Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-06-07

Editorial de The Washington Post sobre visita de militares cubanos a EEUU olvida que la soberanía es intocable

TERCERA INFORMACIÓN 3 de junio del 2016 ESPAÑA

Edmundo García*

El periódico the Washington Post ha sacado otro editorial cuestionando el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos; en este caso, el editorial “On U.S.-Cuba military cooperation, proceed with caution” llama a tener cuidado en el desarrollo de relaciones directas entre militares cubanos y norteamericanos, diciendo que es moralmente inaceptable y que Estados Unidos está yendo con Cuba más allá que con otros países, pues los militares estarían usurpando tareas que en otros casos se dejan en manos de civiles.

Se sugiere también la existencia de corrupción en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), lo que demuestra una gran ignorancia de la realidad cubana. Los militares cubanos están formados en academias de nivel medio y superior donde adquieren valores a partir de un proceso pedagógico impecable que el propio presidente Raúl Castro, en su condición de Ministro de las FAR, ha seguido de cerca. No hay ni asomo de corrupción entre los militares cubanos; es un cuerpo que ha demostrado honestidad y eficacia en todas las tareas que ha asumido, ya sea la de vencer en un combate o hacer rentable un área de la economía.

El editorial de The Washington Post muestra además gran desconocimiento en la ruta que han seguido las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, donde precisamente las conversaciones en el ámbito militar son de las más estables y discretas que se han realizado. Se conoce que desde hace tiempo militares cubanos y norteamericanos se visitan a uno y otro lado de la frontera trazada en Guantánamo, donde una base naval norteamericana ocupa ilegalmente una parte del territorio cubano.

Existe también probada cooperación entre los cuerpos armados de Cuba y Estados Unidos en cuestiones de interés mutuo; como es la lucha contra el narcotráfico, la vigilancia sobre la emigración ilegal, así como un riguroso intercambio de información en control de vuelos y planes para enfrentar catástrofes naturales. En el área epidemiológica, como demostró el caso de Haití, también se han dado esfuerzos coordinados; como la facilitación de vuelos a través del espacio territorial, o el acercamiento a las misiones médicas en funciones. En esta materia, ambas partes se respetan y manejan con responsabilidad.

El mencionado editorial calumnia a algunos funcionarios cubanos que participan en las rondas de conversaciones con militares norteamericanos, señalando que antes espiaban cuando trabajaban en Estados Unidos. Como dijo en “The Real News Network” el Coronel Lawrence Wilkerson, ex jefe de despacho de Colin Powell, “Sí, los israelitas nos espían todo el tiempo”; porque el espionaje existe incluso entre países amigos; es la realidad. Aunque como dije, en el caso a que se refiere el editorial del Washington Post no es correcto este señalamiento. Y ya que hablamos de Colin Powell, es bueno recordar que fue este quien consideró que Cuba no constituía un peligro militar para Estados Unidos, en los momentos de mayor belicosidad de la derecha cubanoamericana.

Lo que especialmente le molestó a The Washington Post fue la visita realizada el pasado 21 de abril por un grupo de especialistas y militares cubanos a una base aérea en Cayo Hueso, estado de Florida, que Estados Unidos dispone para zonas de conflictos en América Latina. A algunos les molesta ese nivel de respeto hacia los oficiales cubanos.

Y les preocupa porque The Washington Post ya no es el periódico que era antes. Si alguien quiere comprobar el giro reaccionario dado por ese medio, solo tiene que fijarse en la forma en que ahora lo aclaman antiguos detractores de sus páginas, como Frank Calzón y Mauricio Claver Carone, correveidiles de la política anticubana y pro bloqueo a Cuba en Washington DC.

El rencor en The Washington Post hacia Cuba tiene que ver con varios factores. Se relaciona con un cambio general de política editorial a partir de un cambio en los dueños y accionistas. Influye además su sentido de competencia empresarial con The New York Times, que sigue una línea distinta en el tratamiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos; y a la cantidad de dinero que aún circula en la capital norteamericana para criticar a Cuba.

En resumen, el editorial de The Washington Post, bastante ridículo, parece que quiere elegir a los funcionarios cubanos que deben conversar con sus pares norteamericanos. Los editores del que un día fue prestigioso periódico, olvidan que la soberanía de Cuba es intocable en cualquiera de los puntos de una relación.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Periodista y locutor cubano en Miami, EEUU; conductor del programa alternativo La Tarde se Mueve.

Con OEA o sin OEA Venezuela debe ganar la pelea

TERCERA INFORMACIÓN 2 de junio del 2016 ESPAÑA

Carlos Aznárez*

En Venezuela y el continente no son tiempos para posiciones tibias ni edulcoradas. El imperio y la derecha regional vienen con todo y ya no hacen falta más pruebas sobre qué es lo que buscan y por qué están dispuestos a utilizar todos los medios posibles para lograr sus fines.

Lo cierto es que en varias de esas embestidas a las que nos están acostumbrando, vienen obteniendo ciertas cuotas de éxito. Se apoderan de gobiernos, provocan giros abruptos en las políticas que estaban en curso, y comienzan a aplicar las recetas neoliberales, esas mismas de los años 90, que habían sido relegadas por la irrupción de los pueblos y algunos mandatarios que los acompañaron.

Allí está el nuevo mapa latinoamericano y caribeño para demostrar que la intencionalidad de estos nuevos conquistadores no es temporal. No podemos mentirnos más ni seguir con discusiones bizantinas sobre si se acabó o no el ciclo de los gobiernos progresistas. Las cosas son como son: entre los gobiernos de derecha y los que sin serlo todavía, coquetean desvergonzadamente con los Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea, suman mayoría en la región. Las estructuras de integración regional están paralizadas y casi autistas. Desde la OEA, ese engendro impuesto por Tabaré Vázquez y José Mujica, llamado Luis Almagro, cumple prolijamente con lo que le imponen sus propias y muy reaccionarias ideas y el guión que el Imperio le ha escrito para la ocasión. La batalla diplomática hay que darla, pero no es la definitiva ni la más eficaz para no perder terreno.

Tenía razón el Comandante Hugo Chávez, cuando se planteó en su momento generar estructuras populares de milicias para que junto con las Fuerzas Armadas Bolivarianas se prepararan para contingencias de defensa de la Revolución. Lo que hace unos años parecía difícil de imaginar hoy está a la vuelta de la esquina. El enemigo sabe que Venezuela no es un terreno fácil de horadar, porque Nicolás Maduro no es Fernando Lugo, ni el pueblo que lo acompaña estaría dispuesto a aceptar golpes palaciegos sin lanzarse a la pelea en cada uno de los sitios donde todos estos años se ha ido construyendo poder popular.

No, en Venezuela todo será diferente a lo que últimamente hemos visto en Sudamérica. La población humilde, la que emergió como nunca con el proceso revolucionario sabe muy bien, que el nivel de revanchismo y odio de la oligarquía es de tal envergadura, que no habrá otra alternativa que defenderse con lo que se tenga a mano. Tiene mucha razón Maduro cuando se encomienda al pueblo, porque allí solamente está la posibilidad de salir airosos de una guerra integral (como ya está planteada) que no admite un final sin vencedores ni vencidos. Es lucha de clases sin maquillaje, y los conciliadores, social demócratas, pacifistas de ocasión u oportunistas están de más. O gana la Revolución o gana la Contrarrevolución, con todo lo que ello significa. Por eso precisamente es que a nivel de la solidaridad continental con Venezuela hay que dejar de lado diferencias y críticas de por qué se llegó a este momento y encarar tareas de unidad revolucionaria para evitar, en primer lugar, que Venezuela Bolivariana sea destruida por una oposición interna que no duda en convocar a la intervención militar extranjera para saciar su revanchismo, sumado a la acción sostenida del gobierno de Washington, de sus multinacionales y lobbies de poder, que están dispuestos a transformar la tierra venezolana en un escenario similar a los que estamos acostumbrados a ver en Medio Oriente.

Es la hora de los que luchan y no de los que lloran, recordando al guerrillero Jorge Ricardo Masetti en el 87 aniversario de su nacimiento, y en ese sentido todo lo que decida a partir de esta instancia Nicolás Maduro (el comandante en jefe de esta contraofensiva antiimperialista) es fundamental. Ya ha dado un paso importante apuntando al corazón de esa Asamblea Nacional espúrrea que constitucionalmente ha caído vergonzosamente en la figura de “traición a la Patria”, pero hace falta poner aún más el pie en el acelerador y obviar el “qué dirán”. Escuchar las voces que llegan desde las Comunas y los barrios más combativos, esos que están dispuestos a formar filas en la línea del frente, no titubear sobre la necesidad de endurecer la política para salvar la Revolución. Mandar al demonio a la OEA y sus alcahuetes, como hizo la Cuba digna de Fidel, exigiendo además la urgente conformación de un frente de rechazo con los países del ALBA.

Sobran las declaraciones de buena voluntad, lo que hace falta en tiempos de guerra es saber con cuantos hombres y mujeres se cuenta, y no esperar que los acontecimientos se precipiten de tal manera que cuando se quiera reaccionar ya no haya tiempo de hacerlo.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Director desde hace 22 años de la plataforma comunicacional Resumen Latinoamericano (Argentina).

Almagro: un don nadie con ínfulas de grandeza

LA JORNADA 2 de junio del 2016 MÉXICO

Ángel Guerra Cabrera*

El secretario general de la OEA, Luis Almagro, pretende, en un acto insólito, sentar en el banquillo de los acusados al gobierno de Venezuela aplicándole la Carta Democrática Interamericana (CDI) con los argumentos mendaces de la contrarrevolución. Para ello ha convocado a una sesión extraordinaria del Consejo Permanente (CP) del organismo entre el 10 y el 20 de junio.

Esto, cuando Venezuela es acosada desde todos los flancos por Estados Unidos y la derecha internacional, aprovechando la desaparición del presidente Hugo Chávez y la caída drástica de los precios del petróleo. Mientras, el chavismo, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el presidente Nicolás Maduro se mantienen firmes en defensa de la Constitución y han declarado una rebelión contra la CDI.

La iniciativa de Almagro fue lanzada dos días antes del miércoles 1º de abril, cuando estaba convocada una reunión del CP para, a pedido de Argentina, presidente pro témpore de la instancia, discutir la situación en Venezuela. Curiosamente, Buenos Aires había impulsado, a espaldas de Caracas, un proyecto de resolución, endosado también por Barbados, Brasil, Canadá, Costa Rica, EEUU, Honduras, México, Panamá, Perú, Guatemala, República Dominicana y Uruguay, que aunque llamaba a mantener el diálogo entre el gobierno y la oposición en el país sudamericano, iniciado ya en Santo Domingo con la intermediación de los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero (España), Leonel Fernández (República Dominicana) y Omar Torrijos (Panamá), no especificaba –como proponía el proyecto presentado por el embajador Bernardo Álvarez, representante venezolano– que toda solución en Venezuela debe basarse en el respeto a su soberanía y reconocer al gobierno constitucional y legítimo que preside Maduro, así como que el diálogo actual cuenta con el patrocinio de Unasur. Ambas cuestiones son de fundamental importancia, pues si se dejaran fuera del texto quedaría la puerta abierta al golpe de Estado y a la intervención, y si se obvia a Unasur, se le da implícitamente a la OEA una beligerancia en cuanto a la situación en Venezuela que no se ha ganado y que Caracas y otras capitales de la región no desean.

De allí que la presidencia argentina pasara de la extraña postura de someter su proyecto de resolución, a la votación por consenso, sin haberlo siquiera conversado con Venezuela, a la más razonable y democrática de conceder un receso para, de acuerdo con la amable y amistosa solicitud de Álvarez, dar tiempo suficiente para que pudiera ser conocido el proyecto venezolano por los estados miembros.

Conviene recordar la guerra multidimensional desencadenada contra Caracas por el imperialismo, sus aliados y acólitos, en particular Álvaro Uribe y sus seguidores en Colombia y el impresentable gobierno de Mariano Rajoy, apoyado a dúo por los corruptos ex presidentes José María Aznar y Felipe González.

Parte central en esta aventura es el hostigamiento a que Washington ha sometido a Caracas desde el frustrado golpe de Estado de abril del 2002, que incluye la dirección y organización de la oposición apátrida en el país sudamericano, la planificación de sus actividades por el Comando Sur de Estados Unidos y las inmisericordes campaña mediática y guerra económica. Súmesele el cínico decreto de Obama que declara a Venezuela un grave peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos, renovado recientemente por la Casa Blanca por segundo año consecutivo.

Todo indica que Almagro tiene una prisa enorme por congraciarse con Washington y con la extrema derecha antivenezolana. En cuanto llegó a la desprestigiada OEA arremetió contra Venezuela, como no lo ha hecho en relación con ninguno de los gobiernos neoliberales que cometen graves violaciones a los derechos humanos y al estado de derecho y ensangrientan y empobrecen a los pueblos de nuestra América.

De Almagro me dijeron dos fundadores del Frente Amplio (FA) de Uruguay que viene de la extrema derecha del Partido Blanco, y que luego de una gris carrera diplomática ingresó a esa colectividad para ascender a embajador y luego a canciller fingiendo compartir la política de unidad e integración latino-caribeña de los gobiernos del FA para posicionarse en la OEA con el apoyo de los gobiernos de izquierda de la región y luego ponerse al servicio de las posiciones más derechistas. Esta semana ha sido señalado por Kintto Lucas, ex embajador uruguayo y senadores del FA, que han manifestado vergüenza por su traicionera conducta.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Analista internacional, graduado de periodismo en la Universidad de La Habana.

La Cepal y el neoliberalismo

POR ESTO! 30 de mayo del 2016 MÉXICO

Gustavo Robreño*

Vistos el desarrollo y los resultados del 37º período de sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), recién celebrada en la Ciudad de México, y en particular el documento central presentado por esa organización bajo el sugerente título “Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible”, no es necesario ser un especialista ni un estudioso muy profundo para llegar a la conclusión de que los planteamientos de la Cepal se alejan o en algunos casos resultan frontalmente diferentes a los habituales de la economía neoliberal y sus funestas consecuencias sociales.

Recuérdese que la Cepal es una de las agencias de Naciones Unidas que mayor prestigio y autoridad científica ha acumulado, -desde los tiempos fundacionales del economista argentino Raúl Prebish,- cuando sus estudios y conclusiones comenzaron a dar una luz, aún insuficiente pero clara, dentro de la negra noche de hegemonía y dependencia en que estaban sumidos los países latinoamericanos y caribeños, unos aún como colonias y otros como neocolonias, bajo la égida del capital monopolista extranjero, preferentemente de Estados Unidos.

Un reconocido economista marxista cubano como Carlos Rafael Rodríguez, destacó invariablemente la positiva labor de la Cepal, capaz de ver con criterio propio la triste realidad de Nuestra América y de contribuir a que nuestra región ganara conciencia de ella, sustentada en análisis rigurosos y enfrentando presiones comprometedoras.

En esta ocasión, Horizontes 2030 hace especial énfasis en el tema de la desigualdad y no podía ser de otra manera respecto a una región que todavía se muestra como la más desigual del mundo, no obstante algunos avances recientes como fruto de las políticas seguidas por gobiernos progresistas instalados.

Señala que aunque vivimos en un mundo más integrado, este es más desigual, aumentando sensiblemente las diferencias en la distribución de los ingresos, con los consiguientes efectos en los niveles de pobreza e inequidad.

También se vinculó, en buena medida, a la Agenda de Naciones Unidas 2030 para el desarrollo sostenible y sus objetivos, entre los que se encuentran lograr la igualdad de género, enfrentar el cambio climático y ganar el acceso generalizado a la salud, así como al papel que debe seguir jugando la cooperación sur-sur.

En momentos en que fuertes vientos neoliberales soplan, sobre todo al sur del continente impulsados por el gobierno argentino y esbozados por el régimen interino de Brasil, -con el apoyo de Estados Unidos y bajo su inspiración en busca de reconquistar espacios perdidos,- las conclusiones de la Cepal vuelven a ser oportunas, respetadas y justas.

Son verdades científicamente fundamentadas que salen al paso al fantasma neoliberal.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Fue Director General de la Agencia de noticias Prensa Latina. Ha sido colaborador de diversas publicaciones nacionales y extranjeras.

Ambiciosa conspiración neoconservadora

POR ESTO! 1 de junio del 2016 MÉXICO

Manuel E. Yepe*

“Estados Unidos es una fábrica de armas que exporta guerra y pobreza a las masas, la Casa Blanca es un cuartel y el presidente de la nación es el jefe de la conspiración neoliberal para recolonizar el planeta. En el frente económico, Washington es el prestamista del neoliberalismo; en el frente militar, promotor de guerras ilegales. Estas son las trincheras de su batalla por la dominación del mundo en el siglo XXI. Si no se le detiene, será un siglo corto.”

Esto dice y pronostica Luciana Bohne, crítica de cine y profesora de la Universidad de Edinboro, en Pensilvania, en un documentado ensayo acerca de la agresividad que despliega Estados Unidos en función de afirmar su hegemonía global.

En el siglo XIX, Estados Unidos, presentándose como la nación escogida de Dios por destino manifiesto para expandirse por el mundo y dominarlo para bien de la humanidad, decidió exterminar la “amenaza roja” interna. Forzó inicuos tratados y destrozó otros que no eran de su conveniencia, robó tierras, masacró poblaciones nativas, convirtió fincas de pastoreo en campos de concentración (reservas indias), todo en nombre del propósito de civilizar salvajes.

En 1890, con la matanza de Wounded Knee, su vocación imperialista completó la fijación de la frontera nacional que en lo interno llenaba sus aspiraciones. Pero quedaba un mundo por conquistar y el naciente imperialismo global estrenó su codicia con la conquista de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que eran parte del decadente sistema colonial de España. Nació el imperialismo externo norteamericano, escribe Bohne.

En 1917, dice la autora, “ocurrió una revolución social en Rusia, la segunda tras la francesa de 1789 que se proponía redistribuir la riqueza de los pocos para beneficio de los muchos. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y otros acólitos, dejaron a un lado sus diferencias y se unieron para detener la terrible amenaza que planteaba la democracia popular y su difusión. Invadieron Rusia, fomentaron una guerra civil, financiaron y armaron a las fuerzas de la contrarrevolución. Cuando fracasaron, lo intentaron de nuevo en 1939. Pero la guerra de Hitler por el exterminio en la URSS terminó con espectacular victoria de Moscú”.

Por un tiempo, después de 1945, Estados Unidos tuvo que comportarse formalmente como un país civilizado. No obstante, desarrolló una campaña contra la URSS alegando que tenía una ideología de exterminio, terror, asesinatos y torturas. Estados Unidos, por el contrario, era un faro de esperanza para el “mundo libre”. Su Santuario estaba en las Naciones Unidas; su Sagrada Escritura en el derecho internacional, y era su principio básico la inviolabilidad de la soberanía de las naciones.

Todo esto, aclara Bohne, era pura falacia. Estados Unidos era una sociedad de apartheid que había sido capaz de llevar a cabo bombardeos nucleares -dos veces-, sobre objetivos civiles de Japón cruelmente seleccionados. Evitó que se hiciera justicia a los criminales nazis al finalizar la guerra para absorberlos como socios en las estructuras de su inteligencia militar. Llevó a cabo juicios mediatizados contra disidentes durante la histérica era macartista, sembrando al país para una cosecha de miedo. Libró una guerra genocida contra Vietnam para evitar su independencia y unificación. Asesinó a líderes independentistas africanos y promovió dictadores fascistas en América Latina. Ató a Europa Occidental mediante acuerdos de “cooperación” militar en la OTAN y libró un esfuerzo implacable por debilitar a la Unión Soviética y aplastar la autodeterminación en el mundo colonial.

La Unión Soviética se disolvió en 1991 y Estados Unidos lo celebró con triunfalismo. La conquista del mundo, interrumpida en 1917, podría reanudarse. Cayó la máscara benigna. “La historia había terminado, las ideologías habían muerto y podría cumplirse la misión mesiánica de Estados Unidos, convertido en el administrador de la propiedad de Dios en la Tierra”.

Una ambiciosa conspiración neoconservadora bosquejó el “Proyecto para un nuevo siglo americano (PNAC)”, que pronosticó que el siglo XXI sería el del afianzamiento mundial de los valores estadounidenses mediante guerras preventivas y cambios de los regímenes que no fueran afectos a ellos.

Este frenético delirio de dominación militar de Estados Unidos se convirtió en política oficial con la doctrina de Bush después de los actos terroristas del 11 de septiembre en Nueva York, aunque antes tomó cuerpo en la doctrina de la guerra humanitaria aplicada por Clinton que mezcló los principios liberales de “democracia y libertad” con las políticas sobre derechos humanos para inducir a la izquierda liberal a abrazar la guerra y al imperialismo como medios de defensa de los derechos humanos.

Desde 1945, dice la autora del artículo, el destino manifiesto proclamado por Estados Unidos como cruzada del mundo libre, ha cobrado las vidas de entre 20 a 30 millones de personas y ha bombardeado a un tercio de los habitantes del planeta.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Periodista cubano especializado en política internacional.

Las bibliotecas cubanas ante la encrucijada

CUBASI Junio 6 del 2013 CUBA

A propósito de la conmemoración del Día del Bibliotecario, el martes 7 de junio:

Yuris Nórido*

Algunos creen que las bibliotecas son cosa del pasado. Creen que la informatización de la sociedad contemporánea deja obsoletas a las bibliotecas. No compartimos esa idea. Y en todo caso, si nuestra sociedad se informatiza hasta el punto de que no tenga sentido ir a una biblioteca, eso no va a pasar ni a corto ni a mediano plazo.

Lo que sí es evidente es que los servicios de nuestras bibliotecas, incluso, su concepción, tendrán que tomar cada vez más en cuenta las peculiaridades y las posibilidades de las nuevas tecnologías. Algo ya se hace al respecto, pero está claro el desafío para las bibliotecas cubanas es inmenso…

En los tiempos que corren y los que correrán, las bibliotecas coexistirán con los emergentes canales, pues se supone que allí se jerarquice la información, se organice en función de su mejor aprovechamiento.

El maremágnum de información de las sociedades contemporáneas es sencillamente abrumador para el usuario corriente. Las bibliotecas facilitan el acceso a la información precisa, y por eso también es tan importante la permanente superación del personal que allí trabaja.

Resumamos: las bibliotecas no pueden dar la espalda a las nuevas tecnologías. En Cuba, ahora mismo, no están creadas todas las condiciones para garantizar esa necesidad.

Téngase en cuenta que estamos hablando de una inversión considerable. Pero insistimos, es una necesidad y al menos las principales instituciones ya están dando pasos concretos en ese sentido.

Muchas personas se quejan del estado constructivo de muchas de las bibliotecas y de la conservación de los fondos de esas instituciones en los municipios y poblaciones importantes.

Está claro, el desafío es titánico y se precisa de acciones a nivel nacional. Pero estamos convencidos de que muchos de los gobiernos locales pudieran hacer más por la reparación y la habilitación de los locales.

La biblioteca es una institución básica en la comunidad y no siempre es aprovechada a fondo. Es inconcebible el divorcio que existe entre muchas bibliotecas municipales y comunitarias con las escuelas de los territorios. El público lector tampoco aprovecha del todo los servicios de nuestras bibliotecas.

Y no hablamos de las instituciones nacionales, o las principales bibliotecas de las capitales provinciales, que suelen estar llenas… sino de bibliotecas que parecen dormir el sueño de la inactividad.

Nos quejamos, con nuestras razones, del precio de los libros. Pero es posible acceder a esos mismos libros en la red de bibliotecas públicas, de manera absolutamente gratuita.

El que quiera leer en Cuba, tiene qué leer, tiene dónde leer… sin que eso signifique un sacrificio para su bolsillo. Y hay bibliotecas públicas en todo el país, sencillamente hay que inscribirse, el servicio de préstamos está perfectamente establecido.

Por si fuera poco, la biblioteca puede (tendría que) ser un centro cultural que vaya más allá de la promoción de la literatura y el apoyo a la investigación. Puede acoger también una diversa programación artística: conciertos, exposiciones, tertulias...

La biblioteca pública podría ser, en definitiva, epicentro de la vida artística de las comunidades.

Selección en Internet: Lázaro Zada

  • Periodista del Portal Cubasí