una serie de interpretaciones legislativas han liberado de manera casi absoluta las contribuciones de los grandes donantes y se calcula que apenas unas cien personas pudieran determinar el resultado de las elecciones si, como de costumbre, es el dinero disponible el factor decisivo en los comicios.

Sin embargo, el sorprendente avance de las candidaturas de Donald Trump, por los republicanos, y Bernie Sanders, por los demócratas, han puesto en duda esta lógica, al menos en los inicios de la contienda electoral.

La mayor parte de los especialistas han achacado este fenómeno al rechazo de los electores al establishment que rige el país. En parte tienen razón, pero este rechazo no es nuevo, ha sido bastante común que los políticos se disfracen de “independientes” para ganar el respaldo de los votantes y ello no ha impedido que los candidatos elegidos por el gran capital sean los vencedores en los comicios.

Tampoco esta afirmación explica la naturaleza y el alcance de este rechazo, así como sus causas. Creo que estamos en presencia de un fenómeno de polarización ideológica que trasciende el marco electoral, incluso la crítica al funcionamiento de las instituciones gubernamentales, para abarcar todos los aspectos de la vida de la sociedad.

Ya el partido demócrata y el republicano no se parecen tanto como en el pasado y, al menos en sus extremos, reflejan no solo las contradicciones dentro de los grupos de poder, sino las visiones contradictorias del propio pueblo norteamericano frente a los problemas que acontecen en el país. La gente está exigiendo una clara definición del mensaje y la credibilidad del compromiso del mensajero con su contenido.

Es por ello que la candidatura de Marco Rubio, un político solo imagen, se desinfla por sus indefiniciones, mientras que Trump o Sanders se fortalecen mediante la defensa de agendas tan dispares que coquetean con el fascismo y la socialdemocracia, para indicarnos que tales posiciones no son tan exóticas como se creía, sino que están muy presentes en el debate ideológico norteamericano.

Está por verse hasta dónde esta lógica prevalecerá en el resultado de las elecciones. El sistema cuenta con extraordinarios recursos mediáticos y se gastan miles de millones de dólares para impedir que así sea, pero cualquiera que sea el resultado, estamos en presencia de una afectación sustancial del consenso nacional, indispensable para la estabilidad del régimen.

Para bien o para mal, es un fenómeno que indica un grado de desarrollo de la conciencia política popular, lo cual constituye la novedad más importante de los actuales comicios.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Doctor en Ciencias Históricas; Investigador del Centro de Estudios sobre Asuntos de Seguridad Nacional.

El siglo XXI: La era del fraude

LA HAINE 20 de febrero de 2016 ESPAÑA

Aquellas personas que todavía crean en la pureza de las intenciones del régimen de Washington en su política exterior, son unas almas cándidas

Paul Craig Roberts*

DESDE LOS ÚLTIMOS años del siglo XX el fraude se ha instalado en la política exterior de EEUU con unos nuevos ropajes. Utilizando falsos pretextos, Washington desmanteló Yugoslavia y Serbia con el fin de seguir los pasos de una agenda no declarada. En el siglo XXI, este fraude se ha multiplicado varias veces.

Afganistán, Irak, Somalia y Libia han sido destruidos, e Irán y Siria también habrían seguido el mismo camino si el presidente ruso no lo hubiera impedido. Washington también está detrás de la actual destrucción de Yemen, y está financiando la destrucción israelí de Palestina. Además, Washington ha intervenido en Pakistán sin una declaración de guerra, asesinando a mujeres, niños y ancianos bajo el pretexto de la “lucha contra el terrorismo”. Los crímenes de guerra de Washington rivalizan con las atrocidades cometidas por otros países a lo largo de la historia.

Aquellas personas que todavía crean en la pureza de las intenciones de Washington en su política exterior, son unas almas cándidas.

Rusia y China tienen actualmente una alianza estratégica que resulta demasiado fuerte a los ojos de Washington. Rusia y China están impidiendo que Washington se inmiscuya en sus intereses nacionales y ponga en peligro su seguridad. Los países que tienen importancia para Rusia y China estarán protegidos por esa alianza. A medida que el mundo se despierta y ve los males que Occidente representa, más países buscarán la protección de Rusia y China.

EEUU también está fallando en el frente económico. Washington ha quedado al margen, con un efecto positivo en la gestión a corto plazo, mientras que los accionistas y Wall Street han vaciado la economía estadounidense, desviando los empleos de la Industria, los avances tecnológicos, así como la competencia profesional, hacia China, la India y otros países, dejando a EEUU como una economía tan desmembrada que los ingresos familiares medios están descendiendo en los últimos años.

Hoy en día, el 50% de los jóvenes en torno a los 25 años de edad viven con sus padres o abuelos, porque no pueden encontrar un empleo que pueda garantizarles una independencia económica. Este hecho es ocultado por los medios de comunicación, que hablan de unas historias imaginarias de recuperación económica de EEUU.

Es tan diferente lo que se cuenta de la situación real, que uno queda estupefacto. Como exprofesor de Economía, editor de The Wall Street Journal y secretario adjunto del Tesoro para la Política Económica, me sorprende la corrupción que reina en el sector financiero, en el Tesoro, las Agencias de regulación financiera, en la Reserva Federal. En otros tiempos, los procesamientos y las sentencias habrían llevado a prisión a los banqueros y altos funcionarios del Gobierno.

En EEUU no hay mercados financieros libres. Todos los mercados están manipulados por la Reserva Federal y el Tesoro. Los organismos reguladores, controlados por esos otros organismos, cierran los ojos, e incluso si no lo hacen, se ven incapaces de hacer cumplir las leyes, porque los intereses privados son más poderosos que las leyes.

Incluso los organismos que elaboran las estadísticas para el Gobierno están corrompidos. Las medidas de inflación se han inventado con el fin de minimizar la inflación. Esta mentira no solo ahorra a Washington el pago de las pensiones de acuerdo con el aumento del coste de la vida, sino que sustrae dinero que se emplea en más guerras; igualmente, subestimando la inflación, el Gobierno puede fingir un aumento real del PIB, contando la inflación como un crecimiento real.

Del mismo modo, el Gobierno da una tasa de paro del 5% no contando a los trabajadores que desanimados ya no buscan empleo, una vez que se han dado por vencidos. La tasa oficial de desempleo es del 5%, pero nadie encuentra un trabajo. ¿Cómo puede ser el desempleo del 5% cuando la mitad de los jóvenes en torno a 25 años de edad están viviendo con sus parientes porque no pueden permitirse una existencia independiente? Como ha dicho John Williams, de incluir a aquellos estadounidenses que han dejado de buscar trabajo porque no hay empleo, la tasa sería del 23%.

La Reserva Federal, una herramienta de un pequeño número de Bancos, ha logrado hacer creer que hay una recuperación económica desde junio de 2009, imprimiendo miles de millones de dólares que encuentran su camino no en la economía, sino en los precios de los activos financieros. Un mercado de acciones mantenido artificialmente es la prueba de unos medios financieros prostituidos que crean la ilusión de una economía en auge.

Un pequeño número de personas que saben esto, y sólo se trata de un pequeño número, señalan que no ha habido tal recuperación desde la recesión anterior, que se mantiene todavía viva. John Williams ha dicho que la producción industrial estadounidense, cuando se ajusta debidamente por la inflación, no ha llegado a los niveles de 2008, y mucho menos al pico del año 2000, y de nuevo ha bajado.

El consumidor estadounidense está derrotado, abrumado por las deudas y con unos ingresos [si los tiene] que no aumentan. La política económica de EEUU se centra en el ahorro de un puñado de Bancos de Nueva York, no en el ahorro del conjunto de la economía estadounidense.

Los economistas y otros cómplices de Wall Street no hablarán de la caída de la producción industrial de EEUU, que se ha convertido en una economía de servicios. Los economistas dirán en todo caso que se trata de unos servicios de alta tecnología acorde con una nueva economía, pero en realidad se trata de camareros, vendedores a tiempo parcial, y servicios ambulatorios de salud. Todo ello ha sustituido a la fabricación y los trabajos de ingeniería, considerablemente más importantes para la economía, colapsando la demanda agregada efectiva en EEUU. En ocasiones los economistas neoliberales quizás reconozcan que hay problemas, pero los atribuyen a China.

No está claro que la economía estadounidense pueda ser levantada. Para reactivar la economía estadounidense haría falta regularizar el sistema financiero, y una recuperación de los puestos de trabajo y del PIB de EEUU, que la deslocalización se llevó a otros países. Haría falta, como ha señalado Michael Hudson en su nuevo libro, Matando al anfitrión, una revolución en la política fiscal que impida que el sector financiero se quede con los excedentes económicos y la capitalización de la deuda mediante el pago de intereses al sector financiero.

El Gobierno de EEUU, controlado por unos intereses económicos corruptos, nunca va a permitir que se intervenga con políticas que incidan sobre todo aquello que pueda perjudicar a los que tienen poder de decisión en dichas políticas y en los resultados de Wall Street. Hoy en día, el Capitalismo hace dinero mediante la venta de la economía estadounidense y de las personas que dependen de ella.

En este EEUU libre y democrático, el Gobierno y la Economía sirve a unos intereses muy alejados de los intereses de los estadounidenses. Esta traición está oculta detrás de un enorme trampantojo erguido con la propaganda de los economistas el libre mercado y las mentiras de los medios financieros que se prostituyen para sobrevivir.

Cuando EEUU falle, también los harán los Estados vasallos de Washington: Europa, Canadá, Australia y Japón. A menos que Washington destruya el mundo mediante una guerra nuclear, el mundo se rehará, y este Occidente corrupto y disoluto quedará en una mera insignificancia en el nuevo panorama mundial.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Secretario adjunto del Tesoro de EEUU; economista, escritor y columnista, editor asociado del diario The Wall Street Journal.

Las bases sociales de las nuevas derechas

LA JORNADA 19 de febrero de 2016 MÉXICO

Raúl Zibechi*

UNA NUEVA DERECHA está emergiendo en el mundo y también en América Latina, región donde presenta perfiles propios y una nueva e inédita base social. Para combatirla es necesario conocerla, rehuir los juicios simplistas y entender las diferencias con las viejas derechas.

Mauricio Macri es bien distinto de Carlos Menem. Éste introdujo el neoliberalismo, pero era hijo de la vieja clase política, al punto de que respetaba algunas normas legales y tiempos institucionales. Macri es hijo del modelo neoliberal y se comporta según el modelo extractivo, haciendo del despojo su argumento principal. No le tiembla el pulso a la hora de pasar por encima de los valores de la democracia y de los procedimientos que la caracterizan.

Algo similar puede decirse de la derecha venezolana. Se trata de alcanzar objetivos sin reparar en medios. El modo de operar de la nueva derecha brasileña se diferencia incluso del gobierno privatizador de Fernando Henrique Cardoso. Hoy los referentes son personajes como Donald Trump y Silvio Berlusconi, o el presidente turco RecepTayyipErdogan, militarista y guerrero que no respeta ni al pueblo kurdo ni a la oposición legal, cuyos locales y mítines son sistemáticamente atacados.

Estas nuevas derechas se referencian en Washington, pero es de poca utilidad pensar que actúan de modo mecánico, siguiendo las órdenes emanadas de un centro imperial. Las derechas regionales, sobre todo las de los grandes países, tienen cierta autonomía de vuelo en la defensa de intereses propios, sobre todo aquellas que se apoyan en un empresariado local más o menos desarrollado.

Pero lo realmente novedoso son los amplios apoyos de masas que consiguen. Como se ha dicho, nunca antes la derecha argentina había llegado a la Casa Rosada por la vía electoral. Esta novedad merece alguna explicación que no se puede agotar en este breve espacio. Tampoco parece adecuado atribuir todos los avances de la derecha a los medios. ¿Qué razones hay para sostener que los votantes de la derecha son manipulados y los de la izquierda son votos conscientes y lúcidos?

Hay dos cuestiones que sería necesario desbrozar antes de entrarle a un análisis más amplio. La primera son los modos de hacer, el autoritarismo casi sin freno ni argumento. La segunda, las razones del apoyo de masas, que incluye no solo a las clases medias, sino también a una parte de los sectores populares.

Sobre las decisiones autoritarias de Macri, el escritor Martín Rodríguez sostiene: El macrismo actúa como un Estado Islámico: su ocupación del poder significa una suerte de profanación de los templos sagrados kirchneristas (Panamarevista.com, 28/01/16). Los despidos masivos decididos se apoyan en la firme creencia de las clases medias de que los trabajadores estatales son privilegiados que cobran sin trabajar. Porque el costo político de esas tremendas decisiones ha sido hasta ahora muy bajo.

La comparación con los modos del Estado Islámico suena exagerada, pero tiene un punto de contacto con la realidad: las nuevas derechas llegan arrasando, llevándose por delante todo aquello que se interpone en su camino, desde los derechos adquiridos por los trabajadores hasta las reglas de juego institucionales. Para ellos, ser democráticos es apenas contar las papeletas en las urnas cada cuatro o cinco años.

La segunda cuestión es comprender los apoyos de masas conseguidos. El antropólogo Andrés Ruggeri, investigador sobre las empresas recuperadas, destaca que la derecha pudo construir una base social reaccionaria capaz de movilizarse, basada en los sectores más retrógrados de la clase media, sectores que siempre existieron y que en los 70 apoyaron la dictadura (Diagonal, 13/02/15). Esa base social está anclada en un votante-consumidor que adquiere un voto como un producto de supermercado.

Considera que el gran error del gobierno de Cristina Fernández consistió, en vez de fomentar un sujeto popular organizado, en promover un conjunto social desmembrado, individualista y consumista, que además pensó que las conquistas de la lucha de 2001, y los beneficios sociales logrados en estos 12 años, eran derechos adquiridos que no estaban en riesgo. Convencerlos de esto último fue un gran logro de la campaña de la derecha, clave para su triunfo (Diagonal, 13/02/16).

Las clases medias son muy diferentes a las de los años 60. Ya no se referencian en las camadas de profesionales que se formaron en universidades estatales, que leían libros y seguían estudiando cuando finalizaban sus carreras; aspiraban a trabajar por sueldos medianos en reparticiones estatales y se socializaban en los espacios públicos donde confluían con los sectores populares. Las nuevas clases medias se referencian en los más ricos, aspiran a vivir en barrios privados, lejos de las clases populares y del entramado urbano, son profundamente consumistas y recelan del pensamiento libre.

Si una década atrás parte de esas clases medias golpearon cacerolas contra el corralito del ministro de Economía, Domingo Cavallo, y en ocasiones confluyeron con los desocupados (piquete y cacerola, la lucha es una sola, era el lema de 2001), ahora sólo les preocupa la propiedad y la seguridad, y creen que la libertad consiste en comprar dólares y vacacionar en hoteles de cinco estrellas.

Estas clases medias (y una parte de los sectores populares) están modeladas culturalmente por el extractivismo: por los valores consumistas que promueve el capital financiero, tan alejados de los valores del trabajo y el esfuerzo que promovía la sociedad industrial hace apenas cuatro décadas.

Los defensores del modelo neoliberal consiguen un piso de apoyos en torno a 35-40 por ciento del electorado, como muestran todos los procesos de la región. A menudo no sabemos cómo enfrentar esta nueva derecha. No es agitando contra el imperialismo como la derrotaremos, sino mostrando que se puede gozar de la vida sin caer en el consumismo, el endeudamiento y el individualismo.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Escritor y pensador-activista uruguayo, dedicado al trabajo con movimientos sociales en América Latina.

América Latina: ¿Hacia dónde las alternativas?

LA JORNADA 22 de febrero de 2016 MÉXICO

Marcos RoitmanRosenmann*

EL TIEMPO HISTÓRICO no se agota en un instante. El movimiento de las fuerzas políticas y los movimientos sociales es discontinuo. Sus avances y retrocesos configuran su historia y definen su quehacer. El cambio social no sigue la trayectoria lineal del progreso. Su ir y venir puede retrotraernos a los tiempos de las cavernas o situarnos en el camino de la emancipación política. Romper las barreras del pensamiento colonial no es camino fácil.

Los golpes de Estado, en su versión tradicional, represión sin límites y las fuerzas armadas en el papel protagonista, ceden el paso a una elaborada estrategia, sin tanta parafernalia, con los militares en un segundo plano, donde el conglomerado de empresas trasnacionales y los aliados locales obligan a gobiernos a cambiar el rumbo, bajo amenazas de quitarles el pan y el agua, si no cumplen con sus designios. Por consiguiente, en cualquiera de sus versiones, los golpes de mano han sido y son el recurso habitual de nuestra derecha política y social para bloquear las alternativas populares, socialistas y anticapitalistas emergentes. Sobran los ejemplos para corroborar que no se trata de hechos aislados, sino de una constante. Entre los siglos XIX y XXI, tiempo trascurrido desde la proclamación de la independencia, su número supera los 2 000, sin contar asonadas, conspiraciones e invasiones extranjeras.

Desde un punto político no hay nada que reprocharles. Han ejercido su poder, su fuerza y, además, nunca han proclamado entre sus haberes su condición democrática. ¿Por qué, entonces deberíamos sentirnos engañados, decepcionados y, sobre todo, derrotados? No se le pueden pedir peras al olmo.

La derecha en América Latina nunca se ha caracterizado por enarbolar y creer, más allá de las declamaciones, en la división de poderes, la libertad de pensamiento, de prensa o en los derechos humanos. Para más inri, se reconoce racista y practica el expolio sobre los pueblos originarios. Su historia chorrea sangre por todos sus poros. Matanzas, intrigas palaciegas, fraude electoral, violación permanente de los derechos sindicales, políticos, son las cartas de presentación. Su triunfo, a diferencia de las burguesías europeas, no fue deshacerse del feudalismo, el antiguo régimen y asumir, al menos formalmente, los valores de la revolución francesa bajo el tridente: igualdad, fraternidad y libertad. Quienes levantaron dichas proclamas acabaron asesinados, traicionados o exiliados. En América Latina ni revolución democrática burguesa ni revolución industrial. Sólo sucedáneos: modernización política e industrialización dependiente, acompañada de un discurso desarrollista, anticomunista.

Bien, en pleno siglo XXI podríamos ser más optimistas, el futuro no está diseñado y asignar de manera perenne un ADN antidemocrático a las clases dominantes de nuestros países se puede considerar una manipulación o simplemente, una descalificación malintencionada. Mejor que actúe la providencia y ser optimista, otorgar el beneficio de la duda podría abrir la puerta a un nuevo escenario político donde la derecha se someta a la voluntad popular y no actúe conspirando para derrocar gobiernos constitucionales. Sin embargo, dos siglos de comportamientos antidemocráticos son tiempo suficiente, un hecho objetivo, para señalar que se trata de un rasgo constitutivo difícil de obviar. Desconocerlo es ingenuo o irresponsable. Baste analizar hoy cómo se las traen en algunos países donde ven peligrar su poder, aunque los gobiernos que ataquen no supongan un cambio de régimen y sólo vean tambalear su poder superficialmente y de forma momentánea.

En otros términos nunca les ha gustado ser oposición y, si es el caso, no descansan hasta retomar el poder formal, porque el poder real no se les disputa ni peligra.

En Brasil, su acción contra el gobierno de la presidenta es todo menos democrática. Qué decir en Argentina, con el gobierno de Macri. Cosa diferente es Venezuela, donde sí han perdido su capacidad de construir futuro. En este caso, por activa y pasiva se constituyen en polo reaccionario para derrocar un gobierno constitucional. En Bolivia sucede algo similar. Los ejemplos son variados en todo el ­continente.

En este sentido, nada hay que nos permita concluir que nuestra derecha es crisol donde se funden los valores democráticos para hacerlos resistentes. Si algo graba a fuego en sus recipientes es un lenguaje dogmático, sectario, descalificador, lleno de exabruptos con soflamas anticomunistas. Concluir que sus constantes vitales son democráticas, es todo menos un ejercicio de honestidad política y teórica. Nunca se plegarán a la voluntad popular de las urnas, si en éstas se jugase su futuro.

Fiar al enemigo político la capacidad de construir un proyecto democrático y una alternativa popular es tanto como abrir el gallinero al zorro, ponerlo de vigilante, pretender que no se coma a las gallinas y luego negar la naturaleza predadora del zorro. En América Latina el entreguismo y el afán de compartir el poder a toda costa, o al menos disfrutar de una parte minúscula de él, ha travestido la alternativa en alternancia, el proyecto democrático en gobernanza y buena gestión administrativa.

La alternativa democrática se construye y existe, está presente en la vía campesina, en las juntas de buen gobierno, en las organizaciones populares, en los comités de autodefensa, en la microfísica de la protesta social, en las vidas ejemplares de millones de militantes que diariamente levantan la voz, y se intercambian experiencias para combatir el neoliberalismo y su futuro de destrucción.

En las nuevas formas de pensar y actuar, en la denuncia permanente de la injusticia social, en la defensa la dignidad, los principios y la irreductible convicción que sólo se puede construir una alternativa emancipadora, si la propuesta nace de la experiencia colectiva que aúna la historia de las luchas democráticas en América Latina y sólo pertenece a las clases populares.

Nadie tiene el libro de la historia. No existe. Los procesos sociales democráticos, diría Salvador Allende, no se detienen, ni con la intriga ni con la traición; la hacen los pueblos... y en eso estamos... construyendo alternativas.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Académico, sociólogo, analista político y ensayista chileno-español nacido en Santiago de Chile en 1955.Desde 1974, exiliado durante la dictadura del general Augusto Pinochet, reside en España. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.