Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-05-31

Venezuela: la injerencia española

LA JORNADA 27 de mayo del 2016 MÉXICO

Editorial

El intervencionismo en los asuntos de Venezuela que practica la mayor parte de la clase política madrileña alcanzó un nuevo grado de despropósito ayer, cuando el presidente en funciones del gobierno, Mariano Rajoy, convocó a una reunión del Consejo de Seguridad Nacional de España para abordar la situación en ese país sudamericano. Las autoridades madrileñas aducen su preocupación por los cerca de 200 mil ciudadanos españoles que residen en territorio venezolano, pero lo cierto es que el conflicto político entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición que intenta derrocarlo no representa una amenaza particular para esa comunidad ni constituye peligro alguno para la seguridad nacional de España.

En tales circunstancias, la inclusión de la crisis de Venezuela entre los asuntos de "seguridad nacional" sólo puede verse como un recrudecimiento del injerencismo en ese país, un intento por atizar y magnificar la inestabilidad en un país soberano y una medida electorera a fin de mejorar las posibilidades del Partido Popular (PP), del propio Rajoy, en los comicios programados para el próximo 26 de junio.

Es pertinente recordar que las dirigencias del PP y de Ciudadanos (centro derecha) buscan reducir los márgenes de preferencia ciudadana del partido Podemos asociándolo al gobierno venezolano, maniobra que repite también Felipe González, político emblemático del Partido Socialista Obrero Español. Tanto González como Rajoy y Albert Rivera, líder de Ciudadanos, participan actualmente en una intensa campaña mediática de promoción de los opositores venezolanos y denostación del gobierno de Caracas.

Esas jugadas propagandísticas vienen precedidas de una ya larga historia de graves actos de injerencia de autoridades y políticos españoles en contra del gobierno del difunto Hugo Chávez, como el papel que desempeñó el gobierno de Madrid en la legitimación del intento de golpe de Estado de abril de 2002.

Tal actitud, por lo demás, no se ha limitado sólo a las relaciones con Venezuela; funcionarios, dirigentes y medios informativos peninsulares han mantenido una hostilidad general y constante en contra de gobiernos y movimientos progresistas en América Latina. La razón de esas intromisiones ha sido la defensa de los intereses de las transnacionales españolas que operan en el subcontinente –energéticas, constructoras, financieras, entre otras– y la preservación de sus prácticas abusivas.

Para ponderar lo inadmisible y hasta grotesco de ese intervencionismo basta con imaginar la reacción de la ciudadanía española si un gobierno latinoamericano –el de Venezuela, por ejemplo– decidiera apoyar activamente los procesos independentistas de Cataluña y el País Vasco.

Los buenos oficios de personalidades o instancias extrajeras son positivos y saludables cuando las partes en conflicto de un país se ponen de acuerdo para convocarlos, como ocurre actualmente con la gestión que realiza en Caracas el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. En cambio, los desfiguros del gobierno de Rajoy y los viajes provocadores a territorio venezolano de individuos como Felipe González y Albert Rivera constituyen actos de intervencionismo contrarios a la legalidad internacional, el sentido democrático y el respeto a la soberanía nacional de los países.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

Los alimentos en la era del cambio climático

REBELIÓN 24 de mayo del 2016 ESPAÑA

El mundo en el que vivimos

La experiencia de un ciudadano sencillo con la producción agrícola, la emigración y el cambio climatico en el México del ALCA (NR)

David Cañedo Escárcega*

De la autosuficiencia a la dependencia

Hubo un tiempo en que Tenango de Doria, la región mexicana donde vivo actualmente, era autosuficiente en alimentos. De esto no hace mucho, quizás hasta hace unos 40 años la mayor parte de los alimentos que se consumían en la región se producían ahí mismo. Por supuesto que en aquel entonces la población era bastante menor; posiblemente no fuera ni la tercera parte de la actual. Y por supuesto también la dieta de la gente era bastante más sencilla, básicamente eran frijoles y tortillas, con quelite y epazote para darle algún sabor, y el día que había alguna mayordomía ahí estaba todo el pueblo y eran de las pocas ocasiones en las que tocaba comer carne.

Esta región siempre se mantuvo muy aislada del mundo exterior; la única vía de comunicación era el camino real, que era poco más que una vereda transitable solo a pie o en mula y frecuentada por poca gente. El comercio era mínimo. Incluso cuando se construyó la primera terracería, en abril del 1961, la región se siguió manteniendo aislada. Yo llegué a transitar por esa terracería en varias ocasiones a principios de los ochenta, y estaba en bastante mal estado; con cada época de lluvias se descomponía más y estaba llena de baches que parecían trincheras. De Metepec a Tenango se hacían tres horas de camino a vuelta de rueda, lo que ahora se hace en menos de una.

Todo eso cambió a fines de los ochenta, cuando finalmente se pavimentó la carretera, que se convirtió en la arteria vital de comunicación y en el principal agente de cambio de las condiciones de vida del pueblo. El cambio ha sido vertiginoso: en menos de 30 años el nivel de vida aumentó espectacularmente, todo mundo que pudo se fue a trabajar al norte, de donde siguen mandando las remesas; los jóvenes descubrieron que no querían seguir trabajando la tierra y el caso es que ahora Tenango no produce ni el 10 o 15 por ciento de los alimentos que consume.

Actualmente Tenango está plenamente inserto en la red global de producción y distribución de alimentos; la autosuficiencia que se tuvo durante los siglos o milenios que está región ha sido habitada se desvaneció en un instante. Si por cualquier motivo el suministro de alimentos que nos llegan de fuera se viera interrumpido, Tenango descubriría que no tiene alimentos ni para un par de semanas. Esa disrupción en el suministro nos puede parecer hipotética en este momento pero uno nunca sabe; no podemos suponer que no vaya a suceder. Pueden ser causas naturales, como ciclones o deslaves; o un deterioro en las condiciones sociales; o lo más probable, una disminución que puede ser gradual o abrupta en la producción global de alimentos cuando el petróleo empiece realmente a escasear y el precio de esos alimentos que nos llegan de cientos o miles de kilómetros de aquí empiece a hacerse prohibitivo.

Como quiera que sea, esa dependencia es problemática. Los sistemas fallan. Nada es eterno. Con una población que se está duplicando cada 25 o 30 años es difícil ver cómo Tenango podría ser capaz de producir una proporción significativa de los alimentos que necesita. Y también está el hecho de que este escenario simplemente no se contempla; no hay políticas oficiales que promuevan la autosuficiencia de las comunidades.

Esta situación de dependencia no es por supuesto exclusiva de Tenango; se repite en miles y miles de comunidades a todo lo largo y ancho de México. Comunidades que durante siglos mal que bien producían sus propios alimentos antes de que existieran esas redes globales de distribución y que ahora no son capaces de hacerlo; al parecer la autosuficiencia alimenticia es de lo primero que se va por la ventana cuando el mentado progreso entra por la puerta. Pero últimamente la dependencia nos hace a todos más vulnerables.

Otro callejón sin salida

Resulta que México tampoco es capaz de producir sus propios alimentos. Somos ya más de 120 millones de habitantes en este país, y aumentando más de un millón de personas cada año; la población se duplicó en los últimos 40 años y desde 1920, cuando estaba terminando la revolución, hasta la fecha la población se ha multiplicado casi por casi 10. La producción de alimentos simplemente no puede mantener el paso.

Mesoamérica es la cuna del maíz, donde se desarrollaron docenas de variedades que se convirtieron en la base de la dieta de la gente. Es el grano básico de nuestra alimentación. Ahora resulta que no somos capaces de producir la cantidad de maíz que necesitamos, y la tercera parte, sí, el 33% del maíz que consumimos lo tenemos que importar. No solo es el maíz; también el 55% del trigo, el 72% del arroz y el 95% de la soja, así como el 25% de la carne y el 12% de la leche. El 50% de los alimentos que se consumen en este país los compramos en el exterior.

México importa la mitad de sus alimentos y los compra con dinero de la exportación de petróleo. Pero con una producción de petróleo que cae en picada, es difícil ver cómo le vamos a hacer de aquí a unos cuantos años cuando no tengamos ni para pagar esos alimentos. El pico de producción de petróleo en México fue en 2004, con 3,8 millones de barriles diarios (mbd). En el 2010 la producción estaba en 2,5 mbd, una reducción del 35%. La producción cae, la demanda sube; en algún momento la oferta no podrá satisfacer a la demanda, y mucho menos lo podremos seguir exportando, y nos vamos a quedar colgados de la brocha incapaces siquiera de producir nuestros propios alimentos.

La mayor parte de esos alimentos se los compramos por supuesto a Estados Unidos. Esta situación de extrema dependencia no es casual, sino el producto de políticas específicas cuyo objetivo es mantenernos en un estado de dependencia. De hecho, uno de los pilares de la política exterior de Estados Unidos es acabar con la agricultura local de los países que caen bajo su influencia y obligarlos a depender por completo del modelo agroindustrial que resulta ser el monopolio de unas cuantas corporaciones trasnacionales. Es mucho dinero el que está de por medio. Pero no solo es dinero, es poder. Ellos ya aprendieron la lección, una lección que se viene transmitiendo desde hace 10 mil años, cuando se originó la agricultura: el que controla la producción y el flujo de los alimentos es el que tiene las riendas en la mano, y el que impone sus condiciones. Y somos nosotros los que bailamos al son que ellos nos tocan.

Desde hace dos décadas, cuando se nos impuso el Tratado de Libre Comercio, más de un millón de campesinos han abandonado sus tierras porque ya no pueden seguir viviendo de ellas, para irse a trabajar al norte o a engrosar los cinturones de miseria de las grandes ciudades. Al eliminar las tarifas y los aranceles, Estados Unidos nos invadió con su excedente de alimentos, en una práctica conocida como dumping, y los campesinos y pequeños agricultores no pudieron hacerle frente a la avalancha y cayeron en crisis, incapaces de seguir manteniéndose con el trabajo de la tierra.

Y se nos quiere hacer creer que el modelo agroindustrial de producción de alimentos, basado en el uso masivo de combustibles fósiles, de pesticidas y fertilizantes químicos es la solución al problema del hambre en el mundo, cuando por el lado que se le vea es completamente insostenible y cuando de hecho genera más hambre de la que supuestamente está aliviando. No es más que otro callejón sin salida de nuestra sociedad industrial.

La primera línea de defensa

El cambio climático ya se está manifestando a nuestro alrededor. Llevamos 250 años quemando combustibles fósiles a un ritmo cada vez mayor, y son millones y millones de toneladas de gases que hemos estado arrojando a la atmósfera. Quizás al principio los bosques y los océanos podían absorber una buena parte de esos gases pero en algún momento se llegó a un punto de saturación en el que no pueden seguir absorbiendo, y los gases simplemente se siguen acumulando en la atmósfera. Los océanos se están acidificando, los arrecifes de coral están desapareciendo y los bosques y las selvas los seguimos destruyendo a un ritmo de algo así como una hectárea cada segundo.

La temperatura media del planeta ya aumentó casi un grado centígrado en el último siglo, lo que es suficiente para que los glaciares y los casquetes polares ya se estén fundiendo, las sequías sean más prolongadas y los ciclones y tormentas tropicales sean cada vez más violentos. Los señores del IPCC ya nos dijeron que no habrá persona en el planeta que no sea afectada por el cambio climático, y también nos dicen que el objetivo que se tenía de limitar el aumento de temperatura global a otro par de grados centígrados parece que ya quedó demasiado irreal y que a estas alturas va a ser muy difícil evitar un aumento de por lo menos otros 4 ºC en el transcurso de este siglo.

Ni los gobiernos ni la sociedad en conjunto parecen haber entendido la gravedad de la situación en la que nos encontramos, o en la medida en la que se entiende nos rehusamos a tomar cualquier medida significativa al respecto, y seguimos arrojando alegremente esos millones de toneladas de CO2 a la atmósfera porque la continuidad de la sociedad tal como la conocemos o la imaginamos depende de seguir quemando esos combustibles fósiles. Somos completamente dependientes de ellos y no estamos dispuestos a hacer el menor sacrificio en aras de conceptos vagos como ‘un planeta habitable’.

El cambio climático va a afectar a cada región del planeta de una manera distinta. Si en un lado son sequías en otro pueden ser inundaciones; en la misma región extremos de calor en el verano pueden venir acompañados de extremos de frío en el invierno. Es territorio desconocido en el que nos estamos adentrando. Si ya estamos empezando a sentir los efectos, estos no están más que comenzando. Los efectos son acumulativos y podemos suponer que con cada año o década que pase se van a dejar venir con más fuerza.

Y cada pueblo, comunidad o región va a tener que adaptarse a esos cambios, en la medida en que se pueda adaptar. Y la primera línea de defensa contra cualquier alteración producida por el cambio climático está en la producción local de alimentos. Cada pueblo y cada comunidad va a tener que hacerse autosuficiente en alimentos, en la medida en que lo pueda hacer, porque en algún momento esa red global de producción y distribución de alimentos dependiente del uso masivo de combustibles fósiles, pesticidas y fertilizantes químicos va a tronar como ejote, si no es por el agotamiento de los combustibles fósiles será por las perturbaciones causadas por el cambio climático, pero no puede durar indefinidamente.

La política oficial que ha sacrificado la autosuficiencia alimenticia y nos ha hecho completamente dependientes de un modelo ajeno cuyo único criterio de continuidad es la generación de enormes ganancias para unas cuantas corporaciones trasnacionales mientras millones de campesinos abandonan sus tierras es de una miopía que raya en lo inverosímil. Cada pueblo, comunidad y región va a descubrir que en el fin de la era de los combustibles fósiles y el comienzo de la era del cambio climático su mejor opción; la primera línea de defensa está es aprender de nuevo a producir los propios alimentos.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Ingeniero en sistemas computacionales, mexicano

Encuestas y realidad en Estados Unidos

LA JORNADA 25 de mayo del 2016 MÉXICO

Luis Linares Zapata*

Uno de los núcleos de poder en Estados Unidos (EU), posiblemente el central, se alineó, desde un principio, con la candidatura de Hillary Clinton para nominarla por el Partido Demócrata. El senador Sanders fue aceptado en la contienda a regañadientes y sólo como un aspirante de relleno. La maquinaria burocrática completa del partido cargó su peso manipulador de audiencias, en especial de la gente de color, en favor de la fogueada candidata. Todo parecía ocurrir de acuerdo con lo pronosticado: una carrera sin contratiempos hacia la Casa Blanca.

Pero el imprevisto asaltó de pronto al lineal proyecto. Lo que parecía un diseño de ruta tranquilo para la señora Clinton se ha tornado en un quebradero de cabeza e intereses. El senador por Vermont fue creciendo hasta representar un serio reto y, el inicialmente despreciado multimillonario Donald Trump, permanece de pie y la ataca sin recato. Al terminar su cruenta lucha interna, los republicanos, con Trump a la cabeza, enfocan ahora sus baterías sobre el dúo Clinton. Aquí se dijo, hace varias semanas, que la figura de Clinton ofrecía serias dificultades para prevalecer en el combate ante el belicoso empresario. Muchos años de visceral propaganda anti-Hillary por los republicanos han, finalmente, abierto heridas profundas en su aceptación por los futuros votantes. Hillary es hoy en día, la figura menos confiable en el panorama de la campaña. Los rechazos que acarrea son de indudable peso y lastran sus posibilidades de triunfo en la etapa final.

Trump tampoco las tiene todas consigo. Ha ido, a duras penas, restañando las heridas que el combate dentro de su partido le ocasionó. De esta poco feliz manera, ambos rivales aparecen enfilados a un enfrentamiento de impredecibles resultados.

Las encuestas, inicialmente muy favorables a Clinton, han ido cambiando en el transcurso de las últimas semanas. Trump se acercó lo suficiente en sus posibilidades de triunfo hasta llegar a superarla, aunque con escaso margen.

Hillary Diane Rodham parece, hasta este momento, todavía enfilada a la nominación. El apellido de su esposo, el ex presidente Bill Clinton, le proyecta una doble sombra. Por un lado le hereda un nombre bien acreditado entre la ciudadanía, sobre todo masculina y de raza blanca. Apoyos de los que ella carece. Le suma presencia ante múltiples auditorios y la atractiva imagen de un político de indudable estatura y reconocimiento, incluso mundial. Pero, como todo en la vida, le acarrea también ángulos negativos que están siendo explotados con saña por los republicanos y sus difusores. Todo esto era y es ciertamente conocido y los estrategas de Clinton con seguridad lo han procesado. Lo inesperado le viene del reto que ha levantado el senador Bernie Sanders.

El crecimiento de este aguerrido luchador político-social no estaba considerado por los asesores de Clinton, tampoco por la élite burocrática de los demócratas y, menos aún, por los medios de comunicación de ese país. Estos últimos, por completo, volcados sobre el atractivo irresistible de Trump, una figura de su cariñosa creación. En un muy segundo término, la atención de los medios se dirige hacia Clinton sólo para darle tremenda garrotiza de palabras. Y allá, muy lejos, a veces se ven forzados a mencionar al irredento socialista Sanders.

Sin embargo, éste no sólo se fortalece, sino que crece en la lucha por la candidatura. Sabe que los números no están de su lado. Igualar a Hillary en delegados es empinada cuesta, superarla es imposible. Su necia permanencia como contendiente agranda las dudas que ya alberga buena parte del electorado demócrata, en especial ese núcleo de poderosos llamados superdelegados.

La ruta hacia una fácil y ordenada proclamación de Hillary se complica con el advenimiento de las primarias restantes, muchas de ellas pronosticadas en favor de Sanders. Acumular triunfos en las restantes primarias y mostrar, de manera abierta, el músculo popular que proyecta su campaña es el objetivo del senador. El movimiento de masas que lo empuja ha puesto nerviosos a todos sus oponentes. El contenido de su discurso lo ven en extremo peligroso para el sistema establecido pero no lo combaten de manera abierta. Clinton requiere, con urgencia, el respaldo de esos juveniles batallones. El arma del ninguneo para bajarle los arrestos ya no funciona. Sanders se presenta, por ahora, como la mejor garantía para derrotar a Trump. Cuenta, para ello, con el entusiasmo de su ejército de jóvenes impulsores, atraídos por sus propuestas.

Sanders pretende llegar a la convención con la fuerza necesaria para condicionar la plataforma demócrata con su oferta de campaña. Sin duda conseguirá este cometido. Asunto distinto será que Clinton lo adopte como propio, como parte sustantiva de su futuro gobierno. Hillary es un acabado producto del sistema imperante y sus reflejos internos están más que condicionados por el mismo.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Estudioso de Ciencias de la comunicación y economía

¿Cómo escapar del neoliberalismo del siglo XXI en América Latina?

RT.com 23 de mayo del 2016 RUSIA

Alfredo Serrano Mancilla*

La restricción aprieta y la salida neoliberal está a la vuelta de la esquina. Siempre te atrapa de la misma manera: te llevan hasta el borde del precipicio y, desde ahí, toca elegir el mejor salto al abismo. A medida que crece la restricción externa, más difícil es huir del laberinto neoliberal en su versión más moderna. Los tentáculos del orden hegemónico global aparecen habitualmente como “auxiliadores” para superar cualquier emergencia.

Así fue en el pasado y lo es ahora. Pero, esta vez, se presenta en versión siglo XXI, aprendiendo del pasado. Ya se acabó la era de ofertar todo como un paquetazo de ajuste social. La ayuda financiera es presentada sin aparente contrapartida, sin grandes virajes. Las políticas económicas salvadoras en materia cambiaria, precios, tributarias y monetarias tampoco asoman con descaro neoliberal. Se esconden en forma de grandes acuerdos, de alianzas con amistades (peligrosas). Estamos en otro momento histórico. Todo se hace más amigable.

Esta es la primera vez que el bloque de países progresistas ha de afrontar un ciclo tan prolongado de caída de los precios de las materias primas. Economías acostumbradas a funcionar con muchas divisas han de desafiar un nuevo estado de vacas flacas.

No es momento para mirar hacia atrás. Seguramente hubo errores en el pasado; pero también se llevaron a cabo políticas económicas exitosas en redistribución de la renta, garantías de derechos sociales, crecimiento (democratizado) del consumo interno, reapropiación de sectores estratégicos, recuperación de la soberanía, mejores condiciones de inserción geoeconómica. No obstante, la clave no está ni en vanagloriarse ni autoflagelarse por el pasado. El presente es lo que manda; y el futuro es lo que espera.

En ningún manual se encuentra la receta para encarar esta emergencia económica caracterizada por un frente externo adverso. La economía mundial no presenta síntomas de recuperación: ni los precios de los commodities, ni el comercio global y, mucho menos, la economía productiva global. Países como Venezuela, Ecuador o Bolivia enfrentan una situación inédita por la combinación conjunta de múltiples retos: a) no retroceder en materia social, b) sostener un patrón de consumo superior al del siglo pasado, c) gestionar una nueva estructura de clases sociales que cambió su matriz de demandas, d) no hipotecar el futuro ni ceder en clave de soberanía. Y todo ello hay que hacerlo ganando elecciones y venciendo la actual batalla que gira en torno a las expectativas de “estar mejor”.

El neoliberalismo del siglo XXI te extiende la mano con nuevas fórmulas. El gran Tratado de Libre Comercio se sustituye por acuerdos parciales; el ALCA por los “alquitas”. Cada país firma con quien puede para ver si así logra captar más divisas. De esta manera, se atomiza la región y se desanda todo lo que se avanzó en materia de integración regional.

Los Tratados Bilaterales de Inversión se camuflan en blindajes particulares por cada inversión extranjera directa. La fragmentación geográfica de la producción mundial y sus cadenas globales de valor sirven para captar el mayor porcentaje posible de ganancia generada en cualquier proceso de transformación. La nueva economía del conocimiento y sus acuerdos de propiedad intelectual construyen nuevas cadenas de dependencia entre los países centrales y la periferia.

Las translatinas son actores tan trascendentes como las transnacionales. La banca privada internacional y el FMI proponen préstamos con condiciones leoninas exigiendo como garantías expropiaciones de activos públicos. No resulta sencillo escapar de esta avalancha de rebajas en época de liquidación. La tentación neoliberal retorna aprovechándose de que nunca se fue del todo procurando injertarse definitivamente ahora que las contradicciones internas-externas florecen.

Ante cierto agotamiento relativo de la inventiva creadora de los procesos progresistas en materia económica, se corre el riesgo de “dejar hacer, dejar pasar” al neoliberalismo en su versión siglo XXI. Sin embargo, la política económica heterodoxa (postkeynesianismo, neomarxismo, feminismo, institucionalismo, escuela de regulación) otorga un gran ramo de posibilidades para huir de esta salida neoliberal.

Lo primero es partir de varias premisas básicas: 1) la economía como un todo (y como la suma de sus partes), 2) la economía política está más presente que nunca, 3) no hay acierto económico sin una adecuada comunicación económica, 4) la eficiencia no debe estar reñida con la justicia social, 5) la economía también produce subjetividades, 6) la sociedad con mercado (pero no de mercado) es un hecho y, como tal, hay que definir qué vaya a ser.

A partir de ahí toca edificar un nuevo metabolismo económico capaz de sostener materialmente las revoluciones sociales que se han venido aconteciendo. He aquí algunas líneas para escapar del neoliberalismo 2.0.

Por un lado, la política tributaria ha de dejar de ser mera acompañante para convertirse en una herramienta decisiva en este dilema. Es necesario utilizar este motor frente a la emergencia económica por varias razones: a) hay que avanzar en soberanía tributaria (recaudar adentro lo que se necesite adentro), b) lo tributario ha de servir como incentivo para fomentar producción nacional, frenar importaciones y penalizar lo ocioso-improductivo-especulativo. Por otro lado, el sistema bancario ha de remar en la misma dirección del modelo de desarrollo productivo. Hay que regular las carteras de créditos evitando burbujas ineficientes y especulativas; se deben poner a funcionar las reservas excedentarias a favor de la economía productiva; hay que procurar nuevos mecanismos de ahorro interno.

En materia cambiaria, se deben buscar mecanismos novedosos que logren amortiguar la supremacía del dólar: timbres cambiarios que resuelvan desequilibrios comerciales, bonos ahorros cambiarios que salvaguarden de ataques a la moneda, utilización de las divisas disponibles bajo criterios multiplicativos en la economía real. En lo comercial, es momento para repensar otras modalidades de intercambio en otras divisas con los BRICS.

De nada servirían estas políticas si no vienen acompañadas de un cambio del modelo productivo, no sólo produciendo nuevos bienes finales sino también considerando la fabricación de insumos productivos, verdaderos generadores del valor agregado. En este sentido, tampoco se debe descuidar quién produce (pequeños, medianos, grandes, transnacionales) y bajo qué condiciones laborales, y especialmente bajo qué objetivos: para satisfacer la demanda interna, privada o pública, o para exportar. Es hora de una nueva planificación productiva que, además, contemple los requerimientos de la política de compras públicas. Es imprescindible sintonizar la demanda del Estado con la nueva etapa productiva.

A pesar del mandamiento neoliberal, del “no hay alternativa”, sí que se puede tomar otra ruta económica para afrontar este desafío de época. Nadie dijo que iba a ser fácil.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Director de CELAG, Doctor en Economía.