Carmen Miyares


Carmen
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NombreMaría del Carmen Miyares Peoli
Nacimiento7 de octubre de 1848
Santiago de Cuba, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento17 de abril de 1925
Nueva York, Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
CónyugeManuel de la Caridad Mantilla y Sorzano

Carmen Miyares....quiere mucho a tu madre, que no he conocido en este mundo mujer mejor. No puedo, ni podré pensar en ella sin conmoverme y ver más clara y hermosa la vida. Cuida bien ese tesoro. Así se expresaba José Martí en cartas que le hacía girar a María Mantilla sobre cómo debía cuidar a su madre y la atención que esta merecía.

Síntesis biográfica

El 7 de octubre de 1848, en Santiago de Cuba. Su padre había nacido en Puerto Rico y la madre en La Habana, descendiente de una prominente familia de la Isla de Córcega. Con 16 años quedó huérfana de padre y madre, responsable de la manutención de sus cuatro hermanos. Contrajo matrimonio a los 21 años con el santiaguero Manuel de la Caridad Mantilla y Sorzano, de ascendencia colombiana.

La propia situación económica determinó la emigración del matrimonio a los Estados Unidos, alrededor de 1870. Su amiga Blanche Z. De Baralt la caracteriza de la siguiente forma:

“Carmita, aunque bien educada, no había estudiado mucho: tenía la instrucción elemental de la mayoría de las mujeres de su época; pero poseía una muy clara inteligencia, una finísima intuición que manaba del corazón, de donde vienen los grandes pensamientos". “... ella era animosa. Desafió la adversidad y mantuvo el barco a flote... En medio de sus tareas de madre de familia y ama de casa, le alcanzaba el tiempo para auxiliar a los pobres, alojar a algún cubano impecunio... su gran corazón era refugio y consuelo de tristes”. En 51 East, 29 Street, aceptaban a algunos huéspedes.

Amistad con Martí

Todos se sentían complacidos, se respiraba un ambiente cubano y no se hablaba de otra cosa que de la libertad de Cuba. Estos elementos hicieron que Martí se sintiese a gusto en la casa de Mantilla. En ella conoció al pintor santiaguero Guillermo Collazo, colaborador de la revista "The Hour" quien lo introdujo como crítico de arte en la citada revista. Cuando nació en 1880, la hija menor de Carmen Miyares, Martí fue su padrino, pues así lo recoge la parroquia de San Patricio, en 285 Willoughby Avenue, en Broonklyn. ¿Cómo atendía Carmen a Martí? La amiga Baralt ha dicho al respecto:

“...La salud de Martí, nunca muy robusta, desde que las penalidades sufridas en el presidio le infligieron un mal que iba a mortificarlo mientras viviera, se resintió con tantas angustias.

Carmita, en cuya casa vivía, lo cuidó, le dio ánimos. No tardó en encontrar en ella un apoyo, una consejera que le prodigaba una amistad que no iba a terminar y fue en la vida de Martí un gran auxilio, una fuerza hasta en su obra redentora”. En una ocasión la propia Carmita le facilitó cartas de presentación para algunos familiares de ella que ocupaban cargos importantes en Venezuela cuando el Maestro decidió probar suerte en el hermano país.

En la medida del tiempo Carmita se fue enrolando en las actividades conspirativas de Martí, no dudó en ser la guardiana de sus papeles. Su hogar fue en reiterados momentos el salón de tertulias poéticas y literarias. Versos del cubano Francisco Chacón, del puertorriqueño Zeno y Gandía corrieron los pasillos de la casa de la Miyares. Los hijos de Carmita querían a Martí como a un padre. El más pequeño, Ernesto, fungió como mensajero y ayudó en la imprenta de Patria. María deleitó con el piano a los trabajadores que recibían clases de Martí en La Liga, a quien acompañaba cada noche de jueves.

Cuando se estaba gestando y preparando el plan La Fernandina, Carmen conocía los detalles, incluso su hijo Manuel estaba designado para ir a bordo del Amadís, uno de los buques destinados a la empresa. En el viaje secreto que hizo Martí rumbo a Santo Domingo en los finales de 1894 iba también su hijo Manuel. Carmita se fue involucrando en las actividades conspirativas de Martí, era la guardiana y confidente de cuanto papel le dejara para su cuidado.

En carta de Martí a Gonzalo de Quesada, fechada el 1 de abril de 1895 le da disposiciones de lo que debía hacerse con sus papeles, libros, etc.:

“Consérvelos; puesto que siempre necesitará la oficina, y más ahora: a fin de venderlos para Cuba en una ocasión propicia, salvo los de la Historia de América, o cosas de América,- geografía, letras, etc.- que V. dará a Carmita a guardar,... Envíemele a Carmita los cuadros, y ella irá a recoger todos los papeles”.

Más adelante le recordaba:

“Y si V. me hace, de puro hijo, toda esa labor, cuando yo ande muerto, y le sobra de los costos, lo que será maravilla, ¿qué hará con el sobrante? La mitad será para mi hijo Pepe, la otra mitad para Carmita y María”.

Apoyo a la lucha

Una vez que Martí desembarcó en Cuba, Carmita Miyares quedó aguardando noticias del Delegado, prosiguió en la búsqueda de dinero para adquirir armas y ropa con el objetivo de enviarlas a los revolucionarios en Cuba. En su Diario de Campaña recogía el 25 de abril de 1895:

“Dije en carta a Carmita: En el camino mismo del combate nos esperaban los cubanos triunfadores...”

Existe una carta que Carmen le envió desde Central Valley a su amiga Irene Pintó de Carrillo, donde le dice:

“... Yo recibí la semana pasada carta de Martí escrita en los campos de Cuba a la sombra de las palmas, tan queridas por él... me escribe corto pues tú comprenderás que poco puede decir desde allí...”

En los pocos días que duró la presencia de Martí en campos cubanos éste no dejó de pensar en los Mantilla Miyares.

Solo basta leerse las hermosas páginas de su diario para tener una idea exacta de cuanto quería el Héroe Nacional a la familia que lo acogió como uno más. Cuando Carmita se enteró de la muerte del Apóstol un drama terrible azotó a la familia que atormentada pasó días horribles. De manera clara le dice a Irene Pintó:

“...este es el más grande de los pesares que ha podido caer sobre mi alma, no sé si podré tener valor para soportar tanto dolor... por el cariño tan grande y desinteresado que nos teníamos”.

A Clarita Pujols, otra de sus amigas, le dice:

“...¡qué hombre tan grande y qué falta le va a hacer a Cuba y a los cubanos; con dificultad habrá quien pueda llenar este puesto: y para nosotros, para nosotros no tiene tamaño esta desgracia...”

Carmita Miyares se quedó a vivir en Nueva York después de la muerte de Martí, cooperó con la formación del club patriótico cubano "Hijas de Cuba", que reunía a prominentes figuras femeninas de acendrado amor por la Patria. Laboró sin cesar, sin desmayos ni vacilaciones por levantar fondos con los cuales engrosar el Tesoro de la Revolución y confeccionar uniformes, banderas y escarapelas que se enviaban a los campos de Cuba Libre.

Fue una celosa guardiana de la rica papelería martiana y contribuyó sobremanera en que se conociera públicamente. En compañía de sus dos hijas, dos de los más grandes tesoros de Martí, visita la patria amada al terminar la guerra, en los primeros años de la República. Cuando Leonor Pérez, madre del Apóstol, se encontraba olvidada, ciega y abandonada en la República Neocolonial, Carmen Miyares recabó del entonces presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, la ayuda necesaria para quien había tenido el placer de traer al mundo al “hombre más puro de nuestra raza”. A Carmita, como la llamaba, escribió casi al final de su vida:

“Es muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mí propio, ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza. (...) Sólo la luz es comparable a mi felicidad. Me siento puro y leve, y siento en mí algo como la paz de un niño. (...) no estuve más sano nunca, no soy inútil”.

Muerte

Carmen Miyares fallece en Nueva York el 17 de abril de 1925. Dejaba de existir uno de los soportes en los que José Martí halló siempre abrigo y sostén, y una de las luchadoras anónimas por el bien de la patria.

Fuentes

  • Sarabia, Nidya :Carmen Miyares, la patriota del silencio. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1990.