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Abuso, maltrato y violencia: conceptos interdependientes.

Los temas "abuso y maltrato" en la vejez son relativamente nuevos. En principio los conceptos se relacionan fácilmente con la población infantil y también con las mujeres, y de hecho facilita una vez más la identificación de los niños con las personas viejas, lo cual ya de por sí es una forma de maltrato (este aspecto se tratará más adelante). Están tomando mucha fuerza en los últimos tiempos, en la medida en que se ha ido profundizando sobre la situación de las personas de edad e identificando desde ellas mismas, los principales problemas que les aquejan. Y de manera especial -más no exclusivamente- a partir de los estudios de género, centrados éstos, en la situación de explotación y abuso a las mujeres de edad. Los dos conceptos se enmarcan dentro de uno más general que es el de la violencia, entendida -entre otras definiciones- como toda situación contraria a los derechos de las personas, que pone en peligro, daña o afecta su integridad y sus múltiples relaciones con el entorno social, familiar, laboral, educativo, etc. (2) Desde una perspectiva más amplia, definiciones como la del diccionario Larousse, plantean que la violencia es: "fuerza intensa, impetuosa" o "abuso de la fuerza". Por otra parte, el abuso es identificado con el uso indebido, excesivo o injusto, y el maltrato, como "tratar mal, dañar". Sin embargo, es necesario tener en cuenta que cuando se habla de abuso, la relación es de subordinación, subyugación, humillación. De acuerdo con Russel (1999), "la diferencia entre abuso y maltrato está en que el primero es más utilizado en publicaciones de habla inglesa y el segundo en los textos de habla hispana". (3) Es decir, que no se establece una diferencia sustancial. Por el contrario, siguiendo a la autora, ella observa que "es difícil alcanzar acuerdos sobre la definición de malos tratos a personas ancianas y existe poca claridad y precisión sobre el particular". Tampoco se ha estudiado la situación de las personas de edad en relación con el fenómeno de la violencia. En principio los conceptos no se utilizan como categorías que identifiquen un problema que afecta a las personas de edad en su dignidad y posibilidad de autorrealización. En realidad, el uso indistinto de cualquiera de los tres conceptos, abuso, maltrato o violencia, pretende -hasta el momento- hacer evidente aquellos actos de agresión permanente contra los ancianos. Sobre todo contra las mujeres viejas, que como ya lo había manifestado, ha resultado de los estudios sobre violencia intrafamiliar contra la mujer. Sin embargo, si es necesario entender que existe una diferencia importante y que el problema va mas allá de las relaciones familiares. Está presente en diferentes contextos, pues su presencia depende de la manera en que se den la relaciones del entorno con el sujeto, la ubicación de este con la sociedad, y las características del contexto mismo.

Por qué se habla de maltrato

Parece ser que el término que más se utiliza para denominar esa nueva situación de "discriminación por edad", identificada en la problemática de los adultos mayores, es el de maltrato, aunque no pocas veces se menciona conjuntamente con el de abuso. Desde esta perspectiva, si pensamos en la condición de invisibilidad a la que son sometidas las personas de edad por ser consideradas improductivas, todas ellas, sin excepción son objeto de maltrato y abuso. Pero para entender lo que subyace en el concepto de maltrato a las personas de edad, valdría la pena revisar definiciones presentadas en algunos estudios: Álvarez (1997) plantea que "el maltrato al viejo es toda acción voluntaria, accidental y fortuita que conduzca a una ofensa o descuido físico, psicológico, emocional, social o económico, infringido a persona mayor de 60 años por los hijos, los sobrinos, hermanos, familiares, terceros, la sociedad o por el medio en el cual se desenvuelve" (4) En otro contexto, el grupo de estudio del Concejo de Europa (1992) definió el abuso o los malos tratos como "el acto no accidental u omisión que menoscaba la vida, la integridad física psicológica de una persona anciana o que amenaza seriamente su personalidad o afecta o daña su seguridad financiera" (5) En relación con esta última definición, Russel (1999), afirma que es el resultado de la discusión establecida por el grupo mencionado, frente a otros intentos de identificación de violencia intrafamiliar y con el propósito de reconocer tres grandes dimensiones: La Familia entendida como cualquier persona relacionada con el anciano/a por sangre, matrimonio, o cohabitación; la violencia como cualquier acto u omisión que podría ser dañina; y las personas ancianas, o sea quienes están en edad, o sobre la edad de retiro. (6) Así mismo comenta que ese intento de conceptualización fue la base para que -en la época- otros investigadores desarrollaran sus propuestas, discutiendo los elementos contenidos en la definición presentada. Sin embargo, llega a la conclusión, citando a Phillipson (1993), que "tanto los conceptos como las teorías explicativas utilizadas y la posición adoptada por los investigadores, han excluido la posibilidad de conceptualizar el maltrato a personas mayores que tenga en cuenta su larga historia en medios distintos del familiar" (7). Punto esencial a tener en cuenta. Aún así, la dimensión identificada como la familiar (que también es un eje que se resalta en la definición presentada por Álvarez) sigue siendo el referente primordial cuando se aborda el tema en cuestión, y ello involucra un sesgo en la investigación por la limitación que crea en el análisis. Además, deja ver claramente que para los otros grupos de edad -tanto como para las personas viejas- el único espacio en que se puede pensar a hombres y mujeres que han cumplido la edad del retiro o la jubilación es el de la familia. Y eso ya es una forma de exclusión. Por ello, nuevos intentos de reconceptualización, desde la visión de los derechos humanos, plantean "los malos tratos como el conjunto de violencias, por acción u omisión de la que son víctimas los ancianos, que conllevan un perjuicio para su salud integral" Pochtar/Pszemiarower (1999).(8) Sin embargo, a esta última conceptualización, habría que agregarle que no sólo afecta su salud, sino también y especialmente su bienestar, y desde una perspectiva integral, su desarrollo humano y en consecuencia su calidad de vida. A este nivel, Barreto y Viera (1999) entienden el maltrato de una manera más amplia definiéndolo como "todo hecho o situación que ocasiona algún tipo de daño a una persona y que le impide su bienestar" (9)

Factores que inciden en el maltrato

Sin lugar a dudas, los factores que permiten, facilitan o ayudan a que se presenten situaciones de maltrato son diversos, y están relacionados con la pérdida de la autoestima y de la condición de sujeto de derecho. Sin embargo, debo afirmar que el factor más importante a considerar, es el relacionado con la imagen de la vejez. Los estereotipos, bien sean negativos o positivos, facilitan la relación de discriminación de las personas de edad, entre ellas mismas, de ellas con su entorno y del contexto en general hacia ellas. Por eso <Los viejos siempre serán los otros>. En el imaginario social los estereotipos negativos son los más comunes y refieren la dependencia, la incapacidad, la improductividad, el deterioro y la atrofia (física y mental) como condición indiscutible de la edad. Características que a su vez sustentan y reafirman los conceptos viejismo e infantilismo (10). En contraposición, los estereotipos positivos, enaltecen la sabiduría, la ternura, la bondad, pero en realidad son sólo la necesidad de contrarrestar la imagen negativa. Unos y otros contribuyen a que la vejez deje de ser una etapa de vida y se convierta en un problema biológico, psicológico, social y económico, es decir, una carga desde todo punto de vista (Márquez, 1994). El problema de la imagen -más allá de una identificación teórica- envuelve a todos y cada uno de los miembros de la sociedad y es la base sobre la cual se orientan acciones y reacciones inclusive de las mismas personas de edad (11) Un segundo factor, se refiere a las desigualdades por condiciones económicas, de raza, sexo, edad (Barreto y Viera - 1999), que llevan a la marginalidad y la exclusión social. En tercer lugar está la falta de oportunidades, tanto para las personas de edad como para sus familiares. Y en ese mismo orden de ideas, la falta de políticas, planes y programas que respondan a necesidades reales de la población de mayor edad. Y por último, no puede dejar de mencionarse el difícil acceso a los servicios de salud y sociales complementarios. Todos ellos, finalmente, van cercando a las personas viejas y las conducen hacia una sola realidad: la discriminación y la marginalidad.

Tipos de Maltrato

Se pueden establecer diferentes tipos de maltrato, dependiendo de los agentes generadores del mismo. No obstante, diversos autores coinciden en presentar como los más característicos los siguientes: físico, psicológico, sexual, económico, social, institucional, por descuido o abandono, cultural, de estado o estructural. Por ejemplo, Miguel Álvarez (1997) plantea cuatro grandes categorías: - Maltrato físico: considera que es el más conocido por ser el más fácilmente identificable aunque existe subregistro de información. En esta categoría, también incluye: los atracos, los accidentes de tránsito, los abusos médicos a nivel institucional, el abuso infraestructural (hogares geriátricos, ancianatos y albergues), el maltrato sexual, el maltrato de Estado y el abandono físico.

  • El maltrato social: en esta categoría ubica el conflicto intergeneracional, el maltrato legal, la ausencia de propuestas comerciales a favor del viejo.
  • El maltrato económico: sugiere que se trata de las lesiones contra el patrimonio económico.
  • El maltrato emocional y psicológico: plantea la manipulación emocional, a través del chantaje, el trato despectivo, la negativa a facilitar alternativas de vida, y el abandono moral.

En general esta tipología, se refiere a conductas (acciones u omisiones) y no le da suficiente importancia al llamado maltrato estructural en términos de las condiciones sociales, económicas y políticas. Lo contrario sucede con el maltrato físico, seguramente por considerarlo la forma de maltrato más evidente. A este respecto, es necesario tener en cuenta que las tipologías son utilizadas para organizar la información y por lo tanto se le imprime a esta última un carácter específico, más aún cuando provienen de denuncias que conllevan la percepción del propio denunciante. De hecho, Las tipologías son convencionales y un buen ejemplo de ello es la identificación de los accidentes de transito como parte del maltrato físico, cuando debería ser ubicado en el maltrato social o en el de Estado. En el primero, porque depende del respeto al otro y de la organización social, y en el segundo, por falta de las disposiciones adecuadas o de la regulación y control de normas de la vida en la ciudad. En esa medida, el maltrato es la situación de riesgo y no el hecho mismo de que haya tenido el accidente.

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