Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-07-12

La falacia del discurso estadounidense sobre los derechos humanos

REBELIÓN 8 de julio del 2016 ESPAÑA

Rafael Silva

"Ningún presidente ha hecho más que yo por los derechos humanos" (George W. Bush, The New Yorker, 19 de enero del 2004)

"Nunca olviden por un segundo que Estados Unidos es el país más rico en la historia del mundo, pero casi todos los ingresos van al uno por ciento de quienes están más arriba" (Bernie Sanders, candidato demócrata socialista a la presidencia de EEUU)

Es curioso contemplar cómo el tan manido argumento de la "democracia" y de los "derechos humanos" es utilizado e instrumentalizado por Estados Unidos, al esgrimirlo como pretexto tanto en acciones individuales como en foros colectivos (léase la ONU) como coartada de sus múltiples fechorías.

A ello contribuye, como no podía ser de otra forma, ese cuarto poder en la sombra que son los medios de comunicación, y que nos presentan como una "democracia avanzada" al gigante estadounidense, así como si fuera un inocente país preocupado por la justicia global, cuando, solo en el año 2015, ha enviado tropas de élite a 135 países, ha asesinado a miles de civiles inocentes mediante drones y sigue manteniendo cientos de bases militares por prácticamente todo el mundo.

Esta es la rápida fotografía de ese país "adalid de los derechos humanos", sin contar las hostilidades a terceros países que no siguen sus dictados (como los de su "patio trasero" latinoamericano), el criminal bloqueo económico de Cuba (que dura ya más de medio siglo), la práctica del espionaje global que realiza a dirigentes mundiales o el permanente estado de guerra interior que despliega, con las matanzas indiscriminadas (gracias a su permisiva política en cuanto a la posesión privada de armas de fuego) o el asesinato sistemático de afroamericanos por parte de la policía.

En realidad, lo que Estados Unidos practica es una actitud totalitaria con respecto a este asunto de los derechos humanos, porque no solo es el principal violador, sino que únicamente los utiliza como argumento ante los países que no se pliegan a sus designios, callando cuando se trata de países aliados.

¿Es ciertamente USA un ejemplo a imitar? ¿Puede presumir de algo en cuanto a derechos humanos se refiere? ¿Es en verdad una democracia avanzada? El cinismo de los gobernantes estadounidenses llega a extremos intolerables, cuando se permiten dar lecciones a terceros países en esta cuestión, cuanto tanto tienen aún que aprender en relación con este tema. Estados Unidos recrimina a Venezuela la existencia en su país de presos políticos, como si ellos no tuvieran una larga lista de personas encarceladas simplemente porque no piensan como su Gobierno.

Los lectores interesados pueden consultarla en este artículo. Pero no acaban aquí las contradicciones y falacias estadounidenses con respecto a este tema. De entrada, Estados Unidos no ha firmado jamás los principales convenios internacionales de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), en relación con la presencia de sindicatos y a la legitimidad de la negociación colectiva, entre otros muchos asuntos laborales, lo cual explica que las grandes empresas transnacionales estadounidenses sean también las más explotadoras de sus trabajadores.

Pero aún hay más. Tampoco ha suscrito los grandes convenios internaciones en relación con la tortura y la prohibición de los tratos vejatorios, inhumanos o degradantes. ¿Es ese el modelo de país fuente y caudal para el respeto a los derechos humanos? ¿Es este el sancta sanctorum de los derechos humanos en el mundo? ¿Cómo se puede tener tanta desfachatez a escala global, y sobre todo, cómo es posible que el resto de países no pongan a Estados Unidos en el lugar que de verdad le corresponde?

La falacia es absoluta, total, y únicamente puede explicarse por la inmensa influencia del pensamiento dominante, que siempre ha considerado a USA como la meca de la civilización y de la democracia, cuando realmente, en lo único que son campeones es en la violación de los derechos humanos.

Pero sigamos. Estados Unidos tampoco ha firmado los estándares bancarios internacionales y además se ha convertido en la mejor opción para trasladar las cuentas bancarias de los más ricos, ya que Nevada, Wyoming y Dakota del Sur son buenos exponentes de los nuevos paraísos fiscales globales. Por su parte, la tasa de suicidios se ha disparado a su nivel más alto en tres décadas (ha subido un 24%). Las desigualdades son absolutamente sangrantes y las guerras continúan sin cesar, instaladas y normalizadas en el imaginario colectivo estadounidense.

Hispanos, negros y latinos (los más débiles y machacados por la propia sociedad estadounidense), migrantes en general, son tratados como conejillos de indias y como chivos expiatorios de casi todo (crimen, economía, terrorismo...), continúan negando el cambio climático en una gran parte de la élite política y su sistema electoral se ha convertido en una fantochada donde no puedes llegar a ninguna candidatura si no eres avalado por unos cuantos multimillonarios o por algún think tank o centro de pensamiento.

Producto de todo este engendro de sociedad, "líder mundial de los derechos humanos y de la democracia" (al decir de muchos ignorantes) son los propios candidatos presidenciales, la consumada guerrerista Hillary Clinton y el despótico magnate, insolente y racista Donald Trump.

El grado de escandalización de la sociedad del "sueño americano" ha caído bajo mínimos, ya que a la vez que están informando en los medios de comunicación sobre cómo ha aumentado el hambre entre los menores de edad o cómo se ha envenenado a miles de niños pobres en varias ciudades del país con plomo en el agua potable, se publica también que dentro de hoteles, barcos, edificios u hospitales, existen secciones exclusivas y casi secretas, de superlujo, reservadas para los más ricos. Es el espejo de una sociedad putrefacta.

¿Y la libertad de prensa y de información? ¿Existe de verdad en Estados Unidos? ¿O no es tampoco un derecho humano para ellos? Ahí tenemos los casos de la persecución a Julian Assange o a Edward Snowden, dos brillantes ciudadanos, que han conseguido sacar a la luz una gran parte de la mierda que se cuece en el interior de las instituciones estadounidenses. Assange lleva casi cinco años en la embajada de Ecuador en Londres y Snowden se sospecha que en Moscú. Repudiados por el propio Gobierno estadounidense, sin haber cometido más "delito" que mostrar al conjunto de la ciudadanía el juego sucio, las conspiraciones o el espionaje de las agencias estadounidenses.

Y aunque se afirma a bombo y platillo que esta libertad de prensa es un derecho sagrado y garantizado por la Constitución, resulta que Estados Unidos ocupa el puesto número 41 en la lista elaborada anualmente por la ONG Reporteros Sin Fronteras, y ello es debido a las medidas y represalias que se toman contra los periodistas que escriben sobre los poderes y actividades secretas del Gobierno y sus agencias.

¿A qué "derechos humanos" se refiere pues Estados Unidos cuando los proclama a los cuatro vientos y acusa a terceros países de no cumplirlos? La gran falacia consiste en que ellos, haciendo gala de su supina ignorancia, y de su más triste arrogancia, engloban bajo el epígrafe "derechos humanos" únicamente lo que tiene que ver con la instalación de un sistema político y económico como el suyo.

Es decir, para USA los derechos humanos consisten únicamente en implementar un salvaje capitalismo neoliberal como sistema económico y un limitado sistema bipartidista que se turnan en alternancia (que no en alternativa) como sistema democrático. Y su mensaje está claro hacia los terceros países: "Si tienes esto respetas los derechos Humanos, si no lo tienes no los respetas". Así de claro. Después, da igual si vives en una cloaca, si eres explotado por una multinacional, si eres deportado por un cínico e injusto gobierno, si no tienes derecho a una sanidad universal, pública y gratuita, si te mata un fanático policía porque eres negro o si eres víctima de una matanza colectiva por parte de un perturbado al que le vendieron un rifle AR-15 en cualquier tienda de armas, como quien le vende una coca-cola o un chicle.

No existe país más irracional, estúpido y arrogante que el que, desde su declarada incompetencia para respetar mínimamente los derechos humanos (los de verdad, los declarados en 1948), intenta además imponer su oscura, limitada y torpe visión a los demás. Y lo más grave de todo es que mientras no exista un auténtico sistema de gobernanza democrática mundial que obligue a todos los países a una visión garantista de todos los derechos humanos, y ponga a los estadounidenses en su sitio, continuaremos con toda esta absurda retórica.

Tomemos el ya clásico ejemplo cubano y enfrentémoslo con el también conocido caso israelí. Desde hace décadas Washington está financiando y apoyando (incluso desde una postura fanática) la destrucción israelí de Palestina, desviando miles de millones de dólares para armamento de Israel y justificando absolutamente todos sus crímenes contra la población palestina. ¿Es que el genocidio palestino es ahora un espejo donde mirarse para respetar los derechos humanos? ¿Por qué Estados Unidos no hace también un llamamiento al respeto de tales derechos a su socio israelí? No cabe mayor hipocresía ni mayor cinismo.

Por otra parte Cuba considera, desde su grandiosa y magnífica Revolución, que los derechos económicos y sociales son tan importantes como los derechos civiles y políticos. Así, para el Gobierno cubano es imprescindible que todos los ciudadanos, cualquiera que sea su origen étnico, geográfico o social, tengan acceso universal a la educación, a la salud, a la cultura, al ocio y a la seguridad, sin ninguna discriminación.

Evidentemente la sociedad estadounidense está muy lejos de ofrecer todas estas garantías al conjunto de su ciudadanía, ya que cerca de 50 millones de personas no tienen acceso a una protección social digna de ese nombre. Las minorías de esa "gran potencia" sufren desempleo, precariedad y desigualdad y son las principales víctimas de la violencia que cometen las fuerzas del orden público. La redistribución de la riqueza es casi inexistente, algo absolutamente primordial para garantizar que todas las personas puedan vivir con dignidad. Bueno, pues a pesar de toda esta evidencia comparativa, aún los estadounidenses (y en especial sus dirigentes políticos) continúan creyendo que es Cuba la que viola los derechos humanos.

¡Dime de qué presumes y te diré de qué careces!

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

El capitalismo global a la deriva

LA HAINE 8 de julio del 2016 ESPAÑA

Alertas rojas: señales de implosión en la economía global

Jorge Beinstein*

A fines de mayo, durante la reunión del G7 Shinzo Abe, primer ministro de Japón, anunció la proximidad de una gran crisis global, el comentario más difundido por los medios de comunicación fue que se trataba de un alarmismo exagerado reflejo de la difícil situación de la economía japonesa.

De todos modos no faltan los que admiten la existencia de peligros pero en general los atribuyen a los desequilibrios financieros de China, a la recesión en Brasil o a las turbulencias europeas.

La situación en los Estados Unidos suele merecer comentarios prudentes distantes de cualquier alarmismo. Sin embargo, el centro motor de la última gran crisis global (año 2008) fue la explosión de la burbuja inmobiliaria, ahora los expertos no perciben allí burbujas en plena expansión a punto de estallar sino todo lo contrario: actividades financieras, industriales y comerciales estancadas, crecimientos anémicos y otras señales al parecer tranquilizantes que alejan la imagen de algún tipo de euforia descontrolada.

Pero es imposible ignorar la realidad. Los productos financieros derivados constituyen el componente mayoritario decisivo de la trama especulativa global, solo cinco bancos de los Estados Unidos más el Deutsche Bank han acumulado esos frágiles activos por unos 320 billones (millones de millones) de dólares, equivalentes a aproximadamente 4,2 veces el Producto Bruto Mundial (año 2015), eso representa el 65% de la totalidad de productos financieros derivados del planeta registrados en diciembre del 2015 por el Banco de Basilea.

Esa hiperconcentración financiera debería ser una señal de alarma y el panorama se agrava cuando constatamos que dicha masa financiera se está desinflando de manera irresistible: en diciembre del 2013 los derivados globales llegaban a unos 710 billones de dólares, apenas dos años después, en diciembre del 2015 el Banco de Basilea registraba 490 billones de dólares… en solo 24 meses se evaporaron 220 billones de dólares, cifra equivalente a unas 2,8 veces el Producto Bruto Global del 2015. No se trató de un accidente sino del resultado de la interacción perversa, a nivel mundial, entre la especulación financiera y la llamada economía real. Durante un largo período esta última pudo sostener una desaceleración gradual evitando el derrumbe, gracias a la financiarización del sistema que permitió a las grandes empresas, los Estados y los consumidores de los países ricos endeudarse y así consumir e invertir.

La declinación de la dinámica económica de los capitalismos centrales pudo ser ralentizada (aunque no revertida) no solo con negocios financieros, la entrada de más de 200 millones de obreros industriales chinos mal pagados al mercado mundial permitió abastecer con manufacturas baratas a los países ricos y el derrumbe del bloque soviético brindó a Occidente un nuevo espacio colonial: la Unión Europea se amplió hacia el Este, capitales de Europa y de los Estados Unidos extendieron sus negocios.

Así fue como los Estados Unidos y sus socios-vasallos de la OTAN siguieron adelante con los gastos militares y las guerras, enormes capitales acumulados bloqueados por una demanda que crecía cada vez menos pudieron rentabilizarse comprando papeles de deuda o jugando a la Bolsa, grandes bancos y mega-especuladores inflaron sus activos con complejas operaciones financieras legales e ilegales.

Los neoliberales señalaban que se trataba de un “círculo virtuoso” donde las economías real y financiera crecían apoyándose mutuamente, pero la fiesta se fue agotando mientras se reducían las capacidades de pago de los deudores abrumados por el peso de sus obligaciones.

La crisis del 2008 fue el punto de inflexión. En diciembre del 1998 los derivados globales llegaban a unos 80 billones de dólares equivalentes a 2,5 veces el Producto Bruto Global de ese año, en diciembre del 2003 alcanzaban los 200 billones de dólares (5,3 veces el PBG) y a mediados del 2008, en plena euforia financiera, saltaron a 680 billones (11 veces el PBG); la recesión del 2009 los hizo caer: para mediados de ese año habían bajado a 590 billones (9,5 veces el PBG). Se había acabado la euforia especulativa y a partir de allí las cifras nominales se estancaron o subieron muy poco reduciendo su importancia respecto del Producto Bruto Global: en diciembre del 2013 rondaban los 710 billones (9,3 veces el PBG) y luego se produjo el gran desinfle: 610 billones en diciembre del 2014 (7,9 veces el PBG) para caer en diciembre del 2015 a 490 billones (6,2 veces el PBG).

El aparente “círculo virtuoso” había mostrado su verdadero rostro: en realidad se trataba de un círculo vicioso donde el parasitismo financiero se había expandido gracias a las dificultades de la economía real a la que drogaba mientras la cargaba de deudas cuya acumulación terminó por enfriar su dinamismo lo que a su vez bloqueó el crecimiento del globo financiero.

La primera etapa de interacción expansiva anunciaba la segunda de interacción negativa, de enfriamiento mutuo actualmente en curso la que a su vez anuncia la tercera de enfriamiento financiero marchando hacia el colapso y de crecimientos anémicos, estancamientos y recesiones suaves de la economía real acercándose hacia la depresión prolongada, todo ello como parte del probable desinfle entrópico del conjunto del sistema.

La financiarización integral de la economía hace que su contracción comprima, reduzca el espacio de desarrollo de la economía real. El peso de las deudas públicas y privadas, la creciente volatilidad de los mercados sometidos al canibalismo especulativo, grandes bancos en la cuerda floja y otros factores negativos ahogan a la estructura productiva.

Por otra parte, el sistema global no se reduce a un conjunto de procesos económicos, nos encontramos ante una realidad compleja que incluye una amplia variedad de componentes interrelacionadas (geopolíticas, culturales, militares, institucionales, etc.), eso significa que la crisis puede desencadenarse desde distintas geografías y focos de actividad social.

Por ejemplo, un hecho político como la decisión del electorado de Gran Bretaña de salir de la Unión Europea pudo haber sido el detonador tal como lo anticipaba George Soros que esperaba un “Viernes negro” seguido por una reacción en cadena de turbulencias fuera de control si el jueves 23 de junio triunfaba el Brexit, el desastre no se produjo pero pudo haber ocurrido… aunque el sacudión fue bastante fuerte.

Podría ser una ola de protestas sociales en Europa más extendida y radicalizada que la ocurrida recientemente en Francia o el derrumbe del Deutsche Bank que acumula papeles volátiles por unos 70 billones de dólares casi equivalentes al Producto Bruto Mundial.

También la economía italiana ofrece su cuota de riesgos, afectada por la degradación acelerada de los bancos acorralados por los impagos de sus deudores que sumaban en marzo del 2016 unos 200 mil millones de euros (equivalentes al 12% del Producto Bruto italiano). Y por supuesto Japón aparece como un importante candidato al derrumbe con una deuda pública de 9 billones de dólares que representa el 220% de su Producto Bruto Interno, no ha conseguido salir de la deflación y sus exportaciones pierden competitividad.

Los Estados Unidos centro de la economía global (sobre todo de su hipertrofia financiera) es naturalmente el motor potencial de futuras tormentas globales. Allí se han ido acumulando en los últimos meses las señales recesivas: desde la persistente tendencia a la baja en la producción industrial desde finales del 2014, hasta el ascenso continuo de deudas industriales y comerciales impagas (que ya han alcanzado el nivel de finales del 2008) aumentaron casi un 140% entre el último trimestre del 2014 y el primer trimestre del 2016, pasando por la caída del conjunto de ventas (mayoristas, minoristas e industriales) al mercado interno desde el último cuatrimestre del 2014 y de las exportaciones desde noviembre del mismo año.

A ello debemos agregar una deuda pública nacional que sigue aumentando, ya ha superado la barrera de los 19 billones de dólares (casi 106% del PBI) que sumado a las deudas privadas llega a los 64 billones de dólares (3,5 veces el PBI del 2015), y también claras señales de deterioro social como el hecho de que unos 45 millones de personas reciben actualmente ayudas alimentarias por parte del Estado. La agencia encargada de monitorear los programas alimentarios gubernamentales, FRAC por su sigla en inglés, señalaba en su último informe que “más de 48,1 millones de estadounidenses viven en hogares que luchan contra el hambre”.

Para un creciente número de expertos, sobre todo los especialistas en temas financieros la interrogante decisiva no es si la crisis se va a producir o no sino cuándo va a ocurrir. Para algunos podría tomar la forma de un estallido financiero al estilo de lo ocurrido en el 2008 o en anteriores eventos de ese tipo, para otros lo que está por llegar es una gran implosión del sistema.

Caben dos hipótesis extremas, la primera de ellas es que la acumulación de deterioros debería generar tarde o temprano un salto cualitativo devastador, la historia del capitalismo está marcada por una sucesión de crisis de distinta magnitud, mirando al pasado sería razonable suponer un desenlace bajo la forma de hipercrisis.

La segunda hipótesis es que la pérdida de dinamismo del sistema no es un fenómeno pasajero sino una tendencia pesada que obliga a superar la idea de gran turbulencia repentina, de tsunami arrasador e introducir el concepto de “decadencia”, de envejecimiento prolongado, de degradación de la civilización, lo que no excluye las crisis sino que las incorpora a un recorrido descendente donde el sistema se va apagando, desarticulando, caotizando, perdiendo vitalidad, racionalidad.

Larry Summers, exsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, relanzó recientemente con gran repercusión mediática la teoría del “estancamiento secular” según la cual las grandes potencias tradicionales están ingresando en una era de estancamiento productivo prolongado arrastrando al conjunto del sistema global. Recuperaba de ese modo las ideas de Alvin Hansen expuestas en plena crisis de los años 1930.

Por su parte, académicos importantes como Robert Gordon, Tyler Cowen o Jan Vijg apuntalaban ese punto de vista desde la visión de la ineficacia creciente del cambio tecnológico en términos de crecimiento económico, este último planteando el paralelismo entre la decadencia estadounidense y las del imperio romano y de China en la era de la dinastía Qing (entre mediados del siglo XVII y comienzos del siglo XX).

En los años setenta, cuando se iniciaba la larga crisis global que llega hasta nuestros días, Orio Giarini y Henri Loubergé, por entonces en la Universidad de Ginebra, habían elaborado la hipótesis de los “rendimientos decrecientes de la tecnología” a partir del procesamiento de una gran masa de información empírica.

Por su parte, el historiador Fernand Braudel señalaba que la gran crisis de esa década era el comienzo de una fase cíclica descendente de larga duración. Desde una visión marxista, Roger Dangeville, también en esa época, afirmaba que el capitalismo, en tanto sistema global, había ingresado en su etapa senil; yo retomé esa hipótesis desde fines de los años noventa que más adelante fue asumida por Samir Amin y otros autores.

Ahora las señales de alarma se multiplican, desde desajustes financieros graves hasta perturbaciones geopolíticas cargadas de guerras y desestabilizaciones, desde crisis institucionales hasta declinaciones económicas.

Los comentaristas occidentales se maravillaban en los años noventa ante el espectáculo de la implosión de la URSS. Es probable que dentro de no mucho tiempo empiecen a horrorizarse ante desastres mucho mayores centrados en Occidente.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Analista político argentino

Crisis humanitaria

REBELIÓN 8 de julio del 2016 ESPAÑA

Audacias irresponsables de la palabrería golpista

Fernando Buen Abad Domínguez*

Desde su verborrea desquiciada la derecha venezolana ha manoseado cuanto ha podido para calumniar al proyecto revolucionario que tiene al socialismo por método y destino. Y ha tocado paroxismos insondables basados en retruécanos ideológicos aceitados con dinero yanqui y tufo de ONG. Todo con el mismo propósito golpista.

Algunos creen, en la concepción burguesa de la política, que es “natural” que en las refriegas de los debates y los desacuerdos se escalen sin mesura las exageraciones y los vituperios. Algunos creen que es parte del paisaje la maledicencia y el estrépito a la hora de descalificar al oponente y se cree que es “civilizado” dejar que se diga cualquier cosa y a cualquier costo como si la política se tratase -o se redujese- a un “deporte” de lenguas largas e inteligencias duchas en desvirtuar lo ajeno. Pero nada en esta contienda es inocente, es la lucha de clases expresada –también- con frases, oraciones y epítetos de combate. Nosotros usamos argumentos.

¿Cuál es el límite? En la carrera desesperada de una derecha embrutecida por su avaricia y su urgencia de ganar dinero y adeptos, ya nada es suficiente y nada es prudente.

La burguesía ha hecho todo impulsada por su moral macabra y por su desprecio de clase. Ha asesinado pueblos, movimientos, líderes y valores bajo todos los métodos imaginables. Ha ideado y financiado y puesto en práctica toda clase de metrallas y explosiones, bajo las escalas más diversas y los costos más inimaginables. A la hora de atacar al enemigo de clase no tiene freno ni mide consecuencias.

¿Por qué habrían de frenarse en el uso de palabras, por qué desperdiciar un arma tan poderosa y letal como la palabra que tanto ha servido a los poderes, incluso, para desprestigiar, calumniar, mentir y destruir? En ese campo de las desmesuras burguesas cualquier exageración les parece poca cosa.

Por eso inventaron lo de la “crisis humanitaria”. Les quedó chico el repertorio de los insultos de cabotaje, las burlas, las vejaciones personales… nada les satisface ni les llena el imaginario de lo perverso y, por eso, en un desplante de irresponsabilidad supina, con una donaire de filántropos de coyuntura, basados en su ninguna tradición humanista… salen al mundo a decir que hay en Venezuela una “crisis humanitaria”.

Precisamente ellos que van a limosnear dinero para financiar “guarimbas” criminales; precisamente ellos que anhelan saquear y explotar a palos al pueblo venezolano; ellos que no derraman una lágrima por los pobres del mundo ni por las injusticias monstruosas que el capitalismo nos impone hora tras hora… justamente ellos, la derecha más inhumana y más desalmada, lloriquea por una “crisis humanitaria” inventada a medida en los laboratorios de guerra mediática que los mueve como peleles.

Pero siendo ignorantes, como son de tiempo completo, no tuvieron el tino de parar un minuto a revisar los marcos teóricos y semánticos de una categoría humanista que por su definición y por su función sólo es aplicable a casos muy concretos cuando se ha desarrollado un consenso minucioso con métodos precisos.

Todo eso se lo saltaron como borricos apresurados por sus ansias de propaganda “novedosa”, dolorosa y efectista. No leyeron las declaraciones ni las convenciones de esa materia ni entendieron qué métodos hay que darse para resolver una “crisis humanitaria” en serio. Como la ocasionada contra todos esos seres humanos que hoy navegan y naufragan en el Mediterráneo abandonados al hambre, a la muerte y al olvido. Y sale por la tele.

En su carrera loca por manipular la “opinión pública” mundial y por justificar una intervención militar yanqui contra el pueblo y el Gobierno pacífico y legítimo de Venezuela, la derecha venezolana anda plañidera por el mundo vendiendo su fantasma apocalíptico llamado “crisis humanitaria” pero no se los ve seguir un protocolo de ayuda humanitaria, ni una sola palabra sobre el tipo de ayuda de emergencia que ha de llevarse a qué lugares, a qué personas, en qué tiempos y con qué garantes neutrales, legítimos y avalados en el concierto de las naciones dispuestas a asistir a aquellas personas en situación de “crisis humanitaria” verdadera.

Ni una palabra sobre los diagnósticos, la duración, los alcances ni los escenarios donde ha sido consensuada semejante situación extraordinaria. Como es el caso de sectores indígenas mexicanos en condición de hambruna o los inmigrantes en la frontera México-EEUU, que han sido ya denunciados en múltiples foros y múltiples voces.

Todo eso no interesa a un grupo minúsculo de agitadores burgueses que en su locura de poder manosea todo lo que se le pone a la mano para llamar la atención y justificar la no poca cantidad de dólares que reúnen con fines golpistas y de engaño mediático.

No importa cuántos intelectuales de derecha contraten para eso. Se trata de un acto de irresponsabilidad delincuencial, se trata de una exageración insensible e inhumana que usa el escándalo para infiltrar calumnias y baratijas ideológicas.

Todo ello es prueba irrefutable de su incapacidad política, de su orfandad de pueblo, de su miseria metodológica y de la pobreza de espíritu amasados para ensuciar la política porque son incapaces de sostener un debate verdadero y un compromiso sincero a la hora de decir -de verdad- lo que piensan y lo que quieren, para exponerle al mundo los verdaderos intereses a los que sirven y para explicar, con lujo de detalle, a quién quieren entregar la riqueza natural de Venezuela, la mano de obra de sus trabajadores y la dignidad de un pueblo que no merece ser manipulado con aspavientos ruidosos de políticos mediocres.

Una y otra vez fueron llamados a debate, una y otra vez fueron exhibidos sus ombligos proyanquis, una y otra vez han corrido a las faldas de la Casa Blanca y solo hasta hoy sacaron de la chistera publicitaria esa “crisis humanitaria” con que lloriquean lágrimas falsas.

Y por cierto, es el capitalismo el responsable de la peor crisis humanitaria de la historia. ¿Nada dirán sobre eso?

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Filósofo, intelectual y escritor de izquierda mexicano