Necesidad y libertad (Filosofía)

Necesidad y libertad
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Concepto:La creación de la sociedad comunista significará un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad.

Necesidad y libertad. La necesidad se desprende de la esencia interna de los fenómenos, designa la ley, el orden y la estructura de los mismos. La necesidad es lo que ha de ocurrir obligatoriamente en unas condiciones dadas, mientras que la libertad es el deseo consiente que lleva al hombre a realizar determinadas acciones, con la facultad de tomar una resolución con conocimiento de causa.

Introducción

El estudio de los fundamentos del marxismo-leninismo requiere un trabajo serio y profundo; exige, por tanto, esfuerzo y tiempo. ¿Qué es lo que proporciona al hombre esta doctrina? Resumidamente, se podría responder así: el estudio de los fundamentos del marxismo-leninismo permite adquirir una concepción completa del mundo, que es la más avanzada de cuantas existen en nuestra época. Esta concepción agrupa en un sistema armónico las partes principales de la gran doctrina de Marx y Lenin. Las concepciones del mundo son muy diversas: las hay progresivas y las hay reaccionarias. Entre estas últimas hay algunas que se basan en viejas creencias y que imponen la necesidad de mantenerse en dependencia ciega de un imaginario ser sobrenatural, de sus vicarios en la tierra y los ungidos por el Señor. Hay también concepciones cuyos partidarios, sin hablar de Dios y aun jurando fidelidad a la ciencia, recurren a argumentos sutiles, pero falsos, para destruir la convicción del hombre moderno en la existencia real del mundo material que nos rodea. Así es como proceden los adeptos de las corrientes más en boga del idealismo moderno. Muchos de ellos no creen en la existencia de fuerzas sobrenaturales, pero, sometidos como están a la influencia de los convencionalismos y prejuicios tradicionales de la sociedad burguesa, no quieren cerrar todas las puertas a la fe en esas fuerzas sobrenaturales. Por eso, esgrimiendo y deformando los últimos datos de la ciencia, siembran la duda en la materialidad de la naturaleza. A su vez, teólogos y eclesiásticos: los aplauden, esperando que el hombre que cree en la inmaterialidad del mundo puede llegar a creer todo lo que se quiera. Quiere decirse que no es ciencia todo lo que imita a la ciencia, que no es oro todo lo que reluce. Precisamente en nuestro tiempo, muchas variedades del idealismo filosófico se adornan de buen grado con el plumaje de pavo real de las ciencias exactas, tratando de encubrir la esencia anticientífica de sus doctrinas. Pero en realidad temen los más importantes descubrimientos de la ciencia, los pasan por alto o los deforman. El marxismo-leninismo se diferencia muy ventajosamente de todos los demás sistemas en cuanto a su concepción del mundo. No admite la existencia de fuerzas sobrenaturales ni de creador alguno. Pisa fuerte en el suelo de la realidad, en el suelo del mundo en que vive. El marxismo-leninismo emancipa definitivamente a la humanidad de las supersticiones y de la secular dependencia espiritual. Llama al hombre a ser independiente, libre y consecuente en su modo de pensar. El marxismo-leninismo toma al mundo tal cual es, sin identificarlo con un infierno ni con un paraíso. Su punto de partida es que toda la naturaleza, sin exceptuar al hombre, se compone de materia con sus distintas propiedades. La naturaleza, lo mismo que cada uno de sus fenómenos, se halla en constante desarrollo. Las leyes de este desarrollo no han sido establecidas por Dios ni dependen de la voluntad de los hombres; son propias de la naturaleza misma y el hombre es plenamente capaz de conocerlas. En el mundo no hay cosas incognoscibles de por sí; de hecho sólo hay cosas que todavía no han sido conocidas, pero que lo serán con ayuda de la ciencia y de la práctica. La concepción marxista-leninista del mundo tiene su origen en la ciencia y confía en ella en cuanto no se aparta de la realidad y de la práctica. Progresa y se enriquece a medida que la ciencia avanza. El marxismo-leninismo enseña que el desarrollo no sólo de la naturaleza, sino también de la sociedad humana, se produce con arreglo a leyes objetivas, que son independientes de la voluntad de los hombres. Al revelar cuáles son las leyes fundamentales que rigen el desarrollo de la sociedad, el marxismo convirtió la historia de los hombres en una ciencia verdadera, capaz de explicar tanto el carácter de cualquier régimen social como el progreso que lleva a la sociedad a pasar de un régimen a otro. Esto fue un triunfo formidable del pensamiento científico. Nadie de quienes con un espíritu burgués cultivan las ciencias sociales (sociología, economía política, historia) ha podido refutar la comprensión materialista de la historia; nadie ha podido oponerle otra teoría que fuese aceptada, al menos, por la mayoría de los hombres de ciencia burgueses. Y a pesar de todo, son muchos los que, con tozudez desesperada, se apartan del materialismo histórico. ¿Por qué? Porque esta doctrina echa por tierra la fe en el carácter "eterno" del régimen capitalista. Si admitimos que el paso de la sociedad de un régimen a otro es un fenómeno sujeto a leyes, sería imposible negar que el régimen capitalista esta condenado a ceder su puesto a otro régimen social más progresivo. Admitirlo así les resulta difícil y doloroso no sólo a los propios capitalistas, sino también a los científicos que se encuentran bajo su dependencia material o espiritual. Jamás, en la historia de las sociedades de clase, ninguna de las clases dominantes pensó que su régimen estaba condenado a la muerte y desaparición. Los esclavistas creían que su régimen era eterno y que había sido establecido por Dios. Los señores feudales que vinieron a reemplazarlos estaban también convencidos de que su régimen –el feudalismo- había sido establecido de una vez para siempre por la voluntad divina. Pero hubieron de ceder su puesto a la burguesía. Ahora es ésta la que se hace ilusiones imaginándose que su régimen –el capitalismo- presenta un carácter "eterno" e "inmutable". Y muchos eruditos sociólogos e historiadores, que no desean romper con el capitalismo, echan mano a toda clase de recursos para quebrantar los hechos, cuando éstos nos dicen que los sistemas sociales evolucionan y cambian según leyes que les son propias y que no dependen dela voluntad de las clases dominantes y de sus ideólogos. Quiere decirse que si los ideólogos burgueses combaten la concepción marxista de la historia no es porque ésta sea errónea, sino, precisamente, porque es cierta. La ciencia verdadera, que estudia las leyes a que se hallan sujetos la acción y el desarrollo de las fuerzas de la naturaleza o de la sociedad, siempre prevé lo nuevo. La ciencia marxista, que se refiere alas leyes del desarrollo social, permite orientarse en la compleja situación de las contradicciones sociales; y, lo que es más valioso, ayuda a prever cómo se desenvolverán los acontecimientos, la dirección del proceso histórico y las etapas futuras del desarrollo social. Por lo tanto, el marxismo-leninismo pone en nuestras manos un instrumento con ayuda del cual es posible asomarse al futuro y ver los perfiles de los próximos virajes de la historia. Es a modo de un "telescopio del tiempo" que descubriese las grandiosas perspectivas de la humanidad en el futuro, emancipada del yugo del capital como último régimen de explotación. Pero cuando la ciencia avanzada invita a los sabios burgueses (que afirman que "no se puede prever nada") a mirar por el "telescopio del tiempo" marxista, cierran los ojos: les asusta asomarse al futuro...Los marxistas no temieron nunca mirar adelante. Representantes como son de la clase a la cual pertenece el porvenir, no tienen interés alguno en conservar vanas ilusiones que se hacen añicos al chocar con los hechos, con la ciencia. Los marxistas rusos, dirigidos por Lenin, previeron la revolución socialista en su país como tarea históricamente madura, llamaron a la clase obrera a la lucha decisiva, organizaron el asalto delas fortalezas del régimen de explotación y alcanzaron un completo triunfo. La verdad de la comprensión marxista-leninista de la historia se ha visto plenamente confirmada en la práctica .La teoría marxista-leninista no es un dogma, sino una guía para la acción.

De lo que se trata es de aprender a aplicarla con un acertado criterio. Esta teoría alumbra el camino a seguir. Sin ella, hasta los hombres progresistas habrían de caminar a ciegas, sin una comprensión real y profunda de lo que ocurre a su alrededor. La teoría marxista-leninista proporciona una base científica a la política revolucionaria. Quien en política se guía por sus deseos subjetivos, jamás será otra cosa que un mero soñador, o bien correrá el riesgo de ser arrojado al vertedero de la historia, pues ésta no se ajusta a los deseos de los hombres si estos deseos no se acomodan a las leyes de la misma. Por eso subraya Lenin la necesidad de analizar con verdadera sensatez científica la situación objetiva delas cosas y la marcha objetiva de la evolución, cuando se trata de marcar la línea política del Partido, y luego aplicar esa línea con toda la energía revolucionaria. Y Marx decía: "Hay que tomar las cosas como son, es decir, defender la causa de la revolución en la forma que corresponda al cambio sufrido por las circunstancias." La teoría marxista, fruto de la experiencia y del pensamiento revolucionario de todos los países, corresponde a la misión histórica de la clase obrera, que está llamada a cumplir el papel de destacamento de vanguardia y dirigente del gran movimiento deliberación de todos los oprimidos y explotados. La concepción marxista tiene en el proletariado a su instrumento material, lo mismo que el proletariado tiene en la concepción marxista su arma espiritual. Por ello el marxismo-leninismo es una preciosa fuente de energía vital para todos los trabajadores, para cualquier hombre progresista deseoso de comprender acertadamente el mundo que le rodea, de no vivir a merced del azar y de aportar conscientemente su contribución a los acontecimientos que se desenvuelven en el mundo. Estos hombres suman ya millones, y su número aumenta sin cesar. Se ponen en movimiento masas cada vez más amplias de seres anónimos que no quieren que su vida transcurra en vano y aspiran a ser elementos conscientes y activos del progreso histórico. Para esas masas el marxismo significa una ayuda inestimable. Esto se refiere singularmente a los jóvenes, a quienes la concepción marxista-leninista del mundo acorta extraordinariamente el camino dela madurez política, les da experiencia y les ayuda a encaminar su fogosa energía por una ruta cierta, en bien de la humanidad entera. La concepción marxista-leninista puede servir de punto fiel de orientación en la creación científica, y no sólo cuando se trata de las ciencias sociales, sino también en las ciencias de la naturaleza. ¿Acaso no ayuda en sus investigaciones a los naturalistas una acertada visión del mundo, la comprensión de sus leyes generales, concatenaciones y procesos? Tal visión y tal comprensión las proporciona la teoría marxista-leninista. No puede atribuirse a un azar que, actualmente, muchos sabios ilustres, movidos a ello por la experiencia reunida en su labor científica, adopten íntegramente la doctrina marxista o acepten tácitamente unos u otros aspectos de su teoría, impulsados por el deseo de ahondar más en los misterios de la naturaleza y de servir mejor a sus semejantes. Más aún. La asimilación de la concepción marxista-leninista del mundo abre perspectivas maravillosas a cuantos cultivan el arte y la literatura, al orientar su obra hacia una representación profunda y rica en ideas de la realidad por medio de imágenes artísticas. Sin la beneficiosa influencia de una concepción claramente progresiva, la obra del escritor o del artista moderno, en el mejor de los casos, siempre será una producción anémica. Y en nuestro tiempo, la concepción más clara y precisa del mundo es la que proporciona el marxismo-leninismo. Mientras que en la literatura burguesa se generaliza cada vez más la desesperanza, el pesimismo sin salida, la obra de los escritores y poetas progresistas se ve inspirada por un fecundo optimismo. Es una obra que cree en el futuro, que ama el futuro y que llama a un futuro feliz. En un momento en que la ideología burguesa de Occidente pone de relieve una desesperada crisis de fe en el hombre, de fe en los destinos de la civilización, la concepción marxista-leninista despierta en las gentes el deseo de incorporarse a la noble lucha que defiende los más altos ideales sociales. Quien de veras llegue a comprender esta concepción del mundo, adquirirá la convicción profunda no sólo de la razón que asiste a la causa obrera, sino de la necesidad histórica del triunfo del socialismo en el mundo entero. Armado con la concepción marxista-leninista del mundo, aun el débil se convertirá en un hombre fuerte, políticamente firme y fiel a los principios. Adquirirá una convicción tan robusta que eso le permitirá resistir toda clase de pruebas.

Millones de seres de todo el mundo han bebido en el abundante manantial del marxismo-leninismo los grandes ideales de su movimiento y la inagotable energía necesaria para dar vida a esos ideales. ¿Es siquiera digno del hombre culto de nuestros días vivir sin una concepción progresista del mundo? Y aún peor es alimentarse con sucedáneos de baja especie, propios sólo para los pobres de espíritu. Es mil veces preferible trabajar debidamente para asimilar los fundamentos de la concepción marxista-leninista del mundo, que nos hará espiritualmente ricos y nos colocará en condiciones ventajosas en la lucha contra las fuerzas negras de los imperialistas enemigos del género humano.

La doctrina de Marx es todopoderosa porque es cierta. Lenin.

Necesidad y libertad

En el proceso de formación del conocimiento, se forman los conceptos que son las ideas más acabadas de las cosas, los fenómenos o procesos, que reflejan las cuestiones esenciales de ellos. Por ejemplo, un número es un concepto de cantidad, no importa que cosa, es una abstracción que representa un aspecto esencial de las cosas, su cantidad, es decir su unidad como cosa y su diferencia y su similitud con otras.

Los conceptos filosóficos, son las llamadas categorías filosóficas, estas son conceptos generales que reflejan los aspectos más esenciales de las cosas, fenómenos y procesos, de los que se ocupa el saber humano, y que son generales porque traspasan las barreras de las ciencias particulares y abarcan a todos los campos del saber. Hay que señalar que, las ciencias particulares tienen también sus propias categorías particulares, como categorías de la medicina, por ejemplo "paciente", de la física "fusión", que son propias de ellas y fuera de su contexto cambian de significado. Las categorías de la filosofía, en cambio son generales como, materia, contenido, movimiento, etc., que serán validas, conservando su significado esencial en cualquier ciencia, sin considerar por supuesto, las connotaciones singulares que suelen dar los grupos sociales al lenguaje.

El hombre interpreta el mundo a partir de conceptos y categorías lo que no implica de ningún modo que el mundo esté determinado por la subjetividad o por la idea, ya que es erróneo pensar que el mundo es un algo sin forma, sin estructura, es decir, un montón de materiales predispuestos caóticamente, por el contrario, se trata de una existencia regida por leyes e independiente de nuestra conciencia. Según Kant existe un conocimiento distinto del saber instrumental que se propone la ciencia empírico-matemática ya que el conocimiento ya que el conocimiento de la realidad no se reduce meramente a lo que subyace al concepto de naturaleza, o al reino de lo necesario; sino que existe un conocimiento basado en la esfera de la razón el que está constituido por el concepto de libertad, porque la libertad es la categoría racional por excelencia, es decir, que un discurso sobre la libertad es posible en tanto éste no tenga preatenciones de científico, en otras palabras, existe un ámbito en el cual las causas y los efectos, la ley de causalidad, deja de relacionarse necesariamente, cuyo ámbito es: el reino de la libertad. La libertad y la necesidad se nos presentan como una dualidad, como contradicción y antagonismo. Reino de la necesidad se nos presenta como el reino de la miseria, de la insatisfacción, de la desdicha; mientras la libertad se nos aparece como la superación de la necesidad, como el reino de la felicidad del hombre. En esta óptica se ubica la tradición marxista. Hacia 1878 Engels decía: "Hegel ha sido el primero en exponer rectamente la relación entre libertad y necesidad. Para él, la libertad es la comprensión de la necesidad. ‘La necesidad es ciega sólo en la medida en que no está sometida al concepto’. La libertad no consiste en una soñada independencia respecto de las leyes naturales, sino en el reconocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar según un plan para determinados fines. Esto vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto respecto de aquellas que regulan el ser somático y espiritual del hombre mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo sumo en la representación, no en la realidad". Libertad y Necesidad, es una de las Categorías filosóficas de la Dialéctica de Hegel., que expresan la relación entre la actividad del hombre y de las leyes objetivas de la naturaleza y de la humanidad. La explicación de la libertad y de la necesidad se fundamenta en el reconocimiento de su interconexión dialéctica. La primera tentativa de aclaración de dicha interconexión pertenece a Spinoza, quien definió la libertad como la necesidad de la que se ha tomado conciencia Hegel fundamenta las mutuas relaciones entre la “necesidad y la libertad”, sentando la tesis de que ambas se hallan mutuamente vinculadas, de que pueden transformarse la una en la otra y de que la necesidad se manifiesta a través de la libertad, es decir el reconocimiento de la voluntad y conciencia del hombre como lo primario y de la necesidad objetiva como lo secundario en el sentido de la Teoría del Conocimiento. La necesidad existe en la naturaleza y en la sociedad en forma de leyes objetivas. Las leyes no conocidas se manifiestan como necesidad “ciega”. Pero, como se ha visto, existe también una diferencia esencial. En la naturaleza, la necesidad no presupone la actividad de los hombres. En la vida social, en cambio, la actividad de los hombres figura entre las condiciones indispensables para que la necesidad se manifieste y realice

Concepción marxista de la libertad

Pero para Marx como para Engels la libertad no será ya aquello que entendía Hegel, será una concepción nueva y distinta la que establecerá el marxismo. La necesidad no debe ser ciega como la furia de la naturaleza, debe ser racionalizada, es decir, el hombre debe descubrir las leyes que rigen la necesidad para poner a su servicio dichas leyes, porque no es que el hombre "destruya" las leyes naturales, sino que las comprende para controlarlas y adaptarlas a sus necesidades. El ser humano supera a partir del conocimiento de las leyes naturales la ciega necesidad natural puesto que el hombre se ha humanizado o se ha separado de la naturaleza, pero como ser social sigue siendo parte de ella. Por otro lado, la escisión que se ha establecido en la ciencia tal vez no responda más que a una interiorización de la división del trabajo, porque tal división hace que la ciencia esté constituida por disciplinas unilaterales, desposeídas de toda visión dialéctica o de interacción compleja, además de ser absurdo el concebir el mundo circundante natural como algo ajeno al espíritu y, todavía peor, querer fundamentar las ciencias sociales sobre las ciencias naturales para asignarles una pretendida exactitud del orden científico referido a la naturaleza. La libertad, en este terreno, sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente este intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana. Pero, con todo ello, siempre seguirá siendo éste un reino de la necesidad. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí, el verdadero reino de la libertad, que sin embargo sólo puede florecer tomando como base aquel reino de la necesidad. La condición fundamental para ello es la reducción de la jornada de trabajo". Pero en el reino de la libertad las necesidades no se estancan y tampoco desaparecen ya que el devenir social en sentido humano y cualitativo está motivado por la necesidad, es decir, por las contradicciones naturales y sociales que mueven al hombre a superar el reino de la necesidad en general en pro de la comunidad humana, puesto que en la medida en que surgen necesidades al mismo tiempo se hace más sofisticado el desarrollo tecnológico que permite superar no sólo las necesidades naturales sino también las necesidades humanas producidas por el hombre mismo. La necesidad humana y no humana no condicionará ni determinará la existencia del hombre, sino que será éste quien conscientemente rija su destino histórico al superar el reduccionismo económico y cuantitativo de la sociedad reificada. La libertad real está basada en la necesidad pero, la necesidad no determina el reino de la libertad. En el reino de la libertad se producirá una interrelación entre la necesidad humanamente constituida y el hombre, lo que permitirá a éste trascender el mundo de lo económico y objetual y desdoblarse en la esfera de la armonía de la sociedad desmitificada: La Felicidad.

La necesidad se desprende de la esencia interna de los fenómenos, designa la ley, el orden y la estructura de los mismos. La necesidad es lo que ha de ocurrir obligatoriamente en unas condiciones dadas, mientras que la libertad es el deseo consiente que lleva al hombre a realizar determinadas acciones, con la facultad de tomar una resolución con conocimiento de causa.

El gran valor que la filosofía marxista encierra está en que proporciona a los trabajadores el conocimiento de las leyes de desarrollo del mundo objetivo y de la transformación del mismo. Es un instrumento poderoso en la lucha por la emancipación de los trabajadores de toda forma de opresión, por la creación de una vida nueva y libre. Ahora bien, ¿es posible la libertad del hombre? ¿Es éste capaz de convertirse en el dueño de su propio destino? Hace mucho que las gentes se hicieron estas preguntas, aunque nadie pudo dar una respuesta que les convenciese. Al examinar el problema de la libertad, los filósofos llegaban a conclusiones diversas, pero igualmente erróneos. Unos caían en el fatalismo y negaban la libertad, al admitir que todas las acciones del hombre vienen predeterminadas desde un principio. El fatalismo religioso (musulmanes, calvinistas) afirma que la voluntad del hombre ha sido predeterminada por Dios. Los materialistas metafísicos (Holbach, por ejemplo) hablaban de la necesidad natural de la naturaleza, que ata por completo al hombre y no deja lugar para la libertad de sus acciones. Muchas tendencias idealistas, al contrario, niegan la necesidad natural, por cuanto deducen el mundo entero de la conciencia o de la voluntad del hombre. Admiten la libertad completa y llegan a afirmar la arbitrariedad absoluta. Tales teorías filosóficas se hallan presididas por el indeterminismo; un ejemplo de ellas puede ser la "filosofía de la existencia", que anteriormente hemos examinado. Entre los filósofos anteriores a Marx, el que dio una solución más profunda al problema de la libertad y la necesidad fue Hegel, aunque lo desarrolló, como toda su doctrina, sobre una base idealista. Hegel trataba de relacionar la libertad y la necesidad, definiendo la primera como necesidad comprendida. Pero por necesidad entendía el desarrollo necesario de la idea absoluta, y la libertad, según su doctrina, se ejercía exclusivamente en la esfera del espíritu. El vicio radical de las doctrinas de Hegel y de todos los idealistas reside en que la libertad la entienden como algo que incumbe únicamente al espíritu, a la conciencia, sin preocuparse lo más mínimo de las condiciones reales en que el hombre vive. Además, se refieren siempre a la libertad del individuo, pasando por alto el problema de la liberación de las masas. El materialismo dialéctico proporciona una solución científica del problema de las relaciones entre libertad y necesidad. La dialéctica marxista toma la necesidad como base y, al mismo tiempo, admite la posibilidad de que el hombre sea libre. La libertad real no hay que buscarla en la imaginaria independencia del hombre respecto de las leyes naturales y sociales (independencia que no puede darse), sino en el conocimiento de esas leyes y en las acciones a que tal conocimiento nos mueve. Los hombres no son seres sobrenaturales; no pueden rebasar los límites de las leyes de la naturaleza, de la misma manera que no pueden por menos de respirar. Además, viven en sociedad y no pueden rehuir la acción de las leyes de la vida social. Dentro de su arbitrio no les es dado ni suprimir las leyes existentes del desarrollo social ni implantar otras nuevas. Pero los hombres pueden conocer las leyes de la naturaleza y de la sociedad y, sabiendo el carácter y la orientación de sus acciones, valerse de ellas en interés propio, es decir, colocarlas a su servicio. Prueba de que es posible utilizar las leyes de la naturaleza y ponerlas al servicio del hombre es toda la técnica de nuestros días, que se basa en el aprovechamiento dirigido de esas leyes, y no en la ignorancia de las mismas. El problema es infinitamente más difícil cuando se trata de las leyes de la vida social, que durante miles de años imperaron sobre el hombre como una fuerza extraña y enemiga. El trabajador se veía esclavizado por las leyes elementales de la vida económica y por el poder de las clases explotadoras. La emancipación del hombre de la esclavitud social y de clase, la conquista de la libertad representa un largo y penoso proceso histórico. Sólo en nuestra época se ha acelerado ese proceso, abarcando a masas de millones y millones de hombres a quienes la doctrina del marxismo-leninismo inspira y alienta a la lucha por el comunismo. La creación de la sociedad comunista significará un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad. En el curso del milenario desarrollo de la sociedad, subordinados como se encuentran a la necesidad objetiva, que no depende de sus propias voluntades, los hombres avanzan en su empresa de reducir las fuerzas elementales de la naturaleza y de crear las premisas para su emancipación social. Este proceso histórico obedece a leyes sociales específicas, que no tienen nada que ver con las leyes de la naturaleza. Del estudio de esas leyes que dirigen el desarrollo de la sociedad humana se ocupa otra parte de la filosofía marxista-leninista, el materialismo histórico.

Fuentes

  • Engels, Federico; "Anti-Dühring", Crítica, Grupo editorial Grijalbo (OME 35), Barcelona, 1977.
  • Marx, Karl; "El Capital", Fondo de Cultura Económica, T. III. Bogotá, 1977.
  • Marx, Karl; "Manuscritos de París. Anuarios Franco alemanes, 1844". Crítica, Grupo editorial Grijalbo (OME 5), Barcelona, 1978.

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