Josefa Cardet y Cruz

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María Josefa Cardet y Cruz
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El Holguín de Josefa Cardet.jpg
El Holguín de la época en que vivió Josefa Cardet y Cruz.
NombreMaría Josefa Cardet y Cruz
NacimientoInicios del siglo XIX
Ciudad de Holguín
Fallecimiento1868
Ciudad de Holguín
ResidenciaCiudad de Holguín
NacionalidadCubana
Otros nombresLa Pepa
CiudadaníaCubana
CónyugeFrancisco de Zayas
PadresMiguel Cardet y Jiba y Ana María de la Cruz Infante

María Josefa Cardet y Cruz. Una holguinera arrogante y decidida que desafió los cánones de la sociedad de su tiempo. Llegó a poseer varias propiedades importantes, entre ellas un trapiche con esclavos. Fue la única mujer dueña de ese tipo de instalación productiva. Se encargaba personalmente de la administración de sus bienes. Fue la abuela materna del general mambí Julio Grave de Peralta.

Síntesis biográfica

María Josefa era la única hija hembra del matrimonio compuesto por Miguel Cardet y Jiba, un camagüeyano que se estableció en la jurisdicción de Holguín, en la segunda mitad del siglo XVIII. Logró ascender en la sociedad local y fue miembro del ayuntamiento. Se casó con la hija de una antigua familia holguinera, Ana María de la Cruz Infante. Tuvieron cinco hijos, cuatro varones y una hembra.[1]

María Josefa Cardet y Cruz, conocida entre sus amistades como La Pepa, sobrevivió a las epidemias e infecciones de todo tipo, que diezmaban a los niños. La pequeña poseía fortaleza física, biológica y un espíritu muy peculiar. Alcanzó la juventud con un carácter independiente, que la llevarían a decidir sobre su destino.

La relación de María Josefa Cardet con Francisco de Zayas

A diferencia de la mayoría de las mujeres y los hombres de su época, que acababan aceptando costumbres y leyes no escritas sobre la forma de vivir y actuar, María Josefa Cardet trató de forjarse un destino muy diferente. Desde muy temprana edad se sintió plenamente responsable de su vida y de la toma de sus decisiones.

En el Holguín de principios del siglo XIX, resaltaba la presencia de Josefa Cardet de la Cruz. Su belleza física atraía a los que estaban dispuestos a retar a la vida tomando caminos poco transitados. La primera decisión en ese sentido fue cuando aceptó el galanteo de un hombre casado como Francisco de Zayas y Armijo, un santiaguero designado Comandante de las Milicias de Holguín.[2] Asunto desastroso para una joven virgen de familia adinerada.

Plaza parroquial

A María Josefa no le importó que Francisco fuera un hombre casado y se fugó con él una noche de Viernes Santo.[3] Pasadas las furias iniciales de los padres y tíos el militar comenzó a ser aceptado por la familia. La Pepa se encargó de suavizar las heridas del honor causadas por su pasión. Francisco y María Josefa escribieron una historia cotidiana y revolucionaron los dogmas de la época, tuvieron cinco hijos.

María Josefa subordinó todo a su pasión por Francisco y su éxito en la sociedad holguinera, incluso su amor maternal. No dudó en entregar los cinco hijos nacidos de la ilegal relación a familias conocidas para que se encargaran de su crianza. Mientras ella atendía y apoyaba a su amante e incrementaba el peculio personal. Francisco inscribió los hijos que tuvo con Josefa y de esa forma pudieron llevar su apellido.

Propiedades de María Josefa Cardet y Francisco de Zayas

En 1816 Francisco fue designado Teniente Gobernador de Holguín. El no era como los funcionarios españoles tradicionales en las colonias. Supo pulsar el sentir de los criollos holguineros, en especial de los terratenientes locales. Tomó importantes medidas como la construcción de un edificio de dos plantas donde se instalaron la cárcel y la casa de gobierno. Estableció el primer alumbrado público de la ciudad, obligando a los vecinos a colocar frente a su casa un farol. Construyó o mejoró caminos importantes. Creó una filial de la Sociedad Económica de Amigos del País y publicó en la revista de esa asociación una compilación de documentos sobre la fundación del cabildo holguinero. Introdujo el cultivo del café en la jurisdicción. Incrementó el de la caña de azúcar, para esto aceleró la introducción de esclavos.[4] Pero la gran obra de Francisco de Zayas fue la construcción del primer puerto de la comarca, para ello seleccionó la bahía más cercana a la ciudad de Holguín: Gibara, situada a unos 30 kilómetros de la capital de la jurisdicción.

María Josefa Cardet se convirtió para Francisco en algo más que la simple concubina. Se fueron creando lazos cada vez más estrechos en la pareja, que iba más allá de los cinco hijos fruto de la relación carnal. Ella atendía y apoyaba a su amante e incrementaba el peculio personal. Llegó a poseer varias propiedades importantes como un establecimiento azucarero de relevancia. Un texto de 1837 sitúa a Pepa Cardet como una de las más importantes propietarias de Holguín. Según el documento eran propietarios de un trapiche con 26 esclavos.[5] Fue la única mujer dueña de ese tipo de instalación productiva. Ella se encargaba personalmente de la administración de sus bienes, al extremo de que castigaba con su mano a los esclavos insumisos.

Plaza del Mercado (La Marqueta)

El apoyo material que representaba la fortuna acumulada por María Josefa Cardet explica en parte el éxito de Francisco. Ella tenía suficiente dinero para subsanar errores y acallar a enemigos de su amante. En sus propósitos no se detenía ante nadie ni ante nada. Si siendo una joven virgen se enfrentó a toda una sociedad, luego rica y de sobrada experiencia no conocía los límites en su accionar. Quizás así se explique que Zayas fue el gobernador que más tiempo dirigió la comarca en todo el periodo colonial. En 1833 Francisco cesó en sus funciones de teniente gobernador y el 11 de mayo de 1837 falleció en Holguín.[6]

Una de las mermas mayores que sufrían los capitales acumulados por las familias criollas era su fragmentación entre los hijos, pues las familias eran numerosas. A la muerte del padre la fortuna se repartía entre la prole y la viuda.[7] María Josefa Cardet no estaba dispuesta a que sus recursos sufrieran tal suerte. No dudó a la muerte de Francisco en quedarse con lo más importante del capital, entregando a los hijos una parte mínima.

La más joven de las hijas, Rafaela de Zayas y Cardet, no estuvo de acuerdo y realizó una demanda legal ante las autoridades. Reclamaba la parte de la herencia que le correspondía a la muerte de su padre. Fue iniciado un expediente por las autoridades que iría recogiendo detalles de la vida de esta contradictoria familia. Los vecinos consideraban que aquella jovencita había heredado el carácter insumiso y fuerte de su madre.[8] La madre reaccionó enérgicamente y desheredó a la hija.

Rafaela, al igual que sus otros hermanos había sido criada por otra familia holguinera, cuando apenas tenía 15 años, conoció a un forastero que llegó a Holguín procedente de Santiago de Cuba, José Grave de Peralta, e inició una relación amorosa que terminaría en el matrimonio y la procreación de una numerosa prole. Uno de sus hijos fue el futuro general del ejercito mambí Julio Grave de Peralta.

María Josefa Cardet se volvió a enamorar

La viuda se enamoró de un joven oficial del ejército español destacado en Holguín, Luciano Martínez. Acostumbrada a vencer no tardó en iniciar un tortuoso intento para tener junto a ella a su amado. Gestionó su licenciamiento del ejército, pues Luciano no había cumplido con el período militar que le correspondía. María Josefa pagó de su peculio el dinero que oficial y extraoficialmente era necesario depositar para tal empeño, hasta que por fin lo consiguió.

La guerra de 1868

Al estallar la guerra de 1868 tal parecía que en los primeros meses del alzamiento llegaba el fin del dominio colonial, los revolucionarios habían tomado Bayamo y Jiguaní, bloqueaban Manzanillo y Las Tunas, se extendían por Santiago de Cuba y Camagüey. En Holguín dominaron rápidamente los campos, de derrota en derrota los fieles a la corona se atrincheraron en una de las principales residencias holguineras, la casa del comerciante Francisco Rondán, situada frente a la Plaza de Armas. Ocuparon y fortificaron el conjunto de edificaciones de la manzana donde se encontraba esta residencia.

Allí se refugiaron los más devotos al integrismo, entre ellos María Josefa Cardet, que desde los balcones del edificio contemplaba como los insurrectos penetraban en la ciudad e iban ocupando bajo el fuego hispano calles y plazas. Debió sorprenderse cuando vio al frente de las fuerzas mambisas, a su nieto Julio Grave de Peralta secundado por sus hermanos y primos. Nietos, sobrinos nietos, nietos de primos y conocidos integraban la nómina de aquella fuerza libertadora.

Los insurrectos le pusieron sitio a la manzana ocupada por los españoles en Holguín. Sin artillería para derribar sus paredes intentaron incendiar los recintos enemigo. Las casas inmediatas fueron entregadas a las llamas. Había esperanza de que el fuego se propagaría a las del enemigo, pero el esfuerzo fue inútil, aunque la destrucción fue mucha. Entre las que corrieron esa suerte terrible estaban las propiedades de María Josefa Cardet. Su vivienda, almacenes y comercios fueron ganados por las llamas y comenzó el desplome de las paredes centenarias.

Entre el humo y las llamas desaparecían los tiempos en que su nombre se pronunciaba con apretar de dientes por los envidiosos, con halago genuino por los amigos, con placeres guardados por quienes habían desecho su soledad de viuda. Su mundo acababa definitivamente. Más que la destrucción material era el fin de un mundo que desaparecía definitivamente. El universo espiritual de Josefa se quebraba con el sonido lastimero de los techos que se desplomaban. No era mujer que se amedrentara ante el infortunio. Podía reconstruir casas, encargarse en lo personal de dirigir sus negocios. Pero lo que se perdía ante sus ojos más que los recuerdos del pasado era la posibilidad del futuro de quienes creían en una Cuba española. Se reflejaba la hecatombe en su cuerpo ya anciano que desde uno de los balcones de la casa fuerte contemplaba el estrago del incendio, la proximidad de la ruina material y espiritual.

Muerte de Josefa Cardet

La Periquera en el siglo XIX

Dejaba de vivir para no ver. En un último gesto de extravagancia, como si su muerte también reclamara lo extraordinario. Su cuerpo fue velado con mucha premura por los sitiados en un rincón cualquiera, entre el humo de los incendios y el retumbar de la fusilaría. En hombros de sus más allegados fue llevado el catafalco por los pasillos del asediado caserón. Depositado en una tumba cavada en un patio mortificado por la fusilaría contraria. Con el fin del sitio, ante la llegada de una poderosa columna hispana, fue desenterrado el ataúd y depositado el cuerpo en el cementerio general al lado de su Francisco de Zayas. La tumba se conserva en la actualidad.

Comentan los encargados de custodiar La Periquera, la casona donde ella murió, que en las noches se ve una lúgubre multitud de doliente llevando en hombros el ataúd de la Pepa Cardet. Es pura mentira, se afirma al amanecer pero los custodios del edificio prefieren de noche no visitar el patio interior colonial, solitario en las penumbras.

Referencias bibliográficas

Fuentes

  • Fuente: M. Sc. José Abreu Cardet. Premio Nacional de Historia.
  • García Castañeda, José: Francisco de Zayas (en Boletín Histórico del Municipio de Holguín. Segunda Época, 5 año, Mayo de 1955.
  • Leyva, Herminio: Gibara y su Jurisdicción. Apuntes históricos y estadísticos. Establecimiento de Bim.
  • Archivo Provincial de Holguín. Fondo Protocolos Notariales, 1786, Folio 22.
  • Archivo Particular de Luis Orlando La Calle. Bayamo.