Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-11-17

¿Se resiente el establishment con la elección de Trump?

PL 15 de noviembre del 2016 CUBA

Luis Manuel Arce Isaac*

Si ha habido sorpresa en la victoria electoral del multimillonario Donald J. Trump en las recientes elecciones presidenciales de Estados Unidos, tanto o más la hay con las multitudinarias manifestaciones callejeras contra el magnate, presuntamente por quienes votaron por Hillary Clinton.

Las protestas, que han sacudido a las grandes ciudades de costa a costa bajo el slogan "Trump no es mi presidente", difícilmente encuentren alguna analogía en las 44 ocasiones anteriores en las que fueron proclamados los ganadores de esas contiendas, y eso llama poderosamente la atención.

Si esas manifestaciones son representativas de los 60 millones de personas que votaron en contra de Trump, y no hay por qué dudar que no sea así, están diciendo a voz en cuello que hay una peligrosísima polarización política en el corazón del sistema capitalista mundial, no en un país cualquiera, y sus consecuencias nunca serán buenas.

La polarización política en estos casos es mucho más que la simple separación matemática de un conglomerado en dos o más partes con suficientes potencialidades de poder, que en el caso de Hillary Clinton y Donald J. Trump es más o menos 50-50 en lo que a votos obtenidos se refiere.

Pero la situación es más compleja de lo que a simple vista puede parecer, pues atañe más que a una ideología partidista, a la propia estructura del sistema que les sirve de soporte a demócratas y republicanos e incluso a sus derivaciones independientes en las que algunos analistas sitúan a Bernie Sanders y a Trump, aunque en latitudes opuestas.

En esta línea de pensamiento hay bastante coincidencia en que la campaña electoral, calificada casi unánimemente de la más vergonzosa de todas, incluida la de los Bush que es mucho decir, expuso al aire los huesos deformados de un sistema político roído por una artrosis ideológica requerida de una intervención quirúrgica profunda para la cual no estaba preparada Hillary Clinton.

La exSecretaria de Estado fue vista como la continuidad de lo mismo o, peor aún, la vía que permitiría al viejo establishment enfrentado a Trump borrar las tenues diferencias partidistas para fortalecer la cúpula de poder que tanto engordó con la globalización neoliberal a la cual aún ni siquiera pretenden renunciar y que tanto daño ha hecho al ciudadano común.

Esa élite demócrata y republicana no tomó en cuenta que los más de treinta años de crisis económica actuaron como una piedra de esmeril en la mayor parte de los sectores de una sociedad estadounidense con ingresos muy desequilibrados e insuficientes para cubrir las necesidades básicas actuales, ni que estaba requerida de cambios conceptuales frente a una globalización neoliberal que los marginaba mientras hacía multimillonarios a los millonarios.

Mucho menos repararon en el desgaste de sus instituciones financieras, administrativas y comerciales como los tratados de libre comercio, bases del neoliberalismo y la globalización, que cedieron espacio a un sistema de poder hecho para multiplicar de manera incesante e imparable la concentración del capital, fueran sus beneficiarios demócratas o republicanos.

A fortalecer esos criterios contribuyeron en extraordinaria medida los medios de comunicación, cuya mayoría aplastante dio la espalda a Trump en concierto con los demás poderes a fin de garantizar el estatus quo en el que se movían ambos partidos y no correr ningún tipo de riesgo con un Trump impredecible, amenazador y ególatra.

Pocos, o nadie de ellos, aceptan que la campaña electoral transcurrió en medio de un deterioro progresivo de la democracia nacional agudizado desde el año 2000 con el denominado golpe de Estado de George W. Bush, cuando la Corte Suprema de Justicia suspendió el conteo de votos en Florida y le dio la victoria.

Esa situación se convirtió en crisis del espíritu con la presunta lucha contra el terrorismo usada por Bush para impulsar sus guerras por el petróleo y habilitar la tortura, crear el campo de concentración en la base naval de Guantánamo en Cuba, autorizar el asesinato selectivo, el uso de drones, las intervenciones militares en Afganistán, Irak, Libia y Siria, y en los propios Estados Unidos restringir los derechos civiles mediante la falacia de una Ley Patriótica y el espionaje.

Barack Obama, primer presidente negro del gran imperio blanco, se desdobló rápidamente al ingresar en la Casa Blanca y convirtió él mismo en papel mojado todo lo que había proclamado como candidato, al punto de convertirse en el presidente que más guerras encabezó, que más gente desplazó de sus hogares, que más emigrantes expulsó y quien más ha deshonrado su inmerecido Premio Nobel de la Paz.

Fue un mandatario al servicio de un poder blanco que lo colocó en las antípodas de sus iguales de etnia.

Todo eso, y mucho más, es lo que representaba Hillary Clinton- tanto por su apoyo a Obama como por sí misma con su intervención personal en los ataques a Libia y Siria- para la mayoría de los votantes que sufragó por Trump, quien actuó a sabiendas de que ir en contra de ese panorama era su garantía para el triunfo, lo aprovechó a sus anchas y con desenfado, sin importar si lo hacía de forma chabacana e inculta e incluso hasta grosera, al extremo de quedar solo, sin el apoyo de su partido ni de la gran prensa y, por supuesto, sorteando los cañones del establishment, que no dejó ni un segundo de descargarle toda su artillería. Al final, todo obró a su favor.

¿Significa eso que Donald J. Trump es el antiestablishment por antonomasia? ¿El Satán del sistema en quiebra? Nada más lejos de ello.

El magnate inmobiliario interpretó su rol del "contra" como hacía antaño frente a las cámaras de TV y fue fiel a un guión bien redactado para meterse entre pecho y espalda de quienes pedían un cambio y no eran escuchados, aunque ese cambio se produjera en el filo del abismo extremista de un imperio en precario debilitado por sus crisis, pero sumamente fuerte y poderoso todavía, y muy peligroso. Pero de ahí a que Trump sea la causa de la disfunción sistémica de Estados Unidos, hay un gran trecho. Sí se puede decir, en cambio, que su elección como presidente es una consecuencia de la degradación política, ideológica, moral y ética de un coloso con graves síntomas de agotamiento.

Algunos analistas se aventuran a especular que las marchas contra Trump se iniciaron estimuladas por sectores derrotados del viejo establishment, algo muy difícil de probar y además peligroso por lo que significa la presencia de tantos miles de personas en la calle cuando hay un equilibrio tan exacto entre quienes lo votaron y lo vetaron.

Pero más importante es mantener las expectativas más allá del 20 de enero cuando sea proclamado el 45 presidente de la Unión, y empiece a develar su verdadero pensamiento, y que sus discursos dejen de ser filigranas y actuaciones como hasta ahora, aun cuando sus brutales amenazas xenofóbicas y sus explosivos criterios de recuperar a plenitud la hegemonía mundial, las sigue manteniendo después de las urnas y tienen al mundo en vilo.

No es ocioso recordar que el próximo año Trump va a disponer de un presupuesto militar de 583 mil millones de dólares cuando la militarización de Estados Unidos sigue marchando aceleradamente, y que las acciones de los fabricantes de armas que negocian con el complejo militar-industrial subieron en lugar de bajar, cuando en la bolsa se conoció que Trump había ganado.

Incluso las acciones del proveedor británico de armas BAE Systems y la firma de electrónica de defensa Thales aumentaron en un 3%, según el diario The Wall Street Journal a pesar de las inquietantes críticas de Trump a la OTAN, en una dramática recuperación después del nerviosismo inicial en el mundo bursátil.

Tampoco se debe olvidar que Trump es un multimillonario que figura en la lista de los privilegiados, con un capital personal declarado por él de 10 mil millones de dólares -algunos se lo reducen a cuatro mil millones- y que hasta ahora su acción no es para demoler el sistema por mucho que lo odie o lo rechace el viejo establishment, sino reacomodarlo, perfeccionarlo, modernizarlo para regresar a la época de oro después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando Washington estaba en alza y no en declive como ahora, ni compartía el poder con sus aliados como en la actualidad hace con los países del G-7.

Al menos ya Trump le saca una cabeza de ventaja a las élites de los dos partidos: fue electo presidente de Estados Unidos viniendo de la nada, y no solamente derrotó al partido Demócrata sino también al Republicano al convertirse en el primer rebelde que la poderosa cúpula partidista no ha podido derrotar ni antes, ni en las primarias, ni después de éstas, con lo cual reveló una seria grieta en la base de un partido que lo despreció, a la vez que también ha quebrado y resentido los cimientos de un establishment demasiado achacoso para el gusto y las ambiciones faraónicas de Trump.

  • Periodista cubano

América Latina y el triunfo de Trump

LA JORNADA 11 de noviembre del 2016 MÉXICO

Raúl Zibechi*

A quienes tenían dudas de que ha nacido una nueva derecha, el triunfo de Donald Trump debería convencerlos de lo contrario. La nueva derecha cuenta con amplio apoyo popular, sobre todo entre los trabajadores y las clases medias vapuleadas por la crisis del 2008 y los efectos de la globalización, como ya sucedió en Inglaterra con el Brexit.

Estamos ante un mundo nuevo donde esta derecha machista y racista recoge la rabia de los millones perjudicados por el sistema. Una derecha nostálgica de un pasado que no volverá, en un periodo de decadencia imperial y del sistema-mundo capitalista.

Lo que desnudaron las elecciones estadunidenses es la fractura interna que vive la sociedad, el empobrecimiento de las mayorías y el enriquecimiento obsceno del 1%. Pero también desnudaron el papel vergonzoso de los medios de comunicación, empezando por los "respetables" The New York Times y The Wall Street Journal, que no tuvieron empacho en titular que Trump era el candidato de Vladimir Putin.

Robert Parry (periodista de investigación que destapó el escándalo Irán- Contras) afirma que el otrora respetable Times "ha perdido su senda periodística, convirtiéndose en una plataforma de propaganda y apologética de los poderosos" (goo.gl/BbVy1d).

La campaña desnudó también la fractura de instituciones tan vitales para el 1% como la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), que fue quebrada internamente por las presiones de Hillary Clinton para que no investigara sus correos.

Con Trump perdieron Wall Street, el complejo industrial-militar, la arquitectura internacional fraguada por Estados Unidos desde 1945 y el 1%, que apostaron fuerte por Clinton. Ahora rodean al vencedor para condicionarlo, algo que no les va a costar mucho porque pertenecen a la misma clase y defienden los mismos intereses.

Es probable que negros y latinos sufran más con un gobierno de Trump. Pero, ¿es que ahora lo están pasando bien? Bajo los gobiernos de Barack Obama las muertes de afroestadunidenses a manos de la policía crecieron de modo exponencial, la brecha de ingresos entre latinos y afroestadunidenses respecto a los blancos creció a consecuencia de la crisis del 2008.

En el 2013 la renta de los blancos era 13 veces mayor que la de los afroestadunidenses y 10 la de los latinos, mientras en el 2004 era siete veces superior en los primeros y nueve en los segundos (goo.gl/7CWaIE).

La situación de los migrantes mejorará si fortalecen sus organizaciones, las extienden y se movilizan contra el 1%, no por lo que decida la Casa Blanca. La política de los demócratas consistió en cooptar a pequeñas élites de las minorías raciales para usarlas contra las mayorías negra y latina, y para exhibirlas como trofeos electorales. Lo mismo hicieron respecto a las mujeres: un feminismo para blancas de clases medias altas.

Pero no es el racismo ni el machismo lo que irritó al 1%, sino las propuestas de Trump hacia el sector financiero y en política internacional. Propuso aumentar los impuestos a los corredores de fondos de alto riesgo, los nuevos ricos sumisos a Wall Street. Defiende una alianza con Rusia para combatir al Estado Islámico y auspiciar salidas negociadas en Oriente Medio. Frente al intervencionismo descarado, propone concentrarse en los problemas domésticos. Otra cosa es que lo dejen, ya que sin guerra el 1% puede venirse abajo.

Desde América Latina, el triunfo de Trump puede ser entendido como un momento de incertidumbre en la política imperial hacia la región. No debemos aventurar pronósticos. ¿Recuerdan cuando Bergoglio fue ungido Francisco I, y muchos aseguraron que haría un papado reaccionario? Bajo la administración Obama (iniciada en 2009) hubo golpes de Estado en Honduras y Paraguay, la destitución ilegítima de Dilma Rouseff en Brasil, la insurrección derechista en Venezuela, incluida la profundización de la guerra contra el narco en México, iniciada por su antecesor George W. Bush. Peor no nos pudo ir con el "progresista" en la Casa Blanca.

Para los de debajo de América Latina las cosas pueden cambiar, en varios sentidos.

En primer lugar, el discurso machista y racista de Trump puede alentar a las nuevas derechas y facilitar la profundización de los feminicidios y el genocidio de los pueblos indio y negro. La violencia contra los pueblos, principal característica de la cuarta guerra mundial/acumulación por despojo, puede encontrar menos escollos institucionales (¡menos aún!), mayor legitimación social y silencio de los medios monopólicos. No es una nueva tendencia, sino más de lo mismo, lo que de por sí es grave. Será más difícil contar con paraguas institucionales de protección y, por lo mismo, los represores se verán con las manos más libres para golpearnos.

La segunda tendencia es que el sistema pierde legitimidad cuando se disparan tendencias como las que encarna Trump. Este proceso ya se venía perfilando, pero ahora se produce un salto adelante con la pérdida de credibilidad popular en las instituciones estatales, que es una de las cuestiones que más temen las élites del mundo.

La tercera cuestión es la división entre las clases dominantes, tendencia global que debe ser analizada con mayor profundidad, pero que tiene efectos desestabilizadores para el sistema y, por lo tanto, para la dominación. Básicamente, hay quienes apuestan todo a la guerra contra los pueblos y otros que creen que es mejor ceder algo para no perderlo todo. Que los de arriba estén divididos es una buena noticia, porque la dominación será más inestable.

Por último, los de abajo lo vamos a pasar peor. La inestabilidad y el caos son tendencias estructurales, no coyunturales, en este periodo. Es doloroso, pero es la condición necesaria para poder cambiar el mundo. Sufriremos más represión, estaremos en peligro de ser encarcelados, desparecidos o asesinados. Se avizora mucho sufrimiento en el horizonte. El capitalismo se cae a pedazos y los escombros pueden enterrarnos. La contracara es que muchos dejarán de creer que la única forma de cambiar el mundo es votar cada cuatro o seis años.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Escritor uruguayo, dedicado al trabajo con movimientos sociales en América Latina

Los partidos de EEUU y sus alianzas en América Latina

TELESUR 6 de noviembre del 2016 VENEZUELA

Silvina M. Romano*

Nadie lo debe dudar: existen grandes coincidencias entre el Partido Demócrata y Republicano que se materializan en el vínculo entre éstos y las diversas organizaciones internacionales y latinoamericanas.

El Partido Republicano es miembro de la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA), creada en el 1992, integrada entre otros, por el Partido Conservador de Colombia, el partido Propuesta Republicana (PRO) de Argentina, el Movimiento Demócrata Social de Bolivia, el Partido Conservador de Nicaragua, etc. A su vez, este grupo de partidos forma parte de la Unión Democrática Internacional (UDI), fundada en el 1983 por la vanguardia del neoliberalismo, Margaret Thatcher, George H.W. Bush, etc. Actualmente presidida por el expresidente colombiano Andrés Pastrana y que, entre otras personalidades, cuenta como vicepresidente para Europa con la figura de Mariano Rajoy. Estos nombres dan un panorama más que completo sobre el perfil político ideológico de esta organización. Los autoproclamados partidos de “centro y humanistas” (que se diferenciarían de los conservadores) componen la Organización Demócrata Cristiana para América Latina (ODCA), cuyos miembros también forman parte de la UDI (borrando así la débil frontera entre “centro” y “derecha conservadora”). Una de las reuniones de ODCA en el 2016 fue sobre las “Nuevas tendencias políticas en América Latina”. Se planteó de modo abierto cómo derrotar a los populismos y su herencia. Entre los expositores había representantes del PRO de Argentina, del partido Movimiento Demócrata Social de Bolivia, de la Mesa de la Unidad Democrática de Venezuela, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

Es curioso, porque el vínculo ODCA-IDU-UPLA nos llevaría a afirmar que es el Partido Republicano el que mayor presencia tiene en la región. Sin embargo, si consideramos los presentes en la reunión de la ODCA, hay que señalar que la Mesa Unión Democrática tiene vínculos (aunque no necesariamente visibles) con el gobierno demócrata (que ha venido apoyando de modo abierto y encubierto las acciones de la oposición en Venezuela), además de que el PRO, a pesar de ser miembro asociado de la UDI, apoyó la campaña de Hillary Clinton. Asimismo, personajes clave del PSDB como Aloysio Nunes, en pleno golpe a Dilma Rousseff, se vincularon con lobistas de Clinton en EEUU.

DE LOS PARTIDOS A LAS FUNDACIONES

Los partidos políticos extienden también sus vínculos a través de su relación con fundaciones. El mencionado evento de la ODCA contó con el apoyo de la Konrad Adenauer y su programa “Partidos políticos y democracia en América Latina”. Además de la Konrad, encontramos a FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales) liderada por el español José María Aznar, como otra de las fundaciones asociadas. Un dato relevante es que ambas fundaciones destinaron recursos y tiempo a promover una imagen absolutamente negativa de los gobiernos de Evo Morales en Bolivia(donde la Konrad tiene enorme protagonismo) y del gobierno de Venezuela en España.

Otro dato con respecto a las fundaciones vinculadas a los partidos políticos es la presencia en América Latina de la National Endowment for Democracy (NED), que desde el 1983 y en el marco de la guerra en Centroamérica (contra el sandinismo y la “subversión”) deriva fondos al Instituto Nacional Democrático (NDI), al Instituto Internacional Republicano (IRI), al Centro para la Empresa Privada Internacional (CIPE) y el Centro Americano para la Solidaridad de los Trabajadores. Hay pruebas de que estas instituciones han participado de actividades encubiertas y de injerencia en países de América Latina. Según informe, la NED gasta 30 millones de dólares al año para apoyar a partidos políticos, sindicatos, movimientos disidentes y medios informativos, asociados a procesos de desestabilización de gobiernos no alineados a la política exterior de EEUU.

La presencia de la NED en Bolivia es especialmente notable a través del financiamiento de la Fundación Nueva Democracia que nuclea a diversos sectores de la oposición al gobierno de turno. La NED desembolsó más de 7,7 millones entre el 2003 y el 2014 para financiar organismos con objetivos políticos opuestos al gobierno de Morales.

La NED junto con USAID en Venezuela han financiado partidos políticos como Primero Justicia, Voluntad Popular e incluso a la Mesa Unidad Democrática; también han financiado a ONG como Forma. Entre 2013-2014 ambos organismos destinaron a instituciones venezolanas un monto aproximado de 14 millones dólares.

Con respecto a los Republicanos, el Instituto Internacional Republicano desarrolla estrategias similares a la NED. Dos de los targets han sido el derrocamiento de los gobierno chavistas y del gobierno haitiano de Aristide. En el 2001, el gobierno estadounidense, en un escenario de aversión al giro dado por la administración chavista, aumentó exponencialmente el presupuesto para actividades del IRI en Venezuela, que pasó de 50 mil dólares a 300 mil, el mayor presupuesto a agencias vinculadas a la NED ese año.

DE LAS FUNDACIONES A LAS RELACIONES EMPRESARIALES

El vínculo es también claro en las relaciones personales de político a político y de político a empresario. Así lo demuestra la trayectoria de Bill Clinton y su cercanía tanto a Uribe como a Juan Manuel Santos. Clinton es el ex presidente demócrata que lanzó el Plan Colombia, haciendo oficial la “guerra contra las drogas” en América Latina y que parece sigue teniendo una importante influencia en las altas esferas de política colombiana. A su vez, es una figura que mantiene estrechos vínculos con grandes empresarios latinoamericanos como Carlos Slim y otros millonarios con los que celebran reuniones familiares y diferentes eventos compartidos.

Este vínculo se aceita también por medio de la Fundación de la familia Clinton, que ha acercado a Hillary con el mundo empresarial latinoamericano. En Colombia la Fundación Clinton tiene un papel protagónico, aunque en los últimos años se han hecho públicas las críticas: “los trabajadores y activistas progresistas aseguran que los programas de la fundación han causado daños ambientales, desplazado a la población indígena, y que ha concentrado una buena porción de las reservas de gas y petróleo de la mano de Giustra”.

En Argentina, empresarios como Gerardo Werthein, Matías Garfunkel, Eduardo Eurnekian y José Luis Manzano aportaron dinero a la Fundación en plena campaña electoral. Este vínculo ha generado incluso “suspicacias” por el entramado clientelar que se generó a partir de la Fundación para apoyar la campaña de Hillary.

Con respecto a Trump, son claras sus estrechas relaciones con empresarios. El presidente de la Asociación de Cámaras Americanas de Comercio en América Latina afirma seriamente que “el señor Trump es una persona que ha hecho grande su fortuna. Además, él conoce que el libre comercio es lo más importante en los negocios”.

En Panamá hay una “Trump Tower” (2011) que alberga residencias, un hotel y un casino. En Río de Janeiro Trump inauguró el hotel en el que se alojaron los miembros del Comité Olímpico y hay posibilidades de que construya cinco rascacielos para oficinas. Según uno de los empresarios brasileños asociados a la marca Trump, el hotel en Río redituará al nuevo presidente republicano 25 millones de dólares al año.

Está en construcción un edificio Trump en Punta del Este y los inversores argentinos del proyecto en Uruguay planean edificar una torre Trump de oficinas en Buenos Aires. Uno de sus socios en estos emprendimientos es el empresario Fernando Yaryura, que fue invitado a la Convención del Partido Republicano, desde donde declaró que “América Latina no tiene que tenerle miedo a Trump. Él personalmente cuenta con muchas inversiones en la región (…) Estados Unidos fue y seguirá siendo, en el gobierno de Trump, un país abierto a los latinoamericanos”.

El modelo de Trump para la región es cobrar a empresarios que utilicen la “marca Trump”. Además de un pago inicial, su empresa se adjudica una comisión de entre el 5 y el 13% de las ventas y a la vez busque exenciones impositivas y otros beneficios de parte del Estado anfitrión o el gobierno local. De este modo, puede esperarse que su política hacia la región siga esta lógica, como lo especifican los expertos en negocios: “Como hombre de negocios, Trump se ha vinculado con políticos y empresarios para reforzar estos. Del mismo modo, seguirá este modelo de búsqueda de resultados en la política exterior hacia la región”.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Historiadora y analista política argentina

El golpe y el golpe dentro del golpe

PÁGINA 12 7 de noviembre del 2016 ARGENTINA

Eric Nepomuceno*

A estas alturas, pasados casi seis meses del nombramiento de Michel Temer como presidente interino y poco más de dos de haber sido elevado a la categoría de presidente efectivo, a raíz del golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff, el escenario político brasileño se ve cada vez más envuelto en nubarrones pesados y aciagos.

En los últimos días, empezaron a ganar peso los rumores indicando que estaría en curso una nueva trama de los golpistas que elevaron Temer al poder: tumbarlo. Es decir: existen indicios clarísimos de que se acerca peligrosamente (para Temer) la hora del golpe dentro del golpe.

Hasta aquí, la única demostración concreta de eficacia, de parte del nuevo gobierno, ha sido haber logrado un respaldo aparentemente sólido en el Congreso. Y aun así, ese respaldo sería una apuesta arriesgada: el sistema político brasileño se basa en el canje de intereses. Esa lealtad –ya no a principios ideológicos, éticos o políticos, sino puramente a intereses– es algo muy relativo en mi país.

Además, Michel Temer y sus acólitos y cómplices lograron, en estos seis meses, hundir aún más un país que ya venía en muy mala racha. La economía se desplomó estrepitosamente, el desempleo sigue aumentando, y la tan mentada remontada de la economía, así como de las inversiones, tan insistentemente mencionada, sigue más lejos de la realidad que las niñas hermosas de Azul de mi calle en Río de Janeiro. Además, sigue pendiente, sobre el gobierno, la amenaza inminente de un desastre de proporciones olímpicas, tan pronto se conozcan las denuncias del esquema de corrupción que hasta ahora sólo tuvo como blanco preferencial de una justicia parcial e injusta al PT de Lula da Silva.

Para completar, el gobierno, como un todo, es un desastre y Michel Temer, en definitiva, no tiene la estatura moral y política para asumir el liderazgo de un país que está al borde de un precipicio oscuro.

Frente a tal cuadro, sería natural que empezasen a surgir rumores sobre la posible brevedad de su mandato. Temer no logró el tan soñado reconocimiento internacional (excepto del argentino Mauricio Macri, otro fundamentalista del neoliberalismo); enfrenta una dura resistencia de amplios sectores internos (todos, sin excepción, solemnemente ignorados o despreciados por la gran prensa brasileña) y, para completar, no logra que el país se mueva de su pantano.

La principal resistencia no viene de los movimientos sociales o de los partidos de izquierda, sino de la juventud: ahora mismo, hay más de mil colegios de secundaria ocupados por miles de estudiantes protestando contra su gobierno. La resistencia se da lejos de las estructuras conocidas, lo que hace que sea más difícil deshacerla. Lo que hasta hace poco eran puros rumores y especulaciones se hizo palabra concreta.

Con la economía paralizada, sin haber conquistado legitimidad fuera de su círculo más estricto de fieles cómplices, Michel Temer está acosado.

Desde hace como dos semanas empezaron a barajarse nombres para el supuesto sucesor. La trama es clara: gracias al mismo PSDB que fue artífice del golpe que destituyó a Dilma Rousseff corren, en el Tribunal Superior Electoral, un gordo par de acciones pidiendo la impugnación del resultado de las elecciones del 2014. Acusan a la planilla Dilma-Temer de haber cometido crímenes electorales, como abuso de poder económico y uso de recursos ilícitos para financiar su campaña electoral.

Ahora se entra en la etapa final del juicio. Y condenar a los vencedores significa, directamente, alejar Michel Temer de la presidencia que ocupa desde el golpe institucional alentado por el mismo PSDB: como Dilma ya fue destituida, el único reo del juicio es el actual presidente.

Como sucesores suenan dos nombres. Uno, Nelson Jobim. Ha sido ministro de Fernando Henrique Cardoso, de Lula da Silva y de Dilma Rousseff. Fue diputado y presidente del Supremo Tribunal Federal. Más camaleónico, imposible.

El otro nombre que suena es el del mismo Fernando Henrique Cardoso, figura patriarcal del neoliberalismo fundamentalista en Brasil.

Ambos tienen características propicias: no se postularían a la reelección en el 2018, y circulan libremente entre los apoyadores del golpe. Y al menos hasta ahora, no aparecen en las listas de denunciados por corrupción, al contrario de siete entre cada 10 acólitos de Temer.

Así es que mi país se prepara para el futuro inmediato: son altas las posibilidades de que ocurra el golpe dentro del golpe.

Mientras, Temer, sin lograr la tan ansiada legitimidad, destroza lo que tiene por delante. El acoso a los derechos individuales que conforman un estado democrático crece a cada día. Y, a cada día, aumentan las sombras que indican que un estado de excepción acecha a la vuelta de la esquina.

Selección en Internet: Raquel Román Gambino

  • Periodista brasileño