Visión martiana de la educación hacia fines del siglo XIX

Visión martiana de la educación hacia fines del siglo XIX
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En la década del ochenta del siglo XIX José Martí escribió varios artículos en La América en los cuales planteaba sobre todo la necesidad del estudio de materias que estuvieran acorde a la época. Planteaba que cada región, además de los contenidos habituales debía prestar principal atención al estudio de las principales actividades económicas que cubrieran sus necesidades. Explica métodos e incluso ejemplifica con programas de estudio que se pudieran utilizar.

Historia

En la década del 80 de siglo XIX, Nuestro Héroe Nacional, publica varios artículos sobre temas variados acerca de la educación. En esta investigación se escogieron algunos fragmentos de estos temas pues no solo nos muestra la riqueza del ideario educativo martiano, sino que también se pude apreciar la vigencia que tiene en nuestra sociedad actual.

  • Sobre la educación agrícola escribe en un artículo, escrito en 1881 titulado Un viaje a Venezuela:

"Un país agrícola necesita una educación agrícola. El estudio exclusivo de la Literatura crea en las inteligencias elementos morbosos, y puebla las mentes en entidades falsas. Un pueblo nuevo necesita pasiones sanas: los amores enfermizos, las ideas convencionales, el mundo abstracto e imaginario que nace del abandono total de la inteligencia por los estudios literarios, producen una generación enquencle e impura,-mal preparada para el gobierno fructífero del país, apasionada por las bellezas, por los deseos y las agitaciones de un orden personal y poético,-que no puede ayudar al desarrollo serio, constante y uniforme de las fuerzas prácticas de un pueblo."

  • En agosto de 1883, en La América publica un tema muy sugerente sobre como aprender en las haciendas. Sobre ello plantea:

hay que introducir en nuestras tierras los instrumentos nuevos; hay que enseñar a nuestros agricultores los métodos probados con que en los mismos frutos logran los de otros pueblos resultados pasmosos.

aun cuando los instrumentos vayan, no van con ellos las nuevas prácticas agrícolas que los hacen fecundos. Esto no se aprende o se aprende mal, en libros. Esto no puede exhibirse en las Exposiciones. Esto, sólo en parte, y con grandísimo dispendio, podría enseñarse en las Escuelas de Agricultura. Hay que venir a aprender esto donde está en pleno ejercicio y curso práctico. Se manda-locamente acaso-a los niños hispanoamericanos, a colegios de fama de esta tierra, no que truequen la lengua que saben mal por la extraña que nunca aprenden bien; y a que,-en el conflicto de la civilización infantil, pero deli- cada que viene con ellos,-y la civilización viril, pero brusca, peculiar y extraña que aquí les espera,-salgan con la mente confusa y llena de recuerdos de lo que trajeron y reflejos imperfectos de lo nuevo que ven, inhábiles acaso ya para la vida espontánea, ardiente y exquisita de nuestros países, y todavía inhábiles para la rápida, arremolinada, arrebatada existencia de esta tierra. Los árboles de un clima no crecen en otro, sino raquíticos, descoloridos, deformes y enfermos

Urge cultivar nuestras tierras del modo que cultivan las suyas nuestros rivales. Estos modos de cultivo no viajan. Hay que venir a aprenderlos, puesto el ancho sombrero y la blusa holgada del labrador, al pie de las labranzas.

Es acaso el único medio fácil, fecundo y perfecto de importar en nuestros países las nuevas prácticas agrícolas. Se mandan aprendices a los talleres de maquinaria, en lo que se hace bien: mándense, en lo que se hará mejor, aprendices a las haciendas.

Sobre cómo debe ser la escuela nueva escuela, publica en un artículo titulado Abono. La sangre es buen abono, en La América, agosto de 1883 escribe:

"Se dan clases de Geografía Antigua, de reglas de Retórica y de antañerías semejantes en los colegios: pues en su lugar deberían darse cátedras de salud, consejos de Higiene, consejos prácticos, enseñanza clara y sencilla del cuerpo humano, sus elementos, sus funciones, los modos de ajustar aquéllos a éstas, y ceñir éstas a aquéllos, y economizar las fuerzas, y dirigirlas bien, para que no haya después que repararlas. Y lo que falta no es ansia de aprender en los discípulos: lo que falta es un cuerpo de maestros capaces de enseñar los elementos siquiera de las ciencias indispensables en este mundo nuevo. No basta ya, no, para enseñar, saber dar con el puntero en las ciudades de los mapas, ni resolver reglas de tres ni de interés, ni recitar de coro las pruebas de la redondez de la tierra, ni ahilar con fortuna un romancillo en Escuela de sacerdotes Escolapios, ni saber esa desnuda Historia cronológica inútil y falsa, que se obliga a aprender en nuestras Universidades y colegios. Naturaleza y composición de la tierra, y sus cultivos; aplicaciones industriales de los productos de la tierra; elementos naturales y ciencias que obran sobre ellos o pueden contribuir a desarrollarlos: he ahí lo que en forma elemental, en llano lenguaje, y con demostraciones prácticas debiera enseñarse, con gran reducción del programa añejo, que hace a los hombres pedantes, inútiles, en las mismas escuelas primarias."

"El mundo nuevo requiere la escuela nueva."

"Es necesario sustituir al espíritu literario de la educación, el espíritu científico."

En el basto pensamiento pedagógico de José Martí se destaca un artículo escrito sobre la educación científica en La América, en septiembre de 1883. En el presente trabajo se han elegido algunos fragmentos que pueden ser de gran interés:

De todas partes se eleva un clamor, no bien definido acaso, ni reducido a proposiciones concretas, pero ya alto, imponente y unánime; de todas partes se pide urgentemente la educación científica. No saben cómo ha de darse; pero todos convienen en que es imprescindible, e improrrogable, que se dé. No hallan remedio al mal todavía, pero ya todos saben donde reside el mal, y están buscando con vehemente diligencia el remedio

Ya Inglaterra ha nombrado sus Comisionados Reales para el estudio de la educación técnica y ha establecido muy fructuosas escuelas científicas; pero que haya escuelas buenas donde se pueda ir a aprender ciencia, no es lo que ha de ser. Que se trueque de escolástico en científico el espíritu de la educación; que los cursos de enseñanza pública sean preparados y graduados de manera que desde la enseñanza primaria hasta la final y titular, la educación pública vaya desenvolviendo, sin merma de los elementos espirituales, todos aquellos que se requieren para la aplicación inmediata de las fuerzas del hombre a las de la naturaleza(...)

Que la enseñanza científica vaya, como la savia en los árboles, de la raíz al tope de la educación pública. -Que la enseñanza elemental sea ya elementalmente científica: que, en vez de la historia de Josué, se enseñe la de la formación de la tierra(...)

Es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época, y la época. Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida. En tiempos teológicos, universidad teológica. En tiempos científicos, universidad científica.

Escuela técnica

Martí toma como referencia una escuela técnica de la época situada en Europa donde la misma crea una subescuela electrotécnica. Sobre dicha escuela aborda lo siguiente:

Y a esta buena escuela técnica de Darmstadt se ha agregado ahora una subescuela electrotécnica.¿Qué se enseña en ella? Lo que va diciendo el nombre: ciencias eléctricas. En cuatro años se saldrá de ella maestro. Emplearan los alumnos los dos años primeros en estudiar en la escuela matriz ciencias naturales y matemáticas. Y en los dos años restantes, que pasarán entre cuanto aparato y máquina eléctrica existe y vaya existiendo, aprenderán, en doctrina y en aplicación, tanto cuanto importa saber sobre el agente nuevo.

Sobre la educación eléctrica presenta un programa del se mostrará a continuación algunas de sus temáticas:

  • Principios de telegrafía y de telefonía.
  • Teoría del potencial con aplicación especial a la ciencia de la electricidad.
  • Señales eléctricas para caminos de hierro.
  • Caminos de hierro eléctrico aéreo

En La América, noviembre, 1883, Nuestro Apóstol escribe un interesante artículo sobre las escuelas de artes y oficios y su importancia. Referente al tema aborda lo siguiente:

  • Las Escuelas de Artes y Oficios ayudan a resolver el problema humano, que se establece ahora con datos nuevos, desde que van faltando aquellos árboles antiguos, Monarquía e Iglesia, bajo cuyas ramas tenían cómoda vida tantos hombres. Ya, ni cortesanos, ni frailes. Los tiempos están revueltos; los hombres están despiertos, y cada cual ha de labrarse con sus manos propias la silla en que se sienta al festín de la Fortuna. Ya no hay aquellas clases estables y hechas por donde se entraban las vidas como por cauces abiertos; ya no hay legiones de descalzos mendicantes; ni colmenares de pretendientes, - ¡aunque de éstos aún hay!; ni regimientos de caballeros de matar, hurtar damas y servir; ni manadas de lacayos

Un oficio o un arte, sobre traer al país donde se profesa el honor de la habilidad de los que en ellos sobresalen; sobre dar a los que los estudian conocimientos prácticos de utilidad especialísima en pueblos semidescubiertos, casi vírgenes; sobre asegurar a los que lo poseen, por ser constante el consumo de lo que producen, una existencia holgada;

-es sostén firmísimo, por cuanto afirma la independencia personal, de la dignidad pública

En el mes de febrero de 1884 en New York escribe un interesante artículo donde muestra la importancia del trabajo manual en las escuelas. Después del estudio de este escrito no se pueden dejar de resaltar los siguientes fragmentos:

Ventajas físicas, mentales y morales vienen del trabajo manual-Y ese hábito del método, contrapeso saludable en nuestras tierras, sobre todo, de la vehemencia, inquietud y extravío en que nos tiene, con sus acicates de oro, la imaginación. El hombre crece con el trabajo que sale de sus manos

Con el trabajo manual en la Escuela, el agricultor va aprendiendo a hacer lo que ha de hacer más tarde en campo propio; se encariña con sus descubrimientos de las terquedades o curiosidades de la tierra como un padre con sus hijos; se aficiona a sus terruños que cuida, conoce, deja en reposo, alimenta y cura, tal y de muy semejante manera. como a su enfermo se aficiona un médico. Y como ve que para trabajar inteligentemente campo, se necesita ciencia varia y no sencilla, y a veces profunda, pierde todo desdén por una labor que le permite ser al mismo tiempo que creador, lo cual alegra el alma y la levanta, un hombre culto, diestro en libros y digno de su tiempo. Está el secreto del bienestar en evitar todo conflicto entre las aspiraciones y las ocupaciones.

Esta educación directa y sana; esta aplicación de la inteligencia que inquiere a la naturaleza que responde; este empleo despreocupado y sereno de la mente en la investigación de todo lo que salta a ella, la estimula y le da modos de vida; este pleno y equilibrado ejercicio del hombre, de manera que sea como de sí mismo puede ser, y no como los demás ya fueron; esta educación natural, quisiéramos para todos los países nuevos de la América .

Analizando uno de sus números publicado en La América, en el mes de mayo de 1884 me percaté de la visión que tenía Martí sobre la importancia de los maestros ambulantes, lo cual ha servido de guía para la constante transformación del sistema educativo de nuestra Revolución:

El campesino no puede dejar su trabajo para ir a sendas millas a ver figuras geométricas incomprensibles, y aprender los cabos y los ríos de las penínsulas del África, y proveerse de vacíos términos didácticos. Los hijos de los campesinos no pueden apartarse leguas enteras días tras días de la estancia paterna para ir a aprender declinaciones latinas y divisiones abre- viadas. Y los campesinos, sin embargo, son la mejor masa nacional, y la más sana y jugosa, porque recibe de cerca y de lleno los efluvios y la amable correspondencia de la tierra, en cuyo trato viven.

Las ciudades son la mente de las naciones; pero su corazón, donde se agolpa, y de donde se reparte la sangre, está en los campos. Los hombres son todavía máquinas de comer, y relicarios de preocupaciones. Es necesario hacer de cada hombre una antorcha. ¡Pues nada menos proponemos que la religión nueva y los sacerdotes nuevos! ¡Nada menos vamos pintando que las misiones con que comenzará a esparcir pronto su religión la época nueva! El mundo está de cambio; y las púrpuras y las casullas, necesarias en los tiempos místicos del hombre, están tendidas en el lecho de la agonía. La religión no ha desaparecido, sino que se ha transformado. Por encima del desconsuelo en que sume a los observa- dores el estudio de los detalles y envolvimiento despacioso de la historia humana, se ve que los hombres crecen, y que ya tienen andada la mitad de la escala de Jacob: ¡qué hermosas poesías tiene la Biblia! Si acurrucado en una cumbre se echan los ojos de repente por sobre la marcha humana, se verá que jamás se amaron tanto los pueblos como se aman ahora, y que a pesar del doloroso desbarajuste y abominable egoísmo en que la ausencia momentánea de creencias finales y fe en la verdad de lo Eterno trae a los habitantes de esta época transitoria, jamás preocupó como hoy a los seres humanos la benevolencia y el ímpetu de expansión que ahora abrasa a todos los hombres. Se han puesto en pie, como amigos que sabían uno de otro, y deseaban conocerse; y marchan todos mutuamente a un dichoso encuentro.

iQué júbilo el de los campesinos, cuando viesen llegar, detiempo en tiempo, al hombre bueno que les enseña lo que no saben, y con las efusiones de un trato expansivo les deja en el espíritu la quietud y elevación que quedan siempre de ver a un hombre amante y sano! En vez de crías y cosechas se hablaría de vez en cuando, hasta que al fin se estuviese hablando siempre, de lo que el maestro enseñó, de la máquina curiosa que trajo, del modo sencillo de cultivar la planta que ellos con tanto trabajo venían explotando, de lo grande y bueno que es el maestro, y de cuándo vendrá, que ya les corre prisa, para preguntarle lo que con ese agrandamiento- to incesante de la mente puesta a pensar, ¡les ha ido ocurriendo desde que empezaron a saber algo! ¡Con qué alegría no irían todos a guarecerse dejando palas y azadones, a la tienda de campaña, llena de curiosidades, del maestro!.

No enviaríamos pedagogos por los campos, sino conversadores. Dómines no enviaríamos, sino gente instruida que fuera respondiendo a las dudas que los ignorantes les presentasen o las preguntas que tuviesen preparadas para cuando vinieran, y observando dónde se cometían errores de cultivo o se desconocían riquezas explotables, para que revelasen estas y demostraran aquéllos, con el remedio al pie de la demostración. En suma, se necesita abrir una campaña de ternura y de ciencia, y crear para ella un cuerpo, que no existe, de maestros misioneros. La escuela ambulante es la única que puede remediar la ignorancia campesina.

Y en campos como en ciudades, urge sustituir al conocimiento indirecto y estéril de los libros, el conocimiento directo y fecundo de la naturaleza. ¡Urge abrir escuelas normales de maestros prácticos, para regarlos luego por valles, montes y rincones, como cuentan los indios del Amazonas que para crear a los hombres y a las mujer- regó por toda la tierra las semillas de la palma moriche el Padre Amalivaca! Se pierde el tiempo en la enseñanza elemental literaria, y se crean pueblos de aspiradores perniciosos y vacíos. El sol no es más necesario que el establecimiento de la enseñanza elemental científica.

Fuentes