Cachemir

Cachemir
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Fibra textil natural procedente del pelo de cabra originaria de Cachemira, región del Tíbet.


Cachemir: Tejido blando, fino y suave, fabricado con una mezcla de cachemir y lana merina.

Cachemir o casimir (en inglés, cashmere) es una de las lanas de cabra más escasas y extrañas del mundo y a su vez una de las más valoradas.

El genuino cachemir es el que se obtiene de las cabras de las secas altiplanicies que rodean el desierto del Gobi. Estas cabras dado lo extremo del clima, han desarrollado un pelaje a la vez, extremadamente fino y aislante, para soportar las inclemencias de su hábitat.

Cómo se produce el cachemir

En una de las zonas más agrestes del planeta, en la soledad de Asia Central, pastan unas cabras que dan la lana más exclusiva del mundo: el cachemir. Su preciado pelo es recogido con mimo, pausadamente, en una liturgia que no ha cambiado en siglos. Así se consigue una suavidad única y exquisita, bien conocida por los clientes de las tiendas de ropa más caras y selectas de París, Milán, Londres o Madrid. Pocos de ellos conocen el trasfondo artesanal, el proceso concienzudo y la dureza del trabajo de los pastores de esta remota región para poder arrebatar a estos animales su preciado abrigo.

La mayoría de los animales viven en cotas cercanas a los 2.500 metros y soportan temperaturas que pueden alcanzar los 30 grados bajo cero. Para protegerse, han desarrollado dos capas; una lana externa, gruesa, de pelo recto, una fibra ruda que tiene un espesor de entre 15 y 19 micras (fracciones de milímetro) de diámetro; por debajo de ella crece una pelusa delicada y corta, producto de una proteína extra que su organismo genera en función de los rigores.

Cuanto más frío y más cerca de las cumbres, mayor finura. A este abrigo interno se le llama pashmina, y el que recubre el cuello es el más requerido para confeccionar jerséis, trajes y complementos de moda.

Esas dos capas de cachemir otorgan lanas elásticas, fuertes y luminosas, que se adaptan a la humedad y que aislan como suaves escudos. La cabra muda el pelo en primavera para encarar el invierno siguiente. Es en ese preciso momento cuando se puede recolectar la lana. Eso sí, con absoluto cuidado. Porque el auténtico y autóctono cachemir o kahsmir no es lana esquilada sino cardada. Así se consigue un pelo de mayor longitud y precio.

Una vez recogidas las lanas, se procede a la separación de los manojos por grosor y color. Los matices cromáticos oscilan del blanco al beis pálido y algunos tonos negruzcos. De cada ejemplar se pueden extraer unos 200 gramos de vellón, lo mínimo que se necesita para la fabricación de una bufanda. Cada pastor de Mongolia Interior, zona de China que produce el mejor cachemir del mundo, gana entre cuatro y seis dólares por cada cabra.

En las décadas de los 50 y 60, las familias que se dedicaban al cachemir ganaban una miseria. Organizaciones internacionales humanitarias denunciaron la situación. Trascendieron entonces las penosas condiciones de trabajo de algunos pastores de Mongolia. Separar un pelo fino y enredado como chicle, que viene mezclado con suciedad y briznas de vegetación, por unos pocos tigruks –apenas una calderilla de la moneda local comenzó a sacudir algunas conciencias. Pastorear, recorrer cientos de millas con los rebaños y dormir casi a la intemperie para recibir una ínfima parte de los pingües beneficios que deja el cachemir en Occidente suponía una cruel injusticia.

La situación se hizo insostenible para muchas de las caravanas nómadas cuya existencia dependía del pelo de estas cabritas. Por si fuera poco, la tiranía del mercado les estrangulaba. Si los precios se desplomaban, los pastores no podían almacenar el pelo recolectado porque se desvirtuaba su frescura y, por ende, su precio. Así que tenían que darle salida con celeridad aceptando la rácana tarifa del comprador. Afortunadamente, las reglas del juego han ido cambiando. El desmoronamiento del comunismo propició vientos de cambio. Los chinos y los mongoles nivelaron sus precios con los del mercado mundial, mejoraron ostensiblemente las condiciones laborales de los productores y se reactivó la demanda.

Las comunas de Mongolia Interior producen 1.400 toneladas de cachemir al año del total de la producción mundial, que se cifra en unas 6.000 toneladas. Con el paso del tiempo, la estructura de explotación ha mutado. Los pastores, dueños de los animales, se agrupan por clanes y venden el cachemir a las factorías que gestiona el Estado. Ya cuentan con teléfonos móviles e incluso conocen el precio que alcanza el tejido en las tiendas de Europa.

Como síntoma de esta normalización y transparencia laboral, la marca italiana Ermenegildo Zegna convoca cada año un peculiar concurso: un incentivo económico para la comunidad o pueblo que consiga el cachemir más sublime. Con el beneplácito del Gobierno chino, este trofeo se viene disputando desde 1987. Eso sí, la firma transalpina se reserva los lotes de la lana ganadora, un cachemir blanco (conocido con la palabra inglesa, white) de exquisita calidad que se destina, principalmente, a la confección de trajes de caballero, jerséis, bufandas y corbatas.

Pese a los avances tecnológicos y a estos galardones, se sigue respetando la tradición y la pulcritud artesanal. Nada de máquinas que maltraten tan ingrávido material. Son premisas ineludibles, ya que para conseguir un jersey de color natural hay que recoger durante tres años el pelo de una cabra. Si no hay tanta paciencia, los tintes aceleran el proceso. En la fábrica de Dongsheng, en Mongolia Interior, saben bien cómo tratar la materia prima. Más de 4.000 empleados lavan, cuidan y manufacturan unos 420 kilos de cachemir al día. Pese a la floreciente industria, todo es escrupulosamente tradicional. Otros países, como Nueva Zelanda, Australia o Irán, también crían cabras de Cachemira. Pero esquilan su pelo y recurren a modernas técnicas. El resultado es un sucedáneo de lana que deprecia su valor, tanto por el tosco tratamiento, como por tratarse de animales que pastan lejos de sus ecosistemas naturales.

Son sobre todo laneros franceses e italianos los que importan tan delicada materia. Ellos la clasifican, lavan y peinan. De ahí parte a las factorías españolas que, en su mayor parte, la mezclan con lana cardada.

La proverbial suavidad del cachemir ha sido apreciada desde hace siglos. Cuentan que de su aterciopelada caricia se maravillaron los romanos, que el terrible Genghis Khan rodeaba sus capas con estolas de cachemir, y que la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, la exhibió con displicencia en cortes europeas del XVIII. “Fibra de reyes”, la llamaban. Desde entonces, el cachemir es signo de distinción, pelo de unas humildes cabras que viven a 8.400 de kilómetros de nuestro país.

Características

Junto a la suavidad y gran ligereza, son algunas de las más valoradas del cachemir. El hecho que el número de cabras en el área del Gobi sea muy limitado, hace que la producción anual de este material sea muy reducida; además, los animales son tresquilados y su tejido tratado a mano, lo que motiva su elevado precio.

Su hilado

De la lana cuidadosamente cardada, las hilanderas separan flecos de la longitud de la futura prenda.

El hilado del estambre se realiza siguiendo diferentes criterios de calidad. Los flecos más finos de cachemir "two ply", son en realidad torzales de dos hebras. Esto sólo es posible al utilizar las fibras más delgadas. Del uso posterior del estambre como fleco de trama o fleco de urdimbre, se consiguen resultados diferentes, por ejemplo un tejido algo más rígido en este último caso.

Pieles deseadas

  • Caro reptil. Ya en el Egipto de los faraones, la irisada piel del cocodrilo despertaba envidias. Florida y Luisiana (EEUU) copan casi toda la producción mundial.
  • Seda milenaria. China fue la primera en aprovechar las excelencias de los gusanos de seda. Este tejido no ha pasado de moda desde los tiempos de Marco Polo.
  • Reina de las peleterías. La piel de la marta cibelina goza de un brillo, ligereza e impermeabilidad insuperables. Un abrigo puede alcanzar hasta 36.000 euros.
  • El más noble. Con la piel del escroto del búfalo se hacen carísimos bolsos. El resto de su dermis, una vez curtida, sirve para confeccionar chaquetas y zapatos.
  • Lujo africano. Bodas reales y carreras hípicas son dos oportunidades para ver las carísimas pamelas de plumas de marabú, ave zancuda y carroñera africana.

Su cuidado

Es importante considerar que dadas las especiales características del cachemir, también deben ser especial su cuidado, de modo similar al cabello natural, debe intentar evitarse cualquier método abrasivo para su limpieza o conservación. El lavado debe efectuarse con un con agua tibia y siempre a mano, siendo preferible en ocasiones, que sea efectuado por personal especializado.

En definitiva, puede considerarse que una inversión aparentemente cara a corto plazo, resulta económica a medio y largo plazo si se presta las atenciones oportunas al cuidado de este refinado material.

Fuentes