Galvarino

Galvarino
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Guerrero mapuche que fue capturado y le cercenaron ambas manos, en su lugar se colocó sendas cuchillas con las que aterrorizó a las filas españolas causándoles numerosos bajas y desmoralizando sus tropas que de solo oír su nombre entraban en pánico.
Cacique
Años de servicio52
ApodoMecha molida de choclo
LealtadEjército de guerreros mapuches
Lugar de operaciónBandera de Chile Chile
UnidadFilas de Lautaro
Participó enGuerra de Arauco

Estatus legalLugarteniente de Caupolicán
Nacimiento21 de septiembre de 1490
Chile
Fallecimiento30 de noviembre de 1557
Millarapue (gobernación de Chile)
Causa de la muerteEjecución
Otros empleosMilitar

Galvarino. Guerrero mapuche perteneciente a las filas de Lautaro (1534-1557), fue un cacique araucano que logró llegar a ser lugarteniente de Caupolicán, y aunque hay muy poca información acerca de su vida, sí se conoce que fue uno de los líderes mapuche más importantes.

Combatió a las fuerzas españolas del gobernador García Hurtado de Mendoza y fue capturado en la batalla de Lagunillas, junto al río Biobío.​ Para atemorizar a las soldados aborígenes le cortaron las manos, hecho que el poeta español Alonso de Ercilla (1533-1594) narra en el poema La araucana, señalando que, luego de este acto,

con desdén y menosprecio alargó la cabeza y tendió el cuello para que le quitaran la vida...

aunque fue liberado como ejemplo de escarmiento para el resto de los mapuches, jurando vengarse.​

Historia

Galvarino fue lugarteniente de Caupolicán.

En 1553, en el transcurso de las guerras contra los invasores españoles, los caciques araucanos Caupolicán y Lautaro habían salido vencedores de una serie de campañas que culminaron con la victoria en Tucapel, en la que fue detenido y ejecutado el mismo gobernador de Chile, Pedro de Valdivia.

Tras un periodo de vacío de poder entre los españoles (Jerónimo de Alderete no llegó realmente a suceder a Valdivia), fue nombrado nuevo gobernador García Hurtado de Mendoza, con la expresa misión de pacificar el territorio.

La batalla de Lagunillas

Seiscientos soldados al mando del marqués García Hurtado de Mendoza, quien hizo su fama por la destreza militar en las Américas y por su alma despiadada contra el indio, rechazaron el ataque araucano conducido por el Toqui Rengo. Alonso de Ercilla fue testigo de la batalla y dejó su registro en el poema La Araucana.

El Rengo avanzaba con maza en mano, derribando españoles y yanaconas como si fueran hierbas viejas y secas. La pelea fue así y el temor se apoderó de los cristianos. Todo eso hasta que el indio, con la soberbia de la sangre ajena en el pecho, se adentró demasiado y quedó acorralado por el enemigo y por su propia arrogancia.

Los principales guerreros mapuches quedaron atrapados con su Loqui, también fue la fortuna de Galvarino, famoso entre los españoles por su ferocidad y destreza en batalla. El combate finalizó con la derrota de los araucanos.

Testimonio de los frailes de la Sagrada Orden de la Cruz

Don García Hurtado de Mendoza mandó el fusilamiento de la mayoría de los enemigos capturados, y cuentan los frailes de la Sagrada Orden de la Cruz que el mismo noble se encargó de ultimar a los sobrevivientes con un cuchillo de hoja ancha y cabo bañado de oro peruano. Para Galvarino, la suerte fue otra.

El noble, que tiempo después llegó a ser Gobernador de la capitanía chilena y virrey del Perú, sabía que el escarmiento corporal era una forma de domesticación de las almas rebeldes. Por eso ordenó que le trajeran al araucano y lo dobleguaran frente a un tocón de raulí. Galvarino se mostró desafiante como siempre y los guardias golpearon su estómago para encorvarlo. Múltiples puñetazos fueron necesarios para que el indio se arrodillara.

La mutilación

Con el bosque y las hondonadas de testigo, y según el mismo Francisco Antonio Encina

“ordenó don García cortarle una mano, y Galvarino, en una muestra de valentía, puso además su otra mano, que le fue arrebatada con habilidad por una hacha filosa. El araucano soportó el suplicio sin proferir una queja y conservando en su rostro inmutable serenidad. Pidió en seguida que se le matara, sabiéndose ya inútil como guerrero y, en vista que ya no se le oía su ruego, estalló su cólera en insultos a sus verdugos”.

El español se rió con la desvergüenza y el orgullo intacto, luego dijo:

vuelve ahora con los salvajes de tu especie y enséñales que esto les sucederá a todo el que desafíe a la Santísima Corona Española.

Inmediatamente dejaron libre al indio que en silencio juró vengarse. Volvió a su gente y, en un rapto de lucidez y revancha, exigió a sus compañeros que ataran con firmeza unas hojas de acero anchas y filosas en cada uno de sus brazos.

La venganza

Lo que vino después fue solo posible debido a la horrible mutilación que soportó Galvarino. Fray Bautista Ordoñez de la Cruz, recogió algunos testimonios de lo que luego sucedió.

“Se ha aparecido dos veces mientras dormíamos. Es un indio fuerte, de cabello largo y voz enérgica. Sabe evadir la lanza y entiende los tiempos del trabuco y por eso, hasta el momento, no hemos podido herirlo fatalmente. Pero eso no es lo peor, el terror se ha apoderado de los soldados, incluida mi alma, que le reza al santísimo para protegernos. Este mapuche, que aparece con la discreción y eficacia de una flecha en la oscuridad, en lugar de brazos lleva dos cuchillas que las utiliza con destreza, matando con habilidad en el primer cruce”.
“El aliento se nos escarcha y hemos dispuesto tres perros para alertarnos la llegada del araucano. Hace dos noches nos atacó el indio Galvarino, matando en pocos movimientos a nuestras bestias y apuñalando con bravura a la guardia avanzada. Los hombres tienen miedo”.
“Pido disculpas con anticipación por lo que voy a decir, pero nuestro señor se ha equivocado liberando a esa bestia del indio Galvarino. Ha provocado a un demonio que en vez de puños tiene filos más fuertes que el león”.

El terror de las tropas hispanas

El indio comenzó su fama y el mismísimo cacique Lautaro le encomendó un escuadrón de avanzada, haciendo temblar el espíritu cristiano. Los españoles huían si se comentaba su presencia. Se ganó el respeto de su pueblo y el temor del cristiano. Su leyenda corrió con la velocidad del viento y solo nombrarlo era una exhortación para el combate.

El 30 de noviembre del año 1557, en el combate de Millarapue, y luego de una feroz batalla fue capturado por segunda vez, junto a otros jefes indígenas. Un sacerdote pidió la súplica de su vida, pero el mismo Galvarino dijo frente a sus enemigos que si le cortaran los brazos e incluso las piernas él los destrozaría, aún con sus propios dientes.

Su fin

Alonso de Ercilla, conmovido, quiso interceder por él para salvarle la vida, a lo que contestó Galvarino con gran repudio hacia los españoles con las siguientes palabras:

"Prefiero morir a recibir la vida de vosotros, y sólo siento la muerte por no haber podido haceros pedazos con los dientes".

García Hurtado de Mendoza, cansado de la rebeldía y violencia de este guerrero ordenó su ejecución, tirándolo a los perros salvajes y hambrientos. Sus últimas palabras fueron premonitorias y habló con valentía:

...cuidado huincas, que todavía en los sueños puedo hacerles daño.

Algunos historiadores chilenos, sin embargo, creen que Galvarino se suicidó para privar a sus enemigos del placer de matarle.

Véase también

Bibliografía

  • de Vivar, Jerónimo. Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile» (capítulos 132 y 133 de Crónicas de América), artículo en la revista Artehistoria Revista Digital.
  • Mariño de Lobera, Pedro. Crónica del Reino de Chile, escrita por el capitán Pedro Mariño de Lobera....reducido a nuevo método y estilo por el padre Bartolomé de Escobar», edición digital a partir de Crónicas del Reino de Chile. Madrid: Atlas, 1960, págs. 227-562 (Biblioteca de Autores Españoles; 569-575).] Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Libro 2, Capítulo II, III y IV.
  • Antonio Encina, Francisco(1952) El suplicio de Galvarino», en Historia de Chile.
  • Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Galvarino». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004.
  • Bizarro, Salvatore. Historical Dictionary of Chile. New York, 1987.

Fuentes