Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-03-30

Proyecto del Departamento de Estado se parece sospechosamente a un plan de infiltración

PROGRESO SEMANAL 27 de marzo de 2016 EEUU

Emilio Paz*

¿ESTÁN EL DEPARTAMENTO de Estado y la Casa Blanca en la misma longitud de onda? ¿Coexisten en el mismo gobierno? ¿La misma ciudad? ¿La misma constelación?

La pregunta surge porque, menos de una semana después de que el presidente Barack Obama asegurara personalmente a su homólogo cubano, Raúl Castro Ruz, que Washington “no tiene ni la capacidad ni la intención de imponer un cambio en Cuba” y que Estados Unidos “no impondrá nuestra política o sistema económico a ustedes”, el Departamento de Estado ha anunciado que va a dar a alguna organización emprendedora de EEUU $753 989 dólares para entrenar hasta 30 “jóvenes líderes emergentes de la sociedad civil cubana” […] “para dirigir y hacer crecer organizaciones de la sociedad civil que apoyen activamente los principios democráticos en Cuba” –exactamente el tipo de gobernancia que La Habana no quiere que le hagan tragar.

Estamos en deuda con el periodista Tracy Eaton y su blog “Along the Malecón” por publicar el texto del anuncio, dado a conocer el viernes (25 de marzo) y difundido rápidamente por los sitios web oficiales Granma.cu y Cubadebate.cu.

Básicamente, el anuncio dice lo siguiente:

Durante un período de tres años, el Departamento de Estado entregará $753 989 (más de tres cuartas partes de un millón de dólares) a una organización norteamericana sin fines de lucro o institución educativa norteamericana de igual propósito para apoyar a jóvenes cubanos “en un programa de desarrollo profesional de dos a cuatro meses [que] incluirá una formación especializada” para ayudarles a desarrollar “planes de acción para actividades comunitarias no gubernamentales en Cuba”.

El anuncio no especifica qué “actividades comunitarias” se beneficiarán de los “planes de acción”, pero señala de manera paternalista que “la sociedad civil cubana no está conformada por organizaciones bien establecidas que normalmente se encuentran en una sociedad con fuerte tradición democrática”, por ejemplo, Estados Unidos.

Al participar en el programa, los jóvenes cubanos escogidos “desarrollarán un conjunto de herramientas de liderazgo y habilidades para administrar y hacer crecer las organizaciones de la sociedad civil que apoyarán activamente los principios democráticos en Cuba”, dice el anuncio.

Trasplantar la democracia al estilo de EEUU a Cuba comunista puede ser fácilmente interpretado como la promoción de un cambio de régimen, un esfuerzo denunciado en repetidas ocasiones por el gobierno cubano y el propio Raúl Castro. Para empeorar las cosas, el plan se basa en la Ley Helms-Burton de 1996, una legislación aborrecida por La Habana, que presta asistencia y apoyo “a individuos y ONG [organizaciones no gubernamentales] independientes para apoyar los esfuerzos de construcción de la democracia en Cuba.”

“La sociedad civil cubana no está conformada por organizaciones bien establecidas que normalmente se encuentran en una sociedad con fuerte tradición democrática”, dice la propuesta. Dependerá del Departamento de Estado –una organización bien establecida– la creación de tal tradición en la Isla.

El Departamento de Estado, por medio de cualquier ONG o institución educativa que obtenga el subsidio, quiere habilitar a un “grupo de jóvenes profesionales [para] que modelen un liderazgo eficaz de organizaciones de la sociedad civil que […] originen la participación de la comunidad, apoyen la diversidad, y promuevan los principios democráticos en Cuba”.

Los jóvenes profesionales seleccionados (“entre 20 y 35 años de edad […] estudiantes universitarios o jóvenes profesionales”) serán llevados a Estados Unidos, se les dará una formación de inmersión en la democracia norteamericana y se permitirá que “desarrollen un plan de acción para las actividades en Cuba al regresar a su país”. Para algunos cubanos, esto podría sonar como infiltración política y/o proselitismo –lo que los funcionarios del gobierno cubano han estado alertando todo el tiempo. Cuba ha sido un Estado comunista de un solo partido durante décadas; su Constitución proclama ese status.

Todo esto, cuatro días después de que el presidente Obama, en una conferencia de prensa con Raúl Castro, dijera al mandatario cubano que “el destino de Cuba no será decidido por Estados Unidos o cualquier otra nación”.

Perdónennos si somos escépticos o incluso dudamos de este plan millonario para decidir –o incluso ayudar a decidir– el destino de Cuba. Se parece sospechosamente a un caballo de Troya. Está cargado de peligro, y amenaza con deshacer todos los esfuerzos realizados por norteamericanos y cubanos bien intencionados en pro del acercamiento.

Lean la propuesta del Departamento de Estado y saquen sus propias conclusiones. Sin lugar a dudas, el gobierno cubano ya lo ha hecho. Pronto debe haber una reacción.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Reside en el sur de la Florida y es un observador no-cubano de la situación de Cuba.

“Hace mucho tiempo que la Unión Europea liquidó el derecho de asilo”

REBELIÓN.org 24 de marzo de 2016 ESPAÑA

Entrevista al sociólogo y politólogo Sami Naïr

Enric Llopis*

LAS ORGANIZACIONES DE derechos humanos han calificado de “vergonzoso” el pacto alcanzado entre la Unión Europea y Turquía para la deportación de personas refugiadas, pero más allá del reciente acuerdo, “la Unión Europea liquidó el derecho de asilo hace mucho tiempo”, afirma el catedrático de Ciencias Políticas, sociólogo y especialista en movimientos migratorios, Sami Naïr (Tlemcen, Argelia, 1946).

Eurodiputado entre 1999 y 2004, autor de libros como “¿Por qué se rebelan?”, “El desengaño europeo”, “La inmigración explicada a mi hija”, “El Imperio frente a la diversidad del mundo” y “La Europa mestiza: inmigración, ciudadanía y codesarrollo”, entre otros. Sami Naïr fue la primera persona que planteó la idea de “codesarrollo”, que definió en 1997 como “una propuesta para integrar inmigración y desarrollo de forma que ambos países, el de envío y el de acogida, pudieran beneficiarse de los flujos migratorios”.

El politólogo ha participado en un acto organizado por el Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València, junto al catedrático Javier de Lucas y la vicepresidenta del Gobierno Valenciano, Mónica Oltra.

-¿Qué opinión te merece el pacto alcanzado entre la UE y Turquía, por el que este país recibirá contingentes de personas refugiadas (consideradas “irregulares”) que se expulse de Grecia, a cambio de 6.000 millones de euros y la libertad de circulación de los ciudadanos turcos en Europa?

Se ha utilizado la expresión “acuerdos de la vergüenza”, y no es una denominación que venga únicamente de los movimientos asociativos. Hay varias declaraciones por ejemplo de ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para los refugiados) y Amnistía Internacional, entre otras organizaciones, que insisten en la denominación de “acuerdos de la vergüenza”. Considero que este acuerdo con Turquía es nefasto para la Unión Europea, para las personas refugiadas y quizá también para los turcos. Es una “no solución”, de hecho, no presenta ninguna salida práctica a los problemas que se nos están planteando.

-¿Por qué razón se trata de un acuerdo “nefasto”?

Para los europeos, porque pisotea los valores fundamentales de la UE, es decir, el respeto a los derechos humanos. En particular, el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía viola frontalmente el artículo 19 de la declaración de derechos fundamentales de la UE, que prohíbe las expulsiones colectivas.

-Sin embargo, las autoridades comunitarias sostienen que se considerarán las “devoluciones” caso por caso y respetando todas las garantías jurídicas…

Esto es falso. No veo cómo pueden realizarse las expulsiones individuales cuando hace unos días empezaron las devoluciones de personas refugiadas, colectivamente, en Grecia. No van a permitir que cada refugiado y solicitante de asilo pueda hacer algo que el derecho internacional le permite: depositar en el país de llegada un dossier con la solicitud y esperar que el estado dé una respuesta. La Unión Europea ha decidido, por el contrario, que en la misma frontera se va a rechazar, colectivamente y “en caliente”, a las personas refugiadas, por mucho que públicamente nos digan que se va a respetar la Convención de Ginebra de 1951. Es mentira. Se van a llevar a término expulsiones colectivas.

-¿En qué sentido se va a vulnerar la Convención de Ginebra?

La Convención de 1951 obliga a tomar en consideración los dossiers depositados por la gente en el país de llegada, incluso si han llegado las personas de manera “ilegal” y sin visado. Sin embargo, nos dicen que se aceptarán únicamente a personas (refugiados procedentes de Turquía) que cuenten con visado, es la teoría de “te doy uno y me das uno” con los turcos. O dicho de otro modo: “Mándanos a gente con visa y nosotros expulsaremos a los que no la tengan”. Es una vergüenza de pacto. Y es ilegal, tal como ha señalado ACNUR. La Unión Europea se encuentra actualmente enfrentada a la comunidad internacional. También se vulneran los Acuerdos de Nueva York (1967), en los que se establece la necesidad acoger a las personas peticionarias de asilo.

-¿Qué otros aspectos se contravienen de la legislación comunitaria?

Se viola la directiva de procedimiento de 2005, que reafirma después de la modificación de los Acuerdos de Dublín, la obligación de permitir al demandante de asilo quedarse en el país donde ha interpuesto su demanda hasta que ésta sea resuelta. Tampoco se han respetado los procedimientos de toma de decisión de la Unión Europea, pues las decisiones se han tomado a partir de un acuerdo entre Alemania y una potencia exterior a la UE, Turquía, sin que se haya previamente planteado y discutido la cuestión ante los socios europeos.

-¿Cómo se ha fraguado el pacto que destacas entre Alemania y Turquía?

En realidad los alemanes pactaron con Turquía y después se volvieron hacia el resto de socios europeos e impusieron el acuerdo. Alemania es quien dispone del dinero para la financiación de las políticas migratorias y los fondos estructurales, por lo que los demás países tuvieron que aceptar. Han llegado al acuerdo con el estado turco, que no respeta los requisitos de la Convención de 1951 sobre los refugiados, más bien la respeta sólo respecto a los ciudadanos europeos. En cuanto a los no europeos, Turquía no aplica esta convención. Es decir, el estado turco no ha adoptado integralmente la Convención de Ginebra, y esto es algo que poca gente sabe. Los criterios de la convención sobre trámites, seguridad y otros se aplican íntegramente a los ciudadanos de la Unión Europea, no a sirios, iraquíes, eritreos o afganos.

-¿Y en cuanto al dinero que la Unión Europea remitirá a Turquía?

El estado turco ha pedido 3.000 millones de euros suplementarios a los otros 3.000 millones de euros que previamente ya se les había concedido. No creo que los reciban, será muy difícil. Además, la UE no tendrá ningún control sobre el uso de este dinero. Pero además del dinero, se ha aceptado un “regateo” por el que la Unión Europea va a permitir a los ciudadanos turcos que puedan viajar por Europa sin visado. La gran pregunta es qué tiene que ver la libre circulación de los turcos con las personas refugiadas.

-¿Por último, liquida con estas medidas la Unión Europea un derecho fundamental como es el de asilo?

Sí, este derecho se lo cargaron hace mucho tiempo.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Periodista y desde 2008 colabora habitualmente en las diferentes secciones del periódico Rebelión.

Plan Colombia, plan de recolonización

TERCER INFORMACIÓN 21de marzo del 2016 ESPAÑA

Renan Vega Cantor*

EL 4 DE febrero pasado se reunieron en Washington Juan Manuel Santos y Barack Obama, para conmemorar los quince años de puesta en marcha del mal llamado Plan Colombia, un verdadero programa de recolonización de nuestro país por parte de los Estados Unidos. Si, la recolonización a doscientos años de la primera independencia es lo que ha significado el mencionado plan y eso fue lo que celebraron con bombos y platillos los amos y sus lacayos.

No de otra forma pueden entenderse las palabras, plenas de sumisión y entreguismo vergonzoso de Juan Manuel Santos, cuando afirmó: “Hoy es un día para agradecer. Hoy vuelvo a Washington para dar las gracias al pueblo y al Gobierno de los Estados Unidos por el apoyo que han dado a Colombia en los últimos 15 años, y para proyectar nuestra cooperación en los años que vienen”.

Programa contrainsurgente

Desde el momento en que se concibió el Plan Colombia en 1999, durante el segundo mandato de Bill Clinton (1991-1999), quedó claro que este era un programa contrainsurgente, cuyo objetivo principal consistía en fortalecer las fuerzas represivas del Estado colombiano, seriamente debilitadas por los golpes de la insurgencia de las FARC en la segunda mitad de la década de 1990.

Mientras se efectuaban los diálogos en el Caguán, el gobierno del conservador Andrés Pastrana, como éste lo ha reconocido después, impulsaba una reingeniería de las Fuerzas Armadas, con la finalidad de sabotear esos diálogos y asumir una nueva fase de la guerra, de tierra arrasada, bajo la tutela de los Estados Unidos.

El Plan fue elaborado en los Estados Unidos, tanto que su redacción original fue en inglés, y en su aprobación desempeñaron un papel principal los productores de armas y artefactos bélicos, puesto que ellos serían los principales beneficiarios, como en efecto lo han sido, de la “ayuda” militar de los Estados Unidos.

Debe resaltarse el carácter contrainsurgente del Plan Colombia, aunque en principio, antes de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, se le presentara como un instrumento en la lucha contra el narcotráfico. A su vez, la política contrainsurgente, en la que coincidieron los cipayos criollos y sus amos estadounidenses, se convertía en el medio para recolonizar a Colombia. Esto es necesario recalcarlo, porque a quince años del comienzo del Plan Colombia, gran parte de los balances lo siguen examinando como si hubiera sido diseñado para enfrentar la producción y comercialización de narcóticos.

Quienes se centran en este asunto señalan que ha sido un fracaso, porque en Colombia se sigue produciendo cocaína que fluye rauda hacia el exterior. Esto es desviar la atención sobre la magnitud de los crímenes que se derivan de la aplicación del Plan Colombia, un resultado directo de la contrainsurgencia y de la nueva colonización.

En el caso de la “guerra contra las drogas”, es dudoso suponer que a Estados Unidos le interesa que se acabe la oferta de narcóticos, ya que eso es un pretexto permanente que justifica sus intervenciones en diversos países del mundo (Colombia, México, Afganistán, para recordar algunos de los ejemplos emblemáticos). Por ello, no sorprende que luego de quince años Colombia siga siendo el primer productor mundial de cocaína y los negocios alrededor de la misma se hayan expandido por el sur y el centro del continente.

La trampa analítica consiste en aceptar que el Plan pretendía solucionar el problema del narcotráfico, lo que es quedarse en el terreno de las apariencias, sin ir al fondo de la cuestión, y creer a pie juntillas lo que literalmente se dice en los documentos del Plan.

Recolonización en marcha

Siempre que Estados Unidos interviene militarmente en algún lugar del mundo, y lo hace cada vez con más frecuencia, piensa en los beneficios que puede obtener, porque recordemos que esa potencia imperialista “no tiene amigos sino intereses”. Desde luego, Colombia no podía ser la excepción.

En un momento en que se debilitaba su presencia en América Latina, y particularmente en América del Sur, por la irrupción de Hugo Chávez en la política continental, Colombia se convirtió en el Israel de la región, en su principal base militar (con presencia no en siete bases, como se suele decir, sino en más de 40 lugares del territorio colombiano). Eso explica la inversión militar en el país, que alcanzó sus niveles más altos de toda su historia, hasta convertirnos en el tercer país del mundo con mayor “ayuda militar” de los Estados Unidos.

Dicha “ayuda” benefició directamente a empresas de los Estados Unidos, en la medida en que los dólares entregados a los gobiernos colombianos se destinan a comprar helicópteros, aviones, tanques, preparar personal para conducirlos y mantenerlos, abastecerse de repuestos, adquirir químicos para la aspersión de glifosato, todo lo cual es vendido por empresas de ese país.

La intervención estadounidense logró que se aprobara un indigno tratado de libre comercio, que abrió por completo las puertas del país a las inversiones de las multinacionales Se consolidó el neoliberalismo en todas las actividades de la vida nacional, se privatizaron las empresas públicas, regaladas a capital transnacional, hasta el punto que como lo ha dicho El Tiempo recientemente, solo quedan 100 empresas estatales por privatizar.

En últimas, se impuso la agenda económica de Washington, de tal forma que la economía colombiana se sometió a los requerimientos del capital transnacional, bajo la hegemonía del sector financiero, acentuó la desindustrialización y convirtió al país en un exportador de bienes primarios de tipo mineral.

Ganadores y perdedores con el Plan Colombia

Los Estados Unidos como potencia imperialista son los principales ganadores del Plan Colombia. Así lo ha dicho John Kerry, secretario de Estado de ese país, quien ha indicado que ese Plan ha sido todo un éxito para ellos. También son triunfadores los miembros del bloque de poder contrainsurgente (formado por el Estado y las clases dominantes), que prefirieron feriar la soberanía nacional para mantener la desigualdad estructural de la sociedad colombiana, y para obtener unas cuantas migajas derivadas de los negocios que entablaron con el imperialismo estadounidense, al garantizar y proteger las inversiones de ese país en nuestro territorio.

Aparte de esos reducidos sectores que se beneficiaron del Plan Colombia, la vasta mayoría de los habitantes de este país han padecido una brutal recolonización. La aplicación del Plan Colombia militarizó la sociedad en una forma extrema, al incrementar el pie de fuerza hasta medio millón de miembros, permitir la intervención de mercenarios, militares y asesores de seguridad de los Estados Unidos, generalizar la idea de que el conflicto armado interno debería terminarse por la vía militar, recurrir a los bombardeos para asesinar a comandantes de la insurgencia, perseguir a quienes fueron declarados como enemigos, instaurar la pena de muerte, replicar un sistema penal inhumano y cruel bajo la orientación de los Estados Unidos.

El bloque de poder contrainsurgente asumió la lógica asesina de contabilizar sus éxitos con el número de muertos del enemigo (la teoría del body count, de factura estadounidense, desde la guerra de Vietnam).

El costo humano del Plan Colombia muestra un saldo de terror y destrucción, que no se puede ocultar: 26.000 colombianos muertos en combate, y una cifra similar de muertos de la población civil; desplazamiento forzado de tres millones y medio de campesinos, del total de seis millones que se contabiliza desde 1985; robo de más de un millón de hectáreas por parte de viejos y nuevos terratenientes; fumigación con glifosato, una sustancia cancerígena, en miles de hectáreas de diversas regiones del país; incremento del paramilitarismo, que efectuó masacres y aterrorizó a la población, en alianza directa con las fuerzas armadas y sectores de las clases dominantes; asesinato de sindicalistas, defensores de derechos humanos, líderes sociales y políticos por el DAS y otros organismos del Estado; 5.000 colombianos asesinados por las fuerzas armadas, en lo que se conoce con el eufemismo de “falsos positivos”; según la ACNUR, en la actualidad 350.000 colombianos están refugiados en el exterior o solicitan asilo por la represión política interna; militares de los Estados Unidos violaron a 54 niñas y jóvenes colombianas en inmediaciones de Melgar y Girardot… Estos datos muestran que para la población colombiana, principalmente del campo, el Plan Colombia ha sido un exitoso programa de muerte.

La “profesionalización” de las tropas colombianas como asesinos en serie no solamente la ha sufrido la población colombiana, sino que ahora aquellos son una mercancía de exportación. Por eso, los militares colombianos, preparados y adiestrados por los Estados Unidos, hoy son contratados en diversos lugares del mundo, como un ejemplo vergonzoso de exportación de mercenarios.

El Plan Colombia convirtió a las Fuerzas Armadas de Colombia en un sector muy poderoso, que ha manejado a su antojo, y como un botín privado, los recursos económicos de la “ayuda” de Estados Unidos, lo que generalizó la corrupción y el despilfarro.

Y la guerra contrainsurgente no logró su objetivo principal: eliminar a las FARC y el ELN, pese a que en ese Plan de Muerte se hayan invertido 130 mil millones de dólares, como lo ha reconocido recientemente el actual Ministro de Defensa, de los cuales Estados Unidos solamente colocó diez mil millones de dólares, aunque seguramente esta cifra es inferior a lo que en realidad invirtió esa potencia.

Conclusión

El campeón del cinismo en estos días ha sido Andrés Pastrana Arango, presidente de Colombia entre 1998 y 2002, la época de los diálogos en el Caguán, quien ha dicho que el Plan fue exitoso porque obligó a las FARC a sentarse a negociar. Se necesita mucho descaro para decir eso, puesto que en el momento de iniciarse el Plan Colombia, existía una mesa de diálogo con las FARC, que Pastrana rompió a comienzos de 2002.

Se requirieron 130 mil millones de dólares, miles de muertos, millones de desplazados, miles de campesinos afectados por la fumigación aérea con glifosato, para que se volviera a dialogar.

Tales son los grandes “éxitos” del Plan Colombia, de los que tanto se ufana Andrés Pastrana, cuando en su momento, sin ese derroche de dinero y sin la sangre y el dolor causado desde el 2002 tanto por la injerencia directa de los Estados Unidos -que fueron llamados por los cipayos criollos a que los auxiliara, empezando por Pastrana- como por la acción terrorista del Estado colombiano, se habrían podido llegar a acuerdos que pusieran fin a la guerra, pero que las clases dominantes de Colombia no quisieron, para que no se tocaran de ninguna forma sus riquezas y se mantuviera como siempre la terrible injusticia y desigualdad que caracteriza a la sociedad colombiana. El Washington Post ha señalado que Colombia sigue siendo el mayor productor de coca en el mundo, y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito concluyó que entre 2013 y 2014 “habían aumentado los cultivos de coca en 44 por ciento y la producción de cocaína en 52 por ciento”. Esto quiere decir, sin muchos giros lingüísticos, que el pretexto de Estados Unidos para emprender su política de recolonización en 1999 se mantiene en el 2016 y por ello, precisamente, se habla de un nuevo Plan Colombia, bautizado con el eufemismo de Plan de Paz. Sí, la paz de los sepulcros, que es con la que siempre ha soñado el bloque de poder contrainsurgente en Colombia y sus amos de los Estados Unidos.


Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo


  • Historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional de Bogotá. Colombia. Doctor de la Universidad de París VIII.