Psicología del Terrorismo

Psicología del Terrorismo
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Concepto:La mente del terrorista tiene como meta provocar el efecto psicológico del caos, producir indefensión, desesperanza, terror, miedo, inseguridad.

Psicología del Terrorismo. Estudio desarrollado por especialistas (sicólogos, siquiatras y sociólogos) acerca del tema del terrorismo y la posible relación entre entidades clínicas con alguna semejanza con este tipo de actuación, especialmente el narcisismo, la paranoia y la sicopatía, así como la supuesta asociación de algún trastorno mental con esas conductas. La capacidad de matar o perder la propia vida se puede deber a antecedentes históricos o ideológicos, promesas de ascensión al paraíso, ratificación social o simplemente bienestar para él y/o su familia. La intención del terrorista va mucho más allá del simple asesinato múltiple. Su meta incluye provocar el efecto psicológico del caos, producir indefensión, desesperanza, terror, miedo, inseguridad. El terrorista cree que tiene un propósito, incluso puede llegar a considerarse como un salvador de la sociedad.

Terrorismo

Se define como una sucesión premeditada de actos públicos violentos sobre población no combatiente, con el fin de sembrar el pánico a nivel social y lograr, a la larga, agitación y cambios políticos[1].

Estudios

Entre los estudios desarrollados por sicólogos, siquiatras y sociólogos acerca del tema del terrorismo, la supuesta asociación de algún trastorno mental con esas conductas ha sido uno de los puntos cruciales.

A pesar de que la desestimación de la realidad y la falta de empatía con las víctimas son puntos en común, esos males también presentan en sus propios síntomas conductas que se han calificado de incongruentes con el actuar de los terroristas. Entre los ejemplos, los sicólogos han hallado que la estructura de comunidad que sostiene los grupos terroristas, con su disciplina, jerarquías y sentido de lealtad, son lejanos para un sicópata o un narcisista, mientras un paranoico no podría sostener mucho tiempo un pensamiento atento a esa realidad particular como para integrarse correctamente.

La inmensa mayoría de los atentados y ataques que ocurren en el mundo son ejecutados por miembros de organizaciones y no por terroristas independientes, teniendo en cuenta el sentido organizacional del terrorismo[2].

La investigación sistemática de ese perfil de personalidad entre terroristas de las décadas de los 70 y 80, y los terroristas del siglo XXI no ha encontrado ningún rasgo común, según un estudio de 2007 del investigador Thomas Pretch, y los especialistas han descartado hace bastante que tras ese tipo de actos haya una mente «enferma» o un tipo específico de personalidad. Lo que menos gusta oír: posiblemente el terrorista sea una persona más similar a cualquier otra de lo que se piensa comúnmente.

En el sentido jurídico son personas totalmente imputables desde el punto de vista legal. Son conscientes de sus actos, tanto en la responsabilidad como en la capacidad para regir su voluntad

No existe un trastorno mental propiamente dicho para estas personas desde el punto de vista de la psicología clínica. No son psicópatas. Por tanto, en el sentido jurídico son personas totalmente imputables desde el punto de vista legal. Son conscientes de sus actos, tanto en la responsabilidad como en la capacidad para regir su voluntad[3].

Origen

Además de alguna razón sicológica, se han investigado variables como la cultura, el estrato social, la ideología religiosa y el nacionalismo específico a que responden varios grupos violentos, a fin de conocer si este tipo de indicadores puede ser decisivo. Sin embargo, aunque un enfoque sincrónico, basado en la etapa actual, apunta claramente a la cultura extremista, apenas un corte diacrónico arroja numerosos hechos que clasifican como terroristas en diversas culturas, ideologías y naciones a lo largo de la Historia.

A la luz de las definiciones especializadas, sucesos como la quema de personas en público, a manos de inquisidores, o la instigación al mayor suicidio colectivo de la historia (178 personas), a manos del extremista religioso estadounidense Jim Jones, son algunos ejemplos de actos terroristas no relacionados con los actos violentos de los últimos años.

Los estudios más interesantes sobre la relación entre las prácticas religiosas y las conductas terroristas[4] parecen apuntar a que, desde un punto de vista estrictamente sicológico, los argumentos teológicos o ideológicos no son demasiado fértiles tampoco al tratar de explicar el fenómeno.

En cuanto al estrato social, los estudios han arrojado una reincidencia del tema de la pobreza, de lo que los promotores del terrorismo y el caos se aprovechan; sin embargo, basta recordar los miles de casos de pobres extremos en el mundo que no optan por esta opción para descartar que sea determinante.

Perfil del terrorista

La sicología ha aportado para la seguridad y la policía una especie de perfil utilizable del terrorista. Se trataría de un individuo relativamente joven inadaptado a su sociedad y aislado, que busca en un grupo político los estímulos de aceptación y pertenencia que no halla en aquella.

Como resultado de las investigaciones, el fenómeno suele presentar un denominador común, que apunta al verdadero núcleo del problema. No se trata de un rasgo, una cultura o una nación, ni siquiera de un trastorno personal. Como casi todo en la vida, es más complejo, pues se trata de un largo proceso sociosicológico que los investigadores identifican como radicalización. O sea, un proceso en que el individuo inadaptado a la sociedad, por etapas, llega a un pensamiento dicotómico del mundo en que separa un nosotros de un ellos de modo extremo. Antes de esto, ha pasado por una conversión y un ajuste al grupo de acogida, y solo en el período de radicalización, cuando se pierde la empatía por los semejantes fuera del grupo, llega la etapa decisiva en la mente del terrorista. La decisión de encauzar este pensamiento dicotómico a una conducta de violencia pública en busca de generar pánico o no.

Las investigaciones de los últimos 40 años han puesto de relieve la necesidad de conceptualizar la radicalización como un proceso más que como una condición personal o sicológica[5]. O sea, es consenso científico que tras el terrorismo se esconde un proceso sicosocial, y no un rasgo personal o cultural.

Y se considera que tres factores motivan la radicalización hacia un pensamiento dicotómico extremista individual: la búsqueda de sentido y de identidad, la necesidad de protección física o apoyo social, y el deseo de desafiar a una autoridad o combatir un agravio.

En cuanto al grupo, hay presiones grupales y distorsiones perceptivas de grupo. Se produce una sobregeneralización, en la cual todo gira alrededor de sus creencias y pensamientos. Su ideología puede llegar a dominar lo que hacen y lo que piensan. Consideran a su grupo superior y la necesidad de merecer control y poder. Sienten su condición grupal, tienen vínculos morales, religiosos o nacionalistas.

Ideología, dogmatismo y desrealización

Sufren un proceso de desconexión de la realidad de forma lenta, así como una pérdida de empatía con sus víctimas. Tienen fuertes sentimientos de pertenencia y cohesión grupal. Son individuos que no actúan de forma aislada e individual. Dentro del grupo se satisfacen las necesidades personales que la sociedad no les ha proporcionado. Les proporcionan valores, motivaciones, e incluso esperanza. Así como la posibilidad de desempeñar un rol en las acciones grupales. Todo esto puede incluso conllevar al reconocimiento y prestigio que nunca han tenido, convirtiéndose en una motivación existencial y en una búsqueda de aceptación grupal.

El grupo cubre sus necesidades de comunicación, de ser escuchado. De forma que se acaban creando ideas compartidas en el grupo y por lo tanto reforzando la cohesión de los miembros. Eso supone una mayor identificación grupal, mayor obediencia, por la necesidad de seguir perteneciendo al grupo e incluso la posibilidad de realizar algún tipo de conducta que produzca resultados visibles dentro de la sociedad para mostrar su compromiso con “los suyos”.

Referencias

Fuentes