Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-05-17

Era del Celular: ¿la humanidad en franco declive?

RT.com 5 de mayo del 2016 RUSIA

Carlos Santa María*

El peligroso mito según el cual el mundo ha avanzado ostensiblemente contribuyendo de modo extraordinario al desarrollo del ser humano es solo eso: una creencia que se basa en el desenvolvimiento de numerosos avances que, pese a ser indiscutibles, no se han traducido en una constante de abundancia y equicracia planetaria pues las diferencias socioeconómicas hoy se hacen más patentes que nunca y las guerras e intereses egoístas amenazan la supervivencia de la especie.

En el caso de la medicina, el negocio de la salud es inmenso y se corrobora día a día con el aumento progresivo de enfermos: paralelo a la quirúrgica extraordinaria avanza el incremento sustancial de mortalidad por obesidad, estrés, sedentarismo, virus artificiales, entre las múltiples causalidades que se han creado con el supuesto modernismo. Proporcionalmente a la población mundial en años anteriores nunca hubo una morbilidad tan acentuada y una duración de las personas en condiciones deplorables.

Si de la ciencia armamentística se trata, el número de fallecidos y en muy alta cantidad confirma la potencialidad destructiva de los nuevos instrumentos de guerra tanto en el poder disuasivo como en la toxicidad.

Sin embargo, ni el esplendoroso negocio de las farmacias, drogas, insalud o mortalidad violentamente obligada a través de guerras e intervenciones han podido crear una imagen más precisa para esta época considerada 'la mejor', que la encorvada figura de millones de seres con racionalidad mirando un objeto en sus manos, que se mueven caminando en forma de robots, tanto desplazándose al trabajo como de regreso a su hogares: es el símbolo de la Era del Celular.

Este instrumento, que ha llevado a este siglo a un modo de ser globalizado al igual que la pobreza, ha nacido vinculado al estudio de la comunicación y, asimismo, al control de las personas. Sin embargo, su creación conllevó una gran esperanza al mundo pues se esperaba que su uso condujese a un aumento de la cordialidad, el pensamiento, la mentalidad informada, el compromiso social, etc., a través del acceso a una información documentada, cultural, analítica. En el aparato escolar se creyó que este traería nuevas oportunidades de realizar estudios, investigación, uso proactivo en clases y todas las expectativas que ofrece un utensilio de dicha dimensión.

Indiscutiblemente el celular ha abierto grandes opciones de conexión, ha salvado vidas, cooperado en tragedias naturales, convirtiéndose en un objeto que puede ser empleado para crecer humanamente. Pese a ello, su utilización en un grado de adicción lo ha transformado también en un destructor de posibilidades y un declive del ser.

Las cuatro condiciones de deshumanización

No obstante las anteriores consideraciones positivas sobre el uso de dicha herramienta, la influencia negativa ha sido sorprendente en la generación actual —jóvenes y niños— y en la pasada —adultos y mayores incluso—, edificando personalidades con problemáticas existenciales importantes. Algunas de estas son:

Incomunicación extrema y alta conectividad

La imagen de grupos sentados en una cafetería reunidos para hablar por el utensilio sin mirarse entre ellos o jugar a entenderse virtualmente estando allí demuestra los niveles conscientes o inconscientes de desprecio por la presencia real, trasladando lo inexistente al primer plano. La preferencia por el saludo virtual confirma lo expuesto: conectividad por sobre la comunicación.

En el aula la extensión de la mano a través de un soporte mecánico es la constante debiendo establecerse una norma casi internacional de la prohibición de ese artefacto en clases por la desconcentración y alteración del proceso pedagógico.

Detención y regresión del aprendizaje analítico

La espera ansiosa de todas las respuestas a partir de la información en el aparato ha conducido a una lentitud en los procesos reflexivos y su uso constante en rapidez por sobre el discurso ha provocado una disminución notable de la palabra, acrecentada por una eficaz destrucción del lenguaje y la ortografía (elementos del aprendizaje).

La creatividad se ha convertido en un elemento de segunda mano para ser la reproducción el ítem más empleado, de tal modo que el ingenio está en la difusión y no en la creación imaginada, factor del cual se han aprovechado los medios para construir su mensaje ideológico en un público fácilmente manipulable.

La mecanización del acto y la respuesta al sonido de modo ansioso explica por qué el respeto al otro se ha deteriorado notablemente: atender el celular y dejar hablando a la persona presente es ya costumbre.

Alto nivel de individualismo

El objeto y la cultura implícita del uso ha logrado que el sujeto se encierre literalmente en su habitación desarrollando el mutismo, lo que ha cambiado su personalidad y el ritmo de vida, incluso convirtiendo la intolerancia en la defensa de su 'vida privada', con cambios de humor y una inseguridad notable para comunicarse presencialmente, todo lo cual afecta la edificación de proyectos de vida integrales.

Niños que no juegan verdaderamente con su cuerpo sino que 'juegan' a través de imágenes se ha incrementado la obesidad mental y física, repitiendo la búsqueda de lugares reiterados y que se mitifica como creatividad.

Superficialidad extrema con valores degradados

La moda se ha convertido en el referente ordenado por las élites a las conciencias débilmente establecidas haciendo de las marcas un componente imprescindible. El llamado a concentrarse en música, videos, noticias intrascendentes, imágenes infunde al egocentrismo su máxima fuerza. La búsqueda de la aprobación del otro y su afectación ante la reprobación indica que los valores como la solidaridad, cordialidad, quedan relegados absolutamente, afectando la consolidación de la autonomía.

Se ratifica un 'descompromiso' social en extensos sectores sociales donde quedan como recuerdo las frecuentes protestas de las juventudes realzando las utopías que hoy son casi inexistentes.

Metodológicamente existe una estructura donde todas estas consideraciones se encuentran imbricadas afectándose unas a otras en mayor o menor fuerza aunque lo fundamental es el tipo de personalidad que se crea a partir de ellas. Ello obliga moralmente a estudiar lo que sucede de modo sistemático.

Es preciso reconocer que existen jóvenes que atraen a multitudes de jóvenes también a través de sus videos, denominados 'youtuber', como es el caso de German Garmendia con 23 millones de seguidores… muchos más que los seis millones de BBC, CNN y 'New York Times' juntos. Indica que el 'boom' de una feria del libro ya no está en los autores sino en los 'youtuber', lo que implica una reflexión: identificar las tendencias de los jóvenes y sus consumos por irrelevantes que puedan ser considerados, comprendiendo sus temáticas ligadas a los conflictos con la familia (hermanos, padres), estudiantiles (profesores, compañeros, exámenes), grupales (amigos, socios), afectivos (parejas, noviazgos, rompimientos), aficiones (videojuegos, programas televisivos, novelas), etc.

Cabe expresar la evidente disminución de la lectura y escritura compacta o de competencias básicas, reflexionada, excepto mensajes de texto o plagio en alta magnitud, donde debe declararse que en el mundo parece que existen más celulares que personas.

Sin dejar de mencionar cómo afecta laboralmente este utensilio, donde ni la empresa o los usuarios interesan a muchos funcionarios que prefieren seguir conectados antes que servir, la gran preocupación para los sectores pensantes en el planeta es hasta qué punto el ser humano puede despersonalizarse y volverse apático a la marcha de su sociedad, facilitando a las élites el dominio de estos inmensos sectores, es decir, ejercer una domesticación sin respuesta y con claros índices de alienación inconforme aunque improductiva comunitariamente.

Cuando se vive un mundo a través del celular el aislamiento es resultado casi obligado dificultando el contacto con la realidad y el poder de interactuar presencialmente: la adicción que hace sentir al sujeto desprovisto de alguna parte única de su cuerpo al extraviar su aparato indica un grado de alienación extremo.

Es un deber ético del escritor, el periodista, el analista dialéctico, presentar a la sociedad posturas y reflexiones sustentadas que sean llamados de alerta ante flagelos que pueden afectar ostensiblemente la marcha de las generaciones y cabe llamar a las familias, instituciones, aparato educativo e individuos a la responsabilidad en el uso articulado con políticas públicas de salud mental.

Nadie, excepto élites autoritarias, desearía nuevas generaciones donde la esencia humana, su comunicabilidad, haya sido destrozada de tal modo que el diálogo, la discusión, la conversación entre seres reales sean reemplazadas por la virtualidad. Es el anhelo de la humanidad que el planeta siga siendo conformado por la palabra concreta, sonora, que se emita en condiciones de equidad y donde su contenido sea afín a la inteligencia cósmica que el universo provee.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Doctor en Educación, profesor universitario, analista internacional.

Personas transformadas en mitos: bárbaros, indígenas, negros, judíos, inmigrantes, refugiados

REBELION.ORG 22 de abril del 2016 ESPAÑA

Armando B. Ginés*

En épocas muy pretéritas, las hordas bárbaras, los extranjeros que buscaban aventuras y nuevos territorios o exploraban otros horizontes para saciar las hambrunas que asolaban sus pueblos. Poco después descubrimos a los aborígenes de tierras lejanas, gentes extrañas que nos recibieron con los brazos abiertos, de manera amable y confiada.

Anteayer, la negritud, esa inmensa isla donde moraba el eslabón perdido, los ancestros, la animalidad en estado puro, el pasado salvaje al que hicimos nuestro esclavo predilecto para uso doméstico y explotación laboral. Hace casi nada, los judíos, esa comunidad rara y ensimismada que financiaba nuestros delirios y proyectos: inteligencia poderosa que podía ensombrecer el protagonismo absoluto del europeo indómito. Hoy, una mezcla heterogénea de todos los citados, los que huyen del hambre, los que quieren sortear la muerte cierta.

Todas esas categorías míticas han edificado la colosal superioridad occidental del hombre blanco. También sus fobias y sus miedos, convirtiendo en chivos expiatorios a todas ellas para salvaguardar su propia preeminencia. El bárbaro arrasaba las aldeas; los indígenas hacían el amor sin tabúes; los negros de pene grandioso penetraban el alma blanca de nuestras mujeres arias; los judíos se hacían ricos con nuestras penurias; en fin, los inmigrantes y los refugiados pretenden robarnos la seguridad del hogar, el futuro de nuestros vástagos.

Así, a pasos de gigante, se ha ido conformando la mente maniqueísta del occidental medio, el inconsciente colectivo que inventó, desarrolló y justificó la esclavitud, las guerras imperialistas y los holocaustos de decenas de miles de personas ahogadas antes de traspasar nuestras fronteras y saciar su sed histórica.

Ese Otro nos resulta amenazante porque lo venimos construyendo así, pavoroso, inmundo, retrasado, terrorista, subhumano. Y todos los blancos somos responsables de cada ser humano que se deja llevar por el destino desde sus confines de miseria hasta la orilla de Occidente.

La presunta libertad de la que disfrutamos en el mundo rico está hecha de biografías anónimas e individuales que han sido vilmente explotadas o han perdido la vida a causa de nuestra rapiña institucionalizada y nuestra ambición desbordante. Nos creemos los amos del planeta y no somos más que pasajeros afortunados de un devenir cultural e ideológico no definitivo, cuyos fines y objetivos obedecen a intereses económicos y motivaciones políticas concretas. Ninguna ética civilizadora o moral religiosa puede servirnos de coartada.

Todo ha sido contingente, no había metas señaladas a modo de excusa en ningún texto legendario. Hemos ido adaptándonos a cada sobresalto mientras elaborábamos credos y leyendas en las que el hombre blanco, la suprema raza universal, apareciera como el Bien Absoluto, destruyendo de paso toda opinión, vestigio, arte o industria que pudiera competir en igualdad de condiciones con nuestras hazañas militares, intelectuales o científicas. Y para llevar a cabo tamaña misión no tuvimos más remedio que subyugar y transformar al Otro en menos que nada, si bien los ecos de sus gritos desgarrados y la sangre de sus heridas torturan la conciencia blanca desde entonces. De ahí, de esa proyección del sufrimiento ajeno, nacen los miedos, el pánico a que los millones de voces a las que callamos con la espada, las bombas o la indiferencia se hagan canto coral unánime y arrase con las mentiras del relato capitalista de los ases sin parangón elegidos por el dios cristiano y el progreso desenfrenado.

Sobre ese barro movedizo, quizá humus benévolo y fructífero algún día, se está levantando el equilibrio cada vez más inestable y poroso de la globalización neoliberal. Parecía que con la razón ilustrada como aliada y los derechos humanos como lugar de encuentro teórico, utópico y dulcemente acogedor, la Tierra se transformaría en un espacio de armonía cósmica casi total. El pensamiento único de la posmodernidad, que emergió al tiempo que se derrumbaba el socialismo real, anunciaba una sociedad sin conflictos, todos a una en el ocio y por el conocimiento. Hasta nunca lucha de clases; hola por siempre jamás querida economía de mercado.

Ahora nos estamos despertando, entre contradicciones y paradojas existenciales, del sueño neoliberal. Ayer, hoy, mañana: nuevas víctimas en el océano; más muertos en conflictos bélicos; más pobreza absoluta y relativa; más naufragios de viejas filosofías a la deriva. La consigna es defenderse de lo extranjero, no compartir nada con el monstruo, con el otro, con la piel oscura y maloliente. Tal pensamiento opera de forma automática y colectiva en el subconsciente individual ante el mínimo roce con el foráneo, con el presunto terrorista.

Todos nuestros miedos indagan y hurgan a oscuras en un escenario fantasmagórico para identificar amenazas escondidas entre las ruinas de nuestros prejuicios. Nos ayudamos unos a otros en esta tarea quijotesca y desmesurada de dar nombre al vacío existencial: aquí un molino de viento, allí una luz cegadora. Nada es lo que parece. O mejor expresado aún: toda apariencia es un enemigo, un adversario que hay que combatir, desterrar o deportar hasta su aniquilación definitiva, el olvido doloso o su conversión en una borrosa imagen que nunca alcanzará nuestra conciencia política.

Esta cárcel de sombras chinescas y apariencias terroríficas es el mundo que habitamos ahora mismo. Un hogar que no queremos compartir, una casa que hemos registrado como propiedad privada a base de añagazas legales y cuentos de hadas moralizantes. Nos hemos creído a pies juntillas nuestros propios delirios de grandeza.

Hoy sentimos el acoso constante de estallidos de violencia y de ira incontrolada, de explosiones a ras de suelo, a un paso de nuestro bienestar en crisis… Y no queremos saber los motivos de tanta inquina acumulada. El mundo está en lucha: los pobres, las mujeres, los de abajo… Y nosotros, una suma de yoes cerrados a cal y canto al tú de Fanon, permanecemos a la espera, atónitos, incrédulos, encantados de habernos conocido.

Si no emprendemos ya la marcha hacia el Tú, millones de Otros vendrán a nuestro encuentro. Quizá cadáveres, tal vez hordas de personas hartas de no ser nada en este preciso instante. Sean zombies o ejército invasor, el final es predecible: la disyuntiva será elegir entre morir de peste o acabar arrasados por la Historia. El contagio, pues, resulta inevitable

Selección Internacional: Inalvys Campo Lazo

  • Analista político, guionista, redactor creativo y escritor


No hay que culpar al gobierno del ascenso de Wall Street

La "financiarización" de la economía mundial

EL SALMÓN CONTRACORRIENTE 10 de mayo de 2016 ESPAÑA

En este artículo el autor resume sus tesis principales sobre la “financiarización”, que ha desarrollado en profundidad en su libro Beneficios sin producción. Cómo nos explotan las finanzas, recientemente publicado en castellano por Traficantes de Sueños

Costas Lapavitsas*

"Financiarización” es una palabra rara, pero captura uno de los aspectos más importantes del capitalismo contemporáneo: durante las últimas décadas, el sector financiero ha crecido de forma extraordinaria hasta llegar a dominar la economía.

Algunos consideran que el ascenso de las finanzas es resultado de políticas gubernamentales. No hay duda de que en EEUU, el país que mejor ejemplifica la financiarización, la desregulación llevada a cabo por el gobierno ha beneficiado a Wall Street. Sin embargo, el fenómeno de la financiarización está tan extendido a nivel global que merece una explicación más compleja. Sin duda, es más lógico pensar que las políticas de los gobiernos han favorecido a las finanzas una vez ciertas tendencias sociales y económicas ya habían convertido a la financiarización en una realidad.

La “financiarización” se entiende mejor como un gran desplazamiento en el desarrollo del capitalismo que empieza en la década de 1970 y se ha desarrollado poco a poco en los últimos cuarenta años. Procede de profundos cambios en la tecnología y en las formas laborales.

Concretamente, se ha producido una revolución en las telecomunicaciones y la informática, que no ha conseguido mantener un crecimiento sostenido de la productividad por razones que todavía no se conocen en profundidad. Al mismo tiempo, el trabajo se ha intensificado y el empleo se ha precarizado, mientras crecía enormemente la desigualdad salarial.

En este contexto, la esfera de la producción en los países desarrollados anda a trompicones mientras la esfera de las finanzas está inflada. Este desequilibrio marca el capitalismo contemporáneo.

Estos cambios subyacentes han llevado a tres tendencias características de la financiarización, perfectamente visibles en EEUU. En primer lugar, grandes empresas no financieras, por ejemplo, grandes compañías automovilísticas o del petróleo, se han “financiarizado”, esto es, obtienen sustanciales beneficios de operaciones financieras y se han independizado relativamente de los bancos, ya que cuentan con amplios recursos para financiar sus inversiones.

Al contrario de lo que a veces se imagina, la financiarización no conlleva que los grandes bancos dicten órdenes a los grandes negocios; lo que sí sucede es que tanto los grandes bancos como las grandes empresas están más implicados en actividades financieras, sin que esto se traduzca en relaciones de dominio entre ellos.

Como consecuencia, los grandes bancos ya no centran su modelo de negocio en el préstamo de dinero y la provisión de servicios financieros a empresas no-financieras, sino sobre todo en transacciones en los mercados financieros y en los préstamos y servicios a personas y familias.

Por último, las unidades domésticas también se han “financiarizado”, están totalmente expuestas a instituciones financieras formales (bancos, compañías de seguros, otras compañías financieras) ya que los préstamos, el ahorro, las pensiones, los seguros, etc., han crecido de una forma sin precedentes en los últimos años. En la actualidad, los ingresos personales son una fuente significativa de los beneficios bancarios.

La naturaleza histórica de esta transformación es visible en el crecimiento de los beneficios financieros en las últimas décadas.

Desde el inicio de la década de 1960 hasta los primeros años de la de 1980, los beneficios financieros supusieron una proporción estable del total. La financiarización comienza en la década de 1970 y se desarrolla desde el inicio de los años ochenta hasta los años dos mil. En estas dos décadas, el beneficio financiero se dispara en relación con el total. Son años de burbujas que terminan sistemáticamente en crisis financieras marcadas por la caída de los beneficios financieros, como la “crisis de ahorros y préstamos” de finales de la década de 1980 y principios de la de 1990. La tendencia alcista se recuperó poco después.

No debería sorprendernos la pronunciada inestabilidad de la financiarización. Las finanzas están relativamente desconectadas de la producción, y cuando están suficientemente desarrolladas, tienden a crear montañas de préstamos y deudas, obligaciones y contra-obligaciones, que solo tienen una débil conexión con los procesos de creación de valor. Suele acabar en un crash.

La crisis más profunda tuvo lugar sin duda en 2007-2009 como consecuencia de la burbuja inmobiliaria de los años 2000 que trajo una enorme expansión del endeudamiento de los hogares. La crisis produjo una catastrófica caída de los beneficios financieros. La recuperación fue rápida pero, desde 2009, la proporción de las ganancias financieras se ha reducido ligeramente. La gigantesca deuda contraída en la burbuja previa parece haber detenido la financiarización, mientras que en EEUU la economía se ha atascado en un (ahora habitual) estancamiento.

El camino que tome EEUU determinará en buena medida el del resto de países. Tiene delante una oportunidad histórica para abandonar el callejón sin salida donde se encuentra a través de un proceso de “des-financiarización”, es decir, de re-equilibrar la economía a favor de la esfera de la producción en relación con la esfera de las finanzas.

Para que esto suceda, no basta con regular Wall Street. Una política pública integral tendría que hacer frente a las tendencias características de la financiarización: fomentar que las empresas no-financieras incrementen su inversión en actividades productivas y abandonen las financieras, redirigir la actividad de los bancos hacia el sector productivo de la economía y reducir la dependencia de los hogares de instrumentos financieros complejos e intangibles.

Ninguna de estas acciones es sencilla y todas ellas supondrían profundos cambios en las formas de vida, trabajo y estudio de la población. Pero sin duda merece la pena.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Profesor de Economía en la School of Oriental and African Studies de la University of London