Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-11-25

La vuelta de la derecha

PÁGINA 12 3 de noviembre del 2016 ARGENTINA

Emir Sader*

La nueva ola de derecha en América Latina no tardó en decir a qué vino. Los gobiernos de Mauricio Macri en Argentina y de Michel Temer en Brasil se dedican, única y exclusivamente, a aplicar el mismo tipo de duro ajuste fiscal que ya había sido aplicado en esos y otros países del continente, con las desastrosas consecuencias económicas y sociales que se conocen.

Para ello, tuvieron que reimponer el viejo diagnóstico, según el cual, los problemas de los países son resultado de gastos excesivos del Estado. Un diagnóstico totalmente desmentido por la forma en que en esos mismos países los gobiernos han reaccionado a los duros efectos de la crisis internacional iniciada en el 2008. Se podría haber hecho lo que se hace ahora, cortando hondamente los presupuestos de los recursos para políticas sociales. Pero las economías latinoamericanas habrían ingresado en recesiones profundas y prolongadas, de las cuales no habrían salido, como ocurre con las economías europeas.

Sin embargo, los gobiernos de Argentina y de Brasil, con orientaciones distintas de las actuales, no se dejaron llevar por la crisis y reaccionaron en contra de la recesión, con medidas anticíclicas. Con ello pudieron sacar rápidamente a las economías de la recesión, volver a crecer, superar el desempleo y retomar la dinámica de expansión económica con distribución de renta, que permitió el momento más virtuoso de la historia de esos y de otros países del continente en este siglo.

Pero la derecha volvió a los gobiernos de esos países, como si no hubiera pasado nada. Como si no hubieran fracasado y arrojado a los países a las peores crisis recesivas en mucho tiempo, con altos niveles de desempleo y profundas crisis sociales. Como si no se hubieran dado gobiernos que recuperaron esas economías, superaron su crisis social y desarrollaron los programas de inclusión social más amplios de su historia.

La derecha retoma el mismo diagnóstico que había llevado a los ajustes, a las recesiones, a las crisis sociales. Necesita, para ello, borrar o descalificar todos los avances logrados a lo largo de este siglo. Como si Argentina y Brasil no estuvieran mucho mejor, de todos los puntos de vista, gracias a las políticas con las que han enfrentado a la crisis.

Tratan de pasar la idea de que la crisis actual es generada por el modelo que mejor funcionó. Dicen que se habría gastado demasiado. Que los gastos en políticas sociales serían la causa del desequilibrio de las cuentas públicas. No las altísimas tasas de interés, no el pago de las deudas interna y externa, no la evasión de impuestos, no los paraísos fiscales, no los subsidios a los grandes empresarios, no la especulación financiera.

En realidad, la derecha vuelve para destruir lo que fue construido a lo largo de este siglo en los países donde logra, por una u otra vía, volver al gobierno. Su agenda es estrictamente negativa: privatización de propiedades públicas, menos recursos para políticas sociales, menos derechos para los trabajadores, más recesión, más desempleo. Más Estados Unidos en el continente y menos integración regional.

No pueden decir que son lo nuevo, porque rescatan a los viejos economistas neoliberales. Ni que van a retomar el crecimiento económico, porque ahondan la recesión. Ni que van a controlar las cuentas públicas, porque aumentan la inflación y el déficit público. No tienen nada para prometer, porque lo que hacen no tiene nada de popular, ni de democrático. Solo pueden sobrevivir, blindados por los medios.

¿Cómo deben reaccionar las fuerzas populares frente a esa ofensiva conservadora?

Antes de todo, buscando el más amplio proceso de toma de conciencia, de movilización y de organización de los sectores populares, víctimas de las políticas de esos gobiernos. Sin eso, no será posible revertir la situación. En segundo lugar, buscar la más amplia unidad de las fuerzas opositoras, tomando como línea divisoria entre los dos campos al modelo neoliberal. Unir a todas las fuerzas antineoliberales.

En tercer lugar, hacer un balance del pasado reciente, pero valorando todo lo conquistado como paso previo a la crítica de los errores. En el cuarto, finalmente, reconquistar la hegemonía de los valores que han llevado a los gobiernos progresistas a ser elegidos por la mayoría. Reelaborar los temas de la justicia social, de la democracia política, de la soberanía nacional, entre tantos otros, en los términos actuales, después de los avances de la derecha.

Como cada vez que se da una victoria política de la izquierda o de la derecha ésta es antecedida por una victoria en el plano de las ideas, hay que reimponer como objetivos fundamentales del país el desarrollo económico con distribución de renta, después de desarticular las falsedades con las que la derecha vuelve a los países de América latina.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Sociólogo y politólogo brasileño

La perversa estrategia de “todo vale”

REBELIÓN 18 de noviembre del 2016 ESPAÑA

Manuel Humberto Restrepo Domínguez*

I. De la explotación velada a la descarada y brutal

La estrategia del todo vale ha sido elevada a la categoría de activo de un modo de actuación política situada en la ultraderecha que se expande como el fantasma del siglo XXI, aunque no de la manera esperada como una cruzada internacional deliberada y orgánicamente definida por un programa.

Lo que está en evidencia es que las formas del poder agrupadas en partidos tradicionales liberales o demócratas y republicanos o conservadores y comunistas y su reproducción por asociaciones, agremiaciones y estamentos, con algún apego a condiciones éticas fijadas por un centro de mando y metodologías que guardaban la apariencia con objetivos, programas, metas y responsables, tienden a desaparecer por efecto de la irrupción de una manera de hacer política, sin contenido político como era entendida en términos de debate, argumentación, confrontación entre adversarios, conflicto y construcción colectiva del poder.

Esta forma oscura de política, carece de debate y de interlocutor, se mueve con slogan de campaña, frases de cajón, cadenas de oración y violencias y discriminaciones encubiertas que descubren pasiones, odios y resentimientos que llegan a una masa difusa que es convertida en potencia electoral.

Este modo de acción no tiene forma definida pero si una meta precisa: Tomar el poder como sea y asumir el control del estado y sus instituciones, símbolos, mecanismos, recursos, conceptos y capacidad militar y coactiva para ampliar las bases de ese mismo poder, que no responde ni al interés ni a la organización colectiva, y tampoco da cuenta de asuntos esenciales como soberanía popular o derechos y se reserva para sí la capacidad autónoma de decidir quién, cuándo y por qué es su enemigo y convertirlo en garantía de unión temporal que facilite la gobernabilidad.

Lo que ha ocurrido recientemente con los indefinibles políticos de los casos Trump, Brexit, No al plebiscito, Juicio a Dilma, Destitución express del presidente Lugo, muestra un modo de acción política que no está dispuesta a sujetarse a las reglas previas en el marco del pacto social y que toma decisiones por fuera de los límites establecidos de común acuerdo, porque su área de juego ya no responde al pacto social refrendado por el pueblo, si no que crea una área distinta que bien puede entenderse por sus rasgos, gestos, discursos y maneras de obrar, como una política de ultraderecha, coherente, estructurada e interconectada, actualizada al tiempo y geografías del capital, guiada por una misma raíz ideológica definida en dos aspectos: mantener por fuera de las decisiones del poder a la clase social mayoritaria (pueblo) –que oscila entre el empobrecimiento creciente, la marginación y el destierro- y; mantener la dignidad personal -de esa clase social- como un simple valor de cambio.

Su modus operandi mezcla sentimientos íntimos sobredimensionados y pasiones colectivas, con razones sin referencia al pacto social invocando un derecho natural previo, anterior a la acción política, para definir la validez de su obsesión, fijar las reglas de autoridad y sustituir las libertades humanas, -ganadas en luchas sociales contra la opresión-, por libertades del mercado creadas en el.

La estrategia común es el todo vale, que no es nuevo, pero ahora se impone con el efecto de que sus seguidores lo aceptan exclamando que ¡la política es así ¿y qué?¡ e instrumentalizan a los derechos humanos para negar, someter o aniquilar a grupos o poblaciones en su nombre o provocar devastadoras tragedias humanas (no sin antes enunciar derechos), creen firmemente que sus víctimas son las culpables por haberse hecho asesinar o castigar por mantener convicciones que debieron no haber tenido nunca.

La idea que conecta en todas partes el todo vale indica que todo está permitido porque el poder será usado benéficamente para purificar algo, bien sea ella misma, la raza, la sexualidad, la religión, la familia, las conductas, las maneras de luchar o la educación y convertir a las víctimas en autoresponsables de su dolor y sufrimiento que remediarán a quien prometa corregirse.

Los agenciamientos de lo políticamente correcto aplicados como fórmula predilecta de la diplomacia hipócrita o pusilánime orientada a guardar en público la etiqueta y la decencia mientras hunde el puñal sobre sus víctimas, parece haber llegado a su fin y en su lugar instalarse -como algo aun peor-, la mentira abierta y el cinismo elevado a valor político por el todo vale. En lugar de la “explotación velada por ilusiones religiosas y políticas se ha establecido -reinventado otra vez- la explotación abierta, descarada, directa y brutal” (Marx), y trata de anidar y crear vínculos en todas partes valiéndose del todo vale (seducción-conquista-maltrato- reconciliación, seducción-represión-maltrato- crimen).

Esta lógica depredadora y voraz, borra los límites de la decencia moral y del sentido ético. Los lideres como Trump o Uribe, aprendieron a gobernar las emociones y a manipular las pasiones en medio de la incertidumbre y a cambio enseñan a creer en ellos, en sus verdades inconexas, en sus locuras de poder, en su astucia y tesón para imponerse como sea ante cualquier enemigo, saben empujar la desesperanza hasta el límite, violentan para después presentarse como redentores, creadores de esperanza y adalides de un humanismo de barbarie sin sentido de humanidad.

El todo vale elimina la diferencia entre el adentro y el afuera, lo legal y lo ilegal, lo interior y lo exterior, permite pasar sin recato, prudencia ni vergüenza del lado opresor al otro lado, realizar la corrupción, el engaño y la truculencia, sin sonrojo ni pudor. Los sujetos de esta lógica perversa pero triunfante en la política pasan de ser empresarios privados saqueadores del estado a ser tomadores de decisiones desde el estado, les da igual, porque para este tipo de sujeto y de sistema, los dos (estado y empresa) son terreno apto para los negocios. Hacen aparecer normal la usurpación cuando pasan -en un acto de magia (mafia)- de ser autoridad directiva en una institución a ser representantes sindicales de los trabajadores; o pasan de ser ejecutivos estatales autoritarios y violadores de derechos a representantes de sus víctimas a las que les ofrecen reclamar por esos mismos derechos. Otros son parte de la pléyade de astutos funcionarios que en la mañana distribuyen contratos y privilegios de poder y en la tarde estando del otro lado son contratistas particulares que distribuyen sobornos.

Con el todo vale han violentado la política como efecto de conjunto y de adversarios y cínicamente pregonan su espíritu de ultraderecha que penetró al sistema y al sujeto ya corrompido que lleva incorporado en su cuerpo partes de los logros obtenidos por sus líderes en el largo transito de experimentación con ecuaciones de corrupción que les dieron frutos y validan como triunfos que usan inclusive para pedirle a sus víctimas y creyentes adhesión a ellos convertidos en legítimos verdugos. Nada que antes fuera ético o vergonzante en política importa para los que siguen la estrategia del todo vale, cuyo fin es el poder para comprar, vender, negar, invalidar, intimidar, someter, matar.

II. El Laissez Faire en el Espíritu de la Política para Corromperla

El Laissez Faire, del Dejen Hacer, Dejen Pasar que el mundo va solo, anunciado como conquista del liberalismo económico del siglo XVIII, superó el límite de la economía y se metió en el espíritu de la política de la mano del poder trasnacional de mercaderes, ejércitos y religiones. Llegó para eliminarle las trabas y regulaciones que le impedían a la política, al menos moralmente, ser tratada como una mercancía más.

El Laissez Faire en la política pregona la abolición de todas las leyes de la costumbre, la convención y el derecho, que puedan interferir sobre el triunfo del todo vale, para garantizar que gente más eficiente (ellos y los suyos) en el uso de las nuevas prácticas sociales del todo vale, impuestas por el poder -logrado a costa de explotación, negación, despojo, mentira, astucia, engaño, estratagema y miedo esparcido especialmente de los más débiles acosados por la desigualdad, el hambre y la exclusión- supere a competidores menos preparados (la otra clase social y política) que serían los más honestos, éticos, con mejor capacidad, con sentido de humanidad, solidaridad y preocupación por el otro, por sus derechos y por el reconocimiento a su dignidad.

El todo vale, es la estrategia simple de la renovada ultraderecha defensora de la edad media como modelo y continuadora de prácticas del Fascismo y Nazismo y de posteriores movimientos como el partido Nacionaldemocrata Alemán, la Falange Española y el Nacionalsindicalismo y no corresponde a esporádicas expresiones de ignorancia o inconciencia política, si no que define una manera de pensar, hacer, actuar y organizar el mundo, basada justamente en otro tipo de conciencia que acoge como validos e irrefutables unos supuestos derechos fundamentales del mercado, una ética del mercado y una presunta humanización del capital, de lo que se valen para justificar su desprecio por los otros y por sus modos de ser y vivir. Se trata de un modo de operación basado en sumas y alianzas individuales y colectivas, que se consolidan en el propósito de alcanzar al control del estado y las instituciones que una vez allí, su líder trazara el camino. Adoptan como términos comunes calificar los avances en derechos como retrocesos en el mercado, asumen la diversidad sexual como desviación y enfermedad y conciben a las minorías étnicas, sexuales y territoriales como anormales y oportunistas y estarán dispuestos a combatirla donde esté. Sus teóricos acogen el derecho natural como herramienta principal para desde su doctrina promover desigualdades y discriminaciones, marcar limites con muros y alambradas y explicar la pobreza y la marginalidad como una maldición y deifican al gran propietario como una bendición por la que hay que luchar a muerte.

La condición de la existencia de esta avanzada de ultraderecha está en la capacidad que ha adquirido para acumular riqueza de manera ilimitada y hacerse al control del aparato de Estado y sus instituciones para beneficio del capital global y de la política sin reglas.

Sin embargo no todo está de su lado porque de la misma manera que la burguesía hace doscientos años, gestó en sus entrañas a sus propios enemigos, hoy esta ultraderecha no es ajena a repetir la historia. Sin haberlo esperado, su ímpetu de explotación y su locura por el poder, está poniendo en evidencia que el capital no es una fuerza personal, ni un resultado tecnológico, si no una fuerza social cuya única condición de reproducción es el trabajo, lo que permite creer, -como lo muestran por la otra orilla política, las grandes movilizaciones de jóvenes sin oportunidades, migrantes sin destino, defensores de derechos y diferencias y ofendidos con el triunfo electoral de seres perversos-, que el presente de desigualdad, control, horror y homogeneización impuesta con valores que niegan libertades, está ganando espacios sociales significativos que confrontan políticamente al pasado en que se sostiene la ultraderecha.

Es evidente, que al menos en su forma, -aunque quizá aun no tanto en su contenido-, crece la lucha de minorías y excluidos, -a la que se suman sectores de la llamada clase media acosada por impuestos y pérdida de ingresos-. Esta otra línea de acción política, más plural, menos jerarquizada, diversa y antipatriarcal le notifica al poder del todo vale que también existe y que construye su propia agenda local-global de lucha por dignidad, tejida desde adentro de cada contexto y territorio con visiones de otro poder y otra política que no acepta el todo vale, reafirma la ética, reconoce otras culturas y otras voces y sabe decidir cuáles son las herramientas apropiadas de cada lucha.

La ultraderecha que hasta ahora iba silenciosa, presentándose como apolítica, ajena a los antagonismos y defensora de los valores de un pretendido humanismo de sometimiento, resignación y patriarcalismo, utilizados para desestabilizar lo que no controla, está al descubierto. Tuvo que empezar a medir en las calles su capacidad real, organizar barricadas y gritar, se le acabó su tiempo sin contratiempos. Su ascenso al estado como ocurre con Trump, podrá en el corto plazo provocar alteraciones de fondo allí donde todo parecía orden. Ya hay brotes de separatismo y polarización a la manera de alzamientos populares (organizados o espontáneos), en el vientre mismo de Estados Unidos, desde su propio adentro el malestar con la ultraderecha, en pocas horas activó luchas políticas aplazadas, que podrían propiciar el derrumbe y descontrol del mismo sistema, que ha sabido mantener a su población al margen de sus propias crisis y discriminaciones gracias a su política exterior de terror con la que desestabiliza y descontrola en otros territorios. La ultraderecha arma sus propios Frankenstein, que mirados de cerca, pueden servir tanto para imponer su poder sembrando miedos, odios y terror, como para atacar a sus mismos creadores y destruirles su imperio.

Epilogo. Trump sería la expresión más cercana de ese Frankenstein que superó el área de juego del partido republicano y en su recorrido derrotó a las elites demócratas y también a sectores de las elites republicanas, y además sedujo a una parte significativa de sus propias víctimas del capital salvaje y de su retorica de humillación y obtuvo sus votos. Del poder él solo sabe que quiere ser más poderoso y adorable y se valdrá del todo vale. Uribe como él logró asociar política, religión y fundamentalismo patriarcal e integró votos de empobrecidos y victimas de su régimen de terror y odio para decirle No a la Paz, usando el todo vale.

Siguiendo la secuencia en una escala menor, fue elegido gobernador del departamento de la Guajira el candidato mayormente señalado de corrupción y robo de dineros públicos y buena parte de los votos que obtuvo vinieron -por compra, manipulación y engaño- de las mismas familias indígenas Wayuu víctimas de la humillación que los obliga a diario a enterrar a sus hijos sistemáticamente asesinados por el hambre provocada por los cínicos responsables del todo vale, que se robaron el agua y el pan pero ofrecieron redención.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Escritor-periodista, economista e investigador social colombiano

La élite promueve la guerra mientras la opinión pública estadounidense se opone al militarismo

LA HAINE 21 de noviembre del 2016 ESPAÑA

James Petras*

El complot entre los dos partidos pro-guerra limita la posibilidad de elegir y causa la abstención o el voto por "el mal menor"

Introducción

Al atacar al electorado de EEUU como cómplices y facilitadores de las guerras o, en el mejor de los casos, desestimarlos como gente ignorante que sigue el rebaño encabezado por las élites políticas, se está parcializando la realidad. Las encuestas de opinión pública, incluso las que tienen un fuerte sesgo de centro-derecha, describen una ciudadanía opuesta al militarismo y a las guerras, pasadas y presentes.

Tanto la derecha como la izquierda no comprendieron la contradicción que define la vida política de EEUU: Principalmente la profunda brecha entre el público y la élite de Washington en cuestiones de guerra y paz dentro del proceso electoral que avanza constantemente hacia un mayor militarismo.

Este es un análisis de recientes encuestas de opinión sobre el resultado de las últimas elecciones. El ensayo concluye con un comentario sobre las contradicciones más enraizadas y propone diversas maneras posibles de resolución de estas contradicciones.

Método

Una de las principales encuestas de opinión pública, patrocinada por el Instituto Charles Koch y el Centro por el Interés Nacional y realizada por Survey Sampling International, entrevistó a una muestra de mil personas.

Los resultados: Guerra o Paz

Más de la mitad del público estadounidense se opone a un incremento del rol militar de EEUU en el exterior, mientras que solo el 25% apoya la expansión militar.

El público ha expresado su desilusión con la política exterior de Obama, especialmente sus nuevos compromisos militares en el Oriente Medio, los que han sido fuertemente promovidos por Israel y los representantes sionistas en EEUU.

El público estadounidense muestra una sólida memoria histórica con respecto a las debacles militares promovidas por los presidentes Bush y Obama. Más de la mitad de la población (51%) cree que EEUU es menos seguro en los últimos 15 años (2001-2015), mientras que un octavo (13%) se siente más seguro. En el presente periodo, más de la mitad del público se opone al despliegue de tropas en Siria y Yemen, y solo un 10% apoya continuar respaldando al Reino de Arabia Saudita.

Con respecto a las guerras específicas de EEUU, más de la mitad cree que la invasión de Irak ordenada por Bush disminuyó la seguridad en EEUU, mientras que solo un 25% cree que esta ni aumentó ni disminuyó. Hubo respuestas similares con respecto a Afganistán: 42% cree que la Guerra de Afganistán aumentó la inseguridad y alrededor de un tercio (34%) cree que no afectó la seguridad interna de EEUU.

En términos de perspectivas para el futuro, tres cuartos (75%) del público estadounidense quiere que el próximo presidente se enfoque menos en operaciones militares en el extranjero o se sienten inseguros ante el tema. Solo el 37% apoya un incremento de gastos militares.

Los medios masivos y los poderosos financistas de la excandidata Demócrata a la presidencia están enfocados en demonizar a Rusia y China como "las mayores amenazas de nuestro tiempo". En contraste, casi dos tercios (63,4%) de los estadounidenses cree que la mayor amenaza proviene del terrorismo extranjero y local. Solo un 18% considera a Rusia y China como las mayores amenazas de seguridad.

Con respecto al Pentágono, 56% quiere reducir o congelar el actual gasto militar, mientras que solo un 37% quiere aumentarlo.

Guerra y Paz: La élite política

Contrario a lo que cree la mayoría del público, los últimos cuatro presidentes de EEUU, desde los 90 han incrementado el presupuesto militar, enviando cientos de miles de soldados a librar guerras en tres países del Oriente Medio, mientras promovían guerras civiles sangrientas en tres países del Norte de África y dos países europeos.

A pesar de que las mayorías creen que las invasiones de Afganistán e Irak han aumentado las amenazas de seguridad nacional, Obama mantuvo tropas en tierra, mar y aire, al igual que operaciones con drones en esos países. A pesar de que solo un 10% aprueba sus políticas militares, el régimen de Obama ha enviado armas, asesores y Fuerzas Especiales para apoyar la invasión del diminuto Yemen por parte de las fuerzas sauditas dictatoriales.

Obama y la excandidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton han impulsado una política de cerco en contra de Rusia y han demonizado al presidente Putin rotulándolo como la mayor amenaza para EEUU, en contraste con lo que piensa la opinión mayoritaria en el país, que considera la amenaza de terrorismo islámico como cinco veces más grave.

Mientras que la élite política y los candidatos presidenciales prometen expandir la cantidad de tropas en el exterior y aumentar el gasto militar, más de tres cuartos del público estadounidense se opone o no está seguro sobre la expansión del militarismo de EEUU.

Mientras que Clinton hizo campaña por el despliegue de naves de la Fuerza Aérea y misiles de EEUU para patrullar "la zona de exclusión aérea" en Siria, incluso derribando aviones de Siria y de Rusia, la mayoría (51%) del público estadounidense se opuso a ello.

Con respecto a las leyes, cuatro quintos (80%) del público cree que el Presidente debe contar con el apoyo del Congreso para incrementar la presencia militar en el extranjero. Sin embargo, los presidentes de ambos partidos, Bush y Obama iniciaron guerras sin la aprobación del Congreso, creando un precedente que el nuevo presidente probablemente aprovechará.

Análisis y perspectivas

En todos los temas principales de política exterior relacionados con guerras en el extranjero, la élite política es mucho más beligerante que el público de EEUU La élite es extremadamente más propensa a iniciar guerras que con el tiempo constituirán amenazas a la seguridad interna, y a no respetar las previsiones constitucionales sobre declaraciones de guerra. La élite está comprometida a incrementar el gasto militar, incluso al riesgo de desfinanciar programas sociales esenciales.

La élite política es más propensa a intervenir en guerras en el Oriente Medio, sin apoyo interno y a pesar de la oposición a la guerra expresada por las mayorías populares. Sin ninguna duda, los ejecutivos del complejo militar-industrial oligárquico, del poder pro-Israel y de los medios corporativos masivos tienen mucha más influencia que el público prodemocrático.

El futuro presagia una continuación del militarismo de la élite política, un incremento de las amenazas a la seguridad interna y menos representación de la voluntad popular.

Algunas hipótesis sobre la contradicción entre opinión popular y resultados electorales

Hay claramente una brecha sustancial entre la mayoría de estadounidenses y la élite política con respecto al rol militar en guerras en el extranjero, el debilitamiento de las prerrogativas constitucionales, la demonización de Rusia, el despliegue de fuerzas armadas estadounidenses en Siria y un incremento en la intervención en las guerras del Oriente Medio para beneficiar a Israel.

Sin embargo es también un hecho que el electorado estadounidense continúa votando por los dos partidos políticos principales que continuamente han apoyado guerras, formado alianzas con estados beligerantes del Oriente Medio, especialmente Arabia Saudita e Israel, y agresivamente sancionando a Rusia como la mayor amenaza para la seguridad de Estados Unidos.

Algunas hipótesis sobre esta contradicción que merecen ser analizadas:

1. Cerca del 50% de los votantes se abstienen de votar en las elecciones presidenciales y legislativas. Entre ellos se incluyen muchos del sector mayoritario que se opone a la expansión militar en el extranjero. De hecho, el partido de la guerra "ganador" proclama su victoria con menos del 25% de los votos, y lo considera como un mandato para librar más guerras.

2. El hecho que los medios de comunicación masivos apoyan fervorosamente a uno de los dos partidos de la guerra influye probablemente sobre la parte del electorado que participa en las elecciones. Sin embargo, los críticos han exagerado la influencia de los medios masivos y son incapaces de explicar por qué la mayoría del público estadounidense está en desacuerdo con la guerra y se opone a la propaganda militarista.

3. Muchos estadounidenses, si bien se oponen al militarismo, votan por el "mal menor" entre los dos partidos proguerra. Quizás creen que hay diferentes niveles de posturas proguerra, y eligen la menos estridente.

4. Los estadounidenses, que se oponen al militarismo de manera coherente, pueden decidir dar su voto a políticos militaristas por otras razones, independientes de las guerras en el extranjero. Por ejemplo, pueden votar por un político militarista que les garantice el financiamiento de programas locales de infraestructura o subsidios para proteger actividades agroganaderas o que prometa creación de puestos de trabajo, reducción de la deuda pública o se oponga a candidatos corruptos.

5. Los estadounidenses, que se oponen al militarismo de manera coherente, pueden ser engañados por las declaraciones de un candidato presidencial demagogo de uno de los dos partidos proguerra, cuyas promesas de paz serán -una vez elegido- reemplazadas por un incremento de las guerras.

6. De igual manera, el énfasis en las "políticas de identidad" pueden resultar engañosas para los votantes antiguerra, impulsándolos a votar por un militarista comprobado que levante estandartes de raza, etnicidad, género, preferencias sexuales o lealtades a estados extranjeros.

7. Los partidos proguerra trabajan juntos para impedir que los partidos antiguerra puedan acceder a los medios masivos, evitando especialmente su participación en debates electorales nacionales vistos por decenas de millones de votantes. Los partidos por la guerra complotan para establecer restricciones severas contra la participación de los partidos antimilitaristas en las elecciones nacionales, excluyendo del voto a ciudadanos con un récord policial por actividades no violentas o impidiendo que voten personas que ya han cumplido su sentencia.

Excluyen a los ciudadanos pobres que no tienen un documento de identificación con foto, limitan acceso al transporte hacia los sitios de votación, restringen la cantidad de sitios de votación en barrios pobres o de minorías y niegan permiso para votar a los trabajadores. A diferencia de otros países, las elecciones de EEUU tienen lugar un día laboral y muchos trabajadores no pueden concurrir a votar.

En otras palabras, el proceso electoral está amañado, conlleva un "voto forzado" y abstención: el complot entre los dos partidos proguerra limita la posibilidad de elegir y causa la abstención o el voto por "el mal menor" entre los dos partidos proguerra.

Las contradicciones entre los deseos de las mayorías antimilitaristas y los votos por la élite proguerra solo se podrían resolver si hubiera elecciones abiertas y democráticas, si los partidos antimilitaristas tuvieran igualdad de derechos para registrarse, participar y debatir en los medios masivos y si el financiamiento de las campañas fuera equitativo.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Sociólogo y politólogo estadounidense, especialista en América Latina.