Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-10-14

Terrorismo o de cómo nos agarran de tontos

REBELIÓN 30 de septiembre del 2016 ESPAÑA

Marcelo Colussi*

Desde hace ya unas décadas, hacia fines del siglo XX, fue estableciéndose como una táctica militar un tipo amplio y difuso de acciones al que se le ha dado el impreciso nombre de “terrorismo”. Quienes otorgan ese nombre (instituciones oficialmente constituidas) tienen una idea determinada de lo que entienden por él; pero quienes lo reciben, en realidad jamás se autodefinen como “terroristas”.

Si bien puede haber grandes diferencias entre los que así son designados (partidos políticos de izquierda, movimientos sociales, grupos de acción armada, etc.), ninguno de ellos se reconoce como “señor del terror” sino, en todo caso, luchador social. Con lo que vemos que es muy difuso el término, equívoco, hasta incluso: engañoso. En verdad ¿quién es “terrorista”? ¿Qué significa con precisión ser un “terrorista”?

Siendo estrictos, no hay una definición unívoca del término. En todo caso, puede advertirse desde el inicio que su nombre mismo ya presenta una carga negativa: evoca el terror. Pero eso, lo sabemos, es excesivamente amplio: puede entrar allí desde una amenaza de bomba hasta un desequilibrado mental que asesina en serie, una broma de mal gusto o una muchedumbre enardecida que se permite linchar a alguien.

Un acto terrorista, por tanto, más que significado político -según la lógica con que usualmente se usa en Occidente- es sinónimo de salvajismo. Carga que no tiene, por ejemplo, la llamada guerra convencional. Quien mata en guerra es un héroe. Más aún: se le premia, es un héroe de la patria, se le puede llegar a inmortalizar. Ninguna bomba inteligente de alta tecnología es asesina, es terrorista, pero sí lo son, por ejemplo, quienes resisten a la ocupación estadounidense en Irak, o quienes bloquean una carretera pidiendo alguna reivindicación.

¿Tiene sentido eso, o se trata sólo de un discurso de dominación, un ejercicio de poder? En un Manual de Entrenamiento Militar de la Escuela de las Américas de Estados Unidos puede leerse como una sana recomendación para sus alumnos, por ejemplo, “aplicar torturas, chantaje, extorsión y pago de recompensa por enemigos muertos”. ¿Eso es guerra limpia o terrorismo? Y más aún: ¿es posible que haya guerra limpia?

Entonces, en definitiva: ¿qué es el terrorismo? ¿Hay alguna definición seria al respecto? Desde ya vemos la dificultad intrínseca. De hecho, se han aportado varias, pero los mismos ideólogos que debaten sobre sus propiedades no terminan de encontrar una versión convincente. El Departamento de Estado de los Estados Unidos de América en uno de sus Informes anuales sobre Tendencias del Terrorismo Mundial, antes de definirlo siquiera comienza diciendo que “la maldad del terrorismo siguió azotando al mundo este año, desde Bali hasta Grozny y hasta Mombasa. Al mismo tiempo, se libró intensamente la guerra mundial contra la amenaza terrorista en todas las regiones, con resultados alentadores”, con lo que, ante todo, se parte de una valoración: el terrorismo es intrínsecamente malo.

Acto seguido lo caracteriza diciendo que “se constituye, tanto en el ámbito interno como en el mundial, en una vía abierta a todo acto violento, degradante e intimidatorio, y aplicado sin reserva o preocupación moral alguna”. Preguntamos: ¿las invasiones entran allí? ¿Y las peleas de box? ¿Son actos violentos y degradantes también las corridas de toro? ¿Y las riñas de gallo o de perro? ¿Cuándo algo empieza a ser "terrorista"?

El entonces presidente de Estados Unidos, George Bush hijo, declaró en alguna ocasión que “no se cansará, no titubeará y no fracasará en la lucha por la seguridad del pueblo estadounidense y por un mundo libre del terrorismo. Seguiremos sometiendo a nuestros enemigos a la justicia o les llevaremos la justicia a ellos”. Claro que esa justicia puede ser la invasión militar, obviamente, pasando por sobre el derecho internacional y las resoluciones de la ONU. En nombre de la lucha contra él, está visto que puede hacerse cualquier cosa.

¿Tan malo es el “terrorismo” que da lugar a todo tipo de intervención, incluidas guerras preventivas -hasta con armamento nuclear, como pretende hoy la Casa Blanca en más de alguna de sus hipótesis de conflicto- o hay ahí “gato encerrado”?

II De acuerdo a datos suministrados por el mismo gobierno federal de Washington, el terrorismo ha matado en el mundo, en los primeros cinco años de este siglo, a 24 mil 429 personas (la misma cantidad que contrae el VIH en 8 días); es decir: un promedio de 13 personas diarias (contra mil personas diarias que mueren de diarrea por falta de agua potable, o más de dos mil por día que fallecen por hambre). Lo curioso es que, para combatir este flagelo del VIH-SIDA en el ámbito de la salud, la Casa Blanca utiliza 100 veces menos presupuesto que lo que emplea para su guerra preventiva contra el “terrorismo”.

O hay un error en los cálculos, o evidentemente la apreciación de los estrategas estadounidenses se equivoca, puesto que ven una mayor amenaza a la seguridad de la especie humana en el siempre mal definido e impreciso “terrorismo” que en la pandemia de VIH-SIDA. O, mucho más crudamente: son unos descarados delincuentes que trabajan para un proyecto donde lo único que cuenta son los intereses de las grandes corporaciones de su complejo militar-industrial y petrolero, asegurando así sus privilegios de clase.

El tema es complejo, y estamos dominados más que nada por un cargado discurso ideológico que la manipulación mediática de estos últimos años nos legó: algunos soldados (en general blancos, rubios, amantes de la libertad y la democracia -y la Coca-Cola-) suelen ser los “buenos”, y los “terroristas” -que curiosamente no son blancos…ni toman Coca-Cola- suelen ser los “malos”. Problemático, ¿verdad?

¿Son prácticas “terroristas” las guerras de guerrillas, las guerras de liberación nacional, las luchas anticolonialistas? ¿Cuándo empiezan a ser “terroristas” las acciones militares? Por cierto que el campo conceptual es amplio, difuso, cargado ideológicamente. Si lo que busca el “terrorismo” es crear conmoción y pavor -según una sesgada visión-, eso fue lo que logró, por ejemplo, la invasión angloestadounidense en Irak, a punto que así se designó oficialmente la operación: “Conmoción y pavor”; y no se la llamó “invasión terrorista”.

¿Quiénes son más “terroristas”: las guerrillas antiimperialistas latinoamericanas o los grupos musulmanes antisionistas?, ¿el ejército israelí o la ETA vasca?, ¿las tropas rusas en Chechenia o los comandos chechenios en Rusia?, ¿las bombas nucleares que podrían lanzar Estados Unidos o Israel sobre Irán o los zapatistas de Chiapas?

Una de las bases militares más grandes de Estados Unidos se encuentra en la llamada Triple Frontera, entre Brasil, Argentina y Paraguay donde, casualmente, se encuentra el Acuífero Guaraní, la segunda reserva de agua dulce subterránea más grande del planeta, y donde -también casual y curiosamente- los servicios de inteligencia de Washington han detectado escuelas coránicas para formación de “terroristas”. ¿Lo podremos creer?

Como vemos, las posibilidades que pueden caer bajo el arco de “terrorismo” son por demás de amplias: una bomba en un restaurante, una emboscada a una unidad de un ejército regular, un ataque aéreo de un país contra otro, son todas acciones igualmente violentas (al igual que las corridas de toro, o las peleas de gallo), con resultados similares: muerte, destrucción, terror en los sobrevivientes. ¿Cuál de ellas es más “terrorista”?

Y por otro lado -quizá esto es lo esencial-: ¿quién las define como “buena” o “mala”? ¿Por qué después de los ataques “terroristas” en Francia se dijo que “Todos éramos Charlie”, y no se dice que “Todos somos palestinos” después de un bombardeo israelí sobre este pueblo, o “Todos somos afganos, o iraquíes, o egipcios, o sirios”, después de cada bombardeo de las fuerzas de “la libertad y la democracia” capitaneadas por el Pentágono sobre alguno de estos países donde, “casualmente”, hay petróleo o gas en su subsuelo?

Es obvio que el término no es nada inocente; su utilización arrastra una tácita condena: habría una violencia legítima -la que puede ejercer un Estado contra otro, o la que ejerce contra insurrectos que se alzan contra el orden constituido -, y una violencia no legítima a la que le cabe el mote -profundamente despectivo- de “terrorismo”. La diferencia estriba no precisamente en una consideración ética (la violencia es siempre violencia, y ninguna es más “buena” que otra: también es condenable la del boxeo o la de la corrida de toros) sino en un ordenamiento jurídico que se desprende, en definitiva, de relaciones de poder.

¿Qué fundamento ético o jurídico habría para decir que la tauromaquia no es terrorismo entonces? Porque se trata de animales.

La evocación de la tristeza por los franceses masacrados o la indiferencia por olvidados musulmanes de cualquiera de los países invadidos arriba mencionados nos remite a la cuestión de quién manda en el mundo, y de por qué pensamos lo que pensamos: el Esclavo piensa con la cabeza del Amo.

III

El atentado contra las torres del Centro Mundial de Comercio de New York en el 2001 es un acto terrorista, pero no lo es -al menos así lo presenta la prensa oficial que moldea la opinión pública mundial- un manual militar como el que citábamos más arriba. ¿Cuál de las dos lógicas en juego es más “terrorista”? Y si fuera cierto que la destrucción de esos edificios fue un acto autoprovocado por el gobierno federal de Washington para justificar su proyecto de guerras preventivas, ¿eso es terrorismo o no? Es terrorismo de Estado, pero la prensa oficial no habla de eso.

Pinochet, en su lucha contra los “terroristas subversivos”, ¿no era él un terrorista por los métodos empleados? ¿No fueran las peores expresiones de terrorismo de Estado las guerras sucias que ensangrentaron los países latinoamericanos las décadas pasadas? Pero oficialmente esas fueron guerras “contrainsurgentes” y no “terroristas”. ¿Quién lo dice?

Si lo distintivo de un acto “terrorista” es la búsqueda de población civil no combatiente como objetivo, el 80% de los muertos en las guerras habidas desde el final de la Segunda Guerra Mundial en el 1945 a la fecha se encuadra en este concepto; actos, sin duda, por los que ningún militar ni político ha sido juzgado en calidad de “terrorista”. Haber lanzado armamento nuclear sobre población civil no combatiente en Hiroshima y Nagasaki podría considerarse actos terroristas, pero como la historia la escriben los que ganan, se pueden hacer pasar casi como “actos humanitarios” que, supuestamente, impidieron más muertes.

Hoy por hoy, en un mundo absolutamente dominado por los montajes mediáticos, en forma insistente se ha ido metiendo la idea del “terrorismo” como uno de los peores flagelos de la humanidad. De manera casi refleja suele asociárselo con maldad, crueldad, barbarie; y por cierto, en esa visión parcial e interesada, esas prácticas nos alejan de la civilización supuestamente democrática, presunto punto de llegada de la evolución cultural (léase: economías de mercado con parlamentos formales). Dentro de esa lógica hemos terminado por no poder distanciarnos de la falacia -llevada a grados patéticos por la insistencia de la prensa- de “terrorismo = malo, estamos contra él o somos un terrorista más”.

Merced al impresionante juego manipulatorio de los medios masivos de comunicación suele ligárselo a cualquier forma de protesta, en general conectada con los países más pobres y postergados. Todo ello, según la concepción que se fue generando, es intrínsecamente perverso, traicionero, sádico, propio de fanáticos fundamentalistas. Un “terrorista” -según ese orden discursivo- es un delincuente subversivo, un apátrida; en definitiva: un monstruo inhumano. Por supuesto que los autores del manual de la Escuela de las Américas, aunque inciten a la tortura y a la corrupción, no son “malos”, porque lo hacen en nombre de la guerra contra el terrorismo, para defender el “modo de vida occidental y cristiano”.

¿Quién en su sano juicio podría alegrarse y festejar por la muerte violenta de unos niños, de una señora que estaba haciendo sus compras en el mercado, de un ocasional transeúnte alcanzado por una explosión? Pero ahí está la falacia, lo perverso del mensaje sesgado con que el poder se defiende: se presenta la parte por el todo, mostrando sólo un aspecto -con ribetes sentimentales- de un conjunto mucho más complejo.

¿Alguna vez los medios muestran las escenas dantescas que sobrevienen a los bombardeos “legales” de una potencia militar? ¿Alguna vez se habla de las monstruosidades propiciadas por la pedagogía del terror de un manual como el de la Escuela de las Américas? ¿Sufre más una víctima que la otra? ¿Es más “buena” y “respetable” una violencia que otra? ¿Qué dirán los toros sacrificados en la arena de una plaza? ¿Y los torturados, masacrados, violados y silenciados en nombre de la libertad y la democracia? ¿Vale más un francés muerto por una bomba que un ciudadano sirio?

Está claro que la dimensión del fenómeno es infinitamente más compleja que la malintencionada simplificación con que se nos presenta el problema. El maniqueísmo, en definitiva, ahoga las posibilidades de soluciones reales. Son tan víctimas los civiles que mueren en un atentado dinamitero hecho por un grupo irregular como los que caen bajo el fuego de un ejército regular. ¿Por qué los regulares serían menos asesinos que los irregulares?

El mundo sigue siendo injusto, terriblemente injusto; la distribución de la riqueza que el sistema capitalista crea es de una inequidad espantosa. El hambre sigue siendo la principal causa de muerte de la población mundial, hambre evitable, hambre que debería desaparecer si se repartiera algo más equitativamente el producto social que creamos los humanos. Esa injusticia estructural en las relaciones interhumanas es el principal exterminio que enfrentamos a diario; pero eso no es la gran noticia, de eso no se habla mucho.

Hoy el “terrorismo internacional” se presenta como el peor de los apocalipsis concebibles, mientras que del hambre no se habla, o se lo hace desde una óptica de caridad. Pero no podemos olvidar que por hambre mueren casi 100 veces más personas diarias que por “actos terroristas”. ¿O habrá que considerar el hambre como terrorismo?

Es por eso que sigue teniendo vigencia lo que 35 años atrás, en el 1981, firmaban numerosos Premios Nobel como Manifiesto contra el Hambre, y que debemos seguir levantando como principal estandarte por un mundo mejor: “Cientos de millones de personas agonizan a causa del hambre y del subdesarrollo, víctimas del desorden político y económico internacional que reina en la actualidad. Está teniendo lugar un holocausto sin precedentes, cuyo horror abarca en un sólo año el espanto de las masacres que nuestras generaciones conocieron en la primera mitad de este siglo y que desborda por momentos el perímetro de la barbarie y de la muerte, no solamente en el mundo, sino también en nuestras conciencias. (…) El motivo principal de esta tragedia es de carácter político.”

Por tanto, el enemigo y principal amenaza para la humanidad no es el impreciso y siempre mal definido “terrorismo”; sigue siendo la injusticia, aunque nos hayan querido hacer creer estos años que estaba un tanto pasado de moda hablar de ella. Y como dijo el jesuita Xabier Gorostiaga: “Quienes seguimos teniendo esperanza no somos tontos”, aunque quieran hacernos pasar por tales con los espejitos de colores que nos distraen.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Sicólogo, periodista y licenciado en Filosofía, de familia italiana, nació y creció en Argentina.

“Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”

LA REPÚBLICA 6 de octubre del 2016 COLOMBIA

Durante 30 días Juan Carlos Vélez, excandidato a la alcaldía de Medellín y gerente de la Campaña por el NO en el plebiscito, tomó un avión 35 veces, no solo para coordinar una estrategia basada en la indignación, sino para lograr que los empresarios lo apoyaran financieramente. En total logró recaudar mil 300 millones de 30 personas naturales y 30 empresas.

Al igual que los optimistas que pensaban que los colombianos le iban a dar el aval a lo pactado entre el Gobierno y las Farc, el resultado en los comicios lo tomó por sorpresa y solo hasta las 5:30 p.m. del domingo supo que buscar que “gente saliera a votar verraca”, funcionó.

En entrevista con La República, Vélez habló de los detalles de la campaña, de los puntos que se deben renegociar y de la revancha del Centro Democrático luego de salir perdedores en tres jornadas electorales anteriores: presidencia, alcaldías y Congreso.

¿Cuál fue su reacción con los resultados del domingo?

“No nos imaginamos que ganaríamos. El país ha caído en un error que le ha quitado credibilidad a la política y es creer en encuestas. Esa diferencia tan abismal entre el SÍ y el NO que arrojaban las mediciones, me generaba problemas como gerente para conseguir dinero. De hecho, esas mismas encuestas le hicieron mucho daño al Gobierno que se llenó de optimismo y de triunfalismos. Empezamos a notar un NO avergonzante. Por ejemplo, los miembros de la junta de la Andi decían que iban a votar por el SÍ pero realmente muchos iban por el NO”.

La campaña del Sí fue basada en la esperanza de un nuevo país, ¿cuál fue el mensaje de ustedes?

“La indignación. Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”.

¿Cómo fue la estrategia?

“Descubrimos el poder viral de las redes sociales. Por ejemplo, en una visita a Apartadó, Antioquia, un concejal me pasó una imagen de Santos y Timochenko con un mensaje de por qué se le iba a dar dinero a los guerrilleros si el país estaba en la olla. Yo la publiqué en mi Facebook y al sábado pasado tenía 130 mil compartidos con un alcance de seis millones de personas.

Hicimos una etapa inicial de reactivar toda la estructura del Centro Democrático en las regiones repartiendo volantes en las ciudades. Unos estrategas de Panamá y Brasil nos dijeron que la estrategia era dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación. En emisoras de estratos medios y altos nos basamos en la no impunidad, la elegibilidad y la reforma tributaria, mientras en las emisoras de estratos bajos nos enfocamos en subsidios. En cuanto al segmento en cada región utilizamos sus respectivos acentos. En la Costa individualizamos el mensaje de que nos íbamos a convertir en Venezuela. Y aquí el No ganó sin pagar un peso. En ocho municipios del Cauca pasamos propaganda por radio la noche del sábado centrada en víctimas”.

¿Con cuánto dinero se hizo la campaña?

“Fue una campaña hecha con las uñas. En el partido del Centro Democrático y en la corporación que creamos ‘La paz es de todos’ logramos recaudar mil 300 millones, principalmente de 30 empresas y 30 personas naturales. Fue muy difícil conseguir respaldo y los bancos no estaban preparados. Sin embargo, el No fue la campaña más barata y efectiva en mucho tiempo. Su costo-beneficio es muy alto”.

¿Cuál es el Top 5 de empresas que más aportaron?

“Organización Ardila Lülle, Grupo Bolívar, Grupo Uribe, Codiscos, y Corbeta”.

¿Por qué tergiversaron mensajes para hacer campaña?

“Fue lo mismo que hicieron los del SÍ”.

¿Cómo percibió la victoria del SÍ en zonas afectadas por el conflicto?

“Es muy relativo porque hay muchas de esas zonas influenciadas por la izquierda. Aunque el NO ganó en una zona como lo es el oriente antioqueño”.

Se ha criticado que el Centro Democrático no tenía Plan B para una renegociación, ¿puntualmente cuáles son las propuestas?

“Hemos presentado 68 objeciones, especialmente relacionados con la política de narcotráfico, elegibilidad y justicia”.

Va a empezar una pelea dura para la dirección del Centro Democrático, ¿se ve en ese puesto?

“Todavía no aspiro a la dirección, he pasado a la reserva del Centro Democrático preparándome para las próximas batallas”.

NR: En Colombia verraco se emplea en el sentido de disgustado, iracundo, entre otros

Sexo, mentiras y cero debate entre Hillary y Trump

ENTORNO 10 de octubre del 2016 CUBA

David Brooks*

Hillary Clinton y Donald Trump sostuvieron su segundo debate –más bien combate– presidencial en medio de la peor crisis de la campaña del republicano. El enfoque no estuvo tanto en la economía, las guerras, la lucha antiterrorista o el cambio climático, sino en el sexo, las mentiras, las videograbaciones y los correos electrónicos.

A un mes de la elección general del 8 de noviembre, y ante un éxodo sin precedente de políticos republicanos de la campaña de su candidato, que incluyen llamados a que se retire de la contienda, como resultado de declaraciones grabadas hace una década que revelan su agresión sexual contra mujeres, Trump necesitaba rescatar su campaña mientras Clinton buscaba hundirlo lo más posible.

El resultado fue un combate inusualmente personal en lo que suelen ser foros civiles –ni la mano se dieron al inicio– donde se evita cuestionar la calidad moral de cada contendiente. Esta noche Trump amenazó con encarcelar a Clinton si llega a la presidencia, mientras ella dijo que él estaba descalificado para ocupar la presidencia por sus comentarios no sólo contra mujeres, sino contra mexicanos, musulmanes y discapacitados, entre otros.

El debate que se realizó en San Luis tuvo un formato diferente llamado town hall, como asamblea del pueblo, en el que los candidatos respondieron preguntas de votantes indecisos que estaban alrededor del escenario y no sólo de los dos moderadores, Martha Raddatz, de ABC, y Anderson Cooper, de CNN.

El asunto de los comentarios de agresión sexual de Trump que han descarrilado su campaña desde el viernes pasado se abordó al inicio. Raddatz señaló que ese tema ha sido el más consultado en Internet de toda la contienda electoral a lo largo de los últimos 12 meses.

Trump reiteró su defensa de que fueron "comentarios de vestidor" y agregó: “no estoy orgulloso de ello… estoy avergonzado. Lo odio”, sólo para de inmediato tratar de desviar la atención hacia otro tema, afirmando que acabaré con el Isis. A la vez, acusó que nadie en la historia de la política ha sido más abusivo de mujeres que Bill Clinton.

ASISTEN MUJERES QUE HAN ACUSADO DE MALTRATO A LOS CLINTON

De hecho, como prólogo al debate, Trump sorprendió a todos esta noche al transmitir una breve conferencia de prensa unos 90 minutos antes del gran evento, en la que se rodeó de cuatro mujeres que han acusado anteriormente a Bill Clinton y su esposa de maltrato, incluyendo hostigamiento o agresiones sexuales. Las acciones hablan más fuerte que palabras. El señor Trump podría haber dicho algunas malas palabras, pero Bill Clinton me violó y Hillary Clinton me amenazó, afirmó Juanita Broaddrick, una de las mujeres. Todas después asistieron al debate, donde el ex presidente y su hija estaban entre el público.

Cooper insistió sobre si de verdad había cometido los actos sobre los que hablaba en la videograbación, ya que eso era agresión sexual, pero Trump sólo repitió su defensa de vestidor y continuó desviándose hacia otros temas. Pero subrayó: “yo tengo gran respeto por las mujeres… y las mujeres tienen gran respeto por mí”.

Por su parte, Clinton dijo: “lo que todos vimos y oímos el viernes fue a Donald hablando de mujeres, lo que piensa de las mujeres, lo que les hace a las mujeres… representa justo quién es”. Acusó que ha insultado a mujeres, hizo comentarios denigrantes contra una ex Miss Universo y ha hablado de manera abusiva contra inmigrantes, afroestadunidenses, latinos y otros; eso no es lo que somos. Indicó que con otros candidatos ha tenido diferencias, pero “nunca he cuestionado si alguien es apto para ser presidente… él no está calificado para ser presidente”. Afirmó que como país tenemos grandeza porque somos buenos.

Aunque sí abordaron algunos temas de política –comercio, energía, inmigración, Siria, Rusia y refugiados–, en los cuales los candidatos reiteraron sus posiciones de siempre, lo que marcó la noche fueron los inusitados ataques personales durante más de hora y media de combate verbal.

Esto incluyó tal vez algo sin precedente en tiempos modernos: la amenaza de una persecución legal. En torno al tema del manejo de los correos electrónicos de Clinton cuando era secretaria de Estado, y repitiendo la acusación de que ella destruyó 33 mil de ellos, Trump asombró al afirmar que no pensaba decir esto, pero lo voy a decir, y odio decirlo, pero si gano, voy a dar instrucciones a mi procurador general de poner un fiscal especial para indagar tu situación.

Clinton reviró: qué bien que alguien con el temperamento de Donald Trump no esté a cargo de nuestra ley en nuestro país. Trump replicó: Porque tú estarías en la cárcel.

Ambos intercambiaron acusaciones y repitieron que el otro debe estar avergonzado de sí mismo por varios engaños y maniobras. En una, Trump recordó que Bernie Sanders había dicho que Clinton tenía mal juicio, y añadió que no entendía por qué el ex contrincante se había sumado al bando del diablo, o sea, Clinton. Más tarde afirmó: ella tiene tremendo odio en su corazón.

Un momento que llamó la atención fue cuando una musulmana estadunidense preguntó qué haría cada candidato ante la islamofobia que se ha generado en el país. Trump dijo que primero había que llamar las cosas como son, que hay una amenaza proveniente de terroristas radicales islamitas, y que era responsabilidad de la comunidad musulmana en este país reportar el odio que está ocurriendo.

Clinton respondió que la retórica demagógica de Trump sobre musulmanes no ha sido útil, ya que ha dividido comunidades, y que sus declaraciones son una herramienta de reclutamiento para las fuerzas del Isis.

En cuanto a su posición contra el ingreso de refugiados, Trumpo advirtió que eso era un caballo de Troya de todos los tiempos.

Ambos repitieron sus posiciones sobre Rusia; Clinton afirmó que los rusos han sido acusados de buscar influir en las elecciones estadunidenses y que “Wikileaks es parte de eso” –en su contra a través de los “hackeos recientes”–, mientras Trump lo puso en duda. Ella dijo que estaba dispuesta a confrontar a Vladimir Putin, insinuando que Trump era su aliado. Él reviró que cada vez que algo malo ocurre, ella acusa a Rusia.

Sobre si ha pagado impuestos federales, tema con el que fue golpeado hace una semana, cuando el New York Times obtuvo documentos que indican que era posible que hubiera evitado hacerlo durante casi 20 años empleando subterfugios legales, Trump sorprendió al confirmar que sí empleó la ley para beneficiarse, pero no ofreció mayores detalles.

La última pregunta era sobre si cada uno tenía algo bueno que decir del otro, o algo que respetaban. Clinton dijo: "sus hijos". Él dijo que admiraba que ella "nunca se rinde". Se dieron fríamente la mano y sus jefes de campaña de inmediato declararon que su candidato/a había triunfado.

Corresponsal de La Jornada en Nueva York