Primeros años de evolución cultural de Cuba (1510-1762)

Primeros años de evolución cultural de Cuba (1510-1762) Bandera de Cuba Cuba
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Concepto:historia de la cultura cubana, el estudio de las comunidades aborígenes


Las culturas prehispánicas en Cuba

La historia de la cultura cubana necesariamente tiene que comenzar por el estudio de las comunidades aborígenes que a lo largo de seis mil años poblaron el archipiélago. En un proceso de asentamiento que permitió la convivencia en estas tierras de diversos grupos humanos con diferente estadío de desarrollo cultural.

Estos grupos han recibido diversas clasificaciones y nombre, la primera y más común es la que le dieron los Cronistas de Indias según la manera en que interpretaron la forma en que ellos se autodenominaban: Guanajatabeyes o Guanatabeyes, los grupos de menor desarrollo, confinados a los manglares y cayos de la región más occidental; siboneyes o ciboneyes, hombres de cultura mesolítica, asentados en la región centro occidental , en la época de la Conquista y con un desarrollo cultural superior a los anteriores; y los taínos, de más reciente establecimiento en Cuba y entre los cuales se distinguen dos grupos: los subtaínos, de más temprana llegada al archipiélago cubano y más expandidos (centro y oriente de la isla grande) y los taínos con mayor desarrollo cultural, los últimos en arribar al territorio(sur del extremo oriental de la isla, actual provincia de Guantánamo).

A principios del siglo XX un estudio más profundo de la prehistoria de Cuba permitió una clasificación más acorde con el estadío cultural en que se encontraban: Siboney Guayabo Blanco, Siboney Cayo Redondo y Taínos. Las denominaciones de las culturas siboney corresponden a los sitios arqueológicos donde fueron localizadas las evidencias de estos grupos por primera vez.

En la actualidad la clasificación de las culturas pre-hispánicas en Cuba se ha hecho acorde con los parámetros internacionales lo que permite enmarcar a estos grupos en el contexto más amplio de la evolución cultural de los primeros pobladores del Caribe y las Antillas: Preagroalfareros, Protoagrícolas y Agroalfareros.

El período preagroalfarero se inició hace unos seis mil años con la llegada de los primeros grupos de pobladores provenientes del continente americano. En un principio se pensó que la arribada del hombre a Cuba había seguido la ruta de las cercanas tierra de Centroamérica y la península de La Florida, a través de los cayos e islas adyacentes, pero estudios más recientes de la arqueología, la antropología y la historia, permiten asegurar la mayor probabilidad de que el poblamiento inicial del archipiélago cubano siguiera el mismo camino de las emigraciones más tardías de los aborígenes, proveniente de la cuenca del Amazonas y el Orinoco, a través del arco de Las Antillas.

Estos primeros grupos preagroalfareros poblaron el archipiélago adecuándose a las diversas condiciones naturales encontradas, teniendo como principales ocupaciones económicas, la pesca, la recolección y la caza menor. Los de menor desarrollo (Siboney Guayabo Blanco), vivían cercanos a las costas, agrupándose en cuevas y refugios costeros. Su ajuar técnico era básicamente de conchas marinas, utilizaban profusamente el caracol Cobo (Strombus Giga)[3] , para la fabricación de gubias, picos de mano, cucharas y martillos, todos de elaboración muy rústica. Sabían trabajar la piedra, tanto pulida como lasqueada para la fabricación de martillos y morteros trituradores. Vivían en grupos pequeños, seminómadas y con una estructura social muy simple. Sus ritos funerarios incluían enterramientos en cavernas.

Otros grupos de llegada menos tardía, unos dos mil años de antigüedad (siboney Cayo Redondo), tienen un ajuar conchífero y lítico más elaborado que los anteriores. Poblaron todo el archipiélago cubano, eran semi-nómadas y vivían en grupos no mayores de veinte miembros. Su piel cobriza, de pelo lacio y negro, de mediana estatura, sin vestimenta, solían pintar sus cuerpos con colorantes y llevar collares de cuentas de vértebras de pescado.

Asociados a sus ritos funerarios aparecen las bolas de piedra pulida conocidas como esferolitas, y las dagas de piedra, gladiolitos, de simetría bilateral y muy pulimentada.

Ellos fueron desplazando a los grupos de menor desarrollo, los que sobrevivieron en la parte más occidental de Cuba hasta un siglo después de la conquista.

En la arqueología cubana se han reportado hallazgos de grupos de contactos en los que hay presencia de alfarería y posiblemente de agricultura, lo que constituye un período protoagrícola, transicional y contemporáneo con las primeras arribadas de los grupos araucos conocidos por subtaínos. La cerámica en estos grupos es por lo general muy simple y poco abundante, sin la presencia del "burén"[4] , indicativo de la práctica agrícola en el Caribe.

El más conocido de estos grupos se ubica en la zona de Mayarí, la misma región en la que se han encontrado los asentamientos más antiguos de Cuba[5]y que por su condiciones medioambientales permitió la permanencia estable de una población relativamente grande y que posteriormente entró en contacto con individuos de la cultura taína, a través de los cuales conocieron la cerámica. Fue un período esporádico que duró un milenio (siglo I a.n.e. hasta los siglos VIII o IX de n.e.)

La Cultura Mayarí, como también se le conoce, coexistió con los preagroalfareros del aspecto Cayo Redondo, en el cual tienen su origen. Emplearon las vasijas de cerámica y el instrumental lítico de buen acabado y simetría: cuchillos de silex, percutores, martillos, trituradores, majadores y morteros. Era común entre ellos el uso de la piedra tintórea, para conseguir los colores rojo (engobe) y amarillo, con preferencias por el primero. En su ajuar aparecen instrumentos de conchas y las conocidas esferolitas y los gladiolitos, asociados a los ritos funerarios.

La cerámica Mayarí tiene una decoración incisiva con predominio de motivos geométricos sencillos (líneas y puntos). Eran vasijas pequeñas con fines utilitarios, emparentada con las más tempranas cerámicas de Las Antillas por el uso del engobe (pintura roja). Las vasijas tienen dos formas principales, alargadas (naviculares) y globulares (boles), con un intento decorativo acentuado por las asas esbozadas a ambos lados de la vasija.

La cultura agroalfarera esta representada por las comunidades taínas que practicaban la agricultura de raíces, tubérculos y granos, aunque sigue teniendo un peso importante en sus actividades productivas de subsistencia, la pesca, la caza y la recolección de frutos. Conocen la cerámica, tecnología que dominan y utilizan profusamente.

La aparición de los taínos en Cuba se remonta al siglo VIII de n.e. aproximadamente, unos 700 años antes de la llegada de los conquistadores. Eran de origen arawaco, provenientes de la cuenca del Amazonas, se habían desplazado a lo largo de cuatro mil años desde su lugar de origen por la cuenca del río Orinoco y el arco de las Antillas hasta llegar a Cuba, viajando en canoas de troncos ahuecados que en ocasiones tenían capacidad hasta cuarenta personas.

La voz "taino" está compuesta por la palabra "tai", que en el idioma de los lukunus, auténticos arahuacos, significa noble, juicioso; unida al sufijo masculino "no" le da a esta palabra el significado de: "hombre noble", con el que se denominaron.[6]

Los taínos que se encuentran en el archipiélago cubano pertenecen a dos grupos de acuerdo con su grado de desarrollo: subtaínos, los más antiguos, extendidos por toda la zona oriental y alrededor de la bahía de Jagua en el centro.

Los subtaínos constituyeron una primera etapa del desarrollo histórico de la cultura taína. Algunos de los rasgos fundamentales que definían a los taínos de la época del descubrimiento se habían producido gradualmente en los siglos de existencia de la cultura subtaína. A menudo no es fácil diferenciar los rasgos y los niveles de desarrollo entre ambos, pero en general los taínos se encontraban en un nivel de desarrollo histórico mucho mas avanzado.

Un grupo de más reciente asentamiento en el extremo oriental de Cuba y con más alto grado de desarrollo, son los conocidos como taínos. Su hábitat se extendía al sur de la actual provincia de Guantánamo, con fuertes vínculos con las comunidades afines de la vecina isla de Quisqueya. Los taínos representan el desarrollo cultural más complejo de las Antillas y de toda el área del Caribe.

Su economía tenía una fuerte incidencia en la agricultura, destacando el cultivo de la yuca, con la que elaboraban el cazabe, que se tostaba sobre un burén y que constituía la base de su alimentación. Cultivaron también el maíz, la batata, el maní y la piña; recolectaban frutas silvestres entre las que destacamos el mamey, la guanábana, la papaya y la guayaba.

La agricultura se practicaba con el sistema de roza (tala y quema), los subtaínos solo conocían esta técnica de preparación de la tierra; mientras los taínos aplicaban además el sistema de camellones, o levantamiento de amontonamientos circulares de tierra mucho más productivo para facilitar el cultivo de los tubérculos. Utilizaban el arado de mano o coa (bastón cavador), instrumento de amplia difusión, con ligeras variaciones, en toda la América aborigen.

La pesca, en el mar o en agua dulce por varios procedimientos, la recolección de crustáceos y moluscos y la caza, practicada con arco y flecha o con dardos y propulsores, fueron importantes complementos para la subsistencia.

Las comunidades poblacionales variaban en su composición, desde una sola casa multifamiliar hasta poblados compuestos por unas mil personas. Los poblados disponían de una o más áreas ceremoniales, en forma de un espacio rectangular batey, delimitado por un montículo de tierra o lajas de piedra que podían llevar motivos grabados.

La casa del cacique se situaba en uno de los lados de esa plaza y era llamada caney, de planta circular y techo cónico de guano y un pabellón frontal de recibo, que podía hacer las veces de templo donde se guardaban los cemíes, ídolos más importantes del poblado. El bohío era la vivienda de la gente común, de forma rectangular con techo de guano a dos aguas y al igual que el caney era una residencia multifamiliar.

La organización socio, política y religiosa fue la más avanzada de los grupos aborígenes de Las Antillas. Su nivel más alto de unidad sociopolítica era el "cacicazgo" (la palabra cacique procede precisamente de la lengua arawak), que agrupaba a varios "yucayeques" (poblados), este era una especie de confederación de jefaturas, en las que un cacique principal gobernaba una un territorio con una serie de poblados, cada uno con su líder respectivo de carácter mágico-religioso. Los caciques eran asistidos por unos personajes de elevada jerarquía, llamados nitaínos, muchos de ellos con lazos consanguíneos con él, siendo los naborias las personas de menor grado social, sobre quienes recaían faenas agrícolas y otros trabajos y servicios.

El behique o médico hechicero de la tribu fue otro personaje de importancia en la sociedad taína, por tener un vasto conocimiento de las plantas medicinales y velar por la curación de los enfermos mediante prácticas mágico-medicinales, interviniendo, también, en la confección de los ídolos y en el rito de la cohoba y el areito.

El cemí, encarna a los espíritus de la naturaleza, difuntos tutelares de la familia y de la comunidad, cuya figura, esculpida en diversos materiales y tamaños, podía actuar a voluntad influyendo de manera decisiva en el normal desarrollo de la vida humana y del medio natural: podía cohabitar con los hombres e incluso reproducirse a través de ellos.

Creían en un espíritu supremo que llamaban Yucahu Bagua Maócoti, hijo de Atabey, madre de las aguas y protectora de las parturientas y un espíritu del mal, Mabuya, estos espíritus tutelares vivían en el turey (espacio, cielo). El arte taíno está en función de estas creencias y se expresa con gran dominio técnico en objetos de formas convencionales con los más disímiles materiales.[7]

La ceremonia religiosa principal era la inhalación de la cohoba, o polvos alucinógenos mezclado con tabaco, por parte de los caciques y behiques para ponerse en comunicación con los cemíes, a través del estado de transe.

El areito se celebraba por diversos motivos, era una ceremonia colectiva en la que toda la comunidad se pone en función de agradar a los espíritus. Los Cronistas de Indias la describen como una celebración larga y compleja en la que la literatura oral en forma de declamaciones poéticas, historias místicas y las canciones acompañada por la música de sus instrumentos (fotuto de cobo, tambores de madera, maracas y el tintineo de los collares de caracoles de oliva), servían para recordar las gestas históricas de los taínos y trasmitir los valores tradicionales del grupo.

A esto se une la danza con una complicada coreografía y en el que los danzantes llevan una rica ornamentación y el cuerpo lleno de dibujos, rostros con máscaras, vistosos adornos de cabeza (plumas atadas con cinta de algodón, orejeras y colgantes) y pulseras.

El ajuar de los taínos es amplio, en él encontramos objetos en madera, piedra, tejidos, hueso, concha y en cerámica. En madera fabrican objetos tan útiles como la coa, o arado de pie, sus canoas de un solo tronco, que pueden hacerlos de gran capacidad y maniobrabilidad; los remos cortos (najes), las macanas o garrotes, utilizados en la caza y la guerra, sus arcos y flechas, instrumentos de caza y defensa de mucha utilidad, el guayo de madera con piedrecitas incrustas, utilizado para rayar la yuca y hacer casabe. De madera fabricaban objetos ornamentales y de culto como los bastones ceremoniales, muy bien labrados; los cemies y sobre todo el dujo, la más bella pieza del arte taíno, que consistía en un asiento curvo de forma zoomorfa, estrecho y tallado, utilizado únicamente para sus ceremonias religiosas.

La concha sigue siendo en el taíno material importante para la fabricación de objetos domésticos como cucharas y vasijas, pero sobre todo como adornos: pendientes de orejas, conchares de caracoles de oliva, incrustaciones para madera; el cobo era utilizado como instrumento musical en una especie de trompeta, conocida como fotuto.

Con la piedra, principalmente de silex, fabricaron su extenso ajuar de herramientas, incluyendo los diversos tipos de hachas petaloides, muchas de ellas de un hermoso labrado antropomorfo y zoomorfo, con un exquisito pulimento. Con diversos tipos de piedra tallaron también sus cemies, idolillos, cuentas de collares, punta de flechas, los sumergidores para sus redes de pesca y los morteros, percutores y majadores, hechos de guijarros de río, algunos de ellos tallados con representaciones humanas y de la fauna conocida por ellos.

Trabajaban diversas fibras entre ellas el henequén, el maguey, el guano y el algodón, de este último fabricaban las cuerdas que llamaron cabuyas, la conocida hamaca, redes de pesca, las jabas, el sibuacán, saco alargado en el que ponían la yuca rayada para exprimirla y extraerle la pulpa amarga; trenzaban cintas para el cabello y las naguas, pequeña saya que utilizaban las mujeres casadas. Tejían el guano para hacer esteras y lo utilizaban para techar sus casas. Eran muy hábiles en el tejido pero quedan muy pocas evidencias de su arte, por la fragilidad del material, lo destructivo del clima y la saña del invasor en destruir su cultura.

La cerámica taína es el elemento más acabado de su cultura, la misma distingue el desarrollo cultural alcanzado por los diversos grupos en su evolución y avance por las islas del Caribe. La misma se clasifica en cinco series que siguen los cambios tecnológicos que esta sufre durante los cientos de años de su avance migratorio.

Las dos primeras series, salanoide y barracoide, se desarrollan en las costas de la actual Venezuela, son las de mayor dureza en sus paredes a pesar de su poco grosores.

En Borinquen (Puerto Rico) los ingnerís(primeros taínos), desarrollaron la serie ostionoide de su cerámica, semejante a la anterior pero con las paredes más gruesas y fragilidad, en cambio se gana en variedad y decoración. Ellos se extienden hasta la costa oriental de la isla de Quisqueya (La Española).

Producto de la evolución de esta serie, hacia el año mil de n.e. ya se ha desarrollado en Quisqueya, una nueva serie conocida como Chicoide, con igual tecnología y mayor decoración, pero ausente de pintura. Constituye la forma más acabada de la cultura taína, que se extendió por toda esa isla, Borinquen, las Islas Vírgenes, Jamaica, Islas Turcas y Caicos y de forma tardía por la zona oriental de Cuba.

La última serie de cerámica surge al norte de la isla de Quisqueya, la cerámica Mellaicoide, una serie intermedia entre la ostionoide de los ingnerís y la chicoide de los taínos.

Es la cerámica de los subtaínos, extendida además por Bahamas y la isla de Cuba, que presenta como características, piezas más ásperas, paredes delgadas y quebradizas, con una decoración trabajada a base de puntuación e incisiones.

Las formas predominantes de esta cerámica sub-taína son las globulares, con o sin cintura y cuello; boles(circulares) y naviculares. También fabrican platos de poca altura y base convexa levemente insinuadas, la mayoría de estas piezas sin decorado, pero si lo lleva no presenta pintura.

La serie cerámica chicoide marca el momento de más alto desarrollo de la cultura arauco-antillana de los taínos. Las piezas de paredes gruesas y la decoración a base de líneas ovoides o de rectángulos alargados y circundados por otra línea recta que terminan en los extremos con puntos gruesos. Las incisiones son anchas, profundas y esparcidas entre sí. En cuanto a las formas, abundan los boles, las piezas naviculares, los platos y las escudillas.

Las asas son un elemento distintivo de la cerámica chicoide de los taínos de Cuba, se presentan bien definidas y modeladas, en forma de lazos las más difundidas. En los platos se presentan las crestas internas, incisas y con variados diseños. En cuanto a los burenes se fabrican más gruesos que entre los sub-taínos y los idolillos de barro tienen un acabado más perfecto y estético que entre los primeros.

Asentamiento de la cultura hispánica en Cuba

  • Primera etapa (1510-1607)

Tras la llegada del almirante Cristóbal Colón a la pequeña isla de Guanahaní en el grupo de Las Bahamas el 12 de octubre de 1492, recibe información de los aborígenes de que más al sur hay tierra vasta y habitada, tierra que ellos nombran Cuba y él supone sea Cipango, el reino del Gran Kan. Pocos días después pone proa hacia la dirección señalada y al anochecer del 27 de octubre divisa una porción de tierra en el horizonte. Al amanecer del día siguiente desembarcan en un puerto natural al norte de la provincia de Holguín en un sitio hoy identificado como Puerto de Bariay.

La impresión del paisaje que tenía ante sus ojos le hizo escribir en su Diario de Navegación extractado por Bartolomé de las Casas: "Dice el Almirante que nunca tan hermosa cosa vido, lleno de árboles todo cercado el río, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con sus frutos, cada uno de su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente: había gran cantidad de palmas de otra manera que la de Guinea y de las nuestras;(...)Dice que es aquella isla la más hermosa que ojos hayan visto"[8]

Encantado por la belleza del lugar y esperanzado en contactar con los habitantes de aquel reino dorado que imagina, envía a dos de sus hombres, Rodrigo de Xerez y Luis de la Torre para que exploren tierra adentro y traten de contactar con las autoridades del lugar. Días después regresan sus emisarios, contentos y asombrados de la gente de esta tierra pero sin noticias de aquel reino rico que busca el Almirante, de su información verbal resume Colón en su Diario de Navegación: "(...) los habían recibido con gran solemnidad (...) los llevaron en brazos los más honorados del pueblo a la casa del principal y diéronle dos sillas (...) y ellos todos se sentaron en derredor de ellos (...)[9]

Estuvo explorando las costas de Cuba, poco más de un mes, primero enrumbo al noroeste y llegó a la actual bahía de Puerto Padre para continuar su navegación por ese rumbo hasta cerca de la bahía de Nuevitas, giró hacia el oriente y navegó cercano a las costa norte de la zona oriental hasta llegar el 5 de diciembre a la punta de Maisí a la que llamó Alfa y Omega por creerla principio y fin de estas tierras que el opinaba unida al continente, luego salió de las aguas de Cuba.

En su segundo viaje llega a punta de Maisí y costea por el sur la isla de Cuba hasta llegar a una amplia bahía que el llamó Puerto Grande(la actual bahía de Guantánamo), gira al sur se encuentra con Jamaica, retorna a Cuba, bordea Cabo Cruz y se interna por un laberinto de islitas que bautizó Jardines de la Reina, navegando luego hasta Guaniguanico, en la costa sur pinareña y ordenando a su escribano, Fernando Pérez de Luna que hiciera constar que esta no era isla sino tierra firme. A su regreso descubre la Isla de Pinos a la que nombró San Juan Evangelista, siguiendo luego a Jamaica.

Durante varios años la conquista de América se limitó a la colonización de la isla La Española, convertida en base de operaciones para la exploración del enorme continente que aún los navegantes españoles no tenían como continente nuevo para ellos, sino como parte del Asia. Cuba quedó relegada, visitada esporádicamente por los buscadores de esclavos, fugitivos o los que forzados por un naufragio se vieron obligados a permanecer en la misma.

Entre 1505 y 1507 Vicente Yáñez Pinzón, compañero de Colón en el primer viaje, circunvala la isla y rompe el mito de su unión con el continente, viaje reemprendido de forma oficial por Sebastián de Ocampo en 1509, como preámbulo a la conquista de Cuba.

Con la llegada a La Española del virrey Diego Colón se reaniman los planes de la monarquía para colonizar otros territorios, entre ellos Cuba, encomienda que es encargada a un rico vecino de esta colonia, Diego Velázquez y Cuellar(1461-1524) quien costeó la expedición acompañado de unos 300 españoles y un indeterminado número de indígenas. Tenía el título de Adelantado de Cuba, que equivalía al grado de Teniente Gobernador y partió de Salvatierra de la Sabana a fines de 1510 y en fecha no precisada de ese mismo año llegó con su expedición a la Bahía de Palmas, a la entrada de la gran bahía de Guantánamo, ya explorada por Colón y posiblemente por otros navegantes españoles asentados en La Española.

Encontró desde su llegada una fuerte resistencia de los aborígenes de esta zona, conocedores de las crueldades de los españoles en la colonia de la vecina isla y dispuestos a no permitirle la permanencia. La superioridad tecnológica de los españoles derrotó a los desesperados taínos liderados por el cacique quisqueyano Hatuey, quien poco tiempo después fue capturado y quemado vivo para servir de escarmiento a los rebeldes.

Pacificado el país el Adelantado funda la primera villa, Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa (15 de agosto de 1511)[10], lugar ideal para ese momento, por su cercanía a La Española y enclavado en el territorio de los aborígenes taínos, con cultura similar a los que ellos habían encontrado en la vecina isla. Detalles que ellos no debieron desconocer en su momento.

A fines de 1512 llega a Cuba procedente de Jamaica Pánfilo de Narváez(1470-1528) con una fuerza compuesta de españoles e indios, su arribo impulsan los planes de Velásquez de recorrer y conquistar el territorio de Cuba.

Narváez es enviado a la zona del río Cauto en la que se establece y meses después el Adelantado le ordena avanzar hacia el interior de la isla, dejando una huella de sangre por su crueldad con los aborígenes, pese a las protestas del joven fraile franciscano Bartolomé de las Casas quien lo acompaña.

Por la costa norte avanza un segundo grupo de españoles en un bergantín hacia el occidente al mando de Diego Velázquez hasta la bahía de Nipe, allí el Adelantado parte rumbo a la zona del Cauto a pie, en tanto el bergantín continua costeando por el norte capitaneado por su segundo Francisco Morales.

Al llegar a la zona del Cauto, Velázquez funda la segunda villa en un fértil valle poblado de aborígenes y buena comunicación, junto al río Yara, en el lugar que fuera quemado el cacique Hatuey, San Salvador (5 de nov. de1513), que a fines de 1514 pasa a las márgenes del río Bayamo.

Luego continua con una partida en canoa bordeando la costa sur hacia la región central del país y encuentra una numerosa población autóctona, en tierras fértiles, de buena comunicación marítima y por ello funda la villa de la Santísima Trinidad (1514) y poco después en la misma zona pero tierra adentro a orillas del río Tuinicú, la villa de Sancti-Spíritus (junio de 1514).

Ese mismo año en la bahía de Nuevitas, el grupo de españoles que se desplaza con el bergantín por la costa norte de Cuba comandado por Francisco Morales, lugarteniente de Velázquez, funda la villa de Santa María de Puerto Príncipe (2 de febrero1514) en la Punta de Cuincho, entre la ensenada de Mayanabo y la bahía de Nuevitas, en 1516 la villa es trasladada hacia las márgenes del río Caonao y en 1528 tierra adentro en un territorio entre los ríos Tínima y Jatibonico.

Más hacia el occidente posiblemente en la desembocadura del río Hondo, en la costa sur de la actual provincia de La Habana, Diego Velázquez funda la sexta villa, San Cristóbal(1515), trasladada hacia la costa norte cerca de la desembocadura del río Casiguagua (Almendares), hasta encontrar su emplazamiento en 1519, en la abrigada bahía de Carenas.

Cumplida la conquista de toda la isla, Diego Velázquez regresa a la zona oriental y funda una nueva villa, Santiago de Cuba(1515) en una bahía con fácil acceso al interior del país y a las rutas de La Española con Jamaica y las tierras caribeñas de Centro y Sudamérica, focos de las conquistas hispanas de la época. Dada su posición estratégica en 1522 Velázquez traslada la capital de la colonia hacia esta villa.

La creación de siete villas en el breve plazo de tres años, con una escasa población española, está determinada por la importancia que para los conquistadores tiene la creación de Cabildos.

Al crearse una villa se deslindaban primero las parcelas para los edificios públicos alrededor de una plaza, y después se designaban las parcelas para los vecinos fundadores, muy cerca de las tierras mercedadas de cada colono. Los concesionarios de parcela debían construir casa en un tiempo determinado sino quería perder la concesión, por lo general esta primera vivienda era una casa del mismo estilo que las aborígenes, de madera y guano.

Esto daba derecho a tener tierras mercedadas, que eran parcelas donadas por el rey por cuatro años y que podían ser propiedad del usufructuario si las ponía a producir. Estas mercedes de tierra variaban su extensión según fuera la jerarquía del beneficiario.

Diego Velázquez estuvo facultado por el rey como "repartidor de indios"[11] y posteriormente para conceder "mercedes de tierra"[12] , junto con otras medidas tendiente a estimular la colonización de la Isla.

Posteriormente los Cabildo continuaron otorgando las mercedes de tierra, facultad refrendada por el Oidor de Santo Domingo, Alonso de Cáceres en 1573.

La tenencia de tierras desde estos primeros tiempos de la colonización se convirtió en una fuente de poder, influencia y enriquecimiento de los colonos quienes junto a este privilegio real necesitaban la mano de obra que hará producir esas tierras.

Esos trabajadores lo obtenían a través de las encomiendas, institución que le encarga un número determinado de aborígenes. La Real Orden de 1513 es clara en cuanto a los objetivos de esta repartición de indios: "(...) las personas a quien ansi repartierdes los dichos indios, como dicho es, los tengan e traten e se sirvan e aprovechen dellos segun e por la forma e manera con las condiciones que vos ordenardes e mejor bien visto fuere (...)" [13]

Las villas además se creaban en lugares de alta concentración de aborígenes, o cercanas a puertos y tenían como fin primordial la creación del mecanismo legal para enriquecer a aquella horda de segundones, perdedores, hombres de guerra, aventureros y cuanta lacra cayó por el Nuevo Mundo en mayoría tal que hizo excepcional la presencia de los seres buenos.

La Encomienda fue la creación diabólica para estos fines de enriquecimiento rápido, se aplicaba ya en Santo Domingo y era causa de que en menos de dos décadas la población taína en esa isla ya mostraba signo de desaparecer por disímiles causas, todas asociadas al trabajo esclavo y su justa rebeldía para oponerse. Solo un dato, según Pedro Mártir de Anglería unos cuarenta mil aborígenes fueron cazados y llevados a la fuerza a La Española, provenientes de las islas adyacentes entre 1509 y 1513[14]para poder reponer la mano de obra ya escasa para acelerar la búsqueda de oro exigido de forma apremiante por los muy católicos reyes de España.

La aplicación de la encomienda en la isla de Cuba permitió al Adelantado repartir a estos infelices entre los señores de la conquista a fin de que estos los "cristianizaran" a cambio de que estos trabajaran para ellos mientras durara la encomienda. Legalmente no eran esclavos, pero en la práctica fueron sometidos a peores tratos, trabajando intensamente en las labores agrícolas, los lavaderos de oro y otras faenas que garantizaban la supervivencia de la colonia.

La población nativa de Cuba que ha sido calculada entre ochenta y cien mil personas al inicio de la conquista fue prácticamente exterminada en menos de cinco décadas, por el duro trabajo, el hambre, los suicidios, las epidemias, los malos tratos y la justa rebeldía ante la violencia coercitiva.

Las ambiciones de Velázquez por expandir la conquista hacia tierras continentales le hizo mucho daño al progreso de la colonia. Otro factor que conspiró contra el progreso del enclave fue la poca abundancia de oro en la isla, hecho que desanimó a los conquistadores que venían en busca de un enriquecimiento rápido y los hizo unirse a los nuevos planes de conquista que se gestaban.

En 1517 Diego Velázquez patrocina con sus propios recursos y sin permiso del Rey, una expedición de exploración a las costa de la península de Yucatán y sus inmediaciones a cargo de Hernando de Córdoba y una segunda con el mismo destino en 1518 con el mismo destino y dirigida por su sobrino Juan de Grijalva.

Con las noticias recopilada en ambos viajes y el aliento de un gran botín, Diego Velázquez organiza una tercera expedición capitaneada por Hernán Cortés (1518),quien lo traiciona y rompe los vínculos con él, dirigiendo la célebre expedición que comenzó la conquista de México.

El éxito de Cortés provocó una estampida de los españoles asentados en Cuba, más de dos mil abandonaron la isla en busca de oro y fortuna fácil, pero lo peor fue que se puso al servicio de estas expediciones el capital necesario para el desarrollo de la colonia. En 1526 el Rey de España prohibió el abandono de la isla sin autorización, bajo pena de muerte y confiscación de bienes, era una medida tardía.

La total pacificación de la isla nunca fue una realidad para la colonia en el siglo XVI. En los documentos de la época se habla con frecuencia de "provincias indias", territorios intrincados habitados por grupos de aborígenes que no se sometieron a la encomienda. Estos mantuvieron una latente rebeldía que por momento se hizo intensa y atrevida, llegando en algunas etapas a poner en peligro el trabajo de los lavaderos de oro, las haciendas y hasta las mismas villas.

No era un movimiento coordinado, sino la expresión natural y espontánea a la explotación y los desmanes del conquistador. La prueba de la magnitud que alcanzan esta incursiones punitivas de los naturales del país es la carta que le hace el Adelantado Velázquez a Rodrigo de Tamayo, en ella además de designarlo para dirigir las fuerzas para sofocar la rebelión lo instruye en los siguientes términos: "(...) por la presente en nombre de sus majestades e por virtud de sus poderes Reales que tengo os doy licencia pa q podays y con la gente q vierds ser necesaria de españoles contra los dhos indios cayos a los qles podays dar guerra hiriéndolos e prendiéndolos e a lo q se os defendieren los podays matar por mana q los demás indios cayos escarmienten de cometer lo semejantes delitos(...)"[15]

Con la muerte de Velásquez (1524) y la isla casi abandonada por los colonos españoles se reavivaron las rebeldías indígenas. Se incrementan los ataques de hacienda, liberación de indios encomendados y esclavos, asaltos a españoles aislados. La rebeldía de los nativos se hace el mayor problema político de la colonia.

Ya desde inicio de la década hay un incremento de apalancamiento de los aborígenes, que a lo largo de estos años han ido asimilando técnicas europeas, manejo de armas, monta de caballos, conocimiento de su idioma y tácticas guerrilleras que hicieron muy difícil la situación de los minoritarios núcleos de españoles en las villas.

Con la intensificación de la rebeldía el asunto llega hasta el Consejo de Indias y hasta el mismo rey Calos I ordena medidas muy drásticas contra los sublevados:"Hazelles heis guerra como contra vasallos nros. questan alçados y rebelados contra nro. Servio y fidelidad para que cualquier persona los pueda matar y prender y hazer todo el que quieran syn por ello caher ni incurrir en pena alguna (...)[16]

Manuel de Rojas, sucesor de Velázquez organiza cuadrillas para perseguirlos, pero sin éxito. La colonia pasa por su peor momento para los europeos, que se ven acorralados en sus haciendas y villas casi deshabitadas. El estado de rebeldía es tal que los nativos atacan y queman las villas de Baracoa y Puerto Príncipe.

Uno de los líderes de esta rebelión generalizada es el cacique taíno Guamá, que desde las montañas de Baracoa causó fuerte dolores de cabeza a los colonizadores durante unos diez años, hasta su muerte en 1532. La muerte de Guamá y la epidemia de viruela que se produjo en 1533 y mató a miles de aborígenes provocó una recaída de la insurrección que poco después, 1538, recobra fuerza con la salida de la expedición de Hernando de Soto para La Florida.

La rebeldía se mantuvo latente hasta la década del cincuenta de ese siglo cuando se aplicó la Ordenanza de la abolición de la Encomienda, promulgada en 1542 y suspendida por la negativa de los poderosos encomenderos.

Con la disminución de la población aborigen, la rebeldía latente de los que no estaban sometido al régimen de encomienda, la casi nula producción de oro y el paso gradual a una economía de servicio en función de la conquista de las ricas colonia del continente, ya la institución de la encomienda perdió su importancia en Cuba, esto unido al conocimiento gradual por los aborígenes de que esta había sido abolida por el rey determinó la disolución de las encomiendas que quedaban.

La población autóctona del país estaba muy reducida, pero aún era mayoría a mediados del siglo XVI, algunos cientos de ellos sobrevivían en intrincados parajes de la isla y otros tantos vivían, asimilados o no, de forma pacífica en las villas y haciendas españolas, mestizándose con los españoles y los negros africanos, cuya introducción ya había comenzado de forma lenta pero gradual. Se crearon los pueblos de indios para agrupar a los que pacificados se acogieron a esta forma, de ellos los más conocidos son los pueblos de Guanabacoa, Jiguaní y El Caney.

Durante la segunda mitad del siglo XVI se produce una tendencia al desarrollo autónomo de la colonia de Cuba, motivado principalmente por el virtual abandono de la isla por las autoridades de la metrópoli. Las ricas colonias de tierra firme acaparan la atención y las inversiones reales a fin de incrementar y asegurar las riquezas provenientes de estas regiones.

Esta situación produce en el país un interesante fenómeno de desplazamiento del interés colonial hacia la villa de San Cristóbal de La Habana, ya asentada en la estratégica bahía que hasta ahora los navegantes españoles conocieron como puerto Carenas, al descubrirse la ruta de navegación hacia España a través del paso de las Bahamas aprovechando las corrientes del Golfo.

Este descubrimiento se produjo a raíz de la conquista de México por Hernán Cortés(1519) quien al enviar un emisario al rey de España, lo hizo en un barco cargado de riquezas tales, que no necesitó lastre para navegar y conducido por el experimentado piloto Antón Alamino quien condujo la nave por la nueva ruta, que sin dudas ya conocía.

Este descubrimiento acortaba el tiempo de navegación entre España y el Nuevo Mundo, cuestión que cobró mucha importancia tras la conquista de los imperios amerindios y es ahí donde la bahía de La Habana se les presentó como el lugar ideal para recalar en la ida y luego en la vuelta, por sus condiciones naturales, su ubicación frente a la corriente del golfo y su factibilidad defensiva. Tal hecho marcó el desarrollo del puerto de La Habana y la ciudad que junto a él creció:

"Conocidas, pues, las proporciones de la navegación de flotas y armadas en el retorno de Nueva España a Europa por la costa del norte de Cuba y Canal Nuevo de Bahamas, y establecida su carrera, fue consiguiente su arribo y escala de ellos al puerto de La Habana, aumentando su tráfico y comercio"[17]

Esta nueva función del puerto de Carenas determinó el traslado de la villa de San Cristóbal del sur al norte para fundirse con un pequeño poblado que allí ya existía y crearse la nueva San Cristóbal de La Habana.[18]

Ya en la tercera década del siglo XVI "(...) ay muy buen pueblo adonde Vienen muchos nabios de Castilla e de Yucatán e descargan mercadería e contratan cada año cc pesos de derechos poco más o menos"[19]

Esta preponderancia de La Habana como puerto de encuentro y refugio de la flota determinó que se acentuara el abandono y despoblamiento del resto de la isla, que ya desde el inicio de la conquista de tierra firme había comenzado y que continuó ahondando el abismo entre esta y las demás villa, al trasladarse hacia esta la capital de la colonia y crearse el monopolio comercial del puerto de La Habana.

A partir del establecimiento del sistema de flota para el comercio con las posesiones españolas en América, La Habana se convierte en un enclave importantísimo en ese eslabón. La llegada de la flota se convirtió en el modo de vida de los habaneros, su llegada ponía a toda la villa en función de sus necesidades, aunque tuvieran que pasarle por encima a las leyes y las "buenas costumbres" de la época.

La flota traía miles de personas, entre marineros, soldados, viajeros y funcionarios que se comportaban en La Habana como si estuvieran en una ciudad sin ley. Los comerciantes y vecinos se complacían en satisfacer todas las necesidades de los forasteros con el único fin de hacerles gastar parte de las riquezas que traían.

Fernando Ortiz en su libro "Los Negros Curros" caracteriza estos primeros tiempos de La Habana, "(...)puerto marítimo muy frecuentado, famoso por sus diversiones y libertinajes, a los que se daban en sus luengas estadas la gente marinera y advenediza de la flota junto con los esclavos bullangueros y las mujeres de rumbo, en los bodegones de las negras mondongueras, en los garitos o tablajes puesto por generales y almirantes para la tahurería y en los parajes, aún menos santos, por los bohíos y casas de embarrado(...)[20]

En esta segunda mitad del siglo XVI las villas del interior desarrollaron una economía basada en la ganadería como producto de exportación y la agricultura de subsistencia. La exportación de carne salada, ganado en pie, incluyendo los equinos y los cueros, fueron renglones que fueron sustituyendo al inexistente oro y comenzó a desarrollarse un nuevo comercio no autorizado con comerciantes europeos, españoles o no, que poco a poco se convirtió en la principal fuente de enriquecimiento de esta población del interior del país.

Los cabildos se fortalecieron y basan sus preocupaciones políticas en las necesidades de su región específica. Desde 1536 adquieren la prerrogativa de repartir tierras, facultad que le ratifica el Oidor de la Audiencia de Santo Domingo Alonso de Cáceres en su visita de 1573, este funcionario reorganiza los cabildos de tal manera que esta institución legalizó su influencia en la vida económica y social de las regiones de la isla.

Desde inicio de la conquista fue una preocupación de la monarquía española ejercer un monopolio sobre la explotación de las nuevas tierras descubiertas, dejando fuera a las otras potencias europeas que en la medida que avanzaba el siglo XVI y se constata las fabulosas riquezas del Nuevo Mundo, comienzan a disputar a España la supremacía, utilizando todos los medios posibles.

Una de las principales medidas adoptadas por estos monarcas fue la autorización a sus nacionales para ejercer el corso y la piratería contra los buques españoles que hacían la travesía cargados de riquezas desde América. Las pérdidas para España fueron tan cuantiosas que a partir de 1561 se estableció el sistema de flotas y rutas fijas desde España hasta América y viceversa, teniendo a La Habana como punto de concentración de la flota.

En 1537 se produce el primer ataque pirata en la colonia de Cuba, al asaltar piratas franceses en la bahía de La Habana a dos buques españoles provenientes de México. A partir de ese momento fueron constantes los asaltos a las poblaciones y los barcos en la colonia, incluyendo el asalto a Baracoa, Santiago de Cuba, Puerto Príncipe y La Habana, esta última ocupada y destruida en 1555 por el pirata francés Jacques de Sores.

El asalto a La Habana por de Sores conmovió a las autoridades de la Corona, que comprendieron la importancia de la bahía y la necesidad de crear un sistema de defensa que la resguardaran del peligro de otro ataque. Este puerto era clave en la navegación desde y hacia España, por lo que el Consejo de Indias decide fortificarla, incluyendo dos castillos a la entrada de la bahía, reconstrucción del castillo de La Fuerza y levantamiento de una muralla perimetral de la villa.

La Habana era ya desde hacía varias décadas la principal población de la colonia, el puerto más frecuentado de América y por ende los gobernadores de la isla, desde Hernado de Soto permanecían más en La Habana que en Santiago, hasta que definitivamente Gonzalo de Angulo fija su residencia en la ciudad, decisión aprobada por la Audiencia de Santo Domingo el 26 de julio de 1553.

El protagonismo de La Habana a partir de 1555 acentúa el aislamiento del resto del país, que tuvo que enfrentar a la piratería prácticamente con sus propios recursos, pero que también le permitió desarrollar el comercio de contrabando o rescate, convertido en un negocio muy floreciente que envuelve no solo a los naturales, sino a las autoridades civiles, militares y eclesiásticas. A cambio de sus producciones los rescatistas recibían esclavos, manufacturas y mercaderías diversas, que permitieron un rápido desarrollo a villas como Bayamo, Puerto Príncipe, San Juan de los Remedios y Trinidad, entre otras. Por su volumen este comercio llegó a ser mayor al que estas regiones tenían con su metrópoli, España.

En 1603 España firma la paz con Inglaterra lo que permite iniciar un conjunto de medidas para recuperar el poder absoluto que las guerras has disipado un poco; en el caso de Cuba las medidas reales van dirigidas a suprimir el comercio ilegal de los habitantes de la isla y para ello instruye al gobernador Pedro Valdés para que procese a los contrabandistas de la zona oriental, sobretodo a la población de Bayamo, donde están comprometidos no solo los hacendados y comerciantes sino las autoridades.

Para hacer cumplir la orden el Gobernador envió a esa región al licenciado Suárez Poágo, quien constató la participación de casi toda la población y las autoridades en el ilícito negocio, al intentar enjuiciarlos chocó con la rebeldía de la población, dispuesta a impedir el castigo de los rescatadores.

El "escándalo de Bayamo" dejó a la vista la creación de intereses autónomos en las desatendidas villas, la influencia y riqueza de un grupo de naturales del país y su disposición a oponerse a lo que consideraban una injusticia.

La evidente falta de autoridad monárquica en la región oriental de la isla hizo que el rey adoptara como medida el crear un gobierno en esa región, subordinado al de La Habana en lo político y lo militar, pero con autonomía para aplicar una política centralizadora en su territorio, por ello el gobernador de esta zona, con rango de Capitán a Guerra lo nombraba el rey, como el de toda la isla. Esta división de la gobernación de la isla duró hasta 1698, aunque el rey siguió nombrando posteriormente al gobernador de la región oriental.

A la par de la conquista y la repartición de las Encomiendas, marchó la organización del gobierno. La organización del gobierno colonial tenía a Diego Velázquez como su más alta figura, Gobernador de la Isla, subordinado al virrey de Santo Domingo con el título de Adelantado, venía acompañado por otros funcionarios reales, como el factor, quien lleva los inventarios de las pertenencias reales, entrada y salida de mercancías y cobro de impuestos de exportación e importación; el tesorero, quien guarda la renta del monarca además de cobrar y pagar en su nombre; el contador, encargado de las cuentas de ingresos y egresos del tesoro real y el veedor, responsable de velar por la fundición de oro, pesarlo y separar el quinto real. Cada uno de estos funcionarios era independiente y solo respondían a la Casa de Contratación de Sevilla, modo muy eficaz que tenía el Rey para velar por sus intereses.

Los habitantes españoles de la colonia participaban en el gobierno de forma restringida a través de los consejos municipales o Cabildos. Este era presidido por un alcalde y los regidores. Estos Cabildo, eran la estructura más importante en las villas y sus alrededores y estaba formado por un número de tres a cinco regidores. En estos primeros años de colonización llegaron a tener notable influencia y poder en la zona de su jurisdicción, siendo dominados por la naciente oligarquía de la tierra.

El criollo

La llegada de los conquistadores a Cuba significó el traumático encuentro entre dos culturas, una tecnológica y culturalmente fuerte, en camino de la consolidación del Estado Nacional y mestizada en un conglomerado de pueblos y culturas aún no fraguado del todo al enfrentar la aventura de la colonización del "Nuevo Mundo".

La otra, una cultura primaria en tránsito de descomposición de la comunidad primitiva y una abismal diferencia tecnológica que determinó su sojuzgamiento por las huestes conquistadoras hispanas.

Población básicamente masculina, que viene a conquistar fortuna rápida, esta primera oleada no es de colonos con sus familias, dispuestos a quedarse en las nuevas tierras, sino aventureros que se amanceban con las mujeres nativas, algunos constituyeron familias con ellas, y otros se establecieron en la isla con esposas venidas de la península.

En América el español repite el experimento que había realizado en su propio país: mestizarse. Durante siglos los moros, cristianos, judíos y gitanos se interrelacionaron en la península ibérica, hasta que el espíritu de la Contrarreforma les obligó a decidirse por la conversión o la expulsión.

Por documentos del siglo XIV se conoce que en Sevilla había población negra con sus cabildos de nación, tanto libres como esclavos y que no pocos de ellos pasaron a América y en particular a Cuba, aún antes que fuera traído el primer esclavo africano en el siglo XVI.

De España vinieron gente de todas clases y de todas partes, la conquista fue una salida para hidalgos pobres, desheredados, segundones, gente humilde y marginales de todo tipo.

"Ellos no trajeron ni podían traer, el nivel cultural existente en la España del siglo XVI. De hecho ellos mismos eran unos desarraigados que vinieron a crear una peculiar cultura en su adaptación al medio natural y humano que hallaron" [21]

En medio de la traumática situación de la conquista el intercambio cultural en Cuba fue una relación de pérdida y adquisición.

Con los conquistadores llegaron los negros, los primeros asimilados y ya transculturados. Luego, poco a poco fueron traídos los esclavos africanos de diversas etnias y culturas. Solo pudieron traer consigo su mundo espiritual, su cultura intangible, que ellos se encargaron de disfrazar, disimulándola en la cultura dominante, con elementos sincréticos de raigambre autóctona para la nueva realidad de la isla.

Diezmada pero no extinguida la población aborigen de Cuba forma parte de la mezcla racial del "criollo". Indias fueron tomadas por la fuerza, desposadas o mantenidas en concubinato por los conquistadores. De esas uniones nacieron los primeros mestizos de esta tierra.

De su cultura, la huella rural de su ajuar de utensilios de uso: el bohío, la hamaca, la coa, la barbacoa, el conuco, el casabe. El aporte de sus productos a la dieta del hombre de esta tierra: la yuca, el boniato, el ñame, el maiz, la papaya, la anana(piña), la guayaba, el tabaco, etc.; y la toponimia más peculiar de los campos de Cuba: Baracoa, Jagua, Caonao, Guacanayabo, Maniabón, Guanabo, Mayabe, Guanabacoa, Juguaní, Baní, Yumurí, Guantánamo, etc.

En la tercera y cuarta década del siglo XVI comienza a manifestarse en el ámbito socio-cultural de la colonia, una población, aún en minoría. Nacidos en el país, cuyo rasgo principal es el mestizaje, racial o cultural, o ambos, con sentido de apego y pertenencia a la comarca en la que crece, al que ya los documentos de la época comienzan a distinguir como "hijos de la tierra" o "criollos". Distinción y pertenencia más arraigada en el interior del país donde el aislamiento y el contacto con el "otro" que habla otra lengua, tiene otras costumbres y con quien mantiene relaciones mercantiles, de distanciamiento y desconfianza por los azarosos día de piratería y de rescate que se viven, afianzan ese sentido de "criollidad" y endogenismo.

En La Habana ese sentido de pertenencia es más cosmopolita, el rey lejano, pero omnipresente, se hace sentir más que en el interior. Los grupos dominantes, aunque desarrollan ese sentido de pertenencia habanero, miran sus intereses atados a la corona y la oligarquía comercial peninsular, aunque llegado el caso responden a sus intereses de clase y de grupo.

Las población humilde en la capital colonial evoluciona también en el sentido de la pertenencia, pero más abiertos a las influencias socio-culturales que le llegan de otras partes.

A fines del siglo XVI tenemos una población heterogénea, en la que se destacan los rasgos particulares del nacido en esta tierra, con sus diferencias regionales y de clase.

La Iglesia en Cuba y los primeros pasos en la enseñanza

En la conquista del Nuevo Mundo participó la Iglesia Católica apoyando el proyecto colonizador emprendido por los Reyes de España. La poderosa institución que era entonces la Iglesia venía con el propósito anunciado de expandir la fe entre los pobladores de las nuevas tierra que se encontraban, la realidad fue de que prestó el sustento ideológico a la explotación de la población nativa de estas tierras al justificar su sometimiento a la necesidad de su conversión cristiana, tras la cual encendió su enriquecimiento a través de los diezmos y de la participación directa de sus funcionarios en empresas económicas expoliadoras del aborigen americano.

A pesar de su influencia la Iglesia tuvo que acatar las imposiciones absolutistas de los reyes de España que se abrogaron el derecho de nombrar los obispos y principales autoridades eclesiásticas para América, aunque le permitió autonomía en su trabajo sin subordinarse a las autoridades coloniales, lo que se convirtió en una fuente de perenne conflicto entre las autoridades coloniales y la iglesia.

El contingente conquistador de Diego Velázquez incluía a varios frailes entre los que se encontraba Juan de Tesín[22]poco tiempo después se les unió el fraile franciscano Bartolomé de las Casas, hombre de gran bondad y sentido de la justicia

que se rebela contra las crueldades que se cometen contra la población nativa y se convierte en un defensor de sus derechos por los cuales viajará a España luego de renunciar a su encomienda. Allí denuncia los atropellos de los encomenderos ante la Casa de Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias y tras largos años de polémicas fue nombrado Protector Universal de los Indios y logra que se apruebe la abolición de la Encomienda en 1542 dentro de las Leyes Nuevas que aprueba el monarca.

En 1516 se crea el obispado de Cuba con sede en Baracoa para el cual fue nombrado fray Bernardo Mesa, prelado que nunca estuvo en Cuba, ni hizo nada por sus feligreses. En 1518 el rey nombra como obispo de Cuba al flamenco Juan de Witte, quien tampoco vino a la isla a hacerse cargo de su diócesis pero que sin embargo hace las primeras gestiones para organizar el obispado, regula el funcionamiento de la diócesis, el cobro de diezmo y distribución de fondos para las obligaciones de la Iglesia.

Aunque de forma precaria las siete villas tienen iglesia con un religioso que la atienda, todos ellos frailes que fueron preferido por la Corona en esta misión "civilizadora" que se le encargaba en estas tierras. Predominaban entre ellos los de las Órdenes de los Dominicos y los Franciscano quienes se establecieron en Santo Domingo y de aquí con Velázquez los segundos pasaron a Cuba para cumplir su tarea evangelizadora.

Se adaptaron a la realidad de la conquista santificando en sentido general la actuación de los colonos encomenderos, participando en la explotación del indio, algunos con encomiendas y propiedades y convertidos en defensores de los intereses terrenales de la Iglesia por encima de su labor espiritual.

Con el traslado de la capital para Santiago de Cuba, el obispado muda su sede para la misma en 1523 y siguiendo las indicaciones de Witte se crean seis dignidades en la catedral, entre ella la de maestrescuela, con la obligación de enseñar gramática a los curas y a todos los que quieran aprenderla.

En 1523 ya había maestro de enseñar gramática en Santiago de Cuba, llamado Aquiles de Holden, creado el cargo de maestrescuela el primero en ocuparlo fue Sancho de Céspedes sucediéndole Pedro de Andrade.

Con el nombramiento de fray Miguel Ramírez para el obispado de Cuba la diócesis cuenta con el primer obispo en ejercicio, caracterizado como hombre muy práctico, se preocupó por las recaudaciones del diezmo y el incremento de las propiedades de su iglesia, aún modesta hasta el punto que no contaba con ningún templo de piedra dentro de su jurisdicción.

Le siguió otro obispo de similares características Diego Sarmiento, quien constata la pobreza de las villas en su visita pastoral de 1544 de la que informa luego al rey que en todo el país hay apenas doce clérigo en funciones, de ellos tres en el recién creado convento de San Francisco de Santiago de Cuba, que según el obispo, "sabían poca o ninguna gramática"[23] y que en la catedral había tres religiosos: un predicador, un bachiller y un mestizo de la villa que toca el órgano, enseña gramática y es de conducta intachable, era el joven criollo Miguel Velázquez, la primera persona del país de quien se tiene noticias.

Miguel Velázquez, mestizo de india y español estudió en Sevilla y al regresar a Santiago se desempeñó como cantor, organizó la capilla de música de la catedral, y maestrescuela con la obligación de enseñar música y gramática a los clérigos. Fue una destacada figura de la sociedad de su tiempo en la que se le tenía por hombre honestísimo, cualidad que allí no abundaba, además de inteligente y culto. Fue corregidor de Ayuntamiento y canónigo de la catedral a partir de 1544. En tal se le apreciaba que el contador real de la isla Juan Agramonte dijo de él: "(...)mozo edad, anciano en doctrina y ejemplo"[24]

En Velázquez se aprecia un primer momento de surgimiento del espíritu criollo en la isla, no era el único, ya crecían muchos criollos mestizos o no en las villas y haciendas, pero su inteligencia y sensibilidad espiritual le permiten recoger en una carta dirigida a su amigo el obispo Diego Sarmiento su tristeza ante la situación de intrigas, enfrentamientos internos y ambiciones de los fundadores: "Triste tierra, como tierra tiranizada y de señorío"[25]

La Iglesia en Cuba no se ocupó de la labor misionera que le correspondía de acuerdo con los fines evangelizadores que tenía entre sus objetivos, el nativo de la tierra apenas tenía tiempo para recibir las "nuevas doctrinas" y los religiosos en el país eran poco. La labor pastoral de la Iglesia Católica se limitó casi por completo a la población europea que vivía en las villas y sus cercanías y puede afirmarse que hasta fines del siglo XVII la Iglesia no penetró en los campos de Cuba[26]

La principal función de la Iglesia era ideológica, ella velaba por el cumplimiento de la moral y las buenas costumbres cristianas, por el cumplimiento de los deberes de todo buen cristiano, asistencia a la Iglesia, adoración a Dios y la contribución económica para el sostenimiento de la misma. En la colonia de Cuba en estos dos primeros siglos de asentamiento colonial, mucho dio que hablar el clero arrastrado a complicidades, corrupciones y concupiscencia

Desde los primeros momentos la vida cultural y social de la población de la colonia en el siglo XVI y XVII se organiza alrededor de la liturgia de la Iglesia católica. La misa dominical era el principal evento social de la villa y las festividades religiosas eran las principales actividades culturales que en ellas se desarrollaban. De ellas el Corpus Christi, celebrado por vez primera en Santiago de Cuba en 1520 era el principal festejo religioso popular de la colonia.[27]

En esta época eran funciones de la Iglesia, la enseñanza, la atención hospitalaria y la asistencia social, servicios importantes que debían desarrollar con los fondos de sus diócesis, lo que nos da la medida de lo poco que podían hacer en una colonia pobre y con tantos intereses creados para disponer de esos fondos.

Con la isla casi despoblada a mediados del siglo XVI la isla no tenía ninguna escuela funcionando. La generalidad de la población blanca no tenía educación más allá de las primeras letras. Los vecinos pudientes pagaban preceptores para sus hijos o los enviaban a España y para los indios que quedaban, la evangelización fue solo un barniz de apariencia dado el poco interés y la escasez de las Iglesias.

En la segunda mitad del siglo XVI desaparece la escuela de la catedral de Santiago tras el traslado del obispo a Bayamo por temor a los piratas, donde no se restablece la escuela a pesar de la donación de Francisco Parada para crear tres capellanías, una de las cuales sería de gramática.

España vivía su "Siglo de Oro" en la literatura y las artes impulsada por la bonanza de las riquezas saqueadas en América, pero a Cuba apenas si se le prestó atención.

Mientras las órdenes religiosas comienzan a establecerse en la isla, pese a la oposición férrea de la Iglesia, que ve en ellos a competidores por la poca riqueza del país. Los primeros en establecerse son los Franciscanos en Santiago de Cuba (noviembre de 1531), con un intento anterior en 1529, que fracasa por la hostilidad de la Iglesia

En San Cristóbal de la Habana, ya una influyente y próspera villa se asientan los jesuitas (1566), venidos con el gobernador Menéndez de Avilés para establecerse en la Florida. Era un pequeño grupo de monjes que organiza la primera escuela del poblado con el fin de preparar personal para que los sirviese. La misma funcionó hasta 1574 en la pequeña ermita de San Juan, con la salida de Avilés los jesuitas se retiraron al Virreinato de Nueva España (México).

En 1574 se establecen en La Habana los monjes franciscanos y cuatro años después los monjes dominicos. Ambas órdenes llegan en un buen momento en el desarrollo de la villa, por lo que se pudieron beneficiar con los donativos de los vecinos. Ellos establecieron en sus conventos centros de enseñanza para los hijos de los vecinos pudientes, impartiendo gramática latina y religión.

En 1599 los franciscano se establecen en Puerto Príncipe y en 1601 lo hacen los mercedarios. Según informe del gobernador Gaspar Ruiz de Pereda (noviembre de 1609) los franciscanos también se había establecido en Bayamo y los mercedarios en Trinidad. En 1603 los religiosos de San Juan de Dios se radicaron en La Habana ocupándose de las labores hospitalarias y en 1608 se radican en La Haban los monjes de la orden de San Agustín.

Todos estos conventos e instituciones religiosas contaban con muy pocos frailes, que en su conjunto nunca llegaron a las dos docenas a lo largo del siglo XVI, debido a la pobreza de la colonia que no podía permitirse el lujo de mantener una gran población eclesiástica.

"Durante los siglos XVI y XVII y por mucho tiempo después, las órdenes y cofradías religiosas patrocinaban los principales instituciones de salud, educación y beneficencia".[28] Estas cofradías estaban conformadas por devotos a un determinado santo y eran muy influyente en estos primero tiempos. En el siglo XVI en la villa de San Cristóbal de La Habana existían la cofradía de la Vera Cruz y la del Santísimo Sacramento, presididas ambas por el gobernador de la isla.[29]

Por estos años el cabildo habanero se interesó por primera vez por la educación de los hijos de sus vecinos y costeó el sueldo de un maestro, pero exigió a los vecinos notables una contribución que ayudaría al sostenimiento de los conventos que desarrollaban esta labor educacional.

Inicio de la literatura en la isla

Los testimonios y vivencias de aquellos que participaron en la conquista y fomento de la colonia en la isla de Cuba es de gran valor porque en ellos aparece el entorno natural de aquellas tierras, su gente primigenia, con sus costumbres y forma de ser, además de conocer la actitud del europeo frente a una realidad que le es novedosa y desconocida, contando además su relación con los nativos. En estas obras que hoy conocemos por el genérico de Crónica de Indias tiene su inicio con el diario de navegación del almirante Cristóbal Colón, que fue el primero en dejarse llevar por el asombro y la exuberancia de un paisaje que se convertiría en protagonista de una época.

Según José Antonio Portuondo, las referencias a la isla y los hechos relacionados con su conquista, no escapan del pecado retórico y pintoresquista común a las Crónicas de Indias.[30]

Dentro de estas Crónica de Indias para Cuba tienen un valor mayor, la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo(1478-1557), "Historia General y Natural de las Indias" editada en 15...., en la que relata la conquista de Cuba justificando los métodos empleados por los españoles. La obra cuenta los principales acontecimientos de la conquista, gestión del gobierno de Velázquez y las expediciones a las costas de México y Centroamérica, comandadas por Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, así como la expedición de Hernán Cortés.

El fraile dominico Bartolomé de las Casas (1474-1566) fue otro de los testigos excepcionales de los hechos de la conquista y formación de la colonia en Santo Domingo y Cuba, relatando sus vivencias en la "Historia de las Indias (15...). Aporta muchos datos para estos principios históricos, pero sobretodo hace una defensa muy comprometida de los habitantes nativos del país, condenando el régimen de encomienda por inhumano.

Aunque no escritas como relato, las cartas del Adelantado Diego Velázquez, primer gobernador de Cuba, aportan muchos elementos para estos primeros tiempos históricos en Cuba, principalmente las dos cartas dirigidas al rey el 1º de abril de 1514 y 1º de agosto de 1515 en las que precisa algunos hechos cardinales de la fundación de las primeras villas en Cuba.

En estos documentos están los primeros referentes al tema de la isla de Cuba, en algunos de ellos las referencias españolas son a la "Isla de Fernandina", aquel rimbombante nombre que solo fue de uso administrativo, puesto que para cartógrafos, geógrafos y marineros fue solo Cuba, así como la conocían sus primeros habitantes y la siguieron llamando los que la habitaban, nacidos o no por estos lares.

Esta tierra que no se caracterizó por ser fuente de riquezas acumulables, como los metales y piedras preciosas o las ricas manufacturas de sus pobladores originales; si pasa a ser distinguida por propios y extraños por su feraz naturaleza, clima benigno, fauna amable, ubicación geográfica privilegiada y otras muchas cualidades naturales alejadas de los extremos, que hicieron fácil la "retórica y el pintoresquismo" de que habla Portuondo, por lo que no es de extrañar que la primera obra propiamente literaria en la que se trate el tema de la isla, sean esas características las más resaltantes.

Se trata de setenta y cuatro estrofas reales del fraile franciscano Alonso Escobedo, que forma parte de un poema mayor titulado "La Florida", escrito a fines del siglo XVI. Singular monje andaluz que vivió en Las Antillas y en la península de La Florida unos diez años y en sus versos dedicados a Cuba, a la cual llama "la Dorada", narra un viaje de Baracoa a La Habana.

Escobedo era hombre de inquietudes literarias y letras bien aprendidas al que se le atribuyen cualidades de versificador juglaresco, amigo de la tertulia y de recitar versos.[31]

Inicios de las artes

Entre los conquistadores que había venido con Velázquez se encontraban algunos interpretes de instrumentos que no debieron faltar en aquellas primeras festividades organizadas por la iglesia de la isla, "Porras cantor y Alonso Morón, vihuelista, probablemente vecinos de Bayamo(...), Ortiz el músico como lo llama Bernal Díaz del Castillo. Vecino de Trinidad, Ortiz era considerado vecino de Trinidad, Ortiz era considerado un notable tañedor de vihuela y de viola. También se afirma que enseñaba a danzar (...)"[32]

Siendo la Iglesia y sus festividades y liturgias las que regían la vida en la colonia, no es de extrañar que sean justamente estas las únicas manifestaciones culturales del período. A tal efecto eran las fiestas del Corpus Christi, celebradas el jueves siguiente a la octava de Pentecostés (once días después de estas fiestas) las que alcanzaron mayor relevancia, principalmente en Santiago de Cuba, sede de la catedral durante el siglo XVI.

En el Corpus Christi, como herencia de la tradición española, sonaba la música, se organizaban representaciones teatrales sobre temas bíblicos y en las procesiones se danzaba al son de alegre música de jolgorio. Se celebraba entre fines de mayo y principios de junio, sin fecha fija e incluye una ceremonia religiosa en la Iglesia y la procesión que paseaba por las calles el cuerpo de Cristo, simbolizado en la ostia consagrada por el obispo, detrás venían los carros con representaciones de auto de fe, seguidas de grandes muñecones (taracas y gigantes) acompañados de música y bailes.

La primera referencia en Cuba y el Nuevo Mundo sobre una representación para estas festividades, data de 1520 cuando un documento del Cabildo santiaguero menciona la entrega de treinta y seis pesos a Pedro de Santiago por una danza para el Corpus Christi.

En Cuba se fue haciendo una costumbre, que a la salida de la procesión le precediera religiosa, el mismo día, un desfile de carácter popular, donde se cantaba y bailaba con gran alegría, esto fue escandalizando al clero que veían como la celebración iba convirtiéndose en una fiesta profana a pesar de las prohibiciones.

En estas celebraciones sonaban ya los instrumentos que había traído el conquistador. De esta manera se testimonia que desde mediados del siglo XVI sonaban en la catedral de Santiago, el violín, la bandola [33]el arpa, la chirimía [34]y la corneta, todos instrumentos de origen europeo. La catedral contaba para el servicio religioso con un órgano desde por lo menos 1544, año en que se reportaba lo tocaba Miguel Velázquez.

En La Habana la fiesta del Corpus Christi fue adquiriendo relevancia con el desarrollo de la villa, ya a finales del siglo XVI la Parroquial Mayor, apoyada por el cabildo le da a la celebración el esplendor necesario. Las actas del Cabildo habanero mencionan a Pedro Castilla en varias ocasiones a lo largo de la década de los setenta del siglo XVI, citándolo por los pagos que se le hacían por la preparación de la representación del Corpus Christi de los años 1570, 73 y 76, incluyendo descripciones sobre el apoyo que debían recibir de la gente de oficios para la lucidez de la fiesta.

"(...)Se acordó que el día de Corpus Christi viene presto e que para aquel día e cosa conveniente al servicio de Dios nuestro Señor que en la procesión e fiesta que se hiciere que haya algunos regocijos e fiestas mandaron que para lo susodicho todos los oficiales como son sastres, carpinteros, zapateros, ferreros e calafates saquen invenciones e juegos para aquel día e que para ello se junten con Pedro Castilla el cual le dará la orden de cómo lo han de hacer y repartir, así como que los negros horros se junten para ayudar a dicha fiesta conforme a como lo mandare Pedro Castilla con su invención".[35]

En estos mismos documentos aparecen otros nombres de autores de piezas para la "Fiesta de Carros"[36](28) que año tras años ganaban en fastuosidad en la villa más importante de la colonia, es así como aparecen los nombres de Juan Pérez (1577), Francisco Mojica (1588) y Jorge Ortiz (1590). Este último recibió por su trabajo 598 reales cinco veces más que lo recibido por Pedro castilla veinte años antes, lo que dice a la clara la solvencia de los vecinos de La Habana y la importancia que iban adquiriendo los festejos más importantes de la isla.

La Habana contaba ya a fines del siglo XVI con ministriles(músico de cuerda y viento) que animaban no solo el Corpus Christi sino otras celebraciones religiosas y profanas de la villa.

Se reportan actividades de teatro en 1597 con la presentación de comedias y entremeses y en 1599 Juan Bautista Siliceo estrena dos comedias cuyos textos no se conservan. [37]

Se tiene noticias de la existencia de cabildos de negros libres desde fines del siglo XVI en La Habana, que participan en la organización de las festividades religiosas en las que salían con gran algazara de bailes y cantos.

La arquitectura colonial en Cuba

La vida en aquellos primeros años se desarrolla de forma muy precaria, las villas en los primeros años no pasaron de ser un grupo de bohíos distribuidos alrededor de una plaza. Alrededor de la cual se construyeron las principales instituciones coloniales.

Poco a poco fueron apareciendo las primeras construcciones "de cal y canto" con tejas, probablemente primero en Santiago de Cuba, en la que aparece su Iglesia catedral y la casa del gobernador en las primeras décadas de la conquista. En esta misma villa aparecen los primeros tejares a partir de 1535 y en 1536 Gonzalo de Guzmán informa que en la capital colonial había 12 o 13 casas de piedras.

Fidalgo de Elvas, que llegó a Cuba acompañando a Hernando de Soto en 1538 dice que "(...) la ciudad de santiago de Cuba tendrá 80 casas grandes y bien repartidas; las más tienen paredes de tablas y están cubiertas de heno; algunas hay de piedra y cal, cubiertas de tejas; tienen grandes corrales y en ellas hay muchos árboles" [38]

La Habana tras convertirse en centro de reunión de la flota, fue dotada de un conjunto de fortalezas, que se convirtieron en las edificaciones más notables de la colonia en el siglo XVI. La primera de estas fortalezas fue el castillo de la Real Fuerza erigido sobre las ruinas del fortín levantado por Mateo Aceituno en 1544 y destruido por Jaques de Sores en 1555. Su construcción tardó veinte años (1557-1577), constituyendo el primer ejemplo de edificación militar renacentista en América. La obra estuvo a cargo del ingeniero militar Bartolomé Sánchez, maestre mayor de la obra y en ella se instaló la residencia del gobernador de la isla.

"La Fuerza nació en medio de estas lejanas circunstancias y particularmente concebida para los requerimientos de la flota dentro del puerto habanero (...) Era un almacén resguardado y artillado a breves pasos del desembarcadero, especie de caja fuerte de la flota y sus riquezas, autosuficiente en sí misma (...) [39]

En 1587 son enviados a La Habana, el Maestre de Campo Juan de Texeda acompañado por el ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli; ellos hacen un estudio del sistema defensivo de la bahía y un año más tarde regresan investidos de plenos poderes, el primero como gobernador de Cuba y el segundo con un numeroso grupo de artesanos y constructores y la encomienda de levantar los castillos de Los Tres Reyes del Morro(1599-1630) y San Salvador de la Punta (1590-1600) flanqueando la boca de la bahía.

"La fortaleza (...) constituyó todo un momento de despegue del género en el continente. Por vez primera se aplicaban los conceptos renacentistas en el arte de fortificar –planta regular, bastiones- lo que resultaba de hecho un signo revelador de la trascendencia que se le atribuía a su función y existencia ultramarina, en estos años iniciales del reinado de Felipe II"[40]

En estas construcciones se emplean los más modernos métodos técnicos de la época y se desarrolla un buen número de artesanos y esclavos especializados que aplican su conocimiento no solo en las construcciones militares sino en obras civiles de interés público y particular.

Una obra importante pata la villa y la flota fue el trazado del primer acueducto de la villa de La Habana, la Zanja Real que trae el agua desde el río Almendares. La misma se inició en 1562 emprendida con muchas dificultades en sus y terminada en su último tramo por el ingeniero Antonelli en 1591.

En la segunda mitad del siglo XVI se nota un auge constructivo en La Habana tanto en las obras civiles, como religiosas y militares. Se remodela la Parroquial Mayor(1556) y comienzan a levantarse nuevas Iglesias y monasterios que se irán ampliando remodelando a lo largo del siglo XVII dentro de un estilo militarizado por la solidez de los muros y la sobriedad de la decoración exterior, dado el estado de constante temor por los asaltos piratas.

A fines del siglo XVI el cabildo habanero concede nuevas mercedes para construir viviendas tratando de regular algunos elementos urbanísticos y constructivos, como la prohibición del uso de la paja y el guano en la cobija, por temor a los incendios y la generalización del uso de las tejas.

Poco a poco las paredes de las viviendas en las villas se fueron haciendo de embarrado o piedra según la solvencia del dueño, aunque se siguió utilizando la madera para la construcción de paredes.

Las paredes de embarrado se utilizaron muchos en las viviendas populares, se hacían entrelazando gajos de árboles o cujes, rellenando luego con barro y recubriendo el techo con tejas a dos aguas. El uso de estas construcciones se extendió a lo largo de más de tres siglos en los pueblos de la Cuba.

Las técnicas mudejar en las construcciones eran plenamente conocidas en la isla a mediados del siglo XVI, su adaptabilidad para cualquier edificación, su poco costo, rapidez en la ejecución y la abundancia de madera en Cuba, determinó su difusión.

La carpintería en este estilo son definitoria tanto en las viviendas como en las iglesias. De madera eran las cubiertas decoradas con lazos moriscos, los canes[41]tableros, vigas, así como los elementos de cierre: puertas, ventanas, rejas, y también los balcones, aleros y pie derechos de las galerías.

En los siglos XVI y XVII aparecen las primeras casas palaciegas en Cuba. Del siglo XVI es destacable la discutida "Casa de Velázquez" en Santiago de Cuba, con una elaborada artesanía mudejar contrastante con las viviendas de esos primeros tiempos.

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Fuentes