Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-08-23

Opnis surcan cielos latinoamericano-caribeños

ALAI 4 de agosto del 2016 ECUADOR

Adalid Contreras Baspineiro*

Opnis u Objetos Políticos no Identificados, es una sigla acuñada por Denis-Constant Martin para significar las expresiones mediante códigos simbólicos y lenguaje político por parte de los poderes y los partidos que encapsulan sus ejercicios en recipientes de cristal desde donde ven y se los ve, lejanos... y misteriosos.

Por estos sentidos que le calzan como anillo al dedo, el apelativo de Opnis se suele emplear para caracterizar los esquemas de integración, espacios de ejercicio permanente de un poder concertado que nos ve y lo vemos, lejano, en recipientes que los han atrapado tradicionalmente en el “mundo vip” de las relaciones internacionales. Ciertamente, los Opnis, digo los esquemas de integración del continente, pese a los esfuerzos que hacen para visibilizarse y apropiarse, para la mayoría de los ciudadanos de a pie pertenecen todavía al mundo de las “rarezas”. ¿Por qué?

Entre otras razones porque no operan hacia adentro de las dinámicas nacionales, es decir que no se hacen parte del día a día de los aconteceres nacionales, dado que su espacio de realización está más bien en el de las representaciones diplomáticas, fronteras para afuera.

Los Opnis, demás está decirlo, tienen en el desarrollo latinoamericano una importancia fundamental, mucho más significativa de la que se le presume, al punto que no sería errado afirmar que no es posible conceptualizar el desarrollo de los países de la región, ni del continente, sin reconocer los roles que juegan los llamados sistemas, o bloques, o esquemas de integración regional y subregional. Y más certera aún la afirmación que no existe un futuro posible para América Latina y el Caribe sin integración.

Si la diversidad característica del continente permitiera hablar de la existencia de una formación social latinoamericana-caribeña, ésta no podría caracterizarse ni en su pasado ni en su presente ni en su futuro, sin definir el papel político-económico articulador que juegan en su estructuración esquemas de integración territorial como la Can, Mercosur, Sica, Caricom, Unasur y Celac; o sistemas de cooperación supra-territorial como Otca, Alianza del Pacífico o Alba; y también entidades continentales articuladoras de idearios comunes como es Aladi en el ámbito del comercio.

MULTI-OPNIS

El regionalismo latinoamericano es profuso y complejo, tanto porque para una inmersión en él es necesario respirar desde el manejo de las siglas de los diferentes esquemas y sistemas que lo componen conviviendo en su diversidad; cuanto porque para entenderlo es preciso un juego de articulación entre las dinámicas que imprimen las políticas nacionales en proyectos comunes y los movimientos de las políticas continentales que marcan los límites y posibilidades de los desarrollos nacionales y los integracionistas. Además, siendo los Opnis productos y productores de procesos políticos, tienen que explicarse, necesariamente, en sus cambiantes contextos históricos.

Si consideramos el contexto continental actual, cuyas características se corresponden –además- con el contexto global, mundial, y cuya combinación incide en las posibilidades e imposibilidades integracionistas, debemos mencionar como uno de los elementos característicos de estos tiempos el de la multipolaridad, dimensión por la que el mundo se abre a la posibilidad de una multiplicidad de relaciones bilaterales entre países o entre estos y sistemas de integración de los cinco continentes.

Estas relaciones, reforzadas por la reivindicación de las decisiones nacionales soberanas, pueden realizarse –y se realizan- sin la obligatoria mediación de los esquemas integracionistas. Los Tratados de Libre Comercio (TLC) y el Convenio Multipartes entre la Unión Europea, Colombia y Perú, son una clara expresión de esta característica: se mueven en relaciones bilaterales que no solo saltan por encima sino que para legitimarse incluso desgarran las institucionalidades integracionistas, obligándolas a flexibilizaciones en su acumulado normativo para admitir relaciones nacionales individuales con terceros.

OPNIS SOBERANOS

Podríamos afirmar que el mundo, que necesita más que nunca de procesos convergentes entre países, paradójicamente se ha vuelto permisivo a las soberanías nacionales que son un producto de la afirmación nacional en decisiones propias y autónomas respecto a las condicionalidades de los poderes mundiales. Esto sin duda es enaltecedor para nuestros países, pero debe tener un procesamiento especial en su relación con los Opnis, porque su operatividad conlleva un aligeramiento de las iniciativas de integración profunda para dar paso a visiones de la integración en su dimensión de pactos pragmáticos dirigidos especialmente a reforzar los desarrollos nacionales endógenos, minimizando así el rol de representación colectiva en las relaciones con terceros.

En las estructuras institucionales los esquemas intergubernamentales se sobreponen a los supranacionales y los “brexits” sugieren transiciones desde las pertenencias hacia las ausencias, o desde los pactos integracionistas hacia pretendidas autosuficiencias nacionales.

A la imagen y medida de las posibilidades de cada país, las soberanías nacionales han sido la forma de respuesta de nuestros Estados a las vulnerabilidades que se generan por los impactos de la crisis internacional. Las distintas fórmulas aplicadas en el continente han permitido construir importantes escudos de resistencia y, en algunos casos, ponderables niveles de crecimiento y desarrollo de políticas sociales y ambientales. Hizo falta mayor integración para adoquinar con sostenibilidad el camino de la prosperidad y del Vivir Bien/Buen Vivir.

Como se sabe, el mercado internacional energiza su maquinaria para la eternización de nuestra condición de exportadores de materias primas y, en consonancia, los poderes internacionales presionan política y financieramente para una reprimarización de nuestras economías. Aun así, nuestros países han logrado meritorios avances en la reducción de la pobreza y algunos han logrado sentar las bases para el cambio de sus matrices productivas y energéticas.

Estas inéditas políticas inclusivas se han sabido reflejar en los esquemas integracionistas configurando un beneficioso cambio de paradigma, que gira de un regionalismo abierto estrictamente comercial a otro de integración integral, de carácter multitemático y multidimensional con atención de políticas convergentes en el ámbito social, cultural, ambiental y político. Estos esquemas han permitido además, como nunca, inaugurar la búsqueda creativa de formas de participación de los pueblos y las organizaciones ciudadanas en la integración.

OPNIS HETERODOXOS

Por décadas, las pertenencias de los países de la región a los sistemas de integración se han movido en fidelidades de pertenencia a un solo esquema, dándose por ejemplo que un país miembro de la Can no puede serlo al mismo tiempo del Mercosur o viceversa, salvo como país asociado. En nuestros tiempos, las militancias integracionistas se han abierto en un abanico de bifurcaciones que hacen posible la doble o la triple o la multipertenencia en esquemas naturalizados por su vecindad territorial y/o en sistemas de convergencia temática, sectorial o ideológica. Es así por ejemplo que el Estado Plurinacional de Bolivia está legitimando su pertenencia a Mercosur sin dejar de pertenecer a la Can, a pesar de ser dos uniones aduaneras distintas. En otros ámbitos, países miembros de la Alba son observadores de la Alianza del Pacífico, o países suramericanos se asocian a los esquemas centroamericanos y caribeños, o a la inversa.

¿Es esto bueno o malo?, ¿fortalece o debilita la integración? Pienso que los juicios no deben hacerse desde la perspectiva de la calificación o la descalificación, sino desde el reconocimiento que éstas son las formas que nuestro continente se está dotando para labrar su trabajosa convergencia.

No olvidemos que somos un continente que nace a la vida republicana fragmentado; que las guerras independentistas no lograron forjar una sola gran nación; y que no es sino hasta entrado este siglo que los esfuerzos de unidad y de visualización de la Patria Grande son más evidentes, especialmente con la creación de Unasur y la Celac, sistemas que están tercamente formando un espíritu de reconocimiento y pertenencia a una ciudadanía suramericana y latinoamericana-caribeña agregada a las identidades nacionales.

¿PARA DÓNDE VUELAN LOS OPNIS?

Hoy por hoy, el péndulo de la historia se inclina hacia el manejo de los poderes por las corrientes conservadoras, que en su afán por construir hegemonía asumen los procesos integracionistas con concepciones tradicionales que los encasillan en fines y acciones estrictamente comerciales con facilitaciones regionales de conveniencia mutua en políticas arancelarias, zonas de libre comercio, mercados comunes y uniones aduaneras.

Para el regionalismo latinoamericano-caribeño, que había ganado en una tipología integral, este proceso conservador es inercial y de retorno no solo a un modelo aperturista que a pesar de sus fracasos sigue creyendo en las bondades del progreso y del crecimiento para el “chorreo” de excedentes, sino también porque la univocidad de este discurso tiende a secundarizar la existencia de otras cosmovisiones y políticas de Estado que habían amoblado las salas de decisiones con un espíritu integracionista basado en el pluralismo.

Sin lugar a dudas, los Opnis, que ya empezaban a ganar visibilidad, podrían someterse a un proceso regresivo que tendrán que saber sortear, primero preservando sus acervos normativos, y siempre poniendo en el horizonte la integración como camino y destino para que nuestro continente se sitúe como actor protagónico en los espacios donde se deciden los destinos del planeta. Ya existen manifestaciones de posibles regresiones. Un caso reciente es la pretensión de desconocer el Tratado de Asunción y el Protocolo de Ouro Preto para impedir la presidencia pro témpore de Mercosur en responsabilidad de Venezuela, siguiendo un sistema de rotación semestral por orden alfabético. Se buscan justificativos en la crisis venezolana, cuando son medidas que develan inocultables afanes regresivos con excesivo ideologismo que, por lo visto, no dudarían en desbordar el andamiaje ni desandar los caminos acumulados por los Opnis.

Pero bueno, el péndulo se inclina pero no se vuelca a un solo lado, pues los actores caminan la historia en distintas direcciones que se suelen encontrar en puntos de convergencia. Estos son los puntos donde se tejen las solidaridades integracionistas. Países, pueblos, políticas nacionales y esquemas integracionistas hacen el equilibrio.

Existe un acumulado que no tiene retorno sino proyección, Unasur es un buen ejemplo de esta consistencia: es un foro reconocido de consensos democráticos en democracia; está trabajando por una ciudadanía suramericana con derechos complementarios a los nacionales; propone articulaciones plurales en cadenas sociales de valor; vela por la seguridad y la defensa de la región; articula físicamente por tierra, aire y ríos el Atlántico con el Pacífico y el Caribe; vela por la vida en el planeta y la preservación de nuestra identidad biodiversa; y del mismo modo que la Can, el Sica, Alba y otros Opnis, sostiene una diversidad de iniciativas para la información y la inclusión de las organizaciones ciudadanas en la construcción de su institucionalidad.

Existe un acumulado que es menester preservarlo. Todo proceso regresivo en las características del regionalismo integral de la integración latinoamericana; todo intento de retorno a la participación solamente de los agentes económicos ligados al comercio; todo propósito de desandar la incorporación de los pequeños productores y sus formas de organización económica en la integración; cualquier mecanismo de secundarización de los procesos de transformación productiva; cualquier intento de desconocimiento del pluralismo basado en la diversidad; y todo propósito por debilitar nuestros estadios superiores de integración estarán llevando el vuelo de los Opnis a una estratósfera inalcanzable para ciudadanos y autoridades.

Por el contrario, defender la integración latinoamericana y sus conquistas alcanzadas; legitimar espacios de representación continental conjunta en el escenario internacional; incluir elementos de supranacionalidad en las institucionalidades integracionistas; fortalecer los mercados comunes subregionales avanzando en convergencias a otro regional y consolidar los resquicios de participación de las múltiples organizaciones sociales representadas en organismos continentales, podría convertir a los Opnis en objetos identificados, apropiados y también decididos en agendas comunes por sus ciudadanos junto con sus autoridades.

  • Sociólogo boliviano, exsecretario General de la Comunidad Andina de Naciones

Marco Rubio y el terrorismo ajeno

ALAI 5 de agosto del 2016 ECUADOR

Jorge Majfud*

Luego de la derrota en las primarias por el Partido Republicano, el senador de Florida e hijo de inmigrantes cubanos, Marco Rubio, se encuentra en campaña para su reelección al Congreso. En su más reciente anuncio de televisión, Rubio se define como “un líder nacional que ha luchado contra el acuerdo de Estados Unidos con Irán y por el bloqueo de los refugiados provenientes de países terroristas con el fin de mantener la seguridad nacional”.

El eslogan, sin duda, captará muchos votos de la vieja guardia conservadora que heroicamente se resiste a admitir su declive y que ni en sueños recuerda que en el 1953 Gran Bretaña y Estados Unidos destruyeron la democracia iraní liderada por Mohammad Mosaddegh para revertir la nacionalización de sus recursos naturales. En su lugar instauraron la larguísima dictadura del Sha que terminó con la Revolución del 1979 y el odio acumulado por décadas de muertes y humillaciones.

El bueno de Winston Churchill, actor relevante en este proceso de despojo y doble moral, tiempo atrás había declarado que no comprendía los pruritos morales de algunos críticos: “Estoy a favor del uso de gas venenoso contra las tribus incivilizadas”, dijo. “Los gases químicos son una de las armas más piadosas, por lo cual las críticas en India no son razonables”.

Consecuentemente, Churchill usó armas químicas en Rusia, en Gaza, y en varias regiones del mundo pobladas por gente incivilizada. Por no hablar del Agente Naranja, el herbicida que aún hoy sigue matando indiscriminadamente a miles de niños en Viet Nam, mientras aquí las almas más puras entre los conservadores ponen el grito en el cielo por las leyes que regulan el aborto.

De todas formas no importa. El significado de “países terroristas” es conferido automáticamente por una dominante narrativa social y política, fundamentalmente creada por los medios y los lobbies que no parecen estar demasiado interesados en algún tipo de consistencia semántica, probablemente porque apuestan fuerte a la escasa memoria de la población o a la irrelevancia de los hechos ante un creciente público mejor informado pero definitivamente adicto a las distracciones.

Hasta recientemente, figuras históricas como Nelson Mandela estuvieron en la lista de peligrosos terroristas de varios gobiernos de Estados Unidos. Tanto Ronald Reagan como Margaret Thatcher consideraron siempre que la lucha de Mandela y del Congreso Nacional Africano contra el brutal régimen del Apartheid era realizada por “un grupo típicamente terrorista”.

Del mismo modo, hasta hace muy poco, Cuba también integraba la misma lista de países que apoyaban el terrorismo. El senador Rubio, la mayoría de los miembros de su partido y la casi totalidad de los miembros políticos del exilio cubano rechazaron este cambio impulsado por un “musulmán comunista” llamado Barack Hussein Obama.

Sin embargo, desde principios de los años sesenta, los refugiados de ese país terrorista han sido amparados por la Ley de Ajuste Cubano del 1965 conocida como Wet feet, dry feet (Pies mojados, pies secos) que en un año convierte en residentes y luego en ciudadanos a cualquier cubano que logre llegar ilegalmente a este país sin importar su historial. Un incentivo extra para cualquier cubano que esté dispuesto a arriesgar su vida tirándose al mar Caribe en embarcaciones generalmente precarias, aunque tres cuartos proceden desde México y otros países “bastante democráticos” como Panamá o Costa Rica.

En 1982, el Departamento de Estado determinó que Cuba apoya el terrorismo “financiando grupos rebeldes en África y América Latina” (Council on Foreign Relations). No obstante, semejante definición de un Estado terrorista resultaría en una autoacusación: hoy en día ningún historiador estadounidense cuestionaría el hecho de que no existieron en el mundo otros gobiernos como los de Estados Unidos que hayan apoyado en la misma escala grupos rebeldes, subversivos, golpes de Estado y sangrientas dictaduras en casi todos los continentes --y especialmente en América Latina.

Afortunadamente, millones de estadounidenses, casi por norma los hijos más valientes y mejor educados de este gran país, han resistido heroicamente estas agresiones como las que varios de sus gobiernos perpetraron en otras partes del mundo. Sin ellos, probablemente la historia contemporánea hubiese sido aún peor.

Según palabras del senador Marco Rubio del 17 de diciembre del 2014, “Cuba, al igual que Siria, Irán y Sudan, continúan apoyando el terrorismo en el mundo”.

Ahora, si aplicamos la lógica con la que el senador Rubio y su grupo ven el mundo, según la cual Cuba debería continuar en la lista de los países que apoyan el terrorismo, luego sus refugiados deberían ser impedidos de ingresar al país en lugar de ser recibidos de una forma legalmente excepcional.

Tengo amigos dentro de este grupo de exiliados, todos bastante pobres, sobreviviendo en trabajos bastante precarios, alguno de ellos con títulos universitarios; los considero gente honesta que simplemente trata de vivir su vida, la única que tienen, de la mejor forma que cada uno puede y desea, lo cual es un derecho humano inalienable.

Al fin y al cabo, ni el gobierno de Cuba ni el de Estados Unidos (ni el de ningún otro país), ni los lobbies ni las megacorporaciones ni los billonarios que lo poseen casi todo son dueños de ningún país y mucho menos de ningún individuo.

Como todo, este grupo es visto desde afuera como un monolito, cuando no calificados indiscriminadamente de “gusanos”. Desde adentro, las divisiones son brutales y no es raro que la primera ola de inmigrantes inmediatamente después de la Revolución cubana, normalmente más educada y mucho más rica que las posteriores, no tenga una buena relación con, por ejemplo, los “Marielitos”, los más de cien mil cubanos llegados en 1980. Algo parecido ocurrió a principio de los noventa.

No pocas veces he escuchado a algunos cubanos acomodados referirse despectivamente a los recién llegados como “balseros”, algo parecido a un par de mexicanos de clase alta que llamaban “espaldas mojadas” a los mexicanos indocumentados --a los pobres sin padrinos, a los jodidos de siempre.

No son pocos los políticos de Estados Unidos que, razonablemente, ahora comienzan a considerar el aspecto discriminatorio de la ley Pies mojados, pies secos que no se aplica a todos aquellos países latinoamericanos que han sufrido crueles dictaduras, persecuciones y matanzas de disidentes.

Muchas de esas dictaduras fueron promovidas y apoyadas por gobiernos de Estados Unidos (aún cincuenta años antes de la recurrente excusa de la “lucha contra el comunismo”, gracias a la cual en nuestros países se luchaba por la democracia suprimiéndolas, se luchaba por la libertad eliminándola y se protegía la vida humana torturando y matando a escalas solo vistas en tiempos de holocaustos). Esto es vastamente ignorado por los ciudadanos estadounidenses, por lo menos hasta el segundo año de universidad, que es cuando toman algún curso más o menos serio sobre historia.

Actualmente, en Miami residen figuras como Luis Posada Carriles, el cubano y exagente de la CIA que es considerado un “peligroso terrorista” por el FBI por perpetuar diferentes atentados con bombas, como el que derribó el vuelo 455 de Cubana en 1976 matando a sus 73 ocupantes.

El juez que bloqueó su extradición a Venezuela en el 2005 argumentó que allí corría el riesgo de ser torturado por el gobierno, motivo por el cual no se entiende que no haya sido enviado a Guantánamo donde los prisioneros, sean terroristas o inocentes con mala suerte (tal como han sido declarados por el gobierno estadounidense en su mayoría) gozan de todas las garantías constitucionales y donde se respetan los Derechos Humanos.

  • Escritor uruguayo

Pokémon Go. sin venir a cuento

ENTORNO 8 de agosto del 2016 CUBA

Augusto Zamora R.

Es el último grito en videojuegos. También es una nueva manifestación de la estupidez humana. Miles ¿millones? de sonsos cazando imaginarios Pokémons en parajes reales.

Es la sociedad ideal para quienes la quieren llena de descerebrados. Sociedades saturadas de idiotas que dedican su tiempo y ocupan sus neuronas en cazar ficciones, olvidados del mundo, que así gobernarían a sus anchas sátrapas sin escrúpulos.

¿Para qué preocuparse del desempleo, las desigualdades, la violencia social si lo más importante del mundo es caminar como zombis cazando muñecos virtuales?

En sociedades privadas de valores, vaciadas de contenido, juegos como el Pokémon Go llenan los espacios ociosos, desolados, del cerebro y el espíritu de millones de seres.

Incitados a olvidar la realidad, privados de metas e ideales, los videojuegos se erigen en depositarios de la dejadez humana, en trampas donde dilapidar el tiempo finito de vida.

Nunca como hoy ha tenido el ser humano mayores posibilidades de acceso a educación, ciencia, cultura. Nunca como hoy ha gozado de una democratización tan grande del conocimiento.

No obstante, incluso los pueblos que se dicen cultos, se ven arrastrados, sin mayores críticas, a una exaltación de la banalidad, a lanzarse a sumideros infinitos de ignorancia.

Cierran librerías, quiebran editoriales, pero el negocio de los videojuegos sigue en alza. Lo dijo Einstein hace poco más de medio siglo. Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y de lo primero no estaba seguro. Oremus.