Portal:Panorama Mundial/RESUMEN SEMANAL/2021-08-16

LA REVISTA DEL LUNES

No.190 /La Habana, lunes 16 de agosto del 2021 / Año 63 de la Revolución / RNPS 2442

Cuba y las prioridades

Fernando Buen Abad Domínguez*


Nos urge una «guerrilla semiótica» de acción directa, por todos los medios, para producir los anticuerpos culturales indispensables que exterminen, en plazos cortos, las influencias tóxicas de los medios y los modos burgueses para manipular conciencias.


Hay muchos «sesudos» análisis sobre Cuba. Algunos detallan, «doctamente», las diversas «protestas», pero minimizan el bloqueo reduciéndolo a un factor más. Eso es inaceptable porque el bloqueo a Cuba infecta a las vidas hasta lo más íntimo.


Si algún revisionismo tiene ganas de auscultar las prioridades de Cuba, debe hacer una parada obligada en las razones históricas de su Revolución. Omitirlo es sospechoso. Siguen ahí, en pie, el antimperialismo y la construcción del socialismo; ahí están el vocerío anticapitalista y la dignificación de la vida; están la lucha por la igualdad y el desprecio a toda exclusión. Está la autocrítica y está el deber marxista por la superación de todas las taras burguesas y, también, están las asignaturas pendientes que ha sido durísimo superar en virtud del bloqueo que atraviesa todas las escalas de la vida…


Es insensato asumir solidaridades dogmáticas o acríticas. De nada sirven, a nadie sirven. Pero es necesario exigir bases para desembarcar opiniones, especialmente cuando abunda el palabrerío de «tirios y troyanos» que, incapaces de organizar ni una piñata, pontifican recomendaciones y sentencias como gurúes politólogos. Algunos de ellos, activistas del oportunismo, se trepan al repertorio de los «malestares» y se hacen voceros autoproclamados de un debate interno que no se resuelve con proclamas de manual. Suelen ser ególatras que se creen dueños del revolucionómetro o del marxistómetro. Y en sus territorios no levantan ni un termómetro.


Han contribuido a enredar el ya enredado galimatías de las emboscadas ideológicas que poco ayudan al internacionalismo revolucionario y nada ayudan a frenar al imperio. Algunos casos son notablemente sospechosos por su retórica ultraizquierdista, propia del infantilismo añejo que invariablemente ha sido usado por las burguesías. Sin contar el daño táctico y estratégico producto de prohijar confusiones a granel.


Solo se avanza, en la Revolución, profundizándola. Completando las tareas que los pueblos ordenan, con su programa de lucha y con el ascenso de la conciencia hacia la práctica del desarrollo soberano, en los tiempos de la praxis dialéctica que avanza entre «lo deseable, lo posible y lo realizable». No a punta de recetarios, sino a fuerza de inmiscuirse con las contradicciones desde sus núcleos más profundos. Y eso no se arregla con espasmos de lucidez o erudición enciclopédica.


En las ofensivas desatadas contra la Revolución cubana, a la hora de su triunfo y hasta los episodios recientes, un común denominador es el bloqueo y, con él, la secuencia de privaciones, retaceos, calumnias y ataques que, desde las trapisondas económicas, las aventuras militares y hasta el martilleo mediático, han dejado caer contra el pueblo de Cuba el peso inmenso del poder imperial a una Isla pequeña. La barbarie militar, financiera y mediática descargando su ferocidad y odio contra un pueblo heroico que se ha defendido, con dignidad y sacrificios, forjándose en la disciplina intelectual férrea y en solidaridad sincera (aunque a veces espasmódica) de muchos hermanos en el mundo.


Nuestro punto de unidad, entre otros, es la lucha contra el capitalismo y se escuchan pocas denuncias y repudio de los sabiondos. Es el capitalismo y sus horrores, empeñado en destruir a la Revolución desde afuera y desde adentro. Es el capitalismo con su monstruosidad consustancial endiablada contra un pueblo al que no ha podido derrotar ni por la vía del engaño ni por la vía del hambre. Es el capitalismo y toda su basura ideológica esparcida como pandemia de antivalores pudriéndolo todo con sus razones de usura, egolatría, dispendio, hurto y corrupción «genéticas». Es el capitalismo que no se contenta con robar territorios y riquezas naturales; que no se contenta con esclavizar a los pueblos y que, además, pretende que se lo aplaudamos, se lo agradezcamos, que pensemos que siempre ha tenido la razón por humillarnos y que debemos heredar a nuestra prole su típica moral opresora… como si fuese la mejor herencia. Es el capitalismo con su putrefacción bélica, clerical, financiera y mediática.


Antes de hablar sobre Cuba, exijámonos todos que se asuma posición firme contra el capitalismo y contra el bloqueo, y que cualquier intento de minimizarlo merezca repudio y sea combatido. Y después hablemos, explicitada la plataforma de militancia desde donde se habla, asumamos un lugar al lado del pueblo cubano (no encima no adelante), hombro con hombro. No asumirse como «fiel de la balanza» o juez demagogo «candil de la calle y oscuridad de la casa». No es mucho pedir.


Hacen falta fuerzas generadoras de sentido anticapitalista y antimperialista. Fuerzas de combate contra la ideología de la clase dominante. Nos urge una «guerrilla semiótica» de acción directa, por todos los medios, para producir los anticuerpos culturales indispensables que exterminen, en plazos cortos, las influencias tóxicas de los medios y los modos burgueses para manipular conciencias. Teoría correcta para la acción correcta, sin pontífices de la ambigüedad progre.


  • Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride, Universidad Nacional de Lanús.


Tomado de REBELIÓN/4 de agosto del 2021

EEUU: ¿Liderazgo mundial o dictadura global?

Miguel José Maury Guerrero*


Sobre el inacabable arsenal norteamericano para interferir en los asuntos internos de otras naciones


En el argot de las calles de algunas ciudades cubanas, especialmente en las de su capital, La Habana, corre una curiosa alocución: “chacalismo”, usada para calificar el abuso, la trepa astuta y violenta, el ensañamiento, la actitud ventajista ante el más débil.


El vocablo es acaso derivado del apelativo “chacal” el cual designa a un depredador carnívoro y carroñero, muy escurridizo y agresivo, oriundo de varias regiones de África y Asia.


Resulta notorio que el comportamiento internacional que, desde hace mucho, mantienen los sucesivos gobiernos de Estados Unidos, se ajusta perfectamente a ese apelativo.


Lo acontecido el pasado 11 de julio en Cuba constituye una muestra más del accionar depredador e injerencista de los gobernantes estadounidenses hacia el resto del mundo y muy especialmente hacia sus vecinos latinoamericanos. A partir del mediodía de ese domingo, una cadena de manifestaciones se suscitaron casi simultáneamente en varias localidades cubanas.


Curiosamente todas las marchas derivaron rápidamente en la violencia más desenfrenada con saldo de saqueos de establecimientos comerciales, daños de vehículos policiales y particulares, cierre de vías, lanzamientos de piedras y agresiones físicas contra policías y simples pobladores que hicieron visible su rechazo a tales actos.


El comportamiento desenfrenado hacia la violencia de estos grupos no hace más que recordar las jornadas similares acontecidas en Venezuela de abril a julio de 2017, que constituyeron una reedición de los hechos acontecidos antes en el propio país sudamericano pues vale recordar que, entre diciembre de 2001 y abril de 2002 habían tenido lugar “guarimbas” similares que culminaron con el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez.


Idénticos hechos de violencia acaecieron en Nicaragua en 2018 durante las protestas contra el presidente Daniel Ortega.


En el caso de Cuba, para esta ocasión todos los elementos promotores de la desestabilización a escala global como los llamados tanques pensantes y entidades federales de Estados Unidos como la Agencia para la Ayuda al desarrollo, (USAID por sus siglas en inglés) y la de Promoción de la Democracia o NED, y por supuesto, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) lograron catalizar elementos que venían conformándose desde tiempo antes y además, crear nuevas condiciones para el estallido.


A las carencias que en la vida diaria de la población acarrea el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra la Isla desde hace seis décadas, se unieron las 243 medidas impuestas contra la Isla por Donald Trump durante su mandato, un supremo y weylerinano esfuerzo de asfixiar al país.


Al agobiante calor de los meses estivales sobrevinieron cortes de electricidad y consiguientes escases en el abasto de agua, por averías en las termoeléctricas, que hicieron más agobiante la vida del cubano en muchos lugares.


Por si fuera poco, comenzó la pandemia que, a partir de marzo de 2019, introdujo molestias de todo tipo y nuevas carencias a la población de la Mayor de Las Antillas.


La enfermedad trajo consigo restricciones de movimiento, cierre de locales de esparcimiento como cines, teatros, discotecas, playas y centros turísticos, lo que trajo consigo lógico malestar en masas de jóvenes que se vieron sin oportunidades de esparcimiento durante el crudo verano cubano.


Los habilidosos y siempre bien pagados efectivos de la CIA y sus instrumentos tanto en el Sur de La Florida como en las ciudades cubanas, aprovecharon para fomentar los tumultos a cambio de hacer llegar a manos de no pocos habitantes del estado antillano, partes del dinero que anualmente el Congreso norteamericano dedica a la subversión en la Isla bajo el eufemismo de “fomentar la democracia en Cuba”. Se trata de una receta que ya va siendo demasiado repetitiva.


Todos estos ingredientes crearon la tormenta perfecta para el estallido del 11 de julio en ciudades cubanas.


Lo cierto es que Washington se toma la libertad de instrumentar una política de chantaje global a través de la cual pretenden decidir qué naciones clasifican como buenas o malas acorde a los intereses y apetencias norteamericanos, qué modelo político social deben asumir y hasta qué forma de gobierno deben tener.


A partir de estos presupuestos, el accionar de Washington se encamina a lograr sus objetivos en cualquier nación del orbe y en aras de ello emprenden acciones que abarcan una amplia gama.


Parecen estar quedando atrás, al menos como receta fundamental, los tiempos de los desembarcos de marines y los bombardeos indiscriminados de ciudades. Aunque cuidado, que aún están muy recientes las invasiones de Irak y Afganistán.


Los sucesivos gobernantes que pasan por la Casa Blanca, acuden a novedosas estrategias acordes a los actuales tiempos en que las nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones se abren paso.


Estas comprenden los intentos desestabilizadores de gobiernos, como los practicados desde hace mucho en diversas latitudes, y los ya mencionados y más recientes en Venezuela, Nicaragua, Bolivia -durante el golpe de Estado contra el presidente legítimo de esa nación Evo Morales- y Cuba.


Todos estos acontecimientos responden a la hechura del consabido Manual de las Fuerzas Armadas Estadounidenses que preconiza los llamados “golpes suaves o blandos”.


Se trata de un documento inspirado en el libro “De la dictadura a la democracia”, del ideólogo estadounidense Gene Sharp quien, a través de 198 medidas, preconiza una macabra receta sobre la forma de eliminar gobiernos molestos para Washington en forma supuestamente pacífica, aunque las evidencias acumuladas demuestran que nunca tales recomendaciones desembocan en acciones precisamente carentes de violencia.


El inacabable arsenal norteamericano para interferir en los asuntos internos de otras naciones abarca además proyectos tan agresivos como el linchamiento de dirigentes, funcionarios o jefes militares, al estilo del ejecutado contra el general iraní Qassem Soleimani en enero de 2020 o del científico nuclear más importante de esa nación Mohsen Fakhrizadeh, a finales de noviembre de ese mismo año.


El poderoso país del norte practica asimismo una amplia política de aplicación de sanciones de todo tipo, que ha devenido piedra angular de su política internacional en todo el orbe. Estas pueden ser decretadas por Washington contra naciones, instituciones y hasta personas naturales de cualquier país.


Tan prepotente e impune actuación se lo permite su colosal poderío económico, el cual se irradia de muchas maneras, hacia todos los confines del globo terráqueo.


Su moneda, el dólar, y su aplastante poderío comercial, le facilitan relaciones mediante las cuales, las principales instituciones bancarias internacionales y organizaciones financieras, las grandes corporaciones, fábricas y empresas que manejan las producciones de todo tipo en las naciones latinoamericanas, europeas, asiáticas y africanas, tienen lazos de diferente forma y grado de dependencia hacia sus similares norteamericanos y por tanto, no escapan de su influencia.


A pesar de que algunos analistas internacionales le ven al dólar estadounidense en momentos recientes, señales de decadencia, actualmente su hegemonía resulta impresionante.


Tal preponderancia constituye un fenómeno geopolítico iniciado en el siglo XX, en el cual el mismo ha devenido moneda fiduciaria y se convierte en la principal de reserva y referencia a nivel internacional.


En 2016 este efectivo se utilizaba en un 87,6% de las transacciones a nivel mundial, y hoy representa alrededor del 60% de las reservas globales.


Los embates de la recesión de 2009, surgida del colapso del mercado inmobiliario de Estados Unidos debido a la crisis financiera de 2007-2008 y la crisis de las hipotecas de alto riesgo, sacudieron fuertemente la economía norteamericana. Pese a ello, ese estado continúa figurando como el país más rico, poderoso e influyente de la Tierra.


En julio de 2019 se estimaba en 20.5 billones su Producto Interno Bruto (PIB) nominal (equivalente a 20.5 trillones en el sistema de medición anglosajón). Esta cifra representa aproximadamente 1/4 del PIB nominal mundial.


En virtud del poder de influencia que le otorgan tales indicadores, Estados Unidos instrumenta un deshonesto quehacer y es así que en los momentos actuales, esa nación mantiene bajo sanciones de diferentes tipos a 20 naciones de todos los continentes del mundo.


Venezuela y Cuba en América Latina; Birmania en el sudeste asiático, Corea del Norte en Asia; Irak, Irán, Libia, Líbano y Siria en el Medio Oriente; Yugoeslavia, Bielorrusia, Ucrania y Rusia en Europa; Zimbabwe, Sudán, Somalia, Costa de Marfil, Yemen, Sudán del Sur y República Democrática del Congo en África, son blancos actuales de las sanciones estadounidenses.


Según cálculos conservadores, ello significa que la población de todos esos estados en su conjunto, ascendente a unos 23 mil 741 millones 671 personas, sufren las consecuencias de criminales medidas unilaterales dictadas desde Washington.


Las penalidades presentan un amplísimo abanico de pasos punitivos como el bloqueo económico, comercial y financiero, su política más extendida.


Ésta la mantiene sobre Cuba desde hace más de seis décadas, y con diferentes niveles de ensañamiento, la ha decretado sobre otras naciones como Irán, Corea del Norte, Libia en tiempos de Muamar El Khadafi, Irak en época del gobierno de Saddam Hussein, Venezuela y Nicaragua, entre otras muchas.


La Casa Blanca implementa asimismo, la prohibición de las importaciones procedentes de países sancionados y el congelamiento de los activos gubernamentales en EEUU.


Las sanciones contra el sector financiero, energético y de defensa de varios estados es otra de sus políticas restrictivas unilaterales, como también lo es un grupo de medidas contra personas en específico de diferentes naciones.


Algunas de estas son la congelación de activos y prohibición de visados para funcionarios, la denegación de la entrada a EEUU y el congelamiento de los bienes que funcionarios de gobierno puedan tener bajo jurisdicción estadounidense, así como también la prohibición de visado para personas de alto nivel.


A la hora de aplicar sanciones, los gobiernos norteamericanos han manejado un buen arsenal de espurias excusas. Entre las más recientes se encuentran la supuesta violación de los derechos humanos y el terrorismo.


Esta última la han utilizado incluso contra naciones sobre las cuales ha sido fehacientemente comprobado que Estados Unidos ha ejercido el terrorismo de estado o al menos ha mirado hacia otra parte cuando grupos opositores a determinados gobiernos han concebido y financiado acciones criminales contra estos desde territorio estadounidense.


Tal ha sido el caso de Cuba, sobre la cual, en seis décadas, se han ejecutado decenas de actos terroristas que costaron la vida a más de tres mil cubanos y discapacidades a más de dos mil.


La lista de agresiones contra la mayor de las Antillas es larga, y abarca, desde acciones militares, hasta económicas, biológicas, diplomáticas, psicológicas, mediáticas, de espionaje, así como la ejecución de sabotajes e intentos de asesinato de líderes.


Como si fuera poco, el gobierno norteamericano ha incluido reiteradamente a La Habana en su lista unilateral de naciones que patrocinan al terrorismo, paso que carece de toda base y lógica.


A través de documentos desclasificados y declaraciones de testigos participantes en operaciones encubiertas y otros empeños criminales, ha salido a la luz pública que el Gobierno norteamericano ha alentado, financiado y protegido a regímenes dictatoriales en América Latina y el Caribe, Medio Oriente, África y Asia, sin contar las decenas de invasiones y golpes de Estado, telón perfecto para el sometimiento y la subordinación.


El rosario de desmanes que Estados Unidos acumula en su quehacer internacional es amplio y acaso el peor de todos es su desfachatado desconocimiento a los organismo internacionales como la ONU.


Un ejemplo a la vista de esto ha sido la prepotente actitud mantenida por Washington ante las sucesivas resoluciones adoptadas mayoritariamente en la Asamblea General de la ONU contra el bloqueo a Cuba.


En octubre último ese órgano de la ONU aprobó por 184 votos la resolución que pide el fin del cerco contra la mayor isla del Caribe, un hecho que se suma a las 28 adoptadas anualmente desde 1992, cuando el órgano de debate empezó a votar sobre la cuestión. En todos los casos, como escandalosa muestra de prepotencia, la Casa Blanca ha desoído el reclamo.


Hechos como este permiten asegurar que muy lejos del liderazgo internacional que sus gobernantes, voceros y medios de prensa proclaman como un deber y hasta un derecho para Estados Unidos, esa nación ha devenido realmente una dictadura mundial.


  • Periodista cubano de la Televisión.


Tomado de REBELIÓN/30 de julio de 2021

La paz no es negocio

Atilio A. Borón*


Hace unos días Joe Biden anunció que las tropas estacionadas en Afganistán volverán a Estados Unidos el 31 de agosto de 2021. Esta fecha marcará el vergonzoso fracaso de la "Operación Centinela de la Libertad", así como también el de la "Misión de Resuelto Apoyo” de la OTAN. En efecto, tras los atentados del 11-S Estados Unidos y sus aliados europeos invadieron Afganistán y dieron inicio a la aventura militar más larga de la historia estadounidense.


Una comprensión adecuada de esta noticia requiere no perder de vista las muchas guerras que se desencadenaron después de los trágicos eventos del 2001. Cierto, la de Afganistán fue la más larga, pero no la única. Aunque los escenarios más importantes de estas operaciones se situaban en aquel país e Irak, las tropas de Estados Unidos y sus aliados se involucraron en significativas acciones militares en Pakistán, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Filipinas.


A pesar de la negligencia con la que la prensa hegemónica cubrió estos acontecimientos, las investigaciones posteriores demostraron que al menos 801 000 personas murieron como consecuencia de esas guerras y un impresionante número de 37 millones más fueron desplazadas de sus hogares, condenadas a una vida nómada y miserable, en muchos casos para siempre.


¿Y qué decir de los astronómicos costos económicos de estos conflictos? Hasta el año 2020, el gobierno federal llevaba gastado 6,4 billones de dólares (o sea, 6,4 millones de millones de dólares). Esta cifra incluye las partidas aprobadas por el Congreso y el pago de los intereses sobre los préstamos contraídos para financiar las guerras, que para beneplácito de Wall Street se libraron apelando préstamos del sector privado, lo que elevó por las nubes el déficit del gobierno federal y la deuda nacional.


Se estima que en 2029 ésta orille los 89 billones de dólares, lo que “situaría la relación deuda/PIB del país en el 277%, superando la actual relación deuda/PIB de Japón, del 272%". Sucesivos gobiernos de Estados Unidos se lanzaron alegremente a guerrear sin reunir los recursos genuinos para financiarlas.


Por contraposición, Harry Truman impulsó una suba transitoria de hasta un 92% en las tasas impositivas de los sectores de mayores ingresos para financiar la guerra de Corea y Lyndon Johnson hizo lo propio para sufragar los costos de la guerra de Vietnam, subiéndolas hasta en un 77%. George W. Bush, en cambio, redujo la presión tributaria sobre los ricos en lugar de subirla y sus sucesores nada hicieron para poner fin a tamaña insensatez.


Estos guarismos demuestran las formidables ganancias que estas operaciones han producido para el complejo militar-industrial y, también, para los buitres financieros de Wall Street. Aquellas ofrecen fabulosas oportunidades de negocios con prescindencia de sus costes humanos o el hecho de que Washington solo cosechara victorias parciales y efímeras, como en Irak; o traumáticas derrotas como en Vietnam y Afganistán.


Muchos expertos aseguran que Estados Unidos ya no puede ganar guerras, y sin embargo sigue librándolas. La razón es fácil de entender: aquéllas alimentan exponencialmente las ganancias de la fracción financiera del capitalismo norteamericano y, en menor medida, las del tradicional complejo militar-industrial, o sea el “estado duro” del imperialismo estadounidense.


Lo antedicho coincide con la dolida observación que hiciera Jimmy Carter cuando se preguntó por qué China nos lleva la delantera. "Normalicé las relaciones diplomáticas en 1979", dijo. "Desde 1979, ¿saben cuántas veces ha estado China en guerra con alguien? Ninguna. Y nosotros, en cambio, hemos seguido librando guerras desde entonces". Carter concluyó que Estados Unidos es "la nación más belicosa de la historia del mundo" debido al deseo de imponer los valores e intereses estadounidenses a otros países, y sugirió que China está invirtiendo sus recursos en proyectos como ferrocarriles de alta velocidad e infraestructuras básicas en lugar de malgastarlos en defensa.


Claro que China no tiene un "complejo militar-industrial-financiero" que desesperadamente necesita de las guerras para obtener enormes dividendos y para pagar los extravagantes honorarios, bonos y las remuneraciones varias que embolsan los CEOs de sus gigantescas transnacionales. Esta es la razón por la que, desgraciadamente, la paz ha sido un objetivo tan elusivo y las guerras, en cambio, proliferan casi descontroladamente. Nada autoriza a pensar que esto pueda cambiar en los próximos años.


  • Politólogo y sociólogo argentino. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación.


Tomado de PÁGINA 12/1 de agosto del 2021


Un fantasma recorre América

Juan J. Paz-y-Miño Cepeda*


El nuevo presidente del Perú, José Pedro Castillo, quien asumió sus funciones el pasado 28 de julio (2021), es el último gobernante latinoamericano acusado de “comunista” y, desde el primer día, la gran prensa del país, en manos de un puñado de grupos económicos, se ha lanzado contra él.


Un titular del diario La Razón, con letras agigantadas dice: “Empieza festín comunista”. Desde luego, no ha sido el único. En América Latina contemporánea se ha tildado de “comunistas” a Evo Morales, Néstor Kirchner o Lula da Silva; imposible que falten en la lista Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel. En Ecuador, durante la época democrática iniciada en 1979, las derechas han acusado de “comunistas” a los presidentes Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado, Rodrigo Borja y Rafael Correa.


En el “Manifiesto del Partido Comunista”, escrito por K. Marx y F. Engels y publicado en 1848, la primera frase que aparece es “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del Comunismo”. Pero en América Latina de aquellos tiempos las confrontaciones políticas esenciales eran entre liberales y conservadores, centralistas y federalistas, caudillos nacionales y regionales, militares y civiles, sectores populares y oligarquías regionales.


Si bien en Argentina se fundó el Partido Socialista más antiguo (1896), los partidos Comunistas latinoamericanos surgen en el siglo XX, alentados por el triunfo de la Revolución Rusa (1917), primera en instaurar la “dictadura del proletariado” y prácticamente todos se subordinaron a la III Internacional Comunista o Komintern (1919) fundada por V.I. Lenin. Si en Europa el “fantasma comunista” ya había avanzado provocando el susto universal, en América Latina el ataque de “comunista” empezó a usarse contra quienes denunciaban las condiciones humanas creadas por las dominaciones oligárquico-burguesas. Hubo quienes vieron en la Revolución Mexicana al “comunismo” y atacaban así a su Constitución de 1917, pionera en inaugurar los derechos sociales y laborales. Los gobernantes del “populismo” clásico (Lázaro Cárdenas, Juan Domingo Perón y Getulio Vargas) también eran “comunistas”, término con el que igualmente se atacaron a los códigos laborales. Se trató de ataques históricamente aislados, al compás de las luchas políticas y sobre la base del desconocimiento o tergiversación de lo que ocurría en la Unión Soviética (URSS) o de las obras de Marx, Engels y Lenin. Paradójicamente, entre la intelectualidad y los artistas, tanto como entre los profesores y profesionales latinoamericanos, era muy prestigioso identificarse con la izquierda y con el “socialismo”.


El panorama cambió con la Guerra Fría, una vez concluida la II Guerra Mundial (1939-1945). A fin de preservar la seguridad continental, los EEUU encabezaron la contención del “comunismo” en América Latina. Los principales instrumentos para esa estrategia fueron la OEA (1948), en el campo diplomático, y el TIAR (1947), en el campo militar, pues gracias a éste, las fuerzas armadas latinoamericanas empezaron a contar con “asesoría técnica” que encubrió la penetración ideológica para el anticomunismo.


Con el triunfo de la Revolución cubana (1959) el anticomunismo “macartista” se convirtió en política total y radical de los EEUU en el continente, sin admitir una sola disidencia gubernamental, por lo cual, desde la década de 1960, cada país latinoamericano tiene suficientes experiencias históricas para referir sobre golpes de Estado, intervenciones, acciones encubiertas y gobiernos que priorizaron la guerra contra el “comunismo”. En Ecuador, una Junta Militar (1963-1966) nacida de las acciones directas de la CIA, decretó fuera de la ley al comunismo, acogió el programa Alianza para el Progreso e inauguró la vía desarrollista que incluyó la reforma agraria (1964) que puso fin al sistema hacienda. Los grupos de poder económico acusaban a esa Junta de “comunista”.


Los brutales alcances del irracional anticomunismo fueron experimentados en América Latina. A Cuba se le impuso un bloqueo que continúa hasta el presente a pesar de la condena mundial; en Nicaragua el triunfo sandinista (1979) fue considerado como un peligro para Centroamérica y se lanzó la guerra interna para derrocarlo; en Chile el “comunismo” de Salvador Allende (1970-1973) fue liquidado por la dictadura de Augusto Pinochet, una de las más sanguinarias y terroristas en la historia de la región, cuyos métodos siguieron dictaduras similares en Argentina, Bolivia, Uruguay y Brasil, amenazando con el “Plan Cóndor” en todos los países, con desapariciones de personas, torturas, asesinatos y todo tipo de violaciones a los derechos humanos. Otra paradoja histórica: mientras eso ocurría en aquellos países, en Perú, con el general Juan Velasco Alvarado (1968-1975) y en Ecuador, con el general Guillermo Rodríguez Lara (1972-1976), se tuvo, en cambio, gobiernos reformistas y desarrollistas (en Perú se definió como “socialista”), que despertaron acusaciones de ser “comunistas”, por el simple hecho de afectar algunos de los intereses de las burguesías oligárquicas.


El derrumbe del socialismo en la URSS y en los países de Europa del Este, quitó piso histórico al anti comunismo. De hecho, las izquierdas marxistas y sus partidos se vieron seriamente afectados. En las décadas de 1980 y 1990 el neoliberalismo globalizador desplegó sus triunfos, que en América Latina sirvieron para recortar derechos sociales y laborales, desatender a enormes mayorías, condenar al desempleo, el subempleo y la miseria a millones de habitantes y enriquecer a elites y clases empresariales carentes de todo sentido de responsabilidad social.


Bajo ese ambiente, lentamente surgieron en América Latina nuevas fuerzas identificadas con propuestas anticapitalistas, opuestas al neoliberalismo y al imperialismo. Este proceso explica el desarrollo de amplios sectores de izquierda, democráticos y progresistas, que pasaron a ser el sustento histórico de los gobiernos del primer ciclo progresista en la región, al comenzar el nuevo milenio. Esos gobiernos ejecutaron políticas de Estado distintas al neoliberalismo, afectaron intereses de las élites del poder económico, político y mediático, y definieron sus acciones en favor de las grandes mayorías nacionales. Desde luego, esas élites del poder no perdonaron semejante irrupción, de modo que en varios de los países que tuvieron gobiernos progresistas lograron retornar gobernantes con proyectos neoliberales.


Sin embargo, la existencia de un amplio y variado sector de las izquierdas no se ha detenido y ha logrado un segundo ciclo de gobiernos progresistas en Argentina, Bolivia, México y ahora Perú, demostrando, además, un crecimiento impresionante en Chile. Va quedando en claro que en América Latina confrontan dos proyectos de economía y sociedad, en una cada vez más visible “lucha de clases” lanzada por las élites del poder, con apoyo imperialista.


Bajo este nuevo contexto histórico renacen los ataques de “comunista” contra todas las figuras políticas o fuerzas y partidos que desean superar definitivamente el camino conservador y los modelos empresariales neoliberales en América Latina. Como siempre, los acusadores carecen de la más mínima idea sobre lo que es el comunismo y sobre las propuestas de Marx y Engels. Pero es lo que menos importa.


Simplemente, se oponen a la creación de economías sociales con alcance popular que fortalezcan las capacidades del Estado frente al mercado y garanticen un mínimo de servicios públicos universales y gratuitos (atención médica, seguridad social, educación, vivienda y trabajo con derechos), redistribuyan la riqueza, apliquen fuertes impuestos directos a las capas ricas y sujeten los intereses privados a los intereses nacionales, bajo principios de soberanía e independencia. Para las élites del poder solo esto ya es “comunismo”.


  • Doctor en Historia. Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).


Tomado de HISTORIA Y PRESENTE/2 de agosto del 2021

América Latina y el Caribe fuera del radar de los inversores externos

Julio C. Gambina*


La ilusión de quienes imaginan resolver los problemas económicos y sociales de la región latinoamericana y caribeña con inversores externos se desarma con la difusión de las estadísticas globales.


Desde la UNCTAD se destaca en su último informe sobre las inversiones que: “Los flujos de inversión extranjera directa (IED) hacia América Latina se desplomaron un 45% en 2020 a 88 mil millones de dólares”.


Por su parte, la CEPAL señala: “En América Latina y el Caribe ingresaron 105 mil 480 millones de dólares por concepto de inversión extranjera directa (IED), lo que representa unos 56 mil millones de dólares menos que en 2019. De esta forma, en 2020 se alcanzó el valor más bajo de la última década, y el descenso interanual solo es comparable al de 2009, cuando las entradas se redujeron un 37,1%”.


Los datos son concluyentes y la región no aparece en el radar de los inversores externos. No se trata solo de la brusca caída de la actividad durante el 2020, en torno al -7%, y la motivación pandémica, ya que en términos generales la caída de la inversión externa se arrastra por una década. Ello que pone en discusión la ilusión del despegue sustentado en inversores externos.


El informe de la CEPAL enuncia las tendencias a la baja de los socios tradicionales, de EEUU y Europa, al tiempo que señala el peso creciente de China. Al respecto, recomienda estrategias conjuntas de negociación con China, lo que supone un debate político del rumbo de la economía y de la sociedad.


No se trata de analizar si resulta más conveniente el arribo de inversores europeos, estadounidenses o chinos, si no cuales son los problemas que se pretende resolver. Es un debate ausente en la región, por lo que resulta complejo imaginar síntesis sobre estrategias de políticas económicas.


Incertidumbres en la región


A modo de ejemplo señalemos que Ecuador acaba de decidir con una lógica liberalizadora volver a someterse a los tribunales del CIADI, en una clara señal de subordinación a la dominación transnacional.


Perú con el nuevo gobierno decide discontinuar la política de agrupación en el Club de Lima, con sus membrecías liberalizadoras, sin que ello defina aún perspectivas de producción y circulación integrada, como puede sugerirse o inferirse en las críticas mexicanas a la OEA y la demanda por reinstalar una agenda por una integración de carácter alternativa, no subordinada.


La región latinoamericana y caribeña vive un tiempo de turbulencia y conflictividad, con movilizaciones que aún no terminan de definir el rumbo del futuro cercano, tal como sucede en Colombia o en Haití, incluso en Chile con su proceso constitucional en curso. Al mismo tiempo se disputan los consensos electores en varios países, entre este y el próximo año. Remitimos a las elecciones en Nicaragua, Venezuela, Argentina o Brasil, entre varios.


Cuba en su especificidad por sostener una perspectiva revolucionaria es asediada por un bloqueo genocida y ensaya transformaciones estructurales de su modelo económico, al tiempo que acelera búsquedas de mayor articulación productiva en la región y en el mundo.


Si bien cada uno tiene su especificidad, no resulta indiferente una orientación de subordinación a la lógica de política exterior de EEUU o a las necesidades liberalizadoras del capital transnacional. En este caso, se impone un imaginario de integración no subordinada en la dinámica de producción y circulación de bienes y servicios para atender las necesidades sociales de los sectores empobrecidos de la región, especialmente trabajadoras y trabajadores.


La propia CEPAL alude a la potencialidad de la región en la producción integral de vacunas, especialmente por la capacidad “…para desarrollar y producir sus propias vacunas contra la COVID-19, tal como lo están demostrando Argentina, Cuba, Brasil y México, países que han desarrollado vacunas propias que están en fases de ensayos clínicos.”


Resulta curiosa la mención de Cuba junto a las tres economías más desarrolladas de la región, que con sus límites aparece a la vanguardia del desarrollo en ciencia y tecnología, entre otros aspectos, de la salud. Es un tema a considerar cuando se piensa en la perspectiva de resolver necesidades sociales. Más aun cuando CEPAL señala que “América Latina y el Caribe representa el 8,4% de la población mundial, pero el 21% de los contagios y 32,5% de la mortalidad”.


Nuevo rumbo


La necesidad llama a soluciones y queda claro que la tradición capitalista de apuesta a la inversión externa solo significa mayor dependencia, por lo que se requiere el ensayo de nuevos rumbos de independencia y autonomía, en una potenciación de una acumulación alternativa que suponga la confrontación con las formas del desarrollo capitalista.


Si los inversores están fuera del radar de América Latina y el Caribe, es quizá tiempo de retomar una orientación de autonomía y cooperación regional con planificación articulada de largo aliento para superar problemas de atrasos seculares por siglos.


Nueva arquitectura financiera y articulación productiva comunitaria para satisfacer necesidades puede ser un horizonte de acumulación propio en la región, lo que requiere decisión política para ir en contra y más del capitalismo, entre lo que se impone la suspensión de los pagos de deuda y el aprovechamiento de los escasos recursos públicos, como forma de empezar a satisfacer necesidades sociales.


  • Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor titular de Economía Política., Universidad Nacional de Rosario. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma, IEF-CTA.


Tomado de BLOG DEL AUTOR/10 de agosto de 2021

A propósito de la salida de Lima del Grupo de Lima

Era de suponer que, con el nuevo gobierno, Perú saldría del Grupo de Lima, una de esas iniciativas ad hoc de los Estados Unidos para llevar a cabo su política en América Latina bajo el ropaje del consenso, algunas de las cuales han tenido más éxito, como la OEA, y otras menos, como esta.


Rafael Cuevas Molina


En 1954, inauguraron la era de los golpes de Estado cuando derrocaron al gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán en Guatemala. En este golpe ya se presentaron rasgos definitorios que luego se utilizarían en cada lugar en donde hubieran puesto la vista y determinado que no querían al gobierno respectivo. Como se trataba del período de la Guerra Fría, caracterizar a quien había sido designado como el sacrificado de turno como comunista era de rigor. Para eso se confeccionaban “pruebas” que eran difundidas a través de los medios de comunicación que mostraban que no quedaba otra alternativa que derrocar al díscolo, y un suspiro de alivio recorría al continente cuando, por fin, los acontecimientos llevaban a lo inevitable.


Los ejecutores eran en primer lugar los ejércitos, armados y entrenados por ellos. Para eso tenían a la Escuela de las Américas en la Zona del Canal, en Panamá, pero colaboraban con ahínco a tal empresa gobiernos como el israelí o el argentino, que habían perfeccionado técnicas golpistas que hacía de sus cuadros apetecibles instructores.


Esa época, aunque no ha desaparecido del todo (ya la administración de Donald Trump repitió hasta el cansancio en el caso de Venezuela, por ejemplo, que “todas las opciones” estaban sobre la mesa), ha ido esfumándose con el paso del tiempo: las nuevas condiciones del mundo han hecho que las estrategias varíen. Ahora, el Tío Sam reparte a diestra y siniestra castigos que pretenden reprender a los que se salen del redil, como cuando la maestra o la madre, con la paciencia colmada, enviaba a la esquina al niño con el que ya no sabían qué a hacer.


Las reprimendas con las que los Estados Unidos hacen saber que lo que se está haciendo en alguna parte no le gusta, que es lo mismo a decir que no cuadra con sus intereses (económicos, políticos, geoestratégicos o geopolíticos), es sancionar funcionarios del gobierno en cuestión quitándoles la visa para entrar al “reino de la libertad”, que ellos creen que son; cerrándoles cuentas bancarias o prohibiendo que las abran en la red financiera internacional y, en casos extremos, persiguiéndolos judicialmente. Pero también toman medidas más drásticas, como las que en su momento han tomado con quienes consideran miembros excepcionales del “eje del mal”, con Venezuela, Cuba y Nicaragua. Los tres han sufrido agresiones de las más variadas, minados de puertos, atentados contra sus dirigentes políticos, cercos económicos, comerciales y culturales, etcétera, etcétera, etcétera.


En nuestra América Latina, en donde nuestros políticos son tan dados a mover la cola perruna que mencionó alguna vez quien fuera presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, se respaldan con entusiasmo este tipo de acciones y políticas que emanan desde el centro gravitatorio del hemisferio occidental (como le gusta llamar a los Estados Unidos a esta parte del mundo que considera tu principal tajada el pastel).


Como es natural, quienes antes y en primer lugar aplauden las medidas coercitivas de Washington son los políticos de derecha, los cuales, aunque muchos consideren que ya dejaron de existir, siguen siendo la principal correa de transmisión de sus políticas. Ellos se visten, como siempre lo han hecho, con los más diversos ropajes, porque en general suena feo eso de que a uno le digan que es de derecha. Se muestran, por lo tanto, como demócratas, como intelectuales moralmente ofendidos, como estudiantes sanos en busca de la libertad, como juventud en contra de las dictaduras. Pero, independientemente de cómo se muestren, cuando eventualmente logran llegar al poder hacen lo que siempre se supo que harían, impulsan con convicción y denuedo las políticas neoliberales que ya conocemos, y nos piden a todos que nos sentemos en el cordón de la vereda a esperar a que se derrame la copa y nos inundemos de bienestar y alegría.


Pero, desafortunadamente, también hay políticos de izquierda, o que se dicen de izquierda, que están atentos a que los Estados Unidos tomen alguna de estas medidas con quienes se hayan transformado en un escollo para el buen desempeño de sus políticas, incluso siendo gente de pensamiento conservador coincidente, en lo esencial, con el de las élites gobernantes norteamericanas. Entonces ven buenos augurios para sus propios proyectos cuando estos reciben las advertencias sancionatorias de las que hablábamos más arriba, y se alegran, como el chiquito al que en la escuela le complacía cuando quien le caía mal era castigado por la maestra.


Pasa todo esto en buena parte porque vivimos como polluelos con el pico abierto esperando que nos traigan el alimento desde fuera, incapaces de conseguirlo con nuestro propio esfuerzo. Ahí donde las llamadas oposiciones son débiles, hay quienes, con el pico abierto, esperan que las soluciones lleguen desde afuera, mostrando así la incapacidad por construir proyectos políticos propios, y la desconfianza que tienen del potencial de sus propios pueblos.


El Grupo de Lima fue uno de esos intentos para tratar de darle aire a una oposición venezolana raquítica y sin horizonte, en el que jugaba un papel central ese pobre fantoche de hablar atropellado que se llama Juan Guaidó, de quien a estas alturas no se quieren acordar ni los que lo empujaron a tamaño disparate, y que ahora viven la dolce vita en barrios lujosos de Miami o Madrid, como Leopoldo López.


Su fin es síntoma que los vientos han cambiado en el “hemisferio occidental”, ojalá en la dirección que, como dijo AMLO en su memorable discurso de hace quince días, nos viene señalada desde tiempos de Simón Bolívar: el de la unidad y andar conjunto, como “árboles en fila”, al decir de Martí, que nos lleve a darle nuevos aires a organizaciones como la CELAC, UNASUR, la ALBA, el Banco del Sur, y a todos los proyectos que persigan apoyarnos mutuamente, única vía válida para poder salir de este círculo de desigualdad y pobreza en el que vivimos sumidos como naciones.


  • Presidente AUNA-Costa Rica


Tomado de CON NUESTRA AMÉRICA/7 de agosto de 2021

De Lima a Puebla: una distancia geopolítica que determina el vigor de proyectos opuestos

Alfredo Serrano Mancilla*


En geopolítica la distancia física no siempre es el mejor indicador de la verdadera distancia entre dos ciudades. Lima y Puebla están separadas por mucho más de 4 165 km que índica cualquier mapa. Ambos enclaves representan simbólicamente dos visiones diametralmente opuestas en la manera de concebir las relaciones políticas en América Latina.


En edad, el Grupo de Lima (GL) es mayor que el de Puebla (GP), en casi dos años. El primero fue creado el 8 de agosto del 2017, mientras que el segundo nació un 12 de julio de 2019. Sin embargo, no por mucho madrugar amanece más temprano. Este "empezar antes" del GL no ha supuesto de ningún modo una ventaja comparativa respecto al GP. En verdad, lo relevante no es el momento de nacer. La clave siempre está en cómo se evoluciona en el camino. El GL empezó con gran ímpetu, pero progresivamente fue evaporándose. Justo lo contrario de lo que le sucede al GP, que inició su periplo inadvertidamente, pero a medida que transcurren los meses se va transformando en un pivote geopolítico cada vez más sólido a nivel regional.


El Grupo de Lima empezó con gran ímpetu, pero progresivamente fue evaporándose. Justo lo contrario de lo que le sucede al Grupo de Puebla, que se va transformando en un pivote geopolítico.


¿Por qué el Grupo de Lima fue de más a menos y el Grupo de Puebla de menos a más? ¿Por qué el Grupo de Lima parece haber envejecido tan rápido y, por el contrario, al Grupo de Puebla no se le encuentra su fecha de caducidad? He aquí algunas razones, tanto de lo uno como de lo otro.


En relación al GL, su precoz obsolescencia se explica porque:


1- Fue fabricado para un único objetivo: acabar con el Gobierno de Nicolás Maduro. El propósito no se ha logrado, y por tanto, se diluye su razón de existir.

2- Tiene un asidero estrictamente coyuntural, es decir, dependía excesivamente de una correlación de fuerzas en un determinando momento de la Historia sin prever que en democracia hay elecciones y no siempre ganan los presidentes conservadores/neoliberales (véase a Mauricio Macri en Argentina, o el caso boliviano y peruano).

3- Nació bajo la tutela de Trump, pensando que sus demencias antidemocráticas podrían llegar a ser hegemónicas en América Latina. Y no lo fue ni en la región ni en Estados Unidos, donde el republicano no consiguió revalidar su mandato.

4- Su composición genética se encuentra alejada de todo aquello que le preocupa cotidianamente a la ciudadanía. Jamás el Grupo de Lima habló de políticas sociales o de iniciativas económicas; ni siquiera de qué hacer frente a la Covid-19.

5- La matriz neoliberal ha entrado en una profunda crisis, sin respuestas ni expectativas. Tanto así es que está en un punto de bifurcación en relación a qué hacer con la democracia: si respetarla o violarla cuando no se obtiene victoria electoral.


Por su parte, en dirección opuesta, el GP continúa yendo a más porque:


1- Nace por fuera de los gobiernos, es decir, es un espacio que aglutina a ex presidentes, presidentes y ministros, pero también a otros representantes políticos que son alternativa en algunos países; además de académicos, intelectuales y periodistas. Así, el GP conforma su solidez muy por encima de una victoria o una derrota electoral.

2- Se caracteriza por la amplitud del universo progresista, lo que precisamente contrasta con el modo de cohesionarse en el GL. Está diseñado con una premisa básica: el disenso en matices al interior del progresismo no es visto como falta de unidad sino como fortaleza.

3- Se dedica a múltiples tareas que sí son de interés público latinoamericano: buscan mejorar la economía con gran variedad de iniciativas, demandan respuestas frente a la covid-19 (como es el caso de la liberalización de patentes), acompañan procesos electorales, alzan la voz contra los bloqueos, etc.

4- Tiene una mirada de largo plazo, pero con un virtuoso don de la ubicuidad en el corto plazo. Es seguramente una de sus mayores virtudes: saber combinar qué hacer cuando se le necesita en un hecho concreto (por ejemplo, cómo actuar en medio del golpe de Estado en Bolivia) con el diseño de una estrategia más de corte estructural (procurar que la OEA de Almagro deje de existir).

5- No tiene tutela externa ni un dominador interno. Es evidente que hay rostros muy visibles (Marco Enríquez-Ominami en su rol de articulador; Alberto Fernández y Luis Arce como presidentes, ahora también Pedro Castillo; la presencia del Gobierno de México; ex presidentes como José Luis Rodríguez Zapatero, Evo Morales, Rafael Correa, Dilma Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva y Ernesto Samper), pero ninguno tiene más poder que otro. El equilibrio reside en la heterogeneidad.


El Grupo de Puebla ha sabido dar pasos, poco a poco, con firmeza construyendo cimientos y una red de confianza. Y lo que es más importante: sintonizando con la evolución de los sentidos comunes latinoamericanos en cuanto a la necesidad de un Estado protagónico en las políticas sociales.


En política no hay casi nada que permanezca estático. El GL pensó que sí, y creyó que el contexto en el que nació persistiría para siempre. Y no. Eso ya fue. Su autoprofecía del "fin del ciclo progresista" les falló. Su obsesión contra el Gobierno de Venezuela les cegó. Y, para colmo, están sin su Norte fundacional, o sea, gobierna Biden en vez de Trump. Y aunque tienen mucho en común no son lo mismo.


En ese marco, el GP ha sabido dar pasos, poco a poco, con firmeza construyendo cimientos y una red de confianza; y, a partir de ahí, haciendo camino al andar. Y lo que es más importante: sintonizando con la evolución de los sentidos comunes latinoamericanos en cuanto a la necesidad de un Estado protagónico en las políticas sociales, un modelo económico más justo e inclusivo, a favor del impuesto a las grandes fortunas, más integración regional, más multilateralidad y más democracia.


  • Director CELAG, Doctor en Economía.


Tomado de RUSSIA TODAY/10 de agosto de 2021

Salvatore Mancuso confiesa cómo surgió el paramilitarismo en Colombia

La guerra que azota los adentros de Colombia desde hace unas siete décadas ha pasado por varias etapas de violencia, con distintos actores que muchas veces se entrecruzan por intereses y procederes, teniendo un papel protagónico -por supuesto- el Estado en la ecuación. Históricamente dominado por las oligarquías locales, sus intereses se han impuesto con tácticas de violencia extrema y estrategias que han perjudicado cualquier mínimo atisbo de paz.


Incluso investigadores y académicos no han dudado en determinar el carácter terrorista de la política gubernamental colombiana a través de los años, que ha sido sistemática en su relación con el paramilitarismo colombiano durante medio siglo.


Así, se ha demostrado que el Estado colombiano ha delegado una guerra contra las guerrillas y la sociedad en general a los ejércitos paramilitares, como confiesa el ex jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Salvatore Mancuso, en una reciente reunión virtual con la Comisión de la Verdad.


El foro 'Contribución a la verdad y reconocimiento de responsabilidades de Salvatore Mancuso' también se llevó a cabo con Rodrigo Londoño, antes mejor conocido como Timochenko (FARC-EP) y 18 víctimas directas del conflicto armado y social, donde ambos contaron los orígenes de sus actividades, uno cuando era paramilitar y el otro guerrillero, su visión de la historia, asumieron culpas y repartieron perdones.


Lo interesante en el caso de Mancuso es que su posición privilegiada durante la época de asunción del paramilitarismo aporta un testimonio clave donde, una vez más, el Estado aparece como el principal impulsor de la violencia terrorista, con un rol esencial y sin el cual el proceder de estos grupos armados no hubiera ocurrido.


Donde lo legal es otro forma de definir lo ilegal


Mancuso, en su testimonio, relata que los hermanos Carlos y Vicente Castaño lo invitaron a fundar grupos de autodefensa que se extendieron en los departamentos del norte de Colombia, en regiones donde había conflictos de larga data entre las guerrillas, el ejército estatal y la oligarquía terrateniente. La conjunción de estos dos últimos sectores trazarían un proyecto político, militar y económico, afirmó.


Describió los lazos con diversas instituciones y las Convivir: "Siempre hubo una directa coordinación que permitió avanzar con los grupos de autodefensas".


Recordemos que las Convivir, cooperativas de vigilancia que fueron usadas como fachada legal del paramilitarismo, fueron autorizadas a funcionar con el Decreto Ley 356 de 1994, y fueron intensamente apoyadas por Álvaro Uribe Vélez cuando fue gobernador de Antioquia (1995-1997).


En 2008, de acuerdo a un boletín de la Comisión Colombiana de Juristas, el jefe paramilitar Éver Veloza García, alias "HH", contó a las autoridades colombianas que sus grupos armados habían actuado desde su creación "y hasta hoy" al amparo de las fuerzas militares, y que la Convivir Papagayo, de la región de Urabá, "siempre tuvo su sede detrás de la Brigada XVII del Ejército Nacional, y que para llegar a sus instalaciones era necesario pasar por controles del ejército".


Alias "HH" dijo que "todas las Convivir eran nuestras", y el reporte da una explicación de su inserción en el mundo paramilitar:


La Convivir Papagayo solo es un ejemplo de lo que en realidad eran estas asociaciones de "vigilancia y seguridad privada": verdaderos grupos paramilitares al amparo del Estado, u organizaciones que actuaban en conjunto y coordinadamente con los grupos paramilitares. Esta situación ya había sido denunciada durante años por organizaciones de derechos humanos, por algunas entidades del Estado y por organismos internacionales de protección de los derechos humanos que vieron en estos grupos la legalización del paramilitarismo.


Desde una cárcel estadounidense donde ha pagado una pena por narcotráfico, Mancuso aseguró que él mismo fue entrenado por el ejército colombiano. El Estado se había articulado con las autodefensas, siendo este un actor ilegal, para delegarles la confrontación armada en Colombia contra la guerrilla, y caracterizando la relación de la fuerza pública con las autodefensas, Mancuso señaló: "El papel de las Convivir permitió crear una bisagra entre una autodefensa legal y la autodefensa ilegal".


Lo que experimentó Colombia en la última mitad de la década de 1990 fue la transición de las AUC "de la parte militar a la parte política. Y es cuando empieza la toma del poder del Estado por parte de las Autodefensas haciendo pactos, acuerdos, y lo que se conoce como la parapolítica. Tuvimos alcaldes, gobernadores, diputados, congresistas y hasta presidentes alcanzamos a ayudar a nombrar", detalló el ex jefe paramilitar.


Ese tránsito de lo legal a lo ilegal era ideal para las acciones encubiertas del Estado colombiano, que al menos desde 1968 instó a la población a incorporarse a las tareas de defensa e inteligencia pública con decretos, leyes y órdenes. Pero las Convivir apenas eran punta del iceberg.


Parapolítica de ayer y hoy


Decenas y cientos de políticos colombianos han llegado al poder con el respaldo de los grupos paramilitares, algo insólito si comparamos el accionar de este sector con el guerrillero, criminalizado e incluso masacrado como ocurrió con los miles de integrantes de la Unión Patriótica. En cambio, los parapolíticos gozaban de inmunidad y daban protección al poder detrás de las sombras.


Salvatore Mancuso, en su testimonio virtual, usó el término "comisario político" para referirse a su rol dentro de las AUC desde su ingreso en 1995: "Los comisarios políticos tenían un papel fundamental en la creación de las estructuras. Yo me reunía con alcaldes, políticos y empresarios, tenía múltiples roles".


Así que no solo trabajaban con las Convivir, también se confirman las varias alianzas para arrebatar el control territorial a las guerrillas: "Dejé de ser Salvatore Mancuso y me convertí en alias Santander Lozada y empecé a tener acuerdos con la institucionalidad, con el Ejército, el DAS, con la Policía, incluso con Fiscalías atendido a la causa de la autodefensa para enfrentar conjuntamente al enemigo de la Nación".


En efecto, la "amenaza comunista" fue el común denominador de la política securitaria colombiana por mandato estadounidense, que incluyó al país sudamericano en uno de sus centros de operaciones más importantes del Hemisferio Occidental. Y ese hilo ideológico, bastante violento en la práctica, conllevó a la formación de grupos paramilitares en vista de que el Estado no podía darse abasto con la guerra por sí solo, o al menos así lo hacía creer.


Por ello no sorprende que, por motivos ideológicos, políticos y de lucro (en su mayoría proveniente del narcotráfico y otras actividades ilegales afines), sobre todo entre los sectores de extrema derecha, se haya apoyado el surgimiento paramilitar con tanto ahínco. El ex integrante de las AUC mencionó que al menos el 35% del Congreso tuvo vínculos con ellos, señalando que los políticos, a través del control territorial ejercido por el grupo, se beneficiaban de poder dirigir a la población local en las elecciones.


Cuando uno se convierte en actor de control territorial -dijo Mancuso- lo lleva a tener control sobre poblaciones y eso lo lleva a tener control social, político, económico, cultural y puede uno llegar a influenciar elecciones.


Este testimonio concuerda con lo que han dicho otros ex jefes paramilitares, como el ya citado alias "HH" y alias Don Berna, quien en 2015 desde una cárcel en Miami confesó que había integrantes de los grupos armados ilegales en el seno del Estado, entre políticos, militares y policías.


No es la primera vez que Mancuso brinda testimonio de las relaciones íntimas entre las instituciones colombianas y el crimen organizado. Por lo menos desde 2008, cuando fue extraditado a Estados Unidos, ha estado soltando algunas historias que salpican a políticos, oficiales militares y policiales, jueces y asimismo a la oligarquía terrateniente, sobre todo la que se relaciona más con el uribismo.


De hecho, promete revelar más detalles sobre la política de los "falsos positivos", pero para ello prefiere brindar testimonio ante la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), organismo que se ha negado a la solicitud por considerar a Mancuso un "miembro orgánico de la estructura criminal, desarrollando una función continua de combate", desestimándolo. Aun así, a estas alturas Mancuso podría revelar información importante sobre crímenes estatales en el futuro próximo.


Es por algo que en estos momentos de crisis del uribismo algunos sectores no quieren escuchar esta parte de la historia. Sobre todo quienes ocupan en estos momentos la Casa de Nariño.


Tomado de MISIÓN VERDAD/8 de agosto de 2021

El caos de la pandemia esconde un nuevo orden en la Tierra

Leonardo Boff*


Raramente en la ya larga historia de la vida ha ocurrido una situación de caos planetario como en los días actuales. Estábamos acostumbrados a regularidades y a órdenes sistémicos, aunque en los últimos decenios hemos experimentado también con creciente frecuencia irregularidades como tsunamis, huracanes, terremotos y eventos extremos de calor y de frío. Tales fenómenos han llevado a los científicos a pensar e intentar comprender cómo dentro del orden dado podían ocurrir situaciones caóticas.


De ahí surgió toda una ciencia, la del caos, tan importante como las otras, hasta el punto de que algunos han llegado a decir que el siglo XX será recordado por la teoría de la relatividad de Einstein, por la mecánica cuántica de Heisenberg/Bohr... y por la teoría del caos de Lorenz/Prigogine.


La esencia de la teoría del caos reside en que un cambio muy pequeño en las condiciones iniciales de una situación lleva a efectos imprevisibles. Se pone como ejemplo el “efecto mariposa”. Pequeñas modificaciones iniciales, aleatorias, como el aleteo de las alas de una mariposa en Brasil, pueden provocar modificaciones atmosféricas hasta culminar en una tempestad en Nueva York. El presupuesto teórico es que todas las cosas están interligadas y van asumiendo elementos nuevos, creando complejidades en el curso de su existencia (en este caso, calor, humedad, vientos, energías terrestres y cósmicas) de forma que la situación final es totalmente diferente de la inicial.


El caos está en todas partes, en el universo, en la sociedad y en cada persona. Es decir, los órdenes no son lineales y estáticos; son dinámicos, y buscan siempre el equilibrio que los mantiene actuantes.


El universo se originó de un tremendo caos inicial (big bang). La evolución se hizo y se hace a lo largo de muchos milenios para poner orden en este caos.


Mas aquí surge una novedad: el caos nunca es solo caótico, sino que guarda dentro de sí, en gestación, un nuevo orden. Lógicamente tiene su momento destructivo, caótico, sin el cual el orden nuevo no podría irrumpir. El caos es generativo de este nuevo orden.


Quien analizó con detalle este fenómeno fue el gran científico ruso/belga Ilya Prigogine (1917-2003), premio Nobel de Química en 1977. Estudió particularmente las condiciones que permiten la emergencia de la vida. Según este gran científico, siempre que exista un sistema abierto y siempre que haya una situación de caos (por tanto fuera del orden y lejos del equilibrio) y exista una no-linealidad, la conectividad entre las partes genera un nuevo orden, que sería la Vida (cf. Order out of Chaos,1984).


Ese proceso conoce bifurcaciones y fluctuaciones. Por eso, el orden nunca es dado a priori. Depende de varios factores que van en una u otra dirección, de ahí la inmensa biodiversidad.


Hacemos toda esta reflexión sumarísima para que nos ayude a entender mejor el actual caos pandémico. Vivimos innegablemente en una situación de caos completo, caos destructivo de millones de vidas humanas. Nadie puede decir cuándo terminará, ni hacia dónde vamos. El virus deriva en múltiples variantes; es su triunfo sobre nuestras células. Es innegablemente caótico y está aterrorizando a toda la humanidad.


Nos plantea cuestiones fundamentales: ¿qué hemos hecho con la naturaleza para que ésta nos castigue con un virus tan letal? ¿Dónde nos hemos equivocado? ¿Qué cambios debemos hacer en relación a la naturaleza para impedir que nos envíe una verdadera gama de otros virus?


Sabemos que dentro del caos hay oculto un orden más alto y mejor. Lo peor que podría sucedernos sería la continuidad, volver al pasado que lo originó. Tenemos que usar nuestra fantasía creadora y, sobre todo, forjar, a través de una práctica histórica, un orden más amigo de la vida, amistoso, fraterno y justo.


Sería el caos generativo. Tenemos que entender el contexto de donde vino el coronavirus. Es una expresión del antropoceno, es decir, de la sistemática agresión del ser humano a la naturaleza y a Gaia, la Madre Tierra. Es la consecuencia de haber tratado a la Tierra como una mera reserva inerte de recursos a nuestra disposición, y no como un superorganismo vivo que merece cuidado y respeto.


A partir de la revolución industrial la hemos explotado tanto que no consigue ya regenerarse y ofrecernos todos los bienes y servicios vitales. Tenemos que inaugurar una relación de sinergia y sostenibilidad para con la naturaleza, sintiéndonos parte de ella, responsables de su perpetuidad, y no sus dueños y señores. Si no realizamos esta conversión ecológica podremos conocer catástrofes inimaginables.


En el caso brasilero, lo primero que tenemos que hacer es preservar la inmensa riqueza ecológica que heredamos de la naturaleza, en selvas húmedas, abundancia de agua, suelos fértiles y una inmensa biodiversidad.


Después, tenemos que superar la marginalización, el odio cobarde que tributamos a los pobres. El desprecio y las humillaciones cometidas cruelmente contra las personas que fueron esclavizadas, ha pasado a estos empobrecidos. Tal inhumanidad ha dejado marcas profundas en la población.


No en último lugar, tenemos que liquidar el perverso legado de la Casa Grande, traducido por el rentismo y por unos cuantos millonarios que controlan gran parte de nuestras finanzas. Hacen fortunas con la pandemia, sin empatía con los familiares que han perdido a más de medio millón de seres queridos. Son la base en que se apoya del actual gobierno necrófilo, cuyo presidente se ha hecho aliado del virus.


Estos puntos son el mayor obstáculo para la superación del caos instalado en Brasil.


Tenemos que formar un frente amplio de fuerzas progresistas y enemigas de la neocolonización del país, para desentrañar el nuevo orden, oculto en el caos actual, pero que quiere nacer. Tenemos que consumar ese parto aunque sea doloroso. De lo contrario, continuaremos rehenes y víctimas de aquellos que siempre pensaron corporativamente solo en sí mismos, de espaldas al pueblo, que devastaron la naturaleza con su agronegocio y refuerzan la irrupción del coronavirus entre nosotros.


Debemos inspirarnos en el Universo, nacido del caos primordial, pero que, al evolucionar, fue creando órdenes nuevos y más complejos cada vez, hasta generar la especie humana. Nuestra misión es garantizar la vida, la Madre Tierra y a nosotros mismos, crear la casa Común dentro de la cual todos podamos vivir en justicia, paz y alegría. Este modelo deberá salir de las entrañas del actual caos y establecer las bases de un nuevo comienzo para la humanidad.


  • Teólogo, filósofo y escritor brasileño, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación. Doctor Honoris Causa en Política por la Universidad de Turín (Italia) y en Teología por la Universidad de Lund (Suiza).


Tomado de KOINONÍA/8 de agosto de 2021